AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Se pone el sol en un café (Vaël)
2 participantes
Página 1 de 1.
Se pone el sol en un café (Vaël)
Aquella tarde no había abierto la botica porque se le habían alargado los recados que se había propuesto dejar listos en una hora escasa. A veces le sorprendía que los llamados hombres de negocios de la Francia comercial se descuidaran así de sus labores y de su pasatiempo preferido, que era ganar dinero. ¿Cómo era posible que hiciera falta rellenar cinco impresos para pedir una parte de un cargamento de emulsionante para jarabes de la tos que llegaba en uno de los diez barcos que se dedicaban a ello? ¿Cinco? Ni que estuviera pidiendo una bomba, por todos los santos. Sinceramente dudaba mucho que se vendiera tanto emulsionante como para que los comerciantes pudieran permitirse aburrir de ese modo a los clientes potenciales. Si no fuera porque Basile no tenía otra opción habría acabado tirando todos esos documentos espantosos por el muelle para ver cómo se deshacían en el mar, pero los otros fabricantes no le daban tan buenos resultados como el bálsamo del Licendiado Richeliéu y no había tenido otro remedio que andar de un lado para otro toda la tarde. Primero al registro, después por los papeles de propiedad, más tarde a consultar datos de su título de colegiado... Si lo pensaba le entraba de nuevo esa desesperación de quien sabe que está tratando con inútiles incompetentes. Sus manos se crisparon dentro de los guantes y a su vez dentro de los bolsillos de su gabán. Caminaba tan rápido sin darse cuenta que por poco no tropezó con una pareja de ancianos que paseaban cogidos del brazo por la misma calle que él en dirección contraria; tuvo que disculparse levantándose levemente el sombrero y ralentizar el ritmo. Decidiendo que se había ganado un descanso entró en el primer café que se encontró y que no parecía un antro de mala muerte, aunque tampoco la tetería más fina de París. Era solo una cafetería de tantas donde pudo pedir una mesa pequeña con dos sillas cerca de un ventanal enorme desde donde se veía la puesta de sol. De vez en cuando todo hombre debería tomarse tiempo para observar las maravillas de la naturaleza como aquella. Pidió un chocolate y se quitó los guantes y el sombrero, dejándolos oportunamente colocados en una percha ubicada allí para tal fin. Después de toda la burocracia tendría el maldito emulsionante en su botica dentro de tres días.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
Las manos del cortesano se deslizaban por la maravillosa tela del traje que le acababan de regalar. Su cuerpo desnudo a su vez era acariciado por ese hombre con el que acababa de compartir lecho apenas un rato antes. Sus labios tenían la sonrisa imborrable de quien está totalmente feliz y es que no todos los días recibía regalos de aquel calibre. Definitivamente no podía sentirse más satisfecho, aunque le hubiera dicho a aquel hombre que no era necesario, que no se molestara, evidentemente no pensaba rechazar algo así.
Un rato después ya estaba colocándose los ropajes y mirándose en el espejo, le quedaba perfecto, no era de extrañar a fin de cuentas aquel hombre se conocía cada centímetro de su piel, así que no le era difícil saber que medidas podían quedarle bien. Se miró y remiró una y otra vez, pensando que casi volvía a parecer aquel noble de Londres que un día fue. Tras despedirse de su amante temporal salió de allí, feliz y satisfecho. Las ropas que había portado horas antes las había dejado en aquella enorme casa, así que al caminar por las calles de París, pasaba por un chico con dinero, eso le gustaba. No era tampoco que deseara grandes riquezas ni fuera de esas personas deseosas de una posición social, pero ya la había tenido y quisiera o no, de vez en cuando se echaba de menos, después de todo él se había criado en la alta sociedad.
Ya fuera se había percatado de que le sobraba bastante tiempo antes de entrar a trabajar como su horario estaba establecido y no sabía exactamente en qué invertir su rato libre ese día. Dentro de su chaqueta, un saquito con una interesante cantidad de francos esperaba a que le dieran uso, así que se preguntó si sería un buen momento para darse algún capricho o si quizás debería guardarlo para momentos menos abundantes. Como fuera, su mente no tardó mucho en encontrar algo que llamó su atención. Sus ojos repararon en un rostro a través de un ventanal y sus labios formaron una sonrisa satisfecha. Era el boticario al que Vaël solía recurrir cuando su cuerpo no daba más de si y necesitaba "restaurarlo". Le agradaba, era un hombre atractivo y además tenía ese aire de heterosexual reprimido que al cortesano tanto le gustaba. Así que con toda confianza, y como ese día pasaba por un caballero más, entró en el café y se acercó a su mesa.
- Buenas tardes, monsieur Grushenko. Que agradable sorpresa verlo aquí. - su tono como siempre era suave, como una caricia podría decirse - ¿Le importa si compartimos mesa? A fin de cuentas parece que no ha venido acompañado. - miró a un lado y a otro, dudaba que alguien estuviera con él y por alguna casualidad lo hubiera dejado solo justo en ese preciso instante. Así pues tomó asiento despacio, desabotonándose la chaqueta y pidiendo lo mismo que había pedido el otro caballero.
Un rato después ya estaba colocándose los ropajes y mirándose en el espejo, le quedaba perfecto, no era de extrañar a fin de cuentas aquel hombre se conocía cada centímetro de su piel, así que no le era difícil saber que medidas podían quedarle bien. Se miró y remiró una y otra vez, pensando que casi volvía a parecer aquel noble de Londres que un día fue. Tras despedirse de su amante temporal salió de allí, feliz y satisfecho. Las ropas que había portado horas antes las había dejado en aquella enorme casa, así que al caminar por las calles de París, pasaba por un chico con dinero, eso le gustaba. No era tampoco que deseara grandes riquezas ni fuera de esas personas deseosas de una posición social, pero ya la había tenido y quisiera o no, de vez en cuando se echaba de menos, después de todo él se había criado en la alta sociedad.
Ya fuera se había percatado de que le sobraba bastante tiempo antes de entrar a trabajar como su horario estaba establecido y no sabía exactamente en qué invertir su rato libre ese día. Dentro de su chaqueta, un saquito con una interesante cantidad de francos esperaba a que le dieran uso, así que se preguntó si sería un buen momento para darse algún capricho o si quizás debería guardarlo para momentos menos abundantes. Como fuera, su mente no tardó mucho en encontrar algo que llamó su atención. Sus ojos repararon en un rostro a través de un ventanal y sus labios formaron una sonrisa satisfecha. Era el boticario al que Vaël solía recurrir cuando su cuerpo no daba más de si y necesitaba "restaurarlo". Le agradaba, era un hombre atractivo y además tenía ese aire de heterosexual reprimido que al cortesano tanto le gustaba. Así que con toda confianza, y como ese día pasaba por un caballero más, entró en el café y se acercó a su mesa.
- Buenas tardes, monsieur Grushenko. Que agradable sorpresa verlo aquí. - su tono como siempre era suave, como una caricia podría decirse - ¿Le importa si compartimos mesa? A fin de cuentas parece que no ha venido acompañado. - miró a un lado y a otro, dudaba que alguien estuviera con él y por alguna casualidad lo hubiera dejado solo justo en ese preciso instante. Así pues tomó asiento despacio, desabotonándose la chaqueta y pidiendo lo mismo que había pedido el otro caballero.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
Deslizó con cierta condescendencia la mirada desde la ventana hacia su interlocultor cuando se supo interrumpido por una voz que al primer instante no supo identificar. Por su botica pasaba mucha gente y no podía llegar a conocer a todos los clientes al dedillo, aunque una vez sus ojos se hubieron posado sobre Vaël esbozó una sonrisa de reconocimiento que solo sus parroquianos más selectos llegaban a merecer. No era ningún misterio por qué le fascinaba aquel hombre en concreto, admiraba su valor y sus agallas. A pesar de toda su desfachatez, de su travesura innata y de sus modales flexibles Basile no estaba seguro de verse capaz de desempeñar la profesión de Sunderland ni en caso de necesidad. No le importaba en absoluto compartir la mesa con un cortesano. Era un tipo mucho más interesante que muchos de los aburridos miembros de la alta sociedad francesa, con perdón de su amigo Thibaut.
- Vaya vaya, milord. - Lo saludó.
Siempre lo llamaba así desde que él mismo le contó que venía de Londres, lo cual explicaba a la perfección por qué tenía ese acento tan curioso que no lograba quitarse del todo. A pesar de lo que pudiera parecer no era su intención burlarse de Vaël aunque sí solía hacerlo de todos los demás. Aquel chico, usando una licencia poética referida a su ocupación, las había pasado muy putas. Basile desconocía los pormenores exactos de su vida anterior porque nunca se los había relatado pero sospechaba que había una historia enredada detrás de su persona, cosa que se notaba por ejemplo cada vez que hacía gala de unos modales que no tenían los ciudadanos de clase humilde. Vaël Sunderland era un misterio de los pies a la cabeza, pasando por su trasero magullado.
- Yo siempre viajo solo. - Bromeó. - Pero qué vergüenza. Si hubiera sabido que me lo iba a encontrar habría pedido un whisky o algo así, me temo que tengo debilidad por el chocolate igual que los niños. - Allí hacía un calor del demonio, así que con permiso de su acompañante se arremangó la camisa. - Bonito traje. ¿Es un Manfredi?
Todo el mundo conocía al sastre italiano, era toda una sensación en París desde hacía más o menos un par de temporadas. Cada una de sus piezas costaba más del doble de lo que Grushenko tenía guardado en la caja registradora de su botica.
- Vaya vaya, milord. - Lo saludó.
Siempre lo llamaba así desde que él mismo le contó que venía de Londres, lo cual explicaba a la perfección por qué tenía ese acento tan curioso que no lograba quitarse del todo. A pesar de lo que pudiera parecer no era su intención burlarse de Vaël aunque sí solía hacerlo de todos los demás. Aquel chico, usando una licencia poética referida a su ocupación, las había pasado muy putas. Basile desconocía los pormenores exactos de su vida anterior porque nunca se los había relatado pero sospechaba que había una historia enredada detrás de su persona, cosa que se notaba por ejemplo cada vez que hacía gala de unos modales que no tenían los ciudadanos de clase humilde. Vaël Sunderland era un misterio de los pies a la cabeza, pasando por su trasero magullado.
- Yo siempre viajo solo. - Bromeó. - Pero qué vergüenza. Si hubiera sabido que me lo iba a encontrar habría pedido un whisky o algo así, me temo que tengo debilidad por el chocolate igual que los niños. - Allí hacía un calor del demonio, así que con permiso de su acompañante se arremangó la camisa. - Bonito traje. ¿Es un Manfredi?
Todo el mundo conocía al sastre italiano, era toda una sensación en París desde hacía más o menos un par de temporadas. Cada una de sus piezas costaba más del doble de lo que Grushenko tenía guardado en la caja registradora de su botica.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
El cortesano soltó una risita ante el "milord" ajeno, no le molestaba en lo más mínimo, le recordaba a su tierra y no podía tomárselo como una ofensa o burla, en realidad pocas cosas se las tomaba como tal, quizás porque pasaba de todo y simplemente se concentraba en disfrutar de la vida tal y como le venía. Además difícilmente se podría haber molestado con ese hombre, le intrigaba y le agradaba, sus miras estaban muy lejos de tener un problema con él, más bien todo lo contrario.
- No os avergoncéis, es de lo más agradable saber que algunas personas aun conservan parte de su toque infantil. - aseguró con una media sonrisa, inclinándose un poco hacia delante mientras lo observaba, no se cansaría de hacerlo. Sin embargo ante sus palabras tuvo que volver a echarse hacia atrás para poder mirar su traje, soltando una risita divertida - Así es como lo podéis llamar vos, yo diría más bien que es un Cliente Generoso.- realmente sabía que era un buen traje y que ese sastre era muy conocido, pero ya que nunca solía llevar ropas de ese calibre porque no merecía la pena en su trabajo, no se molestaba en darles mayor importancia.
Esperó entonces a que pusieran su chocolate en la mesa, dedicándole una coqueta sonrisa al mesero antes de removerlo con la chucharilla y acomodarse algo más en el asiento. Normalmente cuando hablaba con él siempre lo hacían de cosas superficiales, los trabajos de ambos, algunas personas conocidas y lo que había pasado con sus vidas que fuera importante para todos y en definitiva cosas poco profundas. Eso no quería decir que él no guardara un gran interés por el contrario.
- Creo que es la primera vez que tengo la suerte de coincidir con vos fuera de vuestra tienda...así que espero que me permitáis que me aproveche. - sonrió de medio lado, agarrando su taza para soplar lentamente, haciendo que el humo hiciera formas curiosas frente a su rostro - Aunque seguiré insistiendo en que algún día vengáis a mi casa y me ayudéis a ponerme los ungüentos que me dais. Que por cierto, ¿qué tal va el trabajo? - no era raro, una insinuación directa y luego un cambio brusco de tema como si allí nada pasara. El otro conocía su profesión, sabía a la perfección en qué zonas se solía untar las pomadas que le daba así que si no le quedaba claro es que era demasiado estirado.
- No os avergoncéis, es de lo más agradable saber que algunas personas aun conservan parte de su toque infantil. - aseguró con una media sonrisa, inclinándose un poco hacia delante mientras lo observaba, no se cansaría de hacerlo. Sin embargo ante sus palabras tuvo que volver a echarse hacia atrás para poder mirar su traje, soltando una risita divertida - Así es como lo podéis llamar vos, yo diría más bien que es un Cliente Generoso.- realmente sabía que era un buen traje y que ese sastre era muy conocido, pero ya que nunca solía llevar ropas de ese calibre porque no merecía la pena en su trabajo, no se molestaba en darles mayor importancia.
Esperó entonces a que pusieran su chocolate en la mesa, dedicándole una coqueta sonrisa al mesero antes de removerlo con la chucharilla y acomodarse algo más en el asiento. Normalmente cuando hablaba con él siempre lo hacían de cosas superficiales, los trabajos de ambos, algunas personas conocidas y lo que había pasado con sus vidas que fuera importante para todos y en definitiva cosas poco profundas. Eso no quería decir que él no guardara un gran interés por el contrario.
- Creo que es la primera vez que tengo la suerte de coincidir con vos fuera de vuestra tienda...así que espero que me permitáis que me aproveche. - sonrió de medio lado, agarrando su taza para soplar lentamente, haciendo que el humo hiciera formas curiosas frente a su rostro - Aunque seguiré insistiendo en que algún día vengáis a mi casa y me ayudéis a ponerme los ungüentos que me dais. Que por cierto, ¿qué tal va el trabajo? - no era raro, una insinuación directa y luego un cambio brusco de tema como si allí nada pasara. El otro conocía su profesión, sabía a la perfección en qué zonas se solía untar las pomadas que le daba así que si no le quedaba claro es que era demasiado estirado.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
No podía evitar comparar a Vaël con Thibaut siempre que lo tenía delante insinuándose descaradamente como en aquella ocasión. Si Basile decidiera ignorar a la voz de su conciencia y dar rienda suelta a todos sus deseos sería lógico que sus atenciones se centraran en hombres como el que tenía delante. Sunderland se parecía mucho a él mismo: era un vividor, no hacía ningún caso de las jerarquías y para él tanto daban los reyes como los mendigos. Era directo y mordaz, a veces hiriente, siempre irónico y en ocasiones controvertido. Tenía la picardía propia de los intelectuales que despreciaban la ley de Dios y que se sabían conocedores de algo así como un secreto cuya existencia los demás ni siquiera sospechaban. Sí, veía mucho de sí mismo en Vaël y también al contrario, y sin embargo...
- Debe de ser un cliente muy satisfecho. - Se admiró. - Igual debería plantearme cambiar de profesión.
Y sin embargo era Beaudelaire con toda su ingenuidad, su amabilidad, sus tímidos andares, quien ocupaba un rincón especial en sus pasiones escondidas. Era muy curioso cómo la mente y el corazón trabajaban siempre por voluntad propia y sin hacer ningún caso del mandato del sujeto del que formaban parte. Qué no daría Basile por recibir de Thibaut un comentario la mitad de atrevido de los que solía dedicarle Vaël. Aunque eso no quería decir en absoluto que el boticario fuera inmune a los encantos que el cortesano sabía desplegar como la cola de un pavo real ufano. Cada día le resultaba más difícil comportarse con corrección delante de aquel inglés que estaba tan acostumbrado a tentar a los demás.
- Podéis aprovecharos cuanto gustéis. - Manifestó. - Pero creo que la tarea de untaros corresponde más bien a otros, yo solo vendo. Y además a juzgar por ese traje estaría dispuesto a jurar que hay quien se mostraría encantado de colaborar con vos.
Medio sonrió con malicia mientras se llevaba la taza a los labios después de soplar también. Vaël era muy atrevido haciéndole aquellos comentarios en voz alta allí, en medio de un café bastante concurrido, y más aún lanzándole miradas como aquella al camarero. Esperaba de veras que jamás se topara con el brazo de hierro de la Inquisición y su detestable manía de meter las narices en todos los asuntos que no les concernían.
- Va bien, pero iría mejor sin esos malditos burócratas de la administración. - Le confesó fastidiado. - Cualquiera diría que estoy comerciando con sustancias ilegales por lo que me cuestan de conseguir.
- Debe de ser un cliente muy satisfecho. - Se admiró. - Igual debería plantearme cambiar de profesión.
Y sin embargo era Beaudelaire con toda su ingenuidad, su amabilidad, sus tímidos andares, quien ocupaba un rincón especial en sus pasiones escondidas. Era muy curioso cómo la mente y el corazón trabajaban siempre por voluntad propia y sin hacer ningún caso del mandato del sujeto del que formaban parte. Qué no daría Basile por recibir de Thibaut un comentario la mitad de atrevido de los que solía dedicarle Vaël. Aunque eso no quería decir en absoluto que el boticario fuera inmune a los encantos que el cortesano sabía desplegar como la cola de un pavo real ufano. Cada día le resultaba más difícil comportarse con corrección delante de aquel inglés que estaba tan acostumbrado a tentar a los demás.
- Podéis aprovecharos cuanto gustéis. - Manifestó. - Pero creo que la tarea de untaros corresponde más bien a otros, yo solo vendo. Y además a juzgar por ese traje estaría dispuesto a jurar que hay quien se mostraría encantado de colaborar con vos.
Medio sonrió con malicia mientras se llevaba la taza a los labios después de soplar también. Vaël era muy atrevido haciéndole aquellos comentarios en voz alta allí, en medio de un café bastante concurrido, y más aún lanzándole miradas como aquella al camarero. Esperaba de veras que jamás se topara con el brazo de hierro de la Inquisición y su detestable manía de meter las narices en todos los asuntos que no les concernían.
- Va bien, pero iría mejor sin esos malditos burócratas de la administración. - Le confesó fastidiado. - Cualquiera diría que estoy comerciando con sustancias ilegales por lo que me cuestan de conseguir.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
Sus ojos rodaron con cierta resignación al escucharlo, no lo veía ni por asomo tomando su profesión, sería un cortesano pésimo seguro. No porque fuera poco agraciado ni nada parecido, simplemente no lo veía con la soltura necesaria como para desenvolverse en un tema semejante, como muchos otros. No todos tenían una personalidad abierta como la de Vaël, una forma de aceptar las cosas que vinieran y una falta total de precaución con respecto a lo que los demás pudieran pensar.
- Sinceramente, el hecho de que los mismos que me causan los dolores sean los que me los calmen no es algo que me termine de entusiasmar. Siempre es mejor recibir los tratos diferentes de manos distintas. - aseguró mientras alzaba con levedad uno de sus hombros y soltaba un suspiro entristecido, como quien tiene ante sí algo que se ve incapaz de conseguir. Puro juego, como siempre.
Los ojos del cortesano se dirigieron por un momento hacia la ventana, hacia la puesta de sol que ya estaba tocando a su fin. Poco a poco su hora de trabajo se acercaba, la hora de volver a compartir cama con algún desconocido, sin saber si sería suave o una verdadera bestia. A él no le importaba, de todas formas nunca se quedaba totalmente satisfecho, ningún hombre o mujer era capaz de dejar su cuerpo y su mente totalmente extasiados, quizás por ello poco a poco había ido perdiendo la ilusión por casi todo, si ni siquiera era capaz de complacer sus deseos más básicos...
