AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Métodos de Persuasión [Privado]
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Métodos de Persuasión [Privado]
“Hay tres maneras de desarrollar las cosas: bien, mal y como yo las hago”
Robert de Niro (Casino)
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La joven había contado las vueltas alrededor de aquella habitación. Llevaba exactamente treinta y dos. Y sus subordinados aún no llegaban. ¿Tanto les iba a costar traer a un tipo con fobia a la sangre? Se resistió a encender su quinto cigarro. Demonios, tenía que dejar el vicio de una vez por todas. Era bastante molesto apestar a tabaco cuando se necesitaba una buena tapadera. ¿Qué señorita de aquella época fumaba?
Metalisse había estado en bastantes problemas últimamente. Aquel hombre que la había encontrado en el callejón la última vez no la había dejado en paz en las últimas tres semanas. Varias veces había tenido que recibir a la policía, a detectives y otros organismos de justicia que venían a inspeccionarla por sus métodos ilegales de hacer dinero. Para su fortuna, algunos no encontraban con qué acusarla. Y otros simplemente se veían más tentados a aceptar el dinero que a llevarla tras las rejas. Pero, a pesar de las continuas derrotas, el tipo no se rendía. Por lo mismo, había decidido tomar medidas drásticas. Iba a tener que enseñarle que con ella no se jugaba. Podía meterse con cualquier otro rufián de poca monta, pero con ella… no.
Para asegurarse de que no escapara, había mandado a los más… especiales de entre su tropel. Sabía que a cualquier persona le sería difícil enfrentarse a tres cambiaformas y un licántropo, y no quería que escapara tan fácilmente. Y de cualquier modo, no podría esconderse demasiado tiempo. Había averiguado lo suficiente sobre él como para seguirle el rastro por un buen tiempo. Jason Schwaitzen, abogado. Sobre su pasado no había mucho, pero nada que no pudiera sacarle a golpes. Y su futuro dependería de lo que se le antojara aquella noche. Podría hasta no tenerlo.
Unos ruidos en el exterior le advirtieron de que su comitiva había llegado. Esperó adentro, mientras el jefe de sus matones, un noruego alto y fornido, hacía acto de presencia frente a ella. La sonrisa que exhibía le dio a Metalisse un indicio de cómo había salido todo, pero prefería escucharlo de sus labios antes de caer en falsas esperanzas. La respuesta no tardó en llegar.
-Lo tenemos, jefa.
-Utmerket. Tráelo aquí y siéntalo en esa silla. Ya no te necesito por ahora, pero me aseguraré de que tengas tu paga pronto. Dile a Kristoff que se quede afuera, puede que lo necesite.
Con un “Takk”, el hombre se retiró e hizo señas a los demás para que llevaran al prisionero dentro de la habitación. La mafiosa lo recibió con una sonrisa de sorna.
-Buenas Noches, Monsieur Schwaitzen. Hace tiempo que no nos vemos, me debía una visita.
Metalisse Borchgrevink- Humano Clase Media
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Re: Métodos de Persuasión [Privado]
Todo había pasado demasiado rápido. Lo poco que recordaba era estar trabajando en su despacho, cuando cuatro personas irrumpieron violentamente por puerta y ventanas. Intentó hacerles frente pero por términos de número y fuerza no pudo ejercer resistencia alguna. Para colmo, un puñetazo lo estrelló contra su propio escritorio y no tuvo ni tiempo de verificar si había perdido un par de piezas dentales, ya que lo inmovilizaron con brusquedad por la espalda y se dio cuenta de que le habían dado una paliza recién cuando despertó tras casi cuarenta minutos, percibiendo por su sentido del equilibrio que se encontraba en movimiento, mas no sabía hacia dónde era llevado. Las cadenas de plata impedían todo movimiento brusco de su parte, y el transformarse no era una opción demasiado viable debido al grupo de matones que le custodiaba. Ahí los pudo identificar: tres cambiaformas, y un licántropo que parecía ser el líder. Hablaban un idioma extraño, pero que supo identificar de inmediato, casi al mismo tiempo en que hizo las conexiones para saber el porqué de tal atentado a su persona: Era todo obra y gracia de ella.
