AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Porque dos pueden mantener un secreto...[Privado]
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Porque dos pueden mantener un secreto...[Privado]
Sus padres todo el tiempo le ocultaron algo, el jamás supo que pero sabía en sus ojos que ellos estaban enterados de algo que jamás saldría de sus labios. Hacía años que su madre biológica había muerto por culpa de una enfermedad causada por el mal tiempo, según dedujo por las historias que esta le contaba ella fue una mujer muy fuerte y enérgica durante aquella hermosa época de su juventud sin embargo después de su nacimiento algo afecto tanto su salud que comenzó a debilitarse hasta el punto de pasar sus últimos días en cama sin despertar para nada más que para ingerir alimentos o agua, a pesar de sus esfuerzos por levantarse una vez que se recostó jamás volvió a levantarse
El recuerdo de la muerte de su madre estaba bien grabado en su cabeza, como si le hubiesen marcado con fuego la imagen de aquella débil mujer sobre la piel, ella agacho a su padre adoptivo y en medio del silencio mortecino que inundaba la sala pronuncio esas palabras, aquellas que jamás sabría porque se encontraba demasiado lejos como para escuchar, y que además, suponían una carga tan grande como para que aquel sencillo hombre pusiese repetirlas, habían sido largos momentos en los ella decidió soltar su secreto pero lo hizo. Después de aquello la mirada de la única persona aparte de su él o su madre en el recinto se giró a verlo con la sorpresa y el miedo grabadas dentro de sus pupilas, jamás olvidaría esa mirada ni aquel secreto que nunca conoció.
Hoy por fin se encontraba fuera de los aprensivos brazos de la cuenca de Verjoyansk, dando testimonio de que lo creído hace años estaba bien fundamentado, incluso el pasible Fernando tenia oscuros secretos escondiendo bajo la manga, el mismo se encontraba varado en Francia por culpa de aquellas cosas que le oculto el noble español, ¿Pero el cómo iba a saber que terminaría siendo sacado de su tierra en medio de un cargamento de esclavos y que posteriormente sería liberado por la misma persona que lo aprisiono? E ni siquiera sabía hablar Francés, gracias a la colección de libros de su viejo lo comprendía a medias, pero hablarlo era una cosa muy diferente.
Miro la torre del reloj apretando uno de los puños sin darse cuenta de que arrugaba el papel que cargaba entre los dedos, actualmente se encontraba trabajando en la casa de un hombre de su vieja Rusia así que idioma no estaba siendo problemas, tampoco el trabajo porque en realidad no era tratado como un sirviente en aquella casa. Suspiro casi imperceptiblemente sintiéndose perdido en el imponente Palacio Royal al que había sido enviado con una carta por parte de su jefe para alguien más, para una persona que no conocía, un conde o un duque no estaba seguro pero sabía que era un hombre joven. El problema es que al parecer se había equivocado de lugar, llevaba vagando ahí adentro por más de una hora y no tenía forma de preguntar a nadie pues no estaba muy seguro de que hubiese alguien familiarizado con su idioma.
Miro el botón de su manga, estaba hecho de metal bañado en oro, toda su ropa e indumentarias no eran propias de alguien de su clase, se sentían incomodas sobre su piel pero Fernando se las regalo asi que la estaba usando por respeto a el. Frunció el ceño pensando que terminaría por pedirle que no volviese a regalarle nada, en realidad el trabajo no se le daba bien pero no era como si no pudiese comprarse su propia ropa ni nada, el verse reflejado en los cristales vestido como una persona de la alta sociedad le revolvía el estómago, no porque odiase a la gente rica ni nada, era más bien algo relacionado con sus principios
El recuerdo de la muerte de su madre estaba bien grabado en su cabeza, como si le hubiesen marcado con fuego la imagen de aquella débil mujer sobre la piel, ella agacho a su padre adoptivo y en medio del silencio mortecino que inundaba la sala pronuncio esas palabras, aquellas que jamás sabría porque se encontraba demasiado lejos como para escuchar, y que además, suponían una carga tan grande como para que aquel sencillo hombre pusiese repetirlas, habían sido largos momentos en los ella decidió soltar su secreto pero lo hizo. Después de aquello la mirada de la única persona aparte de su él o su madre en el recinto se giró a verlo con la sorpresa y el miedo grabadas dentro de sus pupilas, jamás olvidaría esa mirada ni aquel secreto que nunca conoció.
