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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Brigitte Guielle Sáb Mayo 14, 2011 3:57 pm

-- ¡Qué inutil eres! ¿Es que no sabes hacer nada bien? -- se escuchaban los gritos por toda la estancia -- Deberias irte de una buena vez, nadie te soporta -- se acallaron las voces y todo volvió a quedar en silencio. Sin embargo, Brigitte ya había despertado y esas "dulces" voces fueron las que le ayudaron. Allí era común el que se escucharan, cuando no era a una, era a la otra. Siempre gritando. Y como odiaba eso. Ella nunca gritaba ¿qué sentido tenía? no porque alzaras la voz iban a solucionarse las cosas. En este caso, lo roto no volvería a estar unido.

Escuchó como una muchacha sollozaba en su recámara. Dedujo que habría roto algo de importancia para alguna de las demás cortesanas y allí muchas eran conocidas por su poca paciencia, menos con la competencia. Si, no había buena relación entre ellas. Brigitte hablaba lo justo con las demás chicas, pero no más que algún mensaje que le hubieran dejado o, tal vez, un saludo cordial, una despedida. Pero de esas pequeñas palabras no pasaban. Así era la vida en aquel lugar, día tras día, la rutina, la monotonía se hacia presente desde el despertar hasta el anochecer.

Apartó el brazo que tapaba su vista, pudiendo observar así la claridad que entraba por una de las ventanas del cuarto. Sería de día, pensó. Más no lo sabía seguro. Era uno de los pocos días libres que había tenido después de varias semanas, no la obligaron a madrugar ni a estar en la sala principal, sirviendo a los clientes que pudieran entrar. Aquel día le permitieron dormir cuanto quisiera, aprovechar el día hasta que, tal vez, alguien requisiera sus servicios.

Deseaba tener la suerte de que nadie la reclamara, quería tener un día libre después de tantos. A pesar de no poder compartirlo con nadie, de, como muchos le decian, no tener nada importante que hacer si no era prestar sus servicios. Se equivocaban. Para ella era muy importante el poder estar allí, tumbada, sin tener que hacer nada. Disfrutar de ella.

Durmió un rato más. La cama era algo con lo que estaba acostumbrada a tratar, más no para dormir o, por lo menos, para dormir con la tranquilidad y silencio que se respiraba en ese instante.

Se despertó de nuevo con las campanadas de la iglesia que anunciaban mediodía. El estómago le rugió, levemente, al parecer pedía algo de comer. Así pues se levantó de la cama, con la tranquilidad que usualmente la acompañaba. Solía vestirse como allí le reclamaban, pues, para salir, a penas tenía unos cuantos trapos, en su caso. Sin embargo, al contrario que muchas, a ella no le preocupaba el ir elegante para sus clientes. No era ni tan vanidosa ni tan egolatra como para creerse bella con cualquier trapo, simplemente, le daba igual.

Sin embargo, en este caso no se puso la indumentaria de trabajo si no que salió de su cuarto con el simple y fino camisón que había utilizado para dormir. Bajó hasta la primera planta, por la parte trasera cuidando que no la viera nadie y sin darse cuenta acabó por ir a parar a los jardines del burdel, amplios, aunque escondidos para la mayoría pues estaban al fondo del edifició.

Algunas nubes entorpecian los rayos del sol, eso le agradó, era demasiado sensible al sol directo y de no haber ninguna nube, no habría podido salir. Se tumbó en el cesped, recien fregado por la humedad que éste portaba, y cerró los ojos.

Solo escuchaba el ruido de los pajaros, el viento soplar. Ninguna voz, ningún grito, todo estaba en silencio.
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Mensaje por Noah Dómine Mar Mayo 17, 2011 5:59 pm

Ah… sin duda aquella noche había sido una bien larga. De algún modo había hallado el modo para excusar su aparición en las representaciones teatrales de la jornada, si bien supondrían un coste para el actor. Quizás no lo notaría demasiado debido a la cantidad de fortuna que lograba amasar con sus apariciones en el teatro, pero necesitaba alejarse de ese mundo lo suficiente como para aclarar su enturbiada mente.

No culpaba en demasía al alocado y rebelde lícano con el que se había topado haría un par de noches, aunque le había causado más de un quebradero de cabeza. Ambos recibieron una buena tunda, si bien parecía que el actor tendía a salir mejor de ese tipo de enfrentamientos.

Sin duda, lo que le quitaba el sueño y le impedía relajar la mente eran los recuerdos, avivados por la pérfida magia de la mano derecha de su ejecutora y verdugo. Tumbado en la butaca de su camerino, contempló con languidez los restos de la herida que él mismo se infligió en un vago intento de mantener el control de su cuerpo. Su capacidad curativa había obrado milagros, pero se flageló con tanta intensidad que aun quedaban trazos de la herida visibles. Mientras tanto, fluían detrás de sus ojos añiles, nuevamente, los recuerdos de su primera transformación.

El dolor sacudió su cuerpo como si le hubiera azotado un relámpago, y se replegó de la agonía. Incapaz de ver más allá de la imagen de su hermana pequeña, marcada en el cuello y brazos por mordidas sangrantes, suplicándole piedad con sus ojos de color de zafiro, que parecían clavársele en el alma. Una sombra ocultó su prístina mirada –su propia sombra, la de su adorado hermano– y se fundió en la oscuridad, junto con un horroroso grito. Un grito en su mente y el sufrimiento de otra herida lacerante, una que llevaba dentro de él.

¿Por qué era incapaz de recordar qué sucedió? En su interior había una voz etérea que parecía indicarle que no debía de fiarse de sus recuerdos, que su hermana, seguramente, aún estaba viva. Y si eso era cierto, era sólo gracias a él.

¡Condenada memoria! ¡Maldita mil veces y otras mil veces más! ¿Acaso su naturaleza de licántropo disfrutaba caprichosamente al ocultarle, u omitirle, cierta información?

Años… no, décadas, de entregarse a la soledad y al remordimiento, de erigir un escudo gracias a los dones que heredó de quién le transformó… todo para nada, por lo que parecía.

Se giró hasta quedar bocabajo en la tumbona y golpeó, con la mano del brazo herido, el suelo del camerino. Una nueva oleada de dolor recorrió su cuerpo, reavivando las sensaciones y, por desgracia, la impotencia que sentía.

Dejó pasar las horas muertas, levantándose y vistiéndose en cuanto sintió que las paredes del camerino le asfixiaban. Se vistió unos pantalones de tejido oscuro y una de sus adoradas camisas de franela blanca, que en esta ocasión llevaba sin abrochar no de forma consciente, sino porque olvidó hacerlo al salir con prisa del lugar.

El cielo encapotado que dominaba la ciudad desde las alturas no contribuyó a mejorar su desasosiego y las anémicas campanadas de la catedral hacía el coro perfecto para el tiempo, pues sin duda presagiaba un día con poca luminosidad. Noah parecía un alma en pena, de no ser porque sus cabellos, negros como el ónice con algunos mechones carmesíes, lo diferenciaban de la muchedumbre.

Lentamente el silencio fue sobreponiéndose al ajetreo de la ciudad, y cuando quiso alzar la vista reparó en que se había desviado de los caminos principales y, de algún modo, se las había apañado para descubrir una zona, bastante oculta, del burdel. No era ajeno al lugar, pues no era ni santo ni ingenuo, pero solían ser motivos distintos a los que le solían impulsar a la gente a acudir allí.

Fue entonces cuando se sorprendió al ver a una dama acostada sobre el césped, ataviada con escasos ropajes y olvidándose que la camisa que él vestía apenas ocultaba su físico. Se sintió torpe al descubrir, demasiado tarde, que habría molestado el descanso de la joven con su errado caminar, y desvió la mirada con suficiente rapidez como para que la joven no le descubriera observándola en una posición tan indigna, pero admitía que de lo poco que pudo apreciar en ella en aquel vistazo rápido, la podía catalogar de hermosa y radiante. Sin pretender ser grosero, giró levemente su cuerpo para denotar, a las claras, que si había llegado allí no era con la intención de molestarla.

Espero no haberla interrumpido en su descanso, mademoiselle, pero admito que mi distracción me ha traído hasta aquí. Confío en que no le resulte molesta mi presencia... – suspiró con una voz melódica que contenía un cariz triste.

En sus labios apareció la sombra de una sonrisa, pues de haber sonreído como solía hacer, acabaría pareciendo que había terminado en aquél lugar a propósito y con aviesas intenciones.