Durante las tres semanas recién pasadas, había estado tan cerca de llevarla al estrado del Tribunal como quien intenta repetidas veces enhebrar una aguja. En más de una ocasión terminó masticando la rabia del poco compromiso de los policías, que se dejaban seducir por un maletín lleno de francos para dejar de lado toda investigación e incluso declarar en contra de las intenciones del esmerado abogado. No recordaba las veces en que había tenido que cambiar los vidrios de su despacho por la impotencia mal canalizada, pero sí tenía contadas las veces en que había tenido que recurrir a su bendito medicamento sensorial para no provocar tragedias a partir de la nada. Pensaba en eso cuando se dio cuenta que su dosis no estaba en su muñeca. Maldijo su suerte en alemán por ello y no le alcanzó para otros idiomas ya que fue cogido de golpe por dos de los corpulentos hombres en dirección a una residencia que conocía muy bien por dentro y por fuera, ya que había sido fiscalizador y partícipe de múltiples registros a ésta.
Tras un par de minutos, se reencontraron aquellas miradas tan contrastantes cual fuego y hielo. Los ojos de la justicia contra los ojos del delito. La impotencia del “bueno” contra la arrogancia del “malo”. La joven le saludó con la confianza que le daba tener la ventaja en cuanto a ubicación, números y el factor sorpresa, pero Jason no se veía intimidado. Sólo esperaba que no hubiera demasiada sangre, aunque esa idea era más bien una utopía considerando que ella sabía lo de su reacción con el líquido rojo – Bonjour, Madame Borchgrevink. No pensaba venir tan pronto…su próximo allanamiento es la próxima semana. – Respondió con un peligroso tono desafiante, pero a esas alturas ya no importaba mucho. Las cosas se imaginaban peores mientras pasase más tiempo allí dentro.
Durante las tres semanas recién pasadas, había estado tan cerca de llevarla al estrado del Tribunal como quien intenta repetidas veces enhebrar una aguja. En más de una ocasión terminó masticando la rabia del poco compromiso de los policías, que se dejaban seducir por un maletín lleno de francos para dejar de lado toda investigación e incluso declarar en contra de las intenciones del esmerado abogado. No recordaba las veces en que había tenido que cambiar los vidrios de su despacho por la impotencia mal canalizada, pero sí tenía contadas las veces en que había tenido que recurrir a su bendito medicamento sensorial para no provocar tragedias a partir de la nada. Pensaba en eso cuando se dio cuenta que su dosis no estaba en su muñeca. Maldijo su suerte en alemán por ello y no le alcanzó para otros idiomas ya que fue cogido de golpe por dos de los corpulentos hombres en dirección a una residencia que conocía muy bien por dentro y por fuera, ya que había sido fiscalizador y partícipe de múltiples registros a ésta.
Tras un par de minutos, se reencontraron aquellas miradas tan contrastantes cual fuego y hielo. Los ojos de la justicia contra los ojos del delito. La impotencia del “bueno” contra la arrogancia del “malo”. La joven le saludó con la confianza que le daba tener la ventaja en cuanto a ubicación, números y el factor sorpresa, pero Jason no se veía intimidado. Sólo esperaba que no hubiera demasiada sangre, aunque esa idea era más bien una utopía considerando que ella sabía lo de su reacción con el líquido rojo – Bonjour, Madame Borchgrevink. No pensaba venir tan pronto…su próximo allanamiento es la próxima semana. – Respondió con un peligroso tono desafiante, pero a esas alturas ya no importaba mucho. Las cosas se imaginaban peores mientras pasase más tiempo allí dentro.
