El destino se revela (Antonio Velázquez)

El reloj hizo su molesto ruido a la hora en punto. El fuerte eco en la sala la hizo abrir los ojos con sosiego, con esa actitud que no suele mostrar mas que en privacidad, calma. Si alguien la viera, envuelta en sabanas de seda, con su cuerpo desnudo apenas y cubriendo sus pechos y su cabello envolviendo su rostro, pensaría en un ángel de tierna sonrisa.

Ella hace mucho dejo de ser un ángel, renuncio a la felicidad, porque se la arrebataron, un maldito brujo que la engaño, que la enamoro y luego por su culpa tuvo que irse lejos. Ya no recuerda gran parte de esa noche, pero sabe que después, cuando el sol salió ese día tan lejano, su mente no volvió a ser la misma, sabe que algo cambio, esta consiente que el universo no es como ayer, pero no le importa.

Se levanto lentamente de la cama, dejando las sabanas sobre ella, permitiendo que las escasas luces de las velas en su habitación iluminaran su cuerpo desnudo, fresco por haber descansado un día completo, listo para comenzar a moverse durante la noche, para ser la asesina de seres como ella.
Su sueño del cielo, parece acercarse un poco cada día.

Cuando encontró a ese brujo, a ese maldito hechicero que la engaño, lo mato sin piedad. Disfruto cada instante en que sus huesos crujían, en que su sangre manchaba el suelo, fue más delicioso que cuando tenían sexo. Aunque, ella siempre recordaría las noches románticas de sus caricias y las veces en que la llevo a placeres que en su vida ha vuelto a tocar. Jamás se repetirán, la sangre de Rayner Andrews está en sus manos y disfruta cada segundo en que se da cuenta de ello.

Miró por la ventana del hotel de magnifica fachada hacia la ciudad de Paris, aquella que la ha acogido con su frialdad única, no es como su nativa Madrid, donde la puerta de Alcala te recibe con luces y gozo, donde el Palacio Real esta tan próximo a los edificios que uno puede respirar la realeza. Aquí en la ciudad de las luces, ella siente que Versalles es más un pueblo aparte.

Sonrió con malicia y se separo de la ventana, pensando que algún curioso pudo a ver visto su bello cuerpo desnudo. En su cabeza comenzaba una tonada irreal, sin rima, ritmo o coherencia, para ella su mente esta cuerda, el resto de mundo sabe que solamente expira locura.

Llegó hasta el ropero, de madera rojiza y brillante, aun con la poca luz que llegaba hasta el, se podía admirar su bello relieve. La luz permitía ver en su espalda, justo a la mitad de ella, la marca negra de una cruz que quemo su piel. Ella misma se la hizo, para recordar su nueva forma de vida.

-Es hora de ir a contar historias a las calles vacías de un mundo sin alma-dijo después de carcajearse-que buen chiste y nadie lo escucho.

Saco un bello vestido de color rojo sangre, con preciosas costuras doradas que hacían parecer agua dorada que cruzaba un mantel de atardecer. Se lo pone con calma, asegurándose que cada costura quede exacta.
El vestido le queda justo, abriéndose por la cintura para permitir mover sus piernas, pero n oes tan amplio como los de las mujeres de su clase, siempre a preferido que sus vestido sean algo diferentes. Levanta un pequeño gorro de tela roja hacia su rostro, ese que estaba pegado al vestido y con delicadeza acaricia sus manos.

-Un tranquilo paseo de noche, donde uno que otro como yo, morirá.

Salió con calma del hotel, hacia las calles de Paris, con sus zapatos haciendo un ruido sereno y su rostro cubierto por la capucha de tela fina. Recuerda que el vestido fue el regalo de algún duque, no olvida el olor de su sangre ni su sabor a alcohol barato, era un hombre de clase alta, pero muy tacaño.

-A veces quisiera ser de color verde-se dijo así misma, mientras camino alejándose del bullicio ajeno

La noche me pertenece desde hace mucho tiempo, me siento su dueño y Paris es mi dama de compañía. Me besa con su brisa nocturna y las luces me observan como si fueran sus centenares de ojos, esperando mi próxima acción mi destino escrito. Ese que hace años fue pintado por un brujo, donde solía decirse que cazaría a los que me cazan a mí, se cumplió. El brujo no fue visto de nuevo, su tienda desierta ahora, no tiene un lugar para ser recordada.

Pero hace unas noches recibir una caja con una esfera de cristal, en ella se encontraba un líquido blanco. El brujo solía llamar a esta poción “De luz” pues cuando rompía la esfera una explosión vislumbraba todo alrededor, permitiendo que escapase o aprovechara para atacar. Sólo el conocía la formula, sólo él sabía cómo hacerla y que cantidades de cada yerba usar. El maldito está vivo en algún lado del mundo.

-Si estás vivo, quiere decir que el que te “mato” te encontrara de nuevo. Pero ¿Por qué no lo mataste tú?

Ray nunca tuvo miedo de matar a alguien, jamás dejo que otra persona lo intimidara, no es una mala persona, pero tampoco un ángel. Seguramente algo lo detuvo.

Entre mis desvaríos antes de salir de mi hogar, entre las cosas, pude ver un brillo de madera, con un liguero haz de luz violeta. Ahí, en el suelo descansaba el violín de Rayner, el de su esposa de hecho. Lo tome y decidí llevarlo conmigo esta noche, pues parece que la música será un gran amigo para mí.

Ahora estoy frente a un lujoso hotel de alguna calle de Paris, buscando con la vista a una mujer que dicen se aloja aquí. No me dijeron su nombre, pero parece que es una condenada, de esas vampiras que traicionan a las sombras y deciden acabar con los de su propia estirpe y la mía.
No se que la motiva para estar de otro lado, pero sé que mi motivaciones acabar con ella y darle justicia a los que ha matado en nombre de un gobernante religioso que piensa ser el Dios que nos juzgara por nuestros pecados.

Siento una presencia extraña, al levanta mi vista hacia la calle, una mujer me mira a lo lejos. Su precioso vestido de color rojo brilla ante las luces tenues de la calle. Es ella.
-Así que te encontré, Condenada.

Dejo el violín en el suelo. Con mi mano izquierda sostengo la funda de mi espada y con la derecha dejo que la hoja haga su sonido metálico, su grito de guerra.

Su caminata la lleva sólo unas cuantas calles abajo, donde la esquina se cruza con otra y otras, haciendo un sin número de callejones anchos y angostos que forman un laberinto dentro de la ciudad. Se detuvo como un tronco que se encuentra con el suelo al ser talado, sin el sonido característico del golpe, claro está.

Su mirada, perdida en rincones de su mente donde recordaba cómo había eluminado al último licántropo de anoche, se dirijo al sur, donde la calle acababa y una figura la miraba con seriedad inmóvil.

Ella trato de enfocar su vista entre las luces tenues de la calle, los ruidos de las aguas goteando de los tejados, la música sorda de la ciudad, esa que ella escucha siempre, pero nadie nunca le ha hecho compañía.

Dejando de jugar a ser ciega, sonrió al ver al caballero. Un licántropo de buen porte, moreno, cabello negro, vestido con saco y pantalones de ese color, con una camisa blanca abierta hasta medio pecho. En su lado izquierdo llevaba una espada colgando de su pantalón, como si un accesorio mas se tratase, como si no importase que alguien lo viera portando un arma así a mitad de la noche.

Según lo que sabe y recuerda de la inquisición, el hombre frente a ella se hace llamar Makoto Inoue, pero los mejores espías de países que ella nunca a sabido pronunciar, estaban enterados de que el hombre lobo no usaba su nombre real, así como ella suele ser llamada la “Locura Roja” y no Violeta.

Cuando escucho la voz del hombre, se dio cuenta que no era la única con buena información. El sabe que no es humana y que sirve al Dios único del cielo, no tiene que limitarse a fingir sus movimientos, ni a pensar que hará, ya sabe que el ser frente a ella dará todo de si.

