AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mi primera historia grabada en la piel [Louise e Ingrid]
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Mi primera historia grabada en la piel [Louise e Ingrid]
FLASHBACK
El primer amor jamás se olvida...
Y al paso del tiempo esas palabras
demuestran que son muy acertadas.
Y al paso del tiempo esas palabras
demuestran que son muy acertadas.
Vueltas y vueltas, bailes interminables y risas incontenibles, abanicos entre los rostros femeninos que se ocultaban así como bajo los vestidos que se presumían ante los ojos atentos de los que deseaban ver y criticar, como los de admirar y vapulear. Sonrisas falsas bajo las caretas puestas y colocadas de forma tal que nadie pudiera penetrar las capas y capas de las cebollas que se ocultaban de las damas indiscretas que sólo deseaban poner en evidencia todos los secretos bien ocultos al paso del tiempo.
Entre serpientes y alimañas, algunas caminaban con vestidos de terciopelo y lencería de lo más exquisito, sexy y libertino. ¿Quién podría decir algo de lo que no se ve? Así pensaba Ingrid mientras se codeaba entre ellos, acostumbrada en casa a una educación rígida con la cual estar en una fiesta de sociedad y jamás ser criticada, a lo más admirada y envidiada tanto por el estilo de ropa utilizado, como del tono de piel cuidado, de los ojos endiablados que causaban que más de un varón fijara las miradas en ella.
Sus cabellos oscuros (posteriormente en un arrebato se los pintaría rubios) enmarcaban su rostro soberbiamente maquillado, con finos caireles que la hacían lucir más adorable. El abanico utilizado para ocultar expresiones, sonrisas o para agitarlo en pos de un poco de aire porque vaya que hacía calor y más con tantas personas en el interior del lugar. Una copa de champaña en la mano bebiendo de vez en vez, disfrutando de su frescura. Las conversaciones con algunos varones la catalogan como una mujer de visión, inteligente, astuta, pero con sentido del humor.
Así que ahora mismo tenía a uno de los Duques divertidísimo con anécdotas de la policía que no atrapaba a un tal "Lobo de Plata", un muy sagaz ladrón de joyas y arte, al tiempo que permite le intercambiaran la copa de champaña y alguien llamaba la Duque. Una reverencia educada y tras despedirse por un instante, ella caminó hacia la mesa de bocadillos, mirando el arte con que los preparaban. Tomó uno que le parecía apetitoso con una suave salsa de menta recubriendo el pan tostado salpimentado, sobre la cual un pedazo de faisán aderezado con naranja y especias hacían chispear en el paladar los sabores tan concentrados en conceder una delicia a la mente que se declaraba satisfecha.
Buscó un asiento, pero todos parecían ocupados, así que optó por un poco de aire fresco, por lo que se quedó de pie deleitándose con la champaña mientras miraba a las parejas bailar junto a la puerta que daba a un balcón. Su primera intención cual cliché, había sido salir y ver fuera, pero había ya antes alguien que estaba ahí y no quiso ser imprudente ni molestar, por lo que junto a la puerta estaba por si esa persona entraba a la fiesta, ella poder colarse y respirar algo de aire puro que lo necesitaba. Paciente pues, esperó a que la pieza de baile terminara o entrara la persona. Si primero se acababa la pieza, buscaría a alguien con quién danzar. En caso contrario, las intenciones ya estaban declaradas. De todas formas, ambas alternativas le agradaban lo suficiente.
Entre serpientes y alimañas, algunas caminaban con vestidos de terciopelo y lencería de lo más exquisito, sexy y libertino. ¿Quién podría decir algo de lo que no se ve? Así pensaba Ingrid mientras se codeaba entre ellos, acostumbrada en casa a una educación rígida con la cual estar en una fiesta de sociedad y jamás ser criticada, a lo más admirada y envidiada tanto por el estilo de ropa utilizado, como del tono de piel cuidado, de los ojos endiablados que causaban que más de un varón fijara las miradas en ella.
Sus cabellos oscuros (posteriormente en un arrebato se los pintaría rubios) enmarcaban su rostro soberbiamente maquillado, con finos caireles que la hacían lucir más adorable. El abanico utilizado para ocultar expresiones, sonrisas o para agitarlo en pos de un poco de aire porque vaya que hacía calor y más con tantas personas en el interior del lugar. Una copa de champaña en la mano bebiendo de vez en vez, disfrutando de su frescura. Las conversaciones con algunos varones la catalogan como una mujer de visión, inteligente, astuta, pero con sentido del humor.
Así que ahora mismo tenía a uno de los Duques divertidísimo con anécdotas de la policía que no atrapaba a un tal "Lobo de Plata", un muy sagaz ladrón de joyas y arte, al tiempo que permite le intercambiaran la copa de champaña y alguien llamaba la Duque. Una reverencia educada y tras despedirse por un instante, ella caminó hacia la mesa de bocadillos, mirando el arte con que los preparaban. Tomó uno que le parecía apetitoso con una suave salsa de menta recubriendo el pan tostado salpimentado, sobre la cual un pedazo de faisán aderezado con naranja y especias hacían chispear en el paladar los sabores tan concentrados en conceder una delicia a la mente que se declaraba satisfecha.
Buscó un asiento, pero todos parecían ocupados, así que optó por un poco de aire fresco, por lo que se quedó de pie deleitándose con la champaña mientras miraba a las parejas bailar junto a la puerta que daba a un balcón. Su primera intención cual cliché, había sido salir y ver fuera, pero había ya antes alguien que estaba ahí y no quiso ser imprudente ni molestar, por lo que junto a la puerta estaba por si esa persona entraba a la fiesta, ella poder colarse y respirar algo de aire puro que lo necesitaba. Paciente pues, esperó a que la pieza de baile terminara o entrara la persona. Si primero se acababa la pieza, buscaría a alguien con quién danzar. En caso contrario, las intenciones ya estaban declaradas. De todas formas, ambas alternativas le agradaban lo suficiente.
Ahora... a esperar...
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
Fecha de inscripción : 30/09/2011
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Re: Mi primera historia grabada en la piel [Louise e Ingrid]
Miradas. Todas ellas intentando penetrar los antifaces de los tres que acababan de llegar, el rey y sus hermanos. La princesa a su derecha y el prícipe a la izquierda, a un paso más atrás de la mujer que, sin mover apenas los labios, iba susurrando al oído del soberano. Apenas se hubo abierto la gran puerta del salón, la multitud se sumió en un silencio que a la dama se le antojó infinito; hasta que, con unas cuantas reverencias, volvieron a danzar con gracilidad.
Bebidas y comida por doquier, todo dispuesto para celebrar un nuevo año de reinado. La usencia de la reina quizás llamó la atención de muchos, sin embargo, era bien sabido que a ella le gustaba hacer entradas colosales. Miles de espejos, cual tapices, adornaban las paredes y reflejaban la sonrisa de suficiencia que Louise les dedicaba. ¿Podía amarse así misma aún más de lo que ya lo hacía? Vanidosa, no podía concebir un ser más hermoso que su propia figura.
-- Hermano, me consientes demasiado. --Se quejó con dulzura ante la petición del rey a una pieza de baile.
Ante los ojos humanos ella era la más chica de los hermanos Viljhálmur, la más rebelde y la más impulsiva. Su exquisita belleza era tentación de muchos caballeros que, incautos y atrevidos, perdieron la vida o la memoria. Su largo vestido lleno de finos bordados, la joyería utilizada, y aquella melena rubia podía ser causa de muchas guerras. Y ella adoraba pensar que podía existir esa posibilidad.
Después de un baile, se alejó de sus hermanos y tomó una copa de vino. Las personas reían, cantaban y bailaban al son de la música. Louise, aburrida, se quitó el antifaz y lo dejó en la mesa del banquete, pronto volvería por ella si no lo olvidaba. Desplegó el abanico que llevaba en una de sus manos y fingió echarse aire, sólo para disculparse educadamente con el conde que se acercaba peligrosamente hasta su posición, tal vez para concederle una pieza.
Louise le sonrió y, tras vislumbrar una salida de escape, casi corrió hacia ella. Había una mujer en apoyada en la puerta, ella la había visto ya desde su entrada, no pasaba nada por alto. Su mano libre recorrió con suavidad el marco y, luego de fingir no haber visto a la muchacha, salió al balcón.
-- Fuera --ordenó al hombre que lo ocupaba, éste, sorprendido, se giró. Una reverencia y abandonó el lugar.
Estiró los brazos para desperezarse y pronto se deshizo del abanico, no lo necesitaría más. Inspiró hondo y, en un gesto de buena educación, utilizó su voz más amable y, quizás, seductora, al hablar.
-- Tal vez he abusado de mi rango --se acercó al marco de la puerta para poder observar a la mujer que se encontraba en él. -- Pero creí que sería menos comprometedor compartir el balcón conmigo y no con un caballero, espero no le moleste. --utilizó, en un arrebato de egoísmo y capricho, todo su poder de persuación de su mirada (pues era bastante nato en ella) para hacerle aceptar. -- Puedes venir. --y casi sonó como a una orden.
Bebidas y comida por doquier, todo dispuesto para celebrar un nuevo año de reinado. La usencia de la reina quizás llamó la atención de muchos, sin embargo, era bien sabido que a ella le gustaba hacer entradas colosales. Miles de espejos, cual tapices, adornaban las paredes y reflejaban la sonrisa de suficiencia que Louise les dedicaba. ¿Podía amarse así misma aún más de lo que ya lo hacía? Vanidosa, no podía concebir un ser más hermoso que su propia figura.
-- Hermano, me consientes demasiado. --Se quejó con dulzura ante la petición del rey a una pieza de baile.
Ante los ojos humanos ella era la más chica de los hermanos Viljhálmur, la más rebelde y la más impulsiva. Su exquisita belleza era tentación de muchos caballeros que, incautos y atrevidos, perdieron la vida o la memoria. Su largo vestido lleno de finos bordados, la joyería utilizada, y aquella melena rubia podía ser causa de muchas guerras. Y ella adoraba pensar que podía existir esa posibilidad.
Después de un baile, se alejó de sus hermanos y tomó una copa de vino. Las personas reían, cantaban y bailaban al son de la música. Louise, aburrida, se quitó el antifaz y lo dejó en la mesa del banquete, pronto volvería por ella si no lo olvidaba. Desplegó el abanico que llevaba en una de sus manos y fingió echarse aire, sólo para disculparse educadamente con el conde que se acercaba peligrosamente hasta su posición, tal vez para concederle una pieza.
Louise le sonrió y, tras vislumbrar una salida de escape, casi corrió hacia ella. Había una mujer en apoyada en la puerta, ella la había visto ya desde su entrada, no pasaba nada por alto. Su mano libre recorrió con suavidad el marco y, luego de fingir no haber visto a la muchacha, salió al balcón.
-- Fuera --ordenó al hombre que lo ocupaba, éste, sorprendido, se giró. Una reverencia y abandonó el lugar.
Estiró los brazos para desperezarse y pronto se deshizo del abanico, no lo necesitaría más. Inspiró hondo y, en un gesto de buena educación, utilizó su voz más amable y, quizás, seductora, al hablar.
-- Tal vez he abusado de mi rango --se acercó al marco de la puerta para poder observar a la mujer que se encontraba en él. -- Pero creí que sería menos comprometedor compartir el balcón conmigo y no con un caballero, espero no le moleste. --utilizó, en un arrebato de egoísmo y capricho, todo su poder de persuación de su mirada (pues era bastante nato en ella) para hacerle aceptar. -- Puedes venir. --y casi sonó como a una orden.
Louise Norghdam- Vampiro/Realeza
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Re: Mi primera historia grabada en la piel [Louise e Ingrid]
Las miradas matan, pero más aquéllas que con una sola vez
seducen e incitan a perversiones llenas de placeres innombrables.
seducen e incitan a perversiones llenas de placeres innombrables.
¿Conocer a los soberanos de los Países Bajos? Claro que sabía quiénes eran, sus nombres, incluso sus figuras y la forma en que se desenvolvían en las fiestas, entre los placeres de la corte y las lenguas viperinas que eran con rapidez cortadas si algo se decía en su contra. Verlos hablar, caminar, danzar, ser amos y señores de todo el lugar no era algo que estuviera fuera de lo común, todo lo contrario. Que se les deshicieran a los pies, que todos suspiraran por los tres porque tenían algo que nadie sabía describir, pero que Ingrid vaya que reconocía a leguas de distancia.
Vampiros... esa esencia, la forma en que miraban a todos con una expresión de total desprecio y desdén, el que no comieran absolutamente nada durante los banquetes, los comentarios respecto a su tacto helado, los ojos tan brillantes cuales cristales. Ingrid no tenía la menor de las dudas de su condición y en lugar de preocuparse, sonreía divertida al pensar que nadie de su clan, de su familia se atrevería a poner un solo pie en los Países Bajos por la fama que el Rey tenía con respecto a sus congéneres de tenerlos todo el tiempo vigilados. Por eso es que había elegido este lugar para refugiarse tras haber sido redimida por ese Inquisidor.
Bebió un poco de champaña mirando al mencionado Rey y a la Princesa danzar, brillaban de una forma tal en la pista de baile que no sólo era ella la que los observaba si no muchas personas más y no era sólo por su técnica impecable, porque parecían gritar a todos los vientos que eran inalcanzables. Otro pequeño sorbo y la joven suspiró cuando la pieza terminó y no hubo suerte ni de danzar, ni de que el balcón se vaciara.
Así que se resignó a permanecer ahí un vals más, se prometió. Aunque en la sala, un movimiento no pasó inadvertido para la joven que procuraba siempre estar alerta, la Princesa ahora mismo se dirigía hacia donde ella aunque quizá sólo fuera para escapar del Conde que, todos sabían, acostumbraba rondarla e intentaba seducirla sin éxito. De reojo, pero sin ser grosera, Ingrid observó a la dama. Exquisita desde los pies a la cabeza, tanto por las ropas como los movimientos eran completamente pensados para seducir y causar estremecimientos en todos los que la miren pasar.
Incluso ella misma se quedó con la garganta seca, sin saber qué decir cuando la Princesa recargó una mano en el marco. Hizo una educada y grácil reverencia para no ser maleducada, pero sonrió levemente al ver que echaba del balcón a aquél que lo ocupaba. Al parecer, tendría que esperar un tanto más a por un poco de aire o diversión en caso de ir a bailar. Una voz deliciosa se coló entre sus terminales nerviosas causándole corto circuito y volteó sin creer lo que sus ojos le mostraban.
Su Majestad no sólo le hablaba a ella, si no que le invitaba a acompañarla al balcón. Por un leve instante, Ingrid dudó en si hacerlo o no, pero el rechazarla significaría que tendría que huir de los Países Bajos y no era algo que ella deseara... aún... Además, algo la obligaba a obedecer, tan oscuro como palpable era el poder de la vampiresa sobre ella... Sus pasos la llevaron a la frescura del sitio sonriendo, repitiendo la reverencia ahora con un toque de mayor elegancia y sí, cierta mueca que en su rostro sólo correspondería al coqueteo que sin proponérselo emanó de su interior.
- Su Majestad es muy amable con esta plebeya que ansiaba un poco de aire fresco, mas en compañía de tan grata persona es más disfrutable y... - se lamió los labios pensando si debiera decirlo o no, pero era un vampiro, de todas formas le leería la mente tarde que temprano - adictiva como muchos en este Reino lo han comprobado. Mucho me temo que engrose esas filas, no porque considere perder algo si lo hago... si no porque quizá Su Alteza no me mire igual.
Ahí estaba, lo había dicho, aunque se preguntaba por qué lo había hecho. Los ojos de la Princesa le dieron la respuesta: Porque realmente, era lo que sentía cada vez que esa dama se presentaba ante sus ojos...
Vampiros... esa esencia, la forma en que miraban a todos con una expresión de total desprecio y desdén, el que no comieran absolutamente nada durante los banquetes, los comentarios respecto a su tacto helado, los ojos tan brillantes cuales cristales. Ingrid no tenía la menor de las dudas de su condición y en lugar de preocuparse, sonreía divertida al pensar que nadie de su clan, de su familia se atrevería a poner un solo pie en los Países Bajos por la fama que el Rey tenía con respecto a sus congéneres de tenerlos todo el tiempo vigilados. Por eso es que había elegido este lugar para refugiarse tras haber sido redimida por ese Inquisidor.
Bebió un poco de champaña mirando al mencionado Rey y a la Princesa danzar, brillaban de una forma tal en la pista de baile que no sólo era ella la que los observaba si no muchas personas más y no era sólo por su técnica impecable, porque parecían gritar a todos los vientos que eran inalcanzables. Otro pequeño sorbo y la joven suspiró cuando la pieza terminó y no hubo suerte ni de danzar, ni de que el balcón se vaciara.
Así que se resignó a permanecer ahí un vals más, se prometió. Aunque en la sala, un movimiento no pasó inadvertido para la joven que procuraba siempre estar alerta, la Princesa ahora mismo se dirigía hacia donde ella aunque quizá sólo fuera para escapar del Conde que, todos sabían, acostumbraba rondarla e intentaba seducirla sin éxito. De reojo, pero sin ser grosera, Ingrid observó a la dama. Exquisita desde los pies a la cabeza, tanto por las ropas como los movimientos eran completamente pensados para seducir y causar estremecimientos en todos los que la miren pasar.
Incluso ella misma se quedó con la garganta seca, sin saber qué decir cuando la Princesa recargó una mano en el marco. Hizo una educada y grácil reverencia para no ser maleducada, pero sonrió levemente al ver que echaba del balcón a aquél que lo ocupaba. Al parecer, tendría que esperar un tanto más a por un poco de aire o diversión en caso de ir a bailar. Una voz deliciosa se coló entre sus terminales nerviosas causándole corto circuito y volteó sin creer lo que sus ojos le mostraban.
Su Majestad no sólo le hablaba a ella, si no que le invitaba a acompañarla al balcón. Por un leve instante, Ingrid dudó en si hacerlo o no, pero el rechazarla significaría que tendría que huir de los Países Bajos y no era algo que ella deseara... aún... Además, algo la obligaba a obedecer, tan oscuro como palpable era el poder de la vampiresa sobre ella... Sus pasos la llevaron a la frescura del sitio sonriendo, repitiendo la reverencia ahora con un toque de mayor elegancia y sí, cierta mueca que en su rostro sólo correspondería al coqueteo que sin proponérselo emanó de su interior.
- Su Majestad es muy amable con esta plebeya que ansiaba un poco de aire fresco, mas en compañía de tan grata persona es más disfrutable y... - se lamió los labios pensando si debiera decirlo o no, pero era un vampiro, de todas formas le leería la mente tarde que temprano - adictiva como muchos en este Reino lo han comprobado. Mucho me temo que engrose esas filas, no porque considere perder algo si lo hago... si no porque quizá Su Alteza no me mire igual.
Ahí estaba, lo había dicho, aunque se preguntaba por qué lo había hecho. Los ojos de la Princesa le dieron la respuesta: Porque realmente, era lo que sentía cada vez que esa dama se presentaba ante sus ojos...
Y mejor pedir perdón que pedir permiso...
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
Fecha de inscripción : 30/09/2011
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Re: Mi primera historia grabada en la piel [Louise e Ingrid]
La belleza de la joven era exquisita, algo que no siempre reconocía Louise en una muchacha. Se había jurado nunca hacerlo ya que para ella nadie podía llegarle ni a la planta de los talones, y ella, con una rubia cabellera, llegaba a hacerle desear hasta lo prohibido. Su perfume, una enloquecedora fragancia, podía deleitarse con el aroma de aquel líquido rojo que corría por sus venas y que latía desenfrenadamente.
¿Miedo? Bastante sensata si lo hacía, el temor era una de las cosas que los humanos poseían y que Norghdam valoraba. Tal vez sólo la probaría un poco, ¿qué podría perder? Absolutamente nada, ninguno de los presentes en la fiesta se darían por enterados de lo que había pasado. Bueno, quizás sus hermanos... pero se las arreglaría con ellos más tarde.
-- Tonta señorita Chassier --se burló luego de escucharla hablar-- Tiene razón, en realidad nadie es digno de mí -- murmuró con gesto arrogante -- Pero ¿quién soy yo para negarme a los placeres de la vida? ¿Y más cuando éstos tocan a mi puerta y se ofrecen tan voluntariosamente? --
Un sólo paso más y se encontraron frente a frente; Norghdam la miró a los ojos atrapándola en una hipnotizante mirada; posó una de sus manos en la mejilla ajena y dibujó un círculo en ella.
-- Sois un dilema, me debato ahora entre saciar mi sed o saciar mis deseos. ¿De dónde saliste que te has convertido en una tentación a mis ojos y mi garganta? --había empezado a hablar sola, mientras acercaba con lentitud su boca a la garganta de la chica. --Quizás... -- con la otra mano aferró su cintura-- ...sólo un poco... --susurró.
Sus colmillos rozaron la piel de la muchacha, provocándola aún más. La puerta que daba hacia el salón se había cerrado.
¿Miedo? Bastante sensata si lo hacía, el temor era una de las cosas que los humanos poseían y que Norghdam valoraba. Tal vez sólo la probaría un poco, ¿qué podría perder? Absolutamente nada, ninguno de los presentes en la fiesta se darían por enterados de lo que había pasado. Bueno, quizás sus hermanos... pero se las arreglaría con ellos más tarde.
-- Tonta señorita Chassier --se burló luego de escucharla hablar-- Tiene razón, en realidad nadie es digno de mí -- murmuró con gesto arrogante -- Pero ¿quién soy yo para negarme a los placeres de la vida? ¿Y más cuando éstos tocan a mi puerta y se ofrecen tan voluntariosamente? --
Un sólo paso más y se encontraron frente a frente; Norghdam la miró a los ojos atrapándola en una hipnotizante mirada; posó una de sus manos en la mejilla ajena y dibujó un círculo en ella.
-- Sois un dilema, me debato ahora entre saciar mi sed o saciar mis deseos. ¿De dónde saliste que te has convertido en una tentación a mis ojos y mi garganta? --había empezado a hablar sola, mientras acercaba con lentitud su boca a la garganta de la chica. --Quizás... -- con la otra mano aferró su cintura-- ...sólo un poco... --susurró.
Sus colmillos rozaron la piel de la muchacha, provocándola aún más. La puerta que daba hacia el salón se había cerrado.
Louise Norghdam- Vampiro/Realeza
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Re: Mi primera historia grabada en la piel [Louise e Ingrid]
Lee mi mente
¿Ves lo que pienso?
Ahora bésame y aleja de ella
todos mis miedos...
¿Ves lo que pienso?
Ahora bésame y aleja de ella
todos mis miedos...
Escuchar de sus labios la palabra "tonta" no era si no más que la confirmación de sus miedos y presentimientos. Una vampiresa y no cualquiera por su forma de conducirse y de dialogar. Una acostumbrada a hacer lo que le venía en gana y mil aspectos más. Seductora, sensual, con miradas lánguidas y que podrían pervertir a la persona más inocente de todas en un santiamén. E Ingrid lo era todo menos inocente a esas alturas de su vida. Bebió un poco de su copa un tanto inquieta al tiempo que escuchaba sus palabras. Se lo puso en bandeja de plata y la Princesa parecía no rechazarla.
El líquido llenó su boca de sabor al tiempo que bajaba lento por su garganta hasta instalarse de forma reconfortante en su estómago dando calidez. Una de la que ya esa mujer no era poseedora como notó al momento en que le acarició la mejilla causando estremecimentos por todo lo largo de su columna vertebral viajando hacia una parte de su zona más erógena, aquélla ubicada en el mismo sur de su ser. Aún a pesar del miedo que pudiera generarle, era mayor su fascinación por la vampiresa. ¿Por qué? Aún no lo sabía, pero no quería irse de allí hasta no llegar a las últimas consecuencias de sus actos.
