Saltar o morir (Ranald Hrasky)

por **Rocío Márquez** Lun Mayo 14, 2012 8:56 pm

Acababa de salir de debajo de “mi casa” si es que se le podría decir a eso casa… Vivía bajo el puente de uno de los lugares menos recomendables de París y allí mantenia una pequeña colcha para taparme, mi bolsa con un vestido mas o menos limpio aunque ya estaba bastante roto y una pequeña daga por si era necesaria.

Después de lavarme en el rió salí en busca de algo de alimento dirigiendome a las zonas del mercado donde la gente tiraba los restos de la comida por estar un poco podridas, bueno si, he de admitir que no es uno de los mejores manjares pero era lo poco que podía conseguir, el dinero y la mejor comida iban a las niñas que tenia a mi cuidado y que estaban bien escondidas en una casa.

Todo iba bien para ser un dia normal hasta que un policía reconoció mi cara por anteriores robos y lo que me temia pasó. Tuve que comenzar a correr como si mi vida fuera en ello, esta bien, mi vida estaba en ello porque si me cogían todo terminaba allí, abusarían de mi y me tendrían en la carcel para ello.

Mi cuerpo entero se estremeció ante la idea y comencé a caminar por los callejones buscando un lugar donde esconderme, escuchaba los pasos apresurados a mi espalda, cada vez mas cerca hasta que encontré lo que parecía una casa en un bajo y al ver una ventana abierta no lo dude dos veces para saltar dentro de ella. Debido a que habia dado un giro los policias no me pudieron encontrar y tras entrar dentro me dirigí a esconderme.

No me habia dado cuenta de que habia alguien en la habitación hasta que un carraspeo me hizo girarme y prepararme para salir corriendo por la ventana, dispuesta de nuevo a correr para huir por mi vida.

por Invitado Lun Mayo 28, 2012 1:31 am

Una tarde nueva en París, lejos de Londres donde sus recuerdos echaban raigones, diario, no iba a mentir y fingir lo contrario, se preguntaba si había sido buena idea mudarse a la capital gala, si empezar de cero no era una ridiculez para un hombre de su edad. Ranald mantenía un buen humor en general, pero su misma profesión lo obligaba a la introspección, y no se quejaba, era ahí donde lograba desentrañar sentimientos tan salvajes que le permitían escribir con fluidez.

Aquella tarde, tras la comida, se había enfrascado en tratar de relatar un cuento, quizá venderlo, aunque no dejaba de escribir en su inglés natal y eso implicaba doble trabajo, además de no sentirse capaz de traducirlo al francés, ya se preocuparía de eso luego, ahora lo importante era terminar lo que ya había empezado, el problema es que no sabía cómo continuar. Al margen de las líneas escritas había una serie de ecuaciones y gráficas que le fue inevitable dibujar ahí, las matemáticas lograban destrabar su mente cuando se sentía frustrado.

Estaba completamente embebido en su labor que nada alrededor tenía importancia, su casa, la pequeña casa que rentaba en París, podía estarse cayendo a pedazos y el viejo escritor no darse por enterado. Estuvo batallando un par de minutos más hasta que dejó la pluma, misma que mojaba en el tintero más veces que lo que realmente la usaba, esto porque la tinta se secaba y nunca llegaba al papel y se recargó en el respaldo de la silla con ambos brazos lánguidos a sus costados.

-Tal vez no debería forzarlo –reflexionó, quizá lo mejor de hecho era dejarlo para otro día, pero sabía que en ese insipiente primer párrafo y en su mente, sepultada en una marea de números, existía una gran idea excelente para ser escrita. No era la primera ve que le sucedía eso de no poder llