AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Métodos y Egos [Târsil Valborg]
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Métodos y Egos [Târsil Valborg]
"¡Maldito sea, que impertinente!" repetía en mi mente la cual procuraba mantener clara y serena, siempre enfocada en sus difíciles tareas que día a día debía desempeñar dentro de la facción y por si fuera poco asumía dentro la inquisición - ¿verdad o mentira? – finalmente tenía que cumplir fueran cuales fueran mis objetivos, pero especialmente esa noche se me venia a la mente una y otra vez lo rumores sobre el líder de la facción 4 el cual ponía entre dicho el trabajo de nuestro equipo, situación que no sólo me incomodaba si no que también molestaba severamente, pese a ello llevaba a cabo mi misión.
Medianoche, el hielo del crudo invierno amedrentaba mis rodillas, que aunque frágiles sostenían firmemente mi cuerpo delgado cubierto por un atuendo especial, diferente a lo que vestía usualmente; unos pantalones verdes oscuros aterciopelados que hacían juego con el saco manga larga que permitía sobresalir perfectamente la blusa clara que llevaba debajo, siendo solo en las mangas y el cuello por dónde se alcanzaba a ver los holanes bordados del mismo color que mi traje – pequeños detalles – que había añadido a mi uniforme. Cubriéndome del frio alcanzaba a distinguirme una túnica oscura que colgaba hasta el suelo pero que no la arrastraba por completo.
Los callejones de París en esas fechas parecían más solos de lo acostumbrado, cubiertos entre sombras y figuras amorfas que se producían a causa de las luces que alumbraban tenuemente las calles de la ciudad, entre ellas, mi figura cobraba vida, mezclándose, cubriéndose, volviéndose parte de la oscuridad que junto a mi ropón me permitía hacerlo de manera muy sigilosa y cuidadosa, tanto, que apenas mis pasos podían escucharse entre el silencio de la noche “La señora Shapplin me ha pedido tener extrema cautela con estos hombres” proferí en mis pensamientos, sostenía mi mente a la expectativa, alerta a lo que pudiera pasar en ese momento, sin embargo, el frio calaba mis huesos haciendo que la tarea encomendada por la señorita líder de la facción a la cual yo pertenecía y debía todos mis conocimientos – o al menos la gran mayoría de ellos – me ayudaran a cumplir cada uno de los objetivos que en mi mente pasaba maquinando cabalmente, para que todos ellos se dieran en un tiempo estimado por mí, pues no me importaban los métodos que debía usar, mucho menos los medios a los que tendría que acudir para cumplirlos.
Un resoplido del viento me hizo estremecer, parcialmente el callejón se alumbró y yo permanecí de pie entre las sombras, a lo lejos observe como dos hombres salían de una pequeña puerta que por un instante se iluminó, esos dos hombres eran indescriptibles, tal cual me los había descrito la señorita Shapplin pues las investigaciones nos habían llevado hacia ellos, dos seres envidiablemente hermosos, de piel marmoleada y cabellos perfectos, brillaban a la luz natural de la luna, pero así como podían ser tan preciosos, eran asesinos, letales, mordaces, capaces de destruir a alguien como yo; una inquisidora.
Adelante mis pasos y sostuve mi ballesta, estaba dispuesta a asestar las estacas justo en el corazón de los dos vampiros que se encontraban frente a mi “Si mi olor llega hasta ellos estoy acabada” apunté mi arma en su dirección con firmeza, incline mi cuerpo de tal forma que me permitiera adquirir mayor comodidad, como un lobo tras su presa, acechante, cautelosa y entonces: ¡disparé!, de un solo golpe y certero di en el blanco, las bestias cayeron y se retorcían en el piso, un chirrido peor que un grito se escuchaba de sus boca a tal punto de aturdirme, por lo que estrepitosamente corrí hacia ellos sacando de entre mi atuendo una espada de proporciones moderadas ya que no era ni muy grande, ni muy pequeña así con la cabeza fría, sin contemplación alguna, corté sus cabezas de tajo, por el corte la sangre asaltó mi rostro cubriéndolo con ella, recorriendo mis mejillas, mi sien y también mi barbilla. El olor que desprendían sus cuerpos era imposible de soportar, lentamente me puse de pie impulsándome con mis piernas para alejarme unos cuantos pasos de ellos. Ya de pie ante los cuerpos maltrechos y ensangrentados, permanecí por un instante, el frio continuaba azotando mi cuerpo, las heladas en París eran conocidas por ser tan crudas y largas, sin embargo, para mí era normal sumergirme en los lugares más recónditos de la ciudad, bajo la búsqueda de respuestas y soluciones.
Medianoche, el hielo del crudo invierno amedrentaba mis rodillas, que aunque frágiles sostenían firmemente mi cuerpo delgado cubierto por un atuendo especial, diferente a lo que vestía usualmente; unos pantalones verdes oscuros aterciopelados que hacían juego con el saco manga larga que permitía sobresalir perfectamente la blusa clara que llevaba debajo, siendo solo en las mangas y el cuello por dónde se alcanzaba a ver los holanes bordados del mismo color que mi traje – pequeños detalles – que había añadido a mi uniforme. Cubriéndome del frio alcanzaba a distinguirme una túnica oscura que colgaba hasta el suelo pero que no la arrastraba por completo.
Los callejones de París en esas fechas parecían más solos de lo acostumbrado, cubiertos entre sombras y figuras amorfas que se producían a causa de las luces que alumbraban tenuemente las calles de la ciudad, entre ellas, mi figura cobraba vida, mezclándose, cubriéndose, volviéndose parte de la oscuridad que junto a mi ropón me permitía hacerlo de manera muy sigilosa y cuidadosa, tanto, que apenas mis pasos podían escucharse entre el silencio de la noche “La señora Shapplin me ha pedido tener extrema cautela con estos hombres” proferí en mis pensamientos, sostenía mi mente a la expectativa, alerta a lo que pudiera pasar en ese momento, sin embargo, el frio calaba mis huesos haciendo que la tarea encomendada por la señorita líder de la facción a la cual yo pertenecía y debía todos mis conocimientos – o al menos la gran mayoría de ellos – me ayudaran a cumplir cada uno de los objetivos que en mi mente pasaba maquinando cabalmente, para que todos ellos se dieran en un tiempo estimado por mí, pues no me importaban los métodos que debía usar, mucho menos los medios a los que tendría que acudir para cumplirlos.
Un resoplido del viento me hizo estremecer, parcialmente el callejón se alumbró y yo permanecí de pie entre las sombras, a lo lejos observe como dos hombres salían de una pequeña puerta que por un instante se iluminó, esos dos hombres eran indescriptibles, tal cual me los había descrito la señorita Shapplin pues las investigaciones nos habían llevado hacia ellos, dos seres envidiablemente hermosos, de piel marmoleada y cabellos perfectos, brillaban a la luz natural de la luna, pero así como podían ser tan preciosos, eran asesinos, letales, mordaces, capaces de destruir a alguien como yo; una inquisidora.
Adelante mis pasos y sostuve mi ballesta, estaba dispuesta a asestar las estacas justo en el corazón de los dos vampiros que se encontraban frente a mi “Si mi olor llega hasta ellos estoy acabada” apunté mi arma en su dirección con firmeza, incline mi cuerpo de tal forma que me permitiera adquirir mayor comodidad, como un lobo tras su presa, acechante, cautelosa y entonces: ¡disparé!, de un solo golpe y certero di en el blanco, las bestias cayeron y se retorcían en el piso, un chirrido peor que un grito se escuchaba de sus boca a tal punto de aturdirme, por lo que estrepitosamente corrí hacia ellos sacando de entre mi atuendo una espada de proporciones moderadas ya que no era ni muy grande, ni muy pequeña así con la cabeza fría, sin contemplación alguna, corté sus cabezas de tajo, por el corte la sangre asaltó mi rostro cubriéndolo con ella, recorriendo mis mejillas, mi sien y también mi barbilla. El olor que desprendían sus cuerpos era imposible de soportar, lentamente me puse de pie impulsándome con mis piernas para alejarme unos cuantos pasos de ellos. Ya de pie ante los cuerpos maltrechos y ensangrentados, permanecí por un instante, el frio continuaba azotando mi cuerpo, las heladas en París eran conocidas por ser tan crudas y largas, sin embargo, para mí era normal sumergirme en los lugares más recónditos de la ciudad, bajo la búsqueda de respuestas y soluciones.
Oksana Derevya- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/03/2012
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
Él no tenía porque estar haciendo eso, pero no hacía, lo hacía porque podía y porque le daba la maldita gana. Así era el más joven de los Valborg, terco como una maldita mula, empecinado a hacer las cosas siempre como él creía que eran mejores y no siempre porque fueran las correctas; poco le importaba ser el líder de facción cuatro y no porque no valorara serlo sino más bien porque el hecho de que ser un líder lo comprometía el doble que los demás a comportarse justamente como eso: un líder, un hombre maduro y pensante, un cazador que no debía tomar a la ligera las decisiones que hiciera. Y sin embargo estaba ahí, pasando por alto las reglas establecidas por el máximo mandatario de la iglesia católica, ese al que solía llamar “anciano” en su mente cada vez que lo tenía enfrente o cada vez que le daba la espalda. Târsil servía a la iglesia católica, sí, pero eso no significaba nada para él, su única razón, su única y verdadera razón era que servir a la iglesia le había brindado la posibilidad de recibir el mejor entrenamiento, las mejores armas y sobretodo aprender las mejores tácticas para matar a esos que tanto odiaba: los demonios, como él solía llamar a los vampiros y otras criaturas. Cada vez que entraba a la iglesia para él era igual que entrar a una cantina, sólo que era más aburrido porque no había tragos o mujeres semidesnudas. Dios, la iglesia, el Papa y todos los demás podían irse al demonio, él sólo quería cazar, sólo quería sentir sus armas clavándose en las carnes de sus enemigos y aspirar el aroma de la victoria cuando acabara con cada uno de ellos, así sería hasta que al fin llegara con el bastardo que había asesinado a su familia.
Ajustó las dagas que siempre cargaba consigo en el interior de su inseparable gabardina negra y miró a ambos lados de la calle cuando cruzó una avenida. Procuró mantener una distancia prudente para que Oksana no se diera cuenta de que seguía sus pasos y cada vez que ella aminoraba su ritmo él hacía lo mismo, haciéndose el imbecil con un poco de tabaco que fumaba en una pequeña pipa con la intención de encontrar un poco de calor en las caladas. Cada vez que soltaba el humo se confundía con el bao que salía de su boca a causa de las bajas temperaturas; en fechas como esas se lamentaba por preferir llevar el cabello tan corto y sufrir de la crueldad del invierno sobre su cabeza. Cuando Oksana entro a un callejón, Târsil tiró la pipa a un lado y con cuidado sacó una de las dagas para empuñarla con precisión y coraje. Se ocultó entre las sombras y caminó sigilosamente pegado a la pared de ladrillo, se detuvo a observar lo que su compañera inquisidora hacía, la vio ponerse en guardia y apuntarles con la ballesta, pero Târsil no disfrutó del espectáculo de ver como esas dos alimañas morían a manos de ella, sus ojos estaban más ocupados en los tres vampiros que desde lo alto acechaban a Oksana sin que ella se hubiese dado cuenta; era una emboscada, una maldita emboscada. Târsil se mantuvo muy quieto, con los ojos abiertos como platos y la respiración agitándose a cada segundo, pensó en alguna solución, si bien había seguido hasta ahí a Oksana con la única intención de comprobar que no fuera a hacer una estupidez y si bien era cierto que ellos dos no eran amigos ni mucho menos, también era verdad que no podía dejarla morir a manos de esas bestias, en primer lugar porque los odiaba tanto que no podía darles ese gusto y en segundo porque después de todo ella era un ser humano y él podía ser un bastardo, pero no un maldito bastardo. Miró a los vampiros y estuvo seguro de que ya lo habían visto; con una velocidad impresionante sacó de dentro de su gabardina un par de estacas y las empuñó soltando la daga de plata que no le serviría de nada en contra de tres vampiros. Corrió hasta donde Oksana se encontraba y se abalanzó sobre ella cuando uno de los vampiros saltó desde el techo con la intención de caerle encima a la muchacha, Târsil la derrumbó e impidió que el inmortal lo lograra. — ¿Acaso estás ciega?, ¡¿en qué mierda estabas pensando?! — Le gritó mientras rodaba por el piso del húmedo callejón, arrastrándola el hasta un extremo. Con la agilidad propia de un felino, Târsil se puso de pie de un brinco y maldijo por lo bajo cuando se dio cuenta de que los tres vampiros los tenían acorralados: era un callejón sin salida. — Genial… — Murmuró sin dejar de mantener la guardia y las dagas al frente, amenazando a las bestias. — Es hora de que dejes de pensar en vestidos, perfumes y maquillaje, niña, eso no nos salvará el pellejo. — Comentó sin perder la oportunidad de sacar un poco de ese lado un tanto machista y burlón que siempre le había caracterizado.
