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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Salomé Ameris Jue Abr 26, 2012 10:37 am

Podía sentir el olor de las rosas rojas en el aire, aquellas flores que significaban para mucho pasión por el color atractivo del rojo, pero a ella le fascinaban por el encanto irreal que ella les daba, ni siquiera aquellas flores ponían mantener su encanto por mucho tiempo, tarde o temprano su belleza y vivías color se alejarían de sus pétalos. Era como todo, como un verano que paso, pero aun esta su fragancia guardada en las mentes de los hombres, que esperan de corazón su llegada. El otoño en donde se comienzan a morir lentamente las hojas de los arboles; aquello también le gustaba, era un acto tan normal en la vida. Naces, vives y mueres.

Los recuerdos atormentan, por eso en ocasiones prefería no pensar en ellos, sentía que era una forma de demostrarle que ella también era humana, que aun sus sentimientos afloraban fácilmente. ¡Qué risa daba eso! ¿Sentimientos? Su definición de ellos era totalmente diferente a la gente normal, por la simple razón de que ella no era normal. Su infancia había sido borrada, no mejor dicho, asesinada por el mismo arcángel que la formo, con su gran látigo azoto el cuerpo de la infancia. Solamente quedaba la sensación de dolor, el hermoso dolor que no puede dejar de sentir ni por un segundo.

Ayer fue yesterday
para buenos colonos
mas por fortuna nuestro
mañana no es tomorrow

Tengo un mañana que es mío
y un mañana que es de todos
el mío acaba mañana
pero sobrevive el otro.


Sus días estaban ya pasados, ella no debía estar viviendo, así que aquella pequeña persecución le daba gracia, había pasado mucho tiempo desde que un cazador le había buscado, tres años exactamente, en realidad menos de seis meses, pero ese no lo contaba, el mocoso murió muy rápido entre sus garras; lo recordaba muy bien, un joven de ojos azules, cabello rubio, fracciones delgadas y muy femeninas. Se había burlado tanto de él, pero después de unas horas en sus garra murió desangrado, en ese momento se había decepcionado mucho sentía que ya los cazadores no eran lo mismo o eso creía hasta que noto algo aproximándose a gran velocidad hacia ella.

Salome se movió lentamente hacia un lado, con la suficiente elegancia para pensar que estaría moviéndose para dar un paso hacia otro lugar, pero lo que quería evitar era aquella daga que paso por un lado de ella y pego a lo lejos con un árbol, ni siquiera miro hacia atrás para ver donde había quedado, tenía miedo de que si volteara podría morir, solo sentía la vibraciones de la daga al ser detenida. Una sonrisa se avivo en su rostro, era grande, distorsionaba aquel hermoso rostro de señora educada que mantenía, ahora parecía la mismísima hija de Satanás, con aquella sonrisa divertida y deseosa de jugar.

-Eh?- algo rojo estaba además del carmesí de las flores, en su hombro noto un hilo de sangre que le recorría por la manga, infectándola de aquel color carmesí. De sus mangas negras. Aquella manga estaba completamente dañada, suspiro decepcionada, le gustaba ese vestido, pero dejando eso atrás su mirada se concentro en buscar al culpable. Estaba en un lugar abierto, era muy peligroso estar ahí, pero con su largo vestido negro se le haría difícil desplazarse por los matorrales, pero si creían que eso la detendría no sabían quién era salome, sujeto el inicio del corte que mostraba un color azul pastel, que cubría todo esa parte hasta el mismo largor. Con sus propias uñas desgarro su vestido dejando al descubierto un Short de color azul pastel y unas botas de cuero negro que llegaban a las rodillas mientras que habían unas medias que eran sujetadas por dos cintas que se perdían por debajo del short que no llegaba al borde de las rodillas. En la parte de arriba había quedado un corte del mismo color del short con una camisa de color gris, casi llegando a negro.

Spoiler:
Escucho un estraño ruido que era producido todo por menos un animal, sonrio de manera ladina mientras salia corriendo a gran velocidad a un lugar que pudiera sentirse mas segura, una persona inteligente buscaba estrategia, no deseaba desenvolverse al frente de aquel oponente en campo abierto, seria una estupidez completa, logro adentraerse a un pequeño bosque que tenia grandes arboles y algunos escasos matorrales. Pronto se detuvo con una respiracion levemente agitada, sonrio entusiasmada, su elegante porte no se vio perdido mientras buscaba con sus sentidos felinos alguna sensacion de peligro.

-ha comenzado el juego… querido cazador… espero que dures un poco mas que el anterior
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Mensaje por Crowley Missös Sáb Abr 28, 2012 11:23 pm

El cabello rubio de la mujerzuela que le contrató, caía por encima de la curvatura en sus senos. Debía destacar la perfecta piel blanca de su rostro y el maravilloso color esmeralda de sus pupilas, pero no estaba ahí para pensar en la belleza femenina y, realmente no le interesó en lo más mínimo. Se dispuso a escuchar las palabras de la señora, con tanto desprecio, con esas palabras blasfemas y su tono enardecido; parecía a punto de explotar no sólo por la forma en la que se expresaba sino por su obesa figurilla. Crowley mantenía los labios fruncidos evitando soltar esa carcajada, la miraba fijamente a la par en que ella continuaba con su merma. La coraza del hombre no era más que esa piel desgastada, arrugada, cosida y deforme en su máscara. Sus ropas estaban sucias como es costumbre en él, apestaban a rayos y, de vez en cuando, la mujer se tapaba la nariz con las manos para evitar la peste.

En su mano se encontraba un machete algo oxidado pero que aún conservaba el filo según él. La mujer rugió al sospechar que Crowley no le prestaba la suficiente atención –Ya cállese vieja gorda- Tomó el costal con los francos sobre la mesa al lado de un sillón, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida. Estando en esa habitación, ignoró la decoración del papel tapiz, esas flores azuladas que se entrelazaban por todas partes dándole a la vista una sensación de estar en medio del bosque; los muebles con perfecta sincronía entre si, de finas sedas color verdosa y aperlado en los respaldos, su madera presumía ese color dorado que sólo las casas de los aristócratas poseen; el candelabro en el techo con cristales colgando del hierro y reflejando la luz de las veladoras con ese espectro lleno de colores al igual que al arcoíris tras la tormenta. Un hogar poco humilde, es cierto, que a cualquiera llamaría un poco de interés a perderse y observar cada detalle, pero no a él…

No fue difícil encontrar a la mujer del retrato que Lady Margaret le dio a Crowley. Justo como lo sospechó desde el instante en que fijo sus orbes amarillentos en el rostro de la mujer. La mejor parte de su trabajo era cuando se encontraba con ejemplares tan exquisitos como lo era ella, pero eso Margaret jamás lo sospecharía, ella mandó a ejecutar a la chica y a lo que pudo entender el cazador era por haberla espiado en sus noches de pasión mientras su marido se encontraba en un viaje de negocios. Al regresar el hombre con su mujer, se le fue entregada toda la información recopilada y, conociendo la infidelidad desheredó, maldijo y abandonó a la madame a su suerte en la calle, por fortuna, una noche en donde los ebrios de la ciudad pagaban cualquier cuerpo que pudiese darles calor en noches de invierno, Margaret consiguió dinero y cuando tuvo para pagar a un asesino, lo encontró a él.

Siguió el rastro de la fémina impresa en su pedazo de papel con su retrato, bastante cerca, sin que ella pudiese notarlo. Y así se anduvo a sus alrededores, estudiando cada uno de sus movimientos, escuchando la dulzura y frivolidad en su voz. Acariciado sus cabellos como una ráfaga de viento, olfateado su aroma en cualquier rincón de las calles, robando los objetos que perdía, encaprichándose con ella, obsesionándose con ella. Ese era su trabajo, de esa forma nadie sospechaba nada y, cuando el día llegaba le era tan fácil convertirse en las pesadillas de los demás que la muerte resultaba una obra de teatro diferente cada vez. Supo entonces que con la rubia no sería igual que las otras veces y una sonrisa torcida cruzó en sus labios demostrando así la poca cordura que tenía. Se dejó arrastrar por pensamientos soberbios e incluso realizó una pequeña película en su cabeza de como sería su encuentro, lo que encontró al final, le fascinó tanto que tenía que iniciar su captura lo más pronto posible.

Seguirla esa mañana no fue fácil pero tampoco imposible y el desgraciado poeta de la muerte se carcajeó internamente cuando la vio partir hacia las afueras de la ciudad. Nada mejor que las lejanías para cometer sus diabluras sin que nadie lo molestase en plena faena. Se relamió los labios, llevaba las mismas ropas que noches atrás junto a Margaret, el mismo machete y la misma tarea… Deshacerse de ella. Pero como toda obra, necesita un inicio, el desenlace y un final. Quería jugar un poco antes de comenzar, así que se deslizó entre las largas filas de hierba a su alrededor con tanta maldita flor perfumada que ocultaba el aroma de la chica a la que perseguía, sin embargo, la naturaleza era quebrada por donde ella pasaba dejando un sendero fácilmente transitable.

Agazapándose en un árbol muy cerca de su camino, lanzó su primer ataque –Eso es pequeña, demuestra que lo vales- Susurró tenue cuando ella esquivó la cuchilla, no esperaba dar en el blanco y, si así fuese, que decepcionante sería. Con astucia, se introdujo al espeso bosque. Él la siguió. Sus huellas sobre la tierra, el doblez de las ramas, un delgado y fino cabello capturado por las hojas de los árboles. Cada mínimo detalle que los hombres comunes pasarían inadvertidos, Crowley los encontró con exquisita sencillez. Corrió por el bosque en zigzag y escondiéndose tras un matorral la encontró retándole. Era demasiado hermosa, así que atacarla de frente y ensuciar su rostro sería una pérdida total de la piel, cosa que le desagradó bastante. No era un cobarde y necesitaba verse reflejado en los ojos de esa mujer, así que salió de su escondite con el machete en la mano izquierda, su cabeza ladeada, su cojera marcada y la sonrisa macabra debajo de esa putrefacta máscara –Saludos, manda a decir Margaret Chevàliere- Dijo con esa voz gutural. –Yo espero que tú formes parte de mí- Se encogió ligeramente de hombros y esperó. Regla número uno: No ataques primero frente a frente.
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Mensaje por Salomé Ameris Lun Abr 30, 2012 5:44 pm

Algo se movía, podía percibir el olor que este desprendía, sonrió de forma exagerada, mostrando sus dientes y algún colmillo que sobresalía de sus labios, su rubio cabello que parecía un nido de aves fue acariciado por el viento haciendo que algunos cabellos cayeran a su frente, los movió con un leve movimiento mientras aquel hombre salía de su escondite, ladeo su cabeza al oír los pasos de aquel hombre que mantenía su machete en mano, con aquella cojera que marcaba su paso, detallo sus ropas mal gastadas y aquella mascara que le cubría su rostro pero que le dejaba ver sus labios en donde se había pintado una sonrisa muy interesante para salome. Se mantuvo en ese mismo lugar, con una pose elegante, pero con sus dos piernas levemente abiertas y flexionaba, esta mujer no se confiaría fácilmente de algo o de alguien.

Relamió sus labios al oír aquel nombre, su sonrisa fue amplia, tan amplia que cubría todo su rostro, pero adema demostraba aquella locura que poseía en su alma, alboroto su cabellera suelta con su mano, dejando salir una sonrisilla que pronto se volvería tan sonora que aquel pequeño bosquecito se estremecería. -discúlpeme- musito entre suaves risas. Dejo salir un suspiro mientras mirada detenidamente a aquel hombre-Deberá Disculparse con aquella vieja gorda que no conozco y devolverle sus saludos pues no los acepto- gruño frunciendo el ceño, dejando que aquel rostro sereno se fiera turbio, pero no preocupado, mas bien, interesado por el olor putrefacto que provenía de su máscara, eso sí era para ella interesante, pues aquella mascara le había valido el acercamiento a Salome.

Desde que la noche anterior pudo sentir ese olor a lo lejos, no muy cerca, pero su podía sentir su esencia, al principio no le pareció relevante, estaba acostumbrada a ese tipo de olores, eran común en su trabajo, es más le gustaba y no le molestaba, así que al estar acostumbrada a un olor así, su cerebro hizo caso omiso a las advertencias. Pero cuando llego a un lugar en donde las rosas invadían el lugar y aun seguía ese olor se libro de una suave sospecha que andaba en su cabeza desde que había dejado la funeraria para adentrarse en los campos de Paris. Ahora tenía un mercenario al frente de ella ¿Cómo lo sabía?, aunque ella no era una mercenaria, había sido cazadora, tenía un instinto superior a muchos inquisidores y cazadores, sabían cómo trabajaban, pero este hombre no era igual que ellos, le gustaba divertirse con su presa, era todo un cazador, jugando y destruyendo a su víctima poco a poco… igual que ella.

Le miro a los ojos, aquellos ojos que se podían reflejar en la máscara, detallo aquella mascara que le traía curiosidad y recordó aquella frase que le había dicho antes y todo se le aclaro como el agua, aquella mascara estaba hecha de piel humana… ahh… eso le provoco una extraña sensación de excitación que recorría su cuerpo entero “Yo espero que tú formes parte de mí” rio al recordar aquella estúpida frase que atormentaba su mente como cuando una canción se te pega y no puedes quitártela, pero para ella era algo divertido, eso quería decir que aquel hombre no era nada de lo que estaba esperando y eso le ponía de un buen humor, de un extraño buen humor.

-Pero chico al menos invítame una copa antes de todo- bromeo con una macabra sonrisa en sus labios rozados. Su rostro no tenía ni una pizca de pintura, era natural y simplemente hermosa, con aquellos ojos de un azul intenso, sacados de una leyenda para ponérselos a ella como don que le habían regalado los dioses griegos. Pero las apariencias engañan.

Las apariencias engañas… ahora tal vez la mujer que había arruinado su vida estaría más pendiente de algún gato que se pose en su ventana, a Salome no le molesto ver mientras realizaba sus actos indecorosos, acostada en el borde de la ventana mira detenidamente todo el acto sexual y lo que siguió de ello, después de tener toda la información que deseaba, salió de aquel lugar siendo vista por todo el mundo, pero como era un felino mas nadie paro a lo que estaba realmente sucediendo. Se quedo mirando al hombre que tenia al frente, deslizo su mirada a la pierna que antes había cojeado, no le molestaba en nada para seguirla, lo hizo sin dificultad, eso quería decir que era rápido, pero deseaba ver sus habilidades más de cerca, sonrió aun teniendo la mirada en la pierna que comenzó a subir hasta toparse con aquel vieja hacha que cargaba en su mano, se relamió los labios siguiendo la línea de su brazo hasta llegar a la máscara.

¡Qué hermosa era! Deseaba saber más, pero lamentándolo mucho ese día era su enemigo, realizo un leve puchero mientras fruncía sus labios, que decepcionante era la vida, pero eso lo hacía más divertida. ¿Cuántas veces la renovaba? ¿Qué tipo de piel utilizaba? ¿Tendría algún químico para mantenerla o las dejaba pudrir hasta que nueva piel conseguía? Por el olor se notaba que la carne se pudría, pero una piel normal dura muy poco, debía tener algo más. Conociéndola hubiera preguntado en ese momento, pero sería una conversación que tendrían después de que aquel primer encuentro desenvolvería, pues sentía en sus entrañas que aquella hacha podría cortarla en dos si no se ponía las pilas. Le disgusto aquel pensamiento… odiaba ser consciente del peligro, prefería sonreír macabramente a la muerte.

Las campanadas no cesan
!Que triste es la muerte¡
casi tanto como la vida,
aunque después todo sea un recuerdo
Solo los viejos conocen el poder del tiempo
de una vida ligada a la muerte,
los niños jugando a ser grandes
los adultos deseando volver a su infancia.

No dejaría que un idiota como ese le quitara la vida, se la quitaría ella primero antes de tener que caer en las manos de algún cazador, eso ya se lo había propuesto hace años, cuando en un encuentro se vio algo mal herida, fue la primera vez que sintió aquel extraño miedo a morir. Aun no había conocido aquella parte de su alma que era tan oscura y fría como su propio abismo, desde aquel día, aquella mujer decidió ser empleada de la muerte, vistiendo a los cadáveres que la muerte dejaba, dejándolos lindo para su ultima despedida.

-Ahhh… Que aburrido!- exclamo suspirando suavemente, estaban hay parados los dos, como si nada-Bueno señor…- ladeo su rostro –con complejo de enmascarado- frunció el ceño mientras ponía sus manos en sus caderas-¿Tomamos un poco de té o qué?- antes de todo lo aburrido la mataba, aquello no era divertido, ya había pasado mucho tiempo examinando cada cosa de él, debía ponerlo a prueba, pero no lo haría aun transformándose.

Saco de forma rápida unas pepas de plomo negras que tenía en su bolsillo, las lanzo hacia él para crear un humo denso que lo envolvía completamente. La risa de Salome se escucho en algún lugar alrededor de el –los regalos que me traen desde Japón son interesantes…- comento mientras su risa de desvanecía en aquel humo, solamente se podía ver una borrosa figura que se movía con cierta rapidez alrededor de el, pero no se acercaba, estaba a cierta distancia. Calculaba la distancia de ataque de aquel tipo, buscaba que lanzara algún ataque para evaluarlo, pero debía molestarlo para que lo hiciera, así que cogió algunas piedras de un pequeño tamaño para comenzar a tirarlas como proyectil a gran velocidad a varias partes del cuerpo del tipo, asi se enojaría mientras salome se refugiaba entre las copas arboles, dejando que los troncos se confundieran con su figura.


Espero que mi post os agrade ^-^ que sea lo suficientemente bueno como el suyo *-*
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Mensaje por Crowley Missös Lun Mayo 14, 2012 4:17 pm

Ese es el problema. Las criaturas que no son humanos se ven por encima de estos, pretendiendo que su fuerza, vitalidad, inmortalidad o lo que sea, es mejor que la aparente fragilidad de los mortales, pero se equivocan. Olvidan que su estructura fisiológica es idéntica a la de ellos, que sus movimientos son una copia evolutiva de la humanidad, que tuvieron que haber sido parte de ellos en algún momento. La historia lo planteaba de la siguiente forma, para ser licántropo hay que ser mordido por una bestia, para convertirse en vampiro, beber su sangre, un cambiaformas es cambiaformas porque la madre o el padre folló con un espíritu mitológico encarnado en un animal y de ahí la genética se heredaba de generación en generación ¿Qué importa a ciencia cierta?, pero todos… sin excepción, tienen en su sangre los genes imperfectos del hombre. ¡Bazofia! Crowley es un hombre común entre los guerrilleros de la tierra, un poco loco pero al final de cuentas tan débil como todos ellos, el problema no radica en su mínima fuerza o la lentitud de sus movimientos, si lo ven de esa forma entonces un cazador como humano jamás tendría oportunidad contra otras razas, sin embargo, la consciencia de sus debilidades es lo que hacen del cazador una temible amenaza. Ella, la mujer rubia a la que perseguía, como muchos otros, se jactaron y burlaron de su apariencia, frases que pecan en lo hirientemente sarcástico pero que para él no significan nada. Duplicar tus miedos con palabrerías llenas de amenazas y una defensa poco convincente, no te hacen ganar la batalla y eso, Crowley lo sabía a la perfección por eso no le molestó cuando ella comenzó a hablar.

Mientras Salomé movía sus labios para pronunciar las frases, él la observaba detenidamente. Estudió de su cuerpo, el largo de sus piernas y lo torneado que estaban enfatizando la musculatura y el alcance que podrían tener en cuanto a las zancadas, la fuerza de un salto o lo certero de sus patadas. Analizó con detenimiento sus brazos, el tamaño de sus manos y la distancia entre sus hombros, de igual forma lo hizo con su cabeza. No escatimó en detalles. Posó su mirada en la curvatura de sus orejas así como en la forma que tenían sus caderas ¡Maldición, era una mujer envidiable! Paradójicamente podría acostarse con ella mientras el deseo por desollarla le quema en las entrañas, pero ese no había sido el trato entre Margaret y él. Así, sólo se limitó a pasar su lengua por la comisura de sus labios degustando el olor que ella desprendía de cada poro en su cuerpo, una fragancia inconfundible que, aún cuando las flores del campo la habían bañado con su perfume, continuaba ahí tan propia de un animal, tan debatible en el cuerpo de las mujeres. Y sonrió cuando una nube de humo opacó su visibilidad, y se carcajeó cuando la joven se movía entre aquella cortina como una sombra acechante del infierno ¿Acaso creía que eso lo detendría? Peor aún ¿pensó que con eso él era más débil? No, Crowley no depende de sólo uno de sus sentidos, él tiene 5 básicos y otros dos cruelmente desarrollados. La mano que cargaba el machete se movió con gran agilidad para colocar el pedazo de metal tras la espalda del hombre, introdujo ambas manos a los bolsillos interiores de su chaqueta y sacó de ahí varias shuriken que fueron arrojadas al vacío detrás de la sombra que se paseaba por ahí. Falló. Pero esta falta de puntería no tiene porque ser vista como una incompetencia del hombre, es evidente que los enemigos así lo vean porque Crowley así lo quiere. Sonrió maquiavelo. Consiguió estimar la velocidad de reacción y respuesta en Salomé. Es rápida pero no lo suficiente.

Él también quería divertirse, de sólo ir y matar a sus enemigos ¿Qué caso tendría ser un mercenario? Las piedras arrojadas en su contra estallaban en su cabeza, en sus piernas, brazos, espalda, vientre… ¿Había algo más molesto que eso? ¡Todo! No perdería los estribos sólo porque una niñata se encaprichaba en su contra. Inspiró profundamente, la cortina de humo comenzaba a ceder ante el viento, las cosas se volvieron un poco más visibles pero no importaba que tan ciego estuviese Crowley, si ella quería jugar a la gallina ciega, entonces él mismo se mutilaría los ojos. Con los ojos cerrados se concentró en su blanco, el viento chocaba contra las ramas de los árboles y las hojas emitían un sonido como si miles de gotas de lluvia cayeran a la tierra, pero enfocó su sentido del oído en el sigiloso desplazamiento del cambiaformas. Sí, era silenciosa pero aún así, la tierra se levantaba y la maleza se doblaba por donde ella pasaba, así que el desquebrajo de las ramas era una advertencia a su ubicación. Se dice que la primera vez que lanzas una shuriken es sinónimo de aviso, la segunda… Crowley giró la mitad de su cuerpo, dobló la rodilla izquierda y se apoyó con esta en el suelo, su mano derecha formó un medio círculo desde su pose original hasta pasar al lado de sus caderas y arrojar otra estrella de metal. Atrapó a Salomé por una de sus mangas contra el tronco de un árbol. Abrió los ojos cuando escuchó el estallido del metal contra la madera. Hizo tronar los huesos de su cuello y se encaminó hasta donde ella. –No es la única que recibe regalos- Susurró lanzando más estrellas para clavarla contra ese árbol y que no escapase.

Frente a ella, se queda de pie ¿Se ha dicho antes que tiene una manía extraña por observar los más finos detalles? Pudo detectar el bello rubio en sus brazos, así como el movimiento de su cabello cuando lo acaricia el viento, la curva en sus pestañas, el cambio de color en su piel… Estiró la mano izquierda hasta su machete, lo sacó y el sonido del filo relampagueó cuando el sol lo tocó por encima. La sonrisa de Crowley aunque parecía victoriosa, no lo era, tenía guardadas otras intenciones. Apuntó a su cuello con el arma, dio un paso hacia delante, giró un poco su muñeca y el filo acarició la superficie en su piel, apenas si fue un rasguño pero la tonalidad enrojecida dejaba saber que debajo había sangre. Subió el machete hasta la mejilla de Salomé. Sería una reverenda estupidez echar a perder ese rostro con una marca, pero no hay que olvidar que Crowley piensa una cosa, dice otra y hace otra totalmente diferente. Deja su marca en el pómulo de la joven. Una gota escarlata resbala, era como el agua que se acumula en el cristal de una ventana cuando llueve; hermoso. Entrecierra sus ojos. La herida, tampoco significaba una tortura, mucho menos una advertencia, sólo quería estar seguro que, siendo cambiaformas, no tuviese la condición de sanar aceleradamente como algunos de ellos o en su defecto la mayoría. Todo, todo lo que hace Crowley como cazador se debe a una razón de trasfondo. –¿Y bien? ¿De qué sabor es su té?- Responde burlón a la pregunta dicha minutos atrás. Se puede leer lo tenebroso de su aura a través de sus ojos y encontrar la ironía marcada en la mueca de su sonrisa...


FDR: De ninguna manera, soy yo quien debería preocuparse por agradarle a usted, madame.
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Mensaje por Salomé Ameris Dom Mayo 27, 2012 6:57 am

Estaba consciente de todas las cosas que sucedían a su alrededor, sus largas piernas se movían agiles, pero aunque no deseara hacer ruido, no era lo mismo tener un cuerpo tan grande como un más pequeño y con aspectos especiales que le daban un mayor sigilo, de cierta forma se sentía torpe con aquel gran cuerpo de mujer, pero siguió con lo suyo, su oído se contrajo al sentir un ruido sordo pasar cerca de ella, por sus sentidos podía percibir que estaba a punto de atacar, sonrió alegre, dejo de tirar aquellas piedritas y espero un poco hasta que escucho un ruido en el centro, estaba a punto de saltar, pero su cálculo de los músculos fue muy mediocre. La había atrapado, miro su manga casi sorprendida, era rápido. ¡Qué emoción! Tuvo que contenerse para no mostrarse alegre por aquella situación, no quería mostrar en su rostro desinterés de la situación, sabía muy bien que estaba jugando con la muerte y que podría salir perdiendo, de eso estaba consciente. Cuando sintió la otra en su otra manga le miro sonriente con unos ojos que mostraba lo complacida que estaba con las habilidades de Crowley, pero si alguna vez pensó que eso era suficiente la decepción comenzaría a ser grande.

Alzo su cuello cuando sintió el filo de aquella hacha en su dulce carne, la sonrisa que tenía en sus labios no desaparecía, aunque aquel hombre con su sonrisa también pegada a su asqueroso rostro parecía de victoria, aquel leve ardor fue suficiente para que una línea carmesí apareciera en el lugar cortado, poco a poco se creó una gota que se resbalo hasta haber recorrido todo el cuello de aquella dama atrapada por dos “juguetes” de su cazador. Parecía que aun seguía con el sano interés de probar aquel hacha con la carne de Salome, la anterior herida comenzaba a sanarse lentamente, uniendo la piel cortada superficialmente. Otra cortada, esta vez en su mejilla, como es normal, aquella gota recorrió todo su rostro, parecía una especia de lagrima carmesí, que cayó sin previo aviso al suelo, pronto aquella sangre comenzó a secarse, dejando la piel tan lisa como la había encontrado. Salome sonrió, prácticamente le estaba diciendo “oye estúpido, tengo esa habilidad”. Pero antes de seguir aquella pregunta la envolvió y la divirtió tanto que por un momento se había olvidado de las insignificantes opresiones –Oh… pues… estaba pensando de jazmín, pero debo saber sus gustos, señor…- se quedo un momento en silencio cayendo en cuenta que no sabía su nombre-¡qué mala educación, no me ha dicho su nombre!- protesto suavemente. -pero espere… ya me lo podrá decir- guiño su ojo con cierta coquetería.

Se pudo oír como las telas se rasgaban con el movimiento ordinario, no le importaba sus ropas en ese momento, no eran parte de una obra de teatro en donde todos debían tener trajes perfectos, no, estaban jugando bruscamente, así que en situaciones así, una mujer solo debía tener la elegancia y el glamur suficiente para matar a su enemigo con estilo. Las manos de aquella cambiaformas fueron como dos grandes garras de oso que se sujetaron a los hombros del cazador, le miraba a los huecos de aquella mascara, sonriendo, sonriéndole a su podrida cara. Su pierna se levanto dándole una patada en el estomago, aprovechando el hinchamiento del cuerpo salto sobre el apoyando sus manos en la espalda del hombre y así dar un perfecto salto mortal hacia atrás, para caer con un poco de tambaleo por la parte de atrás. Sus mangas estaban rasgadas, se habían convertido en tiritas se movían con el viento y los movimientos del cuerpo de Salome –Que divertido ha sido…!- le dio una patada por el culo mientras ella seguía detrás de el. Comenzó a reírse. Se alejaba cada vez mas de aquel hombre, su energía, su aura le decían que era muy peligroso como para tenerlo cerca. Sabia la clase de hombre que era, Salome tenía el suficiente dinero para pagar el doble para que no la mataran, pero sabía que no aceptaría, aquello comenzaba a sentirse demasiado interesante para hacer un acto tan gallina e innecesario.