Tengo un secreto
¿Me lo puedes guardar?
Jurame que este sí me lo vas a guardar
Es mejor que la guardes bajo llave, en tu bolsillo
Llevándolo hasta tu tumba
Si te lo cuento, luego sabré
Que vos no vas a contar lo que dije
Por que dos pueden mantener un secreto
Si uno de ellos está muerto
¿Me lo puedes guardar?
Jurame que este sí me lo vas a guardar
Es mejor que la guardes bajo llave, en tu bolsillo
Llevándolo hasta tu tumba
Si te lo cuento, luego sabré
Que vos no vas a contar lo que dije
Por que dos pueden mantener un secreto
Si uno de ellos está muerto
Hoy por fin se encontraba fuera de los aprensivos brazos de la cuenca de Verjoyansk, dando testimonio de que lo creído hace años estaba bien fundamentado, incluso el pasible Fernando tenia oscuros secretos escondiendo bajo la manga, el mismo se encontraba varado en Francia por culpa de aquellas cosas que le oculto el noble español, ¿Pero el cómo iba a saber que terminaría siendo sacado de su tierra en medio de un cargamento de esclavos y que posteriormente sería liberado por la misma persona que lo aprisiono? E ni siquiera sabía hablar Francés, gracias a la colección de libros de su viejo lo comprendía a medias, pero hablarlo era una cosa muy diferente.
Miro la torre del reloj apretando uno de los puños sin darse cuenta de que arrugaba el papel que cargaba entre los dedos, actualmente se encontraba trabajando en la casa de un hombre de su vieja Rusia así que idioma no estaba siendo problemas, tampoco el trabajo porque en realidad no era tratado como un sirviente en aquella casa. Suspiro casi imperceptiblemente sintiéndose perdido en el imponente Palacio Royal al que había sido enviado con una carta por parte de su jefe para alguien más, para una persona que no conocía, un conde o un duque no estaba seguro pero sabía que era un hombre joven. El problema es que al parecer se había equivocado de lugar, llevaba vagando ahí adentro por más de una hora y no tenía forma de preguntar a nadie pues no estaba muy seguro de que hubiese alguien familiarizado con su idioma.
Miro el botón de su manga, estaba hecho de metal bañado en oro, toda su ropa e indumentarias no eran propias de alguien de su clase, se sentían incomodas sobre su piel pero Fernando se las regalo asi que la estaba usando por respeto a el. Frunció el ceño pensando que terminaría por pedirle que no volviese a regalarle nada, en realidad el trabajo no se le daba bien pero no era como si no pudiese comprarse su propia ropa ni nada, el verse reflejado en los cristales vestido como una persona de la alta sociedad le revolvía el estómago, no porque odiase a la gente rica ni nada, era más bien algo relacionado con sus principios
Dmitry Romanov- Humano Clase Baja
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 12/03/2012
Re: Porque dos pueden mantener un secreto...[Privado]
No había pasado demasiado tiempo para el cambio de vida de Liz, hace ya un par de meses se había enterado que era una cambiaformas y aún no podía lidiar a la perfección eso, al menos ya sabía cuándo ocurriría la transformación a animal, pero no así a humana, por lo que siempre intentaba estar cercana a sus ropas, ya que al final de todo eso era lo peor para ella, que al transformarse quedara totalmente desnuda. De todas formas ya no le importaba salir a la calle, se había ocultado demasiado tiempo y ahora sabía pasar desapercibida, siempre encontraba un buen escondite cuando ocurrían sus transformaciones. Además, ahora tenía un buen motivo para salir ya que había llegado una invitación al Palacio Royal, se llevaría a cabo una fiesta y Liz no estaba interesada en perdérsela.
