Saliendo de mi 'reclusión'... {Vaël}

por **Gwendoline F. Bourgeois** Lun Abr 16, 2012 11:18 am

Y ahí me encontraba yo, en una de las calles más alejadas del centro de la capital francesa. Nadie que me viera por primera vez o que, simplemente que no conociera mi verdadera historia, sabría que, en realidad, no pertenecía a aquellas calles... Que mi mundo, aunque no lo pareciese, era el de los ricos y que, aunque no lo pareciese, la parte de la ciudad a la que pertenecía por nacimiento era la parte más ostentosa. Claro que, quien conociese de mí sólo lo que se veía desde afuera, pensaría que pertenecía a la parte de la ciudad en la que me encontraba en ese momento desde siempre. Pero no, sólo vivía en aquel barrio desde hacía dos años y, tal y como lo creía, me adapté bastante rápido. Más que nada porque me sentía más cómoda donde vivía ahora que donde había vivido durante la mayor parte de mi vida.

Llevaba ya un par de días casi sin salir de casa. ¿La razón? Pues muy simple, tenía noticias de que mis adorados padres me estaban buscando para llevarme de vuelta a casa. Mi hermano me había dicho que intentaría convencerles de que no me encontraba en la ciudad; aún así, no me encontraba tranquila, así que había decidido pasar unos días en casa; casa que no era mía, desde luego. Era de uno de los amigos de mi hermano, el cual me la había dejado encantado. Pero como ya estaba más que cansada de mi encierro voluntario, salí del edificio con la intención de ir a dar una vuelta y respirar, de nuevo, aire fresco.

Metí las manos en los bolsillos del pantalón y comencé a caminar entre la gente. ¿Que por qué llevaba pantalones? Pues porque no soportaba la ropa que había para las chicas. Esos vestidos, esas telas tan ásperas y pesadas... Eran de todo menos cómodo. Mucha gente se había escandalizado cuando me había visto vestida con ropa que no era de chica, pero al final se habían acabado acostumbrado. Y, si no se acostumbraban, tampoco era mi problema, si había de ser sincera. Estuve caminando por un rato, hablando por el camino con algunas personas que conocía, hasta que llegué a unas escaleras que llevaban a lo que era una especia de callejón. Sin más dilación, me senté en ellas y, apoyando la cabeza en la pared, me puse a mirar la gente que caminaba enfrente a mí, por la calle por la que, hasta hace escasos segundos, también había estado caminando yo.

por **Vaël Sunderland** Mar Abr 17, 2012 6:39 am

Estaba bastante despistado, metido en sus propios pensamientos que casi todos terminaban inevitablemente en lo mismo o mejor dicho en la misma persona. Era frustrante para un cortesano comenzar a tener ya pensamientos tan evidentes sobre alguien, que ocupara tantas horas de tu día, después de todo, eso no iba a evitar que fuera a retozar luego con otros caballeros para ganarse su sustento. Sin embargo no podía sacarse de la cabeza el hecho de que quizás él también se iba a retozar con otras personas, solo que por el placer de hacerlo. Ah era mejor no dejar que esos pensamientos inundaran su mente, no tenía derecho ninguno a tenerlos.

Sacudió la cabeza, tratando de centrar su atención en alguna otra cosa, en las personas paseando por la calle, en el clima que hacía, en lo que fuera. Vio entonces a uno de sus clientes asiduos que estaba agarrado del brazo de una mujer bastante mayor, probablemente su esposa. Los labios de Vaël se curvaron en una media sonrisa cuando el hombre fingió no verlo, desviando a su mujer hacia otra acera. Eran tan farsantes...seguro que esa noche lo buscaba como loco para poder tenerlo en la cama ahora que lo había visto, el cortesano sabía que no se iba a negar pues era un caballero que pagaba bien, pero eso no quitaba que siguiera pensando que era un desgraciado. Nunca comprendería la infidelidad, él nunca haría nada semejante, cuando te entregas a alguien lo haces por completo y no solo a medias. Pero se llevaban muchos matrimonios concertados, quizás en ese caso podía darles un pase.

Sus ojos siguieron con su trayectoria de nada en particular hasta que sí dieron con...algo en particular. Una muchacha a la que conocía bien, la hermana de uno de sus pocos 'amigos'. Era curioso que ella apareciera precisamente cuando pensaba en matrimonios concertados, pues Vaël la había ayudado a escapar del suyo, a pesar de que no pudo ofrecerle su casa como sustituta (por causas evidentes) lo habría hecho sin pensarlo de haber podido, era una muchacha encantadora y luchadora. Se acercó a ella con una sonrisa en los labios.

- Fijaos, creo que he encontrado a una muchachita perdida, tendré que llevarla a su casa antes de que la extrañen. - se permitió la pequeña broma, no creía que ella se fuera a molestar y mucho menos a creérsela. Llevaba ya varios días sin verla y le gustaba verla al menos sana.

por **Gwendoline F. Bourgeois** Sáb Abr 21, 2012 8:56 am

La gente seguía paseando por delante de mí sin prestarme la menor atención; algo que, desde luego, agradecía. No era de mi agrado que se quedaran mirando para mí como si fuera un monstruo o algo peor. Vale que no era muy habitual ver a una chica vestida con ropas de chico, pero vamos, que no por ello estaba loca ni nada del estilo, obviamente. Y si lo estaba, que seguramente así fuera, no era por el simple hecho de ponerme ropas de chico. Pero bueno, ¿qué otra cosa podía esperar de una sociedad como aquella? La verdad era que aquello era mucho mejor, aunque me molestara, de lo que me podrían hacer. Por suerte, ni me perseguían ni nada del estilo por no seguir las convenciones de la sociedad. Quizás pensaran que era inofensiva o algo por el estilo.

Mientras pensaba en lo peor que podría haber sido mi vida si me llegaran a condenar, una voz bastante conocida llegó a mis oídos. Alcé la cabeza hacia él, sonriendo. No me hacía falta mirarlo para saber quién era. Evidentemente, conocía de sobras al dueño de la voz. Era Vaël. Me reí ante sus palabras. - Pues sí... Se da la casualidad de que estoy perdida... ¿Me podría llevar usted a la casa de los Broussard, por favor? - Mientras hablaba traté de hablar lo más seria posible, pero al final acabé soltando una carcajada. - Vaël, querido, ¡qué sorpresa! - No contaba encontrármelo en ese momento y ya llevaba unos cuantos días sin verlo, básicamente porque yo había estado en casa y, obviamente, no había podido verlo. - ¿Qué tal todo? - Señalé con la cabeza la escalera en la que estaba yo sentada. - Siéntate, si quieres. - Me acerqué un poco más a la pared, con la intención de dejarle a él un poco más de sitio por si se quería sentar.

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