AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cristales rotos y un dolor de cabeza
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Cristales rotos y un dolor de cabeza
Recuerdo del primer mensaje :
-- ¡Qué inutil eres! ¿Es que no sabes hacer nada bien? -- se escuchaban los gritos por toda la estancia -- Deberias irte de una buena vez, nadie te soporta -- se acallaron las voces y todo volvió a quedar en silencio. Sin embargo, Brigitte ya había despertado y esas "dulces" voces fueron las que le ayudaron. Allí era común el que se escucharan, cuando no era a una, era a la otra. Siempre gritando. Y como odiaba eso. Ella nunca gritaba ¿qué sentido tenía? no porque alzaras la voz iban a solucionarse las cosas. En este caso, lo roto no volvería a estar unido.
Escuchó como una muchacha sollozaba en su recámara. Dedujo que habría roto algo de importancia para alguna de las demás cortesanas y allí muchas eran conocidas por su poca paciencia, menos con la competencia. Si, no había buena relación entre ellas. Brigitte hablaba lo justo con las demás chicas, pero no más que algún mensaje que le hubieran dejado o, tal vez, un saludo cordial, una despedida. Pero de esas pequeñas palabras no pasaban. Así era la vida en aquel lugar, día tras día, la rutina, la monotonía se hacia presente desde el despertar hasta el anochecer.
Apartó el brazo que tapaba su vista, pudiendo observar así la claridad que entraba por una de las ventanas del cuarto. Sería de día, pensó. Más no lo sabía seguro. Era uno de los pocos días libres que había tenido después de varias semanas, no la obligaron a madrugar ni a estar en la sala principal, sirviendo a los clientes que pudieran entrar. Aquel día le permitieron dormir cuanto quisiera, aprovechar el día hasta que, tal vez, alguien requisiera sus servicios.
Deseaba tener la suerte de que nadie la reclamara, quería tener un día libre después de tantos. A pesar de no poder compartirlo con nadie, de, como muchos le decian, no tener nada importante que hacer si no era prestar sus servicios. Se equivocaban. Para ella era muy importante el poder estar allí, tumbada, sin tener que hacer nada. Disfrutar de ella.
Durmió un rato más. La cama era algo con lo que estaba acostumbrada a tratar, más no para dormir o, por lo menos, para dormir con la tranquilidad y silencio que se respiraba en ese instante.
Se despertó de nuevo con las campanadas de la iglesia que anunciaban mediodía. El estómago le rugió, levemente, al parecer pedía algo de comer. Así pues se levantó de la cama, con la tranquilidad que usualmente la acompañaba. Solía vestirse como allí le reclamaban, pues, para salir, a penas tenía unos cuantos trapos, en su caso. Sin embargo, al contrario que muchas, a ella no le preocupaba el ir elegante para sus clientes. No era ni tan vanidosa ni tan egolatra como para creerse bella con cualquier trapo, simplemente, le daba igual.
Sin embargo, en este caso no se puso la indumentaria de trabajo si no que salió de su cuarto con el simple y fino camisón que había utilizado para dormir. Bajó hasta la primera planta, por la parte trasera cuidando que no la viera nadie y sin darse cuenta acabó por ir a parar a los jardines del burdel, amplios, aunque escondidos para la mayoría pues estaban al fondo del edifició.
Algunas nubes entorpecian los rayos del sol, eso le agradó, era demasiado sensible al sol directo y de no haber ninguna nube, no habría podido salir. Se tumbó en el cesped, recien fregado por la humedad que éste portaba, y cerró los ojos.
Solo escuchaba el ruido de los pajaros, el viento soplar. Ninguna voz, ningún grito, todo estaba en silencio.
-- ¡Qué inutil eres! ¿Es que no sabes hacer nada bien? -- se escuchaban los gritos por toda la estancia -- Deberias irte de una buena vez, nadie te soporta -- se acallaron las voces y todo volvió a quedar en silencio. Sin embargo, Brigitte ya había despertado y esas "dulces" voces fueron las que le ayudaron. Allí era común el que se escucharan, cuando no era a una, era a la otra. Siempre gritando. Y como odiaba eso. Ella nunca gritaba ¿qué sentido tenía? no porque alzaras la voz iban a solucionarse las cosas. En este caso, lo roto no volvería a estar unido.
Escuchó como una muchacha sollozaba en su recámara. Dedujo que habría roto algo de importancia para alguna de las demás cortesanas y allí muchas eran conocidas por su poca paciencia, menos con la competencia. Si, no había buena relación entre ellas. Brigitte hablaba lo justo con las demás chicas, pero no más que algún mensaje que le hubieran dejado o, tal vez, un saludo cordial, una despedida. Pero de esas pequeñas palabras no pasaban. Así era la vida en aquel lugar, día tras día, la rutina, la monotonía se hacia presente desde el despertar hasta el anochecer.
Apartó el brazo que tapaba su vista, pudiendo observar así la claridad que entraba por una de las ventanas del cuarto. Sería de día, pensó. Más no lo sabía seguro. Era uno de los pocos días libres que había tenido después de varias semanas, no la obligaron a madrugar ni a estar en la sala principal, sirviendo a los clientes que pudieran entrar. Aquel día le permitieron dormir cuanto quisiera, aprovechar el día hasta que, tal vez, alguien requisiera sus servicios.
Deseaba tener la suerte de que nadie la reclamara, quería tener un día libre después de tantos. A pesar de no poder compartirlo con nadie, de, como muchos le decian, no tener nada importante que hacer si no era prestar sus servicios. Se equivocaban. Para ella era muy importante el poder estar allí, tumbada, sin tener que hacer nada. Disfrutar de ella.
Durmió un rato más. La cama era algo con lo que estaba acostumbrada a tratar, más no para dormir o, por lo menos, para dormir con la tranquilidad y silencio que se respiraba en ese instante.
Se despertó de nuevo con las campanadas de la iglesia que anunciaban mediodía. El estómago le rugió, levemente, al parecer pedía algo de comer. Así pues se levantó de la cama, con la tranquilidad que usualmente la acompañaba. Solía vestirse como allí le reclamaban, pues, para salir, a penas tenía unos cuantos trapos, en su caso. Sin embargo, al contrario que muchas, a ella no le preocupaba el ir elegante para sus clientes. No era ni tan vanidosa ni tan egolatra como para creerse bella con cualquier trapo, simplemente, le daba igual.
Sin embargo, en este caso no se puso la indumentaria de trabajo si no que salió de su cuarto con el simple y fino camisón que había utilizado para dormir. Bajó hasta la primera planta, por la parte trasera cuidando que no la viera nadie y sin darse cuenta acabó por ir a parar a los jardines del burdel, amplios, aunque escondidos para la mayoría pues estaban al fondo del edifició.
Algunas nubes entorpecian los rayos del sol, eso le agradó, era demasiado sensible al sol directo y de no haber ninguna nube, no habría podido salir. Se tumbó en el cesped, recien fregado por la humedad que éste portaba, y cerró los ojos.
Solo escuchaba el ruido de los pajaros, el viento soplar. Ninguna voz, ningún grito, todo estaba en silencio.
Brigitte Guielle- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/05/2011
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Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza
Cuando le sintió más cerca, concretamente, con sus labios, estuvo tentada de moverse para rozarlos. Rozarlos más de lo que él lo estaba haciendo. Más fue ávido y rápido pues se devió imaginar lo que Brigitte podría hacer al apartarse. Por suerte el gesto de ella pasó desapercibido ya que a penas y se había decidido a separar su cabeza de las piernas unos pocos milimetros. Y con la misma tranquilidad con la que la subió volvió a bajarla al mismo tiempo que en su rostro aparecia una pequeña sonrisita por sus palabras. Y ella pensando que al estar en un momento así no pensaría en otra cosa que no fuese el reto ¡se había equivocado! El chico tenía un muy buen cerebro que, claramente, usaba con normalidad posiblemente debido a años de práctica. No era de aquellos que solo pensaba con su..bueno, que en definitiva, no pensaban y solo iban a por lo que iban. No, él se mantenía consciente de todo en cualquier momento. Y por ese mismo motivo si ella quisiera sabotear el desafío lo tendría complicado.