- Supongo que después de todo cualquiera encuentra problemas en su trabajo, se dedique a lo que se dedique. - murmuró con una leve sonrisa y dio otro sorbo a su bebida, pasándose la lengua por el labio superior para recoger los restos mientras volvía los ojos a su actual acompañante - Monsieur Grushenko, me pregunto si no le apetecería aceptar una atrevida oferta por mi parte. - una de tantas, pero quizás esta más directa. Se inclinó un poco hacia delante, dejando la taza sobre el platillo en la que venía - Me gustaría invitarlo a cenar. Siempre ha sido un buen aliado para mi, en cierto modo me agradaría poder compensárselo de esa manera. - bueno, eso y que por supuesto en su casa y sin nadie alrededor se sentiría mucho más libre para poder desplegar todo su arsenal - No estáis obligado a aceptar por supuesto, pero os prometo que de hacerlo no os arrepentiréis.
Sus orbes se quedaron clavadas en el otro, tampoco era una cosa tan extraña, un par de hombres podían cenar juntos como compañeros de negocios, que es de la forma en la que él se lo había expuesto, aunque estaba más que claro para quién fuera lo suficientemente inteligente, que aquella invitación podía traer muchas cosas consigo, aunque Vaël jamás haría nada que el otro no quisiera, ni siquiera tocarle un solo pelo.
- Sinceramente, el hecho de que los mismos que me causan los dolores sean los que me los calmen no es algo que me termine de entusiasmar. Siempre es mejor recibir los tratos diferentes de manos distintas. - aseguró mientras alzaba con levedad uno de sus hombros y soltaba un suspiro entristecido, como quien tiene ante sí algo que se ve incapaz de conseguir. Puro juego, como siempre.
Los ojos del cortesano se dirigieron por un momento hacia la ventana, hacia la puesta de sol que ya estaba tocando a su fin. Poco a poco su hora de trabajo se acercaba, la hora de volver a compartir cama con algún desconocido, sin saber si sería suave o una verdadera bestia. A él no le importaba, de todas formas nunca se quedaba totalmente satisfecho, ningún hombre o mujer era capaz de dejar su cuerpo y su mente totalmente extasiados, quizás por ello poco a poco había ido perdiendo la ilusión por casi todo, si ni siquiera era capaz de complacer sus deseos más básicos...
- Supongo que después de todo cualquiera encuentra problemas en su trabajo, se dedique a lo que se dedique. - murmuró con una leve sonrisa y dio otro sorbo a su bebida, pasándose la lengua por el labio superior para recoger los restos mientras volvía los ojos a su actual acompañante - Monsieur Grushenko, me pregunto si no le apetecería aceptar una atrevida oferta por mi parte. - una de tantas, pero quizás esta más directa. Se inclinó un poco hacia delante, dejando la taza sobre el platillo en la que venía - Me gustaría invitarlo a cenar. Siempre ha sido un buen aliado para mi, en cierto modo me agradaría poder compensárselo de esa manera. - bueno, eso y que por supuesto en su casa y sin nadie alrededor se sentiría mucho más libre para poder desplegar todo su arsenal - No estáis obligado a aceptar por supuesto, pero os prometo que de hacerlo no os arrepentiréis.
Sus orbes se quedaron clavadas en el otro, tampoco era una cosa tan extraña, un par de hombres podían cenar juntos como compañeros de negocios, que es de la forma en la que él se lo había expuesto, aunque estaba más que claro para quién fuera lo suficientemente inteligente, que aquella invitación podía traer muchas cosas consigo, aunque Vaël jamás haría nada que el otro no quisiera, ni siquiera tocarle un solo pelo.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
En realidad le sorprendía la facilidad de aquel hombre para acabar con el trasero hecho trizas. ¿En serio, dónde lo metía? Bueno, eso era obvio, pero basándose en sus propias experiencias - que no eran escasas - Basile lo veía poco lógico de cualquier modo. A él nunca se le ocurría arañar el culo de las mujeres con las que se acostaba, es más, para hacerlo debería adoptar una posición ciertamente incómoda. Sí era cierto que por motivos estratégicos y anatómicos el encuentro entre dos hombres propiciaba el acceso a la parte posterior, por decirlo de algún modo, pero igualmente le extrañaba que a alguien se le ocurriera ponerse a arañar cuando debía pensar solo en acariciar y en embestir. Era bien sencillo, y mejor ya dejaba de pensar en eso no fuera que la sangre se le concentrara donde no debía y le jugara una mala pasada. Por suerte era bastante dueño de sus actos, incluso de los involuntarios.
- Deberíais tener una enfermera. - Sugirió. - Seguro que le encantaría su trabajo si solo tuviera que poneros el ungüento.
De nuevo esa sonrisa que poco tenía de inocente y un sorbo de chocolate, oscuro y dulce como la sensación que le despertaba Vaël. ¿Por qué el cortesano parecía tener ese interés especial en él? ¿O era así como se comportaba con todo el mundo? ¿No era triste tener que fingir que todos sus clientes le agradaban, no se cansaba nunca, jamás decía que no? Le miró a los ojos cuando comenzó a proponerle lo que prometía ser una velada inolvidable.
- Me apetecería. - Respondió escogiendo con cuidado sus palabras. - Pero no debería. No me fío de vos ni de mí.
No pudo evitar lanzar una discreta mirada circular a su alrededor como si temiera ser escuchado. Aquello era lo más cerca que había estado nunca de confesar sus tendencias desviadas, como decían los religiosos, y su vulnerabilidad le ponía nervioso aunque se sabía seguro. ¿Cómo iba Sunderland a delatarle a nadie si su propio pellejo estaba mil veces más comprometido que del Grushenko?
- ¿Invitáis a cenar a mucha gente, milord? - Preguntó por curiosidad apoyando las manos sobre la mesa. - Porque debida vuestra facilidad para trabar amistad con todo el mundo tendréis la despensa totalmente vacía. Igual debería visitaros un día y llevaros un par de patatas por caridad.
Ahora sonrió abiertamente por primera vez desde que iniciaron la conversación, sintiéndose a gusto con alguien con quien podía bromear y mostrarse tal y como realmente era. Nadie más a parte de Vaël conocía todas sus facetas, ni sus más íntimos allegados.
- Deberíais tener una enfermera. - Sugirió. - Seguro que le encantaría su trabajo si solo tuviera que poneros el ungüento.
De nuevo esa sonrisa que poco tenía de inocente y un sorbo de chocolate, oscuro y dulce como la sensación que le despertaba Vaël. ¿Por qué el cortesano parecía tener ese interés especial en él? ¿O era así como se comportaba con todo el mundo? ¿No era triste tener que fingir que todos sus clientes le agradaban, no se cansaba nunca, jamás decía que no? Le miró a los ojos cuando comenzó a proponerle lo que prometía ser una velada inolvidable.
- Me apetecería. - Respondió escogiendo con cuidado sus palabras. - Pero no debería. No me fío de vos ni de mí.
