Victorian Vampires
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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Thorna Shapplin1 Lun Abr 02, 2012 4:38 am

Con lentos y firmes pasos avanzaba. Atrás habían quedado los guantes de seda y las abultadas faldas que le caracterizaban, siendo el atuendo presente cargo y reflejante de cierta masculinidad; las bombachas oscuras a juego con el abotonado saco que apenas dejaba a la vista una clara camisa que arropaba el cuello de la sobria fémina que llevaba su alrga cabellera completamente recogida.

No tardo mucho en arribar al hotel donde era de su conocer que su objetivo se encontraba. Mientras los tacos de sus botas apenas resonaban sobre el alfombrado pasillo, los fríos orbes de Thorna vislumbraban como en completo silencio todos aquellos que se hospedaban en las diferentes habitaciones de aquel piso eran cautelosamente desalojados por los empleados del edificio, quienes habían sido informados por sus respectivos superiores que dicha acción debía llevarse a cabo por temas relacionados con la Iglesia y la policía. Nadie se atrevió a cuestionar o indagar mas profundamente sobre dichas ordenes, cumplidas al pie de la letra y sin reflexión alguna.

Una amenazante y cargada ballesta de mano era firmemente sostenida por la diestra de la dama que, analítica y sosegada como de costumbre, irradiaba de una peculiar sensación que parecía despojarse incoscientemente en su mismo respirar.
Pese al exhaustivo entrenamiento en defensa personal y utilización de variadas armas, eran contadas las ocasiones en las que Thorna había hecho uso de dichos conocimientos frente a su contraparte, siempre estando como primera opción a la hora del enfrentamiento su arma más poderosa; la retorica. Pero aquella situación acreditaba mucho más que el uso de las palabras, mismas que semanas anteriores fueron manchadas con la tinta de la mentira, de la vil e innecesaria traición.

¿Acaso aquel acontecimiento que generaba el arribo de aquella mujer al hotel era una bofetada del destino por los engaños que ella misma generaba día a día frente a sus pares? Thorna era lo suficientemente racional como para dejar dicha cuestión en manos de algo incierto, como era el Dios al que simulaba adorar ciegamente.

Tres semanas atrás, había solicitado la cooperación de uno de aquellos inmortales a los que solía resguardar a cambio de ciertas informaciones, para ocultar el paradero de una bruja que estaba siendo buscada incansablemente por la Inquisición y a la que Thorna le convenía mantener viva, sobre todo por los excelsos dotes de la hechicera en temas respectivos a la clarividencia mediante el mundo de los sueños.
Sin problema alguno la solicitud fue bien respondida y la mujer partió con la seguridad que la inquisidora le daba en que estaría tranquila en su nuevo y momentáneo hogar hasta que la situación de su búsqueda se viera calmada dada su repentina desaparición. Sin embargo, no todo lo acordado con el inmortal que hospedaría a la bruja fue cumplido al pie de la letra, pues para cuando Thorna genero la primera visita nocturna hacia su aliada, el retrato de una aberración completa se había manifestado frente a sus orbes; donde la mujer yacía completamente sin un rastro de vida en sus opacos ojos, que como ultimo destello parecían haber querido impartir un sentimiento de misericordia completamente obviado por los sedientos vampiros que le rodeaban, deleitándose hasta con la ultima gota del templado fluido carmesí que radicaba en el cuerpo de aquella asesinada mujer que claramente debía ser protegida.
Antes de acabar con todos y cada uno de aquellos caminantes nocturnos, Thorna fue en búsqueda del responsable del amparo de la fallecida, casualmente habiendo éste abandonado la residencia sin aviso alguno a su espantada servidumbre que frente a sí vislumbraba la matanza proferida por la dama de Dios a los sobrenaturales.

Sí. Esa era la razón por la que la mujer yacía en aquel pasillo, deteniendo su andar frente al pórtico de la habitación donde el señor Gerard Krumm se había registrado noches atrás, acto que no tardo en llegar a los oídos de aquella que contaba con una eficaz cadena de informantes en la ciudad, mismos que no dejaban pasar dato por alto.
“312” vadeó de forma fugaz por su mente, habiendo memorizado las tres cifras con un sentimiento de exasperación por el mal accionar del vampiro ante su petición. Exteriormente serena, pero sumergida por la cólera, pateo la puerta de la recamara con una de sus piernas, anulando cualquier sensación de privacidad anteriormente generada, internándose sin permiso alguno en donde yacía el ingrato inmortal.

- Maldito inepto – despojó de forma casi mecánica al verle plácidamente apoyado sobre cabecera del catre donde éste se encontraba. Sin titubeo alguno y tiempo de reacción ajeno, la mujer alzo medianamente su brazo, extendiendo completamente el mismo hacia delante, apuntando a su presa con la alistada arma. El gatilleo prosiguió sin ningún sentimiento de duda. Y la metálica y afilada flecha se disparo con intención de ser incrustada tanto en el hombro del vampiro y luego en la misma pared a espaldas de éste. No había intención por parte de Thorna en darle muerte al que buscaba, pues antes necesitaba esclarecer ciertos acontecimientos. La dama odiaba hacer conjeturas teniendo la posibilidad de informarse de los hechos reales. De la fuenta pura en sí. Y aquella no seria la excepción.