-Licano de tierras lejanas-dijo con un tono infantil-Vienes a contarme un cuento de terror o alguna pasión oculta, es bien sabido que tienes un gusto por las vampiras.

Ella sonrió con dulzura. Nadie sabe mas que la inquisición, nadie sabe más que el santo padre que todo lo ve y ella, su humilde sierva, sabía todo lo que el dejaba que supiera. Los espías estaban en todos lados, incluyendo en las actividades nocturnas del hombre lobo.

Camino hacia el hombre, sin dejar de sonreír. Recordó de nuevo el cuento de caperucita y lo mucho que le encanta. La cordura comenzó a flaquear.

-Te contare un cuento de trapos y luces-dijo mientras baja aprisa, enseñando sus colmillos.

Sonrío ante mi victoria preanunciada. La chica, una vampiresa de clase alta, me miro casi con desprecio, con un odio bastante racional, pues yo soy el responsable de la muerte de decenas de sus compañeros todo por la caza de seres como yo. Tuvieron lo que se merecían, yo sólo fui el instrumento del destino, el destino que dicta que yo debo de acabarlos, vengarme por aquellos seres de la oscuridad que no tienen nada en contra del mundo, que su destino simplemente fue escrito por la mordida, la muerte o una mutación extraña en su cuerpo. No deseamos ser lo que somos, no somos responsables de esto, no tiene como odiarnos, pero yo si, por que los seres como ella no nos dejan vivir.

-Te contare un cuento de espadas y combates, querida-le digo dejando caer la funda falsa de mi esa, esta se abre expulsando hacia arriba el arma en su protector real.

El metal suena como melodía de angeles infernales cuando mi espada sale lentamente de su hogar. El brillo del metal refleja las farolas de la calle y la oscuridad parece temblar al escucharme moverla contra el viento.

-No se tu nombre querida, pero me presentare. Soy Makoto Inoue, mercenario, licántropo y tu verdugo. Pero eso ya lo sabías, como me lo has hecho saber, eres una buena esbirro del Papa ¿No? Pero debo de admitir que nosotros, los mercenarios, sólo te conocemos como la locura roja, ni un rastro de nombre, tal vez porque no sueles dejar testigos.

Apunto con mi espada mientras ella sigue bajando deprisa, espero el momento exacto en que debo de girar para que pueda golpearle el costado de la nuca, empujar hacia la pared y clavar mi espada en su corazón, sin frases épicas sin chistes, esta mujer es peligrosa, no es una inquisidora solamente, es una vampiresa y, según los informes, tiene mas fuerza que muchos que conozco.

Dicen que viene de España, que tiene un pasado olvidado, entre locura y persecución y que logro su venganza hace unos meses al asesinar a un brujo.

-¡Eres Violeta Andrews, esposa de Rayner Andrews!-digo rápidamente justo antes de que este a una distancia para atacar.

Se detuvo de golpe, apenas unos metros desu rival. Abri los ojos como dos grandes platos. Apunto de gritar de asombro, se hecho para atrás de un salto. Sólo se quedo mirando al licano,asombrada de esa información, nadie podría saber su nombre real, ese que abandono hace tanto tiempo. La Locura Roja es como le llaman, incluso sus compañeros en la inquisición. Dicen que es una asesina sin escrúpulos, una loca, ella no piensa eso

-Así que sabes de mi pasado también. El cielo me abrirá las puertas cuando sepa que el brujo esta muerto, que me vengue de aquellos.

Sonrió ante la dicha de encontrarse con alguien que sabe tanto, por un momento su mente la llevo a las imágenes de su pasado con Rayner. Las melodías que le dedico a su violín, hermoso instrumento que perdió hace años, cuando su muerte fue inevitable. Al regresar a casa, estaba vacía, incluso su suegra había desaparecido de la vista.