No pudo evitar lanzar una discreta mirada circular a su alrededor como si temiera ser escuchado. Aquello era lo más cerca que había estado nunca de confesar sus tendencias desviadas, como decían los religiosos, y su vulnerabilidad le ponía nervioso aunque se sabía seguro. ¿Cómo iba Sunderland a delatarle a nadie si su propio pellejo estaba mil veces más comprometido que del Grushenko?
- ¿Invitáis a cenar a mucha gente, milord? - Preguntó por curiosidad apoyando las manos sobre la mesa. - Porque debida vuestra facilidad para trabar amistad con todo el mundo tendréis la despensa totalmente vacía. Igual debería visitaros un día y llevaros un par de patatas por caridad.
Ahora sonrió abiertamente por primera vez desde que iniciaron la conversación, sintiéndose a gusto con alguien con quien podía bromear y mostrarse tal y como realmente era. Nadie más a parte de Vaël conocía todas sus facetas, ni sus más íntimos allegados.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
No se le escapó ni una sola de sus palabras, ni una de sus miradas. Podía decir lo que quisiera de boca para afuera, pero Vaël sabía cuando un hombre tenía curiosidad, cuando sentía deseo o simplemente necesitaba atenciones. Y ese boticario destilaba de todo con cada movimiento. Claro que también sabía distinguir cuando debía tomarse las cosas con calma y no forzar una situación, cada momento tenía su oportunidad, su hora exacta, su fecha señalada. El mayor le indicaría cuando era el suyo.
- No deberíais dejar que el deber se imponga sobre el placer, mi querido Basile. Pensad que si siempre lo hacéis así os volveréis loco. - su tono era tan bajo que ya eran casi susurros si se descuidaba, pero esa conversación era solo entre ellos dos y nadie tenía por qué prestar atención a sus palabras - Os recomiendo que comencéis aceptando una cena con un cliente satisfecho que solo os quiere agradecer vuestro maravilloso trabajo. Os invitaría a venir con vuestra esposa mi querido boticario, pero como no tenéis...- sus labios se curvaron en una maliciosa sonrisa, le daba facilidades de cara a la sociedad, una simple cena de agradecimiento que en realidad podía ser simplemente eso.
No pudo evitar soltar una risita leve al escucharlo, negando suave con la cabeza y dando un par de sorbos más a su chocolate. Realmente a cenar no solía invitar a nadie. Es cierto que algunos clientes solicitaban ir a su casa por aquello de tener más intimidad y seguridad, pero normalmente era solo eso, una visita al dormitorio y ya está. Tampoco tenía muchos amigos como se pudiera pensar por su personalidad extrovertida, normalmente evitaba tener relaciones muy cercanas por lo que pudiera pasar y otras es que simplemente rechazaban su condición.
- Os sorprendería saber que que mi comedor aun no lo ha compartido nadie conmigo desde que resido en París. - suspiró, fingiendo una tremenda pena - Así que mis despensas permanecen llenas y oh...sería maravilloso que alguien viniera a vaciarlas conmigo. Además... - se inclinó sobre la mesa, dejando la taza a un lado y mirándolo a los ojos - Vos sois especial, mi encantador proveedor de alivio. El único hombre que ha conseguido hacerme estremecer de placer sin siquiera ponerme un dedo encima. - ahora sí que sus palabras habían sido un susurro casi inaudible. Evidentemente se refería al alivio que le proporcionaban los ungüentos a sus heridas, pero siempre estaba bien jugar, además se mordió el labio inferior con coquetería para demostrarlo. Luego tan solo armó un ligero puchero casi infantil, mirándolo fijamente, suplicante. Realmente esperaba poder convencerlo, tarde o temprano - Por favor, monsieur...no me rechacéis, una simple cena no hace daño a nadie, ¿cierto?
- No deberíais dejar que el deber se imponga sobre el placer, mi querido Basile. Pensad que si siempre lo hacéis así os volveréis loco. - su tono era tan bajo que ya eran casi susurros si se descuidaba, pero esa conversación era solo entre ellos dos y nadie tenía por qué prestar atención a sus palabras - Os recomiendo que comencéis aceptando una cena con un cliente satisfecho que solo os quiere agradecer vuestro maravilloso trabajo. Os invitaría a venir con vuestra esposa mi querido boticario, pero como no tenéis...- sus labios se curvaron en una maliciosa sonrisa, le daba facilidades de cara a la sociedad, una simple cena de agradecimiento que en realidad podía ser simplemente eso.
No pudo evitar soltar una risita leve al escucharlo, negando suave con la cabeza y dando un par de sorbos más a su chocolate. Realmente a cenar no solía invitar a nadie. Es cierto que algunos clientes solicitaban ir a su casa por aquello de tener más intimidad y seguridad, pero normalmente era solo eso, una visita al dormitorio y ya está. Tampoco tenía muchos amigos como se pudiera pensar por su personalidad extrovertida, normalmente evitaba tener relaciones muy cercanas por lo que pudiera pasar y otras es que simplemente rechazaban su condición.
- Os sorprendería saber que que mi comedor aun no lo ha compartido nadie conmigo desde que resido en París. - suspiró, fingiendo una tremenda pena - Así que mis despensas permanecen llenas y oh...sería maravilloso que alguien viniera a vaciarlas conmigo. Además... - se inclinó sobre la mesa, dejando la taza a un lado y mirándolo a los ojos - Vos sois especial, mi encantador proveedor de alivio. El único hombre que ha conseguido hacerme estremecer de placer sin siquiera ponerme un dedo encima. - ahora sí que sus palabras habían sido un susurro casi inaudible. Evidentemente se refería al alivio que le proporcionaban los ungüentos a sus heridas, pero siempre estaba bien jugar, además se mordió el labio inferior con coquetería para demostrarlo. Luego tan solo armó un ligero puchero casi infantil, mirándolo fijamente, suplicante. Realmente esperaba poder convencerlo, tarde o temprano - Por favor, monsieur...no me rechacéis, una simple cena no hace daño a nadie, ¿cierto?
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
Había terminado de tomar su chocolate y se dedicó ahora a coger con la cucharilla plateada los restos de aquel líquido espeso que quedaban en el fondo de la taza, prestándole a aquella tarea aparentemente muchísima atención. Estaba manteniendo una verdadera lucha interna debajo de aquella apariencia de fría serenidad.
- No siempre lo hago así. - Informó al otro hombre mirando todavía el fondo de su taza. - Creedme que dejo muchas noches para mis asuntos personales. ¿O pensábais que siempre tengo la cama vacía?
Alzó por fin la mirada de su platillo de loza y la fijó en el rostro de Vaël como una provocación muda. ¿No pensaría que era un mojigato? Seguramente no. No es que Basile se dedicara a ponerse en la esquina de cualquier calle con una gabardina que se abriese oportunamente ante el paso de las damas con el objetivo de escandalizar, pero tampoco era un secreto que le gustaba divertirse con todas las muchachas que se le cruzaban por delante.