-¿Acaso pensaste que te ibas a escapar de mi sin explicar el porqué de este engaño? – paso a cuestionar acercándose con lentos pasos hacia el condenado, vislumbrándole fijamente, casi sin parpadear. No había una pizca de indecisión en Thorna, dispuesta a tomar cartas en el asunto por aquella paga ingrata. Recordó que nunca nadie le había traicionado y nunca nadie se atrevería a hacerlo, por lo menos sin salir ileso de aquella falta que la determinante fémina consideraba imperdonable por parte de aquellos a los que protegía de la misma Inquisición a la cual servía.
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Mensaje por Gerard Krumm Lun Abr 02, 2012 12:59 pm

París, la cuna de los encantos. Una ciudad que se regodea en la calidad de obras maestra del arte y la cultura, enriqueciendo al mundo moderno con sus cualidades y enalteciendo el orgullo de la humanidad. Hoy París es fría, abrazadora y tenebrosa. Hoy la ciudad se marca con la tensión del drama trágico.

Durante mis siglos de vida, he visto incontables sucesos desarrollarse de manera heroica, trágica y hasta cómica. Hechos que se remarcan como históricos en los textos actuales y de los que en muchos he tenido la oportunidad de participar directa o… indirectamente. En mis tiempos donde abrazaba a mi existencia cálida y humana, la guerra solo se podía ganar de una forma, la violencia. El poder es fuerza y la fuerza es poder, tan sencillo como eso. No había razón para pensar diferente. Sin embargo fui bendecido con la eternidad. Un regalo o una maldición, es algo que en realidad carece de importancia. Lo único importante es aprender a existir con ella.

Es esta la razón en la que luego de muchas facetas, me di cuenta que así como yo cambié, el mundo también cambia, y aunque la guerra sigue existiendo, ahora el poder recae en otra herramienta, la información. El conocimiento absoluto de las circunstancias que me rodean, de las obvias y no tan obvias. Durante casi un milenio he sido un baúl recolector de información, las cuales siempre he sabido usar para mi beneficio. No lo negaré, mi interés solo recae en la gloria de mi existencia y nadie hasta ahora ha marcado la diferencia.

Hace unas semanas, surgió un trabajo con la inquisición. Nada fuera de lo usual. No era la primera vez que trabaja con este tipo de seres ideológicos. Lo he hecho mucho antes de que los antiguos de esta generación hubiesen nacido. Si yo obtengo lo que quiero, ellos obtienen lo que quieren. El resto es irrelevante, no caigo en el capricho de los porque. Sin embargo, si la situación se compromete actúo a mi conveniencia. En estas situaciones en el único que confío es en mí mismo. No hay héroes ni colaboradores. Yo soy el que decide quien vive y muere.

El trabajo era sencillo. Manipular los hilos conductores de información para hacer desapareces a una Bruja. Al parecer sus capacidades clarividentes resultaban de importancia. La inocencia humana no me deja de sorprender. El futuro siempre será incierto y el destino es sólo una mera fantasía construida para depositar su fe en circunstancias que no pueden controlar.

Así llegó aquella noche, en la que la inquisición, o mejor dicho Thorna Shapplin dio a mi caza. Sin saber que era yo quien realmente la había invitado. Recuerden soy un perfeccionista y no dejo cabo sueltos.

312” una sonrisa se dibujo en mi rostro, una característica que aunque poco usual en mí, no podía evitar gestar por lo predecible del asunto, en donde además, la misma mente de mi cazador lo traiciona ante mi bien recibida capacidad de leer tal libro abierto el engranaje de pensamientos y emociones que estos invocan, una habilidad muy reservada para mí y de la cual siempre he sabido sacar ventaja.

Todo sucede aparentemente en un instante, pero ante alguien a quien el tiempo le es irrelevante, no es más que otro mero suceso de la cotidianeidad. La irrupción violenta a la habitación por parte de aquella hermosa y letal hija de Dios fue seguida del chasquido característico de la ballesta, dando libertad al arpón que con potencia atraviesa mi hombro diestro fijándome al mural tras de mí. Frente a frente estábamos, y mi tes volvió a configurar la frialdad que la caracteriza, clavando los gemelos orbes celestes en mi contraparte.

-¿Acaso pensaste que te ibas a escapar de mi sin explicar el porqué de este engaño? – fueron las palabras que exclamo con cierta incomodidad. Cuestionando mis acciones.

-Cuide sus modales Srta. Shapplin, no queremos que un suceso de mal gusto para ambas partes tome lugar esta noche– Fueron mis palabras. Nunca pretendí ocultar mi arrogancia. Ella había sido entrenada por la Inquisición para combatir seres como yo, sin embargo yo he vivido mil años luchando con demonios mucho peores que una chiquilla con ínfulas de poder. Era alguien atormentada, no la culpaba, no obstante se desahoga con la persona menos indicada.