Ajustó las dagas que siempre cargaba consigo en el interior de su inseparable gabardina negra y miró a ambos lados de la calle cuando cruzó una avenida. Procuró mantener una distancia prudente para que Oksana no se diera cuenta de que seguía sus pasos y cada vez que ella aminoraba su ritmo él hacía lo mismo, haciéndose el imbecil con un poco de tabaco que fumaba en una pequeña pipa con la intención de encontrar un poco de calor en las caladas. Cada vez que soltaba el humo se confundía con el bao que salía de su boca a causa de las bajas temperaturas; en fechas como esas se lamentaba por preferir llevar el cabello tan corto y sufrir de la crueldad del invierno sobre su cabeza. Cuando Oksana entro a un callejón, Târsil tiró la pipa a un lado y con cuidado sacó una de las dagas para empuñarla con precisión y coraje. Se ocultó entre las sombras y caminó sigilosamente pegado a la pared de ladrillo, se detuvo a observar lo que su compañera inquisidora hacía, la vio ponerse en guardia y apuntarles con la ballesta, pero Târsil no disfrutó del espectáculo de ver como esas dos alimañas morían a manos de ella, sus ojos estaban más ocupados en los tres vampiros que desde lo alto acechaban a Oksana sin que ella se hubiese dado cuenta; era una emboscada, una maldita emboscada. Târsil se mantuvo muy quieto, con los ojos abiertos como platos y la respiración agitándose a cada segundo, pensó en alguna solución, si bien había seguido hasta ahí a Oksana con la única intención de comprobar que no fuera a hacer una estupidez y si bien era cierto que ellos dos no eran amigos ni mucho menos, también era verdad que no podía dejarla morir a manos de esas bestias, en primer lugar porque los odiaba tanto que no podía darles ese gusto y en segundo porque después de todo ella era un ser humano y él podía ser un bastardo, pero no un maldito bastardo. Miró a los vampiros y estuvo seguro de que ya lo habían visto; con una velocidad impresionante sacó de dentro de su gabardina un par de estacas y las empuñó soltando la daga de plata que no le serviría de nada en contra de tres vampiros. Corrió hasta donde Oksana se encontraba y se abalanzó sobre ella cuando uno de los vampiros saltó desde el techo con la intención de caerle encima a la muchacha, Târsil la derrumbó e impidió que el inmortal lo lograra. — ¿Acaso estás ciega?, ¡¿en qué mierda estabas pensando?! — Le gritó mientras rodaba por el piso del húmedo callejón, arrastrándola el hasta un extremo. Con la agilidad propia de un felino, Târsil se puso de pie de un brinco y maldijo por lo bajo cuando se dio cuenta de que los tres vampiros los tenían acorralados: era un callejón sin salida. — Genial… — Murmuró sin dejar de mantener la guardia y las dagas al frente, amenazando a las bestias. — Es hora de que dejes de pensar en vestidos, perfumes y maquillaje, niña, eso no nos salvará el pellejo. — Comentó sin perder la oportunidad de sacar un poco de ese lado un tanto machista y burlón que siempre le había caracterizado.
Târsil Valborg- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/10/2011
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
Tenía muchos motivos para conservar mi vida, habían pasado más de 10 años sin ver a mis dos hermanos, ellos eran mi única familia, la única que me quedaba después de haber muerto mis padres, pero en San Petesburgo no existía tanto peligro como en Paris y mis tareas diarias me mantenían cautiva, imposibilitada a viajar a mi lugar natal. Desde mi llegada a esta “Ciudad de las luces” –porque así le llamaban sus originarios y extranjeros también – había sido presuntuosa, incluso ataviada por la exhaustiva vida que se llevaba ahí, pobreza y riqueza en un solo lugar, me impresionaba la cantidad de personas que vivían a manos de dios, a la intemperie, todas ellas rogando por un amanecer más caliente en el frio invierno que azotaba las calles a las cuales envolvía con el rocío de las gotas heladas que anunciaban brisas nocturnas lo suficientemente frías como para congelar un cuerpo sin la debida protección caliente de un abrigo.
Para mí, esa noche había sido letal, la información recabada tras días intensos de búsquedas e intercambios de información con mis fuentes, me habían dado una ubicación exacta, así como fechas precisas de quienes, cómo y cuando se realizaban reuniones de un aquelarre importante dentro de la ciudad, todos ellos con diferentes funciones ¿El número? cinco miembros en total, visto eso decidí poner en práctica mis habilidades, aunque a pesar de ser una simple “bibliotecaria” tenía el conocimiento en combate cuerpo a cuerpo, incluso en armas, principalmente armas blancas como cuchillos y espadas, las cuales procuraba cargar en mi espalda, una ballesta con la suficiente cantidad de estacas que me permitían actuar a larga distancia, como era en este caso.
Asesiné sin piedad a las bestias, quienes a pesar de ser de la misma condición que Alejandro, sus ojos me parecían vacios y llenos de odio hacia la humanidad, condenados a vagar por la oscuridad, sedientos y peligrosos, todo lo contrario al hombre que tiempo atrás había conocido, pues una mínima parte de sensibilidad, gentileza incluso, nacían de sus labios al pronunciar mi nombre, me llenaba de rabia, mucha rabia, no haber podido hacer algo entonces por él. Pero en ese instante luego de haber terminado con los dos espectros, la luz de la luna revelo en el suelo las sombras amorfas de tres individuos más, como yo lo temía y previa tiempo atrás, pues mis informantes eran precisos, casi nunca fallaban, aunque esta vez posiblemente habría sido mi olor el que habría alertado a los inmortales, aunque yo fuera meticulosamente cuidadosa, ellos eran dueños de grandes habilidades sensomotoras; rápidos, fuertes, con sentidos del tacto, olfato y oído muy desarrollados.
Sin pensarlo dos veces y ante la prematura emboscada, mi instinto por conservar mi vida me hizo tomar dos estacas a las cuales empuñe firmemente entre mis manos, aunque por sorpresa el sonido de pasos y zancadas huecas que se dirigían a mí a gran velocidad llamaron mi atención, al volver mis ojos hacia la recién aparecida entidad, sentí como mi cuerpo fue impactado por el suyo, tumbándome por el piso del callejón, aturdiéndome por un período de tiempo justo al instante en que uno de los vampiros atacó - ¿Acaso estás ciega?, ¡¿en qué mierda estabas pensando?! – escuché por lo bajo de mis oídos aturdidos — Es hora de que dejes de pensar en vestidos, perfumes y maquillaje, niña, eso no nos salvará el pellejo. — volvió a decir burlón y despectivo, mis manos heladas reaccionaron de inmediato apoyándose sobre el losado mojado a causa de las heladas, reincorporándome casi enseguida, volteando a cada espacio del callejón analizando una y otra vez las posibilidades de ataque y defensa en contra de las bestias - ¿Ciega? Que no ves que todo era una trampa, arruinaste todo, ¡Imbécil! – dije tajante, obstinada, sin reconocer aún al hombre que por un instante había puesto a salvo mi vida, nunca había estado en esa situación, casi todo el tiempo mis tácticas eran certeras y terminaba sin problemas mis obligaciones, yo como segunda al mando de la facción dos no tenia permitido fallar, no estaba dentro de mis planes hacerlo y me exigía a mi misma perfeccionar día con día mis métodos.
Para mí, esa noche había sido letal, la información recabada tras días intensos de búsquedas e intercambios de información con mis fuentes, me habían dado una ubicación exacta, así como fechas precisas de quienes, cómo y cuando se realizaban reuniones de un aquelarre importante dentro de la ciudad, todos ellos con diferentes funciones ¿El número? cinco miembros en total, visto eso decidí poner en práctica mis habilidades, aunque a pesar de ser una simple “bibliotecaria” tenía el conocimiento en combate cuerpo a cuerpo, incluso en armas, principalmente armas blancas como cuchillos y espadas, las cuales procuraba cargar en mi espalda, una ballesta con la suficiente cantidad de estacas que me permitían actuar a larga distancia, como era en este caso.
Asesiné sin piedad a las bestias, quienes a pesar de ser de la misma condición que Alejandro, sus ojos me parecían vacios y llenos de odio hacia la humanidad, condenados a vagar por la oscuridad, sedientos y peligrosos, todo lo contrario al hombre que tiempo atrás había conocido, pues una mínima parte de sensibilidad, gentileza incluso, nacían de sus labios al pronunciar mi nombre, me llenaba de rabia, mucha rabia, no haber podido hacer algo entonces por él. Pero en ese instante luego de haber terminado con los dos espectros, la luz de la luna revelo en el suelo las sombras amorfas de tres individuos más, como yo lo temía y previa tiempo atrás, pues mis informantes eran precisos, casi nunca fallaban, aunque esta vez posiblemente habría sido mi olor el que habría alertado a los inmortales, aunque yo fuera meticulosamente cuidadosa, ellos eran dueños de grandes habilidades sensomotoras; rápidos, fuertes, con sentidos del tacto, olfato y oído muy desarrollados.
Sin pensarlo dos veces y ante la prematura emboscada, mi instinto por conservar mi vida me hizo tomar dos estacas a las cuales empuñe firmemente entre mis manos, aunque por sorpresa el sonido de pasos y zancadas huecas que se dirigían a mí a gran velocidad llamaron mi atención, al volver mis ojos hacia la recién aparecida entidad, sentí como mi cuerpo fue impactado por el suyo, tumbándome por el piso del callejón, aturdiéndome por un período de tiempo justo al instante en que uno de los vampiros atacó - ¿Acaso estás ciega?, ¡¿en qué mierda estabas pensando?! – escuché por lo bajo de mis oídos aturdidos — Es hora de que dejes de pensar en vestidos, perfumes y maquillaje, niña, eso no nos salvará el pellejo. — volvió a decir burlón y despectivo, mis manos heladas reaccionaron de inmediato apoyándose sobre el losado mojado a causa de las heladas, reincorporándome casi enseguida, volteando a cada espacio del callejón analizando una y otra vez las posibilidades de ataque y defensa en contra de las bestias - ¿Ciega? Que no ves que todo era una trampa, arruinaste todo, ¡Imbécil! – dije tajante, obstinada, sin reconocer aún al hombre que por un instante había puesto a salvo mi vida, nunca había estado en esa situación, casi todo el tiempo mis tácticas eran certeras y terminaba sin problemas mis obligaciones, yo como segunda al mando de la facción dos no tenia permitido fallar, no estaba dentro de mis planes hacerlo y me exigía a mi misma perfeccionar día con día mis métodos.
