A papel y tinta

por **Eliane Mirbeau** Sáb Abr 28, 2012 2:22 pm

He sido afortunada, desde que llegué a Paris, había vagado sin rumbo en búsqueda de un trabajo que me brindara la tranquilidad de dormir bajo un techo y una cama caliente, yo tan sólo era una jovencita que no sabía a qué nuevas experiencias tanto buenas como malas me iban a pasar. Recuerdo con gratitud ese día de noviembre, justo cuando el clima de la ciudad nos impide vagar por las calles a nuestro placer, un frio que corroe los huesos y lastima la piel, lo único que me gustaba era el olor de la tierra mojada después de una nevada o la lluvia, mi cuerpo estaba a la intemperie, dormía en los jardines dónde la gente pasaba por momentos viéndome con aquella mirada compasiva y otros muchos otros de repulsión, hasta que llegó él…

Era un hombre distinto, su ropa hablaba por sí mismo, era elegante y sustancioso, su olor era…dulce, muy parecida a la lavanda, era fresco, primaveral a diferencia del paisaje que se extendía a mis ojos, cuando el olor llamó mi atención e hizo que abriera mis ojos ellos se cruzaron con los suyos, me veían, me contemplaban con una mirada diferente, no era compasión, tampoco asco o repulsión, sino más bien parecía una dónde admiraba mi fuerza de voluntad por estar ahí bajo el frio y en mis austeras condiciones.

Me levanté, reincorporándome lenta y cuidadosamente en mi lugar, él se mantenía aún de pie frente a mí, quitó su sombrero de su cabeza y lo empalmo quitando con sus manos los rocíos de pequeñas gotas que se habían colado durante la lluvia, me obsequio una sonrisa –y que sonrisa- que me devolvió el aliento en cuestión de segundos, describirlo con detalle se me hace tan difícil, pues no quiero pasar por alto nada que defina a Joshue.

-He venido más de diez años a este jardín y jamás te había visto por aquí – me dijo y temí por ser despojada de mi lugar en dónde en cierta manera había encontrado un poco de paz entre la metrópolis que se movía sedienta de más y más, que no descansaba ni un segundo, no se parecía ni por un momento a todas as hermosas historias que mi madre me había contado por las noches, cuando yo me disponía a dormir, cuentos de princesas y príncipes, de hombres y mujeres galantes que adornaban sus calles con esplendor, ese era el París que ella me contaba, yo veía al Paris real:

-Tranquila, no te asustes ¿Puedo sentarme?- me preguntó con calma.
y yo asentí con cierta desconfianza -Sí, adelante…-
-Es un día muy frío para que estés aquí ¿No tienes a dónde ir? – volvió a preguntar aunque ahora su mirada parecía preocupada y melancólica también.
-No Monsieur, no tengo a dónde ir, mi casa…mi casa la perdí y he venido a Paris para buscar a los responsables de mi perdida…- el coraje me embargó, respondí tajante, sin sentido, su pregunta había sido clara y objetiva, mi respuesta sólo me hacía parecer victima de la situación.
-Debes sentirte muy sola, entonces… Nos parecemos un poco, aunque mi soledad es diferente-

“Diferente?” me pregunté en mi interior ¿Qué podía ser tan diferente su soledad de la mía, implicaba lo mismo, no tener a nadie a nuestro alrededor que valiera lo suficiente para entregar nuestro corazón?

-A qué se refiere con diferente, Monsieur – pregunté curiosa esperando obtener una respuesta de él, aunque sentía desconfianza en tenerlo ahí frente mío, agradecía que no se hubiera ido, pues contemplarlo me parecía simplemente una obra de arte; su piel pálida como la luna, sus ojos del color del océano y su cabello castaño me volvían loca, no podía existir semejante belleza, arruinaba el color de las flores en primavera y todo el esplendor de los arboles si él apareciera ahí.