Última edición por Noah Dómine el Jue Mayo 19, 2011 11:50 am, editado 1 vez
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Mensaje por Brigitte Guielle Miér Mayo 18, 2011 1:45 pm

Silencio. El silencio era lo que podía oirse. ¿A caso era el silencio incluso algo a incluir en la categoría de un sonido? efectivamente, o más bien, concretando, era la ausencia de sonido alguno. Brigitte se había ido a un mundo en el que nadie más podría entrar. Un mundo a salvo de lo que en la vida real, poco a poco, la destruia. Poco a poco pero que iba quitandole trozos de ella. Poco a poco.

-- Hija, nunca dejes de creer en tí misma o correras el riesgo de perderte -- escuchaba a su padre decirle esas palabras ¿cuando? ¿por qué? intentaba hacerle esas preguntas, más solo era un vano recuerdo. Uno de los muchos que tenía escondidos en su mente y que solían salir cuando bien les venía en gana, en el fondo, odiaba eso. Vivir eternamente de recuerdos. Recuerdos de alguien que ya no estaba con él. Alguien a quien ya no podría recuperar.

-- Padre... -- susurró ella, dejando que sus palabras se las llevara el viento pues no había nadie que pudiera escucharla. No había nadie que la entendiera. Nadie que la recordara por lo que una vez fue. ¿Realmente quien era? ¿En quien se había convertido?. -- ¿Por qué has echo esto, Brigitte? ¿Para esto te he criado yo? -- de nuevo palabras de su padre resonaban en su cabeza, más esta vez no fueron recuerdos. Engaños de su subconsciente. Palabras que imaginaba dichas por su padre si la viera, allí, en aquel lugar. De nuevo, la palabra odio le vino a la mente. De nuevo las pesadillas volvían a invadirla.

Pero él tenía razón, no la había criado para vender su cuerpo, esos no eran los valores que su amado y difunto padre había inculcado en ella. Sin embargo, ahora no podía librarse de esas cadenas. La mantenían prisionera en aquel lugar.

Eran invisibles pero fuertes, de acero mazizo e indestructible. Así era como se sentía su alma. Encadenada, y no solo al presente, si no también al pasado. A su padre. A lo que alguna vez fue. A esa niña alegre que correteaba feliz, libre. ¿Por qué Dios la había dejado a merced del mundo? ¿Por qué no podía ver ni un rallo de luz dentro de tanta oscuridad?.

Miedo. Sentía miedo de lo que pudiera acecharla al cerrar los ojos. ¿Alguien vendría a bucarla? ¿La esperaban? ¿Qué era esa extraña sensación? Preguntas y más preguntas sin respuesta. Igual que siempre. No había día que no se formulara alguna nueva pregunta. Que recordara aquellas que ya se había preguntado con anterioridad. Sin embargo, las respuestas eran las mismas. No había respuestas. ¿A quien le preguntaba realmente? ¿a su padre? ¿a Dios? ¿a ella misma? nisiquiera lo sabía. Eso la exasperaba.

Sintio un ruido. Su cuerpo hizo un ligero movimiento más la mente estaba muy lejos de allí. Ahí solo permanecía el cuerpo de Brigitte y sus sentidos. ¿Extraña capacidad? posiblemente. ¿Cuantos serían capaces de separar su mente de su cuerpo y a la vez mantenerse consciente? ¿Tal vez alguien más a parte de ella? seguramente. Sería interesante conocer a ese alguien, pensó.

Alguien con quien compartir tus penas, tus alegrias, tus problemas. Alguien que supiera todo de ti, tanto, como tu de él. ¿Estaría predestinado alguien así para ella?.

Por un momento, de entre la oscuridad, Brigitte pudo vislumbrar un rallo de luz. Sonrio. Había sonreido. Esa pequeña luz tal vez la ayudaría a encontrar el camino de vuelta.

-- Eres la hija del diablo -- y todo se oscureció.

Se despertó. Asustada. Sorprendida y con los ojos sumamente abiertos. Una fina gota de agua recorrió su rostro. Fría como el hielo. Era su propio sudor. Alguien acababa de hablarle. Alguien la estaba mirando, lo podía ver, más no hizo movimiento alguno. Ella solo podía recordar esas palabras en su mente.

Tras unos segundos parpadeó, recobrando la conciencia y el cuerpo. Había allí un hombre, podía recordar vanamente lo que le había dicho más todavía estaba sorprendida. Se levantó, con rapidez. Aturdida.

-- No.. -- la voz no le salia, carraspeó -- No se preocupe, su presencia es bienvenida -- susurró, pues el silencio hacia posible que todo se escuchara a un bajo grado vocal. -- ¿Puedo ayudarle en algo? Si desea el servicio de alguna cortesana, puede dirigirse hacia allí -- señaló hacia el interior de la casa junto a un muy ligero desvió de la mirada.

Retornó su mirada a la del hombre, unos palmos más altos que ella. Probablemente, si la madame la hubiese escuchado, sería castigada. Había dado a entender que ella no era una de ellas. Aunque fuera por unos momentos, quería ser libre.

Aun siendo una mentira, no le importaba.
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Mensaje por Noah Dómine Dom Mayo 22, 2011 4:30 pm

Aquella zona quedaba discretamente resguardada del resto del complejo, y aunque desconocía el motivo interior que le habría guiado hasta ese lugar, era bien lógico el tener en consideración como pensamiento que en ese jardín oculto no se podían encontrar, de forma común, a mucha clientela.

La bienvenida fue peculiar, y tampoco había pretendido irrumpir con fingida, o real, elegancia, pues el actor se atrevía a adivinar que tal vez la damisela no se hallaba en sus mejores condiciones. Parecía, en cierto modo, extenuada, tal y como alguien podría llegar a estarlo cuando se sufren malos recuerdos. Otra cosa no, pero en ese tema, Noah tenía también experiencia y notaba las consecuencias de semejantes memorias no solo en su semblante, sino en el de los demás.

Si el comentario de la joven le resultó fuera de lugar, la expresión que lucía su rostro apenas cambió. Lo que sí que se pudo apreciar fue la aparición del dulce perfilado de sus facciones ante la suave sonrisa que apareció en sus labios.

En caso que buscara ese tipo de compañía, no tendría ningún sentido que estuviera donde estoy, aquí y ahora. Pero antes, una cosa… –le dijo en respuesta, con un cariz divertido sin que pretendiera sonar burlón.

Se acercó a la dama con decisión, acortando con rapidez la breve distancia que los separaba, mientras le tendía hacia la joven un pañuelo de seda que mantenía en su diestra. No le había pasado por alto el detalle de la sudoración, pues casi resultaba imposible no darse cuenta de ello en cuanto ella se incorporó.
No le dijo palabra alguna, únicamente le entregó el pañuelo para que pudiera desprenderse de las relucientes gotas que cubrían su rostro y permaneció pacientemente a la espera.

El semblante apagado de la damisela no le hacía justicia al rostro que su dueña poseía, aunque Noah no fuera una persona capaz de juzgar u opinar, fuera para bien o para mal, acerca de otras personas.
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Mensaje por Brigitte Guielle Mar Mayo 24, 2011 2:55 pm

Cuando Brigitte empezó a sentar la cabeza después de el sueño -mejor dicho, pesadilla- que acababa de tener pudo observar bien al hombre que se le había presentado delante. Su apariencia era un tanto imponenete, para aquellos que no estuviesen acostumbrados a según que compañías, pero sin embargo su voz aun siendo fuerte y decidida tenía un toque amable que le hacía verse de una manera completamente contraría. Una mezcla extraña, sin duda.

Hacía algo de viento. Sus cabellos se le movían ligeramente hacia el lado que eran guiados, unos pocos mechones pues su melena era larga y espesa, lo suficiente como para no moverse exageradamente a no ser que hiciese una cantidad considerable de viento.

Miró primero los ojos del hombre. Después miró hacia el pañuelo. Al principio no supo muy bien que pretendía al acercarse, tal vez, sabía que ella era una cortesana y se disponía a requerir sus servicios más lo único que hizo fue eso, extenderle un pañuelo. Entonces fue cuando cayó en que algunas pequeñas gotas le resbalaban por el rostro. El producto de ese sueño.

No supó como actuar, sinceramente, no estaba acostumbrada a la amabilidad de los hombres. Trataba únicamente con aquellos que requerían sus servicios y la mayoría no solían ser demasiado amables.

-- Gracias pero..no hacia falta que se molestara.. -- por un momento dudó, sin embargo, acabó cogiendo el pañuelo. Sus manos se rozaron por unos instantes. Suavemente. Más notó la piel del hombre sobre la suya. No hizo falta que extendiera el pañuelo pues simplemente lo pasó ligeramente la superficie por donde notaba el sudor para que éste se quedaba sobre él -- ¿Puedo saber entonces, que buscaba? -- de nuevo volvió a ponerselo sobre la mano aún extendida.

Esta vez se cuidó de que no se rozaran, no le agradaba el contacto ajeno de la propia obligación diaria a la que estaba sometida.
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Mensaje por Noah Dómine Mar Mayo 24, 2011 5:59 pm

Del mismo modo que el viento mecía con extrema suavidad, pero del mismo modo juguetonamente, los cabellos ondulados de aquella damisela, así lo hacía también con la camisa desabotonada que portaba el joven varón. Era toda una suerte que aquellos jardines se hallaran parcialmente resguardados de mayores inclemencias del tiempo. De otro modo, la situación habría resultado demasiado pintoresca e irreal.

Se produjo una pausa hasta que ella reparó en lo que él pretendía y el motivo por el que le estaba ofreciendo el pañuelo. El lapso de incertidumbre le bastó para tener una mejor visión acerca de la mirada ambarina que tenía la joven dama, aunque bastó para que el varón se preguntara si estaba obrando mal, tal vez.

El rostro de la joven causaba que su mente evocara en él rumores acerca de cómo había que ir con extremo cuidado con damiselas que poseyeran pieles de porcelana, ojos de tonos dorados oscuros y cabellos de color claro. En algunas regiones de Francia estas características se podían considerar únicas y muy extrañas de encontrar. Habían quienes creían que dotaban a sus portadores de un encanto añadido, mientras que otros preferían pensar que esa belleza no era normal, y que traía funestas consecuencias.

− ¿Y permitir que esas delicadas impurezas interfieran en su piel sin mácula? –le respondió con una aguda reflexión que no precisaba de réplica alguna.

No fue ajeno al breve contacto de sus manos, pero tuvo la ligera sospecha que, aquél contacto, no resultó del agrado de la señorita. Tampoco es que hiciera falta demasiada imaginación para presuponer correctamente el motivo que había detrás de ello, ya que casualmente esa personalidad le daba a entender que era una dama de compañía. Quizás Noah no conocía a nadie que viviera de ese modo, pero ambos estilos de vida, el de la joven y el del actor, solían tener más de un punto en común, aparte de que no era un trabajo fácil.

Mentiría si le dijera que conozco el motivo que me ha impulsado a acudir aquí. Creo que me he distraído en demasía y mi paseo me ha llevado al extravío… −confesó con una sincera sonrisa en los labios.

La expresión de su mirada y sus facciones daban a entender a las claras que no mentía. Recogió el pañuelo que le devolvió la dama, guardándolo en uno de los bolsillos de su camisa de franela.

El actor era consciente que aquello sonaba excusa, pero fue tal y como sucedió. Sumido en sus cavilaciones, terminó por llegar a ese lugar, una zona en la que precisamente se atrevía a poner en duda que otras personas se “extraviaran” así, sin más.
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Mensaje por Brigitte Guielle Jue Mayo 26, 2011 8:48 pm

La muchacha tenía en todo momento presente los movimientos que hacía el hombre que la acompañaba. La verdad esque la había tomado un poco por sorpresa, no esperaba estar en compañía de un hombre que no fuese un cliente suyo y menos en la parte trasera del jardín. Ahora que lo pensaba no debería estar allí, usualmente a la madame no le agradaba que se distrajeran en el jardín, bien cierto es que era su día libre, por así decirlo, pero solía echarles una pequeña regañina. ¿Cómo habría llegado entonces él? Solía haber una pequeña vaya de metal, una puerta, cerrada para evitar el paso a aquellos que no fuesen de allí.

Se mordió suavemente el labio y desvió disimuladamente la mirada, solo unos segundos, enseguida volvió a mirarle. Le resultaba extraña la respuesta que le había proporcionado a su pregunta. Más aún así cuando le miró a los ojos no le pareció que estuviese mintiendo. Extraño, ellos siempre mienten, pensó para si misma más en un parpadeo se quitó esa idea de la cabeza.

-- No pongo en duda que realmente estaría muy distraido -- murmuró alzando de nuevo la vista tras haberla bajado segundos antes, mientras empezaba a hablar y mostrandole una muy suave sonrisa; la situación le resultó un tanto graciosa. A menudo tenía esa pequeña manía de empezar sus frases mirando hacia otro lugar que no fuera el rostro de a quien iban dirigidas esas palabras -- Hay una pequeña vaya al principio; suele estar cerrada -- comentó ahora sin apartar la vista. Lo afirmó más también había un ápice de pregunta en sus palabras. La curiosidad por saber si la había abierto él o ya se la habría encontrado así.

Entonces unos pasos le interrumpieron sus pensamientos, haciendo que por instinto volteara su rostro hacia dentro del burdel. Puede que fuese por costumbre o simplemente por buenos reflejos pero intuyó que los pasos eran de la madame.

Sin dudarlo ni un segundo dió un par de pasos hacia delante, acotando la distancia que quedaba entre ellos hasta que sus labios rozaron suavemente los del desconocido. -- Brigitte; no seas descortés y sube al señor a tu habitación, ya sabes lo que tienes que hacer -- ella se separó y miró en dirección a la voz. No se había equivocado. -- Si, claro, ahora me disponía a hacerlo, madame -- con un leve gesto de cabeza ambas se despidieron, la madame saludando también por su parte con una esplendida sonrisa al caballero que acompañaba a Brigitte.

-- Vamos, sigame por favor -- agarró la mano del hombre, son suavidad, y empezó a caminar hacia el piso de arriba. Hacia su habitación.

Únicamente mantuvo la farsa hasta que llegaron. Se cerró la puerta y una tremenda distancia volvió a hacerse entre ellos, al final, no había podido evitar el contacto con el hombre. Nisiquiera cuando él no se lo había pedido ¿por qué la vida era así con ella? de no haber actuado así frente a la madame el castigo después habría sido todavía más duro. Sin duda prefería un simple beso.

-- Ehm..bueno, disculpe por eso.. -- ahora Brigitte no sabía que decir. Había ocurrido todo muy rápido y se encontraban solos en su habitación, el uno frente al otro. Su rostro se vió ligeramente cubierto por algunos de sus cabellos; ya no había duda de que sabría a qué se dedicaba...

¿Sacaría entonces sus verdaderas intenciones?
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Mensaje por Noah Dómine Mar Mayo 31, 2011 4:03 pm

Por la reacción que pudo observar en la joven, estaba claro que daba la impresión que su presencia ahí no encajaba exactamente en su justificación, pues carecía de fundamento. Tal y como más tarde ella le recordó de forma verbal, aunque sutil, había un sencillo método de barrera física que obstaculizaba el acceso a aquél jardín.

Seguro que la damisela pensaba que él la había tomado como alguien a quién se le pudiera engañar, aunque la verdad había resultado ser muchísimo más sencilla: la valla que protegía aquél diminuto jardín era firme, pero la puerta que podía permitir o no el acceso al lugar estaba completamente abierta.

Si las palabras de la joven debían de ser pequeños dardos destinados a herirle, de algún modo, en su orgullo, no lograron surtir ningún efecto en el varón. No iba a pasar nada porque su imagen fuera dañada un poco más de lo que ya parecía estar, al ser puesto en entredicho su motivo que lo había empujado a llegar allí. Pese a todo, tampoco tenía porqué importunar a alguien a quien acababa de conocer con sus cavilaciones.

No ha sido así en esta ocasión… –respondió desapasionadamente, refiriéndose a la mentada valla.

No pudo terminar de formular la apreciación, puesto que un tenue ruido de tacones les interrumpió a ambos. Le podría haber llegado a tomar por sorpresa la reacción de la joven damisela de no ser porque había sido testigo a tiempo de su lance. En aquél marco de ambientación y para alguien sin experiencia, había sido una actuación soberbia, pero a los ojos del actor, la actuación de la damisela fue pésima. Sin embargo, Noah no le había hecho falta sumarle la lógica para entender quién se había personificado en el lugar.

Le siguió la corriente, aunque los labios del varón parecían poseer una frialdad antinatural pese a que sus facciones denotaban cierto placer. Tal era el arte de actuar.

Escuchó en silencio el intercambio de palabras entre la damisela y la Madama, a quién Noah le dedicó una sonrisa que se podía interpretar como picaresca, antes de salir de su campo de visión a causa de ser arrastrado, con delicadeza y casi con cuidado, hacia el interior de las instalaciones. Cuando entraron en el dominio de su acompañante, se hizo un vacío proveniente de la incomodidad de la situación.

Seguramente, habría otros sujetos que hubieran entrado en la habitación de la joven, austeramente decorada pero con cierto regusto femenino, y poseyendo aviesas intenciones. La estancia le recordaba, de algún modo, a la intimidad que poseían los actores en sus camerinos. Sólo pensar en ello le causaba una creciente inquietud.