Su vista vaga por alrededor del licántropo y de nuevo el asombro la invade de neuvo su sangre, empujándola lejos de la locura, para sentir la sanidad unos segundos mas. A lado del licántropo, brillante y preciosa, se encontraba un violín.

-Mi marido tocaba el violín también, muchas veces toco para mi, otras yo para el. Tardes de romance, copas y a veces algo de sexo. El fue el mejor de los hombres, hasta que por su culpa me hice lo que estás viendo ahora.

Ella se acerco al lican, que aun mantiene su espada duramente aferrada a su mano, esperando el primer indicio de conflicto por parte de la vampiresa. Este llega pronto
Nereza salta el mismo sitio y lanza una poderosa patada al rostro de Makoto. Para caer lentamente frente a él de nuevo.

-Mi nombre es Violeta Andrews, estas en lo cierto, eso será lo ultimo que sabrás de mi, Makoto, pues tu existencia acaba aquí y ahora.

Se acaricia su quijada mientras la mira con odio, pero esos ojos desaparecen al sentirse confiado, la chica no tiene idea de lo que le revelara y a donde llevara todo este encuentro.

-Parece que he regresado a la Violeta de antes ¿No?

Dijo con confianza, seguramente el impacto la regreso a su cordura, al menos temporalmente. Makoto no sabía nada de esta chica, mas que se cree la asesina de alguien que no tiene mucha conexión con el. Parece que el destino les espera más.

Para la sorpresa de Violeta, Makoto se inclina y con un gesto de confianza abre el estuche liberando el aroma de la única persona que la vampiresa amo con locura, por más de diez años y que odio durante otros más.

-No te atacare, Muchacha, no al menos como tú lo piensas.

El la miró mientras sostuvo el violín y comenzó a tocar. La melodía era triste, como un ruego la vida paraqué dejara de ser una sombra profunda, pero esta canción iba cambiando mientras Makoto se alejaba de la mujer, como si se moviera junto con lo que toca, parecía que bailara de la calle a la acera y de regreso. Pronto ya se escuchaban alegres sonidos de las cuerdas, una esperanza que después de toda tristeza siempre llegara la felicidad y la fuerza para enfrentar todo clase de dolor y frustraciones.

Makoto se detuvo al finalizar, miro de nuevo hacia Violeta y mostro el nombre de esta en el instrumento, del color que representa,, brillando claramente frente a las luces de la noche.

-Este es tu violín y la canción que Rayner escribió para ti.

Colocó el violín en su lugar y arrojo el estuche a los pies de la muchacha, lo suficientemente ligero para que no le pasara nada dentro.

-¿Sabes lo que significa que yo tenga el violín verdad?

De nuevo desenfundo su arma y la paso por frente su cara, inclinándose, esperando el siguiente golpe.

Si ella hubiera tenido corazón, habría explotado entre dolor y alegría. Dolor por saber que amo a un brujo y que por la culpa de ese hombre es un monstruo, alegría por que encontró el violín que creí perdido junto con la muerte de Rayner. Tal parece que todo aquello que creía que había perdido, tendía a regresar a su lado.

Vio el violín a sus pies y luego a Makoto, este no se movía, esperaba paciente el ataque de la mujer. Ella sabía que lo atacaría con toda su fuerza, por el rencor acumulado, por tener su tesoro más preciado, pero lo que más le preocupaba, es que le acaba de revelar que su difunto marido, n oes tan difunto. Rayner sigue vivo, de alguna manera sobrevivió al ataque de la vampira y ahora anda libre por la vida, escapando del castigo que, sin duda para ella, se merece con todas las fuerza del mundo.

Suspiro, aunque no necesitaba de ese aire. Con su pie empujo el estuque a una distancia considerable y se acomodó las mangas del vestido. No dejaba de ver a su rival mientras se inclinaba un poco, como si quisiera estirarse.

-Así que Rayner está vivo en algún lado de este mundo, incluso podría estar en esta ciudad, ten en cuenta que tu me has revelado semejante pesadilla, por lo que quiere decir, que tu eres uno de mis objetivos ahora, licántropo.