Jason Schwaitzen- Cambiante Clase Alta
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Re: Métodos de Persuasión [Privado]
-Mademoiselle para usted, Monsieur. Aún me considero joven, gracias. Ah, sobre los allanamientos… ¿No considera usted que se ha pasado de la raya? Tres semanas he tenido que recibir a las autoridades, prácticamente a diario, para que inspeccionen mi humilde lugar de trabajo. ¿No le advertí yo que usted no ganaría? Pero al parecer no entiende, así que tendré que usar métodos más… chocantes con usted.
Dicho esto, acercó una silla hacia el lugar donde se encontraba su prisionero, sacó un par de cuchillas y encendió-por fin- su quinto cigarro de la noche. Se dedicó a aspirar las bocanadas de humo mientras sacaba filo a los instrumentos con la delicadeza de una dama y la pericia de un carnicero. Ah, las cuchillas. Eran el instrumento favorito de la mujer, y definitivamente las que mejor sabía utilizar. Eran tan hermosas como letales, podían ayudar, pero también perjudicar. Y a Metalisse le encantaban esas dicotomías presentes en los objetos, llamaban a su curiosidad y le ayudaban a formar su mente.
-Veamos… -la joven Noruega soltó el cigarro por un momento y se decidió a encarar a su huésped con una sonrisa de arrogancia- Como supondrá, he averiguado algunas cosas sobre usted, Monsieur sin modales. Su nombre es Jason Schwaitzen y ejerce la profesión de abogado en la pequeña oficina que mis hombres acaban de allanar. Sobre su pasado antes de eso… no hay mucho. No hay información relevante en ninguna parte. Así que decidí que tuviéramos una pequeña charla sobre los orígenes. Considero que nos ayudaría bastante a entender la situación del otro.
Con la misma sonrisilla de sorna, le dio otra bocanada a su habano, el humo repartiéndose por todo el lugar y dándole al ambiente una sensación de pesadez constante. Metalisse tomó una posición más relajada para seguir con el tópico en cuestión. Algo le decía que esto se pondría interesante.
Dicho esto, acercó una silla hacia el lugar donde se encontraba su prisionero, sacó un par de cuchillas y encendió-por fin- su quinto cigarro de la noche. Se dedicó a aspirar las bocanadas de humo mientras sacaba filo a los instrumentos con la delicadeza de una dama y la pericia de un carnicero. Ah, las cuchillas. Eran el instrumento favorito de la mujer, y definitivamente las que mejor sabía utilizar. Eran tan hermosas como letales, podían ayudar, pero también perjudicar. Y a Metalisse le encantaban esas dicotomías presentes en los objetos, llamaban a su curiosidad y le ayudaban a formar su mente.
-Veamos… -la joven Noruega soltó el cigarro por un momento y se decidió a encarar a su huésped con una sonrisa de arrogancia- Como supondrá, he averiguado algunas cosas sobre usted, Monsieur sin modales. Su nombre es Jason Schwaitzen y ejerce la profesión de abogado en la pequeña oficina que mis hombres acaban de allanar. Sobre su pasado antes de eso… no hay mucho. No hay información relevante en ninguna parte. Así que decidí que tuviéramos una pequeña charla sobre los orígenes. Considero que nos ayudaría bastante a entender la situación del otro.
Con la misma sonrisilla de sorna, le dio otra bocanada a su habano, el humo repartiéndose por todo el lugar y dándole al ambiente una sensación de pesadez constante. Metalisse tomó una posición más relajada para seguir con el tópico en cuestión. Algo le decía que esto se pondría interesante.
- Off:
- Volví ;u;
Metalisse Borchgrevink- Humano Clase Media
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Re: Métodos de Persuasión [Privado]
Aún en la compleja situación en la que se encontraba, evaluó sus posibilidades. Con una oreja atenta a lo que le decía la joven – que no era demasiado importante ya que eran meros reclamos y amenazas propias de una persona inmiscuida en actitudes delictuales – buscó percibir algo más con sus agudos sentidos, ubicando una serie de aromas que identificó como los guardaespaldas que le habían atacado antes. Movió las manos sutilmente y se dio cuenta que ni la sutileza estaba permitida gracias a la fuerza de los nudos, descartando de plano una posible transformación por las consecuencias que podría conllevar. Supuso que al ser sus matones criaturas sobrenaturales, ya estaría informada de lo que era él, y habría tomado las medidas necesarias para que su astucia le permitiera únicamente descartar movimientos uno tras otro.
