AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Haced cantar al ruiseñor [Vincent Cromwell]
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Haced cantar al ruiseñor [Vincent Cromwell]
Recuerdo del primer mensaje :
Vincent Cromwell, el nombre se alojaba en cada pensamiento que comenzaba a surgir. Sonaba a un rezo y una plegaria, a una oferta y tentación, se le antojaba en posesión de un hombre viejo y sabio con algunos níveos cabellos comenzando a surcar sus sienes o quizás con el rostro arrugado y la dentadura amarilla por los años. Repetía el nombre sin llegarlo a pronunciar aunque las palabras tenían sonido en su interior, aun no olvidaba el siseo de la s o el ronco ronroneo de la r o la caricia de su lengua sobre su paladar ante la y. Y al recordar solo comenzaba a anhelar más.
Llevaba entre sus manos una hoja sellada y firmada en una lengua que desconocía en su totalidad. Aunque, las indicaciones de la mujer habían sido precisas, sin opción alguna para fallar. Doblo en la calle mencionada encontrando toda seña y punto que le había mencionado la mujer, cada piedra estaba en su lugar “Nada has de mencionar” recordó, observando con curiosidad los dobladillos de la hoja que se mecía ahora entre sus dedos siendo las únicas letras que lograba comprender Alanis Borgette, en una letra delgada y alargada de par en par.
Si sus acciones habían sido iniciadas por caridad o intuición la mujer no le había querido explicar, se negaba rotundamente a darle ninguna disquisición más allá de la manera de llegar. Y ella nadie era para interrogar a quien le ofrecía una ayuda desconocida hasta aquel preciso día. Ceso su andar frente a la mansión que se alzaba a sus pies, dejo caer la nuca sobre la cabeza para ver el techo y su decoración. Si algún día había soñado con vivir en un lugar así, había sido creyendo que su papel sería el de la mucama y aquello con una cucharada de suerte, porque una pizca no sería suficiente.
La carta debía llegar solo a manos de quien por nombre llevaba Vincent aunque la descripción no había sido detallada y ni siquiera mencionada. Por la manera de hablar de la mujer, sin embargo, lo visualizaba como un cercano a su edad con los conocimientos suficientes para curar su pesar.Toco a la puerta con tres golpes espaciados y el eco del sonido se hizo audible a ambos lados del lugar “Solo a Vincent” se repitió recordando las especificaciones del favor. Humedeció sus labios dando varios pasos hacia atrás en espera de que alguien fuese a abrir o en su defecto aguardando hasta agotar la paciencia y desistir.
“Abre” pensó, como si la orden resonando en su cabeza fuese realmente a servir.
Vincent Cromwell, el nombre se alojaba en cada pensamiento que comenzaba a surgir. Sonaba a un rezo y una plegaria, a una oferta y tentación, se le antojaba en posesión de un hombre viejo y sabio con algunos níveos cabellos comenzando a surcar sus sienes o quizás con el rostro arrugado y la dentadura amarilla por los años. Repetía el nombre sin llegarlo a pronunciar aunque las palabras tenían sonido en su interior, aun no olvidaba el siseo de la s o el ronco ronroneo de la r o la caricia de su lengua sobre su paladar ante la y. Y al recordar solo comenzaba a anhelar más.
Llevaba entre sus manos una hoja sellada y firmada en una lengua que desconocía en su totalidad. Aunque, las indicaciones de la mujer habían sido precisas, sin opción alguna para fallar. Doblo en la calle mencionada encontrando toda seña y punto que le había mencionado la mujer, cada piedra estaba en su lugar “Nada has de mencionar” recordó, observando con curiosidad los dobladillos de la hoja que se mecía ahora entre sus dedos siendo las únicas letras que lograba comprender Alanis Borgette, en una letra delgada y alargada de par en par.
Si sus acciones habían sido iniciadas por caridad o intuición la mujer no le había querido explicar, se negaba rotundamente a darle ninguna disquisición más allá de la manera de llegar. Y ella nadie era para interrogar a quien le ofrecía una ayuda desconocida hasta aquel preciso día. Ceso su andar frente a la mansión que se alzaba a sus pies, dejo caer la nuca sobre la cabeza para ver el techo y su decoración. Si algún día había soñado con vivir en un lugar así, había sido creyendo que su papel sería el de la mucama y aquello con una cucharada de suerte, porque una pizca no sería suficiente.
La carta debía llegar solo a manos de quien por nombre llevaba Vincent aunque la descripción no había sido detallada y ni siquiera mencionada. Por la manera de hablar de la mujer, sin embargo, lo visualizaba como un cercano a su edad con los conocimientos suficientes para curar su pesar.Toco a la puerta con tres golpes espaciados y el eco del sonido se hizo audible a ambos lados del lugar “Solo a Vincent” se repitió recordando las especificaciones del favor. Humedeció sus labios dando varios pasos hacia atrás en espera de que alguien fuese a abrir o en su defecto aguardando hasta agotar la paciencia y desistir.
“Abre” pensó, como si la orden resonando en su cabeza fuese realmente a servir.
Viviane Balloch- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 18/04/2012
Re: Haced cantar al ruiseñor [Vincent Cromwell]
Una risilla fue lo primero que mano de sus labios, ahogada en una sonrisa que pronto se esfumo de su rostro sin dejar rastro alguno tras de sí. Una de sus manos viajo ligera hasta su regazo, sacudiendo el vestido hasta haberlo planchado con las manos -No era precisamente yo quien le mandaba saludos- negó con tranquilidad restándole importancia a lo incomprendido. Su mirada se poso sobre cada una de las parpadeantes velas que encontradas con precisión a la misma distancia y en derredor parecían encerrarlos en un mundo paralelo al terrenal. Quizás era Vincent quien se adentraba en los infiernos y no ella la que regresaba de entre los muertos y cual fuese el caso poco o nada le llegaba a importar.
- Un placer conocerlo- pronuncio con propiedad imitando una vaina formal aun en aquella posición. Modales y como los de más nadie – Ya lo creo- murmuró enfrentando por una fracción de segundos aquel rostro impávido y grave que se alzaba frente a ella, un niño, a pesar de todo, para ella. Quien aun en vida no sobrepasaba la apariencia de una mujer adentrada en los cuarenta y a quien solo lo cansado en la mirada le podía delatar. Que si la podía ayudar, no creía que más nadie en esta vida o en la otra lo pudiese hacer – No a nacido así, eso es por seguro. Imaginaos un ave sin voz- su mueca se ensombreció, por un segundo un gesto de decepción se cernió a su rostro sin tregua a desvanecer – Tan inútil como una flor sin olor o un rio sin caudal- termino encogiendo los hombros para dejarlos caer en compañía de un amplio suspiro.
- Sucede que estoy aquí- y la frase le había parecido más clara y concisa en su interior, materializándose en contexto con lo que sabía – Me refiero, no sé cuando decidió dejar de hablar, la última vez que la vi aun lo hacía- lo sabía porque los gritos se colaban por debajo de las puertas y a través de la madera, resonarían en aquel lugar hasta el fin de los tiempos y aun después cuando nadie estuviese ahí para escuchar - ¿Conoce usted nuestra condición?- pensó que quizás sería mejor omitir el motivo de su adiós. Un descuido, una fatalidad, una acción resguardada con el nombre de Dios. Un nombre tras el cual yacía la avaricia y riqueza de un hombre no mayor a ningún otro.
Desconocía si los brujos como los licántropos y vampiros eran capaces de determinar, comprender con solo ver cuestiones como aquellas – Aunque sobresale nuestra parte humana, no lo somos así del todo- le explico, sin prisa alguna, con la voz aterciopelada como el agua lamiendo la tierra, como las hojas crujiendo bajo los pies, apacible, como la voz misma de la naturaleza – Supongo que más te sirve que conteste tus cuestiones a tenerme aquí hablando- sonrió, no anhelando nada más que ser de utilidad.
- Un placer conocerlo- pronuncio con propiedad imitando una vaina formal aun en aquella posición. Modales y como los de más nadie – Ya lo creo- murmuró enfrentando por una fracción de segundos aquel rostro impávido y grave que se alzaba frente a ella, un niño, a pesar de todo, para ella. Quien aun en vida no sobrepasaba la apariencia de una mujer adentrada en los cuarenta y a quien solo lo cansado en la mirada le podía delatar. Que si la podía ayudar, no creía que más nadie en esta vida o en la otra lo pudiese hacer – No a nacido así, eso es por seguro. Imaginaos un ave sin voz- su mueca se ensombreció, por un segundo un gesto de decepción se cernió a su rostro sin tregua a desvanecer – Tan inútil como una flor sin olor o un rio sin caudal- termino encogiendo los hombros para dejarlos caer en compañía de un amplio suspiro.
- Sucede que estoy aquí- y la frase le había parecido más clara y concisa en su interior, materializándose en contexto con lo que sabía – Me refiero, no sé cuando decidió dejar de hablar, la última vez que la vi aun lo hacía- lo sabía porque los gritos se colaban por debajo de las puertas y a través de la madera, resonarían en aquel lugar hasta el fin de los tiempos y aun después cuando nadie estuviese ahí para escuchar - ¿Conoce usted nuestra condición?- pensó que quizás sería mejor omitir el motivo de su adiós. Un descuido, una fatalidad, una acción resguardada con el nombre de Dios. Un nombre tras el cual yacía la avaricia y riqueza de un hombre no mayor a ningún otro.
Desconocía si los brujos como los licántropos y vampiros eran capaces de determinar, comprender con solo ver cuestiones como aquellas – Aunque sobresale nuestra parte humana, no lo somos así del todo- le explico, sin prisa alguna, con la voz aterciopelada como el agua lamiendo la tierra, como las hojas crujiendo bajo los pies, apacible, como la voz misma de la naturaleza – Supongo que más te sirve que conteste tus cuestiones a tenerme aquí hablando- sonrió, no anhelando nada más que ser de utilidad.
Viviane Balloch- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 18/04/2012
Re: Haced cantar al ruiseñor [Vincent Cromwell]
Sabia a la perfección a lo que se refería, lo cierto era, que aunque tuviera la experiencia de haber tratado anteriormente con espíritus que estuvieran íntimamente ligados con los seres a los que ayudaba, tendían a no ser muy explícitos. Mis ojos se entornaron con los de Viviane, su mirada era distinta, en ella podía alcanzar a percibir un poco de preocupación o dolor discernido en las pupilas dilatadas. Mientras ahondaba en el tema, las fibras se movían con cuidado, procuraba tener un toque perspicaz pero cuidando no ir más allá de la línea permitida. En mi caso prefería ignorar si mi madre se encontraba cerca, desde su muerte no se había presentado, como si se empeñara en ocultarse de mi, yo por otro lado estaba empecinado en encontrarla, algo que se estaba volviendo una obsesión que no podía cumplir del todo.
Las respuestas entre líneas, por momentos llegaron hasta mi cabeza como pequeños destellos de ideas, dudas, preguntas que poco a poco la mujer dentro de aquel cuerpo me respondía. ¿Acaso había algo más que saber sobre lady Balloch?, era un caso especial. Mis manos se enlazaron con suavidad, las apoye sobre mi regazo y continúe brindándole mi atención a las palabras de ésta –Si no a nacido así, entonces pudo haber pasado algo que haya provocado que ella…- hice una pausa para reacomodar mi vestimenta de tal forma que, no me incomodara para continuar mis cuestionamientos – que ella perdiera su voz…-.
Tal y como lo había temido, mis suposiciones no estaban erradas, no era el tipo de caso en dónde existía la posibilidad de la perdida de voz por defecto de nacimiento, muchos de ellos eran acompañados por una sordera muy particular y Viviane no parecía mostrar esas dificultades. Esto me hacia recordar aquella situación sobre las montañas de Escocia, la razón perdida por una pequeña adolescente con no menos de 14 años de edad, se había desgarrado la garganta entre gritos ahogados después de haber sido abusada. Nadie cercano escuchó sus lamentos apagados entre embestidas, arrancándole por completo la vida que tenia y también su dignidad. La perdida de habla estaba destinada a un momento como aquel, su garganta estaba cerrada y empeñada a no volver a emitir palabra alguna, ni siquiera un sonido capaz de hacernos saber que, existía la voluntad dentro de la chiquilla.
Mis ojos aunque fijos y atentos, por momento se perdían en la oscuridad de la habitación recordando los lamentos de la jovencita, en ese momento una pregunta me interrumpió y devolví la mirada hasta ellas -¿Su condición?- sabia la respuesta a esa pregunta pero preferí indagar en la respuesta - ¿Cuál es su condición? Tal vez sabiéndola, pueda ayudarle más…-parecí sincero en mis respuestas pese a que mi curiosidad iba más allá de mis intensiones de colaborar con la recuperación del habla de la enviada por Lady Borget.
Desde un principio, la extrañeza y la curiosidad habían arribado a mi persona, era algo natural en mi, tener que investigar vidas ajenas no tanto, pero si preguntarme el hecho del por qué estaban frente a mi sabiendo mis condiciones. Ponían a mis expensas sus vidas, no temían por equivocarse, de alguna forma su fe en mi alimentaba mi elevado ego. Me parecía curioso que físicamente luciera joven, llameante, con vida por delante, pero sus ojos, ¡Oh! sus ojos no mentían, eran la clara muestra de las ventanas del alma atormentada, de la necesidad por recuperar una voz que había perdido en alguna parte de su historia. Pocas veces solía equivocarme, los ojos de lady Balloch no lucían como los de una joven mujer, sino más bien de aquella dama experimentada a sabiendas de una vida difícil y hasta tormentosa.
Ahí estábamos un brujo, un espíritu y una misteriosa mujer con grandes secretos, anhelando en ser descubiertos para curar su enfermedad, una enfermedad que aparentemente la consumía lentamente.
Las respuestas entre líneas, por momentos llegaron hasta mi cabeza como pequeños destellos de ideas, dudas, preguntas que poco a poco la mujer dentro de aquel cuerpo me respondía. ¿Acaso había algo más que saber sobre lady Balloch?, era un caso especial. Mis manos se enlazaron con suavidad, las apoye sobre mi regazo y continúe brindándole mi atención a las palabras de ésta –Si no a nacido así, entonces pudo haber pasado algo que haya provocado que ella…- hice una pausa para reacomodar mi vestimenta de tal forma que, no me incomodara para continuar mis cuestionamientos – que ella perdiera su voz…-.
Tal y como lo había temido, mis suposiciones no estaban erradas, no era el tipo de caso en dónde existía la posibilidad de la perdida de voz por defecto de nacimiento, muchos de ellos eran acompañados por una sordera muy particular y Viviane no parecía mostrar esas dificultades. Esto me hacia recordar aquella situación sobre las montañas de Escocia, la razón perdida por una pequeña adolescente con no menos de 14 años de edad, se había desgarrado la garganta entre gritos ahogados después de haber sido abusada. Nadie cercano escuchó sus lamentos apagados entre embestidas, arrancándole por completo la vida que tenia y también su dignidad. La perdida de habla estaba destinada a un momento como aquel, su garganta estaba cerrada y empeñada a no volver a emitir palabra alguna, ni siquiera un sonido capaz de hacernos saber que, existía la voluntad dentro de la chiquilla.
Mis ojos aunque fijos y atentos, por momento se perdían en la oscuridad de la habitación recordando los lamentos de la jovencita, en ese momento una pregunta me interrumpió y devolví la mirada hasta ellas -¿Su condición?- sabia la respuesta a esa pregunta pero preferí indagar en la respuesta - ¿Cuál es su condición? Tal vez sabiéndola, pueda ayudarle más…-parecí sincero en mis respuestas pese a que mi curiosidad iba más allá de mis intensiones de colaborar con la recuperación del habla de la enviada por Lady Borget.
Desde un principio, la extrañeza y la curiosidad habían arribado a mi persona, era algo natural en mi, tener que investigar vidas ajenas no tanto, pero si preguntarme el hecho del por qué estaban frente a mi sabiendo mis condiciones. Ponían a mis expensas sus vidas, no temían por equivocarse, de alguna forma su fe en mi alimentaba mi elevado ego. Me parecía curioso que físicamente luciera joven, llameante, con vida por delante, pero sus ojos, ¡Oh! sus ojos no mentían, eran la clara muestra de las ventanas del alma atormentada, de la necesidad por recuperar una voz que había perdido en alguna parte de su historia. Pocas veces solía equivocarme, los ojos de lady Balloch no lucían como los de una joven mujer, sino más bien de aquella dama experimentada a sabiendas de una vida difícil y hasta tormentosa.
Ahí estábamos un brujo, un espíritu y una misteriosa mujer con grandes secretos, anhelando en ser descubiertos para curar su enfermedad, una enfermedad que aparentemente la consumía lentamente.
Vincent Cromwell- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 97
Fecha de inscripción : 23/04/2012
Localización : Escocia
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Re: Haced cantar al ruiseñor [Vincent Cromwell]
-Es indiferente el saberla o desconocerla pero, me parece lo correcto mencionarla ya que accede a ayudarnos- porque al ayudar a Viviane la ayuda a ella misma se veía implícita ¿Qué anhelaba más una madre que el bienestar de sus hijos? Aunque hubiese madres indispuestas a amar, mas abrazadas a la idea de abandonar que a la de dirimir de una vida de excesos y lujuria, usando su tiempo y dinero en alguien más, una vida nueva que necesitaba protección para florecer y con el tiempo solo los cuidados darían a conocer su color, el matiz con que la vida la había pintado. Y demostraba aquella preocupación ahora, aun después de la muerte no dejaría de acompañarla en su pesar y podía casi jurar comprender el motivo por el cual no hablaba más, remordimiento, aflicción y culpa era todo lo que podía sentir.
-Erróneo seria suponer que desconoce la clase de seres que habitan a su alrededor dada su propia condición. Cambiaformas es lo que somos- resumió, sin ganas de darle demasiados rodeos al asunto o comenzar a romperse los nervios buscando la mejor manera de explicarlo cuando era probable en su totalidad que comprendiera mucho más de lo que llegaba a demostrar. Dosificaba sus palabras, las suficientes para mantenerla hablando y nada mas –A mí en lo particular me resulta increíble poder comunicarse con los muertos, aun más que transmutar a un reptil, perro, gato…o cualquier animal- si lo comparaba con la capacidad de cambiar de forma a gusto y placer, si lo comparaba con una habilidad que poseía desde sus primeros años de vida y por el resto de la misma. Era más sorprendente entablar una conversación con quienes no habitaban ya el mismo plano existencial. Y quizás la grandeza del don radicaba en su falta de posesión del mismo ¿Pensaría Vincent que era tan prodigioso como ella misma lo pensaba?
-Supongo que ha sido después de mi muerte, me refiero a su pérdida del habla- le alegraba en el alma, la misma que profanaba aquel cuerpo, saber que había conseguido salir con bien de aquel infortunado encuentro. Como había terminado en aquel lugar, las acciones que había debido tomar para tener que comer y vestir quedaban tanto menos claras que el motivo por el cual se encontraba frente a él. La escena se desarrollo como una continuidad de imágenes a tiempo real en su memoria, el terror que había sentido de perderla, el no saber que hacían con ella la había orillado a un intento desesperado, un arranque de ira que había terminado en un ataque sin sentido por el cual termino perdiendo la vida. Su propia voz moribunda taño su interior, retumbando sobre sus sienes cual galopante corcel, piafaba, dolía.
El corazón se le constipó al recordar como la sangre abandonaba sus entrañas y cada miembro se volvía más pesado que el segundo anterior, la última canción que entono fue una despedida a la vida que todo le había dado y todo le estaba quitando –No creo que haya presenciado todo, pero es seguro que estaba en la misma casa. Si, de eso no hay duda- sin vacilar asintió, recordaba vagamente haberla escuchado gritar.
-Erróneo seria suponer que desconoce la clase de seres que habitan a su alrededor dada su propia condición. Cambiaformas es lo que somos- resumió, sin ganas de darle demasiados rodeos al asunto o comenzar a romperse los nervios buscando la mejor manera de explicarlo cuando era probable en su totalidad que comprendiera mucho más de lo que llegaba a demostrar. Dosificaba sus palabras, las suficientes para mantenerla hablando y nada mas –A mí en lo particular me resulta increíble poder comunicarse con los muertos, aun más que transmutar a un reptil, perro, gato…o cualquier animal- si lo comparaba con la capacidad de cambiar de forma a gusto y placer, si lo comparaba con una habilidad que poseía desde sus primeros años de vida y por el resto de la misma. Era más sorprendente entablar una conversación con quienes no habitaban ya el mismo plano existencial. Y quizás la grandeza del don radicaba en su falta de posesión del mismo ¿Pensaría Vincent que era tan prodigioso como ella misma lo pensaba?
-Supongo que ha sido después de mi muerte, me refiero a su pérdida del habla- le alegraba en el alma, la misma que profanaba aquel cuerpo, saber que había conseguido salir con bien de aquel infortunado encuentro. Como había terminado en aquel lugar, las acciones que había debido tomar para tener que comer y vestir quedaban tanto menos claras que el motivo por el cual se encontraba frente a él. La escena se desarrollo como una continuidad de imágenes a tiempo real en su memoria, el terror que había sentido de perderla, el no saber que hacían con ella la había orillado a un intento desesperado, un arranque de ira que había terminado en un ataque sin sentido por el cual termino perdiendo la vida. Su propia voz moribunda taño su interior, retumbando sobre sus sienes cual galopante corcel, piafaba, dolía.
