Algo peludito (privado) +18

por **Basile Grushenko** Miér Mayo 09, 2012 3:49 pm

Había pasado toda una semana desde su último encuentro, esa parecía ser su pauta. No habían hablado sobre la conveniencia de espaciar sus reuniones pero ambos sabían que era lo mejor para no levantar sospechas, aunque de momento nadie había visto al cortesano entrando en casa de Basile ni a la inversa tampoco. Ya se cuidaba el boticario de escurrirse por la puerta justo cuando la calle estaba vacía, aunque no sabía bien cómo iba a hacer para esquivar a la casera del inglés que vivía en la planta baja de su edificio. Eso era un inconveniente pero se las arreglaría de algún modo. Caminaba con paso ligero por entre el bullicio de gente que animada por el clima ya estival se había lanzado a las calles a festejar la vida y la juventud, abundaba la chiquillería y Basile tenía que poner mucha atención para no dar ni un golpe a la caja que llevaba en las manos. Era delicada. Afortunadamente la densidad de población fue reduciéndose hasta desaparecer justo a un par de manzanas de casa del cortesano, dejando despejado su objetivo. Sin saber muy bien qué hacer a continuación esperó de pie tras la esquina de la fachada, vigilando el portón por si veía movimiento. Empezó a idear en su mente varias excusas que darle a la señora - porque parecía inevitable cruzársela - y cuando ya estaba dando forma a una que parecía verosímil uno de los batientes de madera se abrió hacia el exterior. El boticario se inclinó para ver mejor y bendijo al cielo cuando la figura de la casera (o eso supuso él) se deslizó desde dentro con una cesta vacía y torció calle arriba, posiblemente para hacer recados.

Basile se sentía como cuando tenía nueve años y llamaba a las campanillas de los establecimientos para después echar a correr con sus amigos. Cargando aquel cajón de madera le era difícil maniobrar pero empujó con el trasero de forma muy poco digna y se vio en el rellano en seguida. Parecía que nadie lo había visto tampoco en esta ocasión, era un alivio. Sin demorarse comenzó a subir las escaleras y no se detuvo hasta llegar al tercero. Se le ocurrió demasiado tarde que quizá Vaël no estuviera en casa. Era sábado, sí, pero quién sabía si el cortesano no andaría adelantando horas en el burdel, o peor aún... con un cliente dentro de su vivienda. El boticario pegó la oreja a la puerta sin ningún reparo, dispuesto a salir corriendo si oía algo sospechoso. Nada. ¿Estaría durmiendo? Bueno, le apaciguaría con su regalo por haberle despertado. Llamó con los nudillos sin poder evitar sonar apremiante, porque esos siete días se le habían hecho como dos meses en la guerra. Quería contarle todo lo que había estado haciendo en la botica, lo de la perra del vecino y sus once crías mestizas, la visita al circo gitano con Thibaut... y sobre todo quería preguntarle si se había pensado lo de la oferta de trabajar con él. Curiosamente no se le había pasado por la mente ni una sola vez hacer el amor como objetivo principal. Naturalmente que le gustaría, pero no era su misión allí. Solo tenía ganas de que abriera la puerta y poder verlo otra vez. Estaba entusiasmado como una colegiala, y al parecer transmitió su excitación al inquilino de dentro de la caja porque ésta se movió un poco.

por **Vaël Sunderland** Miér Mayo 09, 2012 9:11 pm

Si se hablaba con la sinceridad por delante, cabía decir que a Vaël poco le importaba quién le viera o le dejara de ver en compañía del boticario, pero sabía que no era así desde el punto de vista ajeno, así que hacía como que le preocupaba, casi más por inercia que por otra cosa, para que el mayor se sintiera mejor. En definitiva, no lo agobiaba ni le hacía visitas repentinamente. En realidad lo veía cuando se pasaba por su botica con la excusa de algún ungüento, le dedicaba alguna mirada juguetona a espaldas de sus clientes y esperaba el fin de semana para poder verse de nuevo, no podía decirse que fuera perfecto, pero estaba bastante bien.

En realidad el mayor problema es que durante la semana, el cortesano no podía quitarse a Basile de la cabeza, ocupaba sus pensamientos la mayor parte del día y temía estar obsesionándose hasta el punto en que no hubiera marcha atrás y a sus ojos solo existiera el boticario y todo lo que tuviera que ver con él. "Basile, Basile, Basile, Basile, ¿qué estarás haciendo? ¿Qué faldas te tendrán atrapado? ¿Estás acaso con ese chico que te quita el sueño?". Cuando se daba cuenta de que eso era todo lo que tenía en la cabeza, trataba de hacer algo por distraerse, y así llevaba el día a día.

Había pensado ir aquella tarde a verlo, para poder pasar lo que restase de vida con él. Sin embargo esa mañana la tenía medianamente ocupada. Había hablado con sus clientes más asiduos durante la semana, para avisarles de su retirada del trabajo y algunos le habían casi exigido una última sesión. No podía negarse, lo mejor era despedirse de buenas formas y no crearse enemigos, así que podría decirse que había terminado con su último cliente satisfecho hacía apenas un par de horas. Aun así se levantó al escuchar a la señora trastear, al parecer había estado recogiendo algunas cosas del piso vacío que tenían entremedias.

El hombre en su cama ni se había movido, cosa que le molestaba porque por él ya podía marcharse, pero no le dijo nada. Se levantó para arreglarse medianamente y buscar algo de beber porque estaba un poco deshidratado. Podría decirse que así lo pilló el sonido de la puerta. Alzó una ceja, acercándose a la habitación para cerrar la puerta pero escuchó al hombre que había dentro preguntando.

- Vaya vistiéndose, me encargaré de que no lo vean, monsieur. - prometió con voz suave y conciliadora. Entornó la puerta esta vez para ir hacia la de la calle. Estaba un poco despeinado, con la blusa de casa y los pantalones. Lucía cansado pero aun así al abrir la puerta fue evidente el brillo que la iluminó al ver al boticario al otro lado. O al menos así fue por un momento, hasta que recordó lo que tenía dentro. Su ceño se frunció en el acto - Bas...- se calló, no era plan de decir su nombre en alto, el de ninguno de los dos. Le hizo un gesto para que guardara silencio y luego otro para que entrase, cerrando la puerta tras él - Vamos a la cocina. - le pidió en apenas un susurro, guiándolo hasta allí y metiéndolo al fondo, para que así no tuviera que cruzarse nadie con nadie, por decirlo de esa manera - No te esperaba a estas horas. Espera aquí un momento, por favor. - echó un vistazo de reojo a la caja que el otro traía, jurando que la había visto moverse, pero en ese momento tenía una sensación de culpabilidad y vergüenza en el pecho que no se conseguía quitar. Algo que no era normal en él, pero bueno nada era normal con Basile cerca.

Se aseguró de acompañar al otro hombre desde el cuarto hasta la salida, despidiéndose de él con un abrazo amistoso y prometiendo que se volverían a ver, aunque ambos sabían que ya no sería en esas circunstancias, pero se había creado un aprecio con tantas noches juntos. Solo tras cerrar la puerta pudo suspirar tranquilo, dejando la espalda apoyada en esta y apretando los labios. Temía realmente que el otro se hubiera sentido incómodo, enfadado o a saber qué. Pero era una tontería, el boticario sabía a lo que se dedicaba y más aun, nunca había dado muestras de que le exigiera dejarlo o...¿En qué diablos estaba pensando? No era su pareja.