Por suerte para ella o para él, no era su objetivo. Su objetivo era ver lo que él podría hacerle. Aunque algo de diversión no le iría mal a la cosa. - ¿Yo? ¿Romper el pacto? No piense mal, monsieur, solo disfruto - abrió lentamente sus ojos para mirarle durante unos instantes tras hablar, clavando sus verdacias orbes en las oscuras ajenas y no tardando en volver a cubrirlas por sus párpados. ¿Qué habría significado aquella mirada? Tal vez deseo o otro reto oculto en ella, pero eso solo lo sabía Brigitte e incluso ella misma se lo preguntaba. Aquel hombre era diferente y por ende le estaba costando analizar sus movimientos y los de ella misma. Como responder de manera inteligente.
Volvió a relajar su mente y, esta vez, con la mano que le dejaba libre agarró uno de sus rizados y rubios mechones. Rizando el rizo, frase literal que en otros momentos solía utilizar para referirse a complicar una situación que ya de por sí estaba complicada. No era el caso. Y se entretuvo jugando con él. No lo veía ni veía a su acompañante pero aún así, en ese momento, no necesitaba el sentido de la vista. Solo el del tacto para sentirle. De la misma forma que sentía su presencia. Y de la misma forma que sintió acercarse un paso rápido, un paso que, por algún motivo, le resultaba conocido.
- Brigitte - un hombre dijo su nombre tras la puerta. Pasaron unos segundos de silencio. - ¡Brigitte! Sé que estás ahí, ábreme la puerta - se empezaba a impacientar y los golpes en la puerta además del aumento de la voz era bastante notable. Ella abrió los ojos y no tardó en erguir su tronco en la cama. Se volteó, quedando de rodillas en dirección hacia la puerta. - Joder - susurró, llevandose una mano hacia el pelo y rascandosela levemente, como si con ello pudiese aligerar el que se le ocurriese algo. - No ha empezado todavía mi turno, lo siento, márchese - contestó. En parte era cierto, no había empezado su turno, pero claro la cosa no sería tan fácil. - Vamos, ya sabes que yo soy especial ¿o no te acuerdas de mi? A la madame no le hará gracia que me digas que no - chasqueó entonces ella la lengua. Tenía razón, sin embargo..
- Me vas a odiar por esto, pero, necesito tu ayuda de nuevo - susurró, bajo, hacia su acompañante que posiblemente miraba la escena sin enterarse de nada. Ahora la mano que estaba en el cabello lo revolvió, dándole así un aire de locura y tras eso ambas bajaron los tirantes de la camisa hasta que ésta se deslizara hacia abajo, parando en su ombligo. Dejando, por ende, sus pechos al aire al no llevar prenda interior debajo. Y lo único que tuvo que hacer fue tumbarle sobre la cama -puede que algo brúscamente, por la prisa del momento- para después sentarse encima a horcajadas. - ¡Brigitte! - Otro grito que acompañaba un portazo. Portazo que abrió la puerta.
- A la madame tampoco le gustará saber que me estás interrumpiendo con un cliente..quería que te fueras, pero no me has dejado opción.. - susurró, aparentando la voz que tenía cuando estaba excitada. Aparentar era algo bastante normal en ese ámbito laboral. - ¿Quieres quedarte a ver? Porque de lo contrario nos gustaría que te fueses - volteó la cabeza ligeramente para mirarle, dejando que su ojo izquierdo se tapara por el cabello, como siempre, y apoyando ambas manos sobre el pecho del hombre que tenía bajo ella. Nisiquiera se animaba a mirarle pues ya era la segunda vez que la estaba salvando de un apuro ¿Se hartaría?.
Por suerte para ella o para él, no era su objetivo. Su objetivo era ver lo que él podría hacerle. Aunque algo de diversión no le iría mal a la cosa. - ¿Yo? ¿Romper el pacto? No piense mal, monsieur, solo disfruto - abrió lentamente sus ojos para mirarle durante unos instantes tras hablar, clavando sus verdacias orbes en las oscuras ajenas y no tardando en volver a cubrirlas por sus párpados. ¿Qué habría significado aquella mirada? Tal vez deseo o otro reto oculto en ella, pero eso solo lo sabía Brigitte e incluso ella misma se lo preguntaba. Aquel hombre era diferente y por ende le estaba costando analizar sus movimientos y los de ella misma. Como responder de manera inteligente.
Volvió a relajar su mente y, esta vez, con la mano que le dejaba libre agarró uno de sus rizados y rubios mechones. Rizando el rizo, frase literal que en otros momentos solía utilizar para referirse a complicar una situación que ya de por sí estaba complicada. No era el caso. Y se entretuvo jugando con él. No lo veía ni veía a su acompañante pero aún así, en ese momento, no necesitaba el sentido de la vista. Solo el del tacto para sentirle. De la misma forma que sentía su presencia. Y de la misma forma que sintió acercarse un paso rápido, un paso que, por algún motivo, le resultaba conocido.
- Brigitte - un hombre dijo su nombre tras la puerta. Pasaron unos segundos de silencio. - ¡Brigitte! Sé que estás ahí, ábreme la puerta - se empezaba a impacientar y los golpes en la puerta además del aumento de la voz era bastante notable. Ella abrió los ojos y no tardó en erguir su tronco en la cama. Se volteó, quedando de rodillas en dirección hacia la puerta. - Joder - susurró, llevandose una mano hacia el pelo y rascandosela levemente, como si con ello pudiese aligerar el que se le ocurriese algo. - No ha empezado todavía mi turno, lo siento, márchese - contestó. En parte era cierto, no había empezado su turno, pero claro la cosa no sería tan fácil. - Vamos, ya sabes que yo soy especial ¿o no te acuerdas de mi? A la madame no le hará gracia que me digas que no - chasqueó entonces ella la lengua. Tenía razón, sin embargo..
- Me vas a odiar por esto, pero, necesito tu ayuda de nuevo - susurró, bajo, hacia su acompañante que posiblemente miraba la escena sin enterarse de nada. Ahora la mano que estaba en el cabello lo revolvió, dándole así un aire de locura y tras eso ambas bajaron los tirantes de la camisa hasta que ésta se deslizara hacia abajo, parando en su ombligo. Dejando, por ende, sus pechos al aire al no llevar prenda interior debajo. Y lo único que tuvo que hacer fue tumbarle sobre la cama -puede que algo brúscamente, por la prisa del momento- para después sentarse encima a horcajadas. - ¡Brigitte! - Otro grito que acompañaba un portazo. Portazo que abrió la puerta.
- A la madame tampoco le gustará saber que me estás interrumpiendo con un cliente..quería que te fueras, pero no me has dejado opción.. - susurró, aparentando la voz que tenía cuando estaba excitada. Aparentar era algo bastante normal en ese ámbito laboral. - ¿Quieres quedarte a ver? Porque de lo contrario nos gustaría que te fueses - volteó la cabeza ligeramente para mirarle, dejando que su ojo izquierdo se tapara por el cabello, como siempre, y apoyando ambas manos sobre el pecho del hombre que tenía bajo ella. Nisiquiera se animaba a mirarle pues ya era la segunda vez que la estaba salvando de un apuro ¿Se hartaría?.
- Spoiler:
- Te doy libertad para que manejes al chico, así será más interesante ^^
Brigitte Guielle- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/05/2011
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Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza
Se deleitó una vez más con aquella mirada de jade que en tan pocas ocasiones ella sacaba a relucir de una forma tan seductora, y al mismo tiempo, tan inocente. Se divertía con aquél reto, con la actitud de la damisela y cómo había logrado, de forma sutil e imperceptible, que ella admitiera que algo SÍ que disfrutaba con lo que le estaba haciendo.
Claro que demasiado pronto volvió a ocultar el fulgor de su mirada, privando así a Noah de ese pequeño placer.
Al observar, en silencio, que la joven jugueteaba con uno de sus rizos, asintió para sus adentros y se dispuso a regalar sus atenciones en formas de caricias ya que era lo que le pedía su cuerpo delicado, aún de forma inconsciente. Apenas había comenzado ella a dar vueltas a su rizo cuando sus oídos captaron los pasos de alguien que se acercaba por el pasillo con respiración agitada. Casi podía escuchar el aleteo del corazón de aquella presencia, pulsátil con arrogancia y desprecio.
Cuando aquella presencia aporreó la puerta, el primer golpe fue como un mazazo para sus sentidos: había estado tan concentrado en el masaje de Mademoiselle Brigitte que había olvidado que sus oídos le podían jugar malas pasadas. Se esforzó para que no se mostrara en su rostro una mueca de punzante dolor por lo repentino del molesto ruido, que lo había cogido completamente desprevenido. Detuvo las caricias en el preciso instante en que ella se incorporaba, su cuerpo destilando ansiedad.