Ese día había salido temprano para poder comprar algún vestido nuevo para la ocasión, pues ya había usado los demás y no podría permitirse que la vieran nuevamente con algún vestido usado, ella bien sabía como era la realeza y los de clase alta, vivían preocupados de la apariencia completa, de si tal príncipe o rey había estado preocupado de todos los detalles…etc, etc. Ella ya conocía aquél mundo, pues toda su vida se había desenvuelto en el mismo además que siempre le había gustado estar mezclada con ellos, tanto por sus vidas como por lo guapo que generalmente eran. No había sido necesario recorrer demasiadas tiendas puesto que tenía un par de favoritas donde siempre encontraba los mejores vestidos y accesorios, además temprano había pedido ya a su mayordomo que tuviera listo al peluquero en lo que volviera, ¡no se permitiría ir despeinada!.
Volvió a casa con el vestido elegido y sus accesorios, todos los sirvientes comenzaban a correr como locos para dejar a la señorita lista pronto, no quedaba mucho tiempo ya para que el carruaje pasara a buscarla. Este tipo de situaciones la estresaban, todos corrían para todos lados, la ropa volaba por todas partes y miles de manos recorrían su cuerpo con intención de vestirla, habían veces en las que realmente se sentía una muñeca llegando a enviar a todos fuera de la habitación, pero esta vez no era así, simplemente los dejaba ya que se sentía extrañamente tranquila. Una vez estuvo lista bajó por las escaleras y el mayordomo rápidamente abrió la puerta principal, el carruaje ya estaba esperándola hace algunos minutos.
Una vez arriba desvió la mirada por la ventanilla del carruaje, el camino hacia el palacio era realmente hermoso, con muchos árboles, flores y de vez en cuando se lograba ver algún animal curioso, pero ese día no había tenido suerte de ver alguno. Estaba más callada que lo normal y ni ella podía comprender lo que le sucedía, pero asumía que una vez en el ambiente lograría volver a la normalidad. Una vez que llegó y se bajó apresuró el paso para entrar lo más rápido posible, ya había llegado la mayoría de la gente y por lo general estaban los mismos de siempre, ella ya los conocía a todos pues no era primera vez que iba a una fiesta de alta sociedad, cuando estuvo dentro saludó a la mayoría pero evitó entablar conversación con alguno llegando a una esquina del gran lugar.
Había avanzado hasta la barra para ir a buscar algo de beber y cuando se dio vuelta para observar a la multitud fijó sus ojos en alguien a quién no conocía, de eso estaba segura. Sonrió para sus adentros, quizás esa noche se volvería realmente entretenida, o eso era lo que esperaba. Sin dar más vuelta al asuntó se animó en caminar hasta él de forma coqueta y sonriente, ser así ya era parte de su forma de ser, siquiera se daba cuenta de cuando lo hacía ni tampoco le importaba. Una vez al lado de él notó una extraña mirada, tal vez estaba aburrido o algo, ella solo sonrió y aclaró su garganta antes de hablar – Buenas noches, monsieur, estoy completamente segura de no haberlo visto por este lugar antes…aún así es un placer, mi nombre es Elizabeth…Y si necesita algo no dude en preguntarme – Guiñó un ojo y luego sonrió antes de hacer la típica reverencia de saludo.
PD: Perdón la demora u_u
Ese día había salido temprano para poder comprar algún vestido nuevo para la ocasión, pues ya había usado los demás y no podría permitirse que la vieran nuevamente con algún vestido usado, ella bien sabía como era la realeza y los de clase alta, vivían preocupados de la apariencia completa, de si tal príncipe o rey había estado preocupado de todos los detalles…etc, etc. Ella ya conocía aquél mundo, pues toda su vida se había desenvuelto en el mismo además que siempre le había gustado estar mezclada con ellos, tanto por sus vidas como por lo guapo que generalmente eran. No había sido necesario recorrer demasiadas tiendas puesto que tenía un par de favoritas donde siempre encontraba los mejores vestidos y accesorios, además temprano había pedido ya a su mayordomo que tuviera listo al peluquero en lo que volviera, ¡no se permitiría ir despeinada!.
Volvió a casa con el vestido elegido y sus accesorios, todos los sirvientes comenzaban a correr como locos para dejar a la señorita lista pronto, no quedaba mucho tiempo ya para que el carruaje pasara a buscarla. Este tipo de situaciones la estresaban, todos corrían para todos lados, la ropa volaba por todas partes y miles de manos recorrían su cuerpo con intención de vestirla, habían veces en las que realmente se sentía una muñeca llegando a enviar a todos fuera de la habitación, pero esta vez no era así, simplemente los dejaba ya que se sentía extrañamente tranquila. Una vez estuvo lista bajó por las escaleras y el mayordomo rápidamente abrió la puerta principal, el carruaje ya estaba esperándola hace algunos minutos.
Una vez arriba desvió la mirada por la ventanilla del carruaje, el camino hacia el palacio era realmente hermoso, con muchos árboles, flores y de vez en cuando se lograba ver algún animal curioso, pero ese día no había tenido suerte de ver alguno. Estaba más callada que lo normal y ni ella podía comprender lo que le sucedía, pero asumía que una vez en el ambiente lograría volver a la normalidad. Una vez que llegó y se bajó apresuró el paso para entrar lo más rápido posible, ya había llegado la mayoría de la gente y por lo general estaban los mismos de siempre, ella ya los conocía a todos pues no era primera vez que iba a una fiesta de alta sociedad, cuando estuvo dentro saludó a la mayoría pero evitó entablar conversación con alguno llegando a una esquina del gran lugar.
Había avanzado hasta la barra para ir a buscar algo de beber y cuando se dio vuelta para observar a la multitud fijó sus ojos en alguien a quién no conocía, de eso estaba segura. Sonrió para sus adentros, quizás esa noche se volvería realmente entretenida, o eso era lo que esperaba. Sin dar más vuelta al asuntó se animó en caminar hasta él de forma coqueta y sonriente, ser así ya era parte de su forma de ser, siquiera se daba cuenta de cuando lo hacía ni tampoco le importaba. Una vez al lado de él notó una extraña mirada, tal vez estaba aburrido o algo, ella solo sonrió y aclaró su garganta antes de hablar – Buenas noches, monsieur, estoy completamente segura de no haberlo visto por este lugar antes…aún así es un placer, mi nombre es Elizabeth…Y si necesita algo no dude en preguntarme – Guiñó un ojo y luego sonrió antes de hacer la típica reverencia de saludo.
PD: Perdón la demora u_u
Elizabeth Romanova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/10/2010
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Re: Porque dos pueden mantener un secreto...[Privado]
Su mirada se perdió en el pasillo que daba hacia los jardines, la vida de la clase alta parecía tan apacible como la marea en el mar muerto, a plena vista estaba seguro de que a muchos les parecería perfecta aquella fachada de amabilidad que el Palacio Royal mostraba durante el día, sin embargo alrededor de la impresionante construcción había un aire extraño que incomodaba al ruso, la mayoría de sus impresiones siempre eran acertadas así que el hecho de que hasta el viento se sintiese color de rosa no le daba una muy buena impresión, cuando era pequeño alguno de sus amigos había mencionado algo acerca de la suerte que poseían los ricos al haber nacido en buena cuna pero cuando lo analizo después de volver a casa no encontraba ninguna buna cosa que saliese de tener una posición privilegiada.
El dinero no hacia otra cosa más que atraerle desgracias a la gente según su punto de vista, el siendo pobre podía sentir la presión de no poseer nada que pudiese asegurar su futuro aunque eso ocurriese muy de vez en cuando sin embargo aquellos acostumbrados a la opulencia no podían aceptar encontrarse un poco más debajo de lo que estaba acostumbrados, sentía un poco de lastima por aquella nobleza empobrecida que proliferaba junto con las injusticias y la crisis que prontamente se viviría en Francia, los rumores de la revolución llegaban de todos lados haciendo que Dmitry se preguntase de manera bastante seguida porque había decidido viajar a aquel país justo cuando la guerra estaba por venir, sin embargo no había ni una cosa que pudiese hacer cuando la suerte ya estaba echada.
Su rostro se movió un poco al escuchas acercarse el sonido de los tacones de alguna dama que andaba vagando por el castillo, podía decir por las pausas entre paso y paso que era alguien que se tomaba su tiempo para andar de forma delicada y con clase, era algo que simplemente se sabía si se tomaba uno el tiempo de analizar los sonidos, colore u olores que le rodeaban, además de que algunos de los rasgos que le caracterizaba le habían permitido llevar sus habilidades de juicio a un nivel bastante exacto, cosa que llegaba hasta cierto punto a enorgullecerle. La estadía en la taberna de su padrastro le fue de ayuda en ese aspecto pues ahí asistían todo tipo de hombres y mujeres de modo que con el paso del tiempo solo bastaba una mirada hacia persona para saber qué clase de cliente estaría sentándose en la barra, muchas veces se vio en la necesidad de restringir el número de bebidas alcohólicas que repartía según lo que alcanzaba a distinguir en cada rostro o expresión corporal
- Oh le aseguro que no me ha visto por aquí nunca…-contesto sin pensar antes de girar el rostro y encontrarse con la coquetería de unos ojos castaños que le atraparon de inmediato, Dmitry no solía sentirse atraído por el sexo opuesto ni mucho menos por su propio sexo sin embargo existía una especie de chispa salvaje en la silueta traviesa y delicada de la dama delante suyo, su expresión cambio a una leve sonrisa mientras e giraba casi completamente hacia ella hablando esta vez con un tono un poco más amable- No necesito ayuda por ahora pero si es para recibir su atención estaría dispuesto a meterme en un buen lio-murmuro en ruso observando directamente a su acompañante, acto seguido se dio un golpe mental por semejante falta de respeto a la dama
El dinero no hacia otra cosa más que atraerle desgracias a la gente según su punto de vista, el siendo pobre podía sentir la presión de no poseer nada que pudiese asegurar su futuro aunque eso ocurriese muy de vez en cuando sin embargo aquellos acostumbrados a la opulencia no podían aceptar encontrarse un poco más debajo de lo que estaba acostumbrados, sentía un poco de lastima por aquella nobleza empobrecida que proliferaba junto con las injusticias y la crisis que prontamente se viviría en Francia, los rumores de la revolución llegaban de todos lados haciendo que Dmitry se preguntase de manera bastante seguida porque había decidido viajar a aquel país justo cuando la guerra estaba por venir, sin embargo no había ni una cosa que pudiese hacer cuando la suerte ya estaba echada.
Su rostro se movió un poco al escuchas acercarse el sonido de los tacones de alguna dama que andaba vagando por el castillo, podía decir por las pausas entre paso y paso que era alguien que se tomaba su tiempo para andar de forma delicada y con clase, era algo que simplemente se sabía si se tomaba uno el tiempo de analizar los sonidos, colore u olores que le rodeaban, además de que algunos de los rasgos que le caracterizaba le habían permitido llevar sus habilidades de juicio a un nivel bastante exacto, cosa que llegaba hasta cierto punto a enorgullecerle. La estadía en la taberna de su padrastro le fue de ayuda en ese aspecto pues ahí asistían todo tipo de hombres y mujeres de modo que con el paso del tiempo solo bastaba una mirada hacia persona para saber qué clase de cliente estaría sentándose en la barra, muchas veces se vio en la necesidad de restringir el número de bebidas alcohólicas que repartía según lo que alcanzaba a distinguir en cada rostro o expresión corporal
- Oh le aseguro que no me ha visto por aquí nunca…-contesto sin pensar antes de girar el rostro y encontrarse con la coquetería de unos ojos castaños que le atraparon de inmediato, Dmitry no solía sentirse atraído por el sexo opuesto ni mucho menos por su propio sexo sin embargo existía una especie de chispa salvaje en la silueta traviesa y delicada de la dama delante suyo, su expresión cambio a una leve sonrisa mientras e giraba casi completamente hacia ella hablando esta vez con un tono un poco más amable- No necesito ayuda por ahora pero si es para recibir su atención estaría dispuesto a meterme en un buen lio-murmuro en ruso observando directamente a su acompañante, acto seguido se dio un golpe mental por semejante falta de respeto a la dama
Dmitry Romanov- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/03/2012
Re: Porque dos pueden mantener un secreto...[Privado]
A Liz por lo general no le desagradaban las fiestas o reuniones que se llevaban a cargo con gente importante, ya estaba acostumbrada a ellas puesto que desde pequeña se había relacionado con aquél mundo de cinismo y caretas. Sabía desenvolverse entre ellos y ser tan refinada como cualquiera de los que estaban ahí presentes, pero habían veces en los que le aburría tanta apariencia. Si, la cambiaformas estaba acostumbrada al lujo, a las ropas de calidad y siempre limpias, a los accesorios, al dinero en si y que jamás se haya tenido que restringir en algo que ella deseaba solo porque no tenía de aquellas malditas monedas. Pero realmente la joven caería en algún ataque de pánico si de pronto se viera desprovista de todas sus pertenencias, no sabría jamás revivir frente a una situación así ¿Qué haría? Se volvería loca y tal vez hasta moriría, ni siquiera sabía prender un poco de fuego, después de todo los encargados de ello eran los sirvientes.
Muchas veces por la noche se veía invadida por este tipo de pensamientos pero solía manejarlos muy bien, después de todo ¿qué podría ocurrir realmente como para suceder algo así? Jamás serían responsables las deudas, su madre era una persona muy ordenada en cuanto a temas de economía se trataban, jamás le faltaría algo y así era que le gustaba vivir, no conocía otro mundo y tampoco es que le gustase conocerlos, pero muchas veces le llamaba la atención como los “pobres” podrían vivir con tan poco, simplemente no lo entendía.
El mismo Palacio Royal era un lugar solo para aquellos adinerados y conocidos dentro del “mundo del dinero”, a menos que lograran burlar a los guardias los “menos afortunados” podrían cumplir el sueño de conocer aquél lugar, sino, simplemente tendrían que ser especiales…o algo. Aquella noche el Palacio estaba hermosamente decorado y es que la verdad siempre estaba muy bien presentado, solo lo mejor de lo mejor aunque Liz creía que a los de realeza era realmente fácil engañarlos, si se les diera de probar cualquier sabor asqueroso y se les dijera que en otro lugar es altamente refinado, seguramente ellos caerían en la trampa sin tener idea si se tratase de una baratija.
Las pocas razones que tenía para ir, además de compartir con gente importante y sus amigos, era que por lo general se veían a hombres guapos, y más que eso, siempre tenían alguna historia interesante o algo para ofrecerle, eso le gustaba así que por lo mismo no se sentía del todo incómoda en aquella situación, pero cuando aquél joven que jamás había visto antes llamó su atención algo extraño le sucedió, no entendía bien al razón, ni tampoco se sentía fuera de lugar, ni siquiera era capaz de explicarlo. Al principio su respuesta le pareció algo fría, pero ella jamás quitó la sonrisa de sus labios, cuando notó una leve sonrisa respondió con una más amplia, sintiéndose más relajada. Se sorprendió al escuchar el ruso y ladeó un poco el rostro pero sin quitar jamás la vista de los ojos de él - Veo que habla el ruso sin problemas, es alentador encontrar por acá a compatriotas – Dijo guiñando un ojo, respondiendo en el mismo idioma y se acercó un poco más a él, aún observándolo directamente – Eso lo hace más interesante ¿no? Además, la idea del lío me gusta… - Rió coquetamente y tomó un mechón de cabello para comenzar a jugar con él – Por cierto, mi nombre es Elizabeth, pero puede tomarse la confianza de llamarme Liz – En ningún momento cambió el idiota, asumía que el francés no podría hablarlo del todo bien, cosa que más le intrigaba.
Muchas veces por la noche se veía invadida por este tipo de pensamientos pero solía manejarlos muy bien, después de todo ¿qué podría ocurrir realmente como para suceder algo así? Jamás serían responsables las deudas, su madre era una persona muy ordenada en cuanto a temas de economía se trataban, jamás le faltaría algo y así era que le gustaba vivir, no conocía otro mundo y tampoco es que le gustase conocerlos, pero muchas veces le llamaba la atención como los “pobres” podrían vivir con tan poco, simplemente no lo entendía.
El mismo Palacio Royal era un lugar solo para aquellos adinerados y conocidos dentro del “mundo del dinero”, a menos que lograran burlar a los guardias los “menos afortunados” podrían cumplir el sueño de conocer aquél lugar, sino, simplemente tendrían que ser especiales…o algo. Aquella noche el Palacio estaba hermosamente decorado y es que la verdad siempre estaba muy bien presentado, solo lo mejor de lo mejor aunque Liz creía que a los de realeza era realmente fácil engañarlos, si se les diera de probar cualquier sabor asqueroso y se les dijera que en otro lugar es altamente refinado, seguramente ellos caerían en la trampa sin tener idea si se tratase de una baratija.
Las pocas razones que tenía para ir, además de compartir con gente importante y sus amigos, era que por lo general se veían a hombres guapos, y más que eso, siempre tenían alguna historia interesante o algo para ofrecerle, eso le gustaba así que por lo mismo no se sentía del todo incómoda en aquella situación, pero cuando aquél joven que jamás había visto antes llamó su atención algo extraño le sucedió, no entendía bien al razón, ni tampoco se sentía fuera de lugar, ni siquiera era capaz de explicarlo. Al principio su respuesta le pareció algo fría, pero ella jamás quitó la sonrisa de sus labios, cuando notó una leve sonrisa respondió con una más amplia, sintiéndose más relajada. Se sorprendió al escuchar el ruso y ladeó un poco el rostro pero sin quitar jamás la vista de los ojos de él - Veo que habla el ruso sin problemas, es alentador encontrar por acá a compatriotas – Dijo guiñando un ojo, respondiendo en el mismo idioma y se acercó un poco más a él, aún observándolo directamente – Eso lo hace más interesante ¿no? Además, la idea del lío me gusta… - Rió coquetamente y tomó un mechón de cabello para comenzar a jugar con él – Por cierto, mi nombre es Elizabeth, pero puede tomarse la confianza de llamarme Liz – En ningún momento cambió el idiota, asumía que el francés no podría hablarlo del todo bien, cosa que más le intrigaba.
Elizabeth Romanova- Cambiante Clase Alta
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Re: Porque dos pueden mantener un secreto...[Privado]
Espíritus malos, fantasmas vengativos, mujeres fatales que devoran a los hombres en medio de las ventiscas, seres traídos del mas allá, esos que se aparecen solamente en ellas leyendas y los cuentos de hadas, con la piel tan blanca que se confunden en el color de las montañas, sigilosas, siempre en busca de nuevas presas que congelar, nadie sabe de donde surgieron o porque hacen lo que hacen, sin embargo todos tiene la seguridad de que existe, claro, todos menos el, quien mira con ojos escépticos una imagen imaginaria que representa al único tipo de mujer de la que podría enamorarse, esas tan frívolas como para conseguir conquistar a un pensamiento tan cerrado que no concibe la pureza, a alguien tan incrédulo que prefiere imágenes prefabricadas a una autenticidad en la que nunca podrá creer, él es una persona que podrá tener una joya enfrente y aunque todos los joyeros del mundo avalen su autentico gran valor siempre creerá que se trata de una copia, por eso el siempre soñó con morir a manos de una de esa mujeres de hielo, aunque siempre en el fondo de su cabeza guarde la idea de que los fantasmas no existen.
En su vida jamás creyó conocer algo que despertase su atención tanto como esas historias que siempre profeso falsas, sin embargo delante de el tiene a un extraño espécimen, diferente a todas las mujeres del pueblo con las que convivio desde pequeño, sus manos parecen a simple vista lo que son, manos de una mujer de clase alta que nunca en su vida a levantado un dedo para obtener algo, pero que reflejan en su lugar otro tipo de esfuerzo desconocido para la gente pobre como el, los modales que demuestra instintivamente al moverse también son parte importante de lo que significa la clase alta, vistos por sus ojos solamente en un par de hombres podridos en dinero no entiende completamente la complejidad de una mujer bien educada, sin embargo puede darse una idea mas o menos al analizar tan minuciosamente como se puede con unos instantes de charla, Dmitry sonríe pensando que es la primera vez en un palacio hablando con una persona superior, y posiblemente se a la ultima, llegando a la conclusión de que quizá el hecho de tratarse una de esas cosas que solo una vez en la vida deba aprovechar el momento.