- ¿Basile? Puedes salir si quieres...- terminó por decir, dándole así la libertad de que se moviera por la casa a su antojo, saliera a la entrada o lo que le viniera en gana.

por **Basile Grushenko** Jue Mayo 10, 2012 1:41 am

Tal vez Vaël no tendría que preocuparse por todo eso si supiera que ya no había otro chico que le quitaba el sueño. Thibaut seguía siendo su mejor amigo y se dejaría un brazo por él si hiciera falta, pero porque lo consideraba casi parte de su familia. No se había borrado todo el interés de Basile, eso no se olvidaba en tres días, pero teniendo en cuenta que entre ellos nunca había ocurrido nada y que no había pues nada que superar digamos que el boticario ya no se descubría tan a menudo mirando la forma de la espalda de Beaudelaire cuando se giraba. Ahora tenía otra espalda en la que centrar su atención, una que si todo iba bien se encontraba al otro lado de la puerta.

Sonrió de antemano cuando oyó los pasos que se avecinaban, pero se encontró en respuesta con un ceño fruncido. ¡Vaya! Así que era inoportuno. A Vaël parecía molestarle que se hubiera tomado la libertad de ir a su casa sin ser invitado, qué contratiempo. Ni siquiera pudo pensar en proponerle una retirada conciliadora porque el cortesano lo hizo callar. ¿Qué ocurría? Le siguió hasta la cocina en silencio y se quedó a cuadros cuando el otro le cerró la puerta en las narices. No fue hasta que oyó los otros pasos que comenzó a atar cabos. No estaba solo. Basile dejó la caja que traía sobre la mesa y apartó el paño que la cubría para que la criatura de dentro pudiera respirar por los orificios de la madera. No tardó mucho en asomarse por el más ancho de todos un inquisitivo hocico peludo y blanco, pero el boticario no tenía ánimos para jugar con el animal.

Incapaz de estarse quieto asomó un poco la cabeza por detrás de la puerta a tiempo de ver cómo Vaël y ese otro tipo se abrazaban y se prometían encuentros futuros. Quiso salir y exigirle a aquel desconocido que apartara las manos de lo que no era suyo, pero sabía que era poco recomendable. En primer lugar porque le verían, y en en segundo porque tampoco le pertenecía a él, ¿qué iba a reclamar? Sabía a lo que se arriesgaba yendo allí sin avisar. Aún había tenido suerte de no cogerlos en plena faena. ¡Dios! Solo imaginarlo lo enfermaba. Cogió una jarra de cerámica y se contuvo para no estrellarla contra el suelo, porque de nuevo no era suya. Nada de lo que había en aquella casa era suyo, nada, así que se sentó junto a la caja del conejo y se tapó la cara con las manos. Siguió en la misma posición cuando Vaël le dijo que podía salir, no quería salir. Quería que se lo tragara la tierra por haber sido tan estúpido. ¡Ni siquiera sabía qué había hecho mal! Todo parecía ir sobre ruedas en un principio, había encontrado un amigo con el que se daba mutua compañía sin compromiso, ambos sabían todo del otro y se aceptaban: el inglés hacía como que participaba del celo por el anonimato de Basile y el boticario fingía que no le importaba la profesión de Sunderland. Pero algo debía de haberse torcido por el camino porque ahora tenía algo punzante clavado justo en medio del pecho y solo quería pegar a alguien. Si volvía a su casa ahora destrozaría el laboratorio, así que tenía que pensar en algún sitio tranquilo donde esperar para tranquilizarse. Pero claro, para salir de allí antes tenía que pasar por la puerta y en medio se encontraba Vaël, no pensaba saltar por la ventana de un tercer piso.

El conejo - o mejor dicho la coneja, porque según el vendedor se trataba de una hembra - rascó la pared de la caja con sus pequeñas garras y Basile volvió en sí más o menos. Le abrió la tapa y la acarició en el lomo y entre las orejas.

- ¿Qué te parece esto? - Le preguntó al bicho, que obviamente no le contestó. - Si al otro humano le parece bien vas a vivir aquí, aunque igual no le gustan los conejos. Entonces vendrás a vivir conmigo.

A la criatura debió de parecerle todo muy bien porque ya se adormilaba. El boticario la cogió entre las manos, era tan pequeña que le cabía en una palma. La acunó. Le gustaría ser inconsciente y feliz como un conejo.

por **Vaël Sunderland** Jue Mayo 10, 2012 5:43 am

Al no recibir respuesta algo comenzó a removerse en su estómago, más aun al no ver salir al boticario. Apretó los labios, pensando que seguro que la había fastidiado, porque no era lo mismo saber lo que hacía que prácticamente verlo. Basile seguía siendo un hombre y Vaël no era estúpido, seguramente el boticario ya habría desarrollado cierta posesividad hacia él, era lógico y le pasaría a cualquiera. Probablemente se hubiera sido al revés, el cortesano habría salido a decirle a la mujer que era una fresca y que tenía poca vergüenza por andar en la cama de cualquiera. Que le quitara las manos de encima a su hombre. Y es que aunque nunca lo hubiera dicho en alto, su sentimiento estaba claro y Basile Grushenko era suyo, solo que aun no lo sabía.

Tomó aire de forma lenta, recordándose a si mismo que todos sus sentimientos eran suyos y no era momento de compartirlos, porque no eran correspondidos y podía ser un error fatal. No podía pasar una segunda vez por algo así, por ser rechazado por quien le despertaba tantísimas cosas que poco a poco iban tomando forma y adquiriendo un nombre propio que daba miedo decir en alto. Cerró los ojos y trató de volver a ser el chico de siempre, despreocupado y que parecía dejar todo de lado por el simple placer de su compañía, que si se miraba bien, eso era precisamente lo que estaba haciendo.

Al llegar a la cocina y abrir la puerta, aquella imagen era lo último que se esperaba y simplemente le pudo la ternura. Sonrió de forma amplia, mirando la cosita diminuta y peluda que traía el boticario acurrucada y se llevó una mano a la boca, porque era una monada y a Vaël siempre le gustaron las cosas monas y achuchables.

- Basile, que cosa tan adorable. Y el conejito también. - trató de bromear, sonriendo levemente. En cierto modo para calcular que tal estaban los ánimos del mayor y también porque él mismo necesitaba volver a ser el cortesano indiferente o terminaría diciendo alguna barbaridad y perdiendo al francés para siempre. Eso era lo último que quería aguantar. Porque sabía que ya era tarde como para que la ausencia ajena le diera igual, demasiado tarde. No se acercó de más, ni lo tocó, quería que el otro hiciera su movimiento y le dejase ver hasta qué punto estaba receptivo.

por **Basile Grushenko** Jue Mayo 10, 2012 6:21 am

Al ver a la coneja tan relajada en su mano se le fue contagiando la tranquilidad. Apenas podía creer que minutos antes quisiera romper el mobiliario del pobre Vaël que no hacía más que cumplir con su trabajo. No era como si le hubiera mentido o prometido cosas que no iba a cumplir, no. Entre ellos dos nunca había habido nada serio y parte de la culpa era de Basile, porque escondía su relación como si fuera una vergüenza que los vieran conversando y porque siempre se había declarado incapaz de sentir afecto más allá del revolcón obligatorio en las noches cuando la lujuria apremiaba. Era por eso precisamente que ahora le asombraba tanto estar celoso. ¡Celos! Ni siquiera sabría describirlos, lo creía cosa propia de mujeres despechadas y dramáticas. Oyó a Vaël entrar en la cocina y le tendió al animalito para que lo cogiera.