Mis palabras se esfumaron, al igual que el ente siniestro clavado en la pared. Una mera ilusión. Una creación habilidosa de mi voluntad. Quedando posicionado el real justo atrás de la inquisidora. Mi sombra la abrazaba. Mi intención no era matarla. Divertirme un instante, quizás.

-Si he pactado este encuentro es para informarle de la traición… aunque no de parte mía, sino de a quien usted creía proteger- mi sabiduría y control de los hechos se hacía notar, encadenando las palabras correctas en el momento preciso. La información era mi vida. Que manipulador sería si así no fuese. Seguramente las palabras generarían cierto revuelo disimulado en la dama. No sería para menos. Aunque tampoco dudaría que la naturaleza desconfiada de ella supusiera que sólo es una treta para mantener mi vida. Pero si así fuese ¿No estaría ella ya muerta? La posibilidad la tuve, pero esa nunca fue mi intención.
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Mensaje por Thorna Shapplin1 Jue Abr 19, 2012 10:23 pm

Aquellas palabras obraron de forma precisa en la mente de aquella, que en un simple parpadeo, en un cerrar y retraer por parte de sus finos parpados notaba como lo anteriormente vislumbrado no era más que una simple maqueta confeccionada por las magnificas habilidades que también caracterizaban a ciertos inmortales.

Sus orbes se posaron engorrosamente sobre la flecha incrustada en la pared, también en aquel desgarrado empapelado que era tomado como punto fijo mientras la completa y estática humanidad de la ofuscada fémina denotaba el pinzamiento propio de los ópalos ajenos que vislumbraban su espalda.
¿Por qué se había dejado llevar ante la cólera, ante el sentimiento eufórico allegado por aquella información que retumbaba en su cabeza? Sin tener respuesta certera ante dicha conducta –completamente opuesta a la doctrina instruida por la Iglesia- asumió que se encontraba en una situación vulnerable. Frente a sus propios ojos, Thorna había pasado de ser el victimario, a observarse como la victima de una escena que ella misma provocó a manos de su irrisoria imprudencia.

- Las cosas a medias no llevan a ninguna parte. Y hasta ahora lo único que sé es que encontré a quien debía proteger sin vida por una banda de inmortales que residían en su guarida, donde curiosamente usted no estaba. Así que será todo un placer escuchar sus explicaciones señor Krumm… - glosó, tratando de mantener la calma y atreviéndose solamente a llevar su cabeza a un lado, visualizando al sombrío caballero por encima de su hombro derecho.
¿Serían sus palabras ciertas y aquella que parecía encontrarse en apuros solamente fingía a fin de arribar a otras intenciones? ¿O todas aquellas habladurías simplemente eran una hábil treta del condenado para dejar sus manos limpias del asunto? Aunque si eso quisiera en verdad, ella ya hubiese muerto, era consciente de que aquella mínima falta había dejado su vida en manos ajenas, por lo menos por unos instantes, pues Thorna siempre llevaba un as bajo la manga. Una ficha que jamás le fallaría.
-… Y prometo que la próxima no fallará - añadió tras un transitorio silencio, que solo dejaba a la percepción del oído como los pequeños y meticulosos engranajes de su arma advertían como la misma era cargada con un nuevo arpón proporcionado por las propias manos de su poseedora, quien con sus accionares dejaba bien en claro cuales serían las medidas a llevar adelante si los esclarecimientos ajenos no llegasen a convencerle.
Era inevitable para la damisela enmarcar su privilegiada posición en el tablero, incluso cuando llevaba sobre sus espaldas –literalmente- todas las de perder. Un titubeo percibido por aquellas bestias era más que suficiente para sentenciarse a una vida bajo sus órdenes. Y en el caso de Thorna, aquella no era una opción válida en absoluto.

Lleno sus pulmones de aire y se volteó en un giro brusco, ágil. El dedo se posó en el gatillo de la ballesta, que para aquellos momentos reposaba a un lado de su cuerpo, a la altura de las caderas. Su mente se encontraba enteramente en blanco, sin pensamientos exactos al momento en que sus orbes recayeron sobre aquellos celestes, envolventes, propios de los chupasangres. Y era por esa misma razón que la astuta mujer había nublado su mente, para no ser convencida por el poder que Gerard podía infligir sobre ella, sino todo lo contrario, sus palabras, sus explicaciones debían ser las que cumplieran la función de liberarle de aquel destino que la Inquisidora tenía planeado para él. Fuese bajo su mano o la ajena, el germánico estaba sentenciado a la muerte de no proyectar algo convincente a su analítica contraparte. Y nada bajo su majestuoso poderío iba a poder cambiar esa realidad que le sería impuesta de no darse lo esperado.
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Mensaje por Gerard Krumm Sáb Mayo 05, 2012 10:20 pm

Tras una aguda belleza se encontraba una ponzoñosa asesina. Sus movimientos, aún para ser humanos, eran bien dotados. No por nada era la líder de su facción, que sin importar qué, determinaban una cosa muy importante, que ella era la mejor de entre muchos. Su carácter recio y frívolo no resultaban más que una máscara para el vórtice sentimental de su interior, que como libro leo placenteramente, pero como todo un caballero respeto. A la final todos tenemos secretos que queremos ocultar.

