AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sueños rotos. Flashback // Pandora
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Sueños rotos. Flashback // Pandora
París, Francia, 17 años, humana.
Escuché lejanamente cómo las perlas de mi collar destrozado rebotaban fríamente contra el duro asfalto, aprovechando el ataque de rabia también lancé con fiereza aquel absurdo tocado que se enrevesaba con mis cabellos. Así mismo, cierta porción de mi melena fue arrancada debido a la ira que en aquellos momentos me invadía.
Las miradas anonadadas abundaban por doquier, acompañadas de susurros de indignación y gestos de exagerada sorpresa. Pero ya nada de aquello me importaba. Con los ojos cargados de rabia y fiereza, crucé a taconazos el corto espacio que me separaba de la verja principal. El guardia me miró de arriba a abajo, no muy convencido de a quién debería obedecer.
Jamás olvidaría el miedo en sus ojos cuando decidí abrirme paso por mi propio pie empujando al sirviente y saliendo a la calle con las lágrimas derramándose por mis mejillas.
-¡Serán insolentes! –exclamé, liberando aquel veneno contenido en mi interior.
En mi mente se repetían una y otra vez aquellas tortuosas imágenes. Aún podía palpar la sensación que aquellas palabras habían asestado a mi corazón, y no se trataba de la notoria reacción de asombro y felicidad que se esparció en la sala. Sus ojos estúpidamente ilusionados, su sonrisa de repugnante alegría… y esos labios, ¡esos malditos labios pronunciando aquello que juró no proclamar jamás!
La ponzoña de la traición se extendía por mi interior como si de fuego se tratase, quemándome las entrañas y llenando mi cabeza de deseos infernales y angustia. Y, por si fuera poco, rodeada de descarados transeúntes que se detenían al ver mi aspecto colérico y desmadejado. ¡La vida no podía ser mejor!
Apretando los dientes, recordé enfurecida cómo Elliot, mi madre, había comenzado a chillar y dar saltos de felicidad. Oh, claro. Era de esperar. ¡Aquel había sido su mayor y más estúpido deseo desde que nací!
“¿Aceptará ser mi esposa, señorita Winslet?”
La enfermiza frase de la boca del que una vez fue mi amigo leal se repetía cíclicamente en mi cabeza provocándome náuseas. Aún no podía aceptar aquella degradante afirmación de mis mayores temores. ¿Y nuestra promesa? ¿Era tan estúpido como para haberla olvidado completamente?
La ira comenzó a dar paso a una profunda desazón. La abrumadora realidad comenzaba a cernirse sobre mí, aplastando las ínfimas esperanzas que una vez pude haber albergado en mi interior y devolviéndome aquello que tantas veces había temido: la pérdida de mí misma, la soledad, la traición…
Sentí lejanamente cómo mi tobillo se torcía y yo caía de bruces contra el duro suelo. Algo doloroso, angustiante, lento… reptaba hacia mi pecho envolviéndolo como si de una serpiente se tratase.
¿Por qué? ¿Por qué lo único por lo que había luchado en mi vida se esfumaba con unas simples palabras? Sendas lágrimas cayeron por mi rostro, llevando a la deriva aquel rumor desesperante, alejándolo de mí… Me abracé el pecho con los brazos y di rienda suelta a mi ansiedad, dejando que el llanto se apoderara de mi ser.
Era realmente devastador, pero a la vez me resultaba insoportable hallar la certeza en mi interior de que aquello era algo que pasaría tarde o temprano. Aun así, jamás habría imaginado que sentiría cómo mi esencia se rompía en pedazos, demostrándome cruelmente lo poco que valían mis sueños o expectativas.
Me abrumaba la impotencia. La impotencia de no poder tomar las riendas de un destino que me haría desdichada. Dejé que mis uñas trazaran pequeñas medias lunas en mi carne, con el cuerpo tembloroso y destrozado. No podía albergar nada peor, nada más anulante y tortuoso, que ser la mera espectadora de cómo mi libertad me era arrebatada por las manos de otros.
-No, no, no…-susurré entrecortadamente entre sollozos.
Humillación.
Humillación por haber sido vilmente traicionada ante todos aquellos que se habían dedicado a ignorar mis deseos de futuro. Humillación por haber sido engañada por alguien en quien confié plenamente. Humillación por no haber sido capaz de hacer nada para evitarlo…
Noté vagamente que alguien me rozaba el hombro, pero en aquellos momentos no era capaz de enfrentar otra realidad que no fuera la que se desplegaba en mi fuero interno, por lo que me limité a seguir sollozando y maldiciendo mi desdichada existencia.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Localización : Nuevamente en París.
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Re: Sueños rotos. Flashback // Pandora
Esto es lo que vi…
Esto es lo que oí…
Esto es lo que sé… Lo único que sé…
Esto es lo que oí…
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No son las calles parisinas la obra de la parsimonia, en ella puedes encontrar cualquier cosa, y ese motivo es el que me trajo a ella, eso y saber que un gran número de bebedores de sangre se conglomeraban allí… “¿Podría yo encontrarle después de siglos de buscarle?” era la pregunta que atormentaba mi mente como un fantasma lacerante que se alimentaba de la poca bondad que me quedaba ya.