- No tengo esposa, milord, pero puedo llevar a mi madre. - Observó divertido a Sunderland esperando alguna clase de reacción por su parte. - A ella le encantaría aceptar... pero lamentablemente nunca se acuesta después de las nueve.
Era una lástima, tendrían que prescindir de la compañía de Madame Grushenko en aquella ocasión. Basile creía conocer a Vaël lo suficiente como para que nada en él pudiera ya sorprenderle, pero se equivocaba. Se asombró una vez más de su fantástica capacidad de dramatización, de veras sabía fingir tan pronto la pena más grande como un deseo ardiente, y pensar que únicamente era para él otro hombre al que poder arrancar la ropa a mordiscos no contribuyó a acrecentar sus ganas de llevar a cabo el encuentro. Nunca había sentido en sus carnes el mordisco de los celos y no pensaba empezar ahora, pero sí tenía orgullo. ¿Cómo podía esperar el cortesano que el boticario se aviniera a ser solo uno más de su larga lista? Seguro que estaba acostumbrado a tomar lo que quería sin que nadie jamás le dijera que no, y Basile decidió ser un poco travieso para demostrarle que no era el único que podía jugar.
- El estremecimiento se lo debéis a la corteza de álamo, señor, no sería justo que me llevara yo ese mérito. Y además... - Repitió la forma gramatical que había empleado antes el propio Vaël, creando una pausa de suspense. - Vuestra frase tiene trampa. Apuesto a que no es precisamente el dedo lo que os ponen los demás encima.
Se había ido inclinando por encima de la mesa hacia su acompañante para poder hablar prácticamente sin alzar la voz más de lo estrictamente necesario. Las mesas que tenían alrededor se habían vaciado ya pero toda precaución era poca, y aunque hubieran estado solos aquella conversación tampoco se prestaba a decirla gritando. La comisura derecha de sus labios se curvó hacia arriba en una media sonrisa muy sugerente. El cortesano sabía bien lo que hacía y las palabras que escogía para que ahora Basile tuviera necesidad de demostrarle - por su vanidad - que podía hacerlo estremecer de cualquiera de las maneras. Era muy bueno y seguramente también muy caro.
- No soy un hombre rico, Vaël. - Se sinceró. - Y no puedo permitirme gastar un solo franco en algo, digamos... efímero como un soplido.
El ligero matiz de lástima que teñía ahora sus frases sí era real. De veras le gustaría aceptar ahora que el otro ya lo había enredado, pero seguramente allí acabarían todas sus negociaciones.
- No siempre lo hago así. - Informó al otro hombre mirando todavía el fondo de su taza. - Creedme que dejo muchas noches para mis asuntos personales. ¿O pensábais que siempre tengo la cama vacía?
Alzó por fin la mirada de su platillo de loza y la fijó en el rostro de Vaël como una provocación muda. ¿No pensaría que era un mojigato? Seguramente no. No es que Basile se dedicara a ponerse en la esquina de cualquier calle con una gabardina que se abriese oportunamente ante el paso de las damas con el objetivo de escandalizar, pero tampoco era un secreto que le gustaba divertirse con todas las muchachas que se le cruzaban por delante.
- No tengo esposa, milord, pero puedo llevar a mi madre. - Observó divertido a Sunderland esperando alguna clase de reacción por su parte. - A ella le encantaría aceptar... pero lamentablemente nunca se acuesta después de las nueve.
Era una lástima, tendrían que prescindir de la compañía de Madame Grushenko en aquella ocasión. Basile creía conocer a Vaël lo suficiente como para que nada en él pudiera ya sorprenderle, pero se equivocaba. Se asombró una vez más de su fantástica capacidad de dramatización, de veras sabía fingir tan pronto la pena más grande como un deseo ardiente, y pensar que únicamente era para él otro hombre al que poder arrancar la ropa a mordiscos no contribuyó a acrecentar sus ganas de llevar a cabo el encuentro. Nunca había sentido en sus carnes el mordisco de los celos y no pensaba empezar ahora, pero sí tenía orgullo. ¿Cómo podía esperar el cortesano que el boticario se aviniera a ser solo uno más de su larga lista? Seguro que estaba acostumbrado a tomar lo que quería sin que nadie jamás le dijera que no, y Basile decidió ser un poco travieso para demostrarle que no era el único que podía jugar.
- El estremecimiento se lo debéis a la corteza de álamo, señor, no sería justo que me llevara yo ese mérito. Y además... - Repitió la forma gramatical que había empleado antes el propio Vaël, creando una pausa de suspense. - Vuestra frase tiene trampa. Apuesto a que no es precisamente el dedo lo que os ponen los demás encima.
Se había ido inclinando por encima de la mesa hacia su acompañante para poder hablar prácticamente sin alzar la voz más de lo estrictamente necesario. Las mesas que tenían alrededor se habían vaciado ya pero toda precaución era poca, y aunque hubieran estado solos aquella conversación tampoco se prestaba a decirla gritando. La comisura derecha de sus labios se curvó hacia arriba en una media sonrisa muy sugerente. El cortesano sabía bien lo que hacía y las palabras que escogía para que ahora Basile tuviera necesidad de demostrarle - por su vanidad - que podía hacerlo estremecer de cualquiera de las maneras. Era muy bueno y seguramente también muy caro.
- No soy un hombre rico, Vaël. - Se sinceró. - Y no puedo permitirme gastar un solo franco en algo, digamos... efímero como un soplido.
El ligero matiz de lástima que teñía ahora sus frases sí era real. De veras le gustaría aceptar ahora que el otro ya lo había enredado, pero seguramente allí acabarían todas sus negociaciones.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
Le pareció realmente divertida la idea de tener a su señora madre allí, más que nada porque si conseguía engatusar al hombre, la dejaría admirando cualquier cosa mientras se lo beneficiaba más que fuera a escondidas, no tenía gran problema con ello, tampoco sería la primera vez que se acostaba con un hombre a escondidas de una mujer...pero eso eran otros recuerdos, los cuales no tenían cabida en ese momento en su mente.
- No creáis que me molestaría invitar a vuestra madre, pero confiaré en que vos conocéis mejor sus costumbres de sueño. - aseguró con una risita, tomando de nuevo su taza y apurando también su chocolate, tampoco era cuestión de alargar algo así eternamente.
Sus ojos se fijaron de nuevo en él ante esas palabras, por supuesto que el estremecimiento era debido a aquello, pero eso no le quitaba mérito pues a fin de cuentas quién lo había creado era él y por consiguiente cada vez que lo usaba recordaba su cara. Sus ojos rodaron después de esa pausa que le regaló a la conversación y sonrió levemente, negando con la cabeza. ¿Qué esperaba de un cortesano? Por supuesto no era una princesita casta, lo menos que le habían puesto encima o dentro, era un simple dedo.