- Es para ti, es una hembra. No sé por qué pensé que te gustaría, pero si no puedes tenerla me la llevaré a casa.

Dentro de la caja en la que había venido el inquilino peludo había también una jaula para que viviera, o al menos para que la ocupara para dormir. Si el cortesano quería dejar suelto al animal durante el día era su decisión, cada uno trataba a sus mascotas como quería y según su carácter.

- Verás, tengo un problema.

Lo dijo en voz alta pero estaba sentado en la misma silla de antes y por tanto le daba la espalda a Sunderland. Así era mejor puesto que iba a exponer sus sentimientos como si fueran cartas de la baraja con la que se disponía a jugar, y prefería hacerlo sin mirarle a la cara. No era por vergüenza sino porque tenía una idea clara de lo que quería transmitir y sabía que sonaba a cerdo ególatra.

- Soy mucho más egoísta de lo que yo creía. - Continuó, juntando las yemas de los dedos de sus dos manos. - Pero no quiero que veas a ningún otro hombre más. No quiero que te toquen, ni que te abracen, ni que respiren tu olor. No quiero que duerman contigo ni que se enreden en tu cuerpo. No quiero que les des placer ni que te hagan gozar. No quiero que te busquen, ni que te escriban ni que pronuncien tu nombre.

Ladeó ligeramente la cabeza como buscando en la recámara algunas palabras que pudieran haberse quedado escondidas, pero ya lo había dicho todo.

- Es lo justo. - Se defendió. - Es justo porque yo ya no puedo hacer todo eso con nadie más. Tú me lo has quitado. Y ni siquiera me dejas que te guarde rencor.

Él antes era un mujeriego de lo más despreocupado y todo iba bien. Ahora era como una de esas muchachas castas de las óperas, y lo peor de todo era que seguía disfrutando más con el dolor de necesitar a Vaël que con la felicidad vacua de no depender de nadie.

por **Vaël Sunderland** Jue Mayo 10, 2012 8:22 am

Estaba más nervioso de lo que podría admitir, sentía el estómago prensado como si se lo estuvieran agarrando, en vilo. Cuando escuchó sobre el conejo, o la coneja, no pudo evitar una sonrisita tierna, era todo un detalle, no solo un regalo sino también un compañero, alguien a quién cuidar. A Vaël le gustaba la idea, si bien nunca había podido permitirse mascotas para no molestar a los clientes que venían a casa, ahora creía que era una forma perfecta de empezar su nueva vida. Agarró al animalillo, acariciándolo y pensando que era lo más suave que había tenido nunca entre manos.

- Me encanta, por supuesto que me la quedaré. - dijo sonriente, jugueteando con las orejas de la criatura. El cortesano, o ya ex-cortesano, demostraría que era capaz de cuidar de alguien más, de criar bien a otro ser vivo y de llevar una vida decente, porque así igual podía estar a la altura de optar a alguien como el boticario. Su siguiente frase lo sacó de su ensimismamiento y alzó el rostro, mirando la nuca ajena. No se había volteado para verlo así que pensó que quizás prefería no hacerlo, con lo que permaneció tras él - ¿Qué ocurre?

En su tono fue evidente la preocupación, aunque fuera cual fuera el problema, Vaël estaría dispuesto a ayudarle, antes que todo eran amigos, o así quería considerarlo él desde hacía un tiempo. Sin embargo la verdad es que de todos los problemas que se le pasaban por la mente, muchos de los cuales tenían a la madre del y a Thibaut (aunque no conociera su nombre ni su aspecto) por medio, jamás imaginó lo que le iba a decir a continuación. De ahí que se quedara unos segundos con los ojos muy abiertos, acunando al animalito entre sus brazos como si de un bebé se tratase, moviéndose suave arriba y abajo, hasta que se detuvo.

Fue hacia la caja, de donde sacó la jaula y despacio metió a la coneja dentro, acariciándole la cabeza y sacudiéndose luego las manos. Soltó un suspiro, tratando de poner en orden la oleada de sentimientos que lo atacaban, amenazando con hacerle entrar en un estado de emoción demasiado incontrolable. Sus labios ya dibujaban una sonrisa imborrable y finalmente rodeó la silla para ponerse frente a él.

- Basile...- murmuró suave, moviéndose para sentarse sobre él a horcajadas, de frente y pudiendo así pegarse a su cuerpo. No con ningún tipo de intención sexual, solo porque deseaba tenerlo cerca y hablar cerca de sus labios, como lo hizo poco después - Tengo miedo, ¿entiendes? Tú has conocido a Vaël cortesano, siempre pícaro, siempre indiferente...- llevó las manos a su rostro, acariciando sus mejillas, buscando su mirada - Y ahora vas a conocerme de verdad, un hombre como otro cualquiera, con sus inseguridades y sus malos momentos. Tengo miedo de que termines repudiándome por como soy. - si era hora de confesarse, allí lo hacían todos, era lo justo y Vaël nunca había tenido problema en ser sincero, no lo hacía por no espantar al boticario, pero si después de lo que había dicho no se daba cuenta de como estaban las cosas, quizás es que necesitaba un empujoncito, o un empujón en toda regla. El inglés se lo daría gustoso - Era mi último cliente. Pensaba ir esta tarde a tu botica a solicitar el trabajo que me ofreciste. Quiero ser un hombre honrado para que no te avergüence pasear conmigo por la calle y temas que piensen que somos algo más que amigos por culpa de mi profesión. - lo miró intensamente durante unos instantes - ¿Entiendes por qué lo hago, Basile?

Se había puesto serio, había dejado totalmente de lado su eterna sonrisa falsa y seductora, se mostraba tal y como cualquier otro lo haría en su situación, nervioso, inseguro y algo ansioso por lo que pudiera pasar.

por **Basile Grushenko** Jue Mayo 10, 2012 10:21 am

Le alegraba que Vaël estuviera contento con su nueva amiga, en cuanto Basile había visto que un tendero los vendía a los niños había tenido la imagen intuitiva de Sunderland acariciando uno. Igual sí se le estaba pegando algo del sexto sentido de Talena después de todo. Vaya compañías se buscaba, entre el cortesano y la gitana era la estampa perfecta de lo que las madres te advierten que no hay que hacer. Únicamente Thibaut respondía a lo que podría llamarse una amistad recomendable, pero no es que al boticario se le pudiera imponer ningún canon absurdo sin motivo aparente. Si le divertía estar con la Salamandra y quería besar al inglés haría exactamente eso. No se veía casado por conveniencia con la misma mujer aburrida hasta el día de su muerte.

Observó cómo Vaël guardaba al animal en su jaula y pensó que esos dos se iban a llevar muy bien. Era fácil encariñarse con una mascota así, no hacía ni dos horas que el boticario la había rescatado del cajón donde la tenían expuesta junto a todos sus hermanos y ya sentía que quería llevarle zanahorias y otros caprichos cada vez que se acercara a visitar a su dueño. Cosa que por otra parte tal vez ya no podría hacer después de haberse sincerado. Casi oía la risa desdeñosa del cortesano y su discurso independiente sobre que no tenía derecho a meterse en su vida, pero no fue eso lo que ocurrió. En un momento lo tenía sentado encima y no pudo más que abrazarlo porque estaba bien, porque allí era a donde pertenecían los dos. En la vida hay cosas y personas que están hechas para encajar.

- No voy a...

Pero se detuvo porque aún no había terminado. Lo dejó hablar maravillándose de lo que escuchaba. No sonrió porque no era un hombre dado a grandes manifestaciones de jolgorio en momentos importantes, pero subió con sus manos por la espalda del otro hasta llegar a sus hombros, y una vez allí agachó la cabeza y apoyó la frente en el pecho de Vaël.

- ¿Entonces no va a haber más?

Se refería a más clientes, naturalmente. Lo había oído pero quería que se lo repitiera, quería estar seguro. Quería que le especificara que no habría nadie más nunca, aunque fuera una tontería asegurar cosas eternas sin saber lo que depararía el futuro. A Basile no le importaba en ese momento. Quería decirle que no le repudiaría, que no se avergonzaba de su compañía sino de la gente intolerante que pudiera reprocharles algo, quería también contarle que por fin comprendía el sentimiento que había llevado a su padre a pedir matrimonio a su madre la primera vez que la vio. Pero no dijo nada porque también tenía miedo y porque era inexperto y tonto como un chiquillo. Solo pudo negar con la cabeza a su pregunta, alzando luego la vista para mirarlo y besándole la zona entre las clavículas donde había estado recostando su frente segundos antes.

por **Vaël Sunderland** Jue Mayo 10, 2012 12:24 pm

Había dejado de sujetar su cara, llevando duna de las manos a su nuca para acariciársela con suavidad, enredando los dedos con los cabellos de esa zona, mimándolo mientras hablaba. No pudo evitar sonreír levemente cuando escuchó su pregunta, sabía que lo había dejado lo suficientemente claro, pero igual es que el boticario necesitaba una confirmación y a Vaël no le importaba dársela, ni mucho menos.

- No, no habrá más clientes. - aseguró, apoyando la frente en su cabeza y cerrando los ojos. Se escuchó algo de ruido procedente de la jaula de la conejita así que miró hacia allí con una sonrisita. Se sentía extrañamente feliz, probablemente porque notaba que el boticario sentía algo más de lo que había expresado, al menos hasta ese momento, cuando por fin parecía decir claramente como se sentía. Le daba esperanzas de que el tiempo podía jugar en su favor.

Se inclinó para poder robarle un beso, uno suave y cargado de ternura, disfrutando de la caricia que sus labios generaban sobre los del mayor, de la humedad que poco a poco se fue extendiendo por los de ambos, era agradable, le hacía sentir un cosquilleo en el vientre que nadie más conseguía. Cuando se separó volvió a sonreír, buscando sus ojos y soltando un suspiro.

- Quiero que seas el único hombre que ocupe mi cama, con trabajo o sin trabajo por medio, no quiero estar con ningún otro, solo quiero ser tuyo, Basile. - aseguró y no mentía, para él eso era lo único que importaba ahora - Así que espero que estés preparado para rellenar esas horas libres que han dejado los demás. - y de nuevo dejaba caer una broma y sonrió de medio lado, y es que había costumbres que no se perdían de un día para otro - Además, esta conejita necesita un hogar estructurado, con un padre y un padre, no puede estar viendo a hombres ir y venir, o terminará con un trauma. Así que mira a esa conejita a los ojos y dile que a partir de ahora vas a cuidar de esta familia.

No es que esperase una especie de contrato verbal, o que le pusieran nombre a lo que se formaba entre ellos, que a ojos del cortesano estaba muy claro. Dos hombres que se sienten bien, que solo tienen sexo entre ellos y celan al otro...vamos, blanco y en botella no podía ser otra cosa. Pero no había prisa, era el boticario quien marcaba el ritmo de su relación y a él le parecía perfecto así.

por **Basile Grushenko** Jue Mayo 10, 2012 3:11 pm

A él le iba a costar más adaptarse a esa situación. Realmente no tenía que cambiar nada en su vida, no es que fuera un sacrificio tremendo dejar de ver a las mozas, pero el concepto de pertenecer únicamente a una persona y de sentirse tan importante en la vida de la misma era nuevo para él. El beso lo devolvió a la tierra. Era paradójico porque los labios de Vaël siempre conseguían hacerlo volar, pero en aquel momento agradeció un contacto carnal directo entre tanta palabrería. Basile también estaba asustado de sus propias emociones y no quería ser el que llevara la voz cantante, como frecuentemente le ocurría con las chicas. El inglés sabía bien lo que quería y eso le tranquilizaba, porque tenía la certeza de que todo lo que decía era sincero y no motivado por ningún interés. ¿Qué ventaja podía sacar de cortejar a un boticario? No iba a cambiar su empleo por otro en el que cobrara mejor, y tampoco con un horario más cómodo. Basile no era un hombre rico y no tenía ningún poder ni influencia.

- Solamente mio. - Repitió como un autómata.

Poco a poco pareció entrar en razón y sonrió, bajando las manos que se aferraban a sus hombros casi con desesperación y dejándolas en la cintura de Sunderland. Allí reposaron tranquilas mientras Basile echaba un vistazo a la conejita y se reía con la ocurrencia de Vaël.

- No le quiero prometer nada, igual sufre una decepción. No tengo mucho que ofrecer.

Era la primera vez que se daba cuenta con tanta nitidez de sus propias limitaciones, porque hasta la fecha sus compañeras siempre habían sido tan mediocres - en inteligencia o cultura - que no le resultaba difícil alimentar su vanidad y sentirse superior a ellas. Pero ahora se veía desarmado delante de un hombre que a sus ojos no tenía ningún defecto, ninguna tara. ¿Cómo iba a estar a la altura de alguien así? Él, con sus celos estúpidos, sus cumplidos torpes y su afición a pasar horas y horas en un laboratorio del que salía siempre con manchas de hollín en la cara.

- Aunque sí puedo jurarle que me voy a esforzar.

por **Vaël Sunderland** Vie Mayo 11, 2012 7:48 am

Solamente suyo, y el boticario también lo sería. Vaël se encontraba como viviendo un sueño, se llegaba a preguntar si en realidad no se había levantado de la cama y seguía acurrucado al lado de aquel hombre que le dejaría un buen saco de monedas al día siguiente. Lejos de Basile, del olor de su pelo y del sabor de sus labios. Se habría pellizcado definitivamente pero aquello le pareció fuera de lugar y definitivamente si era un sueño prefería quedarse allí.

- ¿Pero qué dices? Eres un hombre bueno, cariñoso, amable, generoso, encantador, simpático, seguro de si mismo, honrado...- podría haber seguido dándole adjetivos sin descanso, pero prefirió dejarlo así, con un silencio que diera a entender que había mucho más que decir. Solo sonrió ante sus palabras, sacudiendo la cabeza. Era casi como decir que se esforzaría también con él, o al menos eso quiso creer. ¿Estaba realmente metiéndose en una relación pero sin decirlo en alto? Tenía miedo de preguntar por si él se negaba y se le rompía su pequeña burbuja de fantasía.

Se inclinó hacia él para volver a besarlo, esta vez de forma aun más lenta si sabía, acariciando su rostro y sus hombros, solo gozando con su suavidad y su humedad. Finalmente se separó, levantándose y mirándolo con una sonrisita.