La oscuridad comenzaba a cubrir las calles polvorientas y sucias de la ciudad luz, la miseria mostraba su rostro ladino, descubriendo callejas que se inundaban de desechos, avenidas principales apestadas del olor de París, pero aun así pulcramente limpias para los turistas… Y eran esas calles las que solían ser más serenas, más cuando una tragedia ocurría, era tan notable y abrumadora, que resultaba pasar por ella inadvertida…
Con el tiempo aprendí a cerrar mi mente cuando los pensamientos de las personas se tornan mundanos a mi alrededor, y eso, tristemente ocurre en la mayoría de las ocasiones, lo que me permite ensimismarme en un suicida viaje de pensamientos caóticos que no tienen ni principio ni final…
Allí estaba yo, inmersa en mis problemas casi risorios, cuando pude escuchar un bullicio que se despertaba varias cuadras abajo, una mujer, aparentemente de clase alta había sido asaltada, y en su conmoción se postró en el suelo… Al menos eso era lo que los rumores decían… No di importancia, continuando con mí andar, sabiendo de antemano que me la encontraría en unos breves instantes, y que, pasaría junto a ella sin siquiera reparar en aquella situación, como tantas veces lo había hecho en mil ciudades…
No fue la mirada cristalina la que me cautivó, ni que ensuciara sus ropas en las calles parisinas, a decir verdad, aún desconozco que fue lo que me hizo abrirme a ella, quizás fuera el sollozo que emitía, tan lacónico y desgarrador, que no hizo otra cosa que transportarme a mi propio pasado mortal… Pero le vi, y en su mente había dolor, sentido de humillación y traición… “No puede pasarme esto a mi” pensé mientras mis pies me dirigían a ella con voluntad propia “Nadie tiene el derecho de hacerme revivir un pasado que cada día trato de dejar en el olvido… Pero tampoco nadie merece pasar por lo que yo pase…”, antes de darme cuenta estaba acuclillada frente a la niña, halándola del brazo para tratar de incorporarla, rápido la puse en pie sin que nadie notase que para mí, su peso era efímero, que nada me costaba cargarla y fingir que caminaba a mi lado… Así la alejé de la chusma, aún en silencio, ¿Quién era yo para romper ese pacto intrínseco entre dos cómplices?, me limité a caminar a paso lento, mientras los sollozos de ella continuaban de manera intermitente…
La oscuridad comenzaba a cubrir las calles polvorientas y sucias de la ciudad luz, la miseria mostraba su rostro ladino, descubriendo callejas que se inundaban de desechos, avenidas principales apestadas del olor de París, pero aun así pulcramente limpias para los turistas… Y eran esas calles las que solían ser más serenas, más cuando una tragedia ocurría, era tan notable y abrumadora, que resultaba pasar por ella inadvertida…
Con el tiempo aprendí a cerrar mi mente cuando los pensamientos de las personas se tornan mundanos a mi alrededor, y eso, tristemente ocurre en la mayoría de las ocasiones, lo que me permite ensimismarme en un suicida viaje de pensamientos caóticos que no tienen ni principio ni final…
Allí estaba yo, inmersa en mis problemas casi risorios, cuando pude escuchar un bullicio que se despertaba varias cuadras abajo, una mujer, aparentemente de clase alta había sido asaltada, y en su conmoción se postró en el suelo… Al menos eso era lo que los rumores decían… No di importancia, continuando con mí andar, sabiendo de antemano que me la encontraría en unos breves instantes, y que, pasaría junto a ella sin siquiera reparar en aquella situación, como tantas veces lo había hecho en mil ciudades…
No fue la mirada cristalina la que me cautivó, ni que ensuciara sus ropas en las calles parisinas, a decir verdad, aún desconozco que fue lo que me hizo abrirme a ella, quizás fuera el sollozo que emitía, tan lacónico y desgarrador, que no hizo otra cosa que transportarme a mi propio pasado mortal… Pero le vi, y en su mente había dolor, sentido de humillación y traición… “No puede pasarme esto a mi” pensé mientras mis pies me dirigían a ella con voluntad propia “Nadie tiene el derecho de hacerme revivir un pasado que cada día trato de dejar en el olvido… Pero tampoco nadie merece pasar por lo que yo pase…”, antes de darme cuenta estaba acuclillada frente a la niña, halándola del brazo para tratar de incorporarla, rápido la puse en pie sin que nadie notase que para mí, su peso era efímero, que nada me costaba cargarla y fingir que caminaba a mi lado… Así la alejé de la chusma, aún en silencio, ¿Quién era yo para romper ese pacto intrínseco entre dos cómplices?, me limité a caminar a paso lento, mientras los sollozos de ella continuaban de manera intermitente…
Última edición por Pandora el Vie Jun 12, 2015 10:38 pm, editado 1 vez
Pandora*- Vampiro Clase Alta
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Re: Sueños rotos. Flashback // Pandora
Sentí algo frío e increíblemente suave en la lejanía de aquello que realmente pasaba en el mundo terrenal, pero aún no estaba preparada para volver allí. Mi tortura continuaba en mi mente, danzando entre las múltiples risas disimuladas, las miradas quisquillosas de la sala de bailes y los patéticos ojos del amigo perdido.
Todo me parecía falso, todo se me hacía etéreo y sin sentido, como si el mundo se hubiera dedicado a jugarme una fatídica broma a la cual le había puesto la etiqueta de mi propia vida. Y, quizás, lo peor de todo, era que yo no tenía nada que hacer en aquella farsa, como si mis verdaderas intenciones hubieran sido manipuladas e ignoradas por la realidad.