Sonrió ante la idea de matar al licano, para después seguir la presencia de su esposo, su aroma. Pero su semblante cambio al darse cuenta que no se sentía absolutamente nada.

-¿Dónde esta?

Grito con furia, al no recibir respuesta corrió hacia su rival, saltó sobre sus hombros y al momento de tratar de golpear su rostro con el codo, el arma del hombre lobo le cortó la piel en la mejilla. Se dio cuenta del sentido del peligro del hombre y se alejo de un salto. Sólo tiene que atontar ese sentido.

Estiró su brazo contra la pared, el golpe, con su fuerza sobre natural, la agrieta, haciendo que varios pedazos de esta caigan, con rapidez tomó cada uno se los arrojo al licántropo. El hombre lobo rompió cada uno de ellos con su espada, pero la vampiresa se movía entre las distracciones hasta darle un golpe en la quijada, cuando iba a punto de conectar el segundo, la mano del hombre lobo la detiene, las sostuvo y la arrojó con todas sus fuerzas contra la pared rota.

La miraba mientras caí de la pared. El cuerpo de Violeta resistiría eso, sin duda. El muro, se abrió dejando caer grandes pedazos de cemento y loza. Algunos golpearon la espalda de la mujer, rompiéndose como cristal contra su piel.

El la miro, Homura de nuevo estaba frente a el, listo para el siguiente ataque de la mujer. Ella pronto se daría cuenta de algo, Makoto la estaba midiendo. Hasta el momento había dejado que ella lo atacase, con eso, podría descubrir cada movimiento de la mujer, como ahora se había dado cuenta, la chica ya sabía de su sentido de peligro. No tendría caso confiarse esta vez, seguramente no habría piedad.

La mujer se limpiaba la ropa, llena de polvo y algo de tierra, su vestido ya parecía de un color gris y su piel blanca tenía manchas grises. De nuevo se lanzo al ataque, las piernas de la vampiresa se movía con gran velocidad, tanta que pronto golpearon el rostro de Makoto haciendo que retroceda unos metros.

-Bien, parece se acabo el análisis.

Corrió hacia la chica, su espada golpeo el brazo de la vampiresa, abriendo su piel con gran facilidad. Violeta ve su desventaja y con ambas manos toma el arma del lobo, se la arrebata con fuerza y la arroja, al hacerlo, Makoto golpea su pecho empujándola de nuevo contra la pared, esta vez los simientes se abrieron tanto que una pequeña maseta cayo de una cornisa.

-No llegaremos a ningún lado peleando. Ya sabes la verdad. Violeta, pronto los que son como tu van a caer. Los cazadores e inquisidores, desaparecerán.

Nereza sonrió, sus ojos rojos inyectados en sangre contrastaban con la bella imagen que llevaba al principio de la noche. Su vestido ya no brillaba con las luces del callejón y sus labios ya no eran rojos carmesí y preciosos, sus colmillos había sobre salido de ellos y los habían marcado ligeramente, haciendo dos hilos minúsculos de sangre. Su bello se había desarreglado, pero no lo suficiente para parecer una mujer de la calle, tenía la suerte de tener un cabello tan lacio como una cascada.

-El Papa no permitirá que eso pase, Makoto Inoue.

Le dijo mientras miraba como el licano levantaba su espada de nuevo. Ya había sentido el arma, así como el licano midió la fuerza de la mujer, ella había medido la resistencia y peso de su arma, lo suficiente para saber cómo desviarla.
Ambos están, de nuevo, en desventaja. Al mismo tiempo se miraban, sabiando todo de lso dos, todo lo necesario, descubierto en sólo una noche. Makoto sabía la velocidad delas piernas de la mujer, ella la velocidad virtual del arma.

Abrió sus brazo de golpe sus colmillos brillaron al vociferar con ira, una advertencia al lobo que ella no era un vampiresa, era una inquisidora, algo más fuerte de lo que podría imaginar.

