AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
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¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
En mi pueblo la señora Augusta tenía una hija muy hermosa, era la mediana de seis hijos, y se llamaba Sophia, a mi me gustaba mirarla, era inevitable, aunque en aquel entonces no encontraba en las mujeres ninguna clase de fijación, al menos que pudiera identificar… ella no me quería mucho, a nadie en realidad, James decía que la bondad y la belleza eran una mezcla difícil, que era más fácil que la belleza volviera alcahueta a la bondad, que la bondad completara a la belleza… con el tiempo su opinión se suavizo, creo, pues el era de la clase de hombres que veía el corazón antes que el aspecto, y se termino casando con Sophia. Me gusta pensar que fue ella quien se mejoro como persona, a que fuera el quien se volviera el alcahuete.
Volviendo al recuerdo, Sophia solía tratar mal a las personas en general, como si nadie la mereciera, incluida su hermana menor, Anne, que por desgracia estaba enferma. Anne vivía encerrada, me toco conocerla una vez que jugábamos a las escondidas y me adentre a los establos de la señora Augusta… fue entonces cuando la vi… Anne era pálida como Sophia, y tenía los mismos ojos azules, solo que su boca mantenía un gesto chueco bastante raro, su cabeza era más redonda y su cuerpo más pequeño, como el de una niña, aunque por sus rasgos pareciera tener más edad que yo. Estaba encadenada cerca la jaula de las gallinas, y se entretenía sentada sobre la paja con algunas muñecas y juguetes de madera… ese día salí corriendo y se lo conté a James y a su hermano mayor, Logan, este ultimo nos explico a ambos que era normal, que había algunas personas que tenían problemas en su mente, que no eran normales…. “retrasados” y que no podían estar con el resto del mundo. Que se ocultaban, y algunos eran encerrados en jaulas de madera como pájaros, incapaces de volar nunca…
A mí eso me puso muy mal, y desde ese entonces solía visitara a Anne cada tanto que podía, a escondidas le llevaba fruta o algunas galletas, lo que pudiera, jugaba con ella… y en las noches siniestras de mis transformaciones involuntarias corría a refugiarme a su lado. Anne siempre me trato muy bien, era una de las personas mas dulces que hubiese conocido en mi vida y amaba a su familia, aunque esta soliera tratarla con tanto odio. Como si ella tuviera la culpa de cómo había nacido… Con el tiempo Sophia me descubrió y me acuso con su madre, todos me regañaron mucho pero fue mi abuela quien llego a acuerdos y pude seguir visitando a Anne, esta vez sin tener que ocultarme.
Después de 7 años de amistad, Ella murió cuando yo cumplí los 14 años, según me dijeron, las personas como ella no vivían demasiado. Odiaba mucho cada que señalaban ese “personas como ella”. Asi pues, desde entonces siempre tuve un especial interés por ayudarles, viendo lo hostil que era el mundo con ellos y cada que juntaba los ahorros suficientes para enviarlo a mi familia, guardaba un pequeño monto para algún reformatorio mental. Solo hasta que llegue a Paris, logre visitar alguno y realmente me decepcione… esperaba que la crueldad solo fuera en los pueblos olvidados, y no en grandes ciudades donde hubiera instituciones especializadas en tratarlos pero eran iguales o peores… conoci a Afrodita la primera vez que llegue a ese sanatorio, no me estaban queriendo dejar entrar los guardias porque no era familiar de nadie y desconfiaban de la bondad de los extraños pero entonces llego ella a ponerlo en su lugar y me cedió el paso. Me enseño sobre el lugar, sobre sus residentes y con el tiempo mis visitas fueron mas recurrentes… cuando ocurrió todo el escándalo de la aprensión de Darcy tuve que huir y ahora, apunto de abandonar Paris presta para ocultarme de la ley, tenia que venir a despedirme de ella, y de algunos a quienes había logrado a querer en el interior de esa disimulada prisión. Transformada en gato me deslice al interior y tome una de las batas de enfermera de Afrodita… ya no podía traer cosas, ahora era una fugitiva… pero confiaba en que Afrodita no me delatara y me escuchara, ante todo merecían una despedida.
Asi que en su despacho, vestida como cualquier otra enfermera camina de un lado a otro, como león enjaulado…rogando porque en verdad, no me defraudara.
Volviendo al recuerdo, Sophia solía tratar mal a las personas en general, como si nadie la mereciera, incluida su hermana menor, Anne, que por desgracia estaba enferma. Anne vivía encerrada, me toco conocerla una vez que jugábamos a las escondidas y me adentre a los establos de la señora Augusta… fue entonces cuando la vi… Anne era pálida como Sophia, y tenía los mismos ojos azules, solo que su boca mantenía un gesto chueco bastante raro, su cabeza era más redonda y su cuerpo más pequeño, como el de una niña, aunque por sus rasgos pareciera tener más edad que yo. Estaba encadenada cerca la jaula de las gallinas, y se entretenía sentada sobre la paja con algunas muñecas y juguetes de madera… ese día salí corriendo y se lo conté a James y a su hermano mayor, Logan, este ultimo nos explico a ambos que era normal, que había algunas personas que tenían problemas en su mente, que no eran normales…. “retrasados” y que no podían estar con el resto del mundo. Que se ocultaban, y algunos eran encerrados en jaulas de madera como pájaros, incapaces de volar nunca…
A mí eso me puso muy mal, y desde ese entonces solía visitara a Anne cada tanto que podía, a escondidas le llevaba fruta o algunas galletas, lo que pudiera, jugaba con ella… y en las noches siniestras de mis transformaciones involuntarias corría a refugiarme a su lado. Anne siempre me trato muy bien, era una de las personas mas dulces que hubiese conocido en mi vida y amaba a su familia, aunque esta soliera tratarla con tanto odio. Como si ella tuviera la culpa de cómo había nacido… Con el tiempo Sophia me descubrió y me acuso con su madre, todos me regañaron mucho pero fue mi abuela quien llego a acuerdos y pude seguir visitando a Anne, esta vez sin tener que ocultarme.
Después de 7 años de amistad, Ella murió cuando yo cumplí los 14 años, según me dijeron, las personas como ella no vivían demasiado. Odiaba mucho cada que señalaban ese “personas como ella”. Asi pues, desde entonces siempre tuve un especial interés por ayudarles, viendo lo hostil que era el mundo con ellos y cada que juntaba los ahorros suficientes para enviarlo a mi familia, guardaba un pequeño monto para algún reformatorio mental. Solo hasta que llegue a Paris, logre visitar alguno y realmente me decepcione… esperaba que la crueldad solo fuera en los pueblos olvidados, y no en grandes ciudades donde hubiera instituciones especializadas en tratarlos pero eran iguales o peores… conoci a Afrodita la primera vez que llegue a ese sanatorio, no me estaban queriendo dejar entrar los guardias porque no era familiar de nadie y desconfiaban de la bondad de los extraños pero entonces llego ella a ponerlo en su lugar y me cedió el paso. Me enseño sobre el lugar, sobre sus residentes y con el tiempo mis visitas fueron mas recurrentes… cuando ocurrió todo el escándalo de la aprensión de Darcy tuve que huir y ahora, apunto de abandonar Paris presta para ocultarme de la ley, tenia que venir a despedirme de ella, y de algunos a quienes había logrado a querer en el interior de esa disimulada prisión. Transformada en gato me deslice al interior y tome una de las batas de enfermera de Afrodita… ya no podía traer cosas, ahora era una fugitiva… pero confiaba en que Afrodita no me delatara y me escuchara, ante todo merecían una despedida.
Asi que en su despacho, vestida como cualquier otra enfermera camina de un lado a otro, como león enjaulado…rogando porque en verdad, no me defraudara.
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: ¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
- ¿Mía? -
No pude haberme quedado más sorprendida de lo que estuve en ese momento, al ver que la puerta de mi despacho estaba entreabierta y sentir que había alguien dentro. ¡Que susto me había pegado! Y no era ninguno de los desquiciados pacientes -Cosa que a veces ocurría.- o algún desconocido. No. Era una persona bastante especial que había conocido semanas atrás. Una mujer bella, con un bonito cuerpo y un carácter amigable con el que no me había costado para nada simpatizar. Después de todo, eran muy raras las veces que desconfiaba de la buena voluntad de una mujer... Una de mis mayores debilidades, después de los bollos. Me sorprendía a mi misma lo mucho que distaba mi comportamiento frente a un sexo o frente a otro ¡Nada tenía que ver! Había algo dentro de mi que no me dejaba confiar en un hombre y sentirme tranquila a su lado. Siempre con las defensas puestas, con muy pocos momentos de relajación. En el fondo, era eso lo que me hacía rehuirlos. Que mi cuerpo los rechazara de aquella manera me producía demasiada incomodidad como para querer pasar por ello voluntariamente. ¡No era masoquista! O no en... ese tipo de situaciones.
Sin embargo, volviendo al tema en cuestión... Os hablaré de Mía más profundamente. Pensaréis ¿Qué más puedes contarnos? Ya os he dicho que es una bella mujer con un buen carácter, pero no sabéis lo más importante. Lo que la hace completamente diferente a cualquier otra. ¡No era humana! ¿Podéis creerlo? Todavía recuerdo cómo me quedé al verla transformarse en nada más y nada menos que un gato. O, bueno, más concretamente lo que yo había visto había sido la transformación de gato a humana.. Aquel día encontré una pequeña gatita en mi despacho, que se había colado por una de las ventanas entreabiertas. Había ido a por algo de leche para alimentarla, sin recordar que necesitaba una de las llaves que estaba dentro de mi bolso ¡Y cual fue mi sorpresa al volver y encontrarme con que la gata se estaba transformando en una mujer! Además, tan oportuna como siempre que soy yo, la encontré justo en ese momento. Desprevenida, cosa que seguramente no le pasaba a menudo. Definitivamente, había tenido mala suerte al encontrarse conmigo aquel día. Al principio, me costaba creerlo, pero a medida que pasaba el tiempo me fascinaba todo aquello. Nunca me había puesto a pensar en que existiesen otro tipo de seres ajenos a los humanos, ni se me había pasado por la cabeza. No porque no creyese o pensara que eran tonterías, simplemente, por despiste o tal vez ignorancia.
Sin embargo, mis días de ignorancia se acabaron aquella tarde. Le hice muchas preguntas, todavía no sé como no me mandó a freír espárragos.. Pero acabamos haciendo buenas migas y, aunque no la había vuelto a ver, de repente allí estaba otra vez. Con mi bata puesta, la observaba caminar de un lado a otro con lo que parecía ser preocupación encima. - ¿Eres tú, verdad? - Por un momento, dudé. Al no volver a verla, incluso me planteé que aquello hubiese sido solo un sueño, producto de mi muy extensa imaginación que a veces me jugaba esas malas pasadas. Sin embargo, ahora que la tenía delante y la observaba más detenidamente, era inconfundible. ¡No podía haber soñado con alguien tan real! Descartada esa opción, solo me quedaba pensar que todo había ocurrido de verdad. Y me alegraba. - ¿Qué haces aquí? - Decidida, no le di tiempo a que me respondiera. Yo misma con mis pensamientos lo había echo ¿Por qué otra cosa sino iba a estar una mujer, vestida con mi bata, en mi despacho? Avancé hacia ella, asegurándome de cerrar la puerta a mis espalda y esperé alguna reacción por su parte.
Me hubiese gustado alegrarme de su visita, porque realmente recordaba una muy buena impresión de ella. Por desgracia, la inquietud de su rostro, no me daba buena espina.
No pude haberme quedado más sorprendida de lo que estuve en ese momento, al ver que la puerta de mi despacho estaba entreabierta y sentir que había alguien dentro. ¡Que susto me había pegado! Y no era ninguno de los desquiciados pacientes -Cosa que a veces ocurría.- o algún desconocido. No. Era una persona bastante especial que había conocido semanas atrás. Una mujer bella, con un bonito cuerpo y un carácter amigable con el que no me había costado para nada simpatizar. Después de todo, eran muy raras las veces que desconfiaba de la buena voluntad de una mujer... Una de mis mayores debilidades, después de los bollos. Me sorprendía a mi misma lo mucho que distaba mi comportamiento frente a un sexo o frente a otro ¡Nada tenía que ver! Había algo dentro de mi que no me dejaba confiar en un hombre y sentirme tranquila a su lado. Siempre con las defensas puestas, con muy pocos momentos de relajación. En el fondo, era eso lo que me hacía rehuirlos. Que mi cuerpo los rechazara de aquella manera me producía demasiada incomodidad como para querer pasar por ello voluntariamente. ¡No era masoquista! O no en... ese tipo de situaciones.
Sin embargo, volviendo al tema en cuestión... Os hablaré de Mía más profundamente. Pensaréis ¿Qué más puedes contarnos? Ya os he dicho que es una bella mujer con un buen carácter, pero no sabéis lo más importante. Lo que la hace completamente diferente a cualquier otra. ¡No era humana! ¿Podéis creerlo? Todavía recuerdo cómo me quedé al verla transformarse en nada más y nada menos que un gato. O, bueno, más concretamente lo que yo había visto había sido la transformación de gato a humana.. Aquel día encontré una pequeña gatita en mi despacho, que se había colado por una de las ventanas entreabiertas. Había ido a por algo de leche para alimentarla, sin recordar que necesitaba una de las llaves que estaba dentro de mi bolso ¡Y cual fue mi sorpresa al volver y encontrarme con que la gata se estaba transformando en una mujer! Además, tan oportuna como siempre que soy yo, la encontré justo en ese momento. Desprevenida, cosa que seguramente no le pasaba a menudo. Definitivamente, había tenido mala suerte al encontrarse conmigo aquel día. Al principio, me costaba creerlo, pero a medida que pasaba el tiempo me fascinaba todo aquello. Nunca me había puesto a pensar en que existiesen otro tipo de seres ajenos a los humanos, ni se me había pasado por la cabeza. No porque no creyese o pensara que eran tonterías, simplemente, por despiste o tal vez ignorancia.
Sin embargo, mis días de ignorancia se acabaron aquella tarde. Le hice muchas preguntas, todavía no sé como no me mandó a freír espárragos.. Pero acabamos haciendo buenas migas y, aunque no la había vuelto a ver, de repente allí estaba otra vez. Con mi bata puesta, la observaba caminar de un lado a otro con lo que parecía ser preocupación encima. - ¿Eres tú, verdad? - Por un momento, dudé. Al no volver a verla, incluso me planteé que aquello hubiese sido solo un sueño, producto de mi muy extensa imaginación que a veces me jugaba esas malas pasadas. Sin embargo, ahora que la tenía delante y la observaba más detenidamente, era inconfundible. ¡No podía haber soñado con alguien tan real! Descartada esa opción, solo me quedaba pensar que todo había ocurrido de verdad. Y me alegraba. - ¿Qué haces aquí? - Decidida, no le di tiempo a que me respondiera. Yo misma con mis pensamientos lo había echo ¿Por qué otra cosa sino iba a estar una mujer, vestida con mi bata, en mi despacho? Avancé hacia ella, asegurándome de cerrar la puerta a mis espalda y esperé alguna reacción por su parte.
Me hubiese gustado alegrarme de su visita, porque realmente recordaba una muy buena impresión de ella. Por desgracia, la inquietud de su rostro, no me daba buena espina.
Afrodita1- Humano Clase Alta
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Re: ¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
Yo nunca había sido un persona exigente con nada en mi vida, siempre había sabido como valorar el migajón de pan que compartíamos a la mesa, siempre considerando un lujo los dos pares de zapatos que tuve por mi primera comunión y luego mi cumpleaños, la ropa mil veces remendada o entregada por la caridad de los vecinos… los lujos habían llegado mucho después y no era tampoco que me hubiera endurecido el espíritu y tornándolo caprichoso y necesitado de lo material. Incluso ahora, estaba dispuesta a entregar hasta el ultimo gramo de todo lo que tuviera, por tres segundos de paz, aunque sea. Si, no era una persona fatua y aun así… realmente aun así, prefería mi falda regalada y mil veces zurcida al uniforme rasposo y duro que las enfermeras en ese encierro, quería suponer que era una viejo, echo de un faldón liso, la camisa cuello alto con holanes en la pechera y las mangas que me daba un aspecto de eficiencia ridícula.
No, debían ser uniformes viejos y olvidados en el ropero pues en Afrodita (nunca me había dicho su verdadero nombre, yo siempre la conocí por ese bello mote) las ropas eran más sencilla, y resaltaban su belleza en un blanco bondadoso, a juego con sus rasgos.
Me mordí la uña del pulgar mientras esperaba para luego asomarme por la ventana de su oficina, afuera todo era gris…. di un sobresalto cuando me llamo y de golpe llego a mí un súbito recuerdo de la vez cuando me descubrió en mi forma animal… aquel temí que gritara e hiciera que me quemaran en leña verde pero al contrario, confundida e impactada dejo que me explicara, que le hablara de mi mundo, de las cosas que me pasaban… no conforme con eso ella empezó a preguntar cosas, fascinada!
Creo que me gusto un poco más cuando eso paso, porque vaya, Afrodita era una de las mujeres mas hermosas que hubiese visto en mi vida, desde la primera vez que la vi, sentí una atracción inevitable, que no era correspondida. Obviamente, pero aun así no podía evitar. Le di la espalda a la ventana y el solo ver su rostro ilumino la habitación y me hizo sonreir, pero su gesto preocupado y la cautela con que cerraba la puerta tras de si me hicieron recordar lo importante del asunto.
“Enfocate, syb! no es una visita común! “me regañe, mientras me acercaba a pasos presurosos hasta ella para tomar sus manos y luego abrazarle.
---Afrodita, gracias a dios! tenia que venir a verte, ¿como estas?, ¿cómo va todo aquí?---No pude evitar preguntar, deseosa de saber con su vida para evitar pensar por un segundo en la mía…---ah… humm… quizas todo parezca muy tranquilo, pero van a pasar ciertas cosas que harán que tenga que huir de la ciudad, me voy este próximo viernes.---Busque su mirada, volviendo a sujetar sus manos y estrecharlas---Vine a despedirme de ti…de todos..
No, debían ser uniformes viejos y olvidados en el ropero pues en Afrodita (nunca me había dicho su verdadero nombre, yo siempre la conocí por ese bello mote) las ropas eran más sencilla, y resaltaban su belleza en un blanco bondadoso, a juego con sus rasgos.
Me mordí la uña del pulgar mientras esperaba para luego asomarme por la ventana de su oficina, afuera todo era gris…. di un sobresalto cuando me llamo y de golpe llego a mí un súbito recuerdo de la vez cuando me descubrió en mi forma animal… aquel temí que gritara e hiciera que me quemaran en leña verde pero al contrario, confundida e impactada dejo que me explicara, que le hablara de mi mundo, de las cosas que me pasaban… no conforme con eso ella empezó a preguntar cosas, fascinada!
Creo que me gusto un poco más cuando eso paso, porque vaya, Afrodita era una de las mujeres mas hermosas que hubiese visto en mi vida, desde la primera vez que la vi, sentí una atracción inevitable, que no era correspondida. Obviamente, pero aun así no podía evitar. Le di la espalda a la ventana y el solo ver su rostro ilumino la habitación y me hizo sonreir, pero su gesto preocupado y la cautela con que cerraba la puerta tras de si me hicieron recordar lo importante del asunto.
“Enfocate, syb! no es una visita común! “me regañe, mientras me acercaba a pasos presurosos hasta ella para tomar sus manos y luego abrazarle.
---Afrodita, gracias a dios! tenia que venir a verte, ¿como estas?, ¿cómo va todo aquí?---No pude evitar preguntar, deseosa de saber con su vida para evitar pensar por un segundo en la mía…---ah… humm… quizas todo parezca muy tranquilo, pero van a pasar ciertas cosas que harán que tenga que huir de la ciudad, me voy este próximo viernes.---Busque su mirada, volviendo a sujetar sus manos y estrecharlas---Vine a despedirme de ti…de todos..
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: ¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
Esa visita sorpresa me olía demasiado mal.
Al principio verla allí me alegró. Desde que había llegado a París tenía alguna que otra amistad, pero eran lo suficiente fugaces como para verlas muy de tanto en cuanto. En resumidas cuentas, no acostumbraba a visitas como aquellas. Por eso me alegró que se acordara de mi aún habiéndonos visto una sola vez, muy buena e inolvidable para mi -Teniendo en cuenta que era la primera vez que veía a alguien convertirse en un animal.- más nunca podría saber qué de buena era para el contrario. Sin embargo, tan pronto como me alegré empecé a preocuparme de la forma en la que me miraba y hablaba. Ya cuando dijo lo que tanto me había estado temiendo, supe que acerté de pleno. "Huir" fue la palabra clave de todo aquello ¡Huir! ¿Qué tan malo habría echo? Aquel día semanas atrás habíamos pasado bastante tiempo juntas, compartiendo curiosidades la una de la otra. Más ella, teniendo en cuenta que mi curiosidad se desbordaba por cada poro de mi piel, cosa habitual en mi ante lo desconocido. Pero, por lo que me contó, supe que llevaba una vida interesante y llena de aventuras. Muy lejos de la insípida y aburrida que había llevado yo durante los veinticinco que presumiblemente había vivido ya. Vida que esperaba cambiar con mi llegada a París y que, por el momento, estaba dando su resultado. Sin ir más lejos, trabajar había resultado una experiencia realmente gratificante. Mucho más sabiendo que ayudabas aunque no recibieras remuneración, en mi caso, al no necesitarla para nada. Por otra parte, aquello también me había ayudado a adentrarme un poco en los suburbios y en saber cómo tratar a las personas que eran habituales de por allí.
Alejé mis propias divagaciones mentales y me centré en el tema que importaba en ese momento. Mía decía que tenía que huir porque la perseguían, o algo parecido - Espera ¡Espera! - La agarré de los hombros con más fuerza de la que podía controlar, debido a la pequeña cantidad de adrenalina de más que me había provocado la noticia. Con cara de -Obviamente.- sorpresa guié su cuerpo hasta el sillón que había frente al escritorio y empujé su cuerpo hacia abajo para obligarla a que se sentara. Acababa de saber que una persona a la que había conocido en un único día se acordaba de mi, una amiga ¡Por fin!, no pensaba dejar que se fuera por motivos ajenos a mi. - ¿Dices que tienes que huir? ¿Qué tan mal has echo? Vamos, seguro que hay arreglo.. - Casi sin poder creer que me dijera aquello todavía, apoyé parte de mis posaderas en el borde de la mesa, quedando de cara a ella. Froté mi frente, en un gesto de nerviosismo, y aparté los pelos que se me venían hacia delante detrás de mi oreja. Poco a poco, relajándome lo más que podría dentro de una situación así. No sabía ni el por qué de lo que me decía y ya estaba atacada, desde luego, mi personalidad no tenía cura ninguna. - No importa lo que sea, te puedes venir a mi casa ¡Eso! Yo vivo muy lejos de aquí - Realmente, no era tan lejos, pero en un momento así quiso que pareciera como si en verdad viviese en otro país. Con tal de que ella aceptara, lo que fuera. - Así que no te encontrarán. Vivo sola en un pequeño apartamento, grande y acomodado. Estarás bien - Obviamente, no iba a obligarla a nada porque en el fondo a penas nos conocíamos ¡Pero me daba tanta lástima dejarla ir! Que no lo haría sin pelear hasta el final. Estaba claro que esa chica no era ningún criminal despiadado, el único motivo por el que yo podría desistir de mi genial idea.
Al principio verla allí me alegró. Desde que había llegado a París tenía alguna que otra amistad, pero eran lo suficiente fugaces como para verlas muy de tanto en cuanto. En resumidas cuentas, no acostumbraba a visitas como aquellas. Por eso me alegró que se acordara de mi aún habiéndonos visto una sola vez, muy buena e inolvidable para mi -Teniendo en cuenta que era la primera vez que veía a alguien convertirse en un animal.- más nunca podría saber qué de buena era para el contrario. Sin embargo, tan pronto como me alegré empecé a preocuparme de la forma en la que me miraba y hablaba. Ya cuando dijo lo que tanto me había estado temiendo, supe que acerté de pleno. "Huir" fue la palabra clave de todo aquello ¡Huir! ¿Qué tan malo habría echo? Aquel día semanas atrás habíamos pasado bastante tiempo juntas, compartiendo curiosidades la una de la otra. Más ella, teniendo en cuenta que mi curiosidad se desbordaba por cada poro de mi piel, cosa habitual en mi ante lo desconocido. Pero, por lo que me contó, supe que llevaba una vida interesante y llena de aventuras. Muy lejos de la insípida y aburrida que había llevado yo durante los veinticinco que presumiblemente había vivido ya. Vida que esperaba cambiar con mi llegada a París y que, por el momento, estaba dando su resultado. Sin ir más lejos, trabajar había resultado una experiencia realmente gratificante. Mucho más sabiendo que ayudabas aunque no recibieras remuneración, en mi caso, al no necesitarla para nada. Por otra parte, aquello también me había ayudado a adentrarme un poco en los suburbios y en saber cómo tratar a las personas que eran habituales de por allí.
Alejé mis propias divagaciones mentales y me centré en el tema que importaba en ese momento. Mía decía que tenía que huir porque la perseguían, o algo parecido - Espera ¡Espera! - La agarré de los hombros con más fuerza de la que podía controlar, debido a la pequeña cantidad de adrenalina de más que me había provocado la noticia. Con cara de -Obviamente.- sorpresa guié su cuerpo hasta el sillón que había frente al escritorio y empujé su cuerpo hacia abajo para obligarla a que se sentara. Acababa de saber que una persona a la que había conocido en un único día se acordaba de mi, una amiga ¡Por fin!, no pensaba dejar que se fuera por motivos ajenos a mi. - ¿Dices que tienes que huir? ¿Qué tan mal has echo? Vamos, seguro que hay arreglo.. - Casi sin poder creer que me dijera aquello todavía, apoyé parte de mis posaderas en el borde de la mesa, quedando de cara a ella. Froté mi frente, en un gesto de nerviosismo, y aparté los pelos que se me venían hacia delante detrás de mi oreja. Poco a poco, relajándome lo más que podría dentro de una situación así. No sabía ni el por qué de lo que me decía y ya estaba atacada, desde luego, mi personalidad no tenía cura ninguna. - No importa lo que sea, te puedes venir a mi casa ¡Eso! Yo vivo muy lejos de aquí - Realmente, no era tan lejos, pero en un momento así quiso que pareciera como si en verdad viviese en otro país. Con tal de que ella aceptara, lo que fuera. - Así que no te encontrarán. Vivo sola en un pequeño apartamento, grande y acomodado. Estarás bien - Obviamente, no iba a obligarla a nada porque en el fondo a penas nos conocíamos ¡Pero me daba tanta lástima dejarla ir! Que no lo haría sin pelear hasta el final. Estaba claro que esa chica no era ningún criminal despiadado, el único motivo por el que yo podría desistir de mi genial idea.
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Re: ¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
El que alguien me descubriera a media transformación siempre había significado algo malo, algo peligroso… francamente en verdad, de verdad lo entendía, ¿como podía culparlos? las personas, incluidas las personas a medias como yo, amamos esa agradable seguridad del sentir que todo lo controlamos, que todo esta en su lugar “tal y como debería ser”, los sucesos desconocidos… por mas maravillosos, terribles o extraordinarios que puedan parecer, siempre van a incomodarnos, a hacernos temer… una criatura sobrenatural! una mujer cambiante! ¿Qué clase de cosa es eso? nada normal, nada seguro, nada bueno… los gatos eran la forma más asociada al diablo por las brujas. ¿Como podría haber esperado otra reacción que el terror y el odio más puros? alguna vez una señora en los bosques presencio como recuperaba mi forma humana…. la pobre mujer se llevo el susto de su vida y a sus más o menos 70 años, corrió como una gacela por la colina… una gacela un poco enferma, pues tropezó para acabar rodando hacia abajo. Con toda la pena del mundo debo confesar que me dio mucha risa pero tragándome eso, a escondidas seguí su rastro para comprobar que estuviera bien, por suerte la señora si lo estaba. También me había preocupado, y si lo miraba en perspectiva… no era algo tan agradable ni cómico…
Con Afrodita todo había sido distinto, el miedo, la repugnancia, o el odio jamás llegaron, sus ojos no me engañaban, en todo momento solo la sorpresa y la fascinación perduraron, aun ahora lo hacían. Y eso de alguna forma me hacía sentir especial, como si yo fuera alguien interesante, mas allá de lo grato que pudiera ser mi presencia templada… era una sensación bonita. La seguí hasta el sillón mordiéndome el labio inferir, pedía explicaciones y las merecía pero… ¿que podía decirle? busque su mirada, ese par de ojos marrones, grandes y dulces como los de un cachorro, con sus largas y graciosamente curvas pestañas… y otra vez esa curiosidad, esa sorpresa, ese jubilo secreto y fascinado, ¿que pensaría ella de mi?... ahh, ahora también encontraba preocupación, baje la mirada sin querer averiguar mas en ellos, tomando las manos pequeñas y delicadas para sujetarlas entre las mías. Sus manos también me agradaban, eran suaves y pequeñas pero… no parecían frágiles.
--- Es bastante grave, Afrodita… bastante --- asentí vacilante y luego no pude evitar sonreír enternecida por su ofrecimiento--- ¿Estarías dispuesta a meter a una extraña a tu casa, aun sabiendo que es una prófuga? ni siquiera sabes qué delito cometí…. de lo que soy capaz… ---Apreté sus manos, temiendo que mis palabras le asustaran y se alejara… jamás lo iba a reconocer, pero esos eran los momentos donde más me enojaba conmigo misma, con la revolución… ¿por qué tenía que dejarlo todo?, ahora también tendría que renunciar a Afrodita… ¿que mas habría de arrancarme en “pos de una causa mayor”?--- Eres una muy buena persona, me alegro mucho que estés.. ellos, los pacientes, te necesitan, mas de lo que podrías imaginarte--- Le sonreí con suavidad, con mucha gratitud… era bonito poder convivir con personas como ella--- Te… te falta mucho para salir de tu turno? quiero verlos… despedirme, y si no es molestia acompañarte a tu casa, te explicare todo lo que necesites alla… no confio en el oido de estas paredes…. te gus…taria?
Con Afrodita todo había sido distinto, el miedo, la repugnancia, o el odio jamás llegaron, sus ojos no me engañaban, en todo momento solo la sorpresa y la fascinación perduraron, aun ahora lo hacían. Y eso de alguna forma me hacía sentir especial, como si yo fuera alguien interesante, mas allá de lo grato que pudiera ser mi presencia templada… era una sensación bonita. La seguí hasta el sillón mordiéndome el labio inferir, pedía explicaciones y las merecía pero… ¿que podía decirle? busque su mirada, ese par de ojos marrones, grandes y dulces como los de un cachorro, con sus largas y graciosamente curvas pestañas… y otra vez esa curiosidad, esa sorpresa, ese jubilo secreto y fascinado, ¿que pensaría ella de mi?... ahh, ahora también encontraba preocupación, baje la mirada sin querer averiguar mas en ellos, tomando las manos pequeñas y delicadas para sujetarlas entre las mías. Sus manos también me agradaban, eran suaves y pequeñas pero… no parecían frágiles.
--- Es bastante grave, Afrodita… bastante --- asentí vacilante y luego no pude evitar sonreír enternecida por su ofrecimiento--- ¿Estarías dispuesta a meter a una extraña a tu casa, aun sabiendo que es una prófuga? ni siquiera sabes qué delito cometí…. de lo que soy capaz… ---Apreté sus manos, temiendo que mis palabras le asustaran y se alejara… jamás lo iba a reconocer, pero esos eran los momentos donde más me enojaba conmigo misma, con la revolución… ¿por qué tenía que dejarlo todo?, ahora también tendría que renunciar a Afrodita… ¿que mas habría de arrancarme en “pos de una causa mayor”?--- Eres una muy buena persona, me alegro mucho que estés.. ellos, los pacientes, te necesitan, mas de lo que podrías imaginarte--- Le sonreí con suavidad, con mucha gratitud… era bonito poder convivir con personas como ella--- Te… te falta mucho para salir de tu turno? quiero verlos… despedirme, y si no es molestia acompañarte a tu casa, te explicare todo lo que necesites alla… no confio en el oido de estas paredes…. te gus…taria?
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: ¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
¿Tendría razón?
Pensándolo fríamente... Sí, no la conocía de casi nada. Me acababa de decir que la estaban buscando, podía ser una delincuente peligrosa. ¿Yo quería meter 'eso' en mi casa? Ese problemón.. Estaba pecando de inocente. Probablemente, lo que luego me pasara iba a merecerlo ¡Pero..! Ella me había contado su secreto. Podría haber huido. No tenía porque quedarse y hablar conmigo para explicármelo. Y lo había echo. Había confiado en mi ¿Cómo no iba a hacerlo yo ahora? Aunque solo la hubiese visto un día. Aunque solo la conociera a duras penas y no supiera nada sobre su pasado, sobre su familia o sobre su vida entera. Aún así, la consideraba una amiga. Si algo tenía claro, es que los amigos están siempre: tanto para momentos buenos como para momentos malos como podría ser aquel. Definitivamente, la ayudaría con todo lo que estuviese en mi mano. ¡Que de algo sirviera el dinero que tenía! No solo para comprar bonitos vestidos, caras joyas y lujosas viviendas. Me había sentido muy realizada ayudando a los enfermos de aquel lugar a cambio de nada prácticamente, esta era mi oportunidad de pasar a un nivel superior. Por fin... Por fin tenía a alguien conocido a quién ayudar. Por fin iba a sentirme útil. ¡Por fin!
Sentía que toda yo brillaba, metafóricamente hablando, pero probablemente mis ojos lo hicieron al mirarla. Sus halagos aumentaron aquel brillo y aquellas ganas por ayudarla a toda costa. - Te ayudaré y no aceptaré otra cosa - Aclaré, con la decisión y agallas que muchas veces me faltaban. Pero no era Alexandra Wellington, la mujer con un comportamiento que debía ser perfecto; en ese momento era Afrodita y podía permitirme todo eso y más. -Como había pasado en otras ocasiones.-. Ante esos pensamientos, vinieron a mi imágenes que estaban de más.. Las eliminé ipso facto. Como mera distracción y, además, necesario para contestar a la pregunta que me había echo miré hacia arriba. Hacia el reloj que estaba colgado en la pared, justo encima de la puerta. Quedaba muy poco para que tocaran la una de la tarde y mi turno aquel día acababa a las dos; era de mañana. - ¿Quieres despedirte? - Fue una pregunta que me hice más a mi misma que otra cosa, porque me lo había dejado bien claro segundos atrás. - De acuerdo, mi turno acaba a las dos así que tienes todavía una hora para ver a quién desees del centro - Sonreí, apretándole también las manos que ella misma me había sujetado con fuerza. A pesar de todo, la notaba contenta aunque ligeramente atemorizada. ¿Qué sería eso tan importante? Mi estúpida curiosidad no podía evitar aflorar, como siempre hacía, en este tipo de ocasiones. A pesar de eso, mantuve mi boca callada, porque ya llegaría el momento de las confesiones más adelante. Si de verdad estaba en 'peligro' lo mejor era que se mantuviese a salvo de la justicia el mayor tiempo posible.
De repente, un sonido en la puerta me sobresaltó. - ¿Afrodita? Te necesitan en la habitación cinco - Por suerte, había cerrado la puerta en un momento de lucidez. O, de lo contrario, la compañera habría entrado sin problema alguno y no tenía ganas de explicar quién era Mía ni porque tenía puesta una bata. - De acuerdo ¡Ahora voy! - Contesté, enérgica y con mi habitual comportamiento. Aunque estuviera nerviosa por dentro, como es obvio. Pero sabía que todo iba a salir bien y el pensamiento positivo era lo que hacía llevar las cosas a buen término; solo debía de tener fe. - Has echo bien en ponerte mi bata, puedes utilizarla mientras andas por aquí y, si te preguntan, dí que te he traído yo. No te preocupes ¿Vale? Aquí no suelen hacer muchas preguntas - Le sonreí, ligeramente divertida, sobretodo porque no era yo quien cargaba con el problema así que debía hacer todo lo posible para que se sintiera aliviada. Si de verdad tenía que ser útil, lo sería en la medida posible. La solté y me di la vuelta hacia el escritorio, pensé por un segundo quién estaba en la habitación que me requerían y, al recordarlo, agarré el archivo en cuestión. - Nos vemos en la puerta de atrás a las dos en punto - Me acerqué para dar un beso en su mejilla al mismo tiempo que le susurraba aquello en la oreja. No es que no me fiara de que estuviésemos solas pero, como no sabía en qué grado de problemas se había metido, era mejor ser precavida. Y confiar. Esperaba que, precisamente, ella confiara lo suficiente en mi como para acompañarme y dejar que la ayudase en la medida que me fuera posible.
Disculpa la demora! En el siguiente, puedes rolear ya el intervalo de la hora para que se encuentren :3
Pensándolo fríamente... Sí, no la conocía de casi nada. Me acababa de decir que la estaban buscando, podía ser una delincuente peligrosa. ¿Yo quería meter 'eso' en mi casa? Ese problemón.. Estaba pecando de inocente. Probablemente, lo que luego me pasara iba a merecerlo ¡Pero..! Ella me había contado su secreto. Podría haber huido. No tenía porque quedarse y hablar conmigo para explicármelo. Y lo había echo. Había confiado en mi ¿Cómo no iba a hacerlo yo ahora? Aunque solo la hubiese visto un día. Aunque solo la conociera a duras penas y no supiera nada sobre su pasado, sobre su familia o sobre su vida entera. Aún así, la consideraba una amiga. Si algo tenía claro, es que los amigos están siempre: tanto para momentos buenos como para momentos malos como podría ser aquel. Definitivamente, la ayudaría con todo lo que estuviese en mi mano. ¡Que de algo sirviera el dinero que tenía! No solo para comprar bonitos vestidos, caras joyas y lujosas viviendas. Me había sentido muy realizada ayudando a los enfermos de aquel lugar a cambio de nada prácticamente, esta era mi oportunidad de pasar a un nivel superior. Por fin... Por fin tenía a alguien conocido a quién ayudar. Por fin iba a sentirme útil. ¡Por fin!
Sentía que toda yo brillaba, metafóricamente hablando, pero probablemente mis ojos lo hicieron al mirarla. Sus halagos aumentaron aquel brillo y aquellas ganas por ayudarla a toda costa. - Te ayudaré y no aceptaré otra cosa - Aclaré, con la decisión y agallas que muchas veces me faltaban. Pero no era Alexandra Wellington, la mujer con un comportamiento que debía ser perfecto; en ese momento era Afrodita y podía permitirme todo eso y más. -Como había pasado en otras ocasiones.-. Ante esos pensamientos, vinieron a mi imágenes que estaban de más.. Las eliminé ipso facto. Como mera distracción y, además, necesario para contestar a la pregunta que me había echo miré hacia arriba. Hacia el reloj que estaba colgado en la pared, justo encima de la puerta. Quedaba muy poco para que tocaran la una de la tarde y mi turno aquel día acababa a las dos; era de mañana. - ¿Quieres despedirte? - Fue una pregunta que me hice más a mi misma que otra cosa, porque me lo había dejado bien claro segundos atrás. - De acuerdo, mi turno acaba a las dos así que tienes todavía una hora para ver a quién desees del centro - Sonreí, apretándole también las manos que ella misma me había sujetado con fuerza. A pesar de todo, la notaba contenta aunque ligeramente atemorizada. ¿Qué sería eso tan importante? Mi estúpida curiosidad no podía evitar aflorar, como siempre hacía, en este tipo de ocasiones. A pesar de eso, mantuve mi boca callada, porque ya llegaría el momento de las confesiones más adelante. Si de verdad estaba en 'peligro' lo mejor era que se mantuviese a salvo de la justicia el mayor tiempo posible.
De repente, un sonido en la puerta me sobresaltó. - ¿Afrodita? Te necesitan en la habitación cinco - Por suerte, había cerrado la puerta en un momento de lucidez. O, de lo contrario, la compañera habría entrado sin problema alguno y no tenía ganas de explicar quién era Mía ni porque tenía puesta una bata. - De acuerdo ¡Ahora voy! - Contesté, enérgica y con mi habitual comportamiento. Aunque estuviera nerviosa por dentro, como es obvio. Pero sabía que todo iba a salir bien y el pensamiento positivo era lo que hacía llevar las cosas a buen término; solo debía de tener fe. - Has echo bien en ponerte mi bata, puedes utilizarla mientras andas por aquí y, si te preguntan, dí que te he traído yo. No te preocupes ¿Vale? Aquí no suelen hacer muchas preguntas - Le sonreí, ligeramente divertida, sobretodo porque no era yo quien cargaba con el problema así que debía hacer todo lo posible para que se sintiera aliviada. Si de verdad tenía que ser útil, lo sería en la medida posible. La solté y me di la vuelta hacia el escritorio, pensé por un segundo quién estaba en la habitación que me requerían y, al recordarlo, agarré el archivo en cuestión. - Nos vemos en la puerta de atrás a las dos en punto - Me acerqué para dar un beso en su mejilla al mismo tiempo que le susurraba aquello en la oreja. No es que no me fiara de que estuviésemos solas pero, como no sabía en qué grado de problemas se había metido, era mejor ser precavida. Y confiar. Esperaba que, precisamente, ella confiara lo suficiente en mi como para acompañarme y dejar que la ayudase en la medida que me fuera posible.
Disculpa la demora! En el siguiente, puedes rolear ya el intervalo de la hora para que se encuentren :3
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Re: ¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
Era bonito que las mascaras se vendieran a precios tan elevados, y quedaran explotadas por las clases más elevadas, como la nobleza, dejando a algunas personas más humildes, incapacitadas de comprarlas… incapaces de hacer de su vida una dependencia por las mismas. Afrodita era muy transparente, no tenia mascara alguna… casi podía adivinar la forma en que sus pensamientos iban, esa vacilación entre el: “quiero ayudar!”, “¿Que está pasando?”, “¿qué debo hacer?”, me encantaba poder ver su rostro y saber que ese era verdaderamente el suyo, que sus intenciones fueran tan claras como su alma transparentada en esos ojos brillantes. Unos que de pronto deslumbraron decididos, las dudas habían desaparecido, ella actuaria y no habría marcha atrás. Apreté sus manos y tuve el impulso de abrazarla pero no lo hice… no era seguro que quisiera ayudarme, pero su preocupación y su interés eran tan genuinos, tan desinteresados que no me quedaba otra intención mas que respetarlos, admirar a su valor que era tan intenso como su belleza.
--- Si, ya sabes… la señora Collins, la pequeña Suzanne… hay algunos aquí que han logrado que los quiera de forma absoluta, aunque todo resulte tan espontaneo --- añadí mirándola con intención, no solamente los pacientes, sino también ella formaba parte de esos “algunos”. Casi me lanzo tras el sofá cuando nos interrumpieron, pero Afrodita manejo la situación de forma magnífica y pertinaz, dando vía libre de explorar y la promesa de un próximo reencuentro. La vi marchar y suspire, viéndome en el reflejo de la ventana mientras hacía de mi aspecto algo más decente. Afrodita tomaba sus decisiones… pero yo las mías, y las mías eran que abandonaría toda obligación el día de hoy y lo pasaría con Afrodita. Le explicaría la situación, le iba a prevenir de los peligros que se acercaban como lobos por el bosque, disfrutaría una última noche de paz para mi alma teniéndola como compañía… y entonces me iría para desaparecer: no interferiría en su vida, ni en la de ningún otro inocente.
Marche por el pasillo un poco incomoda, pero cuando el segundo enfermero que me topo no dijo nada, fui mucho más tranquila. Pase por el pasillo de los jóvenes. Era animal la forma que encerraban a hombres y mujeres, dependiendo por el color de cabello, bien empaquetados para los peluqueros que necesitaran material de trabajo. Más al fondo quedaban los pacientes más delicados, aquellos que por su peligrosidad o locura quedaban enclaustrados en una soledad eterna y triste. Yo me volvería mas loca de estar en un lugar así… Tome un plato de comida que era de uno de los guardias, el señor estaba bastante distraído y además estaba bastante rellenito, no le haría en falta. Despistadamente salude a la señora Collins quien reconoció mi voz, ella hablaba un poco extraño, mas parecían gimoteos, pero unos muy amenos. Le pase los emparedados y le hable un poco, a Suzanne le regale una manzana y le cante hasta dormirla, todo a través de la pequeña ventanita… Me hubiera gustado hacer mas, pero… ¿que quedaba? el tiempo corría y no podía ayudarlos más, además que estar ahí era agobiante, era triste… por un momento desee ser yo quien pudiera quedarse ahí con ellos, protegiéndolos de un mundo que no los comprendía, pero mi vida había quedado trazada, y asi como las decisiones que habíamos hecho Afrodita y yo, no podía haber marcha atrás…
Me despide con pesar de mis protegidas, y luego le pedí ayuda a un guardia para que me orientara: soy nueva! le asegure y me creyo, indicandome el camino a la salida trasera. ¿Estaria afrodita ya ahi?
- Spoiler:
- No te preocupes nena! seguimos como dices :3
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: ¿Saludo o despedida? [Priv. Afrodita]
¡El tiempo pasó volando!
Realmente, allí dentro siempre me ocurría lo mismo, porque me lo pasaba en grande contribuyendo al bien de otras personas sin ánimo de lucro, sin embargo esa hora fue bastante más especial. Mia me estaría esperando en la puerta trasera en cuanto tocaran en punto, no podía dejar de pensarlo. O, por lo menos, en los minutos que mi mente quedaba libre. Para mi suerte, se mantenía la mayor parte del tiempo ocupada con otros compañeros o paciente que requerían de mi completa atención. Y que, obviamente, se la merecían. No tuve problemas durante ese rato, lo normal.. Allí las chicas siempre andaban más estresadas de lo que deberían, porque a algún que otro paciente siempre le ocurría una emergencia imprevista. Sobretodo a los que eran internos, luego también estaban los que hacían visitas periódicas y los médicos a los que nosotras 'servíamos' como, por así decirlo, administrativas. Nos encargábamos de la recepción de los pacientes y de conducirlos hasta donde se encontrarían con el psiquiatra. Luego, dependiendo del caso, requerían de nuestra ayuda durante la intervención de la consulta o si era algo simple podíamos dedicarnos a otra cosa. Había tan pocos médicos de cabecera como enfermeras, me resultaba una completa desgracia que aquel importante hospital careciese de fondos con los que mantenerse adecuadamente. A pesar del escaso apoyo económico, lo mantenían mucho mejor de lo que se podría esperar. Yo misma, al escuchar la palabra "Sanatorio Mental" me había imaginado pareces sucias y gente gritando, loca. Encontrándome luego con que era como cualquier otro simple hospital ¡Me sentí tan estúpida! Ojala no cometáis nunca ese tipo de error, las apariencias siempre acaban engañando.
Enfrascada en mis pensamientos, el sonido de las campanadas que marcaban las dos en punto me despertó por completo. Cerca de allí, teníamos una pequeña iglesia lo suficientemente grande como para constar de un bonito campanario con el que nos tocaban las horas. Verdaderamente útil cuando no se acostumbraba a llevar un reloj encima y además tendías a ser despistada, como me pasaba a mi. Me despedí de aquellos con los que estaba y fui hasta el pequeño despacho que me habían asignado en aquellos meses solo para dejar los documentos sobre la mesa y coger el bolso. Normalmente hubiese dejado la bata también, pero como la tenía puesta Mia yo había cogido una cualquiera que, de camino a la parte trasera, dejé colgada en uno de los percheros de un vestuario comunitario que teníamos allí. Para los que no tenían ningún despacho en el que dejar las cosas, como me pasó a mi al principio de llegar, es realmente útil. No puedo negar que mientras caminaba por el pasillo, estaba nerviosa. A pesar de haber estado ocupada las palabras de la chica pululaban por mi mente ¿Qué sería eso tan grabe que había echo? La pregunta del millón, por la que mi curiosidad se moría de ganas de saber la respuesta. Claro que, no pensaba presionarla para que me respondiera ¡Ni mucho menos! Confiaba lo suficiente en ella como para saber que no me iba a atracar ni nada por el estilo. Y que si la hospedaba en mi casa, me arriesgaría por un bien común. Después de todo ¿Para qué servía tener dinero, posición social y un techo sobre el que dormir si no podías utilizarlo para ayudar a los demás? Ya había vivido demasiado tiempo alejada de las personas que me necesitaban, dentro de aquella burbuja a la que mis padres llaman 'vida normal' o una vida fuera de peligros ¡Bobadas! Los peligros formaban parte del mundo, porque de lo contrario se experimentaba una monotonía y aburrimiento que no os puedo ni describir.
Mis ojos brillaron ligeramente, de contento, al verla allí parada. Siempre que quedaba con alguien, fuera dónde fuera, tenía la sensación de que llegaba tarde -Cuando estaba allí la persona- o demasiado pronto -Cuando no había nadie-. Sin embargo, dado que habíamos quedado a una hora punta y había escuchado perfectamente las campanadas, decidí no mencionar nada sobre el tema. No tendría sentido excusarme. - Hola Mia ¿Has podido despedirte bien? - Pregunté, con una sonrisa en mis labios. Estaba segura de que sí, o de lo contrario no estaría allí. Por otra parte, la palabra despedir me sonó demasiado triste una vez dicha y decidí que no volvería a pronunciarla, porque estaba decidida a hacer todo lo posible porque no se tuviera que despedir de nadie. - Bueno ¿A dónde quieres ir? Podemos ir a mi casa, sí, pero.. ¿No te apetece comer algo antes? Conozco buenos sitios - De repente, sentí que me estaba emocionando. Ya tenía ganas de ir de compras con ellas y pasar lo que quedaba de día lo mejor posible. Aún así.. se me olvidaba el factor de que la buscaban. Si tenía que esconderse ¡Nada de eso iba a ser posible! Obviamente. Puse cara de circunstancia al recordarlo, casi sin darme cuenta, mientras esperaba una respuesta. Si era un No, esperaba por lo menos una explicación de hasta que grado la estaban buscando. Siempre la podría disfrazar ¿O no?
Una vez más, disculpa la demora.
Realmente, allí dentro siempre me ocurría lo mismo, porque me lo pasaba en grande contribuyendo al bien de otras personas sin ánimo de lucro, sin embargo esa hora fue bastante más especial. Mia me estaría esperando en la puerta trasera en cuanto tocaran en punto, no podía dejar de pensarlo. O, por lo menos, en los minutos que mi mente quedaba libre. Para mi suerte, se mantenía la mayor parte del tiempo ocupada con otros compañeros o paciente que requerían de mi completa atención. Y que, obviamente, se la merecían. No tuve problemas durante ese rato, lo normal.. Allí las chicas siempre andaban más estresadas de lo que deberían, porque a algún que otro paciente siempre le ocurría una emergencia imprevista. Sobretodo a los que eran internos, luego también estaban los que hacían visitas periódicas y los médicos a los que nosotras 'servíamos' como, por así decirlo, administrativas. Nos encargábamos de la recepción de los pacientes y de conducirlos hasta donde se encontrarían con el psiquiatra. Luego, dependiendo del caso, requerían de nuestra ayuda durante la intervención de la consulta o si era algo simple podíamos dedicarnos a otra cosa. Había tan pocos médicos de cabecera como enfermeras, me resultaba una completa desgracia que aquel importante hospital careciese de fondos con los que mantenerse adecuadamente. A pesar del escaso apoyo económico, lo mantenían mucho mejor de lo que se podría esperar. Yo misma, al escuchar la palabra "Sanatorio Mental" me había imaginado pareces sucias y gente gritando, loca. Encontrándome luego con que era como cualquier otro simple hospital ¡Me sentí tan estúpida! Ojala no cometáis nunca ese tipo de error, las apariencias siempre acaban engañando.
Enfrascada en mis pensamientos, el sonido de las campanadas que marcaban las dos en punto me despertó por completo. Cerca de allí, teníamos una pequeña iglesia lo suficientemente grande como para constar de un bonito campanario con el que nos tocaban las horas. Verdaderamente útil cuando no se acostumbraba a llevar un reloj encima y además tendías a ser despistada, como me pasaba a mi. Me despedí de aquellos con los que estaba y fui hasta el pequeño despacho que me habían asignado en aquellos meses solo para dejar los documentos sobre la mesa y coger el bolso. Normalmente hubiese dejado la bata también, pero como la tenía puesta Mia yo había cogido una cualquiera que, de camino a la parte trasera, dejé colgada en uno de los percheros de un vestuario comunitario que teníamos allí. Para los que no tenían ningún despacho en el que dejar las cosas, como me pasó a mi al principio de llegar, es realmente útil. No puedo negar que mientras caminaba por el pasillo, estaba nerviosa. A pesar de haber estado ocupada las palabras de la chica pululaban por mi mente ¿Qué sería eso tan grabe que había echo? La pregunta del millón, por la que mi curiosidad se moría de ganas de saber la respuesta. Claro que, no pensaba presionarla para que me respondiera ¡Ni mucho menos! Confiaba lo suficiente en ella como para saber que no me iba a atracar ni nada por el estilo. Y que si la hospedaba en mi casa, me arriesgaría por un bien común. Después de todo ¿Para qué servía tener dinero, posición social y un techo sobre el que dormir si no podías utilizarlo para ayudar a los demás? Ya había vivido demasiado tiempo alejada de las personas que me necesitaban, dentro de aquella burbuja a la que mis padres llaman 'vida normal' o una vida fuera de peligros ¡Bobadas! Los peligros formaban parte del mundo, porque de lo contrario se experimentaba una monotonía y aburrimiento que no os puedo ni describir.
Mis ojos brillaron ligeramente, de contento, al verla allí parada. Siempre que quedaba con alguien, fuera dónde fuera, tenía la sensación de que llegaba tarde -Cuando estaba allí la persona- o demasiado pronto -Cuando no había nadie-. Sin embargo, dado que habíamos quedado a una hora punta y había escuchado perfectamente las campanadas, decidí no mencionar nada sobre el tema. No tendría sentido excusarme. - Hola Mia ¿Has podido despedirte bien? - Pregunté, con una sonrisa en mis labios. Estaba segura de que sí, o de lo contrario no estaría allí. Por otra parte, la palabra despedir me sonó demasiado triste una vez dicha y decidí que no volvería a pronunciarla, porque estaba decidida a hacer todo lo posible porque no se tuviera que despedir de nadie. - Bueno ¿A dónde quieres ir? Podemos ir a mi casa, sí, pero.. ¿No te apetece comer algo antes? Conozco buenos sitios - De repente, sentí que me estaba emocionando. Ya tenía ganas de ir de compras con ellas y pasar lo que quedaba de día lo mejor posible. Aún así.. se me olvidaba el factor de que la buscaban. Si tenía que esconderse ¡Nada de eso iba a ser posible! Obviamente. Puse cara de circunstancia al recordarlo, casi sin darme cuenta, mientras esperaba una respuesta. Si era un No, esperaba por lo menos una explicación de hasta que grado la estaban buscando. Siempre la podría disfrazar ¿O no?
Una vez más, disculpa la demora.
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