-Ahh… Amore tal vez en otro lugar y en otras circunstancias- se había girado posando una de sus manos en su cadera-podríamos ser algo más que Cazador y Presa, pero no mal interpretes, esta relación que sostenemos me está divirtiendo mucho – volvió a reír animada. Aun no se trasformaría, no venia la necesidad de hacerlo aun, quería hablarle, demostrarle que para ella apenas esto era un juego como lo del gato y el ratón, lo único que esta vez había aceptado el papel de ratón, pero pronto este ratón podría convertirse en el gato y el cazador ser cazado. Tenía mucha experiencia haciendo ese tipo de trabajos pero aun no estaba completamente interesada en atacarlo.

Era una mujer que le encantaba jugar, aquello le divertía de sobre manera, si por alguna razón no se hubiera sentido cómoda con la situación o no hubiera sentido que aquel hombre era la persona correcta para jugar intensamente comenzaría a atacarlo de forma furiosa, pero parecía que esta vez seria todo lo contrario con el cazador anterior. Se quedo parada en aquel lugar con una sonrisilla, no se movió, pero todos sus músculos estaban tensados para así reaccionar a cualquier ataque y esquivarlo.
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Mensaje por Crowley Missös Jue Jun 14, 2012 11:10 pm

Mujeres. Son tan simples, son tan sencillas que es un insulto recurrir a la excusa barata de lo complicadas que son cuando se ha olvidado como tratarlas. Crowley no es un caballero y poco le interesa titularse como uno de ellos, pero no por ser un patán significa que está lejos de saber lo que ellas quieren escuchar o ver en las acciones de los hombres. Ha estudiado a las razas por más de diez años, ha estado presente en la esquizofrenia de las féminas y en el narcicismo de los varones. No es complicado, sólo se trata de romper con los paradigmas ya establecidos, porque aquellos que creen que el sexo débil son las mujeres, son exactamente los mismos que siguen órdenes de una de ellas. Por eso no le sorprendió la tergiversación de la jugada en manos de una chica, sobre todo si se trataba de una raza “superior”. Pero un cazador para todo, tiene una respuesta, al menos él la tenía.

Tomó nota del tiempo que le llevó para sanar la herida en su mejilla, entrecerró los ojos. En ese momento ella escapó. Un aguijón, eso fue lo sintió en su estómago cuando lo pateó. Arqueó su espalda y escupió un poco de sangre debido al golpe recibido. Pero no, el dolor no es algo que suela detener a un hombre como él. Porque había aprendido a amar de una forma bastante bizarra las punzadas agónicas que su cuerpo le obsequiaba en cada una de sus cacerías. Estaba ¿Sorprendido? ¿Anonadado? ¿Atónito? No, al igual que ella, le pareció un juego bastante interesante, pero a diferencia de la dama, él no necesitaba conversar tanto mientras realizaba su trabajo. Crowley se caracteriza por dos cosas, la primera y la más obvia es donde se dan cuenta que no es un oponente ortodoxo, sobre todo con esa máscara que bien podía ser asunto de burla para el enemigo; por otra parte esta el hecho de que no habla, a menos que la situación lo amerite y, en ese juego ya había malgastado tantas palabras como le eran permitidas. Recibió una patada que lo obligó a caer al suelo, a disposición del cambiaformas. Quedó con las manos al frente, sosteniendo su cuerpo y las rodillas pegadas al suelo. Era como ver un puente a un segundo del derrumbe total. Observó como la tierra se tragaba lentamente la sangre que escupió, escuchó con celos y envidia el reclamo de los gusanos al probar la putrefacción de sus fluidos. ¡Veneno! Resulta que a nuestro “cazador estrella” le gusta masticar vallas ponzoñosas. Sí, los primeros días y meses el desgraciado se intoxicaba al punto de perder la razón y, en una ocasión casi muere, sin embargo, tras la práctica constante, desarrolló inmunidad a ciertas sustancias a las cuales el hombre común les teme. Bufó. No le gustaba perder el control por efímero que fuese.

Semiconsciente, notó como el volumen en la voz de Salomé disminuía, lo cual le produjo una gran curiosidad y se giró para darse cuenta de lo que hacía. En este punto, se encontraba realmente confundido, porque no sabía si ella intentaba huir o sólo se trataba de una estrategia para que él se confiase y atacarlo a la brevedad posible. Chasqueó la lengua pensando, adentrándose a las posibilidades, realizando cálculos inverosímiles, tomando variables como el viento, la cantidad de luz y la rapidez con la que ella se movía, restando a la fórmula todas las desventajas que él poseía. Los resultados no fueron apetecibles, pero eso nunca lo había detenido y siempre encontraba el número faltante para igualar las condiciones entre ambos. Se mofó cuando ella adoptó aquella posición que hacía verle tan arrogante y quizá un poco loca. Salomé lo dijo y Crowley estaba a punto de concordar con ella, el juego que se inició, auguraba entretenimiento del mejor. Hay que agradecerle a la vieja gorda el contrato que hizo con el cazador, mejor aún hay que mostrarle la gratitud al cambiaformas.

Recostado sobre el zacate, deshizo uno de los nudos al lado de su cintura y levantó la pelvis para desenrollar el lazo que sujetaba sus pantaloncillos. Pero no se trataba de una cuerda cualesquiera y tampoco era que sus pantalones necesitaran el ajuste para no caerse, sino que de esta forma el cazador ocultaba ante la vista del enemigo el poderoso látigo. Una herramienta que no se postulaba para ser una de sus favoritas pero que tenía una utilidad y ese era el momento justo para mostrarla. Apuntó con la vista y maniobró con la mano izquierda antes de lanzar la punta del látigo hasta la cintura de la chica. Una vez que este se ajustó a su cuerpo, Crowley lo haló hasta él. Debido al ángulo desde donde el cazador la sujetaba, ella no tuvo otra opción más que caer al lado de él en donde este aprovechó para agazaparse sobre su cuerpo. Colocó ambas rodillas al lado de la pelvis de Salomé, sus manos se posicionaron al costado de sus hombros y el rostro de Crowley mostró una risa complaciente. Sobre ella, es posible que la fémina no tuviese muchas alternativas para escapar, pero sea cual sea la reacción que tuviese, él tenía que ejecutar el siguiente movimiento. Sin pensarlo dos veces y formando parte del juego aún, aproximo su repugnante rostro al de ella. El paso del aire a través de la máscara de piel cada que él inhalaba y exhalaba, era insoportable, el olor por igual pero el cazador se había acostumbrado. Mirándola fijamente a los ojos con una sonrisa tajante, despreocupada y retadora. La besó. Su lengua se ajustaba a la lucha de la ajena, sus labios intentaban no apartarse de ella. Fue una unión profana, indecente, asquerosa y… jodidamente atractiva. Antes de separarse, mordió el labio inferior de Salomé –Como lo prefieras- Se puso de pie y fue a donde su machete.
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Mensaje por Salomé Ameris Vie Jun 29, 2012 6:58 am

Dulce melodía que llega a sus oídos, los quejidos de Crowley eran para ella música, rio alto, tan alto que las aves huirían de su voz escalofriante. ¿Por qué estaba tan feliz? Solo por el hecho de sentirse viva la hacía tan feliz, ya comenzaba a notar la forma de actuar de aquel hombre, era tan callado, eso no le gustaba a Salome, ella era tan hiperactiva que su insensibilidad la lastimaba, por eso se dedicaría a oírlo gemir de dolor, esas serian las palabras que aquel hombre pronunciaría. Eso era lo que deseaba ella, verlo sufrir, juguetear un rato, destrozarle los nervios de acero que tenia, pero al parecer él tenía otros planes y aunque Salome estaba incluida en ellos, debía amoldarse a lo que él deseaba. Sus ojos notaron los movimientos de la mano de aquel hombre, pero no hizo nada, aun así estaba al tanto del hasta la hoja que rozaba con la suela de su zapato, su rostro se volvió un poco serio cuando el látigo estallo el aire, su mente realizo una rápida conclusión: Látigo = a Algo Malo. Sonrió débilmente, volvió a escuchar el sonido del látigo, era algo extraño, la distraía, aturdía sus sentidos, eso sería malo… podría sujetarla.

Su sangre hirvió al sentir aquella cosa enrollada como una serpiente a su cintura, dio un paso hacia atrás mientras sujetaba el látigo con su otra mano, pero apenas pudo ponerse firme, fue jalada hasta quedar más cerca de aquel hombre, estaba ya tensando su brazo, acumularía la fuerza suficiente para mandarlo de un golpe al piso, pero su coordinación fue fatal, cayó al suelo, sintiendo como la tierra raspaba parte de su brazo, chasqueo la lengua mientras buscaba recuperarse. ¿Qué demonios era aquel tipo? Apenas pudo respirar por dos segundos, cuando lo vio encima de ella, estaba sorprendida y no lo ocultada.