Se movió con saltos de centímetro a centímetro, lo hizo con gracia, como una bailarina de ballet. A escaso milímetros del primer golpe, un salto mas lago hizo que pudiera tomar por los hombros al lobo, girar sobre el y, levantándolo del suelo lo arrojo hacia otra de las paredes. Antes de la eventual reacción, Violeta golpeo el estomago de Makoto, dando mas inpulso a su ataque y esta vez.

Makoto no llego contra una pared, su espada, al enterrarla en tierra, lo detuvo a tiempo-

-Bien, eso era sólo una advertencia. Ya reconocí tu arma, una antigua espada samurái, utilizada solamente por una elite del shogunato. Seguramente fuiste entrenado por un samurái reconocido en sus tiempos de gloria.

Sus ojos seguían rojos, inyectados del liquido de la vida, representando que no se detendría.

No pudo evitar sorprenderse de la habilidad única de la chica. Había demostrado que no era simple vampiresa y se había ganado el nombre de inquisidora. Seguramente arrepentida de todos los asesinatos que había hecho, tal vez su móvil de venganza había muerto para ella y necesitaba en donde matar su tiempo.

-Vaya, no soy el único que midió la fuerza del otro. Eso me llena de satisfacción.

Le dijo limpiándose la tierra de sus ropas. Colocó su espada en su hombro y la miro con ira. Al contrario de los ojos de la chica, los de el se habían tornado de un amarillo brillante, pero no asemejaban al sol, aun que brillaban contra la escasa luz de la calle, su oscuridad era atemorizante.

-Ya has de saber, para este momento que nuestros destinos se han entrelazado permanente. Ahora no podremos escapar de lo que el mañana nos esta dictando. Tal vez su sangre bañara mi espada o tu destino es acabar con un licano que se a esforzado toda la vida por acabar con los de tu calaña.

Guardo su espada en la funda, se inclino hacia el suelo, colocando una mano sobre él. Gruño como una bestía y enseño los dientes, pronunciados como los de un canino. Se impulso con las piernas y los brazos, golpeando a la vampiresa hacia arriba, la siguió de un salto y en el aire la regreso al suelo con un golpe certero de su codo. La mujer dejo un cráter en el suelo.

-Los vecinos no se han levantado, que extraño ¿No lo crees?

El la miro confiando, ya se había dado cuenta que algo extraño sucedía, a su alrededor, las calles comenzaron temblar, como si todo fuera un reflejo bajo el agua, el lugar cambio. Hasta parecer un sitio abandonado.

-Una ilusión, parece que alguien probaba tu fuerza, Violeta

Ella también ya se había dado cuenta, la gente no había salido de sus casas, a pesar del ruido de dos bestias peleando una contra la otra. Aunque las paredes se quebraban, no veía que los edificios temblaban a la par. Pronto la ilusión callo y se encontraban en un callejón, sin ventanas y en completa oscuridad. Seguramente una prueba de alguien, pero sin saber a cual de los dos.

-¿Qué te hace pensar que no te probaban a ti?

Dice ella levantándose del suelo de un salto. Rápido dio otro hacia la pared y con el impulso de esta su rodilla termino por fuerza el rostro, antes de una reacción e impulsándose del suelo, el puño de la vampiresa golpea el mentón del lobo, levantándolo unos centímetros. Ella gira sobre sí misma y una fuerte patada tumba al licano al suelo.

-Me han estado siguiendo desde hace un tiempo, Makoto. La inquisición me está poniendo a prueba, para saber si soy fiel al Dios de los cielos. Lo cierto es que si lo soy, desde que me has mostrado mi fracaso, lo soy más. Ahora debo de eliminarte, con toda las fuerza que tengo. Destruiré tu cuerpo y tu espíritu se irá al infierno.