-Eres curiosa, pero poco a poco lo irás descubriendo, cuando yo pueda enseñarte lo hermoso que puede ser Paris, realmente necesitas dónde quedarte esta noche y muchos otros días más, podré ayudarte, tengo un lugar perfecto, ahí tendrás cobijo y un techo que te resguarde del clima, pero tu deberás de buscar un trabajo dónde te mantengas, puedo enviarte a varios sitios, pero no serán todos de tu agrado…- me explicó detenidamente, en su boca había algo que me convencía, sus labios se movían al compaz de las letras que pronunciaba y creaban palabras grácilmente que me llamaban e hipnotizaban, después de nuestro encuentro, y sin saber por mucho lo que pasaría después, accedí a retirarme con él, era extraño pues a lado de ese desconocido me sentía segura, no sentía la deriva que me aprisionó llegando a la ciudad, calmé las palpitaciones de mi corazón ya que por momentos sentía que él era capaz de escucharlos, me calmé y continúe siguiéndolo hasta un callejón que terminaba en una pequeña choza en el centro de la metrópolis, ahí me aguardaba un destino diferente.

La casita era medianamente humilde, tenia lo necesario, no había cuartos grandes y tampoco ostentosos, eran justo para la clase media, con una cama suficientemente grande como para dormir a mis expensas y una pequeña habitación de estar:

-Esto es demasiado para mí – dije preocupada alzando mi rostro para contemplarlo, para mi sorpresa su mirada había cambiado, era diferente, vacía, incontrolable, estaba segura de que no era el mismo que me había encontrado en aquel lugar, por el miedo y la impresión di un paso atrás, tratando de no ser descubierta, demasiado tarde, en un par de segundos sus brazos me rodeaban y estrujaban a tal punto de sentir como mis huesos se arremolinaban en mi interior, saqué un grito ahogado que el apagó con un beso profundo que correspondí, no sé porque lo hacia ¿qué había en él que tanto me atraía? ¿Qué había en ese hombre que me hacia palidecer y sonrojarme de tan sólo verme? ¿Era posible que un extraño pudiera lograr en mi lo que ningún hombre había logrado?

- No temas…- dijo en un susurro apagado por un suspiro – No te voy a lastimar, no lo haría si tu no quisieras…- resalto la ultima frase ¿Si yo no quisiera? ¿A que se refería? ¿Por qué tendría que permitir que me lastimara? ¿A que tipo de sufrimiento o dolor se refería; al físico o al emocional?.

Besó mi cuello con suavidad, paso rozando en uno de mis hombros la punta de sus dedos rozándome la piel y estremeciéndome por completo, hasta que se detuvo en mi mejilla la cual acaricio

-¿Cual es tu nombre?- preguntó
-Eliane…-
-¿Ese es tu nombre real?- volvió a preguntar dudosamente
-Sí ¿real a que se refiere?-
- Eliane, que hermoso nombre, refleja al pie de la letra la belleza de su portadora – replicó sin responder a mi pregunta – Eliane, podrás llamarte Lian desde hoy, no deseo llamarte por tu nombre, pues te hará recordar tu pasado…- sus palabras me conmovieron, mi corazón se estrujó, él no buscaba lastimarme, me consolaba su presencia, pero también por un lado temía, temía mucho, temblaba de miedo al conocerlo por completo…

Ese día determinó mi estadía en Paris, Joshue me visitaba cada noche, mi cama era nuestro lecho de amor – o algo parecido- no podía corresponderle de otra manera que no fuera piel con piel, no podía permitirme seguir en la ciudad sin lograr mis objetivos, en cierta forma lo usaba y él lo sabía.

Aunque él no me reprochara ni mis contados besos y mis noches austeras de amor, su mirada decía que buscaba algo más en mi, pero yo no podía darme el lujo de enamorarme de ese hombre tan hermoso, mi corazón era algo que cuidaba con recelo, aunque no me deparaba un futuro muy fructífero en mi condición decidí trabajar en uno de los burdeles más caros de Paris, ahí aprendí mil formas de persuadir a Joshue, el cual sin más decidió partir de mi lado, sin ninguna carta tampoco ninguna explicación, así como apareció se esfumo con el viento, dejándome un montón de recuerdos, papel…y tinta.