Ambos no lo habían pretendido y allí estaba él ahora, prácticamente arrojado en contra de su voluntad, vulnerando y mancillando el santuario de aquella joven con su mera presencia. ¿Acaso resultaba necesario poseer ciertos dones para observar cuándo su presencia estaba fuera de lugar y era motivo de estorbo?

El joven apoyó su espalda en la recia puerta en un gesto que no denotaba encarcelamiento por su parte, o por la de la dama. Le estaba demostrando en un lenguaje no verbal que no osaría adentrarse más en la habitación sin consentimiento de su legítima dueña. Aun así, dudaba que aquél sutil detalle pudiera ser interpretado de forma correcta, de modo que confiaba en que la situación no fuera a peor.

Por favor, llámeme Noah, mademoiselle. Descanse tranquila, aunque de haber sido usted, habría puesto más empeño en su actuación –susurró con dulzura y sin un deje de reprimenda−. Bastará con una sola palabra de sus labios y abandonaré su templo de reposo y este recinto, si así lo dispone.

No hacía falta ser alguien ducho en el arte de la observación o poseer don de palabras para entender, entre líneas, que el actor se estaba disculpando por todo lo acontecido. No alcanzaría a comprender el embrollo en que la había incluido.

Observó el rostro de la damisela con su mirada garza, sin sentir cualquier tentación de mirar más allá del contorno que éste dibujaba aun cuando varios mechones de pelo rubio ocultasen de forma caprichosa las facciones de la joven. Sus ojos parecían clavarse como dardos en la mirada cárabe de la joven damisela, si bien no de un modo doloroso; más bien, parecían pretender apremiarla como si estuviera aguardando una contestación.

No pasaba nada si no le creía y le despedía con cajas destempladas. Estaba decidido a asumir la responsabilidad, ya fuera como cargo de conciencia o bien una multa monetaria. Nunca salía de casa con los bolsillos vacíos pese a que cualquiera dudaría de su procedencia, ya que apenas nadie conocía sobre su pasado.
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Mensaje por Brigitte Guielle Dom Jun 05, 2011 2:33 pm

La mirada de Brigitte subió al escuchar las palabras de su acompañante, notando entonces que él se la estaba clavando. Una sensación estraña y a la vez ciertamente atrayente. La miraba a los ojos y no a ninguna otra parte de su cuerpo o como mucho le estaría analizando el rostro entero. A menudo solían mirarla más bien a sus atributos como mujer, ya no era nada que la molestara o incomodara, era solo una señal de que hacía bien su trabajo. La madame estaba contenta con ello y sin duda eso era lo más importante, mantenerla contenta. Podía ser una buena mujer, muy buena y eclipsadora de todos aquellos que se le acercaran no solo por su belleza si no también por su astucia, pero cuando quería también podía ser muy mala. Tanto con sus enemigos como con aquellos que en lugar de contribuir a sus ganancias contribuían a las pérdidas.

Desvió unos segundos la mirada tal vez con temor de que notara que le estaba mirando también fijamente y después volvió a mirarle aunque esta vez no solo a los ojos; observó su rostro entero - Si se va ahora que la madame le ha visto pensará que he dejado escapar uno de sus clientes así que vale más que se quede - desvió la mirada y en el gesto de su rostro se notó algo de indiferencia, como si no le importara que eso ocurriera aunque en verdad si le importaba. Esas palabras refugiaban un "quédese por favor" pero claro ¿cúando se veía diciendole ella eso a un hombre? sonaría extraño además de que no serviría de mucho, si él quería marcharse acabaría por hacerlo le dijese lo que le dijiste. Incluso cabía la posibilidad de que la chantageara por mantenerse allí más le dió la ligera impresión de que no era ese tipo de hombre; la cortesía con la que le hablaba era demasiada. Más de la que estaba acostumbrada a tratar.

Volteó ligeramente su cuerpo y dió unos cuantos pasos hasta aproximarse a la cama, él se matenía completamente pegado a la puerta. No solo sus palabras sonaban extrañas si no también sus movimientos; por no hablar de esa especie de consejo que le acababa de dar. Había notado que era una actuación; claro ¿quién no? - ¿Va a quedarse ahí parado? Le he dicho que puede entrar y si a lo que tiene miedo es el dinero; no se preocupe porque no voy a cobrarle ni un centavo - murmuró dejando caer su cuerpo sobre la cama, sentada y dando un suave respinto hacia arriba; un bote.

Puso sus manos una a cada lado de su cuerpo y se cruzó de piernas, posiblemente dejando ver algo de lo que había tras ellas, cabía decir que, como siempre que no estaba "de servicio" andaba sin ropa interior. ¿Una atípica manía suya? pero así era.

Alzó el rostro para mirarle nuevamente, dejando que el pelo se revolucionara un tanto más, dandole un aire ciertamente rebelde - Y dígame, monsieur ¿frecuenta usted con frecuencia este lugar? - se relamió suavemente los labios notandolos algo resecos desde la última vez que su saliva los había tocado - Esta es una buena oportunidad para sacar a relucir sus más oscuros deseos, como ya le he dicho, no le cobraré nada - susurró de nuevo algo más bajo esta vez y sin dejar de mirarle. Dándole un repaso con la mirada; analizandole.

Claro que eso no era lo que quería pero estaba decidida a saber qué se proponía con esa actitud tan formal hacia ella. Algo se tendría que traer entre manos ¿o tal vez no?.
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Mensaje por Noah Dómine Dom Jun 05, 2011 7:18 pm

Fue consciente al hecho que ella desviaba su rostro, como había hecho anteriormente, para volver a fijarlo en los ojos de Noah instantes después. En los ojos del joven no se atisbaba recriminación alguna: para tratarse de una mirada que dejaba una marca de fuego en quién la observaba, la expresión que se adivinaba era toda dulzura y comprensión. Mientras aún se mantenía aquella tenue conexión entre los dos, meditó las palabras de la joven. Casi podía captar la súplica ocultada entre líneas, pero no podía estar seguro de ello. Aunque decidiera utilizar su ruin habilidad para mirar a través de los ojos de la joven, distaba mucho de saber cómo le veía o qué rondaba por su cabeza.

− ¿Y eso no lo querríamos ni usted ni yo, cierto? –afirmó con serenidad, entendiendo el gravísimo aprieto en el que situaría a la joven−. Si eso aconteciera, no es que su imagen pudiera resultar dañada, sino que sufriría graves repercusiones por mi culpa. Eso supondría un grave peso en mi conciencia

Dejó el final de la frase suspendido en el aire, mientras exhalaba lenta y sutilmente, siendo el primero en romper el contacto visual para oír cómo la damisela se acomodaba más en su propia estancia. Así que era eso: de esa forma se sentía alguien cuando no se requería su presencia y, no obstante, tampoco se le quería alejar. Estaba claro que parecía quelas palabras se hundían en su ánimo como si fueran hierros candentes. Pero no llegaba a compararse con la frialdad que tantas veces él había profesado para con las personas que se atrevían a acercársele.

Sonrió con sinceridad, careciendo de la socarronería que cualquier individuo que acudiera allí como cliente pudiera expresar ante un triunfo. Realmente él no había pretendido que se desarrollara una situación de ese cariz, pero tampoco parecía que quedaran muchas alternativas. Por lo que alcanzaba a comprender de ese mundo, los placeres eran el sustento para ese arte donde el cuerpo es el principal escenario. ¿Por qué entonces, todo en ella, parecía disgustarle y, al mismo tiempo, daba la sensación que sentía curiosidad? A no ser que…

Entonces, sus oídos captaron el murmullo de la doncella mientras se dejaba caer, no sin cierta gracilidad, en su cama. Si su mente debía registrar algún detalle en especial en aquél gesto, fue suficiente con esa energía que parecía irradiar: tan fuerte y desarmada al mismo tiempo.

El dinero no es ningún problema, y descuide que no causaré ningún revuelo al salir, independientemente de lo que suceda −respondió a su vez con un susurro mientras se acercaba a ella con pasos medidos−. Admito que es usted, mademoiselle, quién siembra en mi interior los indicios del temor.

Con ello le daba a entender que no sólo estaba dispuesto a pagar la cuota, por tal que la Madama no sospechara nada, sino que, además, el actor había comprendido la peculiar situación de su acompañante.

Noah se hallaba de pie enfrente de ella, pero aún dejando bastante distancia entre ambos como para no invadir su espacio vital. Inclinó ligeramente su cuerpo hacia el de la joven, sus ojos añiles hundiéndose en la mirada ambarina. No prestó demasiada atención a las palabras que salieron de la boca de la chica, aunque sí que observó cómo articulaba alguna frase. Con un gesto rápido pero no brusco, acercó su mano diestra al rostro de la joven, hermosamente enmarcado por unos cabellos alocados. Las yemas de sus dedos índice y corazón se posaron con delicadeza en los labios de ella, ligeramente entreabiertos, sellándolos con el contacto. Ahora SÍ que pretendía causarle inquietud, pero no en el incorrecto sentido de la palabra, aunque sabía que, probablemente, estaba dándole motivos a la joven para que lo viera como uno más. Como alguien que la fuera a tratar como una simple muñeca de trapo. Y no era así.

