Vínculos rotos.

por **Kael Valerious** Sáb Mar 02, 2013 7:05 pm

Un nuevo atardecer aunque para el vampiro que vivía en aquella mansión era todo lo contrario. Despertaba, a la noche, tras el crepúsculo hacía un día más. Evidentemente tuvo prisa en escoger su atuendo, los zapatitos casi de muñeca bien lustrados que incluso relucían pronto se volverían a ensuciar mientras corriera entre los callejones de la ciudad. Cazando a una presa, asechando como buen minino. El pantalón confeccionado con una tela de gran fineza, suave al tacto tanto humano como sobrenatural cuyo color negro ayudaba a camuflajearse en el ambiente. Una sencilla aunque no por eso típica camisa blanca abotonada hasta su cima en donde adornaría el más bonito moño rojo en unas horas o minutos se mancharía con el teñir de la sangre ajena cuando ese niño engullera la esencia de su primera víctima. Tras esto sacudirá su chaqueta de un ligero color azul oscuro para arrebatar el polvo que el humano genere mientras se retuerce en el suelo intentando gritar. Sin posibilidad de hacerlo claro, pues un mandato proveniente de la melodiosa voz juvenil de Kael impondría ley sobre el pobre desdichado de esa noche.
Claro que su traje aun no terminaba, faltaba la pieza única y especial. En sus primeros años, tras asaltar la cabaña de una anciana y su nieta, Valerious acogió como su pertenencia una prenda... una caperuza de color rojo intenso que le cubriría hasta la altura de los codos, eso sería su sello personal. Cada que salía de cacería se la echaba encima como estandarte, como escudo protector de miradas ajenas para evitar ser visto a la cara. Evidentemente odiaba usarla, odiaba todo lo que tuviera que ver con un desperfecto a sus cabellos rizados. Pero con el pasar del tiempo aprendió a cogerle cariño, a volverla su favorita.

Y al termino de esa pequeña narración estuvo listo para salir por los tejados, como asaltante o fugitivo, un felino cuyos orbes esmeraldas se posaban en todo lo que se asemejara a juventud. Niños, niñas, criaturas aparentemente inocentes eran sus objetivos principales, carne fresca, pulida por la ternura de los sueños.
Sería difícil encontrar a un menor por las calles a esas horas, puesto que si bien los peligros apenas estarían comenzando todos se verían obligados a resguardar a los retoños lejos del alcance del mal... de todo tipo de mal. Pero aunque la preocupación por un aristocrático sería una de las más altas prioridades... la inocencia más pobre y vana estaría servida en bandeja de oro. De manera que solo tardó otro tanto en encontrar a un pobre mendigo menor de edad quien era echado de un local seguramente por la ofensa de intentar llevarse comida a la boca.
Kael absorbió el olor de un suspiro, era mugre, moho e sudor aunque debajo de ello palpitaba un corazón, uno repleto de sangre dulce que alegraría la existencia del vampiro en esa noche.
Valerious esperó pacientemente a que el niñato torciera la calle en dirección al callejón donde se reguardara y una vez lo tuvo cerca, se mostró al humano con brazos en forma de jarras simulando exagerada familiaridad con el enano. -Muy buenas noches, compañero- De edad, de estatura, de complexión... solo en eso eran semejantes el uno del otro. -¿Tienes hambre?- Una pregunta ridícula si tomábamos en cuenta el aspecto de ese niño quien sorprendido abrió sus ojos asintiendo con la cabeza de inmediato temeroso e incluso cauteloso para con Valerious. Evidentemente eso, el vampiro lo notó y una mueca de incomodidad se plasmó en su cara... odiaba que le echaran a perder el teatro que cada noche se montaba para engatusar a su comida.
Y esa rabia funciono de carburante para teñir su ojos derecho de rojo carmín. Ese humano se asustó pero había algo que rapidamente lo dejaba ensoñado... "encandilado". -Ven- Ordenó con evidente desprecio sin dejar remedio pues había usado su persuasión.

por **Velkan M. Schulze** Jue Mar 07, 2013 8:06 pm

Sus fríos dedos se deslizaron por la madera que enmarcaba la ventana, con los ojos fijos en el exterior, y en su otra mano sosteniendo el colgante que tiempo atrás había pertenecido al muchacho que fuera su amigo. Sus orbes brillaban, sabiéndolo cerca, sabiendo que había llegado la hora. Había sido difícil dar con su posición, una vez que le habían pedido que lo buscara. Pero era bueno rastreando gente, siguiendo pistas, y sobre todo, buscando a lo que más deseaba en el mundo, aunque eso no fuera algo que reconocería en alto, por supuesto.

Se escuchó un suspiro tras él, que le hizo volver a la realidad y se giró, fijando los ojos en el muchacho que dormía en la cama, completamente desnudo, con las sábanas apenas cubriendo su suave y hermosa piel. Debía tener unos dieciséis años aproximadamente, y era un muchacho de buena familia que se dedicaba a buscar la compañía de niños jóvenes, fuera de su casa. Velkan había pensado que la mejor forma de romper el hielo con el antiguo príncipe, sería hacerle un regalo de bienvenida, luego ya vendrían las explicaciones. Pero el niñito había resultado ser caprichoso y ansioso.