Le había inmovilizado por el momento, tampoco salome hacia mucho esfuerzo por escapar, busco con la mirada donde tenía el arma, no estaba muy cerca de el, así que podría sobrevivir a este desliz de aquel hombre. El olor de aquella mascara era totalmente repugnante, para otra persona normal en ese momento cuando su nariz encontrara aquel olor explotaría y saturaría aquel sentido, pero Salome por suerte estaba acostumbraba, convivía con cadáveres que se pudrían y descomponían, así que aquel olor era para ella lo menos importante-si lo que piensas es que me vas a matar con tu mal olor… estas equivocado- pero ese no era su plan, apenas sintió los labios de aquel hombre en su propios labios quedo prácticamente sin palabras, la lengua de Crowley había pasado sus dientes y luchaba con la de Salome por aquel territorio, no podía respirar, su pecho estaba siendo presionado y cuando buscaba apartarse de sus labios el los sujetaba con firmeza. Relamió sus labios después de ser separados de los de aquel hombre. No sabía que decir, se había quedado sin palabras, tal vez en otro momento le hubiera dicho “Besas jodidamente bien” pero tenía que tener en cuenta de que se había separado para buscar su machete y terminar con ella, así que era seguir con esa parte del juego o ponerle pausa y seguir con lo principal.

Se levanto de suelo notándose llena de polvo y barro, se sacudió un poco con las manos para luego mirar a donde había ido su compañero de juego. Le siguió para terminar dándole una patada en el costado antes de que llegara a coger el hacha, pero se volvió a retirar mientras este tambaleaba, sonrió levemente mirando la reacción de su cuerpo ante aquel golpe, era de todos modos un humano, aunque muy resistente, eso le gustaba. Comenzó a lanzarle una series de patadas, era como estar bailando con él, movía su cuerpo de un lado a otro, no dejaba que su pierna estuviera cerca de el por menos de dos segundos, se alejaba de manera que no tuviera oportunidad de utilizar aquella hacha o nuevamente el látigo. Lo había comenzado a llevar al borde que aquella parte limpia, detrás del había grandes arbustos.

Un sonido estaba cerca, aquello la desconcentro en su objetivo principal, busco con sus sentidos aumentados aquello que producía el crujir de las ramas, tal vez podría ser algún animal que venía hacia ellos, salome miro al frente nuevamente y se encontró con su oponente que ya había podido recoger su hacha-Estamos en desventaja- murmuro con una sonrisa en sus labios.

Era una mujer inteligente, no buscaría la muerte rápidamente, dio un gran salto buscando abalanzarse hacia el cuerpo de Crowley, su cuerpo comenzaba a cambiar, apenas la trasformación duro unos milisegundos, la ropa de salome había quedado en el piso, ahora se había convertido en un felino. Su ataque no estaba destinado a Crowley, paso por un lado rugiendo mientras sus grandes patas tocaban el pecho de una tercera persona que estaba situado detrás, estaba escondido entre los arbustos situados a unos cuantos pasos, cuando salome se adentro a ellos se pudo escuchar un quejido y luego otro rugido.

El animal salió de aquel lugar con un cadáver en la boca, era un hombre de mediana edad que portaba algunas armas en su pantalón, la sangre que tenía en sus fauces y las marcas del cuello describían por si solas lo que había pasado, el animal lo examino con el hocico para luego perder le interés en él y volver a alejarse unos metros razonables de su compañero de juegos. Era un puma el que estaba al frente de Crowley, parecía tranquilo, pero en sus ojos se podría ver claramente la mente retorcida de Salome que no permitiría que otro jugador mas se entrometiera en sus asuntos, ahora la pregunta que debía hacerse era ¿quién demonios era aquel hombre? Estaba segura que a ella no era a la que buscaban, aunque también podría estar equivocada el olor no le parecía reconocible.
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Mensaje por Crowley Missös Vie Jul 13, 2012 11:37 pm

Ruptura. ¿Qué demonios fue lo que pasó? La briza del viento auguraba fuertes cambios a partir del transcurso de los segundos. Sólo bastó un cuarto para que este terminara arrodillado a mitad del camino entre su juguete favorito y el cambiaformas, ni siquiera tuvo la oportunidad de reaccionar en consciencia para poder apreciar las punzadas de dolor que se iban acumulando en sus piernas. Cayó como un árbol asesinado por los rayos en la más fría y cruel de las tormentas. Sus ojos se encontraron perplejos, su rostro bajo la máscara de piel había quedado atónito ante las posibilidades de la hembra. No se lo tragaba. Le dio miles de vueltas al asunto a la par en la que los aguijones de sus patadas fueron incrustándose en su cuerpo. Los dientes rechinaron, su garganta rugió ¿Cómo carajo lo permitió? Un giro de ciento ochenta grados, él llevaba la ventaja ¿En qué momento esto cambió? No es fácil sacar al cazador de sus casillas pues es un hombre que espera con paciencia el momento justo para atacar a su presa. Prepara el terreno, estudia sus variables, saca conclusiones, deriva las operaciones y, si es necesario lo practica un par de veces; Salomé no fue la peculiar víctima predecible que se arrastra en el fango hasta suplicar piedad. Ella se encontraba lejos de comenzar a sentir el pavor en sus entrañas. Contrario a toda expectativa del cazador, el hedor de la hembra expulsaba la excitación que le resultó el roce de caminos.

Retorciéndose como una víbora a la cual le han cortado la mitad de su cuerpo, Crowley esperaba con tranquilidad e ira, ese segundo que ella había aprovechado para mostrarse una digna amazona. Las rodillas del hereje amenazaron con quebrarse y este levantó el rostro hacia el firmamento con la mandíbula apretada, los ojos cerrados y el puño crispándose en la tierra con incognoscible fuerza. La fémina tenía otros planes para él. Poco a poco fue orillado hasta un pequeño claro. La luz del sol que osaba traspasar las murallas de los árboles, le caló en los ojos y lo cegó efímeramente. Quejándose, sintiendo el ardor en su piel, envenenándose a causa del dolor… Crowley perdió la estabilidad, la consciencia y además estaba a punto de perder la batalla ¿Quién putas era ella? Su velocidad lo indujo a un estado de petrificación. Es un hombre y no puede conjeturar nada si utiliza la mitad de sus sentidos para otra cosa. Permitió entonces ella doblegara y flagelara su cuerpo a como se le viniese en gana. La sangre se borra con un poco de agua, las heridas se cierran con aguja e hilo, los moretones desparecen con el paso del tiempo, la energía se restaura con una siesta, pero el orgullo… ese jamás regresa si se fragmenta por un don nadie.

Aturdido. No lograba discernir si el viento soplaba hacia el norte o lo hacía a la inversa. Se encontró atrofiado, desorientado y terriblemente ofuscado. Innumerables es la cantidad de bestias a las que se ha enfrentado, imborrables son las marcas que estos le han dejado e insuperables las enseñanzas que ha aprendido en el campo de batalla, pero en ninguna guerra conoció a una mujer con la fuerza, la resistencia y la locura que Salomé poseía. En definitiva, la invitaría a salir si sobrevivía el primer encuentro, ¿Las mujeres son rencorosas? Lo ignora. El poderoso cazador, resumido a un montón de garras viejas, se arrastró como pudo al lado de su hacha. La tomó por el mango y maniobró un poco para darse cuenta del daño que le había ocasionado la rubia. Sonrió de medio lado, no podía caminar porque sus piernas estaban completamente adormecidas, sin embargo, un cazador como Crowley seguirá peleando a menos que se cercene la cabeza de su cuerpo o se extirpe el corazón de su torso. El hombre estalló en carcajadas sonoras y la apuntó con su poderosa arma. -¡Muéstrame más!- La invitó, la retó. No tenía la mínima idea del territorio hostil en el que se había metido, no obstante, él lo disfrutaría con desventaja que estuviese en su contra.

El viento cambió de dirección, él no lo notó. La gata se crispó sobre sus cuatro patas para después saltar sobre aquello que se ocultaba entre los arbustos. Al ver la transformación, Crowley se vio a si mismo a los ojos con aquel resplandor de lo desconocido destellando en súbita alteración de sus emociones. No identificaba la sensación ¿Era vértigo? ¿Miedo? ¿Fascinación? ¿Desconcierto? ¿Pánico? ¿Atracción? ¿Obsesión? ¿Adrenalina? ¿Terror? ¿Ímpetu? ¿Ahínco? ¿Recelo? ¿Odio? No, no, no… ¡NO! Nada de eso tenía que ver con la bizarra vorágine de sus entrañas. Observó el pelaje del puma y quedó asombrado por el lustre que recibía del sol. Pronto, desapareció en la maleza. Los sonidos que se descubrieron al otro lado, le parecieron familiares. Una orquesta que sólo las bestias y ellos como hombres pueden escuchar al atardecer, entre las filas de la batalla, en medio de la guerra. Los tambores resonaron, el rugir resurgió desde las profundidades y al final solo un alarido de descomunal estridencia fue la cúspide de la sinfonía. Salomé apareció segundos más tarde. Un rastro de sangre la perseguía, el cuerpo de un hombre muerto fue azotado contra la tierra y su rostro, ¡Jáh! ¡El jodido rostro del infeliz! –¡Estúpido esperpento de la humanidad!- Pronunció con repudio al confirmar sus sospechas. Supuso que debía darle las gracias al felino por deshacerse del Inquisidor que lo acechaba desde su última visita a las lejanas tierras de la India, pero como hombre de pocas palabras, sólo hizo un mohín.

