Sustituyendo los trastos rotos (Libre)

por **Mirka Hroššová** Sáb Mar 31, 2012 8:14 am

-¡Hovno!- grité mientras la tetera se me resbalaba de las manos y chocaba contra el suelo. Cuando me encontraba sola, las expresiones que utilizaba (sobre todo para maldecir) eran en mi idioma natal. Eran las que me salían de forma natural. Miré los añicos en esparcidos por el suelo. Esa tetera me gustaba, y además me había salido bien de precio. Tendría que comprar otra, y rápido.

Miré cuánto dinero tenía guardado. Cincuenta francos –Es poco… y aun queda más de medio mes- tendría que buscar alguien que me ofreciera una tetera más barata de lo normal si no quería morir de hambre antes de que recibiera mi siguiente paga. Cogí tan solo veinte francos, si con eso no conseguía comprar una tendría que esperar al mes siguiente. Con el dinero en el bolsillo, salí.

El mercado no quedaba muy lejos de mi casa, al menos uno de los extremos. Los primeros puestos eran de flores. Las había de todo tipo y de todos los colores aunque el invierno no fuera época de florecer. Me preguntaba de dónde las habían sacado, en los campos alrededor de la ciudad no se sembraban esas flores tan llamativas. Probablemente las trajeran de tierras más cálidas, y, por tanto, su precio sería muy elevado. Si quería adornar mi casa con un ramo de flores más me valdría recogerlas yo misma en los bosques.

Seguí avanzando, esta vez por puestos de ropa. Saludé a la mujer a la que le solía comprar los vestidos. Eran simples pero bonitos, y sobre todo baratos. Madame Chavanel era una mujer de unos sesenta años que fabricaba ella misma sus propios vestidos y los vendía a precios muy competentes. Tanto que yo era su mejor clienta.

Dejé atrás todos esos puestos y finalmente llegué a los que vendían utensilios para el hogar. Había desde sofás y mantas hasta cacharros de la cocina. Éstos eran los que me interesaban a mí. Vagué por delante de los puestos buscando alguno que tuviera una tetera en venta, aunque fuera pequeña y fea. No muy lejos encontré una que me valía. Me acerqué y vi que era perfecta, tenía el tamaño perfecto. Incluso era bonita. Fui como una bala y la sujeté por el asa. De pronto, noté como si alguna fuerza tirara de ella desde la otra mitad de la tetera. Alguien se había fijado en la misma pieza que yo, pero no iba dejarla tan fácilmente.