—No os impacientéis, mi joven invitado. Os prometo que en breve vendrá vuestro compañero, joven y hermoso, tal como os gustan.— aseguró, con voz relajada, colocándose el colgante al cuello y escondiéndolo bajo la camisa —Solo esperad aquí, iré a buscarlo.— se dio la vuelta, acercándose a la puerta y tomando una larga capa negra que se colocó sobre los hombros, haciendo luego lo mismo con la capucha, que cubriría casi por completo su rostro. Las capas ya no eran algo tan de moda como tiempo atrás, pero era una pieza de su atuendo de la que no quería prescindir. Toda su vestimenta era negra, y con la capa además, se convertía en una sombra más de la noche.

Sus pasos fueron raudos por las calles de París, siguiendo su instinto para llegar a las zonas de caza que sabía frecuentadas por el joven Kael. Hasta que en una de ellas, notó su rastro. Su habilidad le dio la alarma y sus labios formaron una media sonrisa, dejando aparecer a su lengua, que se deslizó por estos de forma breve pero lenta. Luego solo se puso en marcha. Estuvo cerca, observando toda la situación, observándolo a él; su olor, su aura, su aspecto. Daba igual que se cubriera con una caperuza roja, lo habría distinguido en el mismísimo infierno. No se movió hasta que escuchó esa orden de labios del chico rubio, ese "ven". Se movió para quedar rápidamente colocado tras el niño humano, pasando una mano a su alrededor y agarrando su mentón. Con fuerza, tiró de este hacia un lado, haciéndole doblar el cuello bruscamente, que cedió ante un desagradable sonido de "crack" y dejando caer su cuerpo, ahora muerto, al suelo, frente a sus pies y los del otro vampiro.

—Estoy seguro de que os podéis permitir algo mejor que un muchacho harapiento, majestad.— murmuró, aun cubierto por la capucha que le mantenía en el anonimato. De todas formas, dudaba mucho de que Kael lo pudiera reconocer. El otro vampiro sí seguía igual, como la última vez que lo había visto, pero Velkan aun había envejecido unos años más como humano, su cuerpo había madurado, era un hombre y sus facciones habían cambiado bastante —Y yo puedo proporcionároslo, si venís conmigo.

por **Kael Valerious** Vie Mar 08, 2013 3:49 pm

El aire se quebró debido a un personaje que surca las estructuras de los tejados, apareciendo justo detrás del niño haraposo que sería su cena. Kael mostraba sus garras aunque cubiertas por los guantes de seda que llevaba puestos, sus ojos cambiaron. El izquierdo a un color esmeralda mientras el derecho demostraba la belleza del carmín. Quien quiera que fuese aquel individuo se las vería negras si tenía intenciones de atacar al Valerious. Sin embargo su verdadero plan salió a la luz cuando aquellas manos rompieron con tanta facilidad el cuello del niñato. Kael cerró los ojos sincronizado con el mismo "Crack" mojando sus labios excitado por el efímero momento de dolor que experimenta ese humano... Descanse en paz, alma desdichada.

Ahora restaba conocer la identidad de aquella figura encapuchada, de la sombra que interrumpió su cena mismo que ahora lo llamaba con seudónimo... "Majestad". ¿Quien carajo es ese que se atreve a afirmar semejante cosa y peor aún cómo sabe que alguna vez el enano fue un rey?. Cuando salió de su alcoba nunca imaginó toparse con semejante descubrimiento, una ruptura en la monotonía que vivía día con día. -Tú, criatura de la noche que con frialdad arrebatas la vida ajena. ¿Quién te crees que eres para llamarme de esa manera?- Sostuvo su propia mirada en un intento de ver más allá pero era inútil, sus ojos estaban lejos de su alcance evadiendo así la imposición de su belleza, también la capucha era un escudo ante sus imperativas palabras que deberían ser acompañadas con una visión fija a los ojos. Aquel sujeto definitivamente lo conocía y llegar a ese razonamiento lo hizo sentirse idiota. Era evidente, pero... ¿cuales son sus intenciones?.
Kael cerró los puños evidentemente enfadado, no quedaba de otra más que seguirle. -No es por el manjar prometido, si no por la delicia de este jugoso misterio- Y emprendió sus movimientos siguiendo a la sombra...

Ahora trasladándose gracias al viento podía respirar la esencia del otro y no tenía forma de describirla, ¿agradable? o tal vez ¿encantadora?. Solo sabía que nunca antes había respirado nada igual. También analizó sus pisadas, agresivas pese a ser un vampiro completamente contrarias a la delicadeza con la que Kael rozaba el suelo donde pasa... ¿Quien era aquel desconocido?. ¿Y si lo llevaba hacía alguna trampa?.
Ya estaban cerca de aquel objetivo, de la ventana abierta donde el hombre adentro esperaba ansioso y justo antes de entrar a ella, cuando los pies de Valerious acarician el tejado nuestro vampirito se detiene en seco. -Lo siento, no pienso avanzar más sin que me digas por lo menos tu nombre- Sus ojos seguían teniendo aquel bello detalle heterocromo, uno verde y otro rojo a la expectativa de cualquier señal de ataque serían su arma perfecta contra cualquier amenaza.

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