- A veces es mejor y más placentero disfrutar de la suave caricia de vuestro álamo que de otro caballero sus virtudes, creedme. - murmuró mientras hacía un gesto de cierta indiferencia. Eran demasiadas manos, demasiados cuerpos como para disfrutar de todos ellos. Por más que intentara encontrar a quién lo hiciera sentir verdaderamente satisfecho, muchas veces solo encontraba inútiles que ni siquiera le dejaban un recuerdo digno de mantener en su mente
De nuevo sus palabras lo atraparon y esta vez porque le hicieron pensar. Bien claro estaba que normalmente buscaba clientes, a fin de cuentas era su profesión y de ella sacaba su sustento y sus caprichos, pagaba su casa y vivía bien, sin embargo seguía siendo hombre y si alguien le interesaba, podía dejar de lado el dinero. La cuestión es que nunca solía enredarse con nadie de forma ajena al trabajo, más que nada porque era un chico celoso, muy celoso, y si encontraba a alguien a quién realmente pudiera considerar un amante, sabía que lo iba a pasar extremadamente mal, pues aunque él tomara en serio a otro hombre, ninguno lo tomaría en serio a él. Era triste, pero cierto, la profesión que había escogido conseguía que nadie se fijase en él como un posible compañero, solo era un trozo de carne que disfrutar bajo el peso de unas monedas, un cuerpo que poseer para satisfacer las necesidades que esposas, amantes o amores secretos no podían. Vaël lo aceptaba, trataba de vivir con ello siempre en mente y por eso normalmente no le afectaba y todos para él eran trabajo.
- Monsieur Grushenko...- murmuró, cerrando los ojos y suspirando. Una vez no hacía daño a nadie, una vez no supondría un problema - De vez en cuando yo también me tomo alguna noche para asuntos personales. - terminó por mirarlo y sonreír levemente, retomando el tema de conversación que ya habían dejado atrás - Sabed que cualquier excusa que pongáis va a ser rebatida, así que si yo fuera vos, me rendiría ante la obligación. - metió una mano en su chaqueta, sacando de esta una bolsita y los francos necesarios para pagar los dos chocolates, dejándolos sobre la mesa con delicadeza - Aunque si os hace sentir menos violento el ofrecer algo...recordad que mi despensa necesita patatas. - le sonrió levemente, guiñándole un ojo. Estaba claro, ¿no? Sino siempre podría decirse que "la primera es gratis".
Con el dinero en la mesa y esas palabras dejó ver que ya iba siendo hora de marcharse. Había anochecido y por más que le agradara la compañía y la conversación, tenía que pasar a retirarse. Era su hora de trabajo y tenía que llenar bien las arcas para poder ofrecerle una cena agradable si al fin conseguía que aceptara sin poner tantas excusas absurdas de por medio.
- No creáis que me molestaría invitar a vuestra madre, pero confiaré en que vos conocéis mejor sus costumbres de sueño. - aseguró con una risita, tomando de nuevo su taza y apurando también su chocolate, tampoco era cuestión de alargar algo así eternamente.
Sus ojos se fijaron de nuevo en él ante esas palabras, por supuesto que el estremecimiento era debido a aquello, pero eso no le quitaba mérito pues a fin de cuentas quién lo había creado era él y por consiguiente cada vez que lo usaba recordaba su cara. Sus ojos rodaron después de esa pausa que le regaló a la conversación y sonrió levemente, negando con la cabeza. ¿Qué esperaba de un cortesano? Por supuesto no era una princesita casta, lo menos que le habían puesto encima o dentro, era un simple dedo.
- A veces es mejor y más placentero disfrutar de la suave caricia de vuestro álamo que de otro caballero sus virtudes, creedme. - murmuró mientras hacía un gesto de cierta indiferencia. Eran demasiadas manos, demasiados cuerpos como para disfrutar de todos ellos. Por más que intentara encontrar a quién lo hiciera sentir verdaderamente satisfecho, muchas veces solo encontraba inútiles que ni siquiera le dejaban un recuerdo digno de mantener en su mente
De nuevo sus palabras lo atraparon y esta vez porque le hicieron pensar. Bien claro estaba que normalmente buscaba clientes, a fin de cuentas era su profesión y de ella sacaba su sustento y sus caprichos, pagaba su casa y vivía bien, sin embargo seguía siendo hombre y si alguien le interesaba, podía dejar de lado el dinero. La cuestión es que nunca solía enredarse con nadie de forma ajena al trabajo, más que nada porque era un chico celoso, muy celoso, y si encontraba a alguien a quién realmente pudiera considerar un amante, sabía que lo iba a pasar extremadamente mal, pues aunque él tomara en serio a otro hombre, ninguno lo tomaría en serio a él. Era triste, pero cierto, la profesión que había escogido conseguía que nadie se fijase en él como un posible compañero, solo era un trozo de carne que disfrutar bajo el peso de unas monedas, un cuerpo que poseer para satisfacer las necesidades que esposas, amantes o amores secretos no podían. Vaël lo aceptaba, trataba de vivir con ello siempre en mente y por eso normalmente no le afectaba y todos para él eran trabajo.
- Monsieur Grushenko...- murmuró, cerrando los ojos y suspirando. Una vez no hacía daño a nadie, una vez no supondría un problema - De vez en cuando yo también me tomo alguna noche para asuntos personales. - terminó por mirarlo y sonreír levemente, retomando el tema de conversación que ya habían dejado atrás - Sabed que cualquier excusa que pongáis va a ser rebatida, así que si yo fuera vos, me rendiría ante la obligación. - metió una mano en su chaqueta, sacando de esta una bolsita y los francos necesarios para pagar los dos chocolates, dejándolos sobre la mesa con delicadeza - Aunque si os hace sentir menos violento el ofrecer algo...recordad que mi despensa necesita patatas. - le sonrió levemente, guiñándole un ojo. Estaba claro, ¿no? Sino siempre podría decirse que "la primera es gratis".
Con el dinero en la mesa y esas palabras dejó ver que ya iba siendo hora de marcharse. Había anochecido y por más que le agradara la compañía y la conversación, tenía que pasar a retirarse. Era su hora de trabajo y tenía que llenar bien las arcas para poder ofrecerle una cena agradable si al fin conseguía que aceptara sin poner tantas excusas absurdas de por medio.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
Le divertía la perspectiva de tener a su madre y a Sunderland cenando en la misma mesa. Lo mejor de todo era que seguramente se llevarían bien, pero esa no era la cuestión que les ocupaba ahora. Madame Grushenko se cuidaba mucho de meterse en los asuntos personales de su hijo, siempre le había dado total libertad y con más razón ahora ya que Basile pasaba de la treintena. Ella confiaba en que sabía cuidarse solo y desconocía más de la mitad de las actividades en que su único retoño invertía su tiempo libre. Para ella su niño era un santo y no había más que hablar.
- Será entonces que las virtudes de esos caballeros no son tales. - Le compadeció. Seguro que trataba por igual con expertos y con torpes.
