Desde el palco [Vaël]

por **Basile Grushenko** Miér Abr 18, 2012 3:04 pm

Tuvieron que coger un coche de caballos porque si no era imposible que llegaran a tiempo. Basile al menos casi se puso los guantes en las orejas y el sombrero en un pie, porque vaya manera de vestirse a la carrera. Riendo y sin aliento por haber subido tantos escalones sin pararse a respirar llegaron al palco con tres minutos de margen antes de que comenzara la obra. ¡Vaya manera de empezar el espectáculo! Un acomodador los condujo a sus asientos, descorriendo las cortinas de terciopelo a un lado y volviéndolas a dejar colgando cuando hubieron entrado los dos. El boticario ni siquiera había preguntado por la obra que iban a ver, pero estaba más ocupado acomodándose y dejando su chaqueta a buen recaudo antes de que apagaran las luces y ya no pudieran ver nada.

- Gracias por la invitación. - Le dijo a Vaël. - Me gusta mucho, en serio. La última vez que vine al teatro todavía llevaba pantalones cortos.

Solo los muchachos vestían así, pero él obviamente exageraba. Era solo una forma de hablar, realmente hacía mucho tiempo que no pisaba aquel lugar. El ala rígida de su sombrero le valió para abanicarse mientras intentaba recuperarse de las prisas de antes, que no le habían sentado nada bien a su salud. En realidad ni las prisas ni el esfuerzo previo a ellas, pero ése lo perdonaba porque había sido por una buena causa. Paseó los ojos entre los demás asistentes que estaban sentados abajo, deteniéndose en concreto en un hombre con peluca alta que parecía ser alguien de envergadura. Tenía un lacayo al lado sosteniendo una bandeja de dulces exclusivamente para él.

- ¿Quién es ese? - Le preguntó al cortesano, suponiendo que conocería a más gente que él. - ¿Lo conoces?

No es que pensara que por su profesión se movía entre la alta sociedad, pero sin duda estaría más acostumbrado a tratar con gente de la índole más diversa mientras que Basile confinaba sus contactos al barrio donde estaba su comercio y poco más.

por **Vaël Sunderland** Jue Abr 19, 2012 4:40 am

La carrerita lo había dejado con la respiración agitada y la cara enrojecida del esfuerzo. Mira que era un trabajador de esfuerzos físicos pero oye...una cosa no quitaba la otra. Le habría dicho que siempre lo tenía agitado y enrojecido pero ya habían llegado al palco y ambos trataban de recuperarse, mirando hacia abajo, colocándose la ropa y en definitiva comportándose como hombres normales. Le dedicó una amplia sonrisa por su agradecimiento.

- Eso me habría gustado verlo. - dijo divertido, imaginándoselo en pantalón corto, solo que con la edad que tenía.

Sus ojos se dirigieron a donde le decía de forma disimulada, echando un vistacillo hasta que llegó a conocer al hombre y no pudo más que rodar los ojos. Casualmente sí le conocía, podría decirse que Vaël se había movido entre los grandes miembros de París. Por muy reprimidos que fueran todos de cara al mundo, muchos tenían curiosidades u oscuros deseos que saciar y el cortesano era un hombre que sabía mantener la boca cerrada y las piernas abiertas cuando le convenía, así que no era de extrañar. Además era educado y no uno de esos muchachos de clase baja que intentan salir del agujero, Vaël les demostraba que tenía buenas maneras y que no necesitaba su dinero para subsistir y ellos se impresionaban...hombres, tan manejables.

- Ese hombre comenzó vendiendo ropas, textiles, trajes, ayudado por la gran mano de su esposa. - comentó, echándose un poco hacia atrás en su asiento - Sus telas se hicieron muy famosas y ahora es un gran magnate. Es probable que haya tenido algo que ver con el vestuario del que vamos a disfrutar. - aseguró con una media sonrisa - Y esa preciosa muchacha que está a su lado es su hija, Henryetta. Manos suaves, labios deseables, cuerpo que te gustaría recorrer...

El cortesano se detuvo al notar que alzaban el telón y la obra daba comienzo. Le había resultado divertido elegir una que tratase sobre la vida en la calle de una muchacha que era prostituta, no la representaban definitivamente de la mejor manera y además era un drama, con un final que precisamente no era feliz, pero qué más daba, era teatro...aunque fuera la vida de muchas chicas en parís. Él disfrutaba cuando representaban el burdel y a las cortesanas con sus preciosos trajes que tanto encandilaban al inglés.

por **Basile Grushenko** Jue Abr 19, 2012 10:15 am

Basile no era muy destacable en sus tiempos de muchacho, la verdad. Siempre resultó alto y demasiado flaco para los estándares de la época a pesar de los cuidados de su madre y sus papillas de avena. Corría por ahí la opinión de que la avena hacía engordar a los niños pero con el pequeño Grushenko nada daba resultado, y las vecinas comentaban que tal vez en su casa no lo alimentaran bien. Ajeno a estos rumores el chico creció feliz y despreocupado de espaldas a todo lo que no fuera la consulta de su padre. No fue hasta cumplir los trece que empezó a darse cuenta de que había también niñas en el mundo, hermosas criaturas a las que merecía la pena prestar atención. No, decididamente a Vaël no le habría gustado verlo en esa época.

Como era de esperar el cortesano estaba bien informado al respecto de aquel caballero y pronto le puso al día. Basile volvió a inclinarse sobre la baranda del palco para ver mejor al apoderado y se preguntó por qué un hombre que comerciaba con telas llevaba aquellas horribles calzas con cerezas estampadas. Tal vez fueran la última moda y el boticario aún no se había enterado. Pasó la vista de él a su hija cuando Vaël la mencionó. La tal Henryetta era sin duda una fémina muy apetecible pero a él se le antojó poco más que una niña. ¿Qué le ocurría, se estaba haciendo mayor? O quizá era que después de probar a estar con un hombre como Sunderland, con el que podía hablar de todo sin tapujos y divertirse de verdad, se le haría demasiado soso volver a entablar conversaciones insulsas con una moza rica.

- No tengo muchas ganas de recorrerla. - Confesó.

Y entonces se apagaron los candelabros del corredor y la obra comenzó. Tenía curiosidad por saber qué tipo de espectáculo habría escogido Vaël, y lo encontró un chiste certero cuando se descubrió a qué se dedicaba la protagonista. Lo miró arqueando una ceja, divertido por el paralelismo, y después no pudo sino aplaudir internamente el buen gusto del sastre cuando salieron todas las mujeres del burdel en formación. Ah, y ahí estaba el galán, un varón muy emperifollado que hacía la corte a la chica pero que cuando se enteraba de su condición la repudiaba y la llamaba de todo.

- Qué caballeroso. - Ironizó Basile mientras todo el público abucheaba aal pobre hombre. - Es curioso, pero la lealtad del pueblo de París está del lado de las fulanas.

Porque quedaba claro que toda la concurrencia simpatizaba con las desventuras de la protagonista rechazada y con el corazón roto de pena por aquel idiota con demasiado maquillaje.

por **Vaël Sunderland** Jue Abr 19, 2012 10:30 am

Se quedó con la frase del francés rondando por su cabeza, el hecho de que no quisiera recorrer con sus manos a una mujer conseguía que el cortesano sintiera cierta satisfacción interior. Quizás es que le había mostrado lo suficiente como para que el mayor estuviera satisfecho con la compañía masculina. Había muchos hombres que uno vez probaban con un igual, las mujeres pasaban a resultar un pasatiempo aburrido, aunque con la fama de mujeriego que tenía el boticario, dudaba que ese fuera su caso. Aun así, una sola mujer menos en su lista era una pequeña victoria en la de Vaël.

La historia de la representación era triste, o así parecía, sin embargo al cortesano no le parecía más que otra historia que bien podría darse fuera de las puertas del teatro. ¿A cuantas compañeras o conocidas suyas no les habría pasado algo similar? Por eso muchas guardaban su corazón bajo llave, por miedo a entregarlo a alguien que las despreciara, insultara o inclusive llegaran a golpear. Aun recordaba el rostro marcado de una preciosa jovencita rubia que una vez vio consolada en los brazos de la madame, que no dudó en aprovechar para recordarle que por eso debía quedarse allí, donde pertenecía y la cuidaban.

Al escuchar las palabras ajenas se acercó un poco a él, con una media sonrisa pintada en el rostro a pesar de que lo que veían era algo bastante triste. Obviamente simpatizaba con la protagonista, pero ese era un mundo ya conocido para él.

- Di mejor que la lealtad del público está con las fulanas. En cuanto salen de estas puertas y vuelven a ser parisinos corrientes, son iguales o peores que el patán del protagonista. - aseguró, alzándose de hombros con cierta indiferencia al respecto - Estoy seguro de que te sorprenderías en descubrir la cantidad de personas dedicadas esta profesión que han dedicado su vida a encontrar un bello amor de cuento y terminan siendo puras tragedias. - sonrió levemente, poniendo los ojos en blanco al observar como se acercaba el gran final que haría llorar a muchas y algunos ante la muerte de la protagonista al no tener una esperanza a la que aferrarse. Vaël aplaudió al caer el telón como todos los demás, había sido una buena representación, los actores increíbles y conseguías conectar con cada uno de ellos - Y por eso muchas no se atreven a coquetear con la idea del amor...

por **Basile Grushenko** Jue Abr 19, 2012 10:54 am

Vaël lo había dicho: ese hombre era un patán. A todas luces se veía que la chica le quería y además era un bombón. ¿Qué más quería ese mequetrefe? Eran todos muy buenos actores porque en un momento dado Basile sintió ganas de saltar del palco y cruzarle la cara a aquel tipo. Asombroso. Seguramente su compañero de asiento estaba viviendo la obra de un modo totalmente diferente porque la tragedia le tocaba más de cerca. Igual incluso conocía casos concretos de pobres chicas como aquella. Movido por la necesidad de hacerle ver sin hablarle que le comprendía buscó la mano de Vaël en la oscuridad y la tomó con mucho cuidado, apretando solo un poco sus dedos y únicamente cuando estuvo seguro de que no tenían cerca a nadie con la perspectiva suficiente como para notar el gesto.

- No solo la gente de esa profesión. - Le susurró como respuesta. - El amor en general apesta siempre. A las fulanas no las quieren los hombres, pero a las ricas las obligan a casarse con unos a los que ellas no aman. ¿Qué crees que es peor? Poca gente encuentra un compañero de verdad.

Eso era ley de vida y al boticario no le inspiraba mucha lástima, en realidad, porque como él no había conocido nunca ese sentimiento no podía saber si se perdía algo. Un abrazo cálido siempre se podía encontrar en una amante, ¿para qué una esposa? ¿Para qué volverse tarumba de amor y componer versos horribles? Cuando quería un caldo de pollo avisaba a Jeanette, su muchacha, y cuando su cama estaba fría salía por ahí a cazar. Era cierto que Vaël era diferente, pero era un hombre y por lo tanto no contaba. No podría irse a vivir con él como pareja aunque quisiera, así que mejor no llegar a querer.

- ¿No se va a morir también el idiota? - Preguntó indignado cuando terminó la representación.

Aplaudió como los demás, para lo cual tuvo que soltar la mano de Sunderland, y entonces se preguntó si el cortesano le habría llevado a ver aquella obra en particular porque trataba de decirle algo. ¿Que no se encaprichara con él porque jamás podría corresponderle? Porque él a diferencia de la protagonista había sabido forrarse el corazón con piedras... Pero le había regalado sus besos. Recordar eso le hizo brotar en el interior una cálida sensación.

por **Vaël Sunderland** Jue Abr 19, 2012 11:26 am

Su mano correspondió la contraria, pensando que quizás él quería consolarlo de alguna forma. Eso le gustó, tanto que le dedicó una encantadora sonrisa, entrelazando sus dedos con los contrarios y asintiendo a sus palabras. Cierto era que llevar una relación en esos tiempos no era precisamente fácil, a veces era mejor ser de clase media, sin lujos pero al menos con poder de decisión sobre lo que quieres y con quién quieres estar. Él sabía lo que era eso, había sido noble y luego cortesano, había pasado de matrimonios concertados a relaciones imposibles, prácticamente era un experto en el tema de no poder tener a quien quería.

No se levantó en seguida cuando cesaron los aplausos. Suspiró satisfecho con el dinero invertido, viendo como el reparto salía a saludar, más aplausos y finalmente comenzó a salir la gente. Dejaría que se vaciaran los asientos de abajo al menos antes de empezar a salir él, como solían hacer en casi todos los palcos, era más cómodo así. Entonces se giró un tanto en su asiento hacia él y le dedicó una sonrisa juguetona, miró a un lado y a otro, todo el mundo estaba entretenido comentando la obra o saliendo a la calle, así que como quien no quiere la cosa se deslizó de su butaca y se tiró al suelo, quedando sentado, mirándolo con una ceja alzada.

- Tsshh, boticario...creo que se te ha caído algo. - susurró para que fuera lo suficientemente audible en el escándalo, solo para el mayor. No esperaba hacer nada raro allí, pero perderse en los besos del francés por unos minutos no harían daño a nadie. Allí sentados nadie los veía y además era una forma entretenida de pasar el tiempo.

por **Basile Grushenko** Jue Abr 19, 2012 11:33 am

Aguardó a que la gente de abajo se marchara en parte y les facilitara el descenso desde allí, pero cuando todavía esperaba Vaël se sentó en el suelo. Al principio creyó que se había caído pero nada más lejos, solo quería jugar. Sonrió por su ocurrencia. ¿Allí dentro? Claro que no. No pensaba sentarse con él ahí abajo para que cuando llegara el lacayo encargado de abrir las cortinas se los encontrara. Negó con la cabeza y se quedó donde estaba, más tieso que el palo de una escoba.

- No creo que sea el momento de agacharme a recogerlo. - Le contestó.

Y se notaba que ello le causaba cierto pesar, pues nada le habría gustado más que poder ir a hacerle compañía. Pero su sentido común le azuzaba, se estaban comportando de forma muy temeraria y solo se habían visto dos veces de forma, digamos, no comercial.

- O empezamos a contenernos o nos cogerán antes de que yo llegue a cumplir treinta y cinco. - Lo aseveró. - Eres una mala influencia para mí.

Se cruzó de brazos, envidiando en realidad la capacidad de Vaël para prescindir de la voz de su conciencia. Al cortesano parecía darle igual que les pudieran ver, y si realmente hacía eso con sus clientes cuando iba con ellos como acompañante Basile no se explicaba cómo todavía no había tenido percances con la autoridad.

por **Vaël Sunderland** Jue Abr 19, 2012 11:45 am

Hizo un mohín, como un puchero infantil por no conseguir el juguete que quería, pero tampoco es como que se fuera a poner a tirar de él ni mucho menos, le había ofrecido un juego y él no había querido aceptar, a veces pasaba. Ese hombre tenía que dejar atrás muchos miedos, porque al parecer no entendía que a muchos se les compraba el silencio, ¿por qué sino sus clientes más adinerados jugaban con él como querían?

- Mi querido boticario, ¿de qué vale llegar a los treinta y cinco si no has disfrutado de la adrenalina que recorre tu cuerpo cuando haces algo peligroso o prohibido? - le preguntó levantándose, apoyándose en el borde del palco y mirándolo a él, sonriendo ahora - No puedes vivir como si fueras un hombre de sesenta años atemorizado que se conforma con tan solo seguir viviendo tranquilo. Eres joven, terriblemente apuesto y me tienes a mi. - se alzó un tanto de hombros, con picardía - Espero que en algún momento aprendas a disfrutar.

Miró hacia la cortina al moverse y al muchacho que los había llevado preguntar si estaban listos para marcharse. Vaël miró al mayor y luego dijo que sí, desperezándose disimuladamente por el largo rato de haber estado sentados. Echó un vistazo abajo para comprobar que ya había salido prácticamente todo el mundo. No pretendía cambiar la forma de ver el mundo de Basile, pero no estaba allí como un cortesano que tuviera que decir todo lo que el cliente quisiera escuchar. Estaba allí como hombre y en cierto modo amigo, así que no tenía por qué cortarse en sus opiniones, decía lo que sentía y como lo veía. Hasta que él le pidiera que callara claro.

por **Basile Grushenko** Jue Abr 19, 2012 2:14 pm

Iba a contestar que él sí disfrutaba de la dichosa adrenalina, pero después comprendió que colarse en el dormitorio de una dama casada no era tampoco un riesgo mayúsculo. Si el marido los encontraba siempre podrían batirse en duelo en última instancia, pero eso no le daba miedo. Si tenía que morir lo haría por algo que valía la pena, al menos, pero sinceramente no creía que las cosas fueran a llegar hasta tal punto. Un tipo que no era capaz de mantener a su mujer a su lado no era tampoco lo bastante hombre como para batirse. No quería decir Basile que los señores debieran someter de mala manera a sus esposas, ojo, nada más lejos de la realidad; solo que si una muchacha se veía obligada a buscar fuera de su matrimonio algo que no encontraba dentro de él, estaba seguramente casada con un mequetrefe sin hombría. O sea que Vaël tenía razón una vez más y el boticario nunca se arriesgaba lo suficiente. Nunca había intentado besar a Thibaut, ni tampoco había querido sentarse en el suelo junto a Sunderland.

- ¿Terriblemente apues...? - Estaba empezando la pregunta arqueando una ceja cuando el muchacho los interrumpió.

Miró al cortesano con una cara que quería decir "¿lo ves? nos habrían descubierto" porque él siempre quería estar en lo cierto. A veces reconocía que otros eran más certeros, pero era muy raro que lo dijera en voz alta. Era competitivo y no le gustaba perder aunque tampoco hasta el extremo de ser un patán con la gente que le importaba. Se puso el sombrero y se preparó para salir detrás de Vaël, que ya se había levantado y aguardaba de pie a que el lacayo se apartara. En cuanto el empleado se dio la vuelta Basile alargó la mano rápidamente y le pellizcó el trasero a Vaël. Vale, fue un gesto tan inocente que podría haberlo hecho un niño, pero para tratarse del siempre precavido boticario se trataba de un gran paso adelante. Sonrió como un crío travieso.

- ¿A dónde te parece que vayamos ahora? - Inquirió una vez que estuvieron solos de nuevo. - ¿O tus planes terminan aquí?

Igual había llegado la hora de la improvisación.

por **Vaël Sunderland** Jue Abr 19, 2012 2:43 pm

Habría respondido a la mirada que le echó el mayor, a fin de cuentas ese lacayo era lo suficientemente sobornable como para no haber visto nada a pesar de haberlo hecho, pero prefirió dejarlo así y no jugar con el orgullo de su amigo, así que solo pasó a su lado para salir el primero, sintiendo ese repentino pellizco que le hizo pegar un brinquito y mirarlo con una sonrisa traviesa en el rostro. Bueno, era lo máximo que le podía pedir al boticario, pero estaba bien así, en realidad estaba perfecto.

Al estar fuera se colocó su propio sombrero y lo miró pensativo. Igual era demasiado tarde para cenar, o puede que el mayor tuviera hambre y pudieran encontrar algún sitio donde cenar algo ligero, porque irse a la cama con la barriga hasta arriba nunca era agradable, ya nos entendemos.

- La verdad es que mis planes terminan en un sitio mucho más blandito. - dijo con una risita juguetona, mordiéndose luego el labio inferior y alzándose de hombros - ¿Tienes hambre? Quizás aun podemos buscar algún sitio donde cenar, o improvisar cualquier cosa en casa. - dijo en casa sin pensarlo, pero estaba claro que se refería o a la de él o a la suya propia, le era realmente indiferente - Esta parte de la noche la voy a dejar a tu elección.

Alzándose de hombros se acercó un poco a él, nada extraño que pudiera llamar la atención, solo por estar más cerca y no parecer dos desconocidos parados en medio de la calle que se han encontrado al salir del teatro. La noche estaba algo fresca pero no estaba mal como para ir andando a cualquier otro lugar, después de todo el coche de caballos solo resulta prometedor si vas con alguien que se atreva a arriesgarse un poco.

por **Basile Grushenko** Jue Abr 19, 2012 2:54 pm

En lo de acabar sobre blandito estaban de acuerdo, pero Vaël dejaba que él escogiera lo que vendría antes de eso. Basile miró a su alrededor para inspirarse, quería aprovechar que los dos podían pasar juntos la noche para hacer algo más que no fuera revolcarse. No es que eso estuviera nada mal, pero hacía poco tiempo que habían terminado de estrenar su mostrador y el boticario no tenía tanta urgencia de momento como para tener que ir corriendo al dormitorio del cortesano. Hacía una buena noche, sin el frío ya característico del invierno pero tampoco con el calor del bochorno estival. Justo en frente del teatro había un carrito ambulante de madera pintado con franjas rojas y blancas que vendía croissants y otros bollos, algunos de los espectadores se dirigían allí a saciar sus tripas rugientes.

- Vivo a media hora escasa andando de aquí. - Informó a Vaël. - Es un paseo bonito porque enseguida cogemos el boulevard, que a estas horas está poco concurrido y tiene unos árboles dignos de contemplar. Propongo comprar algo ahí - Señaló el carrito de comida - y comerlo mientras caminamos. Te invito a dormir. ¿Qué te parece?

Lógicamente no había gritado eso a los cuatro vientos, había lanzado su proposición en un tono discreto. Tampoco había andie allí mirando y qué demonios, si hubiera alguien pues que le aprovechara. Basile pensaba disfrutar de su noche juntos y su casa le parecía tan buena opción como la del otro. Quizá mejor porque no estaría pensando después que en esa misma cama Vaël había estado con otros hombres, como le había ocurrido el día anterior.

- Estará todo ordenado siempre que no te enseñe el laboratorio, Jeanette ha venido a limpiar hoy.

por **Vaël Sunderland** Lun Abr 23, 2012 5:41 am

Atendió a las palabras del boticario, pensando que sin duda le agradaba el plan de dar un paseo con él, aprovechar para conocerse mejor, para conversar. Además que el pasar la noche en su casa era otro aliciente para seguir con su plan. Por un breve instante se le pasó por la cabeza la idea de solo ir para quedarse a dormir...¿aceptaría algo así Basile? No podía evitar preguntarse si, de saberlo, seguiría invitándolo a pasar la noche allí.

- Me parece un plan estupendo. - concedió armando una amplia sonrisa y, con calma, acercándose al puesto. No había una gran cantidad de gente delante de ellos y el hombre que estaba allí despachaba rápido, probablemente cosa de la costumbre - ¡Ah! De eso nada. No se conoce una casa en profundidad hasta que no has visto su zona más caótica.

Sonrió divertido, imaginándose como debía ser un laboratorio, todo patas arriba lleno de cosas, de plantas, de potingues. En el fondo le resultaba divertida la idea de ver ese lugar. Llegaron frente al hombre y Vaël se pidió un bollo que tenía una pinta estupenda, agarrándolo y agradeciendo al hombre. Olió su rico aroma a recién hecho y se relamió, esperando que el boticario pidiera también el suyo. Aprovechó a echar un vistazo a la cola que se había formado detrás de ambos y luego de nuevo hacia el carrito. ¿Tendría suficientes para servirlos a todos? Es más, de hacerlo, ¿ganaría el dinero necesario para vivir? No podía evitar preguntarse si un trabajo tan "sencillo" como ese, al menos en comparación con el suyo, podría resultar rentable, como para mantener una casa o quizás una familia. Tras pagar ambos salieron de la cola y el cortesano se dejó guiar por su compañero.

- ¿Sabes? He estado pensando en...establecerme por mi cuenta. - comentó, mirándolo de reojo mientras le daba un bocado a su cena. Deliciosa sea dicho, para ser de un carrito en medio de la nada.

por **Basile Grushenko** Lun Abr 23, 2012 11:26 am

No sabía en qué pensaba Vaël pero él estaba muy ocupado tratando de recordar si había hecho la cama antes de marcharse. Oh Dios, ¿la había hecho? Porque Había dormido un rato después de irse Jeanette y por tanto la doncella no le había podido asear la habitación. ¿Y si tenía todas las sábanas hechas un buñuelo a los pies del colchón? A lo mejor podía pedirle a Sunderland que pasara un momento al salón mientras él se colaba en el cuarto y estiraba la manta de cualquier manera en cero coma tres segundos. El cortesano le había dicho que era especialista en desarmar lechos más que en montarlos, así que igual no le daba mucha importancia a aquello, pero para Basile sí la tenía porque no quería que la primera vez que viera su casa se llevara una mala impresión. ¿Y si después no quería volver? Justo entonces Vaël declaró querer conocer su laboratorio y el boticario le sonrió con un deje de pánico en la cara. Se estaba arrepintiendo de haber ofrecido su morada, tal vez sería más adecuado que fueran a otra parte y ya visitarían su vivienda cuando la hubiera limpiado a fondo. ¿Pero qué estaba diciendo? Se estaba poniendo nervioso por una tontería tan grande que se avergonzaba de sí mismo. Sacudió la cabeza para despejarse y compró otro bollo.

- Es una zona muy caótica. - Le advirtió. - Parece una mezcla entre la jungla y una perfumería.

Más que nada por la cantidad de plantas y frascos que había allí dentro. Eso sin contar el alambique y los polvos químicos, claro. Tuvo que abandonar definitivamente el tema de su casa cuando el inglés dijo que pensaba en cambiar su modo de hacer negocios. Basile dio el primer mordisco a la que iba a ser su cena sin dejar de caminar. Como había vaticinado pronto estuvieron en el boulevard donde solo pasaban contados coches de caballos espaciados en el tiempo. Era una noche despejada y se veía la luna pendiendo sobre sus cabezas como la perla del collar de alguna dama.

- ¿De veras? ¿Con una cartera particular de clientes? - Preguntó para asegurarse de que le entendía. - ¿Qué ventajas tiene eso?

Seguramente lo hacía para poder escoger mejor a sus visitantes. Se acostaría solo con quien él seleccionara en base a un precio o un físico, y estaba claro que eso era mejor que tener que satisfacer a todos los desesperados que iban al burdel. A Basile no le hizo especial ilusión aquel proyecto porque si Vaël se acomodaba mucho en su oficio no querría dejarlo nunca. ¿Aunque qué le hacía pensar que iba a dejarlo? Naturalmente que no lo haría, era una idea disparatada, el boticario no sabía por qué había pensado en eso.

- Espero que sigas teniendo tiempo para mí cuando seas un empresario muy ocupado.

por **Vaël Sunderland** Lun Abr 23, 2012 2:18 pm

Sus pasos eran tranquilos pues no llevaba prisa. Disfrutaba de la compañía ajena y simplemente apurarse no entraba en sus planes. También comía despacio, disfrutando y riendo bajo por la forma en la que el otro describía su laboratorio. ¿Qué tan malo podía ser? Vaël se lo imaginaba como un sitio agobiante por tener muchas cosas, lleno de aromas de todo tipo, con ruidos extraños...Le gustaba. Él tampoco era un chico precisamente normal, que disfrutara con las cosas cotidiana, prefería las historias diferentes, variadas, que no viera día a día. Probablemente porque la monotonía no era para él.

- Estoy seguro que me las sabré ver en una jungla. Especialmente si ya tengo conquistado al rey de esta, ¿eh? - se terminó su comida, chupándose los dedos sutilmente y con diversión.

Sus ojos se paseaban de cuando en cuando por los coches que pasaban cerca de ellos, pero tal y como había dicho el mayor, no había mucha gente, así que hablar era bastante más fácil. Lo volvió a mirar al escuchar su pregunta, asintiendo a las primeras y luego quedándose pensativo. Creía que las ventajas estaban bastante claras, cualquiera preferiría venderse seleccionando a sus clientes antes que hacerlo en un burdel donde debes cumplir los caprichos de quien quieras. Aun así consideró una descortesía no responder.

- Evidentemente el poder de elección. - aseguró, mordiéndose el labio inferior - Yo diría con quién sí y con quién no. Además también elegiría cuando y como. Qué límites poner y en definitiva todo lo que yo diga serán las condiciones del contrato. - sonrió, mirándolo con una ceja alzada y riendo ante su comentario- ¿Bromea, señor boticario? Es mi cliente de no-pago preferido.

Le guiñó un ojo con cierta complicidad, a fin de cuenta no era del todo mentira. Aunque también cabía señalar que era su único cliente de no-pago, como había dicho. Igual eso Basile ni se lo imaginara o no se habría parado a pensarlo, igual ni le interesaba. La cuestión es que Vaël ya tenía suficiente sexo en el trabajo como para ir luego a buscarlo fuera con hombres que, en su mayoría, ya había catado.

- ¿Sabes? Otra ventaja de trabajar por mi cuenta es que puedo dejar de hacerlo cuando yo quiera. - murmuró con voz más baja, más bien como quien no quiere la cosa. Quizás porque quería que el otro entendiera que si en algún momento quería, podía parar. No era un esclavo como muchas otras cortesanas, es más, sabía que de verse muy apurado siempre podía hacer algo de chantaje en casa, pero bueno. Simplemente quería dejarlo caer - ¿No se enterará tu madre de que llevas un invitado a tu casa?

por **Basile Grushenko** Lun Abr 23, 2012 3:51 pm

Su bollo llevaba crema de chocolate por dentro, así que lo comía lento para que no le cayera ni una gota encima del traje. El cacao líquido era muy traicionero. Cuando vio que Vaël había terminado con lo que se había comprado le acercó el suyo a la boca por si lo quería probar, aprovechando el momento para pasarse la lengua por los labios y tratar de eliminar los posibles restos marrones que hubieran quedado allí. ¿Lo tenía realmente conquistado? No se querían, se empezaban a conocer y habían hecho el amor dos veces. ¿Podía llamarse a eso conquista? ¿Qué era una conquista y en qué se diferenciaba de los demás términos: pareja, querido, amigo...? Si dejaba de darle tantas vueltas a todo y se centraba únicamente en lo que sentía admitía sin dudarlo que sí, Vaël lo tenía conquistado desde la cena en su casa.

- Entonces te lo enseñaré. - Cedió.

Aunque sabía que una vez estuvieran allí nada se interpondría en el camino del cortesano si realmente quería ver aquella habitación. Sunderland siempre conseguía lo que quería, o esa era la imagen que daba. Bueno... todo no. Una vez amó a un hombre y tuvo que olvidarlo cuando se marchó de su país. Basile mentiría si dijera que no tenía curiosidad por saber cómo era el susodicho, el tipo capaz de hacer palpitar con fuerza ese corazón tan acorazado e incluso de llegar a herirlo.

- Pero también puedes poner límites ahora, ¿o no?

No sabía en qué condiciones estaban los trabajadores del burdel, de hecho ni siquiera sabía cómo era aquel edificio por dentro. Sonrió halagado, aquel hombre sabía muy bien cómo alimentarle el ego. Se le ocurrió que si realmente había reservado sus besos para él debía de tener cierta flexibilidad en su contrato con la madame. ¿O sería un madamo? Nunca se había preguntado si los burdeles de mujeres y de hombres eran diferentes. Se terminó el bollo al mismo tiempo que Vaël explicaba que podría dejarlo cuando quisiera. Lo miró de soslayo y sonrió, aquella posible perspectiva le agradaba pero se dijo a sí mismo que no era porque sintiera un cariño especialmente intenso con el inglés, era solo porque a todos los hombres les gusta saber que son los únicos en la vida de otros u otras. Basile había aceptado sin rechistar que Sunderland se acostara con media París porque sabía que se dedicaba a ello desde el principio, pero quizá si él no se lo hubiera dicho y se hubiera enterado después de poseerlo se habría sentido en cierto modo traicionado. No lo sabía tampoco.

- Mi madre no vive conmigo. - Le tranquilizó. - Sino en la casa de al lado. Las paredes son gruesas y ella está medio sorda, así que aunque nos pongamos a gritar no se enterará. Pero mejor si no gritamos. - Añadió con voz de pillo.

por **Vaël Sunderland** Jue Abr 26, 2012 4:29 am

¿A quién no le encanta conseguir lo que quiere? Evidentemente a Vaël sí, siendo un poco caprichoso, estaba encantado de que el mayor cediera, aunque no creía que fuera algo tan importante, al menos por las pequeñas cosas se empezaba. Sonrió con satisfacción, escuchando su pregunta y alzándose un poco de hombros.

- Los hombres que van al burdel normalmente no quieren que les pongas pegas, no siempre van en específico por ti, así que a veces es algo frustrante ver como pierdes clientes porque otra monada les dice que él se lo da todo. - rodó los ojos con fastidio y soltó un bufidito - Aunque tampoco es como que puedas poner muchos límites, es como si a ti te piden algo y tú empiezas a citar todos los ingredientes que no puedes usar para elaborar tus productos.

Se alzó de hombros, su trabajo no era precisamente el más fácil pero tampoco el único que daba problemas. En cualquier profesión no podías estar poniendo pegas a tus clientes o te los robaría otro más dispuesto, eso era así para todos, no había que ser muy listo para entenderlo. Sin embargo con una cartera propia de clientes sería mucho más fácil, lo buscarían exactamente para lo que él estaba dispuesto a hacer, elegiría cuando y como, podría poner bastante control sobre las situaciones, era una buena idea y probablemente cualquiera que ya hubiera trabajado bastante tiempo, la pensaría. Después de todo, el burdel solo era una forma de darse a conocer por París.

Las palabras sobre su madre lo hicieron mirarlo con picardía. En realidad a él le daba igual como si la mujer estaba en el cuarto de al lado, era Basile quien necesitaba esconder su presencia para que no se malpensara, o así lo había entendido el cortesano en sus encuentros, aunque no le ofendía, en el fondo podía entenderlo.

- Oh venga, no puedes invitarme a mi a pasar la noche contigo y luego decirme que no te puedo hacer gritar...¿qué clase de anfitrión eres? - bromeó con tono divertido, sacudiendo la cabeza de lado a lado. Se quedó en silencio unos instantes al cruzarse con una pareja a la cual saludó con un elegante gesto de cabeza, por eso de mantener las formas. Hasta que pasaron de largo y volvió a mirar a su acompañante - ¿Falta mucho? Ahora me muero de ganas por comprobar hasta dónde llega la sordera de tu señora madre.

Cuando pensaba en una señora mayor como madre del boticario, no podía evitar recordar la edad que tenía, le gustaba. Realmente tenía debilidad por los hombres que le sacaban unos cuantos años, empezaba a pensar que era una especie de fetiche o algo así.

por **Basile Grushenko** Jue Abr 26, 2012 12:08 pm

Si Vaël perdía clientes porque se iban con otro compañero Basile quería ver a ese hombre, en serio, tenía que ser un milagro de la naturaleza. Igual es que estaba en un burdel selectísimo que solo admitía a cortesanos guapos, con un cuerpo increíble y conversación más que amena, porque si no no se lo explicaba. Se puso el bastón sobre el hombro derecho sosteniéndolo de su cabezal de plata y continuó caminando, disfrutando simplemente del pequeño placer de escuchar el sonido rítmico de sus pies sobre la calle adoquinada.

- Ya, comprendo. Por eso te pregunté si tu regalo no te iba a traer problemas.

Se refería a lo de restringir los besos. ¿Cómo se lo tomarían los demás? ¿Solo por eso ya se irían con otro profesional? Como cada vez que pensaba en eso, en el mundo por donde se movía Sunderland, le acabó agarrando una opresión molesta en la boca del estómago. No podía pretender que le daba igual que se acostara con otros, ya fueran hombres o mujeres, aunque no se lo dijera en voz alta ni lo demostrara de ninguna manera. ¿Cómo podría ser de otra forma? Era la primera persona que le hacía sentir al mismo tiempo dos emociones tan intensas: amistad y placer. Nunca pensó que podían unirse hasta que le conoció, pero cuando el inglés se marchaba de su lado era para correr a los brazos de algún otro que pensaría lo mismo de él. Si le daba muchas vueltas a eso terminaba por ponerse enfermo, así que debería encontrar la forma de resolverlo porque había cosas que no podía cambiar. Era afortunado de haberlo encontrado aunque tuviera que compartirlo.

- ¿Un anfitrión decente? - Le tomó el pelo, saludando también con una sonrisa a la pareja de transeúntes. - No demasiado, está detrás de ese parque.

Señaló con el extremo de su bastón una extensión de hierba bien cortada que se extendía ante ellos más o menos a la mitad del boulevard. En diez minutos habrían llegado, y parecía que no había nadie paseando por el barrio. De todos modos echaría un vistazo a la calle antes de entrar con Vaël a su casa, no quería que les vieran juntos.

- Tampoco es que esté sorda como una tapia, solo que su oído ya no es el de antes. Cuando yo era pequeño y se me caía al suelo alguno de los vasos de cristal donde practicaba mis primeros potingues mi madre lo escuchaba desde la planta de abajo y subía a darme unos azotes con la zapatilla. Era infalible. - Sonrió.

por **Vaël Sunderland** Lun Abr 30, 2012 7:08 pm

Lo miró cuando hizo referencia a lo de los besos no pudo evitar sonreír con suavidad. De nuevo pensaba en eso, en que eran suyos y él iba a decidir qué hacer y a quién dárselos. Problemas dudaba que le trajera, en todo caso quizás una mala cara o perder a algún cliente baboso que tuviera ganas de sentir una lengua recorriendo su boca, pero en realidad a Vaël le daba bastante igual eso, quien no quisiera...ya sabía.

- No debes preocuparte, pensé muy bien antes de decidirme a decírtelo. - tampoco tanto, pero eso él no tenía por qué saberlo, ¿no? - Llevaba tiempo queriendo hacer algo así, es como una pequeña travesura, solo que no había encontrado con quién llevarla a cabo. - le dedicó una media sonrisa, volviendo la vista al frente mientras paseaban por las tranquilas calles.

Lo cierto es que al cortesano le gustaba compartir ese rato con el contrario, sin embargo muchas veces no dejaba de preguntarse si él estaría cómodo. Teniendo que estar pendiente de si alguien pensaría algo raro al verlos juntos, seguro que se ponía nervioso de tener que meterlo en casa. Quizás también le atraía un tanto ese pudor que tenía el mayor. Pensar que no era un cualquiera que llevaba a hombres a su casa una noche sí y otra también, que él era algo especial, quitando a las mujeres claro, pero es que a ellas no podía contarlas, no eran lo mismo dijeran lo que dijeran.

Echó un vistazo al parque, tratando secretamente, de quedarse bien con el camino que seguían y con las señales que podrían llevarle a casa del boticario en algún otro momento, quién sabe...el mundo daba muchas vueltas y a él le gustaba guardar en su memoria los lugares importantes o a los que pensaba recurrir alguna vez más. Sin embargo no por ello dejaba de atender a las palabras ajenas, soltando una risita al imaginarse a una mujer algo encorvada persiguiendo al boticario con una zapatilla. Se llevó una mano a la boca inclusive para no reír demasiado alto, porque la imagen mental era un caso.

- Juro que pagaría todo lo que tengo por ver ahora a tu madre golpearte con una zapatilla, Basile. - aseguró, divertido y sacudiendo la cabeza - Algo me dice que tenías que ser un mocosito bastante encantador. De estos que están pringados siempre de cosas raras y oliendo a plantas. - lo miró con cierta ternura, tratando de imaginárselo. No sabía por qué pero lo hacía bastante delgaducho de joven, con las piernas como dos palitos y el pelo alborotado, manchado de tierra por estar hurgando en alguna maceta - ¿No te has planteado aun el tener hijos?

Y así le salió la pregunta, por imaginarse a un mini-boticario correteando por la tienda en la que horas antes habían hecho el amor, o simplemente dejándose caer en el parque por el que ahora pasaban. Él no tenía pinta de ser un hombre que se comprometiera, porque no había encontrado a la adecuada puede ser, pero quizás es que tampoco quería tener niños aunque la encontrara. Tal vez en cierto modo le interesaba su respuesta pues si quería hijos, estaba claro que tener un amante hombre de forma más...seria, eso estaba descartado.

por **Basile Grushenko** Lun Abr 30, 2012 7:44 pm

TEMA CERRADO

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Desde el palco [Vaël]

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