No le gustaba aquel ambiente aunque no se reflejase en su semblante, que con una mezcla de tranquilidad y desafío en su mirada hacía frente a la abrumadora confianza de la mujer que había estado persiguiendo por tanto tiempo y que ahora estaba tan cerca de él y a la vez tan lejos, acentuada esta distancia por sus manos atadas y por aquel par de cuchillas cuyos roces le provocaban una mueca de incomodidad para sus adentros. Sabía que no estaba en una buena situación, así que tocaba simplemente defenderse dentro de lo posible hasta encontrar una oportunidad de escapar.
- Sus subordinados hicieron por una vez bien su trabajo, por favor felicítelos de mi parte cuando terminemos con esto. – Comentó como si estuviera conversando con un amigo en la sala de estar de su residencia. Su tranquilidad era envidiable, aunque en el fondo su corazón estuviera latiendo un tanto nervioso, y cierta bestia estuviera gruñendo detrás de éste.- Y permítame informarle que si se llegase a dar el caso de que mi persona fuera abatida en este lugar, no seré ni el primero ni el último que se encargue de que se haga Justicia con usted. Así que…-se encogió de hombros como pudo, manteniendo los ojos entrecerrados por la creciente incomodidad y tensión concentrada en aquella habitación.- que comience la charla. – Concluyó sereno por fuera, pero con una incertidumbre cada vez más grande por dentro.
No le gustaba aquel ambiente aunque no se reflejase en su semblante, que con una mezcla de tranquilidad y desafío en su mirada hacía frente a la abrumadora confianza de la mujer que había estado persiguiendo por tanto tiempo y que ahora estaba tan cerca de él y a la vez tan lejos, acentuada esta distancia por sus manos atadas y por aquel par de cuchillas cuyos roces le provocaban una mueca de incomodidad para sus adentros. Sabía que no estaba en una buena situación, así que tocaba simplemente defenderse dentro de lo posible hasta encontrar una oportunidad de escapar.
- Sus subordinados hicieron por una vez bien su trabajo, por favor felicítelos de mi parte cuando terminemos con esto. – Comentó como si estuviera conversando con un amigo en la sala de estar de su residencia. Su tranquilidad era envidiable, aunque en el fondo su corazón estuviera latiendo un tanto nervioso, y cierta bestia estuviera gruñendo detrás de éste.- Y permítame informarle que si se llegase a dar el caso de que mi persona fuera abatida en este lugar, no seré ni el primero ni el último que se encargue de que se haga Justicia con usted. Así que…-se encogió de hombros como pudo, manteniendo los ojos entrecerrados por la creciente incomodidad y tensión concentrada en aquella habitación.- que comience la charla. – Concluyó sereno por fuera, pero con una incertidumbre cada vez más grande por dentro.
Jason Schwaitzen- Cambiante Clase Alta
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Re: Métodos de Persuasión [Privado]
-¿Abatido? Oh, no no no. No soy de las que asesina gente, a menos de que sea estrictamente necesario. El miedo, Monsieur Schwaitzen, funciona de manera mucho más eficaz. Alguien que teme por su integridad es más eficiente que alguien muerto. Supongo que entiende la idea, claro. Los muertos no generan ingresos, son sólo una pérdida de posible potencial de trabajo. O también, las personas asustadas sirven de advertencia para que no se inmiscuyan en asuntos que no les conciernen.