Se puso de pie con dificultad. Su pierna izquierda aún no recuperaba su fuerza y es muy probable que no lo hiciera. La levantó hacia atrás, su hueso tronó y Crowley se quejó a causa del dolor. La bajó pero no apoyó su peso contra esta, estaba verdaderamente lesionado. Tendría que actuar en un solo pie. El sudor comenzó a gotear desde su frente a la altura de su barbilla. Un par de gotas cruzaron por sus ojos nublándole la vista. Se limpió con el antebrazo, pero la tierra sólo dificultó más su visión. ¡Maldición y ahora qué! Si no podía ver ¿Entonces? Escupió hacia un lado. Clavó sus orbes en el cuerpo de Salomé. Una sombra borrosa sólo eso apreciaba a través de la máscara y el cúmulo de suciedad. Cerró sus ojos, se concentró en el viento, olvidando por completo el dolor en su pierna. Dejó que la naturaleza fuese su guía. El sol apenas si tocaba su piel, era hora de deshacerse de los guantes. Las manos femeninas de Rhoswen se descubrieron, pero Crowley no se detuvo. Pasó la yema de su dedo índice por el filo del machete y se cortó. El olor a óxido y sal, se esparció cinco metros a la redonda. Sonrió. –Haz conseguido, lo que nadie… ¡Quiero quitarme la máscara!- Tras pensarlo unos segundos –Pero no lo haré, mejor me la quitas tú si me matas- Confesó. Ese sería el trofeo para Salomé. El cazador cargó todo su peso al pie buenisano, flexionó la rodilla lo suficiente y saltó fuera de su círculo protector contra ella. El hacha apuntaba en su contra, maniobró en el aire y al final arremetió en una superficie blanda “Plafh”. Se escuchó. Al momento no supo si golpeó en ella o le dio al cadáver, pero en el acto seguido golpeó el hocico del Puma despellejándose los nudillos y partiéndole el labio a ella. Con rapidez pero movimientos torpes, hizo girar su propio cuerpo para quedar a espaldas del puma, se recostó sobre su cuerpo y abrazó el cuello el cuello del animal con sus manos. Buscaba asfixiarlo de la misma forma en la que Hércules lo hizo con el león de Nemea, era su única salida. Si eso no funcionaba, Crowley estaría muerto.
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Mensaje por Salomé Ameris Dom Ago 12, 2012 11:58 am

En algún sitio de Francia, en algún lugar lejos de la ciudad de parís, parecía que el alma de aquellos dos seres extraños jugaban con juegos de niños mayores, sus brújulas estaban extraviadas, sus cuerpos se movían sin saber exactamente como lo hacían. Se preguntaba porque carajos el buen amor llega con un odio placentero y excitante. Sin importar cuál fuera la respuesta de aquella pregunta debía asegurarse de al menos salir viva de aquella batalla. La dulzura de las flores llegaba con más intensidad a sus fosas nasales, sus patas podían sentir el pasto crecer, su hocico bañado de sangre enemiga le hacía mostrar los dientes mientras se relamía aquel liquido carmesí que ella misma había sacado de la garganta de aquel intruso en su juego. Debía recordar que estaban en un momento intenso y decisivo. Si era así en las batallas ¿Cómo sería en la cama? Tal vez esa también sería un campo de guerra como el que estaban viviendo en ese momento. Que divertido era estar entre la vida y la muerte. Se consideraba tan afortunada de tener miedo de ser vencida, estaba casi que honrada de que aquel miedo de poder perder haya sido influenciado por el estúpido enmascarado.

Había escuchado aquel hueso quebrarse… los ojos del felino miraron al suelo, parecía no estar interesado, a ella le gustaba los retos, el ya no lo era, tenía muchas heridas como para seguir, aunque normalmente buscaría arrancarle la cabeza, no tenía interés alguno de hacerlo esta vez, tal vez porque ya había cazado a su presa de hoy, ya había descargado aquella energía de matar, de asesinar a sangre fría como había hecho hace unos segundos en aquellos arbustos. Bostezo inevitablemente aquello ya no le tenía mucha emoción… patético… aquel hombre se había vuelto patético… eso creía ella. No pudo evitar asombrarse a ver las manos tan delicadas que se acercaban al filo del machete. Dejo salir un gruñido sonoro mientras se ponía en posición para atacar. Sus hormonas eran puras testosteronas… ¿entonces…? No había más estrógeno de lo normal, pero la maldita mascara, aquella putrefacta y maldita mascara le evitaba oler bien sus hormonas, su cuerpo y su escancia…

¡El interés había nacido de nuevo! Como flor en primavera, floreció de forma rápida y hermosa. Le ayudaría a quitarse esa mascara que comenzaba a odiar de gran manera, Salome descubriría quien era… aquel era su nuevo interés. Deseaba volver a ser humana para demostrar lo complacida que estaba con aquello, con gusto lo mataría, lo desgarraría con sus dientes, aquella mascara estaría destrozada. Muerte súbita… podría llamarse aquello, el punto de oro para los dos ¿Quién ganaría?. El puma dejo salir un quejido. El cuerpo de Crowley estaba encima de ella, Salome deseo morderlo pero antes de poder hacerlo su hocico había sido bloqueado con aquellas manos de fémina, dejo salir un gruñido disgustada al sentir sus manos en el cuello, buscaba apretarle para asfixiarla.

Un leve suspiro salió de su hocico, comenzaba a dificultarle respirar, movió sus patas traseras hasta ponerlas en el pecho del cazador mientras las delanteras buscaban introducir sus garras entre las manos que le hacían daño. Realizo un golpe fallido con sus patas traseras, luego dio otro mientras también sus garras rasguñaban las manos de aquel ser. El rugido de dolor se asomo por su garganta. Su fuerza era considerable, pero siempre había un punto en el cual se comenzaba a cansar, si no lo alejaba pronto terminaría cansada. Se había quedado unos segundos quieta para luego dar el último impulso que mando lejos el cuerpo de Crowley. El puma algo desorientado comenzó a caminar hacia otro lado, sacudiendo su cabeza, desorientada, el aire comenzaba a llegarle a sus pulmones, su recuperación, por suerte era rápida.

Alzo la mirada hacia el cielo, era hermoso, le gustaba el color azul que tenia aquel día. El puma distraído comenzaba a caminar hasta encontrarse con el riachuelo, todo el agua con sus patas volviendo en si luego de estar completamente desorientado, giro su rostro buscando a Crowley. Lo visualizo casi levantado. Lástima, no tenía la habilidad para regenerarse como lo hacían los cambiaformas. Sacudió su cuerpo dejando que su pelaje se moviera de un lado a otro, su vista estaba un poco borrosa pero podría mantenerse por unos minutos más. Dejo salir un rugido mirándole, juguetonamente comenzó a moverse alrededor de el, de un lado a otro sin perder de vista su arma, pronto sin previo aviso sus músculos se sentaron y cayó encima de el llevándolo nuevamente al polvoroso piso. Su ronroneo se podía escuchar claramente, era un animal grande pero parecía completamente un minino, sus patas delanteras estaban en cada hombro, se acerco a él para oler la máscara mal oliente que le cubría la cara, abrió su hocico mostrándole sus grandes dientes. Si deseaba podría arrancarle media cara, no lo mataría, lo haría sufrir, pero nadie sabía exactamente lo que pasaba por la cabeza de aquellos dos. Paso su lengua por el cuello dejando salir un ronroneo de simple placer, su cola se movía de un lado a otro mientras estaba alta. “vamos a jugar” decía todo su cuerpo con entusiasmo.

Su juguete favorito se había desgastado, era mejor repararlo primero para luego seguir jugando, no estaría dando su 100% si no le daba una oportunidad de estar al máximo. Prácticamente se acostó en su cuerpo, sus patas estaban en su pecho, su arma lejos, sus brazos inmovilizados por sus grandes garras, el puma ladeaba juguetonamente la cabeza mientras fijamente miraba los orbes de aquella mascara, se podría quedar así por un buen rato, pero debía reparar a su nuevo favorito juguete para poder destrozarlo nuevamente… esperaba que la próxima durara un poco mas…
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Mensaje por Crowley Missös Mar Ago 28, 2012 11:03 pm

Dolor ¿Qué es el dolor si no el sublime recordatorio de que aún estás vivo? Para una beta insensible como él, era la única sensación que realmente valía la pena en medio de toda esa parafernalia de emociones humanas. Su miedo, los miedos de cualquiera sin importan que tan fuertes o débiles fuesen, alimentaban su retorcida mente dándole capacidades extraordinarias y una visión poco ortodoxa sobre la vida pero ¿Quién era Crowley realmente? Tras esa máscara de piel humana, se escondía la fragilidad de una dama, una niña que lo había perdido todo a causa de la devastación y la avaricia del hombre. ¿Quién podría imaginarlo? Su perturbadora sonrisa causaba escalofríos, la gente solía huir de él lo más rápido posible. Nadie preguntaba, en verdad a nadie le interesaba quien se escondía tras ese miserable antifaz de demencia. Eso era lo que Crowley más les agradecía. En silencio, los admiraba con repudio, con celos, con envidia. Pero ninguna de sus víctimas lo sospecharía porque ante sus ojos no era más que la representación demoniaca de todas y cada una de sus pesadillas. Un sujeto que no le tenía miedo a nada, ni siquiera a su propia hacha.