Mademoiselle Brigitte, no debería pronunciar semejantes palabras hirientes para usted… –le susurró con su voz más sensual y melodiosa−. Me temo que ya me está dejando bastante claro que, debido a algún motivo, hoy estaba disfrutando de un día de descanso hasta mi involuntaria llegada. Proporcióneme una directriz y la acataré, pero me niego a faltarle al respeto de nuevo, cuando de no ser por mí no se habría visto envuelta en esta situación peliaguda.

Las yemas que sellaban los labios de la doncella se desplazaron hasta su mejilla en una dulce caricia, confirmando con ese gesto que lo que había dicho no poseía malas intenciones ocultas. En el pasado, el actor se vio utilizado en contra de su voluntad, y conocía amargamente el sabor de la resignación. No quería hacérselo pasar a nadie. Por eso mismo le dolía, en parte, la actitud de Brigitte, porque parecía conformarse con ello. Nuevamente, rompió el contacto visual con los ojos de la dama y sus dedos se desprendieron en un lento gesto de la piel de seda. No por rechazo, sino por la memoria de las veces que el actor sufrió las mentiras de otras damas, y era como si se viera reflejado en los ojos de aquella doncella.

Por eso le costaba decidirse. Por eso le molestaba la actitud de la joven. Tal vez no tendría ocasión de elegir, pero por una vez, seguramente, en todo su confinamiento, le estaba cediendo las riendas un joven prácticamente desconocido y sin ínfulas de querer abusar de ella.

Si a Noah le daban a elegir, prefería pagar la cuota para satisfacer a esa dama, no para que el satisficiera a él.
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Mensaje por Brigitte Guielle Lun Jun 06, 2011 7:49 pm

Brigitte analizó en todo momento las acciones de su acompañante. Incluso ante su ofrecimiento él parecía estar impasivo ¿realmente no iria con esas intenciones? se preguntaba aunque sus ojos estaban fijos en los del pelinegro sin apartar la vista. Mirando pero sin ver nada, pensativa en su propio mundo. Algo que solía hacer a menudo. Algunas veces por voluntad propia y otras involuntariamente. En la primera situación era habitualmente con alguno de sus clientes, cuando no quería escuchar lo que le decían ella simplemente se encerraba en su propio mundo, en ese caso, se había encerrado por poco tiempo y sin darse cuenta pues una caricia sobre su piel la despertó.

Parpadeó volviendo a la realidad y notando la mano del hombre sobre su rostro. Por un momento se sorprendió de lo que pensaría hacerle, no temió, nunca temía por las acciones de los demás. Más no hubo mucho de que preocuparse pues únicamente la acariciaron sin otro fin que no fuese ese, no tardaron tampoco en desprenderse de su piel. Le habría agradado en una pequeña cantidad ese roce pues se le antojaba dulce sin encerrar nada que tuviera que ver con el ámbito sexual.

Ladeó un poco más la cabeza hasta que una mejilla se quedó apoyada sobre uno de sus hombros, dejando que algunos mechones de cabello se le viniesen encima, tapando uno de sus ojos como anteriormente lo habían echo - ¿Yo siemblo temor en usted Monsieur? ¿Cómo puede una simple muchacha como yo hacer eso? - en sus labios se formó una pequeña carcajada pues aquello le resultó ciertamente gracioso, se habría esperado de todo menos que le dijeran que causaba temor. Eso nunca se lo habían dicho o no por lo menos sin saber la marca de nacimiento que tenía en su antebrazo; nunca daba ese detalle tan personal tampoco.

Desvió ligeramente la mirada al sentirse ciertamente culpable de que pensara en él como una molestia. Hasta cierto punto le había adivinado el pensamiento sí y esque en una mañana como aquella que libraba no formaba parte de sus planes el que alguien la sorprendiera en el jardín. Allí nunca solía haber nadie, de echo, más parecía que a ella le había tocado el uno entre mil.

Le miró disimuladamente y seguidamente se dejó caer en la cama tras soltar un pequeño suspiro, empezaba a relajarse frente a la presencia de ese hombre. Poco a poco le dejaba de parecer una amenaza ¿tal vez por tanta cortesía hacia ella? No lo sabía - No me ha faltado al respeto en ningún momento ni ha sido una molestia, únicamente no me esperaba su aparición. Como ya le dije el jardín suele estar ballado así que allí nunca entra nadie - el dorso de mis manos tapaban el ojo respectivo de cada una mientras éstos permanecían cerrados. Sin ganas de que ningún tipo de iluminación les tocara o simplemente rozara.

Alzé las piernas y las doblé en la cama hacia uno de los lados, ya sin importarme lo que él pudiera ver, pensar o hacer, simplemente abandonandome un tanto - Así pues ¿es cierto que no desea los servicios que pueda ofrecerle? - quitó una de sus manos, curiosamente, la que permanecía sobre el ojo que habitualmente estaba tapado por su cabello, ahora echado hacia detrás por lo que permitiendo que fuese visible.

Lo miró fijamente desde su posición y esperando por una respuesta, fuese o no sincera ¿qué importaba ya?.
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Mensaje por Noah Dómine Miér Jun 08, 2011 12:52 pm

Se incorporó con lentitud, permitiendo a la joven doncella recuperar de nuevo su espacio vital que de forma tan gentil él había invadido. Una vez más, dirigió su mirada hacia su rostro, y pudo deleitarse, si es que se podía llegar a detallar así, de la dulce expresión que había hecho mella en las facciones de la cortesana. Ahora su mejilla yacía descansando en uno de sus hombros y algunos bucles jugaban a ocultar uno de sus orbes de forma caprichosa, de tal modo que le conferían un aire inocente.

Reflexionó unos instantes en silencio antes de responderle a aquella pregunta que albergaba un deje de curiosidad.

Es sencillo... hay un fuego que crece en su mirada, mademoiselle. Una llama avivada por temor o respeto de otras personas hacia usted. No se nace con esa característica, pero confieso que la conozco demasiado bien.

Noah desconocía por completo la existencia de cualquier indicio o peculiaridad de la piel de la joven que pudiera acarrearle semejantes dificultades. Era cierto que cada individuo era un mundo… no, un universo distinto. Era interesante que en aquellos sujetos que pasaran por una experiencia semejante de rechazo, esa sensación quedara plasmada en sus cuerpos con tanta vehemencia, por mucho que fueran de forma sutil como un resplandor más intenso en la mirada.

Cayó en la cuenta en el sutil gesto de la damisela, por lo que se encaminó con celeridad hacia las cortinas que decoraban el ventanal del recinto y las deslizó de tal modo que ocultaran en gran medida la iluminación que provenía de fuera. Confiaba en que eso bastara para hacerla sentir mejor. Dejando a un lado en que era ducho en entender a los demás, en su pasado había conocido algún que otro vampiro, de modo que no era muy difícil apreciar en otras personas que no sintieran demasiado aprecio por la luz del sol.

De modo que no respondió al siguiente comentario de mademoiselle Brigitte, si bien la sonrisa que se podía observar en sus facciones cuando se encaró a la doncella, le dio a entender que le agradecía que su opinión fuera precisamente aquella.

Se acercó nuevamente a la cama, donde ella se había colocado un tanto más… cómoda. No cabía duda alguna que se sentía algo cómoda en su presencia, pese al fortuito encuentro.

Me halaga que me lo proponga sin que se aprecie en su tono el malestar –susurró con sensual dulzura mientras se sentaba al lado de su cuerpo tumbado y manteniendo su mirada en los ojos ambarinos de la dama−. Pero me ronda una pregunta por la mente… ¿Qué le apetece, mademoiselle Brigitte? Dígame lo primero que cruce por su mente. Prefiero intentar complacerla a que pueda hacerla sentir como un vulgar objeto.
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Mensaje por Brigitte Guielle Sáb Jun 11, 2011 4:04 pm

Se quedó pensativa ante la respuesta que le había proporcionado, definitivamente nunca pensó que en ella pudiera haber algo que atemorizara a los hombres o a la gente en general. De echo nunca le había ocurrido, si los atemorizara de verdad,no tendría que pasar cada noche por lo mismo. Igualmente le resultó muy curioso y lo tendría en cuenta a partir de ese momento, tal vez, buscaría algo con lo que avivarse, con lo que avivar su mirada para tal vez hacer más interesante su existencia. Para, por fin, poder disfrutar de ella un poco, sí, tenía ganas de disfrutar de su vida. Estaba ya cansada de precisamente eso, de estar cansada de el día a día ¿por qué no era capaz de disfrutarlo? Le sería todo mucho más fácil si en lugar de quejarse mentalmente disfrutara con lo que alguien ahí arriba, quien fuera, le estaba dando.