Lentamente, a través del llanto y el dolor que se derramaban en mi interior, volví a ser consciente. Observé cómo mis pies se movían parsimoniosamente a través del asfalto, ensimismada todavía en mi angustia. El rostro ilusionado de Francis se repetía una y otra vez en mi cabeza como una represalia. Bulliendo de tanta alegría, tanta dichosa y estúpida felicidad… ardía en ganas de borrarle aquella sonrisa nauseabunda con una buena bofetada.
¿Cómo podía mostrarse tan complaciente a sabiendas de que aborrecía todo el tema del matrimonio? ¿Cómo había sido capaz de olvidar todas sus promesas? ¿Acaso no habían valido de nada las largas y tendidas charlas sobre nuestros planes de futuro?
Apreté los puños y cerré de nuevo los ojos, dejando que más lágrimas se unieran a mi rostro ya empapado. Me sentía sola, desbordada y abandonada a mi suerte. Seguramente en aquellos instantes se estaría celebrando el dichoso compromiso; y nadie recordaría ni la escenita ni mi indignación con tal de acompañar la animada versión de los hechos que probablemente mi madre relataría.
Abrí los párpados lentamente, sintiendo la honda tristeza en cada centímetro de mi ser, y sin entender del todo por qué mis pies habían comenzado a caminar hacía rato. Poco a poco, comencé a percatarme del lugar donde me encontraba y cómo había llegado allí. Alguien me sujetaba firme pero delicadamente al andar.
Parpadeé con la mirada rota e intenté descubrir de quien se trataba. En un principio,sólo me pareció el bello perfil de una mujer arrebatadoramente hermosa, pero a medida que admiraba sus facciones, comencé a percartarme de que no se trataba de una dama cualquiera. Su tez era tan pálida como la luna, pulida y lisa como si del mármol se tratase, y sus ojos…
Sus ojos que en aquel momento se encontraron con los míos, desprendían un brillo que ya se me hacía conocido. Un brillo inquietante, luminoso, mortífero y seductor…
No quería hacer conclusiones precipitadas de aquella mujer, pues al fin y al cabo era la única que se había dignado a salvar la situación deplorable en que me encontraba. Sin embargo, no podía evitar que la sorpresa y la desconfianza se plasmaran en el abatimiento de mi mirada, la cual aún se encontraba anegada en lágrimas.
-Sien… -musité, con la voz ronca, por lo que tuve que aclararme antes de proseguir-. Siento todo el alboroto, mademoiselle. No era necesario que interviniera, disculpe cualquier molestia que le haya podido causar…
Mis palabras se arrastraban, incoherentes, vacías…
Todo me parecía falso, todo se me hacía etéreo y sin sentido, como si el mundo se hubiera dedicado a jugarme una fatídica broma a la cual le había puesto la etiqueta de mi propia vida. Y, quizás, lo peor de todo, era que yo no tenía nada que hacer en aquella farsa, como si mis verdaderas intenciones hubieran sido manipuladas e ignoradas por la realidad.
Lentamente, a través del llanto y el dolor que se derramaban en mi interior, volví a ser consciente. Observé cómo mis pies se movían parsimoniosamente a través del asfalto, ensimismada todavía en mi angustia. El rostro ilusionado de Francis se repetía una y otra vez en mi cabeza como una represalia. Bulliendo de tanta alegría, tanta dichosa y estúpida felicidad… ardía en ganas de borrarle aquella sonrisa nauseabunda con una buena bofetada.
¿Cómo podía mostrarse tan complaciente a sabiendas de que aborrecía todo el tema del matrimonio? ¿Cómo había sido capaz de olvidar todas sus promesas? ¿Acaso no habían valido de nada las largas y tendidas charlas sobre nuestros planes de futuro?
Apreté los puños y cerré de nuevo los ojos, dejando que más lágrimas se unieran a mi rostro ya empapado. Me sentía sola, desbordada y abandonada a mi suerte. Seguramente en aquellos instantes se estaría celebrando el dichoso compromiso; y nadie recordaría ni la escenita ni mi indignación con tal de acompañar la animada versión de los hechos que probablemente mi madre relataría.
Abrí los párpados lentamente, sintiendo la honda tristeza en cada centímetro de mi ser, y sin entender del todo por qué mis pies habían comenzado a caminar hacía rato. Poco a poco, comencé a percatarme del lugar donde me encontraba y cómo había llegado allí. Alguien me sujetaba firme pero delicadamente al andar.
Parpadeé con la mirada rota e intenté descubrir de quien se trataba. En un principio,sólo me pareció el bello perfil de una mujer arrebatadoramente hermosa, pero a medida que admiraba sus facciones, comencé a percartarme de que no se trataba de una dama cualquiera. Su tez era tan pálida como la luna, pulida y lisa como si del mármol se tratase, y sus ojos…
Sus ojos que en aquel momento se encontraron con los míos, desprendían un brillo que ya se me hacía conocido. Un brillo inquietante, luminoso, mortífero y seductor…
No quería hacer conclusiones precipitadas de aquella mujer, pues al fin y al cabo era la única que se había dignado a salvar la situación deplorable en que me encontraba. Sin embargo, no podía evitar que la sorpresa y la desconfianza se plasmaran en el abatimiento de mi mirada, la cual aún se encontraba anegada en lágrimas.