Contempló cómo se iba desarrollando todo ante sus ojos, su mente captando al instante lo que estaba sucediendo. Al parecer, se trataba de un cliente de verdad, no de un… “farsante” como había sido su caso (ya que había sido todo involuntario). Uno de verdad, y de los importantes. De buen grado habría cedido su potestad de no ser por varios motivos, predominando el hecho que odiaba que hubiera personas tan irrespetuosas. Una vez más se alegró de no comportarse como uno de los de su propia raza o ya habría hecho acto de presencia su antinatural posesividad.
Entonces le llegó aquél susurro, casi súplica, de su acompañante. Quedaba, entonces, bien claro sus preferencias y que, ante todo, no quería que la molestaran en lo que aún quedaba de libertad. Claro que Noah tampoco podría hacer gran cosa, no iba a ser más que una nimiedad y que probablemente no tuviera más huella en futuras ocasiones. Pero no podía dar la espalda a nadie ante una situación desfavorable.
Se dejó arrastrar por el juego de Brigitte, pero una idea salvaje había aparecido en su mente. No hacía falta que se lo indicaran expresamente, pues se trataba de fingir… pero eso no significaba que no pudiera admirar, en silencio, la delicada belleza que representaba el busto desnudo de la damisela cuando hizo que la prenda, la única prenda que llevaba, se deslizara hacia su zona alba. No opuso ninguna resistencia cuando fue tumbado sobre sus espaldas con cierta brusquedad y de forma apresurada ella se colocó encima de él. Inmovilizando parcialmente sus movimientos, pero sin llegar a exponer de forma vulnerable su sexo.
Que aquello fuera una pequeña charada no la disculpaba… a fin de cuentas, ahora sí que había roto el pacto –aunque había un buen motivo para ello– de forma que le tocaba someterla a un pequeño castigo. Vio su oportunidad cuando el cliente entró, hecho toda una furia, en la habitación, y Brigitte ponía su voz más tentadora y apasionada. Noah se medio incorporó, apoyándose en uno de sus brazos, mientras rodeaba la cintura de la cortesana, afianzándola en su postura y acercándola a su cuerpo. La piel desnuda de la joven contrastaba con la camisa entreabierta del varón.
Nada más terminar las palabras que ella le dedicó al cliente, no sin cierta impertinencia, para reafirmar lo que ella acababa de decir él acercó sus labios a uno de los senos de la damisela, exhalando su aliento en el montículo del pezón antes de darle un pícaro lametón. El joven lícano sabía bien las sensaciones que algo tan sencillo como eso podía causar. Claro que ella seguramente no se fiaría, pues había tirado por el suelo su imagen de galán, haciendo añicos la idea que ella podría tener… ¿O entendería que lo hacía para dejar constancia de que también participaba en esa mentira para ayudarla?
Parpadeó, separando su rostro del cuerpo de Brigitte y observó con el ceño fruncido al varón arrogante. Le miró de forma significativa mientras una sombra oscura cruzaba el rostro del lícano y parecía arremolinarse en sus ojos. Maldición… siempre le pasaba lo mismo cuando lo hacían enojar, fuera directa o indirectamente. Aquello supondría la ruina de toda la magia, pero se aseguraría de que no hubiera indeseables como ése que pudieran destrozar la paz y calma que necesitaba la damisela.
– ¿No ves que no eres bienvenido, gañán? –tronó con una voz impropia en él, consecuencia de la rabia que había despertado aquél hombre con su “entrada”, resonando los fuertes golpes aún en sus sensibles oídos en los que aún habían quedado pequeños zumbidos–. Dile a la Madama que durante toda la noche de hoy, y de mañana, nadie va a molestarnos ni a Brigitte ni a mí –curiosamente, su voz sólo parecía dulcificarse cuando pronunciaba el nombre de la joven–. El dinero no supone ningún problema y como prueba de ello… hazle llegar este adelanto a la Madame. Créeme, más te vale que lo hagas… o no querrás pisar un burdel en mucho tiempo.
Mientras decía esta última frase, con su mano libre rebuscó en el bolsillo de sus pantalones y le arrojó al impertinente varón un saquito en el que tintineaba el dinero.
Parecía que el cliente iba a añadir algo más, pero una mirada más a los ojos de Noah, que parecían negros, le hizo cambiar de opinión. Hizo un mohín, mostrándose ofendido por el trato que había recibido pese a ser alguien especial, pero no podría culpar a Brigitte… ya que era otro cliente quién la había reclamado, por así decirlo antes. Cerró la puerta con un tremendo portazo que hizo sacudir de forma involuntaria a Noah, persistiendo sus oídos una nueva oleada de dolor.
Ah… no cabía duda que ahora sí que estaba en un aprieto. ¿Acaso no había sido peor el remedio que la enfermedad? Apenas podía digerir la idea que acababa de “reservar” a Brigitte para dos noches, sin siquiera pedirle su opinión. Eso sin mencionar su extraño comportamiento, su voz alterada y su frialdad.
Si bien, la frialdad había sido fingida, pero su voz no… y sus ojos no mentían. Se habían ennegrecido, volviendo con lentitud a sus anteriores colores añiles. Se sentía despreciable, pues a causa de la molestia que le había provocado la irrupción tan escandalosa de aquél cliente había despertado, por unos instantes, su vena más irracional.
Por el momento, intentaba refrenar todo lo negativo, sin atreverse a mirar a Brigitte aunque volvió a fijar su mirada en el cuerpo femenino, mirando la piel que rodeaba su ombligo. Aún con cierto temor por lo acontecido, ya que ella podía sospechar de él en más de un sentido, acarició con timidez la espalda y sus costados.
– Lamento lo ocurrido… no veía otra forma para librarte de esa carga. Espero que me puedas perdonar por eso.
Su voz había regresado a su cauce e incluso la estaba tuteando, haciéndole entender que si le había molestado en algo lo acontecido, lo sentía de veras. Se sentía mal, porque le dolía admitir que disfrutaba de su compañía y de aquél reto que habían comenzado, pero no pretendía causarle tantas molestias. Si bien le había ayudado, pero ¿Brigitte se lo tomaría a mal? A fin de cuentas, tal y como ella había dicho, no había comenzado su turno y aún seguía en su jornada de descanso…
Claro que demasiado pronto volvió a ocultar el fulgor de su mirada, privando así a Noah de ese pequeño placer.
Al observar, en silencio, que la joven jugueteaba con uno de sus rizos, asintió para sus adentros y se dispuso a regalar sus atenciones en formas de caricias ya que era lo que le pedía su cuerpo delicado, aún de forma inconsciente. Apenas había comenzado ella a dar vueltas a su rizo cuando sus oídos captaron los pasos de alguien que se acercaba por el pasillo con respiración agitada. Casi podía escuchar el aleteo del corazón de aquella presencia, pulsátil con arrogancia y desprecio.
Cuando aquella presencia aporreó la puerta, el primer golpe fue como un mazazo para sus sentidos: había estado tan concentrado en el masaje de Mademoiselle Brigitte que había olvidado que sus oídos le podían jugar malas pasadas. Se esforzó para que no se mostrara en su rostro una mueca de punzante dolor por lo repentino del molesto ruido, que lo había cogido completamente desprevenido. Detuvo las caricias en el preciso instante en que ella se incorporaba, su cuerpo destilando ansiedad.
Contempló cómo se iba desarrollando todo ante sus ojos, su mente captando al instante lo que estaba sucediendo. Al parecer, se trataba de un cliente de verdad, no de un… “farsante” como había sido su caso (ya que había sido todo involuntario). Uno de verdad, y de los importantes. De buen grado habría cedido su potestad de no ser por varios motivos, predominando el hecho que odiaba que hubiera personas tan irrespetuosas. Una vez más se alegró de no comportarse como uno de los de su propia raza o ya habría hecho acto de presencia su antinatural posesividad.
Entonces le llegó aquél susurro, casi súplica, de su acompañante. Quedaba, entonces, bien claro sus preferencias y que, ante todo, no quería que la molestaran en lo que aún quedaba de libertad. Claro que Noah tampoco podría hacer gran cosa, no iba a ser más que una nimiedad y que probablemente no tuviera más huella en futuras ocasiones. Pero no podía dar la espalda a nadie ante una situación desfavorable.