El ambiente era tenso y la presión probablemente sofocaría a los más débiles y sensibles; pero luego de tantos siglos de batalla, de duelos sin sentido y discusiones descabelladas, estas circunstancias pasan a hacer solo un hábito casi cotidiano. No por nada he pasado casi un milenio vivo. Aunque claramente estoy en la frontera entre la verdadera muerte y mi subjetiva existencia, mis nervios siguen tan calmos como de costumbre. Mi fría y elocuente esencia se mantiene intacta y virgen. Falta mucho más que una ballesta empuñada por una valkiria para hacerme sentir de nuevo el miedo que no siento desde hace siglos.

-Por favor Srta Shapplin ¿En realidad hay necesidad de esto?...- comento irónico mientras observé con detenimiento la punzante punta de flecha que emergía amenazadora contra mí persona, buscando dialogar lo más calmos posibles, ya que de verme en la necesidad de liberar las cadenas de mi demonio era un desagradable gusto que me quedaría por finiquitar con una de mis mejores fuentes.

Despectivo ante el peligro, contornee mi cuerpo hacia un costado, deslizándome con un taconear de pasos por la habitación silenciosa que segundo a segundo acumulaba más tensión. Mi objetivo, una mesa de licores en donde reposaba un exquisito whisky que solicite momentos antes de la llegada de mi invitada. Con paciencia tome un vaso y lo bañe con el néctar ámbar, cuyo contenido me permití saborear levemente. Una delicia.

-Dígame Srta Shapplin ¿Le gusta el teatro? Sin duda algo esplendido, una gran expresión del arte… una en la su difunta protegida, resultaba muy buena- expreso locuaz y atrevidamente, siempre mostrando mi orgullo como un banderín de guerra –Tres días antes de que solicitara mis servicios y llegará a mí con su tan preciada hechicera, mis informantes me revelaron que existe una red de espías paralelas en París, recolectando información como agentes dobles… ¿irónico no? Ovejas con piel de lobos… aunque la traición siempre ha sido parte de la naturaleza humana, tan fáciles de corromper- palabras detalladas y atrevidas que expreso reveladoramente hacia la fiel inquisidora, pausando entre ideas con un sorbo de licor –Sin embargo, cuando usted llegó a mí con la joven bruja todo se iluminó claramente. Quizás pecando de inocente y en la confianza que depositó en Ud., nunca pensó que su protector sería un vampiro, y peor aún para ella que toda su mente, sentimientos, recuerdos e información quedó a mi merced… Toda su actuación no era más que una treta bien elaborada y ejecutada en donde no es para sorprenderse que hubiese sido usted víctima…-

El discurso, aún a pesar de lo directo, estaba seguro que no plató más que dudas a la inquisidora a quien sin dejarla de observar, podía sentir como se bañaba de valor para desafiarme en un duelo de miradas un tacto electrizante. El silencio se hizo nuevamente presente.

El juego de verdades y mentiras, apenas comienza.
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Mensaje por Thorna Shapplin1 Lun Mayo 21, 2012 5:53 pm

Pese a que era consciente de que no era conveniente revelar siquiera un mínimo vestigio de sentimiento alguno ante aquellas palabras que podían ser ciertas o no, un leve fruncimiento de su entrecejo advertía de la molestia generada en base a la noticia impartida.
¿Serían esos comentarios ciertos? No había forma ágil de averiguarlo, después de todo la hechicera estaba muerta y nada sabía Thorna sobre esa estirpe de dobles informantes mencionada, asunto que llamaba extrañamente su atención, pues no había nada en París que escapara de su conocimiento.

¿Entonces solo quedaba fiarse de la palabra de aquel sereno y confiado inmortal? La realidad también marcaba que no había razón clara por la que éste hubiese obrado de aquella manera. Pero como él mismo había dicho, los humanos son fáciles de corromper. Y Gerard había sido uno de ellos también. Muucho tiempo atrás, pero lo había sido al fin.

La mano tensa sobre la ballesta lentamente se vio relajada. El arma ya reposaba a un lado del cuerpo de la Inquisidora, quien no despegaba su punzante mirar del germánico. Las últimas palabras de éste aún resonaban en su cabeza, molestándola: “…no es para sorprenderse que usted hubiese resultado víctima”. Thorna jamás se había vislumbrado así frente a nadie, ni siquiera ante el máximo exponente de la Inquisición, al cual mantenía satisfecho y sin dejo de sospecha alguno sobre sus peculiares acciones.

- Señor Krumm, cada una de sus palabras pueden tildarse de creíbles sin duda alguna, más no existen pruebas que las respalden. Comprenderá que puedo hacer mi jugada y confiar en usted por aquella fidelidad que ha manejado para conmigo en anteriores ocasiones… - los medidos vocablos fueron impartidos al mismo tiempo que su andar la llevaba lenta y grácilmente hacia el estropeado pórtico de la habitación. Extrañamente, la calma a su persona parecía haber arribado nuevamente. Pero que le diera la espalda al condenado sin reparo alguno no era un simple acto de la casualidad. En efecto, sus oídos ya se habían percatado del minucioso resonar de aquellos pasos que reconocía sin siquiera tener la necesidad de posar vista en la persona que los generaba.
Se había detenido en el pasillo, esperando su entrada triunfal, su momento de entretenimiento con una bestia que lo sería todo salvo fácil de domar. Pero Oksana amaba los retos. Adoraba proyectar su capacidad, su tenacidad y sobre todo, su completa entrega para toda misión encomendada. No por algo, la detallista Thorna había aceptado que fuese ella su servidora más cercana.

-… Sin embargo, están aquellas mentes a las que sus palabras no convencerán tan fácilmente - adhirió maliciosamente, observando al vampiro por encima de su hombro por un instante, justo antes de abandonar la habitación. Una seña, que para muchos hubiese sido imperceptible, fue despojada en el alfombrado y desolado pasillo del hotel. No había necesidad de un intercambio de palabras. Aquellas dos mentes estaban al tanto de lo que debía hacerse y de lo que no. Sabía que nadie perecería en aquel encuentro, sin embargo existían momentos en los que era necesario ajustar la soga al cuello de aquellos sobrenaturales con quienes interactuaba, sobre todo con los que eran conscientes de su verdadero poder. Thorna era una traidora para con la Iglesia y no podía darse el lujo de tener a su alrededor a ningún colaborador corrupto que obstaculizase sus precisos planes para con la Santa Sede. Una mínima falla y Alejandro II no tardaría en descubrirlo todo, haciéndose con su cabeza y con ello lo peor; la anulación completa de todos los años de avance de la inquisidora.
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Mensaje por Oksana Derevya Jue Mayo 31, 2012 2:04 pm

En estas circunstancias, mantener la mente en blanco resultaba una habilidad que pocos sabíamos controlar, no se sabía a ciencia cierta qué tipo de seres sobrenaturales confrontábamos día y noche por lo que procuraba pensar mis acciones mucho antes de enfrentarlos. Días antes la líder de mi facción había confiado en mí para realizar una importante misión sin conocimiento para la Inquisición, como bien sabia yo, teníamos razones muy particulares que tanto Thorna y yo coincidíamos y protegíamos a como dé lugar.

Decir que una cita finalmente se había llevado a cabo en una de las habitaciones de ese hotel, sería descabellado, me causaba furor tener que encontrarme, de nuevo, con vampiros, aunque ellos me recordaban a mi antiguo corazón perdido en alguna parte del mundo, situación que desmedidamente sabía desde mi entrada a la santa sede. Mi mente era un libro blanco, siniestro, misterioso y sin nada más que letras invisibles planeadas y pensadas previamente. Yo aguardaba meticulosamente en las afueras de la habitación escuchando con detenimiento lo que se hablaba dentro de ésta. Ella por el contrario, parecía haber encendido una mecha que seguía su curso consumiéndose. El forastero chupasangre, buscaba las maneras de controlarla, aprovechándose de lo que sabía.

Los vampiros, eran los seres más pretenciosos y poco humildes que conocía, descarados, cínicos y sin escrúpulos, si algo tenían de lo que enorgullecerse era de su instintiva personalidad. Cuanto más me daba cuenta de lo que sucedía dentro de aquel lugar mis ojos se encendían en dos fuegos llameantes enardecidos por el coraje. Nadie, mucho menos un ser sin vida, abusaría de sus propiedades en contra de una inquisidora, más que una simple líder, se trataba de la amiga que jamás habia tenido. Acabar con el maldito bastardo lleno de sangre ajena, revolvía una y otra vez en mis vísceras ya que en mi mente al más mínimo destello de pensamiento él lo sabría.

Si tenía o no razón sobre sus informantes eso no lo sabríamos, someterlo a la línea de la muerte, era una táctica imprescindible, que no fallaba. Reconocer el temor en los ojos de esos inmortales era una droga para cualquiera que defendiera la Fe de la iglesia, pero para mi, resultaba más gratificante aún. Sobre todo si los inmortales eran capaces de traicionar con el afán de beneficiarse a sí mismos. Yo no creí en ninguna de sus palabras, sus menciones parecían toscas y hasta calculadas; me retorcían por dentro ¿Era posible seguir pactando con un vampiro al cual no se sabía su maldita traición? ¿Acaso decía la verdad?, su fama no era muy prestigiosa, no eran muy conocidos por su lealtad, tampoco por sentir aprecio o preocupación por los mortales.

De pronto las palabras del hombre en el interior del cuarto detonaron mis acciones - Peor aún para ella que toda su mente, sentimientos, recuerdos e información, quedó a mi merced –

-¡Maldito!- empuñe mis manos con una fuerza tal que mis dedos se entumieron por completo, impidiendo la circulación de la sangre hasta ellos. Tanto las palabras como las acciones sonaron en una sola, además de que era el momento perfecto para atacarlo, se encontraba desprevenido con la líder de mi facción. Rodé por el suelo con una habilidad impresionante y precisión también, impulsándome con los pies me lancé en un salto hasta la espalda del vampiro al cual atrapé con mis piernas y ambos brazos afianzándome a él y una estaca apuntándole firme, sin titubeo alguno exactamente en el cuello. Si yo fallaba, estaba segura que Thorna no lo haría.

- Directo al corazón será la próxima vez que no digas la verdad maldito bastardo, sólo seres como tú, tan ruines y repugnantes, pueden hacer lo que has hecho, si dios perdonara a los malditos como tú, me encargaría de cazarlo hasta a él!!!- mis palabras salieron como serpientes punzantes, que se arrastraban sin temor a soltar la ponzoña que traían dentro, las estaba guardando para ésta ocasión - ¡No intentes jugar con nosotras, que no estas frente a unas simples novatas, habla o te mataremos !- en mis entrañas se revolvía las vísceras, punzantes del enorme coraje que contenía. Mis ojos severos opacaban su brillo al observar al no muerto, nada iba a engatusarme, ni siquiera él. Matarlo no era una opción, debía hacerlo y hacerlo YA!.
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Mensaje por Gerard Krumm Lun Jun 04, 2012 5:17 pm

Las palabras, aunque en la actualidad pueden llegar a ser más letales y destructivas que un arma, no cabe duda que si se necesita algo instantáneo y preciso no hay nada como la fuerza bruta. No se esperaba una respuesta inferior de esta proveniente de la inquisición, que con una máscara de hipocresías y mentiras se dan puñaladas de pecho, haciendo justicia en nombre de un Dios que no respetan y que sólo usan de pantalla para sus morbosos planes avariciosos. Si hablamos de monstruos y demonios, los Inquisidores no son más que hermanos con los que compartimos el mundo ruin que pretendemos vivir día a día.

Esplendido despliegue de habilidad la que demostró la traicionera intromisión de la joven dama que segunda a Thorna. No era de extrañar una táctica así, una distrae y la otra apuñala por la espalda, una limpia ejecución que no debe tener pierde, menos provenientes de lo más alto de la línea de mando de una de las facciones de la inquisición.

La juventud de aquella niña solo era una fachada para la descontrola bestia que dice cazar en nombre de Dios. Sin embargo un hecho curioso es el haber logrado pasar desapercibida. Engendró un vacío en su mente y corazón, nublando mi percepción de ella. Muy habilidosa y ejemplar, un espécimen que me resulta muy interesante. Tal capacidad, combinada con aquella fuerza que invocaba amenazante sin duda daba origen a una muy prometedora asesina… su única debilidad, es ser humana. Una lástima.

El tiempo me ha hecho tratar con las escorias más repugnantes que el mundo pudo haber conocido. Desde mi vida como humano hasta el presente. Claro está que, cómo todo, han evolucionado en su gran mayoría, siendo portadores ahora de poder y riquezas, algunos visten de sombrero y frac mientras que otros de falda y tacón. Si los vampiros somos el mal, la humanidad es el parásito que intenta copiarnos. Un buen intento para alcanzar la perfección, pero no lo suficiente.

-Deberías controlarla más Thorna… eso pudo haber sido muy peligroso- De la habitación frente al 312, emergió una figura masculina la cual curiosamente esgrime mi mismo tono de voz ¿Curioso? ¿Casualidad? Nada más lejos de la realidad, cuando no era otro más que yo, el mismo demonio que la chiquilla inquisidora atrapa entre sus brazos –No queremos que ninguna de las dos muera… sería, malo para mi negocio, una relación tan cuidada y conveniente como la de nosotros, sería una pena arruinarla por un desliz como este- La arrogancia de mis palabras no intentaban ocultar ningún sentimiento. Ellas me atacan y mi paciencia tiene límites, algo que quería dejar bien en claro cortando el camino de salida de la medusa de dorados cabellos que se hacía llamar Thorna Shapplin.

Lo inverosímil de la escena era solo equiparable al paradigma que debe causar el sólo intentar pensar que está ocurriendo. La estupidez no es sinónimo de experiencia longeva. No soy tan ingenuo para aceptar una invitación de la inquisición a un cuarto, no, una jaula, donde me puedan acorralar. Soy un cazador no una presa y estaba por dejar bien en claro ese punto.