- No es la única que comparte ese pensamiento-Contesta mirando un par de pozos profundos que amenazan con tragárselo todo, un par de lagunas verdes que, continuando con su línea de pensamientos jamás volverá a contemplar, después de todo, el lugar donde nació es el sitio donde deberá estar, al igual que el sitio donde ella nació es donde estará, de modo que la posibilidad de que sus caminos se crucen con la perdida opulencia del palacio royal es prácticamente nula- Es difícil hallar a alguien que comparta raíces cuando te encuentras en un país extranjero, sin embargo, parece que me las estoy arreglando bien- Y era cierto, en Rusia conoció a un español que hablaba ruso, en parís conoció a otro español que vivió un tiempo en Rusia e igual hablaba su idioma, quien a su vez lo envió con su jefe quien es completamente ruso, además de tener toda una mansión de sirvientes del mismo sitio, luego, aquel jefe malhumorado lo envió al palacio a algunas diligencia, entonces la conoció a ella, una mujer de las tierras frías, una mujer de ojos fríos, una mujer de palabras extrañamente cálidas
- Los líos son los mejores cuando se tiene buena compañía-cometo riendo débilmente- Mi nombre es Dmitry, pero puedo pagar su amabilidad pidiéndole que me llame Dima-Contesto afablemente perdiendo durante un segundo ese aire de distracción que siempre le acompaña, cosa que se origino de aquella manía que tiene de divagar mientras esta hablando, la muchacha parece astuta como un gato, eso también lo hace querer quedarse mas tiempo con ella, sin embargo al mismo tiempo la sensación de ser descubierto le vuelve un poco receloso manteniéndose a distancia a pesar de su repentina simpatía por la chica.
En su vida jamás creyó conocer algo que despertase su atención tanto como esas historias que siempre profeso falsas, sin embargo delante de el tiene a un extraño espécimen, diferente a todas las mujeres del pueblo con las que convivio desde pequeño, sus manos parecen a simple vista lo que son, manos de una mujer de clase alta que nunca en su vida a levantado un dedo para obtener algo, pero que reflejan en su lugar otro tipo de esfuerzo desconocido para la gente pobre como el, los modales que demuestra instintivamente al moverse también son parte importante de lo que significa la clase alta, vistos por sus ojos solamente en un par de hombres podridos en dinero no entiende completamente la complejidad de una mujer bien educada, sin embargo puede darse una idea mas o menos al analizar tan minuciosamente como se puede con unos instantes de charla, Dmitry sonríe pensando que es la primera vez en un palacio hablando con una persona superior, y posiblemente se a la ultima, llegando a la conclusión de que quizá el hecho de tratarse una de esas cosas que solo una vez en la vida deba aprovechar el momento.
- No es la única que comparte ese pensamiento-Contesta mirando un par de pozos profundos que amenazan con tragárselo todo, un par de lagunas verdes que, continuando con su línea de pensamientos jamás volverá a contemplar, después de todo, el lugar donde nació es el sitio donde deberá estar, al igual que el sitio donde ella nació es donde estará, de modo que la posibilidad de que sus caminos se crucen con la perdida opulencia del palacio royal es prácticamente nula- Es difícil hallar a alguien que comparta raíces cuando te encuentras en un país extranjero, sin embargo, parece que me las estoy arreglando bien- Y era cierto, en Rusia conoció a un español que hablaba ruso, en parís conoció a otro español que vivió un tiempo en Rusia e igual hablaba su idioma, quien a su vez lo envió con su jefe quien es completamente ruso, además de tener toda una mansión de sirvientes del mismo sitio, luego, aquel jefe malhumorado lo envió al palacio a algunas diligencia, entonces la conoció a ella, una mujer de las tierras frías, una mujer de ojos fríos, una mujer de palabras extrañamente cálidas
- Los líos son los mejores cuando se tiene buena compañía-cometo riendo débilmente- Mi nombre es Dmitry, pero puedo pagar su amabilidad pidiéndole que me llame Dima-Contesto afablemente perdiendo durante un segundo ese aire de distracción que siempre le acompaña, cosa que se origino de aquella manía que tiene de divagar mientras esta hablando, la muchacha parece astuta como un gato, eso también lo hace querer quedarse mas tiempo con ella, sin embargo al mismo tiempo la sensación de ser descubierto le vuelve un poco receloso manteniéndose a distancia a pesar de su repentina simpatía por la chica.
Dmitry Romanov- Humano Clase Baja
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