-Sien… -musité, con la voz ronca, por lo que tuve que aclararme antes de proseguir-. Siento todo el alboroto, mademoiselle. No era necesario que interviniera, disculpe cualquier molestia que le haya podido causar…
Mis palabras se arrastraban, incoherentes, vacías…
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: Sueños rotos. Flashback // Pandora
A alguna gente no le gusta vivir.
Simplemente no soporta la vida,
la sufren como si fuera una enfermedad terrible...
Simplemente no soporta la vida,
la sufren como si fuera una enfermedad terrible...
Ya habíamos caminado por varias cuadras durante las que, ella se limitaba a llorar con los ojos cerrados, lacónica y vehementemente, cuando por fin dejó de postrar todo su peso en mí y comenzó a andar por si misma… En aquel silencio cómplice que nos había acompañado ella me miró de soslayo por largos instantes, estaba yo siendo víctima del escrutinio de ella, pero eso no me incomodaba en lo absoluto, antes me habían visto así, con una curiosidad que poco a poco sentí reflejada en su frecuencia cardiaca… Esta comenzó a acelerarse, supongo que no era yo la primera bebedora de sangre con la que se cruzaba esta humana…
Después habló, lo intentó primero, pero sus palabras no podían salir… Se aclaró la garganta y continuó… La miré sin detener el paso de ambas en silencio, no estaba en mi naturaleza hacer ese tipo de actos, así que no sabía cómo responder ante aquella situación; me limité a acariciar la mano que engarzaba mi brazo y giré mi rostro al frente, observando ahora el sendero de la calle que se abría frente a nosotras.
-¿Qué ocurre?- mi voz sonó parca, sin emoción… Se encontraba tan falta de vida como su propia dueña, pero antes de darle tiempo de responder a la joven doncella proseguí –No me refiero al alboroto que causaste allá atrás…- Una especie de curiosidad comenzó a invadirme de una forma extraña, sabía que podía hurgar entre sus pensamientos, buscar memorias que evocaran a los bebedores de sangre, pero… era mejor si ella misma me lo decía, al menos eso creí –Hablo de la forma en que me ves, como si de un monstruo se tratase…- dije implorando a la madre Isis que mis palabras no sonaran tan prepotentes como a mí me lo habían parecido…
Reí en mi interior al escuchar mi propia sentencia, puesto que eso era justo lo que era, un monstruo que vitaba una piel que invitaba a acercarse, adornada en lujos mundanos que solo importaban a los mortales, que me encontraba más muerta por dentro de lo que estaba por fuera, y que causar muerte era lo único que me provocaba la sensación de estar viva, aunque fuese solo por un instante que fugaz se evaporaba con el alma del pobre infeliz que tan mala suerte había tenido de encontrarse en mi camino…
Después habló, lo intentó primero, pero sus palabras no podían salir… Se aclaró la garganta y continuó… La miré sin detener el paso de ambas en silencio, no estaba en mi naturaleza hacer ese tipo de actos, así que no sabía cómo responder ante aquella situación; me limité a acariciar la mano que engarzaba mi brazo y giré mi rostro al frente, observando ahora el sendero de la calle que se abría frente a nosotras.
-¿Qué ocurre?- mi voz sonó parca, sin emoción… Se encontraba tan falta de vida como su propia dueña, pero antes de darle tiempo de responder a la joven doncella proseguí –No me refiero al alboroto que causaste allá atrás…- Una especie de curiosidad comenzó a invadirme de una forma extraña, sabía que podía hurgar entre sus pensamientos, buscar memorias que evocaran a los bebedores de sangre, pero… era mejor si ella misma me lo decía, al menos eso creí –Hablo de la forma en que me ves, como si de un monstruo se tratase…- dije implorando a la madre Isis que mis palabras no sonaran tan prepotentes como a mí me lo habían parecido…
Reí en mi interior al escuchar mi propia sentencia, puesto que eso era justo lo que era, un monstruo que vitaba una piel que invitaba a acercarse, adornada en lujos mundanos que solo importaban a los mortales, que me encontraba más muerta por dentro de lo que estaba por fuera, y que causar muerte era lo único que me provocaba la sensación de estar viva, aunque fuese solo por un instante que fugaz se evaporaba con el alma del pobre infeliz que tan mala suerte había tenido de encontrarse en mi camino…
Pandora*- Vampiro Clase Alta
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Re: Sueños rotos. Flashback // Pandora
Mi corazón angustiado, dolorido y entumecido después de aquel acontecimiento parecía tener aún la fuerza suficiente para golpearme las costillas mientras comenzaba a caer en la cuenta de ante quién me encontraba realmente. Un escalofrío que se deslizó lentamente por mi columna me dejó una sensación helada en el cuerpo, dejando atrás la ira y convirtiendo mi ser en un mero instinto de supervivencia, que luchaba por una existencia carente de sentido para mí.
Su contacto frío en la mano enguantada me resultó gratificante y ajeno a la vez, bombardeándome la mente con recuerdos de aquel mundo que una vez conocí de forma accidental. Observé aquella piel pulida y la sobrenatural belleza y majestuosidad que desprendían cada uno de sus movimientos y facciones, mientras se dedicaba a mirar el sendero que se abría ante nosotras.
-¿Qué ocurre?