- Estaba preparándome el desayuno cuando llegaste. - señaló la tetera que había sobre la mesa, que aun no había puesto al fuego, que ya tenía preparado - ¿Te apetece un poco de té, café o algo para desayunar? - preguntó mientras se acercaba a la jaula del animalito para ponerla en un lugar más cómodo y no tan cerca de la comida, ya luego pensaría dónde ubicarla con más calma, por ahora la llevó al salón y la dejó sobre el mueble cercano a la entrada, volviendo luego a la cocina para poder desayunar.

por **Basile Grushenko** Vie Mayo 11, 2012 9:20 am

Bueno, si Vaël quería pensar de él todas esas cosas estupendas no sería Basile quien le disuadiera. Simplemente lo miró hablar, guardando en la memoria de su retina esos ojos claros, esa nariz ancha y sobre todo los labios perfectos que vocalizaban toda suerte de adjetivos a cuál más halagador. Vaël era masculino y eso le gustaba mucho. No entendía por qué esa manía de pensar que los tipos que andaban en compañía de otros eran menos machos, al boticario le parecía que el inglés era mucho más hombre que otros heterosexuales que conocía. En eso radicaba precisamente la capacidad que tenía de atraerlo tanto y de excitarlo de esa forma tan animal.

- No, gracias, ya desayuné.

Apoyó un codo en la mesa cuando Vaël se levantó y después descansó la mejilla sobre la palma abierta de su mano, observando al cortesano en todos sus movimientos cuando regresó a la cocina y se puso a trastear. Normalmente ver a alguien cocinando y comiendo no le parecía un espectáculo muy fascinante, pero cuando el protagonista era Sunderland la cosa tomaba otro cariz. Basile tenía un aprecio especial a aquellas manos y le fascinaba verlas preparando un té, eso era todo. Prefería estar en silencio y mirarlo, le ayudaba a pensar. Si ya no iba a tener más clientes quería decir que el boticario no tendría que andar a cada minuto intentando convencerse de que le daba igual a quién se metía el otro en la cama.

Con cuidado y tanteando se internó en sus propias sensaciones y caminó haciéndose muy pequeño hasta llegar a su corazón para abrirlo con esa llave que creyó que no gastaría nunca. Encontró allí dentro muchas emociones nuevas, relucientes por la falta de uso, y se le planteaba el arduo trabajo de saber cuáles podía sacar a la vista y cuáles debían permanecer encerradas. No quería hacerse ilusiones tan pronto, y no solo por lo que Vaël pudiera preferir sino también por él mismo. No sabía lo que eran los compromisos a largo plazo y huía de las promesas como de la peste. ¿Y si pasadas dos semanas se cansaba del cortesano? ¿Y si lo encontraba tan agobiante como esas amantes que no se resignaban a su ausencia y que lo atosigaban con cartas y presentes? Pero no, eso no podía ocurrirle porque no había nada en Sunderland de lo que se pudiera cansar. Si hasta verlo prepararse el desayuno le parecía tierno suponía que se haría a la idea de que solo fueran ellos dos. Ellos dos en la botica, ellos dos en el mercado de especias para buscar los ingredientes, ellos dos en su casa las noches que pudieran pasar juntos. Y realmente no le hacía falta mucha gente más.

- Estuve en el circo de los gitanos. - Le contó. - Fui con Thibaut a visitar a una nueva conocida muy interesante que sabe leer el porvenir en la palma de la mano. Es calé pero tiene el pelo rojo y la piel tan blanca como las damas francesas. - Reflexionó sobre aquello y sacó una divertida conclusión. - La verdad es que hago amistades un poco raras.

por **Vaël Sunderland** Vie Mayo 11, 2012 3:17 pm

Su desayuno no contó con mucho más que un poco de pan del día anterior, untado con mantequilla especiada y un poco de té con leche. Cuando lo tuvo servido se colocó en la mesa donde estaba el mayor, y aunque le había dicho que no, le puso una taza con té delante para que la tomara si quería, porque tenerlo ahí sentado sin hacer nada mientras él comía, le ponía un poco nervioso.

Había comenzado a comer cuando escuchó sus palabras, su anécdota sobre lo que había ocurrido en el tiempo que no se habían visto. Le prestó atención total, alzando una ceja ante varios de los detalles. Solito llegó a la conclusión de que Thibaut debía ser el nombre de su amigo y se lo anotó bien grabado sin siquiera planteárselo. También se preocupó por aquello de una gitana tan llamativa, teniendo en cuenta la debilidad de Basile por las mujeres, era algo a tener en cuenta. Aun así sonrió, asintiendo a lo de las compañías. Dio un pequeño sorbo a su té, relamiéndose.

- Las amistades comunes son para las personas aburridas. - aseguró con una media sonrisa, alzándose de hombros - ¿Y dejaste que te leyera la mano con tu amigo presente? - inquirió, alzando una ceja con curiosidad - Teniendo en cuenta las cosas que esconde, señor boticario, no lo veía capaz de algo así.

No lo decía a malas, en realidad tampoco era tan raro que un hombre tratara de esconder a otro si estaban juntos, como en el caso de ellos dos. A veces pensaba que debería sentirse ofendido o algo así, pero comprendía tan bien al mayor que no podía sentirse de esa forma. Aunque le habría gustado que como mínimo pudiera pasear tranquilamente con él como si de dos amigos se tratasen. Que no se escondiera al invitarlo a su casa o al ir a visitarlo, porque eso resultaba aun más sospechoso. Se terminó el pan, sacudiéndose las manos con elegancia y todo, tomando ahora la taza con el té entre las manos como si quisiera guardar su calor.

- Deberíamos salir a por algo de comida para la pequeña, algunas zanahorias y esas cosas. - murmuró, pensativo - Claro, si te parece bien. Así podríamos dar una vuelta como buenos amigos...como haces con Thibaut. - dejó caer. Sí que le daba un poco de celos el pensar que podía pasear con otro sin problemas y con él iba nervioso, aunque por otra parte le agradaba, pues le hacía sentir especial. Eran sentimientos muy contradictorios.

por **Basile Grushenko** Vie Mayo 11, 2012 4:00 pm

Pues nada, se bebería el té. Le dio un sorbo demasiado rápido y se quemó la lengua, haciendo una mueca bastante cómica. Nunca había tenido la paciencia necesaria para esperar a que su comida se enfriara, aunque sí era capaz de estarse horas cociendo uno de sus mejunjes. Era un hombre lleno de paradojas, pero si escarbabas un poco todo el mundo tenía sus cosas contradictorias.

- No, me leyó la mano antes de conocerte, la primera vez que la vi. Yo estaba en el bosque de noche buscando una planta y entonces apareció ella en el claro, imagínate, la probabilidad de que eso suceda debe de ser una entre diez mil. Me dijo que veía a una mujer mayor y a un hombre joven.

Era una suerte que todavía no hubiera estrechado amistades con Vaël, porque entonces Talena habría visto a la mujer mayor, al hombre joven y después a otro mucho más nítido y rodeado de fuego, o a saber qué. Basile no tenía la culpa de que su imaginación se disparara al pensar en el inglés, él se lo había buscado con toda esa coquetería que destilaba. Había estado bien para atraerlo, lo reconocía, pero al boticario lo que de verdad le emocionaba era haber sido lo bastante relevante en la vida del otro como para pasar a través de su faceta juguetona - la faceta que veían todos sus clientes - y llegar a aquello, a compartir cosas sencillas, a encontrar el encanto intrínseco en Sunderland cuando hacía algo tan simple como comer pan con mantequilla. Tenía dos facetas: la de contorsionista experto entre las sábanas y la de joven temeroso de exponer demasiado su corazón roto. Basile no sabía cuál de las dos caras le volvía más loco.

Bebió un poco más con cuidado y sonrió como asentimiento a su propuesta de salir a comprar. No le molestaba que le vieran andando por la calle con Vaël, como cuando desayunaron juntos en el restaurante o visitaron el teatro, lo que sí temía era que le pillaran de noche entrando en su casa. Ni siquiera hacía eso con Thibaut, por supuesto, no tenía ninguna otra justificación que no fuese la evidente. Confiaba en que el inglés entendiera eso y que le ayudara a mantener la discreción, nada asustaba más a Basile que la posibilidad de ser descubierto. Ahora no solo temía por sí mismo y por su madre, sino que tenía alguien más a quien proteger. Alguien que comía tranquilamente al otro lado de la mesa haciéndole insinuaciones que le llevaron a morderse un labio, divertido.

- No te enfades. También hago muchas cosas contigo que no hago con Thibaut.

Nunca le había gustado jugar a esa tontería de los celos, pero en ese momento admitió que por un momento había estado bien. Celar a alguien era la consecuencia natural de temer perderlo, y tener la certeza de que Vaël lo quería conservar le dio ánimos para levantarse de la silla e ir a sentarse sobre las piernas del inglés, como antes había hecho él. Le pellizcó una mejilla con gracia.

- Quiero que sepas que lamento haberte dicho hace tiempo lo que sentía por ese otro muchacho. - Le confesó. - No quiero que ahora pienses que sigo con eso, fue algo que se fue igual que vino y ya no queda nada. - Le cogió una mano a Sunderland y se la puso en su propio pecho. - No queda nada aquí.

Había disfrutado su pequeño episodio de posesión pero no quería alimentar malos sentimientos en Vaël. Iba a ser franco porque era el único modo de comportarse que tenía inculcado y no le gustaban los melodramas. De verdad quería probar a pertenecerle, y así quería que lo supiera él.

por **Vaël Sunderland** Dom Mayo 13, 2012 2:46 pm

No pudo evitar dejar que su mente recrease la escena de una llamativa mujer apareciendo de noche en el bosque. También le parecía muy arriesgado por parte del boticario el adentrarse a esas horas en un lugar que podía tener animales salvajes y otras cosas mucho más peligrosas, pero no era un niño así que no podía regañarlo.

- Suena como un cuento de fantasía. Una gitana misteriosa, solo falta la luna llena iluminando vuestro encuentro. - dijo de forma suave, con expresión algo fantasiosa mientras casi lo veía en su cabeza - Supongo entonces que te salvaste.- soltó una risita, dando otro sorbo a su té y dejando la taza en la mesa.

No pudo evitar un suspiro al escucharlo, no estaba enfadado realmente, solo un poco celoso. Nombraba mucho a su amigo y no podía olvidar lo que le había dicho tiempo atrás, que sentía algo por un muchacho. Era normal que como habían avanzado los acontecimientos, se sintiera algo amenazado por otro posible pretendiente para su boticario. Pero no dijo nada, aunque fuera a hacerlo lo vio acercarse así que se echó un poco hacia atrás para dejarle espacio, colocando las manos en sus caderas de forma relajada, sonriendo por el pique en su mejilla y sin poder dejar de mirarlo ni un segundo.

Al escuchar sus palabras lo primero que pensó fue que se arrepentía de haberse sincerado con él y se puso un poco serio, la forma de evitar ese tipo de problemas no era callándoselos, sin embargo era paciente así que escuchó hasta el final, no pudiendo evitar sentir como su corazón latía más rápido. ¿Realmente había olvidado ese otro hombre en su vida? Solo de pensarlo se sentía diez veces mejor de lo que ya lo hacía. Dejó la mano en su pecho donde mismo se la había puesto, besando su cuello y terminando por tomar de nuevo sus labios, de manera tan lenta que parecía estar tocando el más delicado cristal. Cuando se separó, con un par de pequeños roces más, lo miró, sonriendo.

- Me alegra saberlo, porque si me propongo conquistar un sitio no me gusta compartirlo. Soy de espacios grandes y solo para mi. - curvó un poco más su sonrisa. Estaba claro que quería enamorarlo, ya no lo podía decir de forma más evidente que esa. Suspiró, besando su mentón y deslizando la mano de su torso a su vientre con una caricia - De todas formas ahora no vas a tener mucho tiempo libre, ¿eh? Teniendo en cuenta el rato que pasaré contigo en la botica y el que tendremos que pasar después...Porque como buen ayudante y aprendiz tendré que acompañarte alguna vez al bosque o pasar la noche trabajando en tu casa...

Lo miró con picardía, no podía darle más excusas para pasar tiempo juntos sin que desde fuera se viera como algo peligroso para ambos, y eran sin dudas muy reales. Con la otra mano empujó el plato y la taza de su desayuno por la mesa para alejarlas un poco del borde, agarrándolo luego de las caderas, guiándolo para que se sentara en el borde de la susodicha mesa, justo frente a él, pudiendo así abrazarlo por donde lo había agarrado y descansar la frente contra su vientre.

- Basile...¿estás realmente conforme con lo que siento? - preguntó en un susurro, con los ojos cerrados - ¿Te parece bien que aspire a que seas solo mío?- no creía ser una mala opción, de verdad que no. Probablemente se esforzaba por el boticario, y hacía muchos más sacrificios por él, que muchas mujeres de París y medio mundo. Probablemente porque él se había molestado en ver algo más allá, porque tenía la ventaja de ser un hombre y de disfrutar facetas de Basile que no mostraba a las damas.Como fuera, se veía capaz de ser merecerlo.

por **Basile Grushenko** Lun Mayo 14, 2012 1:23 am

En realidad sí había luna y así se lo dijo a Vaël, porque sin ella no habría podido dar dos pasos en el bosque sin tropezar y caerse en la guarida de algún topo o algo peor. Al final había tenido que posponer su búsqueda de la mandrágora para más adelante, pero no la había olvidado en absoluto. Solo la tenía en proyectos pendientes, pero ahora podría ir con Sunderland porque iba a ser su ayudante y requeriría un poco de apoyo en la excursión. O tal vez no le dijera nada porque no quería exponerlo a que se lo zampara un lobo por una fantasía del boticario. En otro orden de cosas se alegraba de que las sillas del inglés fueran resistentes, porque al parecer a ambos les costaba demasiado estar separados mucho tiempo. No les bastaba con compartir la misma habitación, tenían que tocarse, como los recién casados que desean que llegue la noche para consumar su matrimonio las veces que haga falta. Y de nuevo un beso de los que lo dejaban tonto. Vaël estaba siendo tan delicado que a Basile se le escapó un suspiro cuando se separó de sus labios, medio soñador y medio anhelante de tener un poco más.

Le puso las manos en los hombros y sonrió al escucharle decir que quería conquistarlo. ¿Es que no se daba cuenta de que ya lo había conseguido? Basile no sabía nada de amor, pero no se sacaba al otro de la cabeza en todo el día. Ya se despertaba pensando en que era una pena que Sunderland no estuviera echado a su lado, durmiendo tranquilamente para poder abrazarlo y apretarse contra él. No se distraía en su trabajo porque era competente y sus manos habían memorizado todas las mezclas que debía preparar de forma automática, pero mientras se concentraba en su laboratorio o en la tienda se dejaba un hueco en la mente para Vaël. Ya que no podía echarlo de allí al menos intentaba que no acaparase todo el espacio para poder hacer cosas, sobrellevar el día a día hasta que llegaba el fin de semana y podía ir corriendo a lanzarse a sus brazos.

- Claro. - Asintió en lo relativo a su poco tiempo libre. - Ahora soy tu patrón y necesito enseñarte muchas cosas. Voy a ser muy tirano contigo, jovencito. No me voy a despegar ni un segundo de ti.

Le mordió con suavidad en una oreja antes de verse invitado a sentarse en el borde de la mesa. Tal vez la intención del otro fuera simplemente descansar las piernas del peso de Basile, pero cuando le puso la cabeza en el vientre no pudo evitar emocionarse un poco. Estaba demasiado cerca de cierta parte de su cuerpo que tendía a responder demasiado efusivamente a las atenciones de Vaël, pero trató de contenerla a toda costa mientras le acariciaba el pelo y escuchaba lo que tenía que decirle. Le iba a costar decirle lo que quería oír porque todavía no se sentía preparado, pero estuvo de acuerdo en que era una tontería. Si el inglés había conseguido adueñarse de el sentimiento al boticario no le debería costar regalarle la palabra que lo definía. Se la había ganado y reconocerlo no volvería al mayor más vulnerable.

- Ya soy tuyo solamente. - Contestó al final, tras humedecerse los labios con la lengua, mientras seguía peinándolo con las manos.

por **Vaël Sunderland** Lun Mayo 14, 2012 4:24 am

Por más que lo intentara, Vaël no podía imaginarse al boticario siendo un tirano con él, al menos no así. Puede que sí pudiera visualizarlo con gesto rudo con alguna otra persona, apretando esas perfectas mandíbulas, pero definitivamente no podía verlo para con él, se le antojaba una completa tontería. Así que al escucharlo sonrió de medio lado, rodando los ojos.

- Uuh, sí...No voy a poder dormir imaginando que voy a tenerte pegado todo el día, será una verdadera tortura. - aseguró fingiendo desesperación, pero la ironía estaba impresa en cada una de sus palabras. ¿Tener a Basile todo el día detrás? No podía pensar en nada mejor, definitivamente.

No podía parar de pensar en como su vida había dado un giro completo de la noche a la mañana. De ser un cortesano solitario, que conocía a muchos pero no intimaba con nadie, pasaría a ser un aprendiz inexperto, prendado de unos ojos y una boca específica. Pasar de la vida de pecado constante a una más honrada, aunque lo que pensaba hacerle al francés cada noche que tuviera oportunidad no escapaba precisamente de la palabra pecado, pero bueno eso era un caso aparte.

En ese instante solo quería escuchar que le daba el visto bueno, que le invitaba a intentarlo. Pero sin duda las palabras que el boticario le regaló fueron mil veces mejor. Le hicieron sonreír y morderse los labios, apartando un poco el rostro de su vientre para poder mirarlo. Por supuesto Vaël tenía una forma muy clara de recompensar cosas como esas. Tú me das y yo te doy, las cosas funcionaban perfectamente así. Sin contar que había aprendido a ver las señales de cuando un hombre quería algo. Por ello sus manos en seguida se pusieron en movimiento, rodeando su cuerpo hacia delante para presionar sus ingles, sin quitarle ojo de encima.

- Solo mío. Mi boticario. - realmente dicho en alto sonaba mucho mejor - Eres tan perfecto que sabes lo que necesito oír. - murmuró suave, llevando una de las manos algo más arriba, buscando presionar un tanto su entrepierna por encima del pantalón - Ahora yo te daré lo que tú necesitas...Y después, iremos a por zanahorias y le pondremos un nombre a la pequeña. - mientras hablaba ya le estaba buscando el amarre a los pantalones para quitárselo, para poder abrirlos, deslizando la lengua por sus labios de forma coqueta. ¿Qué? A fin de cuentas seguían siendo hombres, seguían deseándose y eso era sin duda la señal de que todo iba bien. Malo sería el momento en el que no se dejaran llevar, coquetearan o se lanzaran señales de necesidad.

por **Basile Grushenko** Lun Mayo 14, 2012 12:00 pm

La tortura iba a ser tener que pasar todo el día con él enseñándole de verdad a ser un boticario competente y no poder dejar a un lado las lecciones para hacerle el amor encima de la mesa, entre los frascos. Basile siempre había tenido la sensación de que los humanos - sobre todo los hombres - y los animales eran mucho más semejantes de lo que se creía; ambas especies funcionaban en el fondo por instintos: el hambre, la sed y la reproducción mantenían a las personas sobre la Tierra sin extinguirse después de tantos siglos y no las normas éticas ni morales. El protocolo era un adorno para intentar disfrazar las necesidades por las que se movían todos, y cuando se juntaba a dos hombres sanos y jóvenes (o relativamente en el caso de Basile) era inevitable que la chispa del deseo se encendiera a cada rato.

- Lo que tendrás pegado a partir de ahora es el olor de todas las plantas que vas a tener que machacar en el mortero. - Le contestó riendo. - Todas mis camisas huelen a lavanda, a tomillo, a baladre...

Pero seguro que Vaël ya se había dado cuenta de ello, era imposible no percibirlo cuando se estaba cerca de él y el inglés lo estaba mucho últimamente. Siguió acariciándole el pelo como ratificando su intención de pertenecerle cuando Sunderland se puso en marcha y llevó las manos hacia una zona que le hizo dar un respingo. Se le dispararon los latidos cardíacos en un santiamén, pero todavía encontró el autocontrol suficiente para coger las manos de Vaël entre las suyas y apartarlas de allí.

- No hace falta. - Le aseguró. - Podemos ir ahora a por zanahorias si es lo que quieres, yo... no te he dicho eso para conseguir nada.

Parecía por lo que había dicho el otro que quería compensarle de alguna forma por haber pronunciado en voz alta lo que quería oír, y de esa manera Basile se sentía un poco manipulador. Era suyo sin buscar nada a cambio. No es que no quisiera aliviar la tensión que se había empezado a acumular en su entrepierna, es más, le encantaría, pero estaría más tranquilo si Vaël se hubiera dirigido a él de otra forma. Si hubiera dicho "voy a darte lo que necesitamos" o "quiero tenerte" o algo que indicara que él también le deseaba el boticario no tendría esa sensación de que se estaba cobrando algo. Le acarició el rostro y le besó en la punta de nariz.

- Nunca más vas a tener que hacer nada que no te apetezca. - Habló, sin separarse mucho de él. - ¿Me oyes? Te lo prometo.

por **Vaël Sunderland** Lun Mayo 14, 2012 1:12 pm

Ya se había hecho a la idea de hacerle un trabajito al mayor, de ahí que se sorprendiese cuando lo detuvo y alzara el rostro para mirarlo con la confusión pintada en los ojos. sin embargo no necesitó mucho más que sus palabras para entender que quizás se había expresado mal. Evidentemente no le suponía ningún esfuerzo atender al otro, al contrario, lo disfrutaba como el que más.

- Ya lo sé, Basile. No he pensado en ningún momento que lo dijeras con intención alguna más que la de ser sincero. - aseguró, sonriéndole con suavidad para darle más énfasis a sus palabras, para que entendiera que algo así nunca se le pasaría por la cabeza.

Cerró los ojos, dejando que le hiciera esas deliciosas caricias que le arrancaron un suspiro, puede que por lo tiernas que le resultaron, o tal vez por lo que dijo después. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien le dijo algo así? Ah, sí...nunca. Basile era realmente el primero que le hacía emocionarse con sus palabras, que le hacía creer que en verdad se preocupaba por sus deseos y sus necesidades. Por un momento se sintió desarmado, como un niño pequeño que quiere que lo cuiden, que lo escondan en su cama de los monstruos que hay bajo la suya. Pero Vaël había vivido entre los monstruos, en realidad no se veía con derecho de pedir ahora que lo salvaran. Y sin embargo, se habría escondido bajo el ala protectora del boticario sin pensárselo siquiera.

"No me dejes nunca solo, no dejes que vuelvan a tocarme. Di que soy tuyo, grítalo por todo París. No me eches de tu vida como hicieron los demás. Ámame Basile, ámame hasta que solo yo ocupe cada segundo de tu vida, de tu cabeza, de tu ser. Átame a ti para que no vuelva a perderme..."

Se mordió los labios, terminando por sonreír con suavidad. No podía decirle algo así, no era el momento, no se veía capaz y ni siquiera tenía muy claro de dónde habían salido esos pensamientos. Al final lo miró y ladeó la sonrisa, recuperando la compostura, volviendo a ponerse su coraza aunque fuera por un rato, porque no era un niño pequeño, era un hombre y como tal, debía mantenerse tranquilo, demostrar que merecía la atención del boticario. Y a eso ya estaba acostumbrado.

- ¿Por qué piensas que no me apetece? Igual me expresé mal...- reconoció, bajando la voz a un murmullo tan suave que casi pretendía acariciar al otro con sus palabras. Puso las manos en su pecho, colocando sus labios contra los ajenos, encargándose de que los acariciásen en cada palabra pronunciada, con la promesa de un próximo beso - Cada vez que tú te estremeces, presa de un orgasmo, yo siento que el mundo me da vueltas, mi piel se eriza, mi corazón se dispara y creo enloquecer de placer. Solo pienso en no detenerme, en volver a escuchar tus gemidos, en ver tu rostro contraído por las sensaciones que YO te estoy reportando. - se humedeció los labios, rozando con la lengua los contrarios al hacerlo - ¿Qué clase de absurdo pensamiento te puede llevar a creer que yo querría dejar de disfrutar algo como eso? - lo empujó suave, para que se fuera dejando caer sobre la mesa, no acostarlo, solo que se apoyara en sus codos - Tú lo necesitas y yo lo deseo. ¿Está mejor expresado así, boticario?

De nuevo hizo el intento de deslizar las manos por su vientre y hacia su entrepierna, evidentemente si de nuevo se negaba no iba a presionarlo, esas cosas se hacían de mutuo acuerdo, más aun si había algo entre ambas personas, en este caso no era dinero, en este caso era...Bueno, que cada uno lo llame como quiera.

por **Basile Grushenko** Lun Mayo 14, 2012 1:57 pm

No veía cómo iba a cuidar de nadie si ya se las veía canutas para que no le pillaran a él haciendo algo indebido, porque sus costumbres en general hasta el momento habían sido de todo menos intachables y castas. Era cierto que se controlaba por su madre, porque en aquella época las mujeres estaban supeditadas a sus parientes masculinos más próximos y Basile no quería hacer nada que por extensión la perjudicara a ella, pero ahora tenía un sentimiento diferente. Ahora quería proteger a su consentido y asegurarle una existencia tranquila y llena de comodidades. Independientemente de que llegaran a amarse o no, de que su aventura terminara mal o bien - o de que no terminara nunca - el boticario sabía que el inglés se merecía solo lo mejor. Era una persona maravillosa y una mente muy clara entre toda la bruma de palurdos obsoletos de París y seguramente del mundo entero. Él, que había pasado una vida muy puta - y nunca mejor dicho - merecía precisamente todos los lujos de los que se había visto privado. Quizá no lujos materiales, pero sí de la clase de atenciones que un ser humano podía dar a otro sin tener que gastar dinero. Basile quería ser mejor para atenderlo mejor. Nadie había hecho germinar en él nunca antes esa semilla de superación.

Le gustó que le hablara contra los labios, tanto que le regaló una sonrisa medio nerviosa. Se encargó de darle besos suaves entre cada dos palabras que pronunciaba, alegrándose de entender que Vaël no le estaba pagando por nada, que solo daba rienda suelta a algo que quería tanto como él. El boticario no estaba acostumbrado a la experiencia de dejarse hacer, de abandonarse, hasta que lo conoció a él. Las mujeres con las que había estado eran caprichosas y demandantes, y tal vez por la costumbre de entonces y el recato general que se imponía a todas aceptaban sus abrazos cubriéndose la cara con las manos y ocultando su rubor bajo las sábanas. A ninguna doncella se le habría ocurrido nunca tumbar a su amante desnudo bajo la luz del sol y darle placer hasta hacerlo gemir, eso no era tarea de ellas. Ahora Basile podía tranquilamente apoyarse en la mesa y mirar indefenso cómo Vaël se ocupaba de él, y la sensación era tan prometedora que no pudo más que jadear solo de ver cómo lo acariciaba. No tenía nada más que añadir, sus ojos brillantes de deseo lo decían todo.

por **Vaël Sunderland** Lun Mayo 21, 2012 5:22 am

Le encantaba ver al boticario tan entregado. Le hacía estremecer solo de verlo tan pasivo a sus atenciones, porque siempre había visto a Basile como un hombre dominante, que agarraba a la doncella con la que tocara compartir esa velada y la manejaba como quería, seductor. Por eso disfrutaba más aun cuando él simplemente se dejaba hacer por otro hombre, por él mismo, era delicioso.

Se encargó de abrirle la ropa, no buscaba desnudarlo, solo apartar las prendas lo suficiente para poder dejar salir ese miembro que tanto deseaba. Es más, se tomó la libertad de admirarlo unos instantes antes de siquiera tocarlo, sonriendo. Qué iba a hacerle si es que la idea de que aquel sexo era todo suyo y solo suyo, le hacía sentir cosquillitas en el pecho y era agradable. Terminó por inclinarse, sentado de nuevo en la silla entre las piernas ajenas, dispuesto a finalizar su desayuno con el mejor de los manjares.

Sus atenciones comenzaron como suaves lamidas por toda la extensión que le ofrecía, hasta que se centró en la cabeza. Iba despacio, disfrutándolo, más parecía que se comía una golosina a lo que realmente estaba haciendo. Cuando comenzó a succionar, moviendo la cabeza para meter y sacar aquel pedazo de carne de su boca, no aceleró precisamente el movimiento ni mucho menos. Pensaba hacerlo lento, pensaba disfrutarlo, seguir moviendo la lengua para poder acariciarlo. No se detuvo por nada ni permitió que el mayor le hiciera acelerar los movimientos de ninguna de las maneras.

Lo hizo despacio, con suavidad y devoción, hasta que consiguió disfrutar en su boca la esencia del boticario, bebiéndolo como si fuera lo más exquisito que pudiera tocar su lengua o su boca. Solo al quedarse satisfecho y dejarlo a él perfectamente impecable, se apartó, relamiéndose cual felino y sonriendo de medio lado.

- Sería un buen desayuno para cada mañana. - murmuró burlón, aunque cargaba una gran parte de verdad, las cosas como son.

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