Los Montesco y los Capuleto. (Privado)

-¡Llévame al teatro!-su hermana, Clarise Bergerac, se presentó en la mansión de su hermano después de la última transformación de éste. Sabia que la única forma de acorralar a Cyrano era que este se encontraba inmovilizado en la cama, débil y agotado, poco dispuesto a presentar batalla y menos todavía dar argumentos de peso para evitar tener que complacerla. Asi que Clarise se personó en la habitación de su hermano, ella misma abrió la puesta sin siquiera tocar, se movió por el gran dormitorio, observando el cuerpo dormido de Cyrano, tapado con las sábanas que delineaban el masculino y musculos cuerpo, una invitación a la imiginación de cualquier dama menos ella, había visto desnudo a Cyrano demasiadas veces, por suerte era algo que nunca le confesó a su esposo, no quería que la considerara una golfa.

Se aproximó a los grandes ventanales y los descorrió con ímpetu, la luz del sol entró a raudales y un quejido de protesta se escuchó desde el lecho, seguido de un gruñido de desaprobación por la luminosidad que ahora bañaba todo el cuarto.

-Por Dios, Clarise, ¿era necesario descorrer toda la maldita cortina?-Cyrano se cubrió hasta la cabeza con las sábanas-vuelve mañana-no estaba dispuesto ni a escucharla.

Clarise avanzó hasta la cama, era una mujer de más de treinta años, al contrario que su hermano, ella sí había envejecido, se había casado y tenía dos hijos, Armand y Lamond. Se paró justo al borde de la misma y comenzó a halar de las sábanas pero Cyrano las sujetaba con otro gruñido hasta que ella optó por echarse encima de él, finalmente, Cyrano río alto, era una risa masculina, sincera y profunda. Se sentó y la cogió suavemente por los hombros para separarla de él, mirándola a los ojos.

-Clarise, tienes la mala costumbre de nunca llamar a mi puerta, ¿qué habría ocurrido si hubiera estado haciendo el amor con alguien?

-Probablemente no me hubiera escandalizado-replicón con soltura-¡Llévame al teatro!

Cyrano gruñó, pasando los dedos por sus oscuros cabellos, su pecho ancho y lampiño asomaba sobre los cobertores-Que te lleve tu santo esposo, para eso estás casada.

-Michelle tiene negocios y anda ocupado. Por cierto, ¿hace cuánto no tienes un amante?-sonrió, pícaramente.

Cyrano accedió llevarla al teatro antes de tener que someterse a un interrogatorio incómodo. Y allí estaba ahora, solo, su hermana se había resfriado y justo al caer el sol, cuando fue a recogerla, no pudo bajar. Cyrano no estaba dispuesto irse a casa, aprovecharia para cenar fuera de la misma, necesitaba caminar un poco aunque le estuviera doliendo todo el cuerpo. La obra que se estaba pasando en aquel momento era Romeo y Julieta, no era de sus preferidas, le gustaba más Hamlet. Se atavió con una levita de terciopelo rojo, que se alargaba hasta la rodilla, entallada, con solaplas, botones dorados, un chaleco de brocado blanco debajo y la camisa de seda del mismo tono, unos calzones ajustado hasta las rodillas y las botas de cuero marrón. Había reservado un palco privado con la esperanza de compartirlo con su hermana pero al parecer tendría que beberse el champage el solo.

En situaciones como aquella, Cyrano, no se molestaba en usar el sentido del olfato, lo único que conseguiría sería un gran dolor de cabeza y una saturación desagradable. Lo primero que lo molestaba eran los intensos perfumes que usaban las damas, muchos de ellos se usaban para encubrir el olor corpora aunque pareciera algo inaudito, muchos miembros de la clase alta y de la nobleza, teniendo acceso al agua, no solían bañarse asiduamente. Bajo todo el brocado, el terciopelo, el algodón, aquellos cuerpos llevaban varios dias sudandos sin ser aseados y para camuflarlo, se vertían grandes cantidades de perfume y eso le resultaba insoportable. Cyrano se bañaba todos los días, siendo un licántropo era muy sensible a los aromas y más sensible al que él mismo desprendía, no usaba colonia, su aroma natural era parecido a la menta.

Así que ni siquiera se molestó en alza la cabeza mientras a abría paso, observando el programa que le habían hecho entrega a la entrada donde explicaban en cuantos actos de dividiría la obra y los servicios a los cuales tendría acceso. Se acercó a una mesa larga a un lado de la sala donde esperaban ser llamados para entrar, una gran araña de cristal colgaba del techo y las paredes estaban tapizadas de rojo al igual que el suelo. Ni se molestó en llamar a uno de los camareros que circulaban entre la gente, directamente cogió una de las copas de champage que estaban al lado de unos canapés, bebió un sorbo y frunció el ceño, se le subía demasiado rápido, consecuencia de haber salido recientemente de la transformación.

Volvió a examinar el programa mientras daba otro sorbo al dorado líquido que burbujeó en su garganta mientras descendía por ésta. Se giró y chocó contra un cuerpo delicado, sin pararse a pensar, alargó el brazo y rodeó la estrecha cintura femenina para que no perdiera el equilibrio y sus ojos oscuros se quedaron prendidos de la vampiresa, hasta él llego su aroma sobrenatural, ningún mortal olería de aquella manera, era una mezcla de flores, noche y muerte. Frunció el ceño, despacio su mano abandonó su talle, mirándola aun a los ojos, lo último que hubiera esperado aquella noche era encontrarse con un caminante de la noche.

-Discúlpeme, madam.-no apartó sus ojos de su rostro, notando la tensión que crecía entre ellos de forma inevitable, era natural que cuando dos depredadores se encontraban cara a cara, hubiera una agresividad silenciosas, suspendida en el aire. Cyrano ladeó el rostro cuando se escuchó la campanilla que llamaba para que entraran. La miró una úlitma vez y se apartó de su lado, llevándose la copa de champage, avanzando para perderse entre los demás espectádores, cuanto más espacio hubiera entre él y la vampiresa era mejor,nunca se sabía como podía acabar el encuntro entre un vampiro y un licántropo.

Subió las escaleras hasta la segunda planta y entregó su entrada para que lo acomodaran en el palco privado donde había dos cómodas butacas, se permtió dar un pequeño suspiro de alivio, solo fue un encuntro breve, esa noche no se sentía fuerte, su cuerpo estaba dolorido por la reciente transformación.