El corazón se le constipó al recordar como la sangre abandonaba sus entrañas y cada miembro se volvía más pesado que el segundo anterior, la última canción que entono fue una despedida a la vida que todo le había dado y todo le estaba quitando –No creo que haya presenciado todo, pero es seguro que estaba en la misma casa. Si, de eso no hay duda- sin vacilar asintió, recordaba vagamente haberla escuchado gritar.
Viviane Balloch- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 18/04/2012
Re: Haced cantar al ruiseñor [Vincent Cromwell]
¡Me lo esperaba!, había leído en viejos pergaminos en la biblioteca real de Escocia, en el palacio de Edimburgo todo lo referente a seres sobrenaturales, las clases con mi padre estaban llenas de sorpresas. La descripción que memorice en aquella ocasión sobre los cambiaformas tenía bastante similitud con Viviane, además de que, unía las palabras enlazadas en la carta de lady Borgette, dónde aparentemente existía un secreto muy particular que no podía develarme con tanta apertura, mucho menos en pedazo de papel que podía ser interceptado por inquisidores o cazadores y corriéramos en peligro.
Tras darle réplica a mis hipótesis, mis ojos se entornaron en los de ésta, tomando aquella conversación como algo de lo más natural, mis facciones continuaron serenas, enfocando toda mi atención en su persona
– Entiendo, debió ser una pérdida muy grande la que ella sufrió…-dije con la voz quebrada, pasé saliva con dificultad pues me parecía tan similar al caso que yo años atrás había vivido con la perdida de mi madre.
Recordaba las imágenes nítidas de su deceso, cómo el tiempo de inmediato cobró su vida, y la muerte se burlaba de nosotros como si ella estuviera dándonos una especie de lección, una que dolía. Pero más que doler nos ataba de manos pues nada podíamos hacer para remediarlo.
Revivir su pérdida me oprimió el pecho, sentía una extraña sensación de vacío, la misma que hace tanto acudía a mí para recordarme lo que acontecía. Mi experiencia al igual que muchas otras estaban ahí, latentes sin tocarse. Como capsulas enfrascadas en cristales muy finos, que al menor tacto podrían resbalar y romperse.
-Si perder a un ser querido es un momento muy triste para quien lo vive en carne propia, perder a una madre desgarra el alma y deja una huella imborrable- atiné mi comentario, contaba con la razón en lo que decía, si eso lo sabía yo, claro que lo sabía.
–Gracias por notar la habilidad tan inusual que tengo, no todos están de acuerdo con recurrir a ustedes para tomar información. Muchos de los que vivimos en este mundo, no tenemos respeto por otras especies, me incluyo en ellas porque tampoco tengo respeto por especies de la misma clase mágica que yo. Hay brujos sin escrúpulos que sólo buscan el bienestar propio, aunque anteriormente yo era tachado como tal, aprendí a no darle gusto a los ajenos…- expuse con respeto al espíritu con quien entablaba la charla – Era necesario saber la condición de Viviane y sabia que difícilmente ella me la diría, la confianza para revelar ese tipo de secretos difícilmente se gana, acudir a usted además fue un medio para conocerla más pero…-hice una pausa levantándome de mi lugar, enfoqué mis ojos en la luz de las velas y sonreí con gracia – Hay algo que puedo hacer para regresarle su voz pero para ello sólo debo hacerlo durante la luna llena que es cuando nosotros los seres sobrenaturales tenemos más fuerza y somos muchas veces inmunes. – una estela de viento congelado atravesó mi cuerpo anunciándome que, el sucedo ocurrido estaría por culminar con su tiempo, las animas se movían inquietas por el mausoleo y la oscuridad comenzó a teñir cada una de las velas apagándolas por completo.
-Su secreto está a salvo conmigo, nadie ni siquiera mis amigos más cercanos sabrán de la condición de Lady Balloch – afirme a sapiensa de que cumpliría la promesa que hacia ahí, en ese día, pues mis palabras aún tenían validez para mi, procuraba cumplir a pie de la letra lo que mi lengua había jurado ya que entendía lo que la vida podía cobrarme.
Lentamente las ánimas fueron desapareciendo entre lamentos y gemidos de ultratumba, justo en ese momento cuando se disponían a desaparecer por completo alcance a escuchar la voz de mi madre que por última vez mencionó de forma entendible para mí el nombre con el cual me había bautizado. Abrí los ojos buscándola con la mirada, ansiaba ver un momento su rostro, un minuto o segundas, fuera lo que fuese, sólo quería verla, pero no tuve suerte, en aquel destello de la última vela se cerró por completo aquel vínculo entre ambos devolviéndome a la realidad, el plano terrenal al que no solía acostumbrarme sin ella.
Tras darle réplica a mis hipótesis, mis ojos se entornaron en los de ésta, tomando aquella conversación como algo de lo más natural, mis facciones continuaron serenas, enfocando toda mi atención en su persona
– Entiendo, debió ser una pérdida muy grande la que ella sufrió…-dije con la voz quebrada, pasé saliva con dificultad pues me parecía tan similar al caso que yo años atrás había vivido con la perdida de mi madre.
Recordaba las imágenes nítidas de su deceso, cómo el tiempo de inmediato cobró su vida, y la muerte se burlaba de nosotros como si ella estuviera dándonos una especie de lección, una que dolía. Pero más que doler nos ataba de manos pues nada podíamos hacer para remediarlo.
Revivir su pérdida me oprimió el pecho, sentía una extraña sensación de vacío, la misma que hace tanto acudía a mí para recordarme lo que acontecía. Mi experiencia al igual que muchas otras estaban ahí, latentes sin tocarse. Como capsulas enfrascadas en cristales muy finos, que al menor tacto podrían resbalar y romperse.
-Si perder a un ser querido es un momento muy triste para quien lo vive en carne propia, perder a una madre desgarra el alma y deja una huella imborrable- atiné mi comentario, contaba con la razón en lo que decía, si eso lo sabía yo, claro que lo sabía.
–Gracias por notar la habilidad tan inusual que tengo, no todos están de acuerdo con recurrir a ustedes para tomar información. Muchos de los que vivimos en este mundo, no tenemos respeto por otras especies, me incluyo en ellas porque tampoco tengo respeto por especies de la misma clase mágica que yo. Hay brujos sin escrúpulos que sólo buscan el bienestar propio, aunque anteriormente yo era tachado como tal, aprendí a no darle gusto a los ajenos…- expuse con respeto al espíritu con quien entablaba la charla – Era necesario saber la condición de Viviane y sabia que difícilmente ella me la diría, la confianza para revelar ese tipo de secretos difícilmente se gana, acudir a usted además fue un medio para conocerla más pero…-hice una pausa levantándome de mi lugar, enfoqué mis ojos en la luz de las velas y sonreí con gracia – Hay algo que puedo hacer para regresarle su voz pero para ello sólo debo hacerlo durante la luna llena que es cuando nosotros los seres sobrenaturales tenemos más fuerza y somos muchas veces inmunes. – una estela de viento congelado atravesó mi cuerpo anunciándome que, el sucedo ocurrido estaría por culminar con su tiempo, las animas se movían inquietas por el mausoleo y la oscuridad comenzó a teñir cada una de las velas apagándolas por completo.
-Su secreto está a salvo conmigo, nadie ni siquiera mis amigos más cercanos sabrán de la condición de Lady Balloch – afirme a sapiensa de que cumpliría la promesa que hacia ahí, en ese día, pues mis palabras aún tenían validez para mi, procuraba cumplir a pie de la letra lo que mi lengua había jurado ya que entendía lo que la vida podía cobrarme.
Lentamente las ánimas fueron desapareciendo entre lamentos y gemidos de ultratumba, justo en ese momento cuando se disponían a desaparecer por completo alcance a escuchar la voz de mi madre que por última vez mencionó de forma entendible para mí el nombre con el cual me había bautizado. Abrí los ojos buscándola con la mirada, ansiaba ver un momento su rostro, un minuto o segundas, fuera lo que fuese, sólo quería verla, pero no tuve suerte, en aquel destello de la última vela se cerró por completo aquel vínculo entre ambos devolviéndome a la realidad, el plano terrenal al que no solía acostumbrarme sin ella.
Vincent Cromwell- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 97
Fecha de inscripción : 23/04/2012
Localización : Escocia
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Re: Haced cantar al ruiseñor [Vincent Cromwell]
La mujer se encogió de hombros negando, era así como debía ser, los hijos debían ver perecer a los padres y no al revés. Pensamiento egoísta el que se apodero de su razón, había preferido morir antes que verle partir a ella “Como cualquier madre” se repitió una y otra vez. No podía pensar, ni imaginarse, un dolor peor que el de ver fallecer a quien has visto nacer, a quien has concebido en tu interior. Solo una madre podía comprender el especial afecto que le ataba al ser hundido en sus entrañas, pues sin conocerlo ya lo amaba, sin haberlo visto ya lo conocía. Se rehusaba pues, a idealizar el escenario en que una madre prefiriera la ausencia de su fruto en extraño truque con la muerte por su propia vida.
Escucho con atención las palabras que el hombre pronunciaba con rapidez, muchas más que la suma de todas las veces anteriores que había decidido hablar. Asintió delicadamente planchando por nueva cuenta los pliegues del vestido y de pronto cayó en cuenta que aquellas puntadas disparejas y desprolijas, a sus ojos, solo habían podido haber nacido de un tacto descuidado y apresurado como el de Viviane. Sus ojos se empañaron con rapidez y ninguna lágrima corrió por su mejilla, ninguna lágrima que pudiese ser tangible – Eso espero- sonrió, en una mezcla perfecta entre alegría y pesar. Dirigió su mirada al joven brujo – Te estaré observando- como promesa o amenaza, sus últimas palabras.
Su cuerpo se desvaneció sobre el suelo y los segundos que tardo en recobrar la conciencia le parecieron una eternidad. Emergió de una inmensa y llana obscuridad solo para verse inmersa en otra. Palpo el suelo bajo ella observando difícilmente el contorno de los objetos a su alrededor, y aun con una mejor visión que la del resto de las personas aquel lugar era devorado por la obscuridad sin mayor afán que el de consumirlo todo “A donde te has venido a meter” sacudió su cabeza aderezando los mechones rebeldes tras su oído. Se levanto dando traspiés, procurando no ocultar bajo su peso ninguna de las velas consumidas que formaban aun un círculo perfecto. No aguardo a recibir indicación de Vincent, porque un segundo más en aquel lugar impondrían alguna especie de arranque de pánico que había intentado controlar.
Avanzó con las manos pegadas a la rugosa pared hasta que el aire saturado a hierbas y moho quedo atrás, una bocana de aire fresco que limpio sus pulmones. Cayó de rodillas sobre el suelo presa de un cansancio inusual. Por lo menos, no había tenido que confrontar al espíritu de su madre.
Escucho con atención las palabras que el hombre pronunciaba con rapidez, muchas más que la suma de todas las veces anteriores que había decidido hablar. Asintió delicadamente planchando por nueva cuenta los pliegues del vestido y de pronto cayó en cuenta que aquellas puntadas disparejas y desprolijas, a sus ojos, solo habían podido haber nacido de un tacto descuidado y apresurado como el de Viviane. Sus ojos se empañaron con rapidez y ninguna lágrima corrió por su mejilla, ninguna lágrima que pudiese ser tangible – Eso espero- sonrió, en una mezcla perfecta entre alegría y pesar. Dirigió su mirada al joven brujo – Te estaré observando- como promesa o amenaza, sus últimas palabras.
Su cuerpo se desvaneció sobre el suelo y los segundos que tardo en recobrar la conciencia le parecieron una eternidad. Emergió de una inmensa y llana obscuridad solo para verse inmersa en otra. Palpo el suelo bajo ella observando difícilmente el contorno de los objetos a su alrededor, y aun con una mejor visión que la del resto de las personas aquel lugar era devorado por la obscuridad sin mayor afán que el de consumirlo todo “A donde te has venido a meter” sacudió su cabeza aderezando los mechones rebeldes tras su oído. Se levanto dando traspiés, procurando no ocultar bajo su peso ninguna de las velas consumidas que formaban aun un círculo perfecto. No aguardo a recibir indicación de Vincent, porque un segundo más en aquel lugar impondrían alguna especie de arranque de pánico que había intentado controlar.
Avanzó con las manos pegadas a la rugosa pared hasta que el aire saturado a hierbas y moho quedo atrás, una bocana de aire fresco que limpio sus pulmones. Cayó de rodillas sobre el suelo presa de un cansancio inusual. Por lo menos, no había tenido que confrontar al espíritu de su madre.
Viviane Balloch- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/04/2012
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