- He salido desde lo más profundo de sus sueños y de la superficie de mis pesadillas, porque de ir más hondo no lograría obtener más perfección de la que ya mis ojos perciben - susurró permitiéndole acercarse más a ella, su cuerpo temblaba al contacto, pero no era rechazo lo que sentía, sus instintos de autoprotección parecían haberse ido de paseo y lo único que quedaba era la ansiedad de ser de ella... La mano en la cintura era firme, pero la propia Ingrid ya ladeaba la cabeza para dejar a la vista la fina línea del cuello blanquísimo cual cisne que se le ofrecía a la vampiresa para ser tomado como ella deseara y anhelara. La respiración se volvió rápida y el corazón latió frenéticamente de la anticipación. Sí, que lo hiciera...
Su sangre bombeaba en sus venas mezclada con la adrenalina. Muchas veces la habían mordido, pero jamás lo deseó. No como ahora. Sentía el poder de los años en el cuerpo vampírico, podía detectarlo tras vivir en su clan tanto tiempo... Su mano derecha se elevó y acarició la cabeza de su compañera para tomarla de la nuca evitando que se alejara para presionar su piel contra los colmillos en una aceptación e invitación tácita. Ahí estaba ella, que la tomara... ansiaba de pronto que bebiera de ella, que sus manos rodearan su cintura.
¿Era lógico? No, pero ahora mismo le importaba nada lo que era correcto y lo que no, la ansiaba contra su cuerpo, quizá como consecuencia de esa seducción que segregaba por los poros, que podía aspirar por la nariz y que permanecía en su cuerpo como una toxina imposible de ignorar. Eso era la Princesa ahora mismo e Ingrid se moría de anhelo por probar, por deleitarse entre sus brazos y olvidar todo lo que alguna vez le importó... corrompida por las sensaciones...
El líquido llenó su boca de sabor al tiempo que bajaba lento por su garganta hasta instalarse de forma reconfortante en su estómago dando calidez. Una de la que ya esa mujer no era poseedora como notó al momento en que le acarició la mejilla causando estremecimentos por todo lo largo de su columna vertebral viajando hacia una parte de su zona más erógena, aquélla ubicada en el mismo sur de su ser. Aún a pesar del miedo que pudiera generarle, era mayor su fascinación por la vampiresa. ¿Por qué? Aún no lo sabía, pero no quería irse de allí hasta no llegar a las últimas consecuencias de sus actos.
- He salido desde lo más profundo de sus sueños y de la superficie de mis pesadillas, porque de ir más hondo no lograría obtener más perfección de la que ya mis ojos perciben - susurró permitiéndole acercarse más a ella, su cuerpo temblaba al contacto, pero no era rechazo lo que sentía, sus instintos de autoprotección parecían haberse ido de paseo y lo único que quedaba era la ansiedad de ser de ella... La mano en la cintura era firme, pero la propia Ingrid ya ladeaba la cabeza para dejar a la vista la fina línea del cuello blanquísimo cual cisne que se le ofrecía a la vampiresa para ser tomado como ella deseara y anhelara. La respiración se volvió rápida y el corazón latió frenéticamente de la anticipación. Sí, que lo hiciera...
Su sangre bombeaba en sus venas mezclada con la adrenalina. Muchas veces la habían mordido, pero jamás lo deseó. No como ahora. Sentía el poder de los años en el cuerpo vampírico, podía detectarlo tras vivir en su clan tanto tiempo... Su mano derecha se elevó y acarició la cabeza de su compañera para tomarla de la nuca evitando que se alejara para presionar su piel contra los colmillos en una aceptación e invitación tácita. Ahí estaba ella, que la tomara... ansiaba de pronto que bebiera de ella, que sus manos rodearan su cintura.
¿Era lógico? No, pero ahora mismo le importaba nada lo que era correcto y lo que no, la ansiaba contra su cuerpo, quizá como consecuencia de esa seducción que segregaba por los poros, que podía aspirar por la nariz y que permanecía en su cuerpo como una toxina imposible de ignorar. Eso era la Princesa ahora mismo e Ingrid se moría de anhelo por probar, por deleitarse entre sus brazos y olvidar todo lo que alguna vez le importó... corrompida por las sensaciones...
Contaminada por las emociones...
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
Fecha de inscripción : 30/09/2011
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Re: Mi primera historia grabada en la piel [Louise e Ingrid]
Beber. Fácil hubiese resultado beberla, tomar su sangre, poseerla y ser dueña de su vida, acabar con ella en un instante. Una milésima de segundo para desaparecer con la rubia entre sus brazos, ocultar su cuerpo en algún frío callejón y hacerlo parecer una violación. En tiempos perversos y malditos como aquellos, bien podría pasar por una joven libertina que obtuvo su merecido. Sin embargo...