El silencio desde mis últimas palabras únicamente podía invocar una intriga. Dos demonios ¿realidad o fantasía? La respuesta resultó ser más compleja, cuando todas las puertas del tercer piso del hotel, exactamente veinte puertas, se abrieron de par en par, emergiendo reflejos de mí de cada uno de ellas. Idénticos todos, ropa, peinado, postura, cabello, mirada. El juego retorcido posicionó todas sus fichas.

Las ilusiones son mi especialidad, una habilidad que había desarrollado muchos siglos atrás en honor al recuerdo del brujo de mi camada humana. Claro está que llegar al nivel bizarro de distorsionar aparentemente la realidad requirió de mucho esfuerzo de mi parte, numerosas veces acercándome a la muerte, nuevamente. Pero para ellas, tomarse el tiempo de descubrir que era ilusión y que era fantasía era algo que a partir de este momento debían tratar con mucho cuidado, un paso en falso y no dudaría en acabar con todo esto.

-La violencia… no es buena… para esta… relación- palabras que se conjugaban en rima morbosa. Cada renglón mencionado por un Yo distinto, quienes inmóviles sólo se limitaban a clavar su mirada y sonrisa cínica en las Thorna, mientras que aquel que era aprisionado por la segunda dama, sólo se limito a esbozar una sonrisa retorcida. Nada es lo que parece, ni siquiera cuando lo miras detenidamente –Si quieren… las pruebas… que buscan… sobre la mesa de noche… encontraran lo que necesitan- nuevamente la ecualización de los “Gerards” se hace presente, indicando con perspicacia la posición de un folio que prepare con la información de utilidad para mis ‘compañeras de la inquisición’ –es imposible no darse cuenta del sarcasmo-. Nombres, direcciones y contactos de la red de insectos que están jugando en un tablero que no es de ellos. Me convenía que la inquisición los erradicara, más libertad para mí, buen negocio para ellos.
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Mensaje por Thorna Shapplin1 Jue Jul 12, 2012 12:26 am

En su interior, Thorna mantenía oculto cierto sentimiento de admiración hacia aquellos entes sobrenaturales, estuches singulares que resguardan un misticismo solamente equiparable a la numerosa cantidad de habilidades que les hacen “peligrosos” según la opinión general. Sin embargo aquel sentir positivo y respetable se esfumaba de la cabeza de la inquisidora cuando era su posición la que se vislumbraba mal parada en base a los trucos de aquellos supuestos enemigos ¿Una cuestión de orgullo tal vez? En absoluto, pues todo radicaba en la conveniencia y toda escena que dejase a Thorna en desventaja era merecedora de su desprecio, un malestar que no estaba dispuesta en aquel momento a manifestar ni interna ni superficialmente por más que el longevo condenado se empecinase en indagar en sus pensamientos.

Aunque su mente gustase de creer que todo aquel espectáculo se trataba de una nueva e ingeniosa treta por parte del vampiro, eran sus ojos los que caían en la trampa, intentando palpar aquello que veían plasmado con tanto detalle, con tanta minuciosidad. No había siquiera un milímetro en aquellas humanidades que se diferenciasen con el resto. Todas idénticamente iguales, respirando innecesariamente al unísono. Y cada segundo de aquel ápice temporal se daba para su enojo, frente a sus ojos y presencia. Ni más, ni menos.

¿Lo pertinente? Podría ser el accionar habilidosamente y bajo ciertos factores ir eliminando supuestos en cuanto a la verdadera imagen del chupasangre, pero la verdad es que dicho movimiento podría llevarle mucho tiempo, más del con el que contaba en realidad. Dejó recaer sus parpados por una sensación de impotencia que debía ser manifestada, aunque sea en aquel pequeño gesto. Su plan no había funcionado, Thorna había pasado de ser la encerradora a la encerrada. Y lo peor de todo es que debía resguardar tanto de su vida como la de su mano derecha que en cierta forma nada tenia que ver con aquel asunto paralelo a las labores eclesiásticas. Oksana debía si o si salir ilesa de aquel encuentro, sino como explicaría su deceso en la Inquisición. Tenía presente que excusas sobraban, pero lo mejor era no hacer recaer ninguna mirada en sus acciones, no podía darse el gusto de ser aún más vigilada.

