Guardemos el secreto [privado]

por **Astor Gray** Mar Ago 21, 2018 5:21 pm

No resultaba novedoso o sorprendente que la mayor parte de las personas con las que Astor Gray se relacionara resultaran ser mujeres. Era bien sabido en París e incluso en su tierra natal que el inquisidor era un hombre devoto a las anatomías perfectas, sin embargo, no era del todo correcto que el cayera por cualquier clase de mujer mientras fuera hermosa, no, ya que si bien la belleza de una fémina era lo primero que llamaba la atención del ingles, la verdad era que lo que lo llevaba a permanecer cerca y en contadas ocasiones a desarrollar sentimientos por la dama era el intelecto, la fortaleza y otras cualidades que en muy pocas mujeres había sido capaz de encontrar. Juliette, su difunta y perfecta esposa, fue una de aquellas féminas que no únicamente poseía un físico espectacular y una belleza significativa, la Kettering además había poseído fortuna, decisión, inteligencia, independencia y sobre todo ella nunca quiso atar a Astor ni cambiarlo, siendo ese quizás el motivo principal por el que él, acepto permanecer junto a ella.

La presencia de Juliette en contra de los deseos de Astor, había ido cambiándole poco a poco y la muerte de ella se volvía una completa tragedia, pues aunque él dijera que estaba bien, la realidad era que los viejos hábitos, impulsados por el dolor regresaban y él se lanzaba como siempre a la búsqueda de simple compañía.

Los constantes encuentros entre Astor y cualquier mujer fueron entonces el motivo principal que acarreo para él una suspensión de labores en la inquisición, situación que más que ser un castigo para él, significaba mayor libertad para hacer lo que tanto disfrutaba. Y es que tan descarado era él, que apenas le informaban sobre su forzado descanso cuando él decidió ir a visitar a una de sus amantes a la Academia de París. Al llegar hasta el lugar, Gray se apresuró hasta la oficina de la dama, todo para encontrar la puerta cerrada. El inquisidor sabía que la mujer aún se encontraba en horario de trabajo, así que decidió forzar la cerradura y esperar pacientemente por el regreso de ella a la oficina. Aquel lugar estaba plagado del aroma de la fémina, pero el desorden sobre el escritorio no era algo típico de la dama, así que con extrañeza, Astor comenzó a andar por la oficina, revisando cada rincón de la misma. Revisaba con cuidado todo, seguro de que quien ingresara a la oficina sería su amante, algo que no fue precisamente lo que sucedió cuando al abrirse la puerta entraba una mujer, una muy diferente a la que estuviera esperando.