Volvió a taparse el ojo aunque ahora más por costumbre que por molestia pues el amable caballero -como estaba empezando a pensar que era- le había corrido las cortinas haciendo así que la luz no entrara directamente y se suavizara.

Una pequeña sonrisa se percibió en su rostro ante la propuesta que estaba haciendole. La primera vez en toda su "carrera" que le preguntaban por hacer algo que no estuviese relacionado con los juegos de cama; habitualmente esa pregunta iba dirigida al sexo, claro. Y cuando se la preguntaban, cosa que no solía pasar muy a menudo. Tal y como bien había dicho él solía sentirse como un simple objeto por el que pagaban y por ende tenía que cumplir todos los caprichos que el otro mandara. Siempre lo había pensado de esa manera al igual que tampoco nunca pensó en rebelarse; ya lo había echo durante su primer año por falta de inexperiencia y la salió bastante caro.

Se relamió suavemente los labios al notar que los tenía secos y destapó sus ojos, estirando sus brazos hacia arriba, observandole ahora sentado a su lado. Igual momentos antes había sentido la cama moverse ligeramente - Así que lo que yo quiera ¿huh? - preguntó al aire en un susurro, más para ella misma que no para su acompañante. Preguntandose así misma que era lo que quería en ese momento. ¿Qué quería? El que él quisiera complacerla a cambio de nada le parecía demasiado anormal como para asimilarlo, incluso le hacía gracia.

Soltó una carcajada al pensar eso mismo y se acomodó, apoyandose en los brazos que se quedaron ligeramente estirados hacia detrás. - ¿De verdad quiere complacerme sin recibir nada a cambio? - se tocó con la punta de la lengua el borde de una de sus muelas, solía hacerlo cuando se divertía - No vale decirme que mi satisfacción ya será una recompensa, creo que empiezo a conocerle - dejó ver por primera vez sus dos ojos mientras le miraba fijamente a los suyos y volvió a dejarse caer en la cama mientras soltaba pequeñas carcajadas. Sin dejar que le respondiera.

Tras un par de minutos de reirse cesó y soltó un suspiro, complacida. - Mire, voy a serle sincero - volteó su cabeza para mirarle, de vuelta con uno solo de sus ojos pues el otro se mantenía ligeramente escondido. - Dentro de unas horas, probablemente, voy a tener que estar aquí mismo con algún borracho desesperado y sinceramente ahora no tengo ganas de hablar. No soy buena hablando con hombres como posiblemente habrá notado - una pequeña sonrisa volvió a adornar su rostro, esta vez algo más pícara - Solo de pensar en lo que me espera, sinceramente, no me dan ningunas ganas de practicar el sexo. Así que le propondré algo interesante - lentamente se acomodó hasta volver a estar sentada, esta vez abrazandose una de sus rodillas - ¿Conseguiría excitarme y hacer que le pida que se quede hasta que empiece mi turno? Si llega a conseguirlo le prometo que se habrá ganado mi respeto y claro, no pagará nada - volvió a relamerse los labios - Después de todo la que se lo pedirá seré yo - entrecerró los ojos antes de volver a abrirlos para mirarle - ¿Qué me dice? ¿Acepta? - Un pequeño brillo se había puesto en sus ojos.

No podía negarlo, estaba empezando a divertirse con aquello. Y más divertido le resultaba aún pensar en qué podría ser lo que ocurriese como para que ella fuera la que le pidiese que compartiera su cama.
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Mensaje por Noah Dómine Lun Jun 13, 2011 4:42 pm

Se había anticipado a su posible reacción, debido a que Noah comprendía que dicha petición resultaba muy curiosa y, para otras damiselas, seguramente resultaría motivo de burla y risas. Había imaginado varias reacciones, incluso la que mademoiselle Brigitte había expresado, pero no consideró que dicha respuesta pudiera suceder de verdad.

Cualquiera le podría recriminar que no era distinto que las personas que acudían por la zona, por mucho que quedaba claro que había acudido allí de forma accidentada, en absoluto planeándolo previamente. ¿Qué tipo de persona realizaría semejante petición? Alguien sin duda como lo era el actor, un tipo de persona completamente imprevisible –aún más en ciertos días del mes– y que parecía vivir la vida de una forma que no perjudicara demasiado a los demás.

Atisbó, por primera vez hasta ese instante, un leve indicio de sonrisa en la joven. No conseguía distinguir qué tipo de gesto se trataba en realidad, pero comprendió que no sería nada grave si con todo lo sucedido, era la única ocasión en que había contemplado tan bella respuesta en las facciones de la damisela, y cuando mademoiselle Brigitte se relamió los labios y descubrió su mirada, que de nuevo había ocultado momentos antes, ese gesto le recordó cierta inocencia, tal vez perdida. Incluso sus oídos captaron con nitidez el levísimo susurro que pronunció, una tenue brisa de reflexión de esos juguetones labios que estaba destinado a ella misma, pero él no pudo sino escuchar esas palabras debido a sus sentidos agudizados. Pero no respondió a ellas, puesto que no iban dirigidas hacia él y se suponía que no debería de haberlas oído.

La risa que relajó las facciones de la doncella le hizo sentirse algo más relajado, ya que temía una respuesta no muy favorable y que continuara dañando su propia imagen, pero ella le estaba dando a entender que no era así. Además, estaba logrando que no se sintiera inquieta en su presencia, lo cual era todo un logro para el varón, que tendía a causar confusión entre personas de cualquier género por su actitud voluble, ora cauta o galán, ora denotando picardía. Claro que las siguientes frases de la joven le hicieron sonreír con sinceridad y sin culpabilidad, si bien no pudo responder a ellas debido a que siguió riendo de forma abierta y natural, con la diversión reflejada en aquellos ojos del color de la miel iluminada por el sol.

De nuevo aguardó en silencio, mirando al lugar donde deberían estar aquellos hermosos ojos que quedaban ocultos tras sus cabellos, cuando de pronto uno de ellos volvió a dejarse entrever, sosteniéndole la mirada. Mientras ella le iba exponiendo la situación, realizó un leve y apenas perceptible asentimiento aunque sus ojos añiles denotaban la aprehensión de la idea, apareciendo en sus labios una sonrisa igual de pícara que la que había aparecido en los labios de mademoiselle Brigitte justo antes de incorporarse, rodeando con sus brazos una de sus propias rodillas.

Curiosa petición, seguida de otro humedecimiento de sus labios. Sin duda veía en ella, en su mirada, en sus labios y en sus gestos, que la situación comenzaba a resultarle entretenida, mientras dejaba en el aire ese peculiar reto. A Noah le gustaban los retos… si bien tenía sus propias condiciones. Se inclinó levemente sobre la figura de la damisela, sin invadir con su cuerpo el leve espacio vital que les separaba

No podría negarme a esa petición, pero me temo que le pondré varias condiciones –le susurró mientras acercaba su mano izquierda a los labios de la joven, acariciando por un leve instante los labios de ella en un gesto dulce y juguetón–. Dándose el caso de que logre tal cometido, así también se ganará mi respeto y mi confianza, pero si no lograse hacerlo, estaré dispuesto a pagarle el doble de lo que sea menester. Otra condición es que sólo emplearé mis dedos y mis labios, pero mi lengua no participará todavía en la búsqueda de su placer...

» Trataré de conseguir lo que me pide sin necesidad de recorrer, de un modo u otro, las dos típicas zonas a las que todo hombre iría. Si consigo hacer que se encuentre excitada sólo con los dedos y mis labios, quedará terminantemente prohibido que sigamos tratándonos de usted, aunque eso no signifique que dejemos de ser prácticamente desconocidos ¿Qué le parece?

Aquello aumentaba, sin duda, el valor y el precio del reto, pero consideraba que mademoiselle Brigitte no se echaría atrás. Era una forma curiosa de darle a entender que sólo necesitaba dos formas de conseguir que el cuerpo de la doncella respondiera de una forma favorable a ese “tratamiento afrodisíaco” y, además, le daba a entender que no la iba a considerar en momento alguno como un vulgar objeto, sino como una persona. De ahí aquella última condición tan peculiar que constataba que, de suceder lo que ella le había pedido, no había que seguir guardando semejantes formalidades. No le estaba proponiendo amistad, pero sí que le daba a entender, con el reto de excitarla y lo demás, que él estaba a su diposición.
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Mensaje por Brigitte Guielle Sáb Jun 18, 2011 6:13 pm

Brigitte puso mucha atención en su respuesta, por eso mismo, se sorprendió tanto solo de escuchar que tendría condiciones para el trato. No porque fuera extraño, era común en los tratos tener condiciones ¿pero en uno como ese? Definitivamente ese hombre era diferente; diferente a los que solían rondarle. Muy diferente a pesar de que desde un principio ella había pensado que en el fondo tenía algún deseo oculto. Que solo le estaba echando el trocito de queso para que la rata cayera en la trampa. Y ella misma era la que había acabado poniendo la trampa, aquel reto en parte iba destinado para precisamente analizar su respuesta. Si se "tiraba" sobre ella sin dudarlo estaría bastante claro y, después de todo, sería un día más en aquel lugar. Sin embargo, las cosas le salieron mejor ¿quedaba otra opción, no? La opción en la que todo lo que él le habia dicho era cierta y que en ningún momento tuvo esas intenciones con ella.

Y efectivamente; no se lanzó. Le puso condiciones ¡Condiciones! Brigitte rió internamente más exteriormente estaba escuchandolas. A cual más graciosa y divertida. Divertida de ver actuar. Vería ella también cuanta resistencia podía él tener y si era lo suficientemente listo como para hacerla enloquecer, o como mínimo, excitar. Porque no era cuestión de fuerza aquello, sino de inteligencia, de saber dónde había que tocar. Vería si en ese cerebro masculino en el que habitualmente habitaban neuronas inservibles en el suyo habían trabajadoras.

Un latido algo más fuerte que los demás le sorprendió y se dió justo en el momento en el que acabó de hablar ¿Una señal de excitación? ¡No! Se dijo así misma. No se lo iba a poner tan fácil pues solo le hacía falta recurrir al sueño de alguna que otra noche para que su cuerpo se tornara un tempano de hielo. Y eso era precisamente lo que iba a hacer en ese momento, no pensar en otra cosa que no fueran momento desagradables para ella ¿o sus planes se torcerían?.

Soltó un aligerado suspiro y sonrió. Su pierna volvió a estar libre más no se movió en ningún momento, los que se movieron fueron sus brazos; estirandose hacía arriba. Algún que otro hueso se oyó crujir - Así que condiciones - rió ligeramente una vez estuvo del todo estirada y acercando unos centímetros su rostro al del desconocido - E-cho - con un par de dedos de la mano derecha picó la frente ajena en un movimiento que contenía algo de travesura, le tocaba a él ser el seductor para engatusarla no a ella.

Se dejó caer en la cama, botando unas cuantas veces de la fuerza con la que había aterrizado en el colchón y finalmente dejó su cuerpo muerto. Sus piernas quedaron completamente estiradas y sus brazos igual arriba suyo - ¿Empieza? - volteó el rostro y ocultando el rostro en unos cuantos cabellos lo miró con el ojo en ese momento visible -el habitual- formando una leve sonrisa de desafío. La verdad esque ya tenía ganas de ver su "magia".
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Mensaje por Noah Dómine Miér Jun 22, 2011 6:17 pm

Por la mirada de la joven, más que sopesar sus palabras parecía que internamente estuviera riéndose a costa de ellas, pero escuchó con detalle todas y cada una de las palabras que habían salido de los labios de Noah. Había resultado ser evidente que ella le había intentado tender una trampa, y había sabido arreglárselas para devolverle, de algún modo, la pelota a su tejado. Como si fuera una araña paciente que hubiera tejido una red para atrapar a su presa y que al final todo se le hubiera vuelto en contra: así era como había quedado atrapada Brigitte.
La diferencia era significativa: en lugar de arrepentirse, la “presa” tendría una oportunidad de hacer que su cazadora no se arrepintiera de aquello.

Que ella se obcecara en negar lo evidente podría resultar, sí, pero el varón estaba dispuesto a hacerle entender que sólo pretendía dejarle un recuerdo que no fuera amargo o desagradable. Tal vez, así, podría conseguir que la mente de la dama de compañía fuera capaz de evocar su recuerdo cuando sufriera de noches arduas y fatigantes.

Casi no pudo contener una juguetona sonrisa ante el descarado estiramiento de la joven. En ese momento, antes incluso de que llegara a reír, casi podía anticiparse a la respuesta verbal que le daría la doncella. No por eso la risa que salió de los dulces y tentadores labios de ella se le antojó menos encandiladora. Sonrió a su vez, pero entonces ella le asestó un capirotazo en la frente, respondiendo a sus “condiciones” con picardía y travesura, pero concediéndole un voto de confianza.

Después, Noah contempló cómo Brigitte se dejaba caer en la cama y dejaba su cuerpo ¿rígido? Lo único que parecía correcto era su áurea mirada, casi oculta a través de sus rebeldes y ondulados cabellos. Él se sentó en la cama, quedándose a una distancia más cercana, casi íntima comparada a lo cerca que había estado de ella en otras ocasiones, y cuando habló, aunque su voz tenía ese cariz melodioso y juguetón, también se podía apreciar un levísimo tono recriminatorio.

Su mirada parece atraer y su cuerpo, pese a lo que dice, parece rechazarme. No voy a hacer nada que no sea para hacerla sentir bien, de modo que no es aconsejable que me haga chantaje, pues ambos saldríamos ganando. Y ahora, Mademoiselleprocure relajarse y disfrutar.

Con tacto y delicadeza, cogió el brazo diestro de la joven –que era el que tenía más cerca de él, ya que estaba sentado a la derecha de la joven− y lo desplazó hasta que estuviera colocado al lado de la cintura de la damisela. Entonces, lentamente y con las yemas de los dedos, fue recorriendo la parte interior del brazo, comenzando a la altura del codo y fue descendiendo hasta regalarle caricias en las puntas de los dedos de la mano derecha. Los roces prodigados en la piel de porcelana de Brigitte eran tan sutiles y concienzudos que parecían ir dejando un cosquilleo como si varias mariposas aletearan en las zonas que tocaba. Después de alternar un buen rato entre el brazo y los dedos de la dama, ascendió un poco más hasta acariciar con suma lentitud su antebrazo, antes de volver a descender por su extremidad diestra hasta su mano de nuevo, pero en esta ocasión la acarició por la parte externa del brazo.
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Cristales rotos y un dolor de cabeza Empty Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza

Mensaje por Brigitte Guielle Miér Jun 29, 2011 10:00 pm

Aquel hombre era extraño, definitivamente. No prestó a penas atención a o que sus palabras le dijeron, no tenían demasiada importancia para ella en ese momento. Estaba concentrada en otra cosa. Sin embargo, no pudo evitar pararse a pensar el si de verdad su cuerpo le rechazaba incluso antes ya de haber empezado. Y el cómo se había dado cuenta, claro que, dado lo observador que parecía haber resultado no le debería extrañar. Después de todo su cuerpo después de tanto tiempo había acabado repeliendo el contacto ajeno ya solo con presentirlo. O con que la propia mente pensara en ello. Era definitivamente inevitable.

La diferencia en ese caso, fundamental, era que Brigitte no sentía repulsión por el tacto que sintió no mucho después del joven ajeno. Tampoco lo sentía antes de que la tocara, mentalmente claro. Ya se había dado cuenta de que no era como los demás y supuso que eso también le incluiría en el sexo. Que no la hubiese obligado o tratado como a una simple puta ya ganaba algún que otro punto a su favor. Cosa que posiblemente no admitiría, tal vez, hasta que el pequeño juego acabara.

Su bello se erizo muy poco notablemente. Quizás solo era una sensación de Brigitte que no se exteriorizaba pero que ella si podía sentir. Vale, no todos los clientes que habían pasado por su cama y cuerpo tenían que ser brutos o maltratarla forzosamente. Había algunos que como ese hombre se comportaban de manera dulce, pero si es bien cierto que podrían contarse con los dedos. En caso de que Brigitte llegara a recordarlos. Al contrario de lo que todos pensarían no por ser diferentes, más suaves, iban a permanecer más en su memoria que los otros. No, ella sabía que tenía que borrar todos esos recuerdos de su mente o, por lo menos, ocultarlos lo más hondo posible.

El brazo que en ese momento no era ocupado por el ajeno se puso sobre la franja que cubría sus ojos al mismo tiempo que sus labios soltaban un profundo suspiro. Señal de que el cuerpo empezaba a destensarse y relajarse. Como si simplemente se dispusiera a echar un sueño, eso era buena señal, claro. ¿Él llegaría a captarlo?

- ¿Sabe? No es nada personal, hay momentos en los que no controlo mi cuerpo y cuando se me acerca un hombre lo rechaza automaticamente. - habló en susurros casi como si el viento arrastrara las palabras que salían de sus labios - ¿Le hará cambiar de opinión? - sonrió, breve y ligeramente, pero lo hizó. La mantuvo lo suficiente como para asegurarse de que él se daría cuenta de ella y después dejó caer la cabeza hacia uno de sus lados, todavía, sin apartar lo que obstruía su campo de visión. Manteniendo al mismo tiempo los ojos cerrados, de esa manera, se encontraba mucho más tranquila. Oscuridad, sí, solo había oscuridad.

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Mensaje por Noah Dómine Jue Jun 30, 2011 6:12 pm

No había esperado que ella pudiera sentirse cómoda en su presencia con tanta rapidez, ya que de haber sido así, aquello no habría supuesto ningún reto para él. Apenas notaba reacciones visibles en la joven, pero él sabía de buena tinta que la piel de la damisela estaba deleitándose ante esas atenciones que de seguro no recibiría muy a menudo.

Por lo poco que conocía de Brigitte, tenía la sensación que la gran mayoría de hombres que hubieran tenido el honor de compartir su lecho no serían recordados por la doncella. Confiaba en que al menos, en esa ocasión, quizás sirviera para que la damisela se acordara de él y de semejante y curioso encuentro.

En cualquier caso, notó de forma muy vaga como el cuerpo al que estaba colmando de atenciones iba relajándose paulatinamente, casi de forma imperceptible. Observó como ocultaba su rostro con el brazo libre y suspiraba, pero aún era demasiado pronto para que suspirase de placer: aún tenía que aplicase más y mejor en ese cuerpo tan delicado.

Descuide, que me mantengo fiel al trato, pese a que me gustaría rebatirle esa afirmación –le respondió también en un susurro y con un matiz de broma en su voz.

Captó la tenue sonrisa de la joven y eso le hizo sonreír a su vez cuando ella dejó caer la cabeza hacia uno de los lados. En ningún momento había dejado de recorrerle la totalidad de su brazo derecho con agasajadoras y deliciosas caricias. Durante unos instantes, sus dedos fueron ascendiendo hacia sus omóplatos para, después, rozarle con suavidad toda la parte interna de su cuello. Se situó de forma más cómoda, con ambas piernas estiradas de forma perpendicular al cuerpo de la joven.

Confíe en míapoye la cabeza en mi pierna, que me aseguraré que se sienta mejor –le indicó sin intención de ser grosero.

A decir verdad, casi parecía una sugerencia, por mucho que ella le había cedido previamente el control para que se pudiera comprobar si su magia surtía efecto en su cuerpo de diosa.

Con ambas manos, fue acariciando en un dulce masaje tanto la parte superior del brazo derecho de la joven como el lateral y la cara interior de su cuello. Ese tipo de roces podía no obtener demasiados resultados a corto plazo además de suavizar y rebajar la tensión, pero si se sabía qué zonas debían de "mimarse", todo cambiaba...

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Cristales rotos y un dolor de cabeza Empty Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza

Mensaje por Brigitte Guielle Vie Jul 01, 2011 1:02 am

Se quedó por unos segundos parada al sentir la mano en la zona de su cuello. No tenía miedo ni ningún sentimiento parecido a ese, realmente ¿Por qué se había quedado tan quieta? Posiblemente por el echo de que la sorprendió un poco sentirse acariciada en aquella zona, aunque, ¿Qué podía esperarse de aguien que para excitarla empezaba por acariciarle el brazo? sin duda no debía sorprenderse por aquello. Por suerte no fueron nada más unos segundos. Segundos antes de que se arrastrara por las sabanas cual serpiente hasta que su cabeza tocó con lo que parecía ser la pierna de su acompañante. Y allí fue donde la dejó depositada, cabe destacar, que bastante cerca de las intimidades ajenas.

No le conestó pues con el movimiento daba a entender perfectamente una clara afirmación a su proposición. Por el tono en que la dijo intuyó que lo hizo con algo de cuidado, como si no quisiera ofenderla con ello. Bueno, todas sus palabras siempre iban con cierto cuidado. En resumen, preocupandose por lo que ella pudiera o no sentir por sus comentarios. Pensando o disculpandose por si algo de lo dicho podría haberla ofendido, cosas a las que Brigitte no estaba acostumbrada. ¡No estaba acostumbrada a un hombre como él!

Y con ese pensamiento ella no pudo evitar exteriorizar una carcajada. Al mismo tiempo destapó sus ojos, sin abrirlos, solo quitando el brazo que los mantenía cubiertos para ponerlo sobre su regazo. Aprovechó entonces para juntar ambas manos, como si de un cuerpo inerte y sin vida se tratara. Allí tumbada en la cama. Con la clara diferencia de que estaba a una temperatura suficientemente caliente como para no darla por muerta. - ¿Sabe? Es usted un especímen muy extraño - comentó, en a penas un susurro que no supo si escuchó o no pero tampoco hizo el esfuerzo. No era ese tipo de persona.

Ahora su cuerpo ya estaba más relajado y preparado para los experimentos que el otro pudiese realizar con tal de llevarla a un punto de súplica. Las caricias en su brazo no le desagradaban pero tampoco le eran lo suficientemente fuertes como para conseguir "calentarla" vulgarmente dicho. Por el cuello tal vez, se acercaba un poco - ¿Seguirá acariciandome? me tienta a echarme un sueño rápido - bromeó, sin quitar la pequeña sonrisita del rostro. No se lo iba a poner dificil y aunque, realmente, no pensaba dormirse con aquellos roces -y sabía que no le provocaban sueño- si quería ponerle un poco más a prueba. Y jugar con él ¿Por qué no? Aprovechaba su momento de diversión.

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Cristales rotos y un dolor de cabeza Empty Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza

Mensaje por Noah Dómine Dom Jul 03, 2011 6:46 pm

De nuevo no pudo evitar sonreír cuando Brigitte se movió cual sierpe para apoyar su cabeza tal y como él le había solicitado. Podría haberse negado, ya que la posición se le podría antojar algo indecorosa, pero confiaba en que no pensara erróneamente de él o tiraría por tierra lo poco que estaba logrando. Escuchó perfectamente el levísimo susurro de la dama; no obstante, debido a que no era culpa suya que su oído estuviera tan aguzado, entendió que aquella reflexión había sido pronunciada en voz alta de forma inconsciente y no respondió a ella: de haberlo hecho, habría resultado algo sospechoso, pero le agradó saber que guardaba esa opinión acerca de él.

Fue todo un detalle que la damisela descubriera de nuevo su rostro, aún sin abrir los ojos, posando sus manos de porcelana en su regazo. Eso le facilitó el acceso a su rostro, de forma que comenzó a hacer un masaje que abarcaba los laterales de su cuello, masajeando con extrema dulzura las venas carótidas, un punto muy sensible del cuerpo, para posteriormente dirigirse a la parte frontal, acariciando en un leve y ascendente roce la garganta, subiendo por su barbilla.

Estuvo unos minutos deleitando a la dama con unas suaves caricias por las comisuras de sus labios, sus hoyuelos de las mejillas, sus mentones… era consciente que más tarde completaría el recorrido pasando a su brazo izquierdo, que quedaba desatendido, pero a raíz de la broma que había hecho momentos antes, él pretendía que, al menos, ella no se quedara dormida. Eso no era una mala señal, pero la apuesta acordaba que aquello era para excitarla, aunque ello implicase paciencia y dedicación, y si ella se dormía habría perdido la apuesta. Pero aunque se hallara relajado, su cuerpo parecía dar la bienvenida a más mimos, y no al abrazo de Morfeo.

Recordando sus propios términos, no podía acariciarla si no era con sus dedos o con sus labios, y no se aventuraría a las dos zonas principalmente erógenas de la doncella. Sus dedos volvieron a descender por su rostro, regalando caricias a su suave cuello, mientras él acercaba su rostro al de ella y, con lentitud y calma, rozó con extrema cautela las comisuras de los labios de la damisela. No fue un beso, sino un roce sutil y discreto, demasiado fugaz como para esperar una respuesta física pero lo suficiente significativo como para no pasar desapercibido.

− ¿No pretenderá que rompa el pacto y así se asegure la victoria? –le susurró a escasos centímetros de sus labios, causándole cosquillas con su aliento.

Se apartó con rapidez, evitando que ella pudiera tentarle más –incluso morderle o algo peor, ya que eso en el trato no había obstáculos a si ella optaba por “rebelarse” de algún modo−. Prosiguió acariciando los puntos sensibles que toda mujer tenía en el cuello, aunque no podía acceder aún a la zona más sensible de la cabeza: la nuca.
Claro que aún quedaban bastantes zonas sensibles que sólo pudiera acariciar con esas limitaciones autoimpuestas. Procuraría proporcionarle tanto placer como pudiera, pues su cuerpo parecía pedirle más y más…
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