- Oksana, los folios sobre la mesa de noche, ahora - ordenó con voz firme y medida al mismo instante en que sus párpados se retrajeron y sus penetrantes ópalos se incrustaron cuan estacas en la imagen del vampiro frente a su persona, centrándose solamente en aquel ente y procurando anular en su pensamiento la presencia de todos aquellos minuciosos clones que en la mas pura realidad, nada podrían hacerle. Sus voces en forma de eco lentamente comenzaban apagarse en la mente centrada de aquella que solo hilaba en sus pensamientos las posibles soluciones a la situación que incómodamente afrontaba.
Pero no había otra opción, el condenado tomó la batuta del concierto y ahora solo quedaba seguir sus pasos. Apenas tuviese los documentos en su mano analizaría rápidamente los mismos para confirmar que la verdad estuviese impresa en aquellos escritos, de lo contrario la inquisidora se vería en la obligación de accionar en nombre de la fuerza una vez más, pero en esta ocasión se encargaría de sacar a Oksana del campo de batalla. Ella sola se encomendaría hacia el inmortal, con todo el peso en consecuencias que eso implicase. Pero de allí, las cosas debían salir claras, pues no había mínimo espacio para el error ni el engaño. Paradójicamente la vida de Thorna estaba en juego tanto dentro del hotel como fuera de el, bajo el poder de dos entes totalmente opuestos. Como bien dice el dicho “no se puede estar bien con Dios y el Diablo al mismo tiempo” y finalmente el día de romper con la suerte de aquella fusión había llegado. Solo restaba saber si la verdad o la mentira residían en los documentos del germánico. Ridículamente Thorna deseaba que todo aclaración yaciese allí, en lo que sus ojos solo podían traducir.
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Mensaje por Oksana Derevya Vie Ago 17, 2012 8:56 pm

Tal fue mi sorpresa cuando el cuerpo de quien supuestamente estaba preso en mis brazos no era más que una ilusión de las tantas habilidades que los vampiros –ya algunos con bastantes años encima- habían aprendido o desarrollado, lo más riesgoso de servir a la inquisición es que muchas de las veces se ignoraban cuáles eran las destrezas con las que los sobrenaturales te sorprenderían, Gerard era uno de ellos, parecía que gustaba de anticiparse al enemigo, cuidaba sus espaldas –y estaba bien- que lo hiciese porque Thorna o yo no dudaríamos en atravesarle con una estaca directo al corazón, la sangre no me asqueaba y tampoco los coágulos que dejaban sus restos cuando eran consumidos por la muerte.

Mis brazos se pusieron rígidos y el resto del cuerpo no dudó en tener la misma reacción, al tacto la piel del vampiro parecía tan fría como el hielo, no logré sentir de su cuerpo ningún halo de vida, la sangre bombeaba en un corazón podrido, casi seco. Se alimentaba de algo a lo que a mí o a Thorna nos sobraba, incontables veces había sido lastimada por un vampiro pero nunca mordida, procuraba sin fallar enfrentarles siempre de frente y cuando estaban a punto de morderme les atravesaba los rostros con una estaca certera. No fallaba.

El pulso se me detuvo, el corazón se aceleró comenzando a bombear más sangre de la normal, evidentemente me sentía en un aprieto como nunca antes lo había estado, el vampiro sabía lo que hacía y aunque yo también estuviera segura de hacer mi trabajo, temía por la vida de mi líder y no por la mía. Entonces la voz firme de Thorna me despertó del receso mental que tuve –Oksana, los folios sobre la mesa de noche, ahora.- mi respuesta fue inmediata, no dudaba en seguir la orden de ésta pues yo era su mano derecha. Me acerqué con sigilo hasta la mesa de noche, caminé alerta mirando alrededor de la habitación, todos ellos eran imágenes perfectas de Gerard Krumm, cualquier paso en falso podría perjudicarnos a las dos, si fallaba tenía que sacrificar mi vida por la mujer que me guiaba hasta el cuarto 312.

A veces no entendía como era que los mismos líderes de la inquisición pensaran que mi líder era una perra desgraciada, aunque; en algunos momentos o situaciones les daba la razón, pero la mayoría de las veces Thorna reflejaba la debilidad que por dentro la carcomía, la ausencia de la expresión sentimental la autocastigaba, ella sufría pero no lo demostraba, era fácil saberlo cuando miras profundamente en sus ojos, tanto ella como yo teníamos la misma mirada, que nos hacía buscar los caminos y las formas para destrozar lo que había a nuestro paso con el único fin de alcanzar nuestro deseos.

“Tranquila Oksana, debes pensar, pensar en cómo escaparemos si las cosas se ponen pesadas por aquí, este vampiro debe tener bastantes siglos encima, no podemos arriesgarnos”

Me detuve frente a la mesita de noche tomando los folios, por el rabillo del ojo y me perfile a ella para estirar mis brazos con las supuestas respuestas que nos traía el vampiro consigo. Admito que la duda me atravesaba la cabeza, ellos mentían descontroladamente para obtener diversión solamente ¿Por qué teniamos que confiar en ese asesino?, su rostro no me brindaba la respuesta que quería, sus ojos penetraban como dos cinceles en la pared, estaba disfrutando aquel momento en dónde la mayor parte del poder sobre la situación la tenía Gerard Krumm, pero por otro lado Thorna Shapplin y yo no dudábamos en dar un paso firme cada que caminábamos sobre el terreno.

Con la frente en alto y la mirada puesta indudablemente en nuestro antagonista analicé las múltiples opciones para escapar de la habitación sin ningún rasguño. Aquel encuentro tenía que terminar con un saldo blanco de ser posible, si es que queríamos que el Papa – ese maldito convenenciero lava cerebros- no se enterara de las verdaderas intenciones que teníamos los de más alto rango en la Facción 2 .
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