La joven se acomodó más en la silla, a la vez que tomaba su habano con elegancia. Al parecer ella tendría que empezar aquella charla, cosa que no le incomodaba, pero tampoco era muy de su agrado. Al menos entendería por qué no tenía que meter las narices en los asuntos de otros, o eso esperaba. Era consciente de que si el abogado ese seguía tratando de allanarla, otros como ella lo tendrían en la mira y de un momento a otro se encontraría con su obituario en el periódico de la mañana. Soltó una risita, la idea le hacía gracia, aunque no le gustaba regodearse en la muerte de los demás, pero en el caso de Jason era diferente. La curiosidad mató al gato, solían decir.
-Veamos… como usted supone ya, no soy de París, sino que de… bastante más al norte, donde la palabra “verano” no existe. Mis padres, y sus padres antes de ellos, sirvieron a una de las más grandes familias del crimen organizado de ese país como guardaespaldas y matones. Mis hermanos y yo estábamos destinados a seguir ese paso, claro. Pero la confianza se perdió desde un lado, nos exiliaron al sur aún cuando nosotros no habíamos hecho absolutamente nada. Me di cuenta de que nos tenían miedo, y supe que ellos ya no eran aptos para el mando, así que se comenzó una guerra.
Se levantó de su silla y comenzó a caminar alrededor del cuarto, con expresión serena. Una guerra, no de las que se ganan con armas y batallas idiotas en un frente, sino que con poder, dinero e inteligencia. Ella tenía las tres cosas y estaba segura de que iba ganando. Un abogado con ínfulas de justicia no la iba a detener ahora. Sería algo… trágico, de hecho.
-He manejado negocios en gran parte de los países Europeos, negocios que han sido fructíferos, pero que lamentablemente se han visto truncados con traslados inesperados. Ahora, pienso quedarme más tiempo en París, es un lugar que me gusta. En el fondo está tanto o más podrido que los demás, es perfecto para todo lo que tengo que hacer. Y por supuesto, después de un tiempo volveré a mi país a reclamar lo que es mío y no volverá a verme la cara por el resto de su vida. Siéntase afortunado. Ahora, tengo un par de preguntas para usted. Hay algo que me causa curiosidad… ¿Por qué le teme a la sangre?
Y con esa pregunta formulada, acercó uno de los cuchillos hasta la punta de su nariz, con una sonrisa de oreja a oreja. Ya quería ver la reacción que iba a tener cuando viera su propia sangre caer. Sería algo hermoso, o al menos eso creía.
La joven se acomodó más en la silla, a la vez que tomaba su habano con elegancia. Al parecer ella tendría que empezar aquella charla, cosa que no le incomodaba, pero tampoco era muy de su agrado. Al menos entendería por qué no tenía que meter las narices en los asuntos de otros, o eso esperaba. Era consciente de que si el abogado ese seguía tratando de allanarla, otros como ella lo tendrían en la mira y de un momento a otro se encontraría con su obituario en el periódico de la mañana. Soltó una risita, la idea le hacía gracia, aunque no le gustaba regodearse en la muerte de los demás, pero en el caso de Jason era diferente. La curiosidad mató al gato, solían decir.
-Veamos… como usted supone ya, no soy de París, sino que de… bastante más al norte, donde la palabra “verano” no existe. Mis padres, y sus padres antes de ellos, sirvieron a una de las más grandes familias del crimen organizado de ese país como guardaespaldas y matones. Mis hermanos y yo estábamos destinados a seguir ese paso, claro. Pero la confianza se perdió desde un lado, nos exiliaron al sur aún cuando nosotros no habíamos hecho absolutamente nada. Me di cuenta de que nos tenían miedo, y supe que ellos ya no eran aptos para el mando, así que se comenzó una guerra.
Se levantó de su silla y comenzó a caminar alrededor del cuarto, con expresión serena. Una guerra, no de las que se ganan con armas y batallas idiotas en un frente, sino que con poder, dinero e inteligencia. Ella tenía las tres cosas y estaba segura de que iba ganando. Un abogado con ínfulas de justicia no la iba a detener ahora. Sería algo… trágico, de hecho.