Se dejó arrastrar por el juego de Brigitte, pero una idea salvaje había aparecido en su mente. No hacía falta que se lo indicaran expresamente, pues se trataba de fingir… pero eso no significaba que no pudiera admirar, en silencio, la delicada belleza que representaba el busto desnudo de la damisela cuando hizo que la prenda, la única prenda que llevaba, se deslizara hacia su zona alba. No opuso ninguna resistencia cuando fue tumbado sobre sus espaldas con cierta brusquedad y de forma apresurada ella se colocó encima de él. Inmovilizando parcialmente sus movimientos, pero sin llegar a exponer de forma vulnerable su sexo.
Que aquello fuera una pequeña charada no la disculpaba… a fin de cuentas, ahora sí que había roto el pacto –aunque había un buen motivo para ello– de forma que le tocaba someterla a un pequeño castigo. Vio su oportunidad cuando el cliente entró, hecho toda una furia, en la habitación, y Brigitte ponía su voz más tentadora y apasionada. Noah se medio incorporó, apoyándose en uno de sus brazos, mientras rodeaba la cintura de la cortesana, afianzándola en su postura y acercándola a su cuerpo. La piel desnuda de la joven contrastaba con la camisa entreabierta del varón.
Nada más terminar las palabras que ella le dedicó al cliente, no sin cierta impertinencia, para reafirmar lo que ella acababa de decir él acercó sus labios a uno de los senos de la damisela, exhalando su aliento en el montículo del pezón antes de darle un pícaro lametón. El joven lícano sabía bien las sensaciones que algo tan sencillo como eso podía causar. Claro que ella seguramente no se fiaría, pues había tirado por el suelo su imagen de galán, haciendo añicos la idea que ella podría tener… ¿O entendería que lo hacía para dejar constancia de que también participaba en esa mentira para ayudarla?
Parpadeó, separando su rostro del cuerpo de Brigitte y observó con el ceño fruncido al varón arrogante. Le miró de forma significativa mientras una sombra oscura cruzaba el rostro del lícano y parecía arremolinarse en sus ojos. Maldición… siempre le pasaba lo mismo cuando lo hacían enojar, fuera directa o indirectamente. Aquello supondría la ruina de toda la magia, pero se aseguraría de que no hubiera indeseables como ése que pudieran destrozar la paz y calma que necesitaba la damisela.
– ¿No ves que no eres bienvenido, gañán? –tronó con una voz impropia en él, consecuencia de la rabia que había despertado aquél hombre con su “entrada”, resonando los fuertes golpes aún en sus sensibles oídos en los que aún habían quedado pequeños zumbidos–. Dile a la Madama que durante toda la noche de hoy, y de mañana, nadie va a molestarnos ni a Brigitte ni a mí –curiosamente, su voz sólo parecía dulcificarse cuando pronunciaba el nombre de la joven–. El dinero no supone ningún problema y como prueba de ello… hazle llegar este adelanto a la Madame. Créeme, más te vale que lo hagas… o no querrás pisar un burdel en mucho tiempo.
Mientras decía esta última frase, con su mano libre rebuscó en el bolsillo de sus pantalones y le arrojó al impertinente varón un saquito en el que tintineaba el dinero.
Parecía que el cliente iba a añadir algo más, pero una mirada más a los ojos de Noah, que parecían negros, le hizo cambiar de opinión. Hizo un mohín, mostrándose ofendido por el trato que había recibido pese a ser alguien especial, pero no podría culpar a Brigitte… ya que era otro cliente quién la había reclamado, por así decirlo antes. Cerró la puerta con un tremendo portazo que hizo sacudir de forma involuntaria a Noah, persistiendo sus oídos una nueva oleada de dolor.
Ah… no cabía duda que ahora sí que estaba en un aprieto. ¿Acaso no había sido peor el remedio que la enfermedad? Apenas podía digerir la idea que acababa de “reservar” a Brigitte para dos noches, sin siquiera pedirle su opinión. Eso sin mencionar su extraño comportamiento, su voz alterada y su frialdad.
Si bien, la frialdad había sido fingida, pero su voz no… y sus ojos no mentían. Se habían ennegrecido, volviendo con lentitud a sus anteriores colores añiles. Se sentía despreciable, pues a causa de la molestia que le había provocado la irrupción tan escandalosa de aquél cliente había despertado, por unos instantes, su vena más irracional.
Por el momento, intentaba refrenar todo lo negativo, sin atreverse a mirar a Brigitte aunque volvió a fijar su mirada en el cuerpo femenino, mirando la piel que rodeaba su ombligo. Aún con cierto temor por lo acontecido, ya que ella podía sospechar de él en más de un sentido, acarició con timidez la espalda y sus costados.
– Lamento lo ocurrido… no veía otra forma para librarte de esa carga. Espero que me puedas perdonar por eso.
Su voz había regresado a su cauce e incluso la estaba tuteando, haciéndole entender que si le había molestado en algo lo acontecido, lo sentía de veras. Se sentía mal, porque le dolía admitir que disfrutaba de su compañía y de aquél reto que habían comenzado, pero no pretendía causarle tantas molestias. Si bien le había ayudado, pero ¿Brigitte se lo tomaría a mal? A fin de cuentas, tal y como ella había dicho, no había comenzado su turno y aún seguía en su jornada de descanso…
- Spoiler:
- Off: Se le agria el carácter cuando le molestan... y eso causa que salga su "vena licántropa", con cambio de timbre de voz y color de ojos incluido. Descuida, que una vez se va el motivo que le causa la amargura, vuelve a ser él. Sus ojos tardan más en reflejar su serenidad, por lo que aún estan unos tonos más oscuros de lo normal.
El resto, me salió solo con inspiración...
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza
La situación en la que estaban, a parte de complicada también era comprometedora para Noah. Pensandolo más detenidamente este hombre solo había entrado en los jardines topandose por pura casualidad con Brigitte y de ahí ya todo había ido rodando como si de una bajada se tratara. Las mentiras, una tras otra, fluían. Desde el momento en que lo metió en la habitación ella supo que no iba a ser todo tan fácil. Hasta ese momento ya le extrañó el momento de tranquilidad que estaba teniendo en sus manos, no, allí. En ese cuarto. Siempre ocurrían cosas. Siempre había alguien que la llamaba de golpe sin ton ni son para "reclamarla" como si de un objeto se tratara. Y de no ser por ese extraño ahora el que venía buscando sexo lo habría conseguido. ¿Solo se valían de ellas? Se preguntaba, en ocasiones, cuando abajo, en la sala, veía a tanta gente pidiendo los servicios de ella o sus compañeras. Tantos hombres..y mujeres, menos, pero las había. Tanta gente, en general.
¿No había nadie a quien amaran con la que compartir lecho? ¿O les resultaba más morboso pagar por ello? O tal vez sus parejas no toleraban las fantasías que ellas podían cumplir por unas cuanta monedas, mirandolo así, tenía fácil alcanze en el caso de poseer el suficiente dinero. Pero ellas eran una de las peores miradas por la sociedad. Las cortesanas. Las putas que no se merecían otra cosa que lo que tenían. O bien que eran mala gente. La escoria. ¿Eso es lo que sería Brigitte? Sí, muchas veces se lo preguntaba.
Y por unos segundos se quedó absorta. No miró a ninguno de los dos, la vista la mantenía al frente pero sin mirar siquiera a ninguna parte. En ese momento no le importaba lo que ocurriese ahí dentro porque cuando se perdía en ella no le importaba nada más que no fueran sus propios pensamientos. O por lo menos eso creía hasta que algo la hizo "despertarse" de repente.
Y soltó un gemido, muy extraño en ella. Un gemido de aquellos que solía fingir casi en un orgasmo pero esta vez provocado por el momento de sorpresa al mismo tiempo que el pequeño escalofrio electrocutante que recibió su cuerpo al ser acariciado. Automaticamente bajó la vista, para mirar al hombre que la tenía sujeta. Estaba pegada a ella, le había lamido uno de sus pezones ¿Cómo había ocurrido? Hacía nada, lo tenía debajo de él y completamente confundido. Ahora cualquiera diría que no les habían interrumpido en medio del acto pues, al parecer, se había metido completamente en su papel. Y Brigitte puso sus manos sobre el pecho ajeno, agarrandole la tela de ropa que le cubría. Podía ser parte de la actuación, pero realmente lo hizo al sentirse extraña. Era la primera vez que podía sentir la fuerza que el contrario tenía, después de todas esas caricias, aquello le estaba costando asimilarlo.
