Comencemos otra vez... (Alvar Trentemøller)

por **Demona Draxo** Lun Mayo 14, 2012 8:31 pm

Estaba mirando por la ventana recordando los paisajes que en mi anterior viaje apenas habia podido observarlos debido a las lagrimas. No recuerdo bien el porque pasó, solo que me enojé enormemente con Brann y tras tomar al pequeño Luka me monté en un carruaje con dirección a Rusia…

Ah mi amada Rusia, cuanto la extrañaba… allí permanecí casi un año en el que el pequeño Luka fue consentido por su abuelo. Si, mi padre cuando llegué me recibió con los brazos abiertos y desde un principio adoró al pequeño. Me hubiera gustado estar allí con el resto de la familia pero fue una decisión impulsiva y no pude evitarlo…

A cada dia que pasé en mi casa extrañe a mi familia y cuando me encontraba un poco mejor pues tuve una pequeña recaida volví a viajar de nuevo a París. Mi padre estaba un poco mas contento, habia conocido a una mujer y junto a ella estaba mas cariñoso, me gustaba que estuviera feliz

Luka estaba creciendo y a cada dia que pasaba notaba como aumentaban los rasgos que habia heredado de Brann por lo que me dolía cada vez mas el haberlo separado de él. No tardé mucho en terminar el viaje y volver con uno de los carruajes… Se hizo mas largo de lo esperado y no avisé en casa de que volvía, mas bien nadie sabia donde estaba…

Cuando llegué a París dejé al pequeño en casa con las criadas que me recibieron con los brazos abiertos diciendome lo mucho que me habian extrañado y tras ponerme uno de los vestidos mas ligeros comencé a caminar por las calles de París.

Todo estaba un poco mas distinto pero aun asi no me asusté y comencé a caminar buscando lo que creía que era el parque. Era de noche y deberia estar en casa pero necesitaba despejarme antes de enfrentarlos a todos.

por Invitado Sáb Mayo 26, 2012 2:19 am

¿A qué hora había obscurecido? Alvar había pasado la tarde entera con su cuaderno de marquilla y los colores pastel secos, retratando la vida de París, porque le gustara o no, llevaba ya más del tiempo esperado en la ciudad y se estaba comenzando a acostumbrar a esa vida que no era suya, y no se refería a la herencia inmerecida de Yves Vermeer, sino a la capital francesa, él debía estar en Bruges, reuniéndose con su madre y sus hermanas, no ahí, buscando algo que evidentemente y cada día, sabía no iba a encontrar, a su amigo Týr y a Eve, sólo esperaba que ambos estuvieran bien.

Caminaba en dirección al hotel donde se estaba esperando pero cruzó un parque, miro al cielo, interrumpido por las ramas de los árboles, la luna menguante y las estrellas se veían mejor desde ahí, no sabía por qué. Decidió sentarse, ese día lo había dedicado a él, a disfrutar largas caminatas, a las que estaba acostumbrado y que incluso extrañaba, había ido a visitar a Babieca, su caballo favorito y a dibujarlos, luego dibujar las calles, los niños y ahora una vista nocturna, era un buen reto para sus habilidades como artista.

Del maletín de cuero café que siempre o acompañaba cuando iba a dibujar extrajo las hojas de marquilla y los colores, con un tono neutro, parecido al color de la paja pero más suave, comenzó a dibujar líneas, los primeros esbozos de lo que su limitada vista nocturna le permitía ver. Agachó el rostro concentrándose en su lienzo y cuando alzó la vista de nuevo tuvo que entornarla para comprobar que había una nueva figura en la penumbra. Se puso de pie, dejó los materiales de arte sobre la banca, no temía que se los robaran, no había nadie y no eran tan valiosos de todos modos. Se acercó un paso o dos y vio que esa figura era una mujer.

-Señorita… -dijo con voz firme pero respetuosa -¿se encuentra perdida? –habló con genuina preocupación.

por **Demona Draxo** Miér Mayo 30, 2012 6:09 pm

Llevaba ya un buen rato caminando por las calles de París, había pasado por la chocolatería a la que hacía unos años había ido mi primer día en la ciudad. Ésta estaba igual que hace años y el aroma a chocolate hizo que mi estomago comenzara a rugir pidiendo un poco. No pude evitar comprar un par de paquetes y comenzar a hablar con el vendedor de los nuevos tipos que había traído. Tras mirar el reloj de la tienda y comprobar que apenas llevaba una hora fuera de casa me despedí y le pedí que mandara llevar los paquetes a casa, llevándome conmigo una tableta de chocolate suizo que rapidamente guardé en uno de los bolsillos de mi vestido.

Parecía que llevaba ya un par de horas caminando y no me importaba, sabía que el enojo de Brann al volver sería mucho mayor por lo que me dirigí a la zona de las cafeterías cuando un hombre apareció de repente.

No puedo negar que me llevé un gran susto pero al escucharlo hablar y ver que no parecía amenazante sonreí timida y me calme.-Buenas noches señor, no estoy perdida pero gracias por preguntar. Mi nombre es Demona Draxo-sonreí haciendo una reverencia y observandolo. Parecía que sus manos estaban manchadas por algun tinte por lo que le pregunté curiosa.-¿Sois pintor?

por Invitado Sáb Ago 18, 2012 2:01 am

Se mantuvo en silencio, quieto y observador, atento a los movimientos de la mujer, sobresaltado por la reacción ajena aunque luego cayó en cuenta que era algo normal, ya que él prácticamente había aparecido de la nada preguntando aquello. Alvar era un sueco en toda la extensión de la palabra, incapaz de mostrar emociones, serio y recto, pero también, era un hombre siempre preocupado; preocupado por su familia, preocupado por el futuro, preocupado por todo, así que le era inevitable no mostrarse consternado cuando veía a alguien como aquella señorita deambulando por una ciudad tan rácana como París, le era inevitable mostrarse ofuscado e interesado. Era su educación, haber crecido rodeado por su madre y por sus hermanas, él como único hombre de la familia, madurado a palos, tomando su posición con dignidad.

Parpadeó un par de veces al escucharla, había sido tomado desprevenido y luego simplemente sonrió.

-Un placer –hizo una reverencia -Alvar Trentemøller –se presentó marcando ese fuerte acento nórdico en su voz, aunque por el nombre de la dama, supo que tampoco era de la ciudad gala. Su sonrisa se convirtió en una risa avergonzada cuando ella se refirió a él como pintor, escondió las manos como si hubiese sido descubierto en una travesura y negó con la cabeza –sólo un aficionado –eso era, una amateur sin formación en el arte. Recordó a Doreen, su maestra de una tarde, a la que quería volver a ver. Sacudió la cabeza para salir de su repentino estupor.

-Deberíamos… -se quedó pensativo –deberíamos salir de aquí –le dijo. Sí, ir a un lugar más concurrido, más iluminado, que diera menos miedo. El arte, su insipiente arte, podía esperar.

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