Le miró con interés renovado cuando confesó que le consideraba asunto personal. Vaya, eso era nuevo, Basile no había contado con pertenecer a la parte de la vida privada del cortesano en lugar de a su lista de visitantes previo pago. Tal vez fue ese trato especial lo que le hizo decidirse o tal vez el gesto tan digno del otro de convidarlo a merendar, como dejando claro que no necesitaba tanto el dinero y que por encima de todas las cosas era un hombre con honor como cualquier otro con un trabajo menos comprometido. Terminó por sonreír al tiempo que alzaba levemente las manos con las palmas abiertas.
- Me rindo entonces. - Cedió al final. - Pero no os prometo nada, soy un hombre complicado. - Y su mirada parecía pedir perdón por ello. - Decidme cuándo tendréis a bien recibirnos a mis patatas y a mí.
No podía asegurar qué era lo que iba a ocurrir pero le excitaba la perspectiva de cenar con él, únicamente eso ya era suficiente para ponerlo nervioso. También le rondaba por la cabeza la idea de que iba a desilusionarle si realmente pasaban a mayores. ¿Cómo podría ser de otra forma? Vaël era un profesional de cuerpos, un erudito de caricias e inventor de suspiros ajenos. Basile jamás había tocado otro cuerpo que no fuera femenino y desconocía la mecánica más básica del mismo, a parte del hecho obvio de que se veía a sí mismo y deducía detalles. No quería ir a engrosar el cupo de malas experiencias de Sunderland.
- Será entonces que las virtudes de esos caballeros no son tales. - Le compadeció. Seguro que trataba por igual con expertos y con torpes.
Le miró con interés renovado cuando confesó que le consideraba asunto personal. Vaya, eso era nuevo, Basile no había contado con pertenecer a la parte de la vida privada del cortesano en lugar de a su lista de visitantes previo pago. Tal vez fue ese trato especial lo que le hizo decidirse o tal vez el gesto tan digno del otro de convidarlo a merendar, como dejando claro que no necesitaba tanto el dinero y que por encima de todas las cosas era un hombre con honor como cualquier otro con un trabajo menos comprometido. Terminó por sonreír al tiempo que alzaba levemente las manos con las palmas abiertas.
- Me rindo entonces. - Cedió al final. - Pero no os prometo nada, soy un hombre complicado. - Y su mirada parecía pedir perdón por ello. - Decidme cuándo tendréis a bien recibirnos a mis patatas y a mí.
No podía asegurar qué era lo que iba a ocurrir pero le excitaba la perspectiva de cenar con él, únicamente eso ya era suficiente para ponerlo nervioso. También le rondaba por la cabeza la idea de que iba a desilusionarle si realmente pasaban a mayores. ¿Cómo podría ser de otra forma? Vaël era un profesional de cuerpos, un erudito de caricias e inventor de suspiros ajenos. Basile jamás había tocado otro cuerpo que no fuera femenino y desconocía la mecánica más básica del mismo, a parte del hecho obvio de que se veía a sí mismo y deducía detalles. No quería ir a engrosar el cupo de malas experiencias de Sunderland.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Se pone el sol en un café (Vaël)
Al fin, podría haber clamado a Dios si no fuera un hombre del pecado, pero había que reconocer que ese hombre era más tozudo que una mula, aunque quizás eso era lo que le había puesto más picante al asunto y que tanto agradaba a Vaël. No le gustaban los rechazos constantes, pero era muy diferente ser rechazado porque disgustas a la otra persona que ser rechazado por un montón de absurdeces religiosas, sociales y de otras índoles, cuando en el fondo sabes que eres deseado, ya sea por curiosidad o por cualquier otro motivo que no viene al caso.
- Tampoco espero nada, simplemente dejo que las cosas pasen, es la mejor manera de vivir. - aseguró sonriendo de medio lado y alzándose de hombros - ¿Qué os parece el martes? Es la noche que me tomo libre. - al menos en el burdel, aunque normalmente trabajara en casa pero como era lógico, esa noche no lo haría - Creo que la dirección de mi residencia la tenéis en la ficha de cliente que una vez os dejé. - aun recordaba una ocasión que dejó hecho un pedido de algo que verdaderamente necesitaba, como aun no había llegado y él no sabía cuando podría hacerlo, le dejó su dirección para que le dieran el aviso con un mensajero o lo llevaran directamente, así pues no debía preocuparse de eso.
Se levantó despacio, abotonándose de nuevo la chaqueta y acomodándose bien su pulcro traje nuevo que ahora debería guardar a buen recaudo en su armario, pues no quería que algún hombre demasiado salvaje se lo estropeara o que alguna mujer se distrajera de sus labores mirándolo, que podía darse el caso. Así pues lo miró una última vez sin dejar de sonreír, es anoche se iba contento y no podía negarlo, su rostro hablaba solo.
- Ha sido un verdadero placer coincidir con vos, pero a uno lo llama su deber. Os espero el martes entonces. - hizo una ligera inclinación con el cuerpo a modo de despedida antes de marcharse. Esperaría el martes con ganas, era un cambio en su rutina, un cambio agradable. A todo el mundo le aburre la monotonía.
- Tampoco espero nada, simplemente dejo que las cosas pasen, es la mejor manera de vivir. - aseguró sonriendo de medio lado y alzándose de hombros - ¿Qué os parece el martes? Es la noche que me tomo libre. - al menos en el burdel, aunque normalmente trabajara en casa pero como era lógico, esa noche no lo haría - Creo que la dirección de mi residencia la tenéis en la ficha de cliente que una vez os dejé. - aun recordaba una ocasión que dejó hecho un pedido de algo que verdaderamente necesitaba, como aun no había llegado y él no sabía cuando podría hacerlo, le dejó su dirección para que le dieran el aviso con un mensajero o lo llevaran directamente, así pues no debía preocuparse de eso.
Se levantó despacio, abotonándose de nuevo la chaqueta y acomodándose bien su pulcro traje nuevo que ahora debería guardar a buen recaudo en su armario, pues no quería que algún hombre demasiado salvaje se lo estropeara o que alguna mujer se distrajera de sus labores mirándolo, que podía darse el caso. Así pues lo miró una última vez sin dejar de sonreír, es anoche se iba contento y no podía negarlo, su rostro hablaba solo.
- Ha sido un verdadero placer coincidir con vos, pero a uno lo llama su deber. Os espero el martes entonces. - hizo una ligera inclinación con el cuerpo a modo de despedida antes de marcharse. Esperaría el martes con ganas, era un cambio en su rutina, un cambio agradable. A todo el mundo le aburre la monotonía.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» La inactividad me pone de los nervios...necesito un encargo (Libre).
» El mundo no se pone patas arriba tan fácilmente || Gaspar.
» Veo, veo... ¿Qué ves? [Vaël]
» Saliendo de mi 'reclusión'... {Vaël}
» Desde el palco [Vaël]
» El mundo no se pone patas arriba tan fácilmente || Gaspar.
» Veo, veo... ¿Qué ves? [Vaël]
» Saliendo de mi 'reclusión'... {Vaël}
» Desde el palco [Vaël]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour