Palco sangriento [libre]

por **Branwen Fokker** Miér Nov 30, 2011 8:14 pm

La violinista de cabello de fuego se encontraba elegantemente sentada en un palco del gran teatro que había reservado especialmente para ella; esa noche el teatro estaba lleno, "Hamlet" jamás dejaba de ser tan popular. Desde su cómodo asiento observaba los rostros impacientes de los espectadores, quienes elegían sus mejores atuendos para asistir al evento, se oía un zumbido por todo el teatro, debido a las triviales conversaciones; la platea baja ya se encontraba repleta, la atmósfera olía a una mezcla de perfumes; la inmortal esperaba eso, los innumerables aromas le aturdían, por lo que había mandado a colocar rosas en su palco, así, ella sentía que el ambiente se neutralizaba un poco.

Acomodó las telas colgantes de su falda, como era su costumbre, su ropa blanco invierno estaba rasgada, exhibía sus piernas de una manera descarada y dejaba ver su escote. Su maquillaje era dramático, pero no caía en la vulgaridad como la de las cortesanas, más bien, le daba la apariencia de una muñeca de porcelana. Al ingresar, ya se había llevado las miradas inquisidoras de las conservadoras damas; a Branwen le divertía de una manera traviesa llamar la atención de esa forma...ese era el objetivo de su apariencia rebelde.

De un momento a otro...algo comenzó a quemarle el pecho, unas ansias sobrenaturales que invadía cada recóndito lugar de su cuerpo; su mirada cambió rápidamente, y hasta su actitud que antes era relajada, ahora comenzó a transformarse en una mezcla de excitación, angustia, maldad...ganas de hacer daño. Cerró los ojos y se recostó levemente en su asiento, sintiendo cada partícula aromática que traspasaba sus sentidos...era una sinfonía...tantas notas, texturas y sabores distintos...sentía que podía sentirlos goteando en sus labios, necesitaba esas gotas de rubí deslizarse por su garganta...se mordió suavemente el labio.

El deseo comenzó a punzarle el corazón desde dentro hacia afuera, clavó sus uñas en sus muslos...no sabía cuanto tiempo más podría controlarse; su respiración cada vez más agitada le invitaba insistentemente en satisfacer esa ardiente sed que cada noche la abrazaba y la invadía por completo, arrastrándola una vez más a un abismo cercano a la locura.

por **Romilda Hetfield** Miér Dic 14, 2011 9:43 pm

El teatro... un gusto exquisito que no todos tenían el placer de darse. Aunque, si algunas personas tenían contactos dentro de él, el acceso podía ser más sencillo. Como lo era para Sirius y Trinidad, unos adultos mayores de clase media que tenían a su cuidado a sus nietas y a otra joven que había quedado huérfana. Ella era Romilda. La chica había ido a varias obras en su infancia, cuando sus padres adinerados daban paseos por las ciudades más importantes de Grecia. Sin embargo, ese placer hacía mucho que no se lo daba. Jamás habría imaginado que Sirius tenía amigos en el teatro y así podía acceder gratuitamente a las obras.

Se vistieron con sus mejores ropas y por una noche fingieron estar más arriba. Se sentaron en unas filas cercanas al escenario, sonriéndo con ganas porque por fin estaban allí, viendo un espectaculo. Todos entre ellos se miraban y mostraban sus dientes con simpatía, dejando ver lo alegres que estaban. La chica miraba todo a su alrededor, la gente que llegaba, el techo, las butacas, el escenario. ¿Qué le sucede a esa mujer? Pensó para sí misma.

En el escenario, había una violinista que tenía un comportamiento extraño, como de incomodidad... o incluso de dolor... Romilda no podía dejar de mirarla, ¿acaso se encontraba mal? Parecía que iba a darle un ataque.

por **Branwen Fokker** Vie Dic 30, 2011 4:59 pm

Off topic: estaba en un palco o balcón, no escenario Razz

La muchacha dio un tranquilo suspiro con los ojos cerrados, al abrir sus ojos ya no era Branwen quien estaba ahí, era el demonio de la sed que había poseído su cuerpo por completo y actuaba con toda naturalidad. Comenzó a abanicarse fingiendo un mareo por el calor del gran edificio; sin embargo, el demonio veía a cada persona como una fuente de alimento.

Su mirada ahora era tranquila pero posesiva, sus sentidos estaban más despiertos que nunca; sintió la mirada proveniente de algún lugar cerca del escenario; y ahí la vió, una joven ataviada con elegantes ropas que observaba todo con curiosidad, había algo en ella que no podía explicar, su naturaleza no era como la de un humano común y corriente a quienes estaba acostumbrada...había algo más en su esencia, en el aroma que desprendía que el demonio de su cuerpo quería conocer...había algo de sobrenatural en ella.

Posó su dulce mirada en ella, esperando que estableciera un contacto para conseguir atraerla con su poder de encantamiento hasta su balcón. Bastaba con un solo contacto directo para tender su telaraña a una posible víctima...

por **Romilda Hetfield** Dom Ene 01, 2012 8:44 pm

La joven bruja sintió como un calor le recorría el rostro al sentir unos ojos violentos puestos en ella. Siempre le había incomodado el contacto directo, mucho más si era tan intenso como en ese momento. Además le resultaba sorprendente de que entre todas las personas, la muchacha del palco se hubiera fijado en ella. Al principio, incómoda, miró hacia sus pies, moviendo sus manos con timidez, intranquila, sintiéndose vigilada, pero después, con desconfianza, miró a su alrededor más cercano, esperando ver a alguien más que se fijara en aquella joven, pero no, el resto mantenía conversaciones ajenas. Rendida y algo asustada, volvió con lentitud su rostro a la violinista, y continuaba mirándola.

Y ya no pudo sacarle la mirada. Se vió sumergida en una curiosidad profunda, una atracción dominante la poseyó, haciendola levantar de su asiento. Sus acompañantes también la miraron, extrañados de que se marchara justo a pocos minutos de que comenzara, le preguntaban a dónde iba, pero no contestó, estaba hipnotizada. Caminó todo el tiempo con la mirada puesta en la muchacha tan llamativa. Pasó por una escalera en forma de espiral, y llegó hasta unas cortinas amplias y pesadas, simuladoras estilo seda, o seda original, ella no lo sabía distinguir, sólo pudo poner su mano en ellas para separarlas y atravesar en ese pequeño espacio que desde su asiento había observado.

por **Branwen Fokker** Miér Ene 04, 2012 4:19 pm

La inmortal consiguió hacer el esperado contacto visual con la muchacha, su mirada se llenó de satisfacción, como una niña consentida a quien sus padres le regalan la muñeca que tanto quería. Branwen no estaba acostumbrada a hacer eso...a elegir una víctima al azar; ella los estudiaba, jugaba con ellos, les arrojaba migajas hasta que caían por voluntad propia en sus brazos, ella no los asesinaba. Pero el demonio sediento no discriminaba; tal vez en condiciones normales ella no se habría interesado en aquella niña, al menos no para que fuese una presa más...tal vez el único error de la pequeña fue fijarse en ella.

Acomodó su cabellera roja al ver que la niña se perdía en dirección a las escaleras; se levantó de su asiento y cogió una de las tantas rosas carmesí que habían en su balcón; las pesadas cortinas de seda se movieron lentamente, dejando al descubierto a una muchacha de facciones adorables y mirada algo abstraída y tímida; Branwen le dedicó una peligrosa y encantadora sonrisa, tendió su mano con la rosa sujeta y acarició suavemente la mejilla de la niña; esa era una invitación a su anfitriona. Tomó delicadamente su mano y la invitó a sentarse en uno de los asientos posteriores. Sin dejar de observarla a sus ojos verdes para asegurarse que el hechizo fuese completo, enredó sus dedos en el cobrizo cabello de la niña y le susurró al oído -Te prometo que estarás bien...

Las luces bajaron, el público estaba expectante a que se abriera el telón; el primer acto daba comienzo, tanto en el escenario como en el balcón.

por **Romilda Hetfield** Vie Ene 06, 2012 1:23 pm

Nada a su alrededor podía sacarla de su trance, provocado por esa mujer tan hipnotizante y extraña. Nada. Ni el llamativo color de aquella rosa, ni la mano pálida en su mejilla, su cabello, su propia mano que había tocado para indicarle que se sentara cerca de ella. Se sintió atada por unas finas pero fuertes riendas hacia aquella mujer. Así se sentía, atrapada, envuelta en una atracción potente. Y lo que Romilda no sabía, era que precisamente así se sentían las personas que ella atraía con su poder. Sí, eso mismo era. Así. Pero ella no pudo distinguirlo, puesto que su mente se volvió totalmente nula, sólo era un espejo de lo que sus ojos veían, y ellos sólo podían observar a la mujer del violín.

La promesa de su bienestar tan sólo le pareció un murmullo lejano, como si procediera del fondo de un lago, ahogado y sin sonoridad. Se sentó con cuidado en la silla señalada, dejando sus manos apoyadas con descuido en el asiento, como sin querer sentarse del todo. Sus piernas se juntaron y sus pies se pegaron entre sí. Su espalda no estaba derecha como antes, ahora estaba levemente inclinada hacia adelante. Sus labios cerrados, no se le escapaba ni un suspiro. Y parecería petrificada si no fuera por su pecho que se agitaba suavemente al respirar. Y de esa forma se quedó, totalmente incapaz de moverse.

por **Branwen Fokker** Dom Ene 08, 2012 11:40 am

Branwen vio como la joven obedecía a sus indicaciones sin resistencia alguna; esa vez el encandilamiento había sido muy fuerte, no era su costumbre utilizarlo de esa manera. La muchacha estaba inmóvil en la silla, la violinista sonrió y con su dedo índice llevado hasta sus labios le hizo un gesto de "silencio".

La obra comenzaba con la conversación de los centinelas en el castillo de Dinamarca; la gente solo tenía ojos y oídos para los actores. Branwen, con dos dedos tocó suavemente el cuello de la niña, buscando el punto exacto de la mayor palpitación, no tardó en reconocerlo.

Le miró fijamente los ojos y se sentó grácilmente sobre sus piernas, era delgada y de baja estatura, por lo que no tenía un gran peso corporal. Cogió a la muchacha de la barbilla y la inclinó hacia atrás, con su propio cuerpo la guió hasta el respaldo del asiento; se deleitó unos segundos con el aroma de ella, y con esa aura especial y distinta que desprendía.

La miró a los ojos por última vez, puso su pulgar en los labios de la niña, llenó sus pulmones de aire, dejó al descubierto sus afilados colmillos y directamente perforó la blanca piel que la separaba del río sanguíneo, se aferró a ella sujetándole la cabeza; sentía como el calor comenzaba a llenar su cuerpo frío.

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