No supo que responder o qué hacer. Nisiquiera quería mirar. Así que simplemente se aferró al cuello ajeno con ambos brazos y ocultó su rostro en el hombro ajeno mientras este hablaba. Palabras que, para Brigitte, no pasaron desapercibidas. Sería fingido ¿verdad? se preguntaba, con los ojos cerrados y manteniendo sus otros sentidos bien al tanto. Sin embargo, eso no era lo único. Su voz. Su voz también había cambiado. Se había vuelto..diferente. Esa calidez que había sentido desde un principio en él se esfumó de un plumazo. ¡Era para darle un oscar! Pensó, pues actuaba mucho mejor que ella, desdeluego.
A penas y cuando escuchó el portazo suspiró de un alivio porque hubiese acabado. Escuchó de nuevo las palabras de su acompañante y también las notó más serenas. Se separó para mirarle, abriendo entonces sus ojos con sorpresa. Los de él no tenían el color de antes. Era más oscuro, estaba completamente segura. Si algo se le daba bien era fijarse en los demás en poco tiempo y él le había dado mucho para observarle. Para observarle lo suficiente como para saber que en ese corto tramo de tiempo algo le había ocurrido. Se asustó, ligeramente.
No escuchó casi la disculpa. Posó sus manos en el rostro ajeno, uno a cada lado y con las palmas abiertas de manera que se la sujetara. Obviamente no con fuerza, sino con suavidad. - Eso no importa..pero ¿Tú estás bien? - lo miró, fijamente a los ojos y con el ceño algo fruncido que denotaba ligera preocupación por él - Tus ojos...son más oscuros y tu voz ha sonado extraña...¿Te encuentras bien? - volvió a preguntar, sin darse cuenta siquiera de que estaba demostrando demasiada preocupación por alguien que recien conocía. Tal vez, el que hubiese sido bueno con ella desde un principio la había afectado a su "apariencia" habitual.
En el fondo, era una buena chica. Y se preocupaba por los demás tanto como cualquiera. Y no dejó de mirarle en ningún momento, casi ignorando lo que había pasado o lo que le había dicho. Solo para centrarse en si se encontraba o no bien.
¿No había nadie a quien amaran con la que compartir lecho? ¿O les resultaba más morboso pagar por ello? O tal vez sus parejas no toleraban las fantasías que ellas podían cumplir por unas cuanta monedas, mirandolo así, tenía fácil alcanze en el caso de poseer el suficiente dinero. Pero ellas eran una de las peores miradas por la sociedad. Las cortesanas. Las putas que no se merecían otra cosa que lo que tenían. O bien que eran mala gente. La escoria. ¿Eso es lo que sería Brigitte? Sí, muchas veces se lo preguntaba.
Y por unos segundos se quedó absorta. No miró a ninguno de los dos, la vista la mantenía al frente pero sin mirar siquiera a ninguna parte. En ese momento no le importaba lo que ocurriese ahí dentro porque cuando se perdía en ella no le importaba nada más que no fueran sus propios pensamientos. O por lo menos eso creía hasta que algo la hizo "despertarse" de repente.
Y soltó un gemido, muy extraño en ella. Un gemido de aquellos que solía fingir casi en un orgasmo pero esta vez provocado por el momento de sorpresa al mismo tiempo que el pequeño escalofrio electrocutante que recibió su cuerpo al ser acariciado. Automaticamente bajó la vista, para mirar al hombre que la tenía sujeta. Estaba pegada a ella, le había lamido uno de sus pezones ¿Cómo había ocurrido? Hacía nada, lo tenía debajo de él y completamente confundido. Ahora cualquiera diría que no les habían interrumpido en medio del acto pues, al parecer, se había metido completamente en su papel. Y Brigitte puso sus manos sobre el pecho ajeno, agarrandole la tela de ropa que le cubría. Podía ser parte de la actuación, pero realmente lo hizo al sentirse extraña. Era la primera vez que podía sentir la fuerza que el contrario tenía, después de todas esas caricias, aquello le estaba costando asimilarlo.
No supo que responder o qué hacer. Nisiquiera quería mirar. Así que simplemente se aferró al cuello ajeno con ambos brazos y ocultó su rostro en el hombro ajeno mientras este hablaba. Palabras que, para Brigitte, no pasaron desapercibidas. Sería fingido ¿verdad? se preguntaba, con los ojos cerrados y manteniendo sus otros sentidos bien al tanto. Sin embargo, eso no era lo único. Su voz. Su voz también había cambiado. Se había vuelto..diferente. Esa calidez que había sentido desde un principio en él se esfumó de un plumazo. ¡Era para darle un oscar! Pensó, pues actuaba mucho mejor que ella, desdeluego.
A penas y cuando escuchó el portazo suspiró de un alivio porque hubiese acabado. Escuchó de nuevo las palabras de su acompañante y también las notó más serenas. Se separó para mirarle, abriendo entonces sus ojos con sorpresa. Los de él no tenían el color de antes. Era más oscuro, estaba completamente segura. Si algo se le daba bien era fijarse en los demás en poco tiempo y él le había dado mucho para observarle. Para observarle lo suficiente como para saber que en ese corto tramo de tiempo algo le había ocurrido. Se asustó, ligeramente.
No escuchó casi la disculpa. Posó sus manos en el rostro ajeno, uno a cada lado y con las palmas abiertas de manera que se la sujetara. Obviamente no con fuerza, sino con suavidad. - Eso no importa..pero ¿Tú estás bien? - lo miró, fijamente a los ojos y con el ceño algo fruncido que denotaba ligera preocupación por él - Tus ojos...son más oscuros y tu voz ha sonado extraña...¿Te encuentras bien? - volvió a preguntar, sin darse cuenta siquiera de que estaba demostrando demasiada preocupación por alguien que recien conocía. Tal vez, el que hubiese sido bueno con ella desde un principio la había afectado a su "apariencia" habitual.
En el fondo, era una buena chica. Y se preocupaba por los demás tanto como cualquiera. Y no dejó de mirarle en ningún momento, casi ignorando lo que había pasado o lo que le había dicho. Solo para centrarse en si se encontraba o no bien.
- Spoiler:
- Admiro tu inspiración o_oU Me sorprendiste xD Muy buen post.
Brigitte Guielle- Humano Clase Baja
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Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza
La voz de Brigitte sonó suave y arrulladora para sus oídos, más dulce que si sus labios hubieran probado la más deliciosa de las ambrosías. A fin de cuentas, no era culpa de él que poseyera aquél sentido acústico tan desarrollado que debido a los fuertes golpes parecían haber originado un leve rumor en su cabeza.
Le vino a su mente aquél gemido, el que momentos antes no había podido prestar demasiada atención pero que su caprichosa memoria había recuperado de lo más profundo de su mente. ¿Habría sido fingido? Desde luego, la expresión de sorpresa había sido absolutamente genuina. Luego se había aferrado a él con más fuerza, casi insistente, así que supuso que la habría puesto en alerta –porque dudaba que pudiera sentirse atemorizada, pues entre otros motivos, esa había sido su intención al castigarla con semejante tentación−.
Claro que el problema de su mirada persistía… pero iba cediendo paulatinamente. Sus ojos de azabache fueron diluyéndose en un azul índigo como si se tratara de una neblina que se dispersara por los vientos.
Con timidez, casi como si temiera que por el hecho de tocarla ella se fuera a deshacer en pedazos, alzó su mano diestra y, con la yema de sus dedos, acarició muy suavemente la mejilla izquierda de Brigitte.
− Sí. Bueno… no, para qué nos vamos a engañar –dijo con un tono de voz que amenazaba con romperse. Por la diosa Fortuna, ella se preocupaba y de forma sincera, con lo sucedido anteriormente, casi quería que se le tragase la tierra−. Al menos, ya ha pasado… y si sigues hablándome con esa voz tuya tan dulce, la molestia remitirá por completo.
Aquello no era una farsa: escuchar el suave y acaramelado timbre de voz de Brigitte ayudaba a que toda la brusquedad que había aflorado en él s arrinconara en el rincón más primitivo de su ser. Con su otra mano que le quedaba libre, asió una de las manos con que la doncella mantenía sujetado su rostro. Al no disponer prácticamente de agarre, con un simple movimiento desplazó el cuerpo, ahora prácticamente desnudo de la dama, a un lado; quedando, de este modo, ambos apoyados en un lateral de su cuerpo y mirándose al rostro mutuamente. Con sus manos, Noah fue acariciando la mejilla y el antebrazo ajenos. Su mirada había recobrado su usual tonalidad. ¿Cómo le iba a decir, en esa situación y de ese modo, lo que él era? No sería lógico…
− ¿Y tú, Brigitte, cómo estás..? –le preguntó con renovada ternura, haciendo hincapié en el trato; no tardaría en dejar de tutearla si así se lo hacía saber.
Para qué negarlo: temía las represalias que pudiera haber originado con su actitud. Estaba decidido a revocar aquél secuestro, pues bien seguro que a ella no le haría ninguna gracia. Si después ella quería cargarle a él con el peso de su frustración, él no pondría objeción alguna, aunque ello pudiera derivar en una más que molesta jaqueca.
Le vino a su mente aquél gemido, el que momentos antes no había podido prestar demasiada atención pero que su caprichosa memoria había recuperado de lo más profundo de su mente. ¿Habría sido fingido? Desde luego, la expresión de sorpresa había sido absolutamente genuina. Luego se había aferrado a él con más fuerza, casi insistente, así que supuso que la habría puesto en alerta –porque dudaba que pudiera sentirse atemorizada, pues entre otros motivos, esa había sido su intención al castigarla con semejante tentación−.
Claro que el problema de su mirada persistía… pero iba cediendo paulatinamente. Sus ojos de azabache fueron diluyéndose en un azul índigo como si se tratara de una neblina que se dispersara por los vientos.
Con timidez, casi como si temiera que por el hecho de tocarla ella se fuera a deshacer en pedazos, alzó su mano diestra y, con la yema de sus dedos, acarició muy suavemente la mejilla izquierda de Brigitte.
− Sí. Bueno… no, para qué nos vamos a engañar –dijo con un tono de voz que amenazaba con romperse. Por la diosa Fortuna, ella se preocupaba y de forma sincera, con lo sucedido anteriormente, casi quería que se le tragase la tierra−. Al menos, ya ha pasado… y si sigues hablándome con esa voz tuya tan dulce, la molestia remitirá por completo.
Aquello no era una farsa: escuchar el suave y acaramelado timbre de voz de Brigitte ayudaba a que toda la brusquedad que había aflorado en él s arrinconara en el rincón más primitivo de su ser. Con su otra mano que le quedaba libre, asió una de las manos con que la doncella mantenía sujetado su rostro. Al no disponer prácticamente de agarre, con un simple movimiento desplazó el cuerpo, ahora prácticamente desnudo de la dama, a un lado; quedando, de este modo, ambos apoyados en un lateral de su cuerpo y mirándose al rostro mutuamente. Con sus manos, Noah fue acariciando la mejilla y el antebrazo ajenos. Su mirada había recobrado su usual tonalidad. ¿Cómo le iba a decir, en esa situación y de ese modo, lo que él era? No sería lógico…
− ¿Y tú, Brigitte, cómo estás..? –le preguntó con renovada ternura, haciendo hincapié en el trato; no tardaría en dejar de tutearla si así se lo hacía saber.
Para qué negarlo: temía las represalias que pudiera haber originado con su actitud. Estaba decidido a revocar aquél secuestro, pues bien seguro que a ella no le haría ninguna gracia. Si después ella quería cargarle a él con el peso de su frustración, él no pondría objeción alguna, aunque ello pudiera derivar en una más que molesta jaqueca.
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza
La respuesta de Noah la dejó bastante tranquila, haciendola suspirar de alivio interiormente. Las pupilas del contrario volvían a su color normal por lo que no había porque temer. En un principio su voz ya le había sonado demasiado extraña, independientemente de sus palabras -que pensó obviamente eran fingidas- el sonido grave no era el normal. El normal en las últimas horas que habían pasado juntos, no es como si lo conociera de toda una vida. Y cuando notó que sus ojos tampoco eran los mismos entonces si que se exaltó de verdad. ¿A quién se le cambiaba el color de ojos y el tono de voz? Había algo que él le ocultaba, pero en ese momento no iba a proponerse descubrirlo. Tal vez más tarde, si volvía a ocurrirsele, tal vez..
Se dejó llevar por él, sorprendida esta vez porque le arrastrara a un lado suyo pero sin oponer resistencia. Ahora ya estaba mucho más aliviada asi que, cuando escuchó su nombre en la boca del contrario no pudo evitar que sus labios se curvaran en una pequeña y a la vez tímida sonrisa. Esperaba que él no se hubiese dado cuenta de aquello en demasía. No le agradaba demostrarse débil ante los demás. Aunque todo lo que había pasado con aquel hombre en tan poco tiempo ya clamaba al cielo. - Sí, Noah, estoy bien - aclaró todavía sin haber apartado su mano de la mejilla ajena. Se había quedado ligeramente embobada al sentir las caricias sobre su mejilla y sobre su brazo. ¿Por qué sentía que de él emanaba una extraña ternura? ¡Ah! No podía entender nada ¿Qué tan complicado podía llegar a ser ese hombre?.
Por un momento tuvo la tentación de acercar sus labios para besarle ¡Sí! Increible, pero sentía que podía haber ganado ya sin tocarle. Al pensar eso inmediatamente se obligó a alejarse algo de él. A separar su mano y dejar de tocarle o podía caer en esa tentación. Y claro, el juego no podía acabar tan fácil ¿O si? Todo dependia de cuan más tierno pudiera ser con ella o de si aquello solo estaba siendo algo pasajero. No creía poder resistirse a eso..No, definitivamente no estaba nada acostumbrada a la ternura. Y eso la volvía débil a ello.
Se volteó, dándole la espalda en cuestión de segundos y acurrucandose ligeramente. Aprovechando ese movimiento para, disimuladamente, pegar su cuerpo al de él - Ah..la verdad es..creo que no, no estoy bien.. - cerró los ojos y se mordió el labio inferior ¿Qué se supone que estaba haciendo? Su voz sonaba como si se lamentara. Y ella ¿cuándo se lamentaba? Precisamente aun teniendo ganas de hacerlo no era de las que lo hacía frente a otros ¡Nunca! Y ya por su propio carácter eso no era lo suyo - No sé..creo que..me siento algo..mal.. - se entrecortó, encogiendose más y poniendo una mano sobre su corazón. ¡Madre mía! Estaba montado todo un teatro y solo para ver cual era su reacción ¿Qué era lo que en el fondo buscaba? ¿Su ternura? ¿Ver hasta dónde era capaz de llegar? Ver si aquello era real y duraba algo más de una frase...
Su cabeza era un total lío. Notaba las palpitaciones de su corazón continuadas "bum-bum" "bum-bum" Extrañamente estaba algo acelerado, solo un poco, pero lo suficiente como para que lo notara dada la tranquilidad que normalmente la embargaba. Tranquilidad propia de su personalidad y que, consideraba, le había demostrado al hombre con creces desde que se habían conocido. Y todavía tenía que disculparse por todo a lo que le había arrastrado. ¡Se estaba divirtiendo! Increible, pero cierto.
Se dejó llevar por él, sorprendida esta vez porque le arrastrara a un lado suyo pero sin oponer resistencia. Ahora ya estaba mucho más aliviada asi que, cuando escuchó su nombre en la boca del contrario no pudo evitar que sus labios se curvaran en una pequeña y a la vez tímida sonrisa. Esperaba que él no se hubiese dado cuenta de aquello en demasía. No le agradaba demostrarse débil ante los demás. Aunque todo lo que había pasado con aquel hombre en tan poco tiempo ya clamaba al cielo. - Sí, Noah, estoy bien - aclaró todavía sin haber apartado su mano de la mejilla ajena. Se había quedado ligeramente embobada al sentir las caricias sobre su mejilla y sobre su brazo. ¿Por qué sentía que de él emanaba una extraña ternura? ¡Ah! No podía entender nada ¿Qué tan complicado podía llegar a ser ese hombre?.
Por un momento tuvo la tentación de acercar sus labios para besarle ¡Sí! Increible, pero sentía que podía haber ganado ya sin tocarle. Al pensar eso inmediatamente se obligó a alejarse algo de él. A separar su mano y dejar de tocarle o podía caer en esa tentación. Y claro, el juego no podía acabar tan fácil ¿O si? Todo dependia de cuan más tierno pudiera ser con ella o de si aquello solo estaba siendo algo pasajero. No creía poder resistirse a eso..No, definitivamente no estaba nada acostumbrada a la ternura. Y eso la volvía débil a ello.
Se volteó, dándole la espalda en cuestión de segundos y acurrucandose ligeramente. Aprovechando ese movimiento para, disimuladamente, pegar su cuerpo al de él - Ah..la verdad es..creo que no, no estoy bien.. - cerró los ojos y se mordió el labio inferior ¿Qué se supone que estaba haciendo? Su voz sonaba como si se lamentara. Y ella ¿cuándo se lamentaba? Precisamente aun teniendo ganas de hacerlo no era de las que lo hacía frente a otros ¡Nunca! Y ya por su propio carácter eso no era lo suyo - No sé..creo que..me siento algo..mal.. - se entrecortó, encogiendose más y poniendo una mano sobre su corazón. ¡Madre mía! Estaba montado todo un teatro y solo para ver cual era su reacción ¿Qué era lo que en el fondo buscaba? ¿Su ternura? ¿Ver hasta dónde era capaz de llegar? Ver si aquello era real y duraba algo más de una frase...
Su cabeza era un total lío. Notaba las palpitaciones de su corazón continuadas "bum-bum" "bum-bum" Extrañamente estaba algo acelerado, solo un poco, pero lo suficiente como para que lo notara dada la tranquilidad que normalmente la embargaba. Tranquilidad propia de su personalidad y que, consideraba, le había demostrado al hombre con creces desde que se habían conocido. Y todavía tenía que disculparse por todo a lo que le había arrastrado. ¡Se estaba divirtiendo! Increible, pero cierto.
Brigitte Guielle- Humano Clase Baja
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Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza
Al parecer, la inquietud de Brigitte parecía irse desvaneciendo y por la forma en que se expresaba de forma inconsciente su cuerpo, no le hacía ninguna falta saber acerca del suspiro mudo que recorrió su interior, pues el simple brillo que lucía de nuevo en sus pupilas le bastaba para esclarecer cómo se sentía ella. Al menos, en cuanto al pequeño disgusto que hubieran sufrido momentos antes.
Sus orbes, del color de las aguas resplandecientes, captaron la sutil y breve sonrisa. Sí, por desgracia algo tan insignificante no podía pasársele por alto, pero si algo había entendido de Brigitte es que se trataba de una persona que poseía cierto orgullo inquebrantable. ¿Y quién mejor que alguien como el propio Noah para comprender ese morboso y delicado sentimiento? A fin de cuentas, había ocasiones en las que sacaba a relucir su personalidad primitiva, pero eso no le impedía mantener un sempiterno dominio sobre sus impulsos. Llevaba en lo más profundo de su ser aquella fuerza dominante que tanto caracterizaba a su raza, pero precisamente eso era lo que le facilitaba a él que pudiera mostrarse tan… dulce: demasiado frustrante habían sido las situaciones en las que parecía no poseer ningún control sobre la llamada proveniente de su sangre.
Lamentablemente, parecía que lo bueno no duraba eternamente. Cuando creía que ya no le podía sorprender más, la doncella se guardó bien de no tocarle. ¿Acaso la había importunado a tal extremo no sólo el susto, sino lo que pasó después? Sabía que el juego aún no se había terminado, pero él se sentía cómodo cuando sus cuerpos estaban en contacto, ni que fuera con un simple roce que no contuviera rastro alguno de malicia. Pero entonces ella se dio la vuelta y se hizo un ovillo, juntando de nuevo su cuerpo con el de él. Las palabra que salieron de sus labios hicieron que, por un instante, apareciera en el rostro del varón un gesto de preocupación… hasta que se dio cuenta que aquél juego seguía en marcha.
¿Cómo se entendía, sino, que le estuviera asegurando que no se encontraba bien cuando sus vestiduras seguían caídas a la altura de sus caderas? Si se encontrase realmente mal, tampoco habría tenido aquél brillo, tranquilo y a la vez juguetón, que había contemplado en ella antes de que se rompiera el contacto visual. Claro que él no se lo iba a echar en cara… era un actor, y cabía mencionar que Brigitte no lo hacía tan mal, no le podía engañar así como así. Pero decidió seguirle el juego.
Sus manos comenzaron a deslizarse en delicadas caricias por los antebrazos y los hombros de la doncella. Las yemas de sus dedos comenzaron a recorrer, al cabo de unos segundos, la mayor parte de la espalda que había quedado al descubierto, causándole estremecedoras cosquillas en ambas zonas de la espina dorsal. Tan suaves y agradables resultaban que no tardó en ponérsele a la dama la piel de gallina. Estuvo largos minutos agasajando a aquella parte tan delicada de su cuerpo, escuchando como respiraba y, gracias a sus sentidos, aquellos latidos tan acelerados. Sonrió con dulzura mientras acercaba su rostro a la nuca de ella, que seguía dándole la espalda.
− ¿Así que te sientes mal? Dime, entonces, quué puedo hacer para aliviarte de esas molestias que padeces –pronunció, fingiendo desconocer que sabía de la farsa de su malestar, pero sin decirlo claramente para no arruinarle su divertimento.
Le había susurrado al oído de una forma tan sensual al tiempo que le hacía pequeñas caricias con su perilla, que de buen seguro que la piel de esa zona también se le erizaría. Después se desvió en un continuo roce aquél cuerpo femenino tan hermoso, hacia la parte diestra del mismo, que era la que se hallaba alejada del lecho. Allí, en la zona lateral de su cuello, depositó un dulce beso, manteniéndose fiel a sus propias condiciones acerca de la ociosa apuesta que habían iniciado por acuerdo mutuo.
Sus orbes, del color de las aguas resplandecientes, captaron la sutil y breve sonrisa. Sí, por desgracia algo tan insignificante no podía pasársele por alto, pero si algo había entendido de Brigitte es que se trataba de una persona que poseía cierto orgullo inquebrantable. ¿Y quién mejor que alguien como el propio Noah para comprender ese morboso y delicado sentimiento? A fin de cuentas, había ocasiones en las que sacaba a relucir su personalidad primitiva, pero eso no le impedía mantener un sempiterno dominio sobre sus impulsos. Llevaba en lo más profundo de su ser aquella fuerza dominante que tanto caracterizaba a su raza, pero precisamente eso era lo que le facilitaba a él que pudiera mostrarse tan… dulce: demasiado frustrante habían sido las situaciones en las que parecía no poseer ningún control sobre la llamada proveniente de su sangre.
Lamentablemente, parecía que lo bueno no duraba eternamente. Cuando creía que ya no le podía sorprender más, la doncella se guardó bien de no tocarle. ¿Acaso la había importunado a tal extremo no sólo el susto, sino lo que pasó después? Sabía que el juego aún no se había terminado, pero él se sentía cómodo cuando sus cuerpos estaban en contacto, ni que fuera con un simple roce que no contuviera rastro alguno de malicia. Pero entonces ella se dio la vuelta y se hizo un ovillo, juntando de nuevo su cuerpo con el de él. Las palabra que salieron de sus labios hicieron que, por un instante, apareciera en el rostro del varón un gesto de preocupación… hasta que se dio cuenta que aquél juego seguía en marcha.
¿Cómo se entendía, sino, que le estuviera asegurando que no se encontraba bien cuando sus vestiduras seguían caídas a la altura de sus caderas? Si se encontrase realmente mal, tampoco habría tenido aquél brillo, tranquilo y a la vez juguetón, que había contemplado en ella antes de que se rompiera el contacto visual. Claro que él no se lo iba a echar en cara… era un actor, y cabía mencionar que Brigitte no lo hacía tan mal, no le podía engañar así como así. Pero decidió seguirle el juego.
Sus manos comenzaron a deslizarse en delicadas caricias por los antebrazos y los hombros de la doncella. Las yemas de sus dedos comenzaron a recorrer, al cabo de unos segundos, la mayor parte de la espalda que había quedado al descubierto, causándole estremecedoras cosquillas en ambas zonas de la espina dorsal. Tan suaves y agradables resultaban que no tardó en ponérsele a la dama la piel de gallina. Estuvo largos minutos agasajando a aquella parte tan delicada de su cuerpo, escuchando como respiraba y, gracias a sus sentidos, aquellos latidos tan acelerados. Sonrió con dulzura mientras acercaba su rostro a la nuca de ella, que seguía dándole la espalda.
− ¿Así que te sientes mal? Dime, entonces, quué puedo hacer para aliviarte de esas molestias que padeces –pronunció, fingiendo desconocer que sabía de la farsa de su malestar, pero sin decirlo claramente para no arruinarle su divertimento.
Le había susurrado al oído de una forma tan sensual al tiempo que le hacía pequeñas caricias con su perilla, que de buen seguro que la piel de esa zona también se le erizaría. Después se desvió en un continuo roce aquél cuerpo femenino tan hermoso, hacia la parte diestra del mismo, que era la que se hallaba alejada del lecho. Allí, en la zona lateral de su cuello, depositó un dulce beso, manteniéndose fiel a sus propias condiciones acerca de la ociosa apuesta que habían iniciado por acuerdo mutuo.
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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Re: Cristales rotos y un dolor de cabeza
Brigitte por unos momentos no supo lo que podía pensar Noah de ella. No decía nada ni tampoco le sentía. No hasta que de repente sintió un pequeño escalofrió proveniente de su espalda, la estaba tocando. De repente su presencia se hizo presente. Como si segundos antes se hubiese esfumado y ahora de repente volviera a aparecer tras de ella. Pero no, la verdad era que nunca se había marchado. Solo había sido su mente que le había jugado una mala pasada. ¿Se habría creido sus palabras? No se veía precisamente preocupado..no con esas caricias. Las yemas de él eran especialmente suaves acariciandola, tanto como lo habían sido antes de que fuesen interrumpidos por el cliente insatisfecho. Entonces ¿Porque ahora lo notaba tan..diferente? Sí, no se sentía igual. Antes las caricias le eran relajantes, tranquilizantes. Ahora la estaban poniendo de lo más nerviosa ¡Y el corazón no dejaba de latirle con fuerza.
Tenía sus manos juntas y sobre su pecho. Sus brazos prácticamente los cubrían y los apretujó ligeramente cuanto más se acercaba. Más cerca y más cerca. Podia sentir su aliento cada vez más cerca y tenía ganas de huir. De salir corriendo por esa sensación que era todo lo contrario a asquerosa..o desagradable. Como solía sentarle que los hombres le respiraran en la nuca ¿Desde cuando le gustaba? Solo muy pocas veces..a penas contadas con los dedos en caso de que su mente llegara a recordarlas. Porque había sido tan pocas y ella a veces podía resultar tan negativa que no había manera de que se quedara con ellas. ¡Era muy terca! Sobretodo en lo referente a asuntos de cama, si algo se sentía -a menudo- era una sabelotodo. Porque se creían inquebrantable. Intocable por propia voluntad. Porque por eso se mostraba tan creida frente a quien no fueran clientes o incluso frente a clientes. Sí, tenía esa osadía. Porque era parte de su espíritu que no dejaba de luchar. Era parte de ella.
Y precisamente lo que hizo no fue salir corriendo. Se encurbó encogiendose en posición prácticamente fetal cuando sus labios rozaron su piel ¡Ah! Sintió de repente algo duro bajo sus brazos. Sus pezones con ese último escalofrío se había puesto completamente duros. No podía dejar que los viera ¿No? ¿Todavía seguían jugando? Ya no tenía ni idea. Ella simplemente había intentado fingir. Fingir para ver cual sería su reacción y no había podido ser más..sensual. ¿Sensual o simplemente cariñosa? Porque ya nisiquiera sabía distinguirlo porque desde que le había visto cambiar..lo sentía diferente. Sí, su cuerpo había dado un cambio que no sabía interpretar. Antes, nisiquiera le había tomado enserio ¿Cómo iba a poder excitarla? Ahora dudaba que pudiera mantenerse si seguía tocandola por mucho más.
- Yo.. - carraspeó, la voz no le salía. Y esta vez no fingia. Cerró los ojos y volvió a abrirlos. Parpadeó ligeramente un par de veces. De alguna manera tenía que salir de allí sin que él se diera cuenta. Porque no quería que ganara. Y posiblemente si él continuaba..ganaría. Brigitte no apostaba si no sabía que iba a ganar. No le había propuesto todo aquello de no haber estado segura de que sería imposible que consiguiera excitarla ¡Pero ese cliente tenía que haberlos interrumpido! Y todo tenía que haber cambiado. Se relamió los labios, empezaba a notarlos secos. Bastante secos - Noah.. - susurró al mismo tiempo que cerraba los ojos. Un susurro que no pretendió que él escuchara porque había sido únicamente para ella. Como si con eso el la salvara o la sacara de esos pensamientos confusos.
Sin embargo, sabía que tenía que huir. - Creo que..iré a darme una ducha..me siento acalorada.. - confesó. Esta vez en su tono de voz podía notarse el pequeño sufrimiento que estaba sintiendo en ese momento. Sin pensarlo, volteó el rostro para mirarlo. Lo volteó sin recordar lo cerca que estaba - Tú..esto.. - sus ojos se cruzaron con los de él y..¡se olvidó de lo que había dicho! De lo que iba a decirle - Se me ha olvidado lo que iba a..decirte.. - nisiquiera parpadeó. Solo se quedó mirando sus ojos. Volvían a tener su color normal y, por unos segundos, se perdió en ellos.
Tenía sus manos juntas y sobre su pecho. Sus brazos prácticamente los cubrían y los apretujó ligeramente cuanto más se acercaba. Más cerca y más cerca. Podia sentir su aliento cada vez más cerca y tenía ganas de huir. De salir corriendo por esa sensación que era todo lo contrario a asquerosa..o desagradable. Como solía sentarle que los hombres le respiraran en la nuca ¿Desde cuando le gustaba? Solo muy pocas veces..a penas contadas con los dedos en caso de que su mente llegara a recordarlas. Porque había sido tan pocas y ella a veces podía resultar tan negativa que no había manera de que se quedara con ellas. ¡Era muy terca! Sobretodo en lo referente a asuntos de cama, si algo se sentía -a menudo- era una sabelotodo. Porque se creían inquebrantable. Intocable por propia voluntad. Porque por eso se mostraba tan creida frente a quien no fueran clientes o incluso frente a clientes. Sí, tenía esa osadía. Porque era parte de su espíritu que no dejaba de luchar. Era parte de ella.
Y precisamente lo que hizo no fue salir corriendo. Se encurbó encogiendose en posición prácticamente fetal cuando sus labios rozaron su piel ¡Ah! Sintió de repente algo duro bajo sus brazos. Sus pezones con ese último escalofrío se había puesto completamente duros. No podía dejar que los viera ¿No? ¿Todavía seguían jugando? Ya no tenía ni idea. Ella simplemente había intentado fingir. Fingir para ver cual sería su reacción y no había podido ser más..sensual. ¿Sensual o simplemente cariñosa? Porque ya nisiquiera sabía distinguirlo porque desde que le había visto cambiar..lo sentía diferente. Sí, su cuerpo había dado un cambio que no sabía interpretar. Antes, nisiquiera le había tomado enserio ¿Cómo iba a poder excitarla? Ahora dudaba que pudiera mantenerse si seguía tocandola por mucho más.
- Yo.. - carraspeó, la voz no le salía. Y esta vez no fingia. Cerró los ojos y volvió a abrirlos. Parpadeó ligeramente un par de veces. De alguna manera tenía que salir de allí sin que él se diera cuenta. Porque no quería que ganara. Y posiblemente si él continuaba..ganaría. Brigitte no apostaba si no sabía que iba a ganar. No le había propuesto todo aquello de no haber estado segura de que sería imposible que consiguiera excitarla ¡Pero ese cliente tenía que haberlos interrumpido! Y todo tenía que haber cambiado. Se relamió los labios, empezaba a notarlos secos. Bastante secos - Noah.. - susurró al mismo tiempo que cerraba los ojos. Un susurro que no pretendió que él escuchara porque había sido únicamente para ella. Como si con eso el la salvara o la sacara de esos pensamientos confusos.
Sin embargo, sabía que tenía que huir. - Creo que..iré a darme una ducha..me siento acalorada.. - confesó. Esta vez en su tono de voz podía notarse el pequeño sufrimiento que estaba sintiendo en ese momento. Sin pensarlo, volteó el rostro para mirarlo. Lo volteó sin recordar lo cerca que estaba - Tú..esto.. - sus ojos se cruzaron con los de él y..¡se olvidó de lo que había dicho! De lo que iba a decirle - Se me ha olvidado lo que iba a..decirte.. - nisiquiera parpadeó. Solo se quedó mirando sus ojos. Volvían a tener su color normal y, por unos segundos, se perdió en ellos.
Brigitte Guielle- Humano Clase Baja
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