Una voz vacía pero latente, profunda, que caló mi alma por la carga de intenciones que conllevaba aquella simple pregunta pronunciada por sus labios perfectamente esculpidos.
–No me refiero al alboroto que causaste allá atrás…
Una de las miles espinas clavadas en mi pecho pareció ahondar en mi interior ante sus palabras, y la causa no era ni la vergüenza, ni la humillación de la escena que hube recreado hace escasos instantes en plena avenida. Nada de eso guardaba importancia alguna para mí tras sentir el profundo dolor de ser un títere de la sociedad en mis carnes. Más bien se trataba de aquella realidad, de aquella angustia al percatarme de mi poco sentido común, de mi falta de determinación para aceptar un futuro que era más que sabido por todos.
–Hablo de la forma en que me ves, como si de un monstruo se tratase…
Aquel tono tajante, implorando una explicación ante lo que parecía un comentario absurdo, aclaró todas mis dudas sobre la naturaleza de aquella mujer. De alguna forma, eso alivió parte del peso que me oprimía el corazón, despejando mi mente al dar lugar a otras inquietudes algo más consecuentes con lo que discurría en aquellos momentos.
Imité a la dama y dejé que mis ojos se dirigieran al frente, permitiendo que unos instantes de silencio se instalaran entre ambas. Por un segundo, percibí que aquel brazo tan delicadamente enlazado con el mío no era ni tan dócil ni tan suave como aparentaba, imaginando la posibilidad de que sus dedos decidieran fracturarme uno a uno los huesos de mi mano sin ningún tipo de esfuerzo.
No era capaz de pronunciar la palabra que bailaba en mi mente constantemente: “un vampiro”. Por lo que decidí responder con palabras vagas y evasivas, aunque en mi interior percibía la certeza de que ella podía leer el rumbo de mis intenciones y pensamientos.
-La forma en que te veo… -susurré, dejando las formalidades sin sentido.
Cerré los ojos y dejé que el aire saliera suavemente entre mis labios, en un lento suspiro agónico con el que supuré parte de mi anhelo. Todas aquellas reflexiones sobre lo que implicaba la existencia de algo como ella volvieron a mí de nuevo, brindándome de una chispa de esperanza en mi interior que ya se había prendido una vez.
-Mortífera, tallada en marfil… una estatua, un ángel y un demonio a la vez…
Mis ojos volvieron al rostro de la mujer.
-Libre, imperturbable, inmortal. Pero, sobre todo, libre… a costa del martirio de los mortales. Un ente divino y envuelto en la maldición de vivir provocando muerte.
Mis pupilas se dilataron ante la posibilidad de las intenciones de aquella dama al haberme apartado de la multitud. Una sensación dulce y angustiante se derramó entre mi alma y mi cuerpo: la muerte. Me mordí ligeramente el labio ante lo sublime y aterradora que me resultaba aquella palabra en aquel momento.
-Me temo que, en estos momentos, tú no eres el monstruo, sino el ángel para mí.
Me detuve, obligándole a ella a hacer lo mismo, y profundicé en aquellos iris luminosos, chispeantes, tan llenos de nada y tan llenos de todo.
-Le supondré un suspiro, un alma en ascenso, una dócil presa…-pestañeé varias veces antes de proseguir-. ¿Ha venido a aliviar mi sufrimiento? ¿O aún puedo cobijarme en la angustia de tener que enfrentarme a una existencia más duradera y tormentosa?
Jamás me hubiera visto en la situación de admitir de una forma tan natural e incluso suplicante que aquel ser me veía como un alimento. Pero nada había para mí más allá de aquella noche, y aunque la muerte nunca me había resultado una salida factible, se me hacía realmente irresistible cuando pensaba en todo aquello a lo que habría de enfrentar en un futuro próximo.
Su contacto frío en la mano enguantada me resultó gratificante y ajeno a la vez, bombardeándome la mente con recuerdos de aquel mundo que una vez conocí de forma accidental. Observé aquella piel pulida y la sobrenatural belleza y majestuosidad que desprendían cada uno de sus movimientos y facciones, mientras se dedicaba a mirar el sendero que se abría ante nosotras.
-¿Qué ocurre?
Una voz vacía pero latente, profunda, que caló mi alma por la carga de intenciones que conllevaba aquella simple pregunta pronunciada por sus labios perfectamente esculpidos.
–No me refiero al alboroto que causaste allá atrás…
Una de las miles espinas clavadas en mi pecho pareció ahondar en mi interior ante sus palabras, y la causa no era ni la vergüenza, ni la humillación de la escena que hube recreado hace escasos instantes en plena avenida. Nada de eso guardaba importancia alguna para mí tras sentir el profundo dolor de ser un títere de la sociedad en mis carnes. Más bien se trataba de aquella realidad, de aquella angustia al percatarme de mi poco sentido común, de mi falta de determinación para aceptar un futuro que era más que sabido por todos.
–Hablo de la forma en que me ves, como si de un monstruo se tratase…
Aquel tono tajante, implorando una explicación ante lo que parecía un comentario absurdo, aclaró todas mis dudas sobre la naturaleza de aquella mujer. De alguna forma, eso alivió parte del peso que me oprimía el corazón, despejando mi mente al dar lugar a otras inquietudes algo más consecuentes con lo que discurría en aquellos momentos.
Imité a la dama y dejé que mis ojos se dirigieran al frente, permitiendo que unos instantes de silencio se instalaran entre ambas. Por un segundo, percibí que aquel brazo tan delicadamente enlazado con el mío no era ni tan dócil ni tan suave como aparentaba, imaginando la posibilidad de que sus dedos decidieran fracturarme uno a uno los huesos de mi mano sin ningún tipo de esfuerzo.
No era capaz de pronunciar la palabra que bailaba en mi mente constantemente: “un vampiro”. Por lo que decidí responder con palabras vagas y evasivas, aunque en mi interior percibía la certeza de que ella podía leer el rumbo de mis intenciones y pensamientos.
-La forma en que te veo… -susurré, dejando las formalidades sin sentido.
Cerré los ojos y dejé que el aire saliera suavemente entre mis labios, en un lento suspiro agónico con el que supuré parte de mi anhelo. Todas aquellas reflexiones sobre lo que implicaba la existencia de algo como ella volvieron a mí de nuevo, brindándome de una chispa de esperanza en mi interior que ya se había prendido una vez.
-Mortífera, tallada en marfil… una estatua, un ángel y un demonio a la vez…
Mis ojos volvieron al rostro de la mujer.
-Libre, imperturbable, inmortal. Pero, sobre todo, libre… a costa del martirio de los mortales. Un ente divino y envuelto en la maldición de vivir provocando muerte.
Mis pupilas se dilataron ante la posibilidad de las intenciones de aquella dama al haberme apartado de la multitud. Una sensación dulce y angustiante se derramó entre mi alma y mi cuerpo: la muerte. Me mordí ligeramente el labio ante lo sublime y aterradora que me resultaba aquella palabra en aquel momento.
-Me temo que, en estos momentos, tú no eres el monstruo, sino el ángel para mí.
Me detuve, obligándole a ella a hacer lo mismo, y profundicé en aquellos iris luminosos, chispeantes, tan llenos de nada y tan llenos de todo.
-Le supondré un suspiro, un alma en ascenso, una dócil presa…-pestañeé varias veces antes de proseguir-. ¿Ha venido a aliviar mi sufrimiento? ¿O aún puedo cobijarme en la angustia de tener que enfrentarme a una existencia más duradera y tormentosa?
Jamás me hubiera visto en la situación de admitir de una forma tan natural e incluso suplicante que aquel ser me veía como un alimento. Pero nada había para mí más allá de aquella noche, y aunque la muerte nunca me había resultado una salida factible, se me hacía realmente irresistible cuando pensaba en todo aquello a lo que habría de enfrentar en un futuro próximo.
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Re: Sueños rotos. Flashback // Pandora
¿Por qué debería la Muerte acechar siempre en las sombras?
¿Por qué debería la Muerte aguardar al otro lado de la verja?
No existe alcoba o salón de baile en los que no pueda entrar…
¿Por qué debería la Muerte aguardar al otro lado de la verja?
No existe alcoba o salón de baile en los que no pueda entrar…
Caminaba con la mirada fija en el sendero que ambas caminábamos, y le pregunté sin siquiera hacer un intento de mirarla y sin emoción en la voz… Ella por su parte se limitó a hacer lo mismo, observando el insipiente camino que se presentaba como una oportunidad por jugar, sentenciando un silencio que yo le permití perpetuar tanto como ella lo desease, sin detener el parsimonioso andar, que ya bastante nos había alejado del tumulto que ella había propiciado calles atrás.
“Que curiosos son los mortales… Siempre viviendo como si fuesen inmortales, desaprovechando cada segundo de su efímera existencia, para después, en su lecho de muerte arrepentirse de todo aquello que habían dejado de hacer…”, sentí como una fugaz y melancólica sonrisa se dibujó en mi rostro por un instante, para ser expulsado todo pensamiento de mi mente por las palabras de ella; que parecía haber dejado protocolos y formalidades de lado, hablándome de tu, como si de una esclava me tratase, pero no digo esto como una ofensa, más bien con la curiosidad que es propia de los infantes.
Sus palabras eran sentencias, nada que no fuera real… Pero poseían una honestidad que podía embriagar al más embustero de los hombres, un soplo refrescante para mí, “Mortífera, tallada en marfil… una estatua, un ángel y un demonio a la vez…” sus palabras resonaron cual eco en mi interior, y me pude ver en los ojos de ella, que poco a poco se posaron en mi rostro, para continuar con su respuesta, de la que sentí un tremendo dolor al pronunciar la palabra “libre”, ella sabía perfectamente lo que yo era, y resultaba evidente que yo no era la primera bebedora con la que ella se había encontrado en su vida… De pronto la curiosidad tomó mi cuerpo, deseaba saber ¿Qué sabía ella de mi especie?, más sin embargo, mi silencio le permitió continuar su respuesta.
Sentí poco a poco un miedo creciente, como sus pupilas se dilataban ante el ardid de posibilidades, todo lo que yo podría ser o hacer y lo poco que ella podría hacer al respecto, pero no fue el miedo el que permaneció en ella, sino un debate moral entre lo que mi propia existencia era y el pago que esta tenía que dar, la vida humana que se extinguía para perpetuar la mía… Se detuvo, y de un tirón en el brazo me hizo detener a mí también, por lo que mi mirada realizó un escrutinio más delicado en ella… Finalmente continuó con su discurso -¿Ha venido a aliviar mi sufrimiento? ¿O aún puedo cobijarme en la angustia de tener que enfrentarme a una existencia más duradera y tormentosa?- hablando de ella como un mero alimento… Y ello provocó que sin yo poder evitarlo, soltara una risa que juro podría haberse escuchado a calles; sentí el enrojecimiento de mis ojos y poco a poco recobré la parquedad que hasta ese momento había mostrado…
Reanudé la marcha, obligándola a seguir mi paso y posé mi mano libre sobre la de ella, que era presa de mi brazo, acariciándola -¿Así que conoces mi naturaleza querida niña?- , pero aquellas palabras rozaron en la ternura, provocándome asco a mí misma, no era mi naturaleza ser tierna… -Somos más que demonios necrófagos querida mía… Y no tengo que verte como alimento…- Dejé la sentencia abierta, al tiempo que mis ojos buscaron los suyos –Si deseara tu sangre, rato hace que ya la tendría, ¿No crees?- sonreí, con una mezcla de aquella ternura de la que no me pude desprender y sorna, tan propia de mí –Algo de ti, me recuerda a mi ¿Sabes?- sonreí mientras la soltaba y continuaba el camino, esperando que ella me siguiera –Nosotros…- dije refiriéndome a los bebedores de sangre –Nunca dejamos de ser humanos por completo, siempre quedan sentimientos y emociones que nos atan a ustedes… Sin embargo somos capaces de matar sin el fatídico sentimiento de la culpa- esto último acompañado de un ademán de tragedia –Mirame... Dime lo que ves…-
“Que curiosos son los mortales… Siempre viviendo como si fuesen inmortales, desaprovechando cada segundo de su efímera existencia, para después, en su lecho de muerte arrepentirse de todo aquello que habían dejado de hacer…”, sentí como una fugaz y melancólica sonrisa se dibujó en mi rostro por un instante, para ser expulsado todo pensamiento de mi mente por las palabras de ella; que parecía haber dejado protocolos y formalidades de lado, hablándome de tu, como si de una esclava me tratase, pero no digo esto como una ofensa, más bien con la curiosidad que es propia de los infantes.
Sus palabras eran sentencias, nada que no fuera real… Pero poseían una honestidad que podía embriagar al más embustero de los hombres, un soplo refrescante para mí, “Mortífera, tallada en marfil… una estatua, un ángel y un demonio a la vez…” sus palabras resonaron cual eco en mi interior, y me pude ver en los ojos de ella, que poco a poco se posaron en mi rostro, para continuar con su respuesta, de la que sentí un tremendo dolor al pronunciar la palabra “libre”, ella sabía perfectamente lo que yo era, y resultaba evidente que yo no era la primera bebedora con la que ella se había encontrado en su vida… De pronto la curiosidad tomó mi cuerpo, deseaba saber ¿Qué sabía ella de mi especie?, más sin embargo, mi silencio le permitió continuar su respuesta.
Sentí poco a poco un miedo creciente, como sus pupilas se dilataban ante el ardid de posibilidades, todo lo que yo podría ser o hacer y lo poco que ella podría hacer al respecto, pero no fue el miedo el que permaneció en ella, sino un debate moral entre lo que mi propia existencia era y el pago que esta tenía que dar, la vida humana que se extinguía para perpetuar la mía… Se detuvo, y de un tirón en el brazo me hizo detener a mí también, por lo que mi mirada realizó un escrutinio más delicado en ella… Finalmente continuó con su discurso -¿Ha venido a aliviar mi sufrimiento? ¿O aún puedo cobijarme en la angustia de tener que enfrentarme a una existencia más duradera y tormentosa?- hablando de ella como un mero alimento… Y ello provocó que sin yo poder evitarlo, soltara una risa que juro podría haberse escuchado a calles; sentí el enrojecimiento de mis ojos y poco a poco recobré la parquedad que hasta ese momento había mostrado…
Reanudé la marcha, obligándola a seguir mi paso y posé mi mano libre sobre la de ella, que era presa de mi brazo, acariciándola -¿Así que conoces mi naturaleza querida niña?- , pero aquellas palabras rozaron en la ternura, provocándome asco a mí misma, no era mi naturaleza ser tierna… -Somos más que demonios necrófagos querida mía… Y no tengo que verte como alimento…- Dejé la sentencia abierta, al tiempo que mis ojos buscaron los suyos –Si deseara tu sangre, rato hace que ya la tendría, ¿No crees?- sonreí, con una mezcla de aquella ternura de la que no me pude desprender y sorna, tan propia de mí –Algo de ti, me recuerda a mi ¿Sabes?- sonreí mientras la soltaba y continuaba el camino, esperando que ella me siguiera –Nosotros…- dije refiriéndome a los bebedores de sangre –Nunca dejamos de ser humanos por completo, siempre quedan sentimientos y emociones que nos atan a ustedes… Sin embargo somos capaces de matar sin el fatídico sentimiento de la culpa- esto último acompañado de un ademán de tragedia –Mirame... Dime lo que ves…-
Pandora*- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 25/05/2013
Re: Sueños rotos. Flashback // Pandora
Su risa tintineó en mis oídos de forma dulce y agradable, como un encantamiento, acorde con todo lo que ella decía o hacía. Parecía estar hecha a partir de un hechizo, donde sus movimientos y sus palabras eran parte del juego, y todos ellos conseguían despertar mi interés e inclinarme a obedecer y acercarme a su ser.
Cuando hubo recobrado su ya usual facción serena y tranquila, me instó a continuar el paso, enlazando nuestros brazos nuevamente y dejando que su piel gélida y suave rozara mi mano. Me preguntó lo que yo ya había dejado traslucir y yo, incapaz de pronunciar en aquel instante una respuesta, me limité a afirmarlo dedicándole mi mirada martirizada por mi mala suerte.
Sin embargo, a través de aquel aspecto mortífero, pude descubrir cierta empatía, cierta ternura… Su boca se movió de nuevo, explicándome la enrevesada naturaleza cambiante de su especie y lo poco lógicas que habían sido mis suposiciones. Cierta decepción se alojó en mi corazón al comprender que ella no pretendía acabar con mi existencia.
–Algo de ti, me recuerda a mi ¿Sabes?
Me soltó y continuó su marcha, dejándome con la sensación de haber perdido un apoyo, con las piernas débiles y el alma supurando dolor. Sin embargo, hice acopio del valor que aún me quedaba y la seguí, escuchando sus explicaciones, que conseguían hacerme olvidar por momentos mi desdichado devenir.
–Nosotros…
Volví a encantarme con su rostro, analizando cada uno de sus gestos elegantes y armónicos.
–Nunca dejamos de ser humanos por completo, siempre quedan sentimientos y emociones que nos atan a ustedes… Sin embargo somos capaces de matar sin el fatídico sentimiento de la culpa- realizó un dramático gesto, –Mirame... Dime lo que ves…
Me dejé encandilar una vez más por lo llamativo de su aspecto, de sus movimientos, de su voz…
-Aun así… Posee mi más envidiado deseo… -aparté la mirada, sintiendo cómo ahondaban las agujas en mi corazón dolorido-. Tiene el arte de la vida y la muerte en sus manos… el arte de tantear en un futuro que le pertenece…
Cerré los ojos, dejando vagar mi mente por todas aquellas virtudes, aquellas libertades… tan poco humanas, y tan deseadas por mí. No pude evitar que la envidia se colara entre mis pensamientos, a la par que una profunda confusión me desgarraba por dentro.
Enfrenté sus iris luminosos de nuevo, intentando llegar a una conclusión lógica de cuáles eran sus intereses en mí, de por qué podía vislumbrar aquella empatía en sus pupilas… Por muy humana que fuera todavía, me resultaba extraño hallar la compasión que se suponía perdida en los de su especie…
-Entonces… si no es mi fin lo que anhelan sus manos y sus ojos… ¿Cuál es su intención? ¿Qué le ha traído a mí? Cuando lo único que puedo ofrecerle es la desesperación y la angustia de una adolescente desdichada...
Cuando hubo recobrado su ya usual facción serena y tranquila, me instó a continuar el paso, enlazando nuestros brazos nuevamente y dejando que su piel gélida y suave rozara mi mano. Me preguntó lo que yo ya había dejado traslucir y yo, incapaz de pronunciar en aquel instante una respuesta, me limité a afirmarlo dedicándole mi mirada martirizada por mi mala suerte.
Sin embargo, a través de aquel aspecto mortífero, pude descubrir cierta empatía, cierta ternura… Su boca se movió de nuevo, explicándome la enrevesada naturaleza cambiante de su especie y lo poco lógicas que habían sido mis suposiciones. Cierta decepción se alojó en mi corazón al comprender que ella no pretendía acabar con mi existencia.
–Algo de ti, me recuerda a mi ¿Sabes?
Me soltó y continuó su marcha, dejándome con la sensación de haber perdido un apoyo, con las piernas débiles y el alma supurando dolor. Sin embargo, hice acopio del valor que aún me quedaba y la seguí, escuchando sus explicaciones, que conseguían hacerme olvidar por momentos mi desdichado devenir.
–Nosotros…
Volví a encantarme con su rostro, analizando cada uno de sus gestos elegantes y armónicos.
–Nunca dejamos de ser humanos por completo, siempre quedan sentimientos y emociones que nos atan a ustedes… Sin embargo somos capaces de matar sin el fatídico sentimiento de la culpa- realizó un dramático gesto, –Mirame... Dime lo que ves…
Me dejé encandilar una vez más por lo llamativo de su aspecto, de sus movimientos, de su voz…
-Aun así… Posee mi más envidiado deseo… -aparté la mirada, sintiendo cómo ahondaban las agujas en mi corazón dolorido-. Tiene el arte de la vida y la muerte en sus manos… el arte de tantear en un futuro que le pertenece…
Cerré los ojos, dejando vagar mi mente por todas aquellas virtudes, aquellas libertades… tan poco humanas, y tan deseadas por mí. No pude evitar que la envidia se colara entre mis pensamientos, a la par que una profunda confusión me desgarraba por dentro.
Enfrenté sus iris luminosos de nuevo, intentando llegar a una conclusión lógica de cuáles eran sus intereses en mí, de por qué podía vislumbrar aquella empatía en sus pupilas… Por muy humana que fuera todavía, me resultaba extraño hallar la compasión que se suponía perdida en los de su especie…
-Entonces… si no es mi fin lo que anhelan sus manos y sus ojos… ¿Cuál es su intención? ¿Qué le ha traído a mí? Cuando lo único que puedo ofrecerle es la desesperación y la angustia de una adolescente desdichada...
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
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