El inicio de una maldición

por **Cameron Wolff** Jue Abr 12, 2012 1:29 pm

CAMERON WOLFF

El inicio de una maldición 2itkio0

DATOS

• Edad: 18 años (recién convertida)
• Especie: Licántropo
• Facción a la que pertenece: Condenados
• Tipo, Clase social o Cargo: Clase Media
• Orientación Sexual: Heterosexual
• Lugar de Origen: Berlín, Alemania
• Habilidad/Poder: Sentidos aumentados | Habilidad y reflejos sobrehumanos | Sanación acelerada | Sentido del peligro | Visión térmica

DESCRIPCIÓN FÍSICA

Spoiler:

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Observadora y curiosa. Su máxima ambición es saber todo y, de ser posible, de todos. Es abierta a las sugerencias que la vida le brinda, aunque no esté muy contenta con ellas. Es meticulosa en cada cosa que hace o dice, siempre tiene algo para decir o preguntar; por su calidad de observadora sabe ser intuitiva, y más que intuitiva quizás deductiva, algo que le ha servido de mucho desde su inclusión en la Iglesia.

Impulsiva y tenaz. A pesar de ser observadora, necesita actuar en grupo para poder hacerlo con calma ya que cuando se encuentra sola lo hace sin pensar y, aunque casi siempre le salga bien, son cosas que prefiere evitar. Necesita de una compañía constante que le esté diciendo cuándo parar; en ocasiones sus actos impulsivos le ha costado la vida a otras personas (algunas de ellas eran inocentes). Cuando algo se le mete en la cabeza tampoco se rinde y la lucha hasta conseguirlo, aunque el único objetivo al que le ha fallado ahora ha sido a dar muerte a quien la creó.

Aveces suele actuar también por pura soberbia, y ésto únicamente cuando se encuentra con mujeres guapas. Tiene una percepción muy pobre de su propia apariencia, no cree que alguien pudiese encontrarla bonita o por lo menos sensual. Es bastante sencilla y algo humilde en ese aspecto. Cam es muy justa, nunca daría un veredicto sin antes conocer las dos caras de la moneda; no es que tenga un lema propio, pero le gusta parafrasear con dichos que su madre alguna vez le canturreaba.

HISTORIA

Nació en el seno de una familia bastante acomodada. La última de tres hermanas y con unos padres que darían la vida por cada una de ellas. Al tener Cameron tres años, su padre, que trabajaba para un poderoso hacendado, renunció por haber sido testigo de malas prácticas en la administración de las tierras. Su patrón intentó sobornarle para que se quede y, al no lograrlo, le amenazó con tomar represalias por si llegaba a dar noticia de lo que estaba pasando en aquel lugar. El señor Wolff volvió a su hogar en tranquilidad consigo mismo, pues aunque le hubiese gustado decir algo, tuvo que pensar en el bienestar de su familia y jurar no repetir jamás las cosas de las que había sido testigo.

Su familia, sumida en un amor enternecido, vivió y se mantuvo con el dinero que el patriarca hubo generado durante tantos años. Todos disfrutaban de los placeres que la buena vida les brindaba. Las tres niñas eran educadas en casa con un tutor de raza negra a quien todos allí querían y, cuando Cameron estaba siendo presentada a la sociedad, ocurrió lo peor.

Durante el cotillón, cuando Daphne (la hermana de Cameron) estaba haciendo su entrada previa a la de la muchacha a presentar, se oyó un grito de horror al que todos siguieron. Los invitados concurrieron en grupos para poder presenciar mejor lo que sea que hubiese pasado; al llegar a los jardines de la mansión de los Wolff, se encontraron con una criatura que, apenas vio a la multitud, empezó a aullar. Cameron se dio cuenta, entonces, de que había luna llena y retazos de tela tirados por el jardín.

La gente empezó a correr, horrorizada por lo que estaban viendo. El señor Wolff refugió a sus tres hijas y a su esposa en el salón contiguo y fue en busca de una escopeta. Cameron escuchó los llantos de una de sus hermanas y veía cómo la otra luchaba con su madre para escaparse de su custodia e ir en pos de ayuda para su padre. La señora Wolff, rendida, se ofreció a ir si ella prometía cuidar a las demás. Cuando salió, la criatura las estaba esperando fuera del salón con sangre goteando de su hocico. Cameron logró avistar aquello antes de que, aunque con esfuerzo, su madre cerrara con fuerza la puerta tras de sí.

Podían adivinar, por los gritos desgarradores de su progenitora, que el licántropo la estaba haciendo trizas, pero ninguna se atrevía a comprobarlo; hasta que la más pequeña de los Wolff decidió ponerse en pie y acudir a la matriarca, mientras sus hermanas se hacían de jarrones y quitaban las barandillas de las cortinas para atacar a la bestia. Cosa que fue innecesaria ya que al abrir la puerta la criatura se abalanzó contra la mayor de ellas y destrozó su garganta. No podían saber si alguien más quedaba en la casona, no se escuchaba nada más que los gritos de la siguiente hermana a la que el lobo no tardó en matar.

Sólo quedaba Cameron, quien corrió hacia los ventanales libres de cortinas. El lobo se dirigió con suma rapidez hacia la chica para atacarla y, al saltar, calculó quizás mal la distancia que le quedaba llegando a tomar del tobillo a la muchacha, mordiéndola. Cameron cayó, presa del dolor, intentó vendar la herida para detener la hemorragia pero pronto se dio cuenta de que no estaba del todo libre. Cuando el hombre-lobo saltó hacia ella por segunda vez, se escuchó un disparó que resonó en los oídos de la muchacha. El animal gruñó un par de veces y huyó por la ventana, rompiendo el vidrio, los cuales cayeron en pedacitos sobre la cabeza de Cameron.

Había sido su padre quien efectuó dicho disparo, malherido como estaba, se desplomó tras ver a salvo a la última de sus hijas. Ésta corrió como pudo hacia él e intentó contenerlo, pero antes de decir alguna palabra, él ya había fallecido.

Todos recordaban aquella noche, el terror y la desesperación. Cameron se hizo cargo de su hogar, afortunadamente aún poseía todo lo que sus padres habían conseguido. En busca de pistas que le develen el paradero de la bestia herida, llegó hasta París, dejando en su mansión (en Alemania) a una criada de confianza. Se unió a la Santa Iglesia parisina, en donde recibió asilo por su condición y, al ayudarlos en su incansable camino de destrucción del mal, hace también su propia búsqueda de aquel que la convirtió en algo a lo que constantemente repudia, responsable de su condición de huérfana.