Corre hacia el, pero gira sobre si mismo y se levanta para darle la espalda a la chica, desenfunda su espada rápidamente y esta le atraviesa el pecho a la mujer. Nereza lo ignora, sosteniendo con sus manos la pesada, la saca de si y golpe a su rival, alejándolo de ella.
La sangre de su pecho brota durante unos momentos, hasta que la herida se cierra completamente, dejando ver su piel pálida entre sus pechos.

-Con tu muerte, el cielo me dará el perdón, con tu muerte, se abrirán las puertas. San Pedro me escuchara, me vera ¡Con tu muerte mi alma volverla!

Se acerca a él de nuevo impulsándose lo más rápidamente posible, pero el puño del hombre lobo la detiene, impulsándola hacia atrás. Un certero golpe en su nariz hace que la sangre vuelva a gotear de ella.

-Debes morir, Makoto, compréndelo

Se frota su rostro, limpiándose la sangre y su nariz vuelve a su posición original. Sus ojos rojos parecen dos rubís, brillando ante la escasa luz.

Él la miro, con sus ojos amarillos que contrarrestaban el color rubí de los de la mujer. Ella representaba lo mas enfermo de la iglesia, como un supuesto Dios había dejado que su templo blanco se manchara de sangre de inocentes, aquellos consumidos por los monstruos, al menos lo eran para ellos.

Makoto suspiró y comenzó a mirar alrededor, el ya había encontrado que no era una prueba para ninguno de los dos, alguien más, estaba ahí y él conocía ese aroma. Tal vez Nereza lo había olvidado ya o el calor de la batalla la había hecho olvidar.

-Entonces el otro existirá hasta destruir a su rival. Tendremos una muerte epica querida. Nuestras fuerzas chocaran y pronto nuestra existencia acabara en una explosión de ira que arasara con todo lo que se encuentre alrededor.

Envainó su arma y mira con recelo a la mujer. Estira sus brazos al cielo, como sise preparara para corre, gruñe con ira. No había optado por entrar a un nivel tan bestial como el que esta a punto de acceder, donde prefiere moverse por la sed de sangre, incluso si es la escasa que conserva la vampira.

-Nuestro fin no será hoy, Nereza. Ya lo he visto, por que el futuro esta escrito, dibujado.

Sonrió ante la idea de una pista más grande. Makoto había visto l futuro en las pinturas de Rayner, aquellas que les mostro antes de desaparecer.

Una sonrisa ladina adorna su rostro, la sangre corre por su pecho a borbones, como un rio rojo nacido del pecado que aun trata de expiar, ella baja la vista hacia la herida notando como la mancha roja pinta su ropa mientras que la carne muerta comienza a regenerarse, ella levanta la mano llevándola sobre sus labios sintiendo las consecuencias de la herida, un hilo de sangre pinta su barbilla pero su cuerpo no tiene mas aberturas, una de las ventajas de ser una aberración es que su propio pecado la protegerá hasta que pueda ser expiado.

- En eso tienes razon makoto, nuestro final sera terrible, aquel que intente interponerse en ese encuentro debera atenerse a las consecuencias, los perros del infierno se desataran esa noche, pero como tu mismo dices, esta noche no, hoy te dejare ir,porque te por seguro que cuando alguien caiga, esa no sere yo, no a menos que desee el perdon de mi señor

Mientras habla sostiene la espada, acariciandola, esperando el momento para atacar o retirarse, sus ojos son como lod de los zorros siempre atentos a lo que ocurre alrededor, la situacion con makoto no es distintia a cualquier caza mientras que al mismo tiempo lo es, ella esta completamente segura eso

- En algun momento volveremos a vernos las caras para un encuentro final, en el que saldaremos todas las cuentas pendientes, incluido este golpe que acabas de darme, este ultimo, vas a lamentar haberlo lanzado

Ella entrego su cuerpo a dios desde el momento en el que entro a la inquisicion, ella era una enviada del santo pontificio pero sobre todo era una guerrera, Makoto necesitaba saber eso ahora mismo, Nereza no es igual a todos eso sobrenaturales que fueron asesinados por su mano, porque es ella quien se encargara de cazar al cazador