Sonrió tras un suspiro frustrado y, alarmada ante el toque, se alejó con tal rapidez que chocó contra algunas macetas de adorno puestas sobre el balcón. Había saltado hacia la nada, y se encontraba ahora en el aire... flotando y respirando agitadamente. Cuando vio que el peligro no era peligro si no simple sorpresa, volvió a estar frente a ella, con el hambre plagando sus ojos pardos. La garganta le quemaba, el deseo por tenerla se hacía cada vez más fuerte y, aún así...
-- Puedo saciar ambos aspectos al mismo tiempo... --murmuró.
Sus manos rodearon con fuerza moderada la cintura de Ingrid y una de ellas la tomó de la rubia cabellera. Su boca se unió a la de ella, sometiéndola a un beso intenso y cargado de lujuria. El deseo, el hambre, todo en uno, hacía que el acto fuese aún más ... quizás, pasional. La arrastró con delicadeza hacia una de las paredes, mientras la música en el salón se escuchaba aún y las risas de los presentes eran apagadas por los suspiros agitados que ambas largaban.
Sus labios decidieron entonces conocerla, su cuello, su mandíbula... y fue bajando de esa manera hasta llegar al escote, en donde, tras maniobrarlo cuidadosamente, la despojó del corsé, dejando a merced sus pechos erectos, que si no era por la excitación, al menos sería por la gelidez de su tacto.
¿Virgen? Probablemente. ¿Y cuántas habían pasado por su mano en esa situación? Demasiadas... Una de sus manos invadió la falda del vestido, subiéndolo lentamente mientras los besos no cesaban, hasta llegar a tocar la piel del muslo ajeno y levantarlo hacia su pelvis. Cegada por el deseo... por la lujuria...
Sonrió tras un suspiro frustrado y, alarmada ante el toque, se alejó con tal rapidez que chocó contra algunas macetas de adorno puestas sobre el balcón. Había saltado hacia la nada, y se encontraba ahora en el aire... flotando y respirando agitadamente. Cuando vio que el peligro no era peligro si no simple sorpresa, volvió a estar frente a ella, con el hambre plagando sus ojos pardos. La garganta le quemaba, el deseo por tenerla se hacía cada vez más fuerte y, aún así...
-- Puedo saciar ambos aspectos al mismo tiempo... --murmuró.
Sus manos rodearon con fuerza moderada la cintura de Ingrid y una de ellas la tomó de la rubia cabellera. Su boca se unió a la de ella, sometiéndola a un beso intenso y cargado de lujuria. El deseo, el hambre, todo en uno, hacía que el acto fuese aún más ... quizás, pasional. La arrastró con delicadeza hacia una de las paredes, mientras la música en el salón se escuchaba aún y las risas de los presentes eran apagadas por los suspiros agitados que ambas largaban.
Sus labios decidieron entonces conocerla, su cuello, su mandíbula... y fue bajando de esa manera hasta llegar al escote, en donde, tras maniobrarlo cuidadosamente, la despojó del corsé, dejando a merced sus pechos erectos, que si no era por la excitación, al menos sería por la gelidez de su tacto.
¿Virgen? Probablemente. ¿Y cuántas habían pasado por su mano en esa situación? Demasiadas... Una de sus manos invadió la falda del vestido, subiéndolo lentamente mientras los besos no cesaban, hasta llegar a tocar la piel del muslo ajeno y levantarlo hacia su pelvis. Cegada por el deseo... por la lujuria...
Louise Norghdam- Vampiro/Realeza
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Re: Mi primera historia grabada en la piel [Louise e Ingrid]
No sé lo que hacía, pero sí sé lo que sentí.
Que estaba de nuevo en ese pasillo.
Sentí que moría.
-Neo, Matrix Recargado-
Que estaba de nuevo en ese pasillo.
Sentí que moría.
-Neo, Matrix Recargado-
Su aroma era la lascivia derretida y vertida en un frasco que se había untado tras el baño nocturno. ¿Era así todo el tiempo o sólo en estos momentos en que el deseo se hacía latente y se manifestaba de maneras poco ortodoxas? No importaba, no era algo que a Ingrid le interesara en lo más mínimo con tal de que la princesa no se alejara de su lado esta noche, esta hora, este instante. Interesada en ella, en sus ojos, en esos labios que le secaban los propios, le creaban un nudo en la garganta que impedía decir, tragar. Una tentación enorme era la noble, una que Ingrid deseaba a su lado, pero no entendía del todo las sensaciones que le causaban.
Quiza su personalidad fuera justo lo que la obligaba a pensar de formas extrañas, por ejemplo en probar a qué sabían sus labios, qué se sentía al acariciar su piel y fue una sorpresa cuando vio que la vampiresa reculaba y no sólo eso, si no que también flotaba. Vaya, no sabía que hacían eso. Y tampoco que podría atemorizarse por un simple roce. Era complicada, demasiado y su mente estaba acostumbrada a hacer lo que ella necesitaba, la vampiresa era, pues, un ser antiguo cuya historia no estaba versada en una relación de amor, todo lo contrario. Pareciera que ella misma como Ingrid, tras que fue entregada a Etrius, sólo vivió para sentir las emociones del hombre más oscuras de todas: la maldad.
Y aún así, mientras lo pensaba, la presencia de la vampiresa ante ella, sus palabras sólo la incitaban a continuar avante, a dejarse llevar por las sensaciones que obnubilaban su mente, a complacer los deseos, pero no los suyos... los de ella, los de Louise. Los de esas manos que la hacen consciente del placer que producen sobre su piel, robándole un beso a esos labios jamás tomados, inexpertos que corresponden con torpeza, pero no exentos de anhelo y pasión. Sus besos fueron bajando cada vez más y en lugar de negarse a sentirlos, hizo todo lo contrario, se ofreció pagana, para que ella hiciera, besara, la desprendiera del corsé y no por ello pudo sentir pudor, todo lo contrario. Sentía un malsano sentimiento de poder, de anhelo, de alegría.
Como nunca, sus senos se expusieron a la vampiresa, rojos en las puntas, blanquísimos rematados por venas azules que incitarían el instinto de la bestia lujuriosa que tenía sobre sí y que reclamaba lo que ella jamás otorgó, pero que estaba ahora dispuesta a ofrendar. Jadeó acariciando la cabeza femenina, sintiéndose pecadora y no por ello culpable, todo lo contrario quería más, lo quería todo de esa mujer. Gimió ante sus besos, la presión de su sexo contra el de la princesa. Si sólo era la diversión de la noche no le interesaba, no le importaba sólo que continuara.
- Su Majestad, tome a ésta, su súbdita... su cuerpo virgen, su inocencia, su sangre... para su gloria y poderío... sé que soy una más, pero por esta noche, seré la única - mordió su propio labio inferior hasta que una gota de sangre, una sola, recorrió el camino por su barbilla bajando lento por su cuello...
Quiza su personalidad fuera justo lo que la obligaba a pensar de formas extrañas, por ejemplo en probar a qué sabían sus labios, qué se sentía al acariciar su piel y fue una sorpresa cuando vio que la vampiresa reculaba y no sólo eso, si no que también flotaba. Vaya, no sabía que hacían eso. Y tampoco que podría atemorizarse por un simple roce. Era complicada, demasiado y su mente estaba acostumbrada a hacer lo que ella necesitaba, la vampiresa era, pues, un ser antiguo cuya historia no estaba versada en una relación de amor, todo lo contrario. Pareciera que ella misma como Ingrid, tras que fue entregada a Etrius, sólo vivió para sentir las emociones del hombre más oscuras de todas: la maldad.
Y aún así, mientras lo pensaba, la presencia de la vampiresa ante ella, sus palabras sólo la incitaban a continuar avante, a dejarse llevar por las sensaciones que obnubilaban su mente, a complacer los deseos, pero no los suyos... los de ella, los de Louise. Los de esas manos que la hacen consciente del placer que producen sobre su piel, robándole un beso a esos labios jamás tomados, inexpertos que corresponden con torpeza, pero no exentos de anhelo y pasión. Sus besos fueron bajando cada vez más y en lugar de negarse a sentirlos, hizo todo lo contrario, se ofreció pagana, para que ella hiciera, besara, la desprendiera del corsé y no por ello pudo sentir pudor, todo lo contrario. Sentía un malsano sentimiento de poder, de anhelo, de alegría.
Como nunca, sus senos se expusieron a la vampiresa, rojos en las puntas, blanquísimos rematados por venas azules que incitarían el instinto de la bestia lujuriosa que tenía sobre sí y que reclamaba lo que ella jamás otorgó, pero que estaba ahora dispuesta a ofrendar. Jadeó acariciando la cabeza femenina, sintiéndose pecadora y no por ello culpable, todo lo contrario quería más, lo quería todo de esa mujer. Gimió ante sus besos, la presión de su sexo contra el de la princesa. Si sólo era la diversión de la noche no le interesaba, no le importaba sólo que continuara.
- Su Majestad, tome a ésta, su súbdita... su cuerpo virgen, su inocencia, su sangre... para su gloria y poderío... sé que soy una más, pero por esta noche, seré la única - mordió su propio labio inferior hasta que una gota de sangre, una sola, recorrió el camino por su barbilla bajando lento por su cuello...
Quería hacerla perder el control, que sólo se fijara en ella. Marcarla con fuego.
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
Fecha de inscripción : 30/09/2011
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