La gata se agazapó sobre su cuerpo. El cazador murmuró el nombre de su verdugo, eso le ocasionaría placer. Una sensación tan estrafalaria como el orgasmo tántrico en el ojo del huracán. Lo sabía, esa mujer se movía igual que uno de los suyos, la desgraciada disfrutaba del juego tanto o más que él y, era ahí en donde los remolinos vertiginosos de sus pensamientos se revolvían. No sabía a ciencia exacta si lo excitaba o lo hacía enfurecer. Con la burla marcada en el destello de sus ojos, observó movimientos juguetones del felino, como aquel cachorro infeliz que suplica a su amo un poco de atención –¿Conque a la gata le falta un ovillo?- Respondió sardónico al rugido ‘amenazador’ de la princesita encaprichada. Rodeó sus ojos. Las garras en su pecho lograron adherirse a su piel, pero la peste de su sangre sólo era un vil halo comparado al olor que ella despedía. El tiempo se le agotaba al cazador, tenía idealizar alguna forma de salir de ahí. Salomé poseía el control y eso no era precisamente parte del plan que consideró en un tiempo remoto. Entrecerró los ojos suspirando melancólico. Un estúpido teatro que por obvias razones nadie le creería. Levantó el rostro hasta quedar a escasos centímetros del hocico gatuno. Sacó la lengua y la lamió. Paladeó el sabor quedándose quieto para concentrarse en la rara mezcla que su boca había captado. Torció los labios, chasqueó la lengua. –Curioso- Susurró mientras sus manos tomaban un poco de tierra y zacate. La lanzó directo a sus ojos para cegarla un par de segundos y tomar ventaja.

Los brazos de Crowley, doblaron la patas de la bestia. Conjugando la fuerza de su cuerpo con la de ella, en un movimiento inesperado, la derribó a su lado. Utilizó la rodilla para golpear una de sus costillas. El sonido sordo le causó insatisfacción, por lo que agachó la cabeza hasta esa zona y clavó los dientes en su piel. Mordió tan fuerte y sin compasión alguna que un pedazo de carne se desprendió del puma. Ahora era su barbilla la que se encontraba bañada de un toque escarlata, casi negro. Se relamió las fauces tragando la sangre. Hizo un mohín. Jamás la había probado, pese a todas las atrocidades que comete, sus labios no tuvieron contacto alguno con la piel humana de esa forma. El pensamiento asaltó su cabeza profiriéndole aterradoras ideas. Si el canibalismo se consideraba pecado, ¿Qué tan malo sería si se traga a Salomé aún siendo un animal? No importaban los cómo, él lo averiguaría.

Con la criatura tirada a un lado de él, alzó la vista por encima de la maleza. Buscaba el maldito látigo ¿Dónde carajo había quedado? Lo necesitaba para poder atarla de las patas. La tomaría por la cola y le arrastraría sobre un sendero de espinas bañadas en veneno, pero… ¿Cómo hacerlo? Mordió la camisa que llevaba puesta y rasgó una de las mangas. El pedazo de tela no fue lo suficientemente largo para poder atrapar sus cuatro patas, sin embargo, él no era tonto. No. La astucia formaba parte de su ser tanto como esa repulsiva máscara. Sujeto la pata delantera izquierda importándole un verdadero comino su las otras tres intentaban convertir su cuerpo en trizas. Después fue a por la pata derecha de las traseras. Así no podía ponerse de pie, tampoco caminar, mucho menos correr. El cazador, dejó salir un suspiro de alivio, como si estuviese jodidamente cansado, como si la vida estuviese a punto de ceder ante la muerte. Pasó su antebrazo por la frente de la misma forma en que alguien lo hace para retirar las gotas de sudor. Antes de ponerse de pie, nalgueó al puma –Bien hecho, bestia- (se mordió la lengua). Estuvo a punto de cogerle por la cola cuando algo lo distrajo. ¿Qué demonios era aquel humo negro que se asomaba tras las copas de los árboles? Voces, había más voces aproximándose hasta ellos justo por donde el otro sujeto fue descubierto.
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Mensaje por Salomé Ameris Lun Oct 08, 2012 5:08 pm

Todo él era un ser magnifico y egocéntrico, el felino movió su hocico al sentir como había sido lamido, comenzaba a sentirse como aquellos mininos siendo consentidos por su amo cuando le regalaban un excelente juguete como lo era este cazador con una envidiable experiencia, pero siendo claros Salome era más vieja que él, se sabía muchos trucos que ni la iglesia sabia que ella tenía aquel conocimiento, eso era lo divertido de tratar con ella… que nunca sabia con que saldría, sus garras se aferraron aun mas al pecho de su enemigo, sentía que estaba a punto de comenzar un movimientos para contrarrestar el suyo, así que entre más dolor le proporcionara… más hermoso sería el resultado de aquella batalla épica entre dos titanes que demostraban lo poco que podrían hacer….-GRARR- ¡Ese hijo de puta deseaba morir hoy! Estaba tan deseo de probar la muerte en las garras de salome que no sabía cómo provocarla y pensar que la considerada cambiaforma lo iba a dejar vivir un poco más para simplemente tener una mejor partida, pero ahora todo había cambiado ¡iba a morir! Salome se movió un poco desorientada hacia atrás, dejándolo libre, sus patas se apoyaban en sus ojos buscando quitar lo que le molestaba, pero era muy difícil…

Sin darse cuenta ya podía sentir el suelo en su espalda, busco moverse pero él la tenia sujetada firmemente, dejo salir un gruñido, deseaba en esos momentos arrancarle la cabeza con sus propios dientes, pero su hocico no llegaba a donde él estaba. Aquel golpe en su costillas dejo indefensa por más de diez segundos, todo su aire se había ido y con ella sus fuerzas, comenzaba a desorientarse, buscaba la forma de tomar aire pero sus pulmones aun estaban colapsados-AHHHRRR- un gemido de dolor mezclado con el placer de sentir los dientes siendo calvados en su piel hizo que se retorciera hasta un punto que parecía una serpiente de mar atrapada en una red. Sintió en aquella parte más ligera, algo estaba o mejor dicho algo faltaba… no lo podría creer mientras veía como el rostro de su enemigo se volvía carmesí, deseaba insultarlo, pero era un animal que no hablaba, solamente podría refunfuñar y gestionar sus expresiones con leves gruñidos.

Sus ojos comenzaban a ver una figura borrosa, sus pulmones comenzaban a llenarse de aire, su sistemas comenzaban a funcionar correctamente, aunque aquella herida era profunda y dolía mas de lo que pensaba, comenzaba a obtener aquellas fuerzas perdidas, en esos momentos le daba gracias al demonio mismo por cogerse a su antepasado y ella haber podido nacer cambiaforma, porque un humano común y corriente no soportaría aquello tanto tiempo, si ella misma que era una cambiante, una sobrenatural comenzaba a sentirse fatigada y las heridas comenzaban a pagar un precio, un humano sería mucho peor… pero entonces ¿Qué era Crowley? Ah… estaba segura que él no era un humano normal.. ¡Él era uno de aquellos descendientes de los mismos dioses! Y eso era lo que más le gustaba. Aunque comenzaba a tener fuerza no se precipito a un movimiento inoportuno, debía reponerse por completo, el olor de la máscara y ahora de las sangres entremezcladas servían como un bloqueo para su olfato, así que de lo que en estos momentos dependía era de una visión borrosa. ¿No era emocionante? Tantas cosas fuera de su alcance, tantas cosas en desventajas… ¡lo hacían ser mil por ciento más divertido!

Loa gruñidos del animal era de esperarse, buscaba evitar que se le opresara con algo así, pero fue en vano, aun estaba algo débil así que se le fue relativamente fácil atraparle las patas… pero si pensaba que eso detendría a salome por mucho tiempo… estaba tan equivocado que aquello seria su pasaje a la funeraria de la mismísima Ameris –grrr…- estaba a punto de lanzarle una mordida a su máscara para destrozarla por atreverse a tocarla. ¡Eso solamente lo permitiría después de la tercera cita! Aunque aquello no era una cita… pero en fin. Sus sentidos agudos escucharon el crujir de algunas ramas y su olfato algo saturado olían a cenizas, aquel resultado cuando una estúpida persona juega con juego, bueno al parecer era momento de irse… dejo salir un leve suspiro acomodándose o tratando de acomodarse, porque cayó al piso como si de un saco de papas se tratara, dejo salir un leve bufido mientras su piel peluda comenzaba a desaparecer, sus cuatros patas se escandían formándose los dedos amplios y finos de salome, sus muslos desnudos se extendían mientras aquella cola desaparecía, comenzaba a contraerse hasta llegar a desaparecer completamente. Poco a poco el cabello alborotado de salome golpeo el suelo y su rostro manchado de polvo y sangre apareció entre aquella maleza de cabello rubio.

Estaba completamente desnuda y parecía que aquello no le importaba, se acostó boca arriba desatando el nudo que unía su mano izquierda con su pie derecho-Esto dolerá por la mañana- susurro buscando levantándose, pero al hacerlo noto que tenía una dos costillas rotas y obviamente le faltaba un pedazo de carne en tu torso. Se sentó en el suelo mientras veía a su amado y queridísimo enemigo pendiente de aquel humo que se veía mucho más allá. Se levanto para estirarse y dejar salir un bostezo-Buenooooo.. fue un placer casi sexual, pero debo irme, además- miro de reojo de donde provenía las voces que estarían en unos diez minutos en ese lugar-No estoy interesada en jugar con unos inquisidores que deseen llevarme ante su exelenciaaa…- dejo salir un bufido para luego comenzar a caminar en dirección contraria al de donde provenía las voces, un poco lento pues dolía todo su cuerpo
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Mensaje por Crowley Missös Dom Oct 14, 2012 2:30 pm

Los pesados pasos de aquellos hombres se aproximaban peligrosamente hasta ellos. Crowley no quería dar explicaciones de por qué estaba ahí, quién era o lo que hacía en ese apartado lugar de la ciudad. Seguramente ninguno de esos tipos repararía en preguntárselo de forma cordial y por supuesto, en el estado en el que se encontraba, era bastante probable la pérdida del hombre. Vaciló un par de segundos antes de poder discernir el movimiento a ejecutar en seguida. Rugió por debajo. ¡Quería seguir jugando con el gato! Nada en la vida le resultó tan fascinante como esa bestia, caprichosa, engreía, sarcástica, altanera y… de no ser porque se encontraban en el lado opuesto de la balanza seguramente Crowley se hubiese sentido atraído por ella pero jamás funcionaría. La sonrisa torcida cruzó por sus labios, había cosas para él más importantes e incluso más placenteras que el placer carnal y una de ellas consta en desollar al enemigo. Movió la cabeza de un lado a otro haciendo tronar cada hueso de su cuello, descansó con el último sonido de este y suspiró con la vista en dirección al norte. Con los ojos cerrados se embriagó por última vez de aquel aroma que desprendían las plantas, la sangre del mortal, la peste de la bestia y por supuesto la esencia misma del cazador. ¡Monumentalmente artístico! Girándose sobre sus talones, quiso buscar el cuerpo del felino pero este ya se había movido de su lugar, esto además de causarle disgusto, le provocó una ignota admiración por el enemigo. Sí, definitivamente recordaría ese día más que los demás.

Mientras ella escupía aquellas palabras casi como si fuesen un halago para él, Crowley se encaminó hasta el cuerpo inerte del otro cazador. Lo hizo voltear hacia el frente con una patada. La mirada celeste pero ausente del sujeto, pudo haber congelado el corazón de su verdugo, la realidad fue otra. El estímulo fue tal que, si las erecciones de Crowley dependiesen de aquello, entonces estaría más que dispuesto para enfrentarse en una batallaba carnal. Esculcó las ropas del individuo, lo que encontró fue perfecto para lo que tramaba. Con la navaja rasgo las prendas hasta abrirse paso a la perfecta piel de su pecho. Una piel pálida, casi perfecta a no ser porque poseía un par de lunares sobre el pectoral izquierdo. Gruñó. ¡Eso no le serviría para su nueva máscara! El maldito infeliz es bastante exigente con las muestras de dermis que toma ‘prestadas’ para diseñar su nuevo disfraz. ¡Estaba molesto! Sin embargo, aunque esa piel no le sirviese para su objetivo principal, si lo haría para engalanar sus trofeos o mejor aún, añadir una página nueva a su diario. Antes de cortar el trozo que le corresponde sólo porque él así lo quiere, escribió un nombre en el torso del muerto, el nombre de aquella persona a la que le dedicaría su nueva adquisición. Una oda al desventurado. Salomé Ameris. Las líneas fueron seguidas por un rastro de sangre coagulada. Cortó cuidadosamente la piel asegurándose que aquel nombre quedase justo en el centro de su improvisada tela. Rebanó con esmeró, cada fibra, cada textura por debajo de esa encantadora piel, era cercenada por el filo de la navaja dejando un sonido casi sordo, pero lo suficientemente audible como para que, aquellos que conociesen el movimiento de una espada al cortar una cabeza, sintiesen el terror adueñarse de su consciencia.

-¡¿Tú?!- Gritó uno de los hombres mientras lo señalaba con un rifle. Sí, lo conocían. Era el hombre que les quitaba la piel y jugaba para ambos lados. Quien pagara mejor tendría los servicios del cazador así como su cabeza postrada ante sus pies. Algunos le temían, otros intentaban imitarlo pero la repugnancia de sus actos era más fuerte que la voluntad o la admiración de los pocos. Se carcajeó. Uno de los sujetos se echó a correr detrás de la hembra desnuda. ¡Ah, que desperdicio de mujer! –Te matará si la sigues- Le advirtió pero el estúpido no le hizo caso. Si el cuerpo era encontrado al amanecer al siguiente día, no sería culpa de él. Que después no se quejen. Hizo un mohín. No porque fuese un jodido niño infantil, si no porque necesitaba calcular el daño que esa mujer le había provocado a su cuerpo. Estaba jodidamente grave. No podría contra ellos y quizá ese fuese su fin, pero él siempre había soñado con ser torturado de la peor forma jamás imaginada. Quizá lo montasen en la rueda, lo amarraran a los caballos y que estos lo arrastrasen por toda Paris hasta que sus entrañas fuesen la alfombra de las calles y no haya nada más dentro de su cuerpo que piedra, grava, tierra. Oh, sí. La muerte perfecta para un enfermo como él. Observó por última vez el cuerpo de Salomé y guardó el pedazo de piel en el bolsillo de su camisón. Sacó el último de sus juguetes pirotécnicos y creó una nube de humo.
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Mensaje por Salomé Ameris Mar Nov 06, 2012 1:56 pm

Un bueno momento fue interrumpido y estaba un poco irritada ¿Por qué seria esa irritación? ¿por haber sentido que casi perdía? Oh no, aquel sentimiento de sentir que cas había terminado su historia en manos de aquel cazador, le hacían sentir más viva que nunca. Los espasmos de su músculos le recordaban la presencia del cazador en cada uno de los golpees que ella le había dado y pensar que estaba ya mal herido, que su fuerza era poca. ¡Qué excitante había sido! Un contrincante como el… ¡un humano…! Le había hecho el daño suficiente como que ella se retorciera de dolor. Dejo salir una risilla mientras sentía como una de sus costillas rotas comenzaba a buscar formarse, restaurarse gracias a su condición de cambiante, pero aquello era lo más doloroso que podría haber en la faz de la tierra, más doloroso que el mismo cuerpo, ya que los músculos se contraían, hacían el trabajo de unos cuantos meses de forma tan acelerada que no dejaban respirar a Salome para que esta pudiera al menos resistir un poco. Tuvo que hincarse en medio de su camino posando una de sus sucias manos en su piel desnuda para así presionar los dos pedazos de costillas que como amantes buscaban unirse. El alivio más grande de toda su larga vida fue sentir como aquellos dos pedazos de huesos se unían en dos, otro alivio para ella era sentir como las capas de músculos y piel comenzaban a formarse entre la fuente de sangre en donde aquel maniático había mordido.

-bueno todos tienen sus fetiches- susurro riendo de forma suave. Pudo por fin levantarse sin tanto dolor. Dejo escapar un suspiro que había inflado todo su pecho y por fin descansado, estaba dispuesta a seguir cuando sus oídos escucharon los alaridos y los pasos aun más cercanos de aquellos estúpidos que habían interrumpido una danza tan retorcida, singular e infinitamente interesante. Los odiaba, deseaba matarlos por aquella insolencia, pero era mejor quedarse quietos por ahora, no sabía exactamente cuántos eran y aunque ella estaba loca, no estaba lo suficientemente demente como para abalanzarse sin pensar en la situación y analizar al enemigo.

Siguió caminando tranquilamente, con un paso apresurado, pero no el suficiente como para pensar que estaba huyendo, su cuerpo desnudo se estremecía con cada brisa primaveral que pasaba, su cabello hecho un desastre descansaba por su espalda dejando una línea casi perfecta para llegar a sus nalgas firmes, blancas y redondas que se movían con una gracia meramente felina. Su cuerpo giro al escuchar como una pequeña explosión aprecia entre el lugar en donde habían estado luchando, dejo salir una sonrisilla –oh… cariño sabía que no morirás en manos de esos incompetentes- susurro con notable emoción en su voz mientras buscaba seguir su camino mientras las ultimas heridas de su cuerpo se estaban sanando.

Algunas personas son más estúpidas que otras. Salome pudo sentir el crujir de las ramas al momento que aquel cazador estaba corriendo detrás de ella, pero no hizo nada precipitado, dejo que este creyera que su presencia no había sido captada, pero era eso totalmente ridículo siendo ella un sobrenatural y en su respiración irregular, en su persuasiones se notaba que el chico era inteligente porque parecía no caer en ese cuanto chino que le mostraba la cambiante que seguía caminando tranquilamente. Pero humano es humano, ataco de forma muy temprana, Salome solamente tuvo que esquivar la bala girando hacia la derecha para luego cambiar a un felino más grande en el momento que sus patas se abalanzaban hacia su enemigo y así buscar su cuello y desgarrárselo de forma tan fácil que le pareció aburrido. Dejo el cuerpo desangrándose en ese lugar para luego seguir caminando como un hermoso puma.

Ahora buscaría la forma de llegar a casa, estaría de esa forma hasta llegar cerca de la ciudad, donde los arboles ya fueron mutilados y no hay mas lugares para esconderse en aquella forma tan grande, se convertiría en algo más factible, un pequeño animal que la llevaría a su hogar para así descansar por cierto tiempo hasta que las heridas internas estuvieran completamente sanadas, luego… ¿Qué vendría después? Investigaría a su nuevo interés y buscaría cualquier forma para volver a tener una cita con él y a ver cómo salía todo. Deseaba saber el resultado de un buen combate, comenzaba a desesperarse por sentir la ira creciente de sentir que los habían interrumpido, era como la misma frustración que la persona siente cuando le han interrumpido el sagrado y valioso acto sexual, porque para ellos –personas retorcidas que ya no buscan un tacto carnal- eso era lo más cercano a buscar un orgasmo y un placer mas allá de los limites considerados “Normales”.
Su placer llegaba con la muerte.
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