-He manejado negocios en gran parte de los países Europeos, negocios que han sido fructíferos, pero que lamentablemente se han visto truncados con traslados inesperados. Ahora, pienso quedarme más tiempo en París, es un lugar que me gusta. En el fondo está tanto o más podrido que los demás, es perfecto para todo lo que tengo que hacer. Y por supuesto, después de un tiempo volveré a mi país a reclamar lo que es mío y no volverá a verme la cara por el resto de su vida. Siéntase afortunado. Ahora, tengo un par de preguntas para usted. Hay algo que me causa curiosidad… ¿Por qué le teme a la sangre?
Y con esa pregunta formulada, acercó uno de los cuchillos hasta la punta de su nariz, con una sonrisa de oreja a oreja. Ya quería ver la reacción que iba a tener cuando viera su propia sangre caer. Sería algo hermoso, o al menos eso creía.
Metalisse Borchgrevink- Humano Clase Media
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Re: Métodos de Persuasión [Privado]
Le escuchó en silencio, con el respeto y la serenidad de quien oye su sentencia en un tribunal. Aquel testimonio era una mina de oro para sus intenciones, pero el peso de aquel oro era enorme, casi tanto como una vida. Peor hubiera sido si aquella vida correspondiera a la de un inocente, por lo que asumía con admirable temple el hecho de que su vida estuviera en peligro, por mucho que la joven del norte de Europa prefiriese el terror en vida en vez de la crueldad de la muerte.
Sin embargo, en su interior la calma estaba lejos de llegar, y eso pronto se fue reflejando en su semblante. Aquella pregunta, y la cercanía de aquel filoso cuchillo provocaron que presionase más sus manos contra las cadenas que le ataban buscando un propósito obvio pero momentáneamente imposible. Haciendo uso inconsciente de sus características felinas sintió cómo sus vellos de los brazos se alineaban alzados, asimilándose mentalmente al movimiento curvo de los gatos cuando están ante algo que no les gusta. Y a Jason no le gustaba para nada aquel cuchillo. Y al Tigre Negro tampoco.
Se obligó a sonreír, o al menos a no ceder ante la presión, luchando contra el palpitar cada vez más acelerado de su corazón; que de haber vampiros cerca les hubiera atraído como polillas a la luz. Procuró enfocarse en la mujer que tenía en frente y no en el filo del arma que le ponía cada vez más a la defensiva, intentando mostrarse fuerte costara lo que le costara.- Creo que…- Su voz apenas se escuchó, por lo que carraspeó con los ojos cerrados, resoplando y maldiciendo por dentro por las reacciones de su cuerpo cada vez más insistentes.- no le gustará saber…créame…
Sin embargo, en su interior la calma estaba lejos de llegar, y eso pronto se fue reflejando en su semblante. Aquella pregunta, y la cercanía de aquel filoso cuchillo provocaron que presionase más sus manos contra las cadenas que le ataban buscando un propósito obvio pero momentáneamente imposible. Haciendo uso inconsciente de sus características felinas sintió cómo sus vellos de los brazos se alineaban alzados, asimilándose mentalmente al movimiento curvo de los gatos cuando están ante algo que no les gusta. Y a Jason no le gustaba para nada aquel cuchillo. Y al Tigre Negro tampoco.
Se obligó a sonreír, o al menos a no ceder ante la presión, luchando contra el palpitar cada vez más acelerado de su corazón; que de haber vampiros cerca les hubiera atraído como polillas a la luz. Procuró enfocarse en la mujer que tenía en frente y no en el filo del arma que le ponía cada vez más a la defensiva, intentando mostrarse fuerte costara lo que le costara.- Creo que…- Su voz apenas se escuchó, por lo que carraspeó con los ojos cerrados, resoplando y maldiciendo por dentro por las reacciones de su cuerpo cada vez más insistentes.- no le gustará saber…créame…
Jason Schwaitzen- Cambiante Clase Alta
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