Oksana Derevya- Inquisidor Clase Alta
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
Seis ojos miraban a los cazadores que permanecían a la defensiva, ambos con afiladas estacas hechas de madera resistente, listas para ser incrustadas en los pechos de los tres vampiros que no les despegaban la mirada, saboreándose la victoria que estaban deseando obtener. Pero Târsil, que siempre había sido un terco, no se daría por vencido, no les daría el gusto de verlos victoriosos porque eso sería denigrante tanto para él como para los demás pertenecientes a su profesión, pero especialmente para él, que era lo que más le importaba. Miró de reojo a la muchacha que ya estaba de pie a su lado, imitando la posición de ataque que él tenía, rodó los ojos cuando la escuchó echarle en cara haberle arruinado su plan, ¿es que acaso se hacía la tonta o era tan orgullosa como él como para no admitir que le acababa de salvar el pellejo? De haber sido otro el momento la habría encarado y obligado a aceptar que le había salvado la vida y que nada ganaba con pretender sabérselas todas, no por querer llevarse el título de héroe, simplemente por molestar, le gustaba sacar de quicio a la gente cuando estaba aburrido, por eso y por algunas cosas más es que la gente lo consideraba una persona odiosa y difícil de tratar.
Târsil olvidó las palabras de Oksana para concentrarse en los vampiros y pensar de que forma es que acabarían con ellos, en ese instante empezó a idear un plan y quiso bufar de exasperación cuando se dio cuenta de que para lograrlo tenían que hacerlo juntos, ella y Oksana, como si de verdad fueran un equipo. Se mordió la lengua y sus grandes manos se aferraron aun más a las estacas que sostenía a lo alto de su pecho, apuntando a los vampiros que se acercaban a paso lento, como si irónicamente les estuvieran dando tiempo para planear un escape, aunque conociendo a los vampiros era probable que eso desearan, que huyeran para darles caza, eso era lo que les gustaba a los inmortales: divertirse y perseguir a los humanos como si de ratas se tratase. — Odio decir esto pero tenemos que trabajar juntos si queremos salir vivos de esta. — Arrastró las palabras como si le costara pronunciarlas, sólo él sabía lo que le hería el ego tener que pedir trabajar el equipo y más con una mujer; no era que las odiara pero siempre había tenido sus serias dudas acerca de su desenvolvimiento como cazadoras, no dejaba de verlas como seres frágiles a las que siempre se tendría que rescatar cada vez que fallaran.
Con sumo cuidado se movió hasta donde Oksana se encontraba hasta quedar justamente a su lado, a apenas unos cuantos centímetros de distancia y una vez que estuvo así de cerca se aseguro de hablarle quedo cerca del oído, con la intención de que los vampiros -que estaban ya casi encima de ellos- no escucharan lo que planeaba. — Necesito que me cubras la espalda, necesito que actúes rápido… ¡ahora! — Le gritó al mismo tiempo que se abalanzaba sobre el vampiro más cercano; se movió con rapidez y logró clavar la estaca en el pecho del individuo, haciéndolo caer ante sus pies, muerto. Los dos vampiros restantes se les fueron encima, Târsil forcejeó contra el más alto de ellos mientras que Oksana luchaba contra el que tenía una apariencia mucho más joven que el anterior. El vampiro alto era demasiado rápido, logró desarmar a Târsil tomándolo por la espalda y clavando sus afilados colmillos sobre el cuello del cazador; Târsil lanzó alarido de dolor cuando le perforó la piel y empezó a succionar su sangre. Con esfuerzo logró liberarse y se tiró al piso para coger la estaca que el no-muerto le había tirado, la empuñó y con dificultad se puso de pie para reanudar su lucha con el vampiro, a quien logró acabar sacando su último esfuerzo. Cuando cayó al piso muerto Târsil le acompañó dejándose caer sobre el pavimento frío y húmedo, permaneció de rodillas y se arrastró hasta la pared donde observó como Oksana seguía luchado contra el vampiro de apariencia más joven. Allí sentado e intentado reponerse de la herida y debilidad que sentía a causa de la pérdida de sangre, observó la táctica que la muchacha ejercía en su lucha cuerpo a cuerpo e internamente admitió que era buena para ser una chica, vio como sostenía con precisión sus armas y la manera en que le devolvía la mirada a su atacante, con coraje y sin un mínimo gramo de miedo en sus ojos. Târsil se llevó las manos al cuello y sintió como el cuello de su camisa y gabardina se empapaban de sangre a causa de la mordedura que el vampiro muerto había logrado hacerle; el aroma debió llegarle al vampiro con el que Oksana porque de pronto lo vio observarlo con sus ojos rojizos –que le hacían saber que se trataba de un neófito, un vampiro que se volvía loco con el aroma, sin poder controlarlo-. El vampiro se olvidó de Oksana y se dejó ir hacia Târsil, quien estaba desarmado.
Ese era un buen momento para que ella le devolviera el favor y le salvara el pellejo, así estarían a mano.
Târsil olvidó las palabras de Oksana para concentrarse en los vampiros y pensar de que forma es que acabarían con ellos, en ese instante empezó a idear un plan y quiso bufar de exasperación cuando se dio cuenta de que para lograrlo tenían que hacerlo juntos, ella y Oksana, como si de verdad fueran un equipo. Se mordió la lengua y sus grandes manos se aferraron aun más a las estacas que sostenía a lo alto de su pecho, apuntando a los vampiros que se acercaban a paso lento, como si irónicamente les estuvieran dando tiempo para planear un escape, aunque conociendo a los vampiros era probable que eso desearan, que huyeran para darles caza, eso era lo que les gustaba a los inmortales: divertirse y perseguir a los humanos como si de ratas se tratase. — Odio decir esto pero tenemos que trabajar juntos si queremos salir vivos de esta. — Arrastró las palabras como si le costara pronunciarlas, sólo él sabía lo que le hería el ego tener que pedir trabajar el equipo y más con una mujer; no era que las odiara pero siempre había tenido sus serias dudas acerca de su desenvolvimiento como cazadoras, no dejaba de verlas como seres frágiles a las que siempre se tendría que rescatar cada vez que fallaran.
Con sumo cuidado se movió hasta donde Oksana se encontraba hasta quedar justamente a su lado, a apenas unos cuantos centímetros de distancia y una vez que estuvo así de cerca se aseguro de hablarle quedo cerca del oído, con la intención de que los vampiros -que estaban ya casi encima de ellos- no escucharan lo que planeaba. — Necesito que me cubras la espalda, necesito que actúes rápido… ¡ahora! — Le gritó al mismo tiempo que se abalanzaba sobre el vampiro más cercano; se movió con rapidez y logró clavar la estaca en el pecho del individuo, haciéndolo caer ante sus pies, muerto. Los dos vampiros restantes se les fueron encima, Târsil forcejeó contra el más alto de ellos mientras que Oksana luchaba contra el que tenía una apariencia mucho más joven que el anterior. El vampiro alto era demasiado rápido, logró desarmar a Târsil tomándolo por la espalda y clavando sus afilados colmillos sobre el cuello del cazador; Târsil lanzó alarido de dolor cuando le perforó la piel y empezó a succionar su sangre. Con esfuerzo logró liberarse y se tiró al piso para coger la estaca que el no-muerto le había tirado, la empuñó y con dificultad se puso de pie para reanudar su lucha con el vampiro, a quien logró acabar sacando su último esfuerzo. Cuando cayó al piso muerto Târsil le acompañó dejándose caer sobre el pavimento frío y húmedo, permaneció de rodillas y se arrastró hasta la pared donde observó como Oksana seguía luchado contra el vampiro de apariencia más joven. Allí sentado e intentado reponerse de la herida y debilidad que sentía a causa de la pérdida de sangre, observó la táctica que la muchacha ejercía en su lucha cuerpo a cuerpo e internamente admitió que era buena para ser una chica, vio como sostenía con precisión sus armas y la manera en que le devolvía la mirada a su atacante, con coraje y sin un mínimo gramo de miedo en sus ojos. Târsil se llevó las manos al cuello y sintió como el cuello de su camisa y gabardina se empapaban de sangre a causa de la mordedura que el vampiro muerto había logrado hacerle; el aroma debió llegarle al vampiro con el que Oksana porque de pronto lo vio observarlo con sus ojos rojizos –que le hacían saber que se trataba de un neófito, un vampiro que se volvía loco con el aroma, sin poder controlarlo-. El vampiro se olvidó de Oksana y se dejó ir hacia Târsil, quien estaba desarmado.
Ese era un buen momento para que ella le devolviera el favor y le salvara el pellejo, así estarían a mano.
Târsil Valborg- Inquisidor Clase Media
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
Agradecía la presencia de Tarsil a mi lado, pese a que estaba segura de mi misma y las tácticas aprendidas para poder hacer frente a los cinco no-muertos, él me había salvado la vida, refunfuñe entre resoplidos y ademanes con la mirada que sobrealimentaban el ego, mi ego, arremedando en el interior al inquisidor, presté atención – Odio tener que decir esto, pero tenemos que trabajar juntos si queremos salir vivos de esta - ¿Me estaba bromeando? ¡Era su culpa!, estaba todo perfectamente calculado, mis acciones, mis pasos, mis palabras, la forma en que atraería a los inmortales, reprendiéndome a girones por haber sido tan estúpida, me calmé y volví la mirada hasta la de él, el coraje y el enojo se podían ver notablemente cuando nuevamente volví a escucharle decir cerca de mi oído – Necesito que me cubras la espalda, necesito que actúes rápido…¡Ahora! – asestando una de las afiladas estacas en el corazón del vampiro más cercano, acabó con su vida inmediatamente, lanzándose sobre el más alto de ellos, poniendo en uso sus habilidades, era impresionante, un hombre digno de admirar, aunque difícilmente lo admitiría, me sorprendía su forma de pelear, tan calculadoramente fría, se notaba su experiencia en el campo de combate.
Mi reacción fue inmediata, me lancé contra el vampiro más bajo, forcejee con el dando patadas certeras y golpes en la mandíbula con mis puños, por momentos parecía someterme con su fuerza y por otros parecía ser sometido por mí, los ojos inyectados de sangre anunciaban su corta edad, sabía que los vampiros neófitos eran aquellos que contenían más fuerza, eran temidos incluso por los de su misma raza, no median consecuencias, tampoco eran muy inteligentes, ya que se dejaban guiar por su sed y la sangre, tras el forcejeo escuché como Valborg fue lastimado por el inmortal, mis orbes por un momento se enfocaron en ellos ante una escena aterradora, la sangre fluía de su cuerpo mientras el vampiro succionaba, no podía permitirme perder a un compañero de armas, mucho menos al hombre que había por un momento salvado mi vida, de pronto él obtuvo fuerzas terminando a duras penas con la vida del monstruo tras clavarle una filosa estaca, cayendo en seco al losado a expensas del peligro, desangrándose.
El olor de sangre conquistó al recién convertido…
La adrenalina me invadió, justo al momento en que el neófito se arrojó hacia Tarsil, siendo el momento adecuado para atacar, corrí con todas mis fuerzas atrapándolo por la espalda, afianzándome a él con mis brazos y piernas, apretándolas, me sostuve firme, tomé una de las estacas guardadas en la bolsa de mi espalda, que tras un impulso de mi cuerpo clave con precisión en el corazón del inmortal sin perder tiempo alguno, me lanzó envuelto por el dolor – o quien sabe que podrían sentir al “morir”- me expulsó contra la pared del callejón, impactándome con fuerza pero no la suficiente como para hacerme desfallecer, después de todo ya estaba acostumbrada al combate, los golpes lanzados con furia de los vampiros entre otras razas me habían hecho resistente, no era cualquier mujer después de todo.
Pasados los segundos observe lastimada como lentamente su “vida” – si así podría llamársele- se extinguía ante la mirada de ambos inquisidores, habíamos exterminado a cinco vampiros lo suficientemente fuertes como para acabar con nosotros.
Con dificultad me repuse del golpe, apoyándome en la pared para incorporarme, ya de pie me dirigí con premura hasta el cazador – Debo ponerte esto en el cuello o vas a desangrarte – dije intermitente por el dolor de mi espalda, actuando inteligentemente arranqué con mis dientes haciendo tirones un poco de tela de mi blusa blanca para cubrir su herida – Con esto estarás bien, pero deberemos ir de inmediato a un sitio donde podamos curarte – expresé con notoria seguridad manteniendo cabeza fría, sabiendo a la perfección por mis futuras acciones “Su cara…me parece conocida” dije mentalmente, analizando sus rasgos, mientras le rodeaba asegurándome de no lastimarle más.
Mi reacción fue inmediata, me lancé contra el vampiro más bajo, forcejee con el dando patadas certeras y golpes en la mandíbula con mis puños, por momentos parecía someterme con su fuerza y por otros parecía ser sometido por mí, los ojos inyectados de sangre anunciaban su corta edad, sabía que los vampiros neófitos eran aquellos que contenían más fuerza, eran temidos incluso por los de su misma raza, no median consecuencias, tampoco eran muy inteligentes, ya que se dejaban guiar por su sed y la sangre, tras el forcejeo escuché como Valborg fue lastimado por el inmortal, mis orbes por un momento se enfocaron en ellos ante una escena aterradora, la sangre fluía de su cuerpo mientras el vampiro succionaba, no podía permitirme perder a un compañero de armas, mucho menos al hombre que había por un momento salvado mi vida, de pronto él obtuvo fuerzas terminando a duras penas con la vida del monstruo tras clavarle una filosa estaca, cayendo en seco al losado a expensas del peligro, desangrándose.
El olor de sangre conquistó al recién convertido…
La adrenalina me invadió, justo al momento en que el neófito se arrojó hacia Tarsil, siendo el momento adecuado para atacar, corrí con todas mis fuerzas atrapándolo por la espalda, afianzándome a él con mis brazos y piernas, apretándolas, me sostuve firme, tomé una de las estacas guardadas en la bolsa de mi espalda, que tras un impulso de mi cuerpo clave con precisión en el corazón del inmortal sin perder tiempo alguno, me lanzó envuelto por el dolor – o quien sabe que podrían sentir al “morir”- me expulsó contra la pared del callejón, impactándome con fuerza pero no la suficiente como para hacerme desfallecer, después de todo ya estaba acostumbrada al combate, los golpes lanzados con furia de los vampiros entre otras razas me habían hecho resistente, no era cualquier mujer después de todo.
Pasados los segundos observe lastimada como lentamente su “vida” – si así podría llamársele- se extinguía ante la mirada de ambos inquisidores, habíamos exterminado a cinco vampiros lo suficientemente fuertes como para acabar con nosotros.
Con dificultad me repuse del golpe, apoyándome en la pared para incorporarme, ya de pie me dirigí con premura hasta el cazador – Debo ponerte esto en el cuello o vas a desangrarte – dije intermitente por el dolor de mi espalda, actuando inteligentemente arranqué con mis dientes haciendo tirones un poco de tela de mi blusa blanca para cubrir su herida – Con esto estarás bien, pero deberemos ir de inmediato a un sitio donde podamos curarte – expresé con notoria seguridad manteniendo cabeza fría, sabiendo a la perfección por mis futuras acciones “Su cara…me parece conocida” dije mentalmente, analizando sus rasgos, mientras le rodeaba asegurándome de no lastimarle más.
Oksana Derevya- Inquisidor Clase Alta
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
Oksana volvió a demostrar su gran capacidad como cazadora frente a los ojos de Târsil que mientras permanecía sentado con la mano sobre la herida del cuello no dejaba de observar cada uno de sus movimientos y los del vampiro que quedaba vivo. La cazadora actúo rápido e impidió que el vampiro llegara hasta donde el más joven de los Valborg se encontraba, los movimientos de la muchacha fueron dignos de un felino, probablemente su maciza estructura ósea y su delgado cuerpo le brindaban la ligereza exacta para moverse contra el viento, era tan exquisita que cualquiera que la mirase en la calle pensaría que era una muchacha frágil, petisa y inofensiva, casi podía decirse que conservaba la apariencia de una niña de quince años por lo menuda que era, pero la realidad es que era fuerte y dura como una roca, una mujer letal. Târsil la vio estrellarse contra la pared de aquel húmedo callejón y por un segundo pensó que no se recuperaría de ese fuerte golpe, para su sorpresa la muchacha se puso de pie a los pocos segundos y caminó como si nada hubiese pasado, completamente ilesa mientras el vampiro se retorcía en el piso mientras perdía la vida hasta quedar inerte.
Oksana se apresuró para acudir hasta donde su compañero –eso eran aunque no fuesen amigos o se cayeran bien- para asistir su herida, Târsil se mantuvo quieto y a la expectativa de que era lo que ella haría a continuación, la vio rasgar un pedazo de tela y acomodarlo perfectamente sobre la herida que no era un simple mordisco de vampiro, el inmortal había rasgado la piel del cazador hasta lograr hacer una rajada bastante larga y profunda, la sangre brotaba lo suficiente como para sentirse bastante débil a causa de la pérdida de sangre y mareado por el dolor que le provocaba punzadas en la lesión. Valborg la miró con sorpresa, no la había creído capaz de hacer algo así por él, ¿por que lo hacía si era la primera vez en la que habían cruzado palabra?, además la había tratado mal, se había burlado de ella y había renegado de tener que estar con ella en ese lío del que acababan de salir. Definitivamente las mujeres eran un misterio. — ¿Por qué haces esto? No me debes nada, estamos a mano. — La voz de Târsil no era amable o agradecida, era burda y tal vez hasta un tanto agresiva, le molestaba que la gente se preocupara por él o que tuviera detalles, no le gustaba para nada esa sensación de tener que darle las gracias a alguien, odiaba la gentileza.
Cuando el parche de tela que Oksana le había colocado estuvo bien sujeto, Târsil volvió a mirarla, incapaz de agradecer su gesto sólo se limitó a actuar como siempre hacía: siendo sarcástico. — Ya, listo, acabas de cumplir tu sueño de ser enfermera por un día. — Apartó la mirada de la muchacha y con la mano se tocó el sitio donde la herida se encontraba, con su dedos palpó la tela y fue consciente de que la muchacha sabía lo que hacía y no había improvisado, estaba perfectamente colocado, abarcando toda la herida e impidiendo que la sangre siguiera brotando, al menos de igual manera. — No vamos a ir a ningún lado, estoy perfectamente. — Alegó como era su costumbre, rara vez Târsil podría admitir que estaba mal, que se había equivocado o que necesitaba la ayuda de alguna otra persona, para él todas esas cosas eran signo de debilidad y él no podía permitirse ser un débil, jamás. Se negaba a hacer caso a lo que Oksana había dicho, no iría a ningún lado porque él consideraba que todo era un simple rasguño, nada importante. Con dificultad se puso de pie y tomó del piso sus armas para luego guardarlas entre su gabardina como siempre solía traerlas cada vez que salía de caza –incluso cuando no lo hacía, por seguridad-, hizo una mueca de dolor cuando se agachó para coger la segunda estaca y guardarla en el bolsillo interior de su ropa negra. Le pareció observar como Oksana negaba con la cabeza, aunque no estuvo seguro, seguramente la muchacha estaba pensando que se comportaba de manera muy infantil. Y era cierto. — Basta, deja de fingir que te importa si me pasa algo, no te importaría un demonio si me muero. — ¿Tenía que ser siempre de ese modo?, tan tajante y hosco, tan desconfiado. ¿Algún día podría comportarse por lo menos un poco o mostrarse un poco maduro? Dudoso.
Oksana se apresuró para acudir hasta donde su compañero –eso eran aunque no fuesen amigos o se cayeran bien- para asistir su herida, Târsil se mantuvo quieto y a la expectativa de que era lo que ella haría a continuación, la vio rasgar un pedazo de tela y acomodarlo perfectamente sobre la herida que no era un simple mordisco de vampiro, el inmortal había rasgado la piel del cazador hasta lograr hacer una rajada bastante larga y profunda, la sangre brotaba lo suficiente como para sentirse bastante débil a causa de la pérdida de sangre y mareado por el dolor que le provocaba punzadas en la lesión. Valborg la miró con sorpresa, no la había creído capaz de hacer algo así por él, ¿por que lo hacía si era la primera vez en la que habían cruzado palabra?, además la había tratado mal, se había burlado de ella y había renegado de tener que estar con ella en ese lío del que acababan de salir. Definitivamente las mujeres eran un misterio. — ¿Por qué haces esto? No me debes nada, estamos a mano. — La voz de Târsil no era amable o agradecida, era burda y tal vez hasta un tanto agresiva, le molestaba que la gente se preocupara por él o que tuviera detalles, no le gustaba para nada esa sensación de tener que darle las gracias a alguien, odiaba la gentileza.
Cuando el parche de tela que Oksana le había colocado estuvo bien sujeto, Târsil volvió a mirarla, incapaz de agradecer su gesto sólo se limitó a actuar como siempre hacía: siendo sarcástico. — Ya, listo, acabas de cumplir tu sueño de ser enfermera por un día. — Apartó la mirada de la muchacha y con la mano se tocó el sitio donde la herida se encontraba, con su dedos palpó la tela y fue consciente de que la muchacha sabía lo que hacía y no había improvisado, estaba perfectamente colocado, abarcando toda la herida e impidiendo que la sangre siguiera brotando, al menos de igual manera. — No vamos a ir a ningún lado, estoy perfectamente. — Alegó como era su costumbre, rara vez Târsil podría admitir que estaba mal, que se había equivocado o que necesitaba la ayuda de alguna otra persona, para él todas esas cosas eran signo de debilidad y él no podía permitirse ser un débil, jamás. Se negaba a hacer caso a lo que Oksana había dicho, no iría a ningún lado porque él consideraba que todo era un simple rasguño, nada importante. Con dificultad se puso de pie y tomó del piso sus armas para luego guardarlas entre su gabardina como siempre solía traerlas cada vez que salía de caza –incluso cuando no lo hacía, por seguridad-, hizo una mueca de dolor cuando se agachó para coger la segunda estaca y guardarla en el bolsillo interior de su ropa negra. Le pareció observar como Oksana negaba con la cabeza, aunque no estuvo seguro, seguramente la muchacha estaba pensando que se comportaba de manera muy infantil. Y era cierto. — Basta, deja de fingir que te importa si me pasa algo, no te importaría un demonio si me muero. — ¿Tenía que ser siempre de ese modo?, tan tajante y hosco, tan desconfiado. ¿Algún día podría comportarse por lo menos un poco o mostrarse un poco maduro? Dudoso.
Târsil Valborg- Inquisidor Clase Media
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
De pronto un nombre me vino a la mente, era él, sus facciones, sus maneras de expresarse, sus métodos, eran casi imposibles de esconder y muy fácil de reconocer, cada vez que me topaba con personajes como Tarsil Valborg era casi seguro que le reprendería con alguna clase palabrería, hacerle notar con ello mi indiferencia aunque también mi enojo, pero ésta vez era diferente, no tenia intensión de discutir, mi garganta estaba seca y mis labios de la misma forma, el frío momentáneamente se había intensificado medida que se realizaba el encuentro con los inmortales.
Solté un suspiro de alivio al viento congelado, mis manos estaban entumidas por los golpes previos, pero aún con ello, me limitaba sólo a escuchar todas las sandeces de un hombre malagradecido, gruñón y terco ¿Qué pensaba lograr con aquella actitud discriminatoria? ¿Qué me sacaría de quicio? Sólo negué con la cabeza en señal de desaprobación “Calma Oksana, es el líder de la facción 4” dije acertando finalmente en mis suposiciones, un profundo silencio selló mis labios, no era una actitud para nada sumisa, bien dicen que el que calla otorga, y yo sólo otorgaba el debido respeto a su rango y no tanto por la persona que resultaba ser, por ello no me pude contener.
-Un "gracias" hubiera bastado, no necesitabas comportarte de ésta forma tan inmadura, ser agradecido no te resta humildad y ego tampoco - mis palabras fueron certeras, punzantes, no tenía el mínimo interés de sacarlo de su error y mucho menos que reconociera un poco el esfuerzo que había realizado tiempo atrás, tanto él como yo, nos habíamos jugado el pellejo frente a cinco sangrientos vampiros ¿Y él?, bueno, él sólo me recriminaba que ya había tenido mis cinco minutos de enfermera personal, comentario que dentro de mi causó la suficiente risa como para privarme al menos por cinco segundos, que irónico, ese hombre, en esas condiciones, había dicho algo gracioso y muy negro, el clásico humor que yo tenía.
Pero a estas alturas simplemente, quería regresar a la biblioteca de la Inquisición para rendir mi reporte, me levanté con dificultad del suelo observándolo – Si quieres morirte es problema tuyo, yo cumplí con mi cometido – llevé mis manos hasta mis costillas, dolían mucho, el aire me faltaba, el golpe en la pared resultaba doloroso incluso para mi acostumbrado cuerpo, frágil aparentemente pero con una resistencia ósea envidiables –Pero a diferencia de “usted” – continúe mi discurso entrecortados por los dolores intensos que a momentos regresaban a rasgarme la carne, haciéndolo un poco menos tolerante cada vez que caminaba hacia dónde estaba tirada mi ballesta – Yo si tengo educación y suelo ser agradecida cuando alguien me tiende la mano, pero si no le importa, a mi tampoco – reiteré directa, sin verguenza en mis palabras, letra por letra estaba destinada a ser intolerable para Tarsil, ya que, yo sabía perfectamente que ese tipo de personas odiaban o incomodaban que existiera un poco de contrariedad para con sus movimientos. Yo era casi igual a él, me resistía a decirle algo más por lo que tomé el arma depositándola en mi espalda “Sólo vete y no mires más”.
Comencé a caminar por el callejón pero en ese instante la luz de los faroles resaltaron un objeto en particular que llamó mi atención, como pude auxiliándome de mis manos y doblando mis piernas encorve mi espalda para tomarlo, al tenerlo en mis manos tal fue mi sorpresa, ya que se trataba de una especie de amuleto que acostumbraba traer bajo mis ropas “No comprendo este amuleto no lo tenía conmigo el día de hoy…” ¿Coincidencias? Tal vez, yo creía en el destino, quizá Tarsil estaba destinado a estar justamente ese día, esa hora y en ese momento, el amuleto había sido obsequiado por una bruja muy especial, la cual en ausencia de mi madre, ella había logrado ganarse mi cariño afectuoso así como el respeto que muy pocos sabían despertar en mi. Sonreí un tanto disgustada ¡Ni en broma mis ojos se fijarían en el espia! - era casi imposible – “¡Olvídalo! Es tan…tan…” refunfuñe nuevamente sin terminar la oración, levantándome alcé la mirada hacia dónde se encontraba para echarle un último vistazo – Ese amarre que tienes en el cuello es bueno, pero si eres inteligente sabrás que los vampiros rasgan la piel de tal modo que pueden hacerte desangrar en minutos, deja el orgullo y revisa esa herida, aunque si quieres morir déjalo tal cual... – fue lo último que dije antes de retirarme del lugar.
Solté un suspiro de alivio al viento congelado, mis manos estaban entumidas por los golpes previos, pero aún con ello, me limitaba sólo a escuchar todas las sandeces de un hombre malagradecido, gruñón y terco ¿Qué pensaba lograr con aquella actitud discriminatoria? ¿Qué me sacaría de quicio? Sólo negué con la cabeza en señal de desaprobación “Calma Oksana, es el líder de la facción 4” dije acertando finalmente en mis suposiciones, un profundo silencio selló mis labios, no era una actitud para nada sumisa, bien dicen que el que calla otorga, y yo sólo otorgaba el debido respeto a su rango y no tanto por la persona que resultaba ser, por ello no me pude contener.
-Un "gracias" hubiera bastado, no necesitabas comportarte de ésta forma tan inmadura, ser agradecido no te resta humildad y ego tampoco - mis palabras fueron certeras, punzantes, no tenía el mínimo interés de sacarlo de su error y mucho menos que reconociera un poco el esfuerzo que había realizado tiempo atrás, tanto él como yo, nos habíamos jugado el pellejo frente a cinco sangrientos vampiros ¿Y él?, bueno, él sólo me recriminaba que ya había tenido mis cinco minutos de enfermera personal, comentario que dentro de mi causó la suficiente risa como para privarme al menos por cinco segundos, que irónico, ese hombre, en esas condiciones, había dicho algo gracioso y muy negro, el clásico humor que yo tenía.
Pero a estas alturas simplemente, quería regresar a la biblioteca de la Inquisición para rendir mi reporte, me levanté con dificultad del suelo observándolo – Si quieres morirte es problema tuyo, yo cumplí con mi cometido – llevé mis manos hasta mis costillas, dolían mucho, el aire me faltaba, el golpe en la pared resultaba doloroso incluso para mi acostumbrado cuerpo, frágil aparentemente pero con una resistencia ósea envidiables –Pero a diferencia de “usted” – continúe mi discurso entrecortados por los dolores intensos que a momentos regresaban a rasgarme la carne, haciéndolo un poco menos tolerante cada vez que caminaba hacia dónde estaba tirada mi ballesta – Yo si tengo educación y suelo ser agradecida cuando alguien me tiende la mano, pero si no le importa, a mi tampoco – reiteré directa, sin verguenza en mis palabras, letra por letra estaba destinada a ser intolerable para Tarsil, ya que, yo sabía perfectamente que ese tipo de personas odiaban o incomodaban que existiera un poco de contrariedad para con sus movimientos. Yo era casi igual a él, me resistía a decirle algo más por lo que tomé el arma depositándola en mi espalda “Sólo vete y no mires más”.
Comencé a caminar por el callejón pero en ese instante la luz de los faroles resaltaron un objeto en particular que llamó mi atención, como pude auxiliándome de mis manos y doblando mis piernas encorve mi espalda para tomarlo, al tenerlo en mis manos tal fue mi sorpresa, ya que se trataba de una especie de amuleto que acostumbraba traer bajo mis ropas “No comprendo este amuleto no lo tenía conmigo el día de hoy…” ¿Coincidencias? Tal vez, yo creía en el destino, quizá Tarsil estaba destinado a estar justamente ese día, esa hora y en ese momento, el amuleto había sido obsequiado por una bruja muy especial, la cual en ausencia de mi madre, ella había logrado ganarse mi cariño afectuoso así como el respeto que muy pocos sabían despertar en mi. Sonreí un tanto disgustada ¡Ni en broma mis ojos se fijarían en el espia! - era casi imposible – “¡Olvídalo! Es tan…tan…” refunfuñe nuevamente sin terminar la oración, levantándome alcé la mirada hacia dónde se encontraba para echarle un último vistazo – Ese amarre que tienes en el cuello es bueno, pero si eres inteligente sabrás que los vampiros rasgan la piel de tal modo que pueden hacerte desangrar en minutos, deja el orgullo y revisa esa herida, aunque si quieres morir déjalo tal cual... – fue lo último que dije antes de retirarme del lugar.
Oksana Derevya- Inquisidor Clase Alta
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
¿Morir? No, definitivamente eso no era algo que Târsil tuviera planeado. Él no podía morir, al menos no hasta haber hecho dos cosas en la vida: vengar a su familia y volver a ver a Jîldael. Eso era lo único que realmente lo motivaba a seguir y no era que él fuese un hombre depresivo o apático ante la vida, no, todo lo contrario, se mostraba siempre alegre de tener aire en los pulmones y sangre corriendo por sus venas, le gustaba estar vivo pese a que su vida no fuera la mejor de todas, ni la más alegre. Cosas horribles habían sido por las que había tenido que pasar, pero las mismas lo habían hecho el hombre que era: un hombre terco y desagradable, pero fuerte y decidido; tenía tantos defectos como virtudes, era tan digno de respeto como de desaprobación.
Escuchó a Oksana pero prefirió no decir más por el momento, no por falta de ganas en realidad ya que Târsil era uno de esos tipos a los que nunca les callas la boca, uno que siempre tenía algo para refunfuñar o hacer trizas. Era casi imposible que él pudiese tener una conversación sana, la cizaña se le escurría por la lengua y le envenenaba el alma. Era como una víbora, pero una inofensiva, una de veneno que bien podía causar dolor, pero que jamás te acarrearía la muerte. Sólo aquellos que no tenían corazón de pollo o eran susceptibles a sus comentarios hirientes eran quienes le sobrevivían, y lamentablemente eran pocos los que no tomaban en cuenta su ya común habladuría. A menudo sorprendía a sus compañeros, Târsil podía empezar a hablar desde la cosa más inesperada hasta la más obvia, podía criticar desde el desempeño diario en tu trabajo hasta ese corte de cabello ridículo o el color de tu ropa. Y si se le miraba bien, Oksana no tenía nada que pudiera ser criticable, era hermosa, su vestimenta era impecable y su desempeño como Inquisidora envidiable para muchos, no, no había nada que él pudiera juzgar o utilizar para hacerla sentir avergonzada, y en realidad tampoco estaba seguro de querer hacerlo, se sentía débil y por primera vez en la vida sus deseos de molestar a la gente parecían habían esfumado.
Sabía que ella tenía razón en todo lo que había dicho pero no pensaba admitirlo, era tan cabezota, tan orgulloso y con un ego tan inmenso que le impedía rebajarse a darle las gracias, aún cuando las tuviera en la punta de la lengua. Se quedó de pie y completamente inmóvil cuando ella pasó a su lado para seguir su camino. Por un momento se sintió mal por haber sido tan grosero y se sintió peor al darse cuenta de que estaba sintiéndose mal por ello. Ni él mismo se comprendía a veces.
Comenzó a caminar en la misma dirección que Oksana seguía, después de todo ambos se dirigían al mismo lugar siendo ambos inquisidores. Mantuvo el ritmo de sus pasos mucho más tranquilo que el que parecía llevar ella y de vez en cuando se detuvo para asegurarse de tomar aire porque la herida le seguía punzando. Después de haber transcurrido casi veinte minutos caminando en silencio, finalmente decidió apresurar sus pasos y la alcanzó, comenzó a caminar a su lado sin girar su rostro o dar algún indicio de que quería acompañarle, cualquiera que pasara junto a ellos o los viera a lo lejos habría jurado que se trataba de una pareja que acababa de tener algún disgusto y ahora se negaban a pedirse perdón el uno al otro. Claramente aquella era una lucha de egos.
— ¿Y qué tal se porta Thorna Shapplin contigo? He oído que es una perra algo despiadada, ¿es verdad? No sé, son rumores. Admito que no he tenido aún la oportunidad de corroborarlo, aunque no descarto hacerlo uno de estos días. — Comentó de la nada, encogiéndose de hombros de manera despreocupada, como si fueran grandes amigos y sin tomar en cuenta que probablemente Oksana se llevaba bien con la que había sido nombrada líder de su facción y que tal vez hasta compartían alguna especie de amistad. De hecho lo hacía a propósito, hablaba mal de ella para volver a alertar a la Inquisidora. A Târsil le gustaba ver a las mujeres enojadas, le parecían atractivas hasta cierto punto, le gustaba ese aire salvaje que se instalaba en sus rostros dulces y femenino, y la forma en la que algunas fruncían su ceño o arqueaban las cejas. Era una diversión poco agradable que él tenía. Hubo un momento en el que Oksana pareció acelerar su paso o tal vez fue él quien disminuyó el suyo sin darse cuenta, se quedó alrededor de tres pasos atrás y haciendo uso de aquel ángulo sin querer sus ojos se deleitaron en el trasero perfecto de la Inquisidora que de marcaba por lo ajustado de sus pantalones. Târsil la miró por algunos instantes y después desvío la mirada para volver a alcanzarla, no le gustaba que ella le pareciera atractiva, era sólo una mujer, como el resto. Era una tontería.
Off: Lamento la demora, ya estoy de vuelta.
Escuchó a Oksana pero prefirió no decir más por el momento, no por falta de ganas en realidad ya que Târsil era uno de esos tipos a los que nunca les callas la boca, uno que siempre tenía algo para refunfuñar o hacer trizas. Era casi imposible que él pudiese tener una conversación sana, la cizaña se le escurría por la lengua y le envenenaba el alma. Era como una víbora, pero una inofensiva, una de veneno que bien podía causar dolor, pero que jamás te acarrearía la muerte. Sólo aquellos que no tenían corazón de pollo o eran susceptibles a sus comentarios hirientes eran quienes le sobrevivían, y lamentablemente eran pocos los que no tomaban en cuenta su ya común habladuría. A menudo sorprendía a sus compañeros, Târsil podía empezar a hablar desde la cosa más inesperada hasta la más obvia, podía criticar desde el desempeño diario en tu trabajo hasta ese corte de cabello ridículo o el color de tu ropa. Y si se le miraba bien, Oksana no tenía nada que pudiera ser criticable, era hermosa, su vestimenta era impecable y su desempeño como Inquisidora envidiable para muchos, no, no había nada que él pudiera juzgar o utilizar para hacerla sentir avergonzada, y en realidad tampoco estaba seguro de querer hacerlo, se sentía débil y por primera vez en la vida sus deseos de molestar a la gente parecían habían esfumado.
Sabía que ella tenía razón en todo lo que había dicho pero no pensaba admitirlo, era tan cabezota, tan orgulloso y con un ego tan inmenso que le impedía rebajarse a darle las gracias, aún cuando las tuviera en la punta de la lengua. Se quedó de pie y completamente inmóvil cuando ella pasó a su lado para seguir su camino. Por un momento se sintió mal por haber sido tan grosero y se sintió peor al darse cuenta de que estaba sintiéndose mal por ello. Ni él mismo se comprendía a veces.
Comenzó a caminar en la misma dirección que Oksana seguía, después de todo ambos se dirigían al mismo lugar siendo ambos inquisidores. Mantuvo el ritmo de sus pasos mucho más tranquilo que el que parecía llevar ella y de vez en cuando se detuvo para asegurarse de tomar aire porque la herida le seguía punzando. Después de haber transcurrido casi veinte minutos caminando en silencio, finalmente decidió apresurar sus pasos y la alcanzó, comenzó a caminar a su lado sin girar su rostro o dar algún indicio de que quería acompañarle, cualquiera que pasara junto a ellos o los viera a lo lejos habría jurado que se trataba de una pareja que acababa de tener algún disgusto y ahora se negaban a pedirse perdón el uno al otro. Claramente aquella era una lucha de egos.
— ¿Y qué tal se porta Thorna Shapplin contigo? He oído que es una perra algo despiadada, ¿es verdad? No sé, son rumores. Admito que no he tenido aún la oportunidad de corroborarlo, aunque no descarto hacerlo uno de estos días. — Comentó de la nada, encogiéndose de hombros de manera despreocupada, como si fueran grandes amigos y sin tomar en cuenta que probablemente Oksana se llevaba bien con la que había sido nombrada líder de su facción y que tal vez hasta compartían alguna especie de amistad. De hecho lo hacía a propósito, hablaba mal de ella para volver a alertar a la Inquisidora. A Târsil le gustaba ver a las mujeres enojadas, le parecían atractivas hasta cierto punto, le gustaba ese aire salvaje que se instalaba en sus rostros dulces y femenino, y la forma en la que algunas fruncían su ceño o arqueaban las cejas. Era una diversión poco agradable que él tenía. Hubo un momento en el que Oksana pareció acelerar su paso o tal vez fue él quien disminuyó el suyo sin darse cuenta, se quedó alrededor de tres pasos atrás y haciendo uso de aquel ángulo sin querer sus ojos se deleitaron en el trasero perfecto de la Inquisidora que de marcaba por lo ajustado de sus pantalones. Târsil la miró por algunos instantes y después desvío la mirada para volver a alcanzarla, no le gustaba que ella le pareciera atractiva, era sólo una mujer, como el resto. Era una tontería.
Off: Lamento la demora, ya estoy de vuelta.
Târsil Valborg- Inquisidor Clase Media
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
Qué tontería, mientras caminaba continuaba pensando en la posibilidades que podían haber sucedido para que el amuleto llegara hasta dónde nos encontrábamos. Lo único que podía cavilar era que alguien de alguna manera lo hubiese robado ¿pero realmente quien lo haría?, continúe avanzando aguardando en uno de mis bolsillos mi objeto más preciado, lo golpetee con la palma de mi mano suavemente sobre la tela de para cerciorarme de que lo había depositado correctamente.
Tras mi avance las costillas dolían tremendamente, los huesos se comprimían y se expandían en la carne, provocándome un dolor intolerable pero al cual ya estaba acostumbrada, caminaba con pausas pero trataba de disimular tanto como podía, mis sentidos aún alertas avisaron de otros pasos que seguían a los míos, de reojo observe su rostro lastimado y visiblemente herido. Aparentemente teníamos el mismo destino, aunque molestaba su presencia sabia que en cualquier momento continuaría con sus insultos y tratos misóginos por lo que opte por acelerar mis pasos.
Pero fue inútil, podía más el dolor que me impedía continuar, así que mis pasos se volvieron lentos pero tolerables, de pronto el silencio que se ejercía entre los dos fue interrumpido por el inquisidor eso además de alcanzarme y emparejárseme, su pregunta fue grosera, lo que me hizo rabiar por dentro, blasfemar incluso ¿Qué se creía? ¿Cómo se dirigía así a la Srita. Shapplin?, si lo decía para molestarme, lo había logrado. Con un resoplido prolongue mi avance ignorando por unos segundos su cuestionamiento – No sabía que el ser estrictos sea sinónimos de perra y despiadada – respondí con la mirada al frente, era odioso, lo detestaba, los rumores se quedaban lejos de lo que realmente era. Aunque bien dicen que lo que más odiamos lo habremos de tener cercas – Thorna – me referí a ella por su nombre de pila aludiendo entre líneas nuestra invisible entrañable amistad – Ella es una mujer de admirar como pocas de las que conozco, sí, quizá sea una perra y también despiadada, pero tiene sus motivos para ser de esa manera. Estar en la inquisición no es para débiles, ni para idiotas, la arrogancia y el carácter fuerte parece forjarse en todos nosotros. No se diga el ego y los sentimientos de superioridad…– sonreí con sarcasmo - ¿O no lo crees?, mírate eres el mejor ejemplo que existe en esta conversación –.
Quizá estaba equivocada no lo sabía, pero me parecía un poco interesado en lo que pensaba. O tal vez era una estrategia para volver a sacarme de mis cávales y perder los estribos – lo que él no sabía es que estaba acostumbrada a tratar con alimañas de su estilo, lo que él no sabía es que mi temple pocas veces podía romperse – me caracterizaba mi extrema paciencia, mi sarcasmo descontrolado y las ansias por resaltar a base de esfuerzos desmedidos en la santa sede. Las palabras dolientes de un hombre buscando atención o cariño no me iban a molestar mucho menos a descontrolarme, sabia defenderme y eso era lo que hacía.
-Y yo confirmo aquí y ahora que estaban en lo cierto cuando decían que tenias una pequeña fijación en ser extremadamente hostil, aunque no tengas motivos…- había hecho uso de información confidencial, los bibliotecarios estábamos a cargo de toda la averiguación hecha de los inquisidores, ya que el santo padre era muy precavido en saber quiénes formaban parte de aquel movimiento. ¡Bah! Para mí era una tontería, lo único que me parecía era que ese viejo deseaba tener bajo su yugo a todos nosotros, odiaba a su santidad, odiaba sus métodos dónde lastimaban a seres sobrenaturales, aquí aplicaba el dicho de “justos por pecadores”, ¡Maldito Borgia! Nos trataba como marionetas, pero ya llegaría el momento de acabarlo, por lo pronto debería continuar con aquel “bajo” perfil. Valborg no era la excepción, la información tan interesante de ese hombre no iba a pasar desapercibida tras mis ojos curiosos, me parecía interesante y atractivo, pero le restaba mucho el carácter tosco que tenia.
Jamás me había sentido de esta manera ¿De qué se trataba?, su compañía me hacía sentir segura, por momentos caminaba sola y pareciera que él se entretenía mirando algo más a mis espaldas. Hombre tenía que ser después de todo.
Entonces ya no pude más, una punzada fuerte terminó por robarme el aliento y hacerme caer de rodillas, abrace mi estomago del dolor soltando un quejido casi imperceptible, se trataba nuevamente de las costillas lastimadas -¡Debes continuar Oksana, debes llegar hasta la Inquisición y rendir el maldito informe!- me recrimine en voz baja sin poder levantarme, el único punto de apoyo que tenia era una pared desgastada a mi costado y el suelo congelado que me partía las rodillas.
Tras mi avance las costillas dolían tremendamente, los huesos se comprimían y se expandían en la carne, provocándome un dolor intolerable pero al cual ya estaba acostumbrada, caminaba con pausas pero trataba de disimular tanto como podía, mis sentidos aún alertas avisaron de otros pasos que seguían a los míos, de reojo observe su rostro lastimado y visiblemente herido. Aparentemente teníamos el mismo destino, aunque molestaba su presencia sabia que en cualquier momento continuaría con sus insultos y tratos misóginos por lo que opte por acelerar mis pasos.
Pero fue inútil, podía más el dolor que me impedía continuar, así que mis pasos se volvieron lentos pero tolerables, de pronto el silencio que se ejercía entre los dos fue interrumpido por el inquisidor eso además de alcanzarme y emparejárseme, su pregunta fue grosera, lo que me hizo rabiar por dentro, blasfemar incluso ¿Qué se creía? ¿Cómo se dirigía así a la Srita. Shapplin?, si lo decía para molestarme, lo había logrado. Con un resoplido prolongue mi avance ignorando por unos segundos su cuestionamiento – No sabía que el ser estrictos sea sinónimos de perra y despiadada – respondí con la mirada al frente, era odioso, lo detestaba, los rumores se quedaban lejos de lo que realmente era. Aunque bien dicen que lo que más odiamos lo habremos de tener cercas – Thorna – me referí a ella por su nombre de pila aludiendo entre líneas nuestra invisible entrañable amistad – Ella es una mujer de admirar como pocas de las que conozco, sí, quizá sea una perra y también despiadada, pero tiene sus motivos para ser de esa manera. Estar en la inquisición no es para débiles, ni para idiotas, la arrogancia y el carácter fuerte parece forjarse en todos nosotros. No se diga el ego y los sentimientos de superioridad…– sonreí con sarcasmo - ¿O no lo crees?, mírate eres el mejor ejemplo que existe en esta conversación –.
Quizá estaba equivocada no lo sabía, pero me parecía un poco interesado en lo que pensaba. O tal vez era una estrategia para volver a sacarme de mis cávales y perder los estribos – lo que él no sabía es que estaba acostumbrada a tratar con alimañas de su estilo, lo que él no sabía es que mi temple pocas veces podía romperse – me caracterizaba mi extrema paciencia, mi sarcasmo descontrolado y las ansias por resaltar a base de esfuerzos desmedidos en la santa sede. Las palabras dolientes de un hombre buscando atención o cariño no me iban a molestar mucho menos a descontrolarme, sabia defenderme y eso era lo que hacía.
-Y yo confirmo aquí y ahora que estaban en lo cierto cuando decían que tenias una pequeña fijación en ser extremadamente hostil, aunque no tengas motivos…- había hecho uso de información confidencial, los bibliotecarios estábamos a cargo de toda la averiguación hecha de los inquisidores, ya que el santo padre era muy precavido en saber quiénes formaban parte de aquel movimiento. ¡Bah! Para mí era una tontería, lo único que me parecía era que ese viejo deseaba tener bajo su yugo a todos nosotros, odiaba a su santidad, odiaba sus métodos dónde lastimaban a seres sobrenaturales, aquí aplicaba el dicho de “justos por pecadores”, ¡Maldito Borgia! Nos trataba como marionetas, pero ya llegaría el momento de acabarlo, por lo pronto debería continuar con aquel “bajo” perfil. Valborg no era la excepción, la información tan interesante de ese hombre no iba a pasar desapercibida tras mis ojos curiosos, me parecía interesante y atractivo, pero le restaba mucho el carácter tosco que tenia.
Jamás me había sentido de esta manera ¿De qué se trataba?, su compañía me hacía sentir segura, por momentos caminaba sola y pareciera que él se entretenía mirando algo más a mis espaldas. Hombre tenía que ser después de todo.
Entonces ya no pude más, una punzada fuerte terminó por robarme el aliento y hacerme caer de rodillas, abrace mi estomago del dolor soltando un quejido casi imperceptible, se trataba nuevamente de las costillas lastimadas -¡Debes continuar Oksana, debes llegar hasta la Inquisición y rendir el maldito informe!- me recrimine en voz baja sin poder levantarme, el único punto de apoyo que tenia era una pared desgastada a mi costado y el suelo congelado que me partía las rodillas.
Oksana Derevya- Inquisidor Clase Alta
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
Târsil rió divertido ante las respuestas de la Inquisidora, era obvio que estaba rabiosa, y le encantaba verla de ese modo. Observar como su frente se fruncía levemente mientras movía la boca con visible coraje y escuchar como luchaba por no hacer notorio el cólera que le corría por las venas, le hacía corroborar lo atractiva que era. Esa mujer era una fiera, tal y como le gustaban a él. En ese instante se propuso hacerla rabiar, hacerlo con devoción, hasta que quisiera sacarle los ojos. Sólo así podría olvidarse un poco del dolor que aún punzaba sobre su cuello a causa de la herida y del dolor que anidaba en su corazón; mantendría ocupada su mente hasta que hubieran llegado a su destino.
Mantuvo su ritmo al caminar, al lado de ella, no la dejaría escapar. Sonrió satisfecho y cuando abrió la boca para decir algo, le fue imposible continuar. La muchacha cayó de rodillas sobre el pavimento, pudo escuchar como una de las rodillas crujía al intentar levantarse. Era claro que estaba lastimada a causa del fuerte ataque que habían sufrido y que orgullosa estaba haciendo un gran esfuerzo por fingir que estaba perfectamente, forzándose a andar. Târsil bufó lleno de fastidio cuando supo lo que vendría a continuación, le bastaron unos cuantos segundos para darse cuenta de que Oksana no debía seguir caminando o de lo contrario podría sufrir algún daño mucho más grave. Y el único que podría auxiliarla estaba frente a ella: él.
— Levántate. — Le ordenó con la esperanza de que pudiera hacerlo por sí misma y lo librara de eso que no quería hacer; pero su humanidad y esa pizca de amabilidad que aún existía muy en el fondo de su ser, le obligaron a actuar justo como debía. Târsil no era un caballero, en absoluto, pero esa noche debía actuar como uno, cosa que no había hecho en muchos, muchos años, tal vez nunca. — Maldición, lo que me faltaba… — Se quejó internamente desviando la mirada, colocándose las manos en la cintura y suspirando resignado ante la situación. Prefirió darle prisa al mal paso. Se agachó y con una agilidad sorprendente, pese a su herida, la tomó entre sus brazos como si de una pluma se tratase; el que la muchacha fuera delgada le facilitaba las cosas. Târsil, que era grande de estatura y musculoso, podía haberla sostenido con un sólo brazo; cargarla no significaba ningún problema, excepto por lo que significaba ese acto. Decidió hacer de eso algo a su favor, decidió seguir fastidiándola, tal vez ponerla nerviosa aprovechándose de la cercanía; le haría ver que no era tan brava como presumía.
— Has dicho que la Inquisición no es para idiotas ni débiles, yo digo que la Inquisición tampoco es para mujeres. — ¿Se atrevía a decir algo como eso de alguien que acababa de salvarle el trasero? Sí, así era Târsil, un completo imbécil. — Las mujeres suelen estar en casa, vistiendo grandes y pomposos vestidos, perfumadas y peinadas; las mujeres sólo saben recibir elogios, ser adoradas. ¿O vas a decirme que prefieres vestirte así? ¡Mírate, pareces un hombre! — Exclamó burlón, pero en el fondo seguía pensando que se veía muy sensual con esos pantalones ajustados que se le ceñían al trasero, trasero que justamente tenía entre sus manos. — Por otro lado, debo admitir que me ha sorprendido lo que has dicho de mí. ¿Así que soy egocéntrico y arrogante? ¿Y además dices que soy hostil? — Rió fuertemente, sus dientes blancos y perfectos brillaron con la luz de una farola, por un momento los ojos parecieron más azules. — Vaya…estoy seguro que ni mi propia madre me conocía tanto. ¿Cuánto tiempo has dedicado a observarme y estudiarme? ¿Te gusto? Debo gustarte para que te intereses tanto en mí, ¿no es así? — La miró fijamente con la clara intención de intimidarla. Movió sus brazos y la alzó un poco más, dejando la cara de la muchacha a la altura de su rostro. Dobló una esquina y empezó a andar por una calle más oscura. Oksana era tan exquisita que parecía diminuta entre los brazos de él. — No te culpo, ¿quién no se sentiría atraída por alguien como yo? — Adoptó un gesto de vanidad, uno teatral y exagerado, justo como lo quería para hacerla enojar más. — Admítelo, di que te gusto y podríamos hacer de esto algo más divertido. Podríamos estar por ahí, en algún callejón oscuro teniendo sexo desenfrenado si tanto lo deseas, en lugar de estarme viendo así. Estaría dispuesto a hacerlo si eso te hace feliz. — Añadió con cinismo, completamente divertido.
Mantuvo su ritmo al caminar, al lado de ella, no la dejaría escapar. Sonrió satisfecho y cuando abrió la boca para decir algo, le fue imposible continuar. La muchacha cayó de rodillas sobre el pavimento, pudo escuchar como una de las rodillas crujía al intentar levantarse. Era claro que estaba lastimada a causa del fuerte ataque que habían sufrido y que orgullosa estaba haciendo un gran esfuerzo por fingir que estaba perfectamente, forzándose a andar. Târsil bufó lleno de fastidio cuando supo lo que vendría a continuación, le bastaron unos cuantos segundos para darse cuenta de que Oksana no debía seguir caminando o de lo contrario podría sufrir algún daño mucho más grave. Y el único que podría auxiliarla estaba frente a ella: él.
— Levántate. — Le ordenó con la esperanza de que pudiera hacerlo por sí misma y lo librara de eso que no quería hacer; pero su humanidad y esa pizca de amabilidad que aún existía muy en el fondo de su ser, le obligaron a actuar justo como debía. Târsil no era un caballero, en absoluto, pero esa noche debía actuar como uno, cosa que no había hecho en muchos, muchos años, tal vez nunca. — Maldición, lo que me faltaba… — Se quejó internamente desviando la mirada, colocándose las manos en la cintura y suspirando resignado ante la situación. Prefirió darle prisa al mal paso. Se agachó y con una agilidad sorprendente, pese a su herida, la tomó entre sus brazos como si de una pluma se tratase; el que la muchacha fuera delgada le facilitaba las cosas. Târsil, que era grande de estatura y musculoso, podía haberla sostenido con un sólo brazo; cargarla no significaba ningún problema, excepto por lo que significaba ese acto. Decidió hacer de eso algo a su favor, decidió seguir fastidiándola, tal vez ponerla nerviosa aprovechándose de la cercanía; le haría ver que no era tan brava como presumía.
— Has dicho que la Inquisición no es para idiotas ni débiles, yo digo que la Inquisición tampoco es para mujeres. — ¿Se atrevía a decir algo como eso de alguien que acababa de salvarle el trasero? Sí, así era Târsil, un completo imbécil. — Las mujeres suelen estar en casa, vistiendo grandes y pomposos vestidos, perfumadas y peinadas; las mujeres sólo saben recibir elogios, ser adoradas. ¿O vas a decirme que prefieres vestirte así? ¡Mírate, pareces un hombre! — Exclamó burlón, pero en el fondo seguía pensando que se veía muy sensual con esos pantalones ajustados que se le ceñían al trasero, trasero que justamente tenía entre sus manos. — Por otro lado, debo admitir que me ha sorprendido lo que has dicho de mí. ¿Así que soy egocéntrico y arrogante? ¿Y además dices que soy hostil? — Rió fuertemente, sus dientes blancos y perfectos brillaron con la luz de una farola, por un momento los ojos parecieron más azules. — Vaya…estoy seguro que ni mi propia madre me conocía tanto. ¿Cuánto tiempo has dedicado a observarme y estudiarme? ¿Te gusto? Debo gustarte para que te intereses tanto en mí, ¿no es así? — La miró fijamente con la clara intención de intimidarla. Movió sus brazos y la alzó un poco más, dejando la cara de la muchacha a la altura de su rostro. Dobló una esquina y empezó a andar por una calle más oscura. Oksana era tan exquisita que parecía diminuta entre los brazos de él. — No te culpo, ¿quién no se sentiría atraída por alguien como yo? — Adoptó un gesto de vanidad, uno teatral y exagerado, justo como lo quería para hacerla enojar más. — Admítelo, di que te gusto y podríamos hacer de esto algo más divertido. Podríamos estar por ahí, en algún callejón oscuro teniendo sexo desenfrenado si tanto lo deseas, en lugar de estarme viendo así. Estaría dispuesto a hacerlo si eso te hace feliz. — Añadió con cinismo, completamente divertido.
Târsil Valborg- Inquisidor Clase Media
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Re: Métodos y Egos [Târsil Valborg]
¿Levantarme? ¡claro! él no había recibido un golpe certero en la espalda lanzándolo cinco metros de distancia – o al menos eso fue lo que alcance a observar después- impactándote contra la pared, ¡claro! Le había salvado el trasero al igual que el inquisidor a mí y por supuesto en su gran cabezota, el imbécil sólo quería mostrarse superior a la mujer débil que se acongojaba por el dolor de dos costillas fracturadas. Dos simples y malditas costillas fracturadas que me costarían un golpe directo a mi orgullo, pues al ver que no me levantaba y se dificultaba mi avance no dudó en poner sus manos sobre mi cuerpo. Lo detestaba, detestaba esa sonrisa burlona, sus ojos azules como el cielo de la mañana y su gesto fruncido con el que parecía estar peleado con el mundo.
Al cargarme sobre sus brazos pude notar la fuerza que aún quedaba en él, yo era diminuta, aparentemente frágil en su regazo, por un momento sentí la comodidad de un buen abrazo, estrechándome volvió a lanzarme por el aire para reacomodarme sobre él, su sonrisa cínica y burlesca me llevó al límite y refunfuñe, poco a poco sentí como la cercanía entre nosotros era visiblemente notoria, incomoda, para evitar que mi cuerpo continuara moviéndose bruscamente le tome del cuello con ambas manos, mis costillas descansaron aunque el dolor permanecía, resistía como una pequeña aguja que en cualquier momento pincharía la carne atravesándola ¡Era insoportable! Pero más insoportable era no poderme valer por mi misma y llegar hasta mi objetivo.
Cuando pensaba que no podía haber otra cosa más vergonzosa que recibir la ayuda de un idiota como él, sus palabras invadieron mis refunfuños y pensamientos, otra vez se burlaba del genero que yo representaba, las mujeres éramos impropias para una labor como guerreros de la inquisición y él me hacía notar su descontento. Aunque para una buena porción de veneno, yo tenía la cura perfecta para lenguas como la de Tarsil, sólo hablaba su ego, macho tenía que ser después de todo.
-Te equivocas de nueva cuenta en tus suposiciones, Valborg- dije con tono serio pero controlando cualquier impulso que podría tender bajo sus provocativas palabras, claramente vi sus intenciones, sólo deseaba verme rabiar, no lo conseguiría –No todas las mujeres aunque nazcamos en una familia importante o pobre en su defecto deseamos que nuestros destinos sean destinados ya…- suspiré mientras respondía cerrando mis ojos –Otros son los motivos los que mueven a las mujeres para tenernos en estos lugares, con peligros y personas idiotas que sólo piensan que nacimos para ser veneradas, vestidas como muñecas y ser manipuladas como tal, ¿o acaso fue una muñeca la que le salvó el trasero en ese callejón?- cuando terminé abrí mis ojos para verle directamente, nuestras miradas se cruzaron por un momento entonces continúe –Todo lo que sé de ti no ha sido porque yo lo he investigado, la inquisición tiene una base de datos supeditada a todos sus inquisidores, no te sientas importante, si sé algo sobre ti es porque esa base de datos he debido de estudiarla para llegar hasta dónde me encuentro como mano derecha de la líder de la facción-
Controle mis impulsos, quería abofetearle, arañarle el rostro y vaya que podía hacerlo, desfigurarle su linda carita quizá sería la mejor de las decisiones que habría tomado, así no se sentiría con la autoestima tan alta de ser atractivo, obviamente su estado físico era lo que le daba las armas perfectas para seducir a las mujeres ¿Así que porque no pisotearle el ego, uno muy inflado? No obstante fue lo siguiente lo que terminó por hacerme tomar la decisión final de cuál sería su destino.
-Admítelo, di que te gusto y podríamos hacer de esto algo más divertido. Podríamos estar por ahí, en algún callejón oscuro teniendo sexo desenfrenado si tanto lo deseas, en lugar de estarme viendo así. Estaría dispuesto a hacerlo si eso te hace feliz.-
Él estaba en notable desventaja, sus manos yacían cargándome ocupadas en mi cuerpo, tenía toda la boca llena de razón, había dado desgraciadamente en el blanco, desde mi llegada a la inquisición sólo una persona adquiría fácilmente mi atención y ese era Tarsil Valborg ¿Por qué? Aún no lo sabía, quizá era su manera tan singular de ser muy parecida a la mía, o tal vez me resultaba únicamente atractivo. Por otro lado, su desempeño dentro de la santa sede era pulcra y de admirar, por algo tenia cierto prestigio entre los lideres.
Mis rostro palideció al contrario de otras mujeres que se habrían enrojecido por completo, mis mejillas perdieron su color y mis ojos se abrieron en notoria sorpresa ¿A qué estaba jugando el maldito? ¿Deseaba ponerme en vergüenza? O simplemente quería molestar. Cualquiera de todas esas razones, me incomodaba, pero la maldad de una mujer se mide por sus acciones y yo estaba dispuesta a darle una lección que jamás olvidaría.
Entonces actué conforme a la situación, fingí demencia y me acople a sus brazos de tal forma que nuestros rostros se alcanzaran a rozar, en ese instante alcance a percibir su aliento fresco, apreté mis manos contra su cuello atrayéndolo hacia mí y divulgue las primeras palabras más dóciles de todo el día – Debe ser tu encanto tan particular lo que me lleva a responderte de maneras tan déspotas, o quizá sean tus labios los que me incitan a actuar como si fueran inalcanzables para mi…- exclame sonriéndole disponiéndome a actuar gracias a la ventaja que tenia, acerque mis labios a los suyos aprisionándolos en un beso mimoso, mismo que se convirtió de un instante a otro en una fuerte mordida en el labio inferior, tan fuerte que sería capaz de hacerle parar al momento y tirarla por los aires, le quería demostrar que no existía quien se burlase de la inquisidora y Tarsil ¡Oh Tarsil! Pisaba en terreno pantanoso.
Al cargarme sobre sus brazos pude notar la fuerza que aún quedaba en él, yo era diminuta, aparentemente frágil en su regazo, por un momento sentí la comodidad de un buen abrazo, estrechándome volvió a lanzarme por el aire para reacomodarme sobre él, su sonrisa cínica y burlesca me llevó al límite y refunfuñe, poco a poco sentí como la cercanía entre nosotros era visiblemente notoria, incomoda, para evitar que mi cuerpo continuara moviéndose bruscamente le tome del cuello con ambas manos, mis costillas descansaron aunque el dolor permanecía, resistía como una pequeña aguja que en cualquier momento pincharía la carne atravesándola ¡Era insoportable! Pero más insoportable era no poderme valer por mi misma y llegar hasta mi objetivo.
Cuando pensaba que no podía haber otra cosa más vergonzosa que recibir la ayuda de un idiota como él, sus palabras invadieron mis refunfuños y pensamientos, otra vez se burlaba del genero que yo representaba, las mujeres éramos impropias para una labor como guerreros de la inquisición y él me hacía notar su descontento. Aunque para una buena porción de veneno, yo tenía la cura perfecta para lenguas como la de Tarsil, sólo hablaba su ego, macho tenía que ser después de todo.
-Te equivocas de nueva cuenta en tus suposiciones, Valborg- dije con tono serio pero controlando cualquier impulso que podría tender bajo sus provocativas palabras, claramente vi sus intenciones, sólo deseaba verme rabiar, no lo conseguiría –No todas las mujeres aunque nazcamos en una familia importante o pobre en su defecto deseamos que nuestros destinos sean destinados ya…- suspiré mientras respondía cerrando mis ojos –Otros son los motivos los que mueven a las mujeres para tenernos en estos lugares, con peligros y personas idiotas que sólo piensan que nacimos para ser veneradas, vestidas como muñecas y ser manipuladas como tal, ¿o acaso fue una muñeca la que le salvó el trasero en ese callejón?- cuando terminé abrí mis ojos para verle directamente, nuestras miradas se cruzaron por un momento entonces continúe –Todo lo que sé de ti no ha sido porque yo lo he investigado, la inquisición tiene una base de datos supeditada a todos sus inquisidores, no te sientas importante, si sé algo sobre ti es porque esa base de datos he debido de estudiarla para llegar hasta dónde me encuentro como mano derecha de la líder de la facción-
Controle mis impulsos, quería abofetearle, arañarle el rostro y vaya que podía hacerlo, desfigurarle su linda carita quizá sería la mejor de las decisiones que habría tomado, así no se sentiría con la autoestima tan alta de ser atractivo, obviamente su estado físico era lo que le daba las armas perfectas para seducir a las mujeres ¿Así que porque no pisotearle el ego, uno muy inflado? No obstante fue lo siguiente lo que terminó por hacerme tomar la decisión final de cuál sería su destino.
-Admítelo, di que te gusto y podríamos hacer de esto algo más divertido. Podríamos estar por ahí, en algún callejón oscuro teniendo sexo desenfrenado si tanto lo deseas, en lugar de estarme viendo así. Estaría dispuesto a hacerlo si eso te hace feliz.-
Él estaba en notable desventaja, sus manos yacían cargándome ocupadas en mi cuerpo, tenía toda la boca llena de razón, había dado desgraciadamente en el blanco, desde mi llegada a la inquisición sólo una persona adquiría fácilmente mi atención y ese era Tarsil Valborg ¿Por qué? Aún no lo sabía, quizá era su manera tan singular de ser muy parecida a la mía, o tal vez me resultaba únicamente atractivo. Por otro lado, su desempeño dentro de la santa sede era pulcra y de admirar, por algo tenia cierto prestigio entre los lideres.
Mis rostro palideció al contrario de otras mujeres que se habrían enrojecido por completo, mis mejillas perdieron su color y mis ojos se abrieron en notoria sorpresa ¿A qué estaba jugando el maldito? ¿Deseaba ponerme en vergüenza? O simplemente quería molestar. Cualquiera de todas esas razones, me incomodaba, pero la maldad de una mujer se mide por sus acciones y yo estaba dispuesta a darle una lección que jamás olvidaría.
Entonces actué conforme a la situación, fingí demencia y me acople a sus brazos de tal forma que nuestros rostros se alcanzaran a rozar, en ese instante alcance a percibir su aliento fresco, apreté mis manos contra su cuello atrayéndolo hacia mí y divulgue las primeras palabras más dóciles de todo el día – Debe ser tu encanto tan particular lo que me lleva a responderte de maneras tan déspotas, o quizá sean tus labios los que me incitan a actuar como si fueran inalcanzables para mi…- exclame sonriéndole disponiéndome a actuar gracias a la ventaja que tenia, acerque mis labios a los suyos aprisionándolos en un beso mimoso, mismo que se convirtió de un instante a otro en una fuerte mordida en el labio inferior, tan fuerte que sería capaz de hacerle parar al momento y tirarla por los aires, le quería demostrar que no existía quien se burlase de la inquisidora y Tarsil ¡Oh Tarsil! Pisaba en terreno pantanoso.
Oksana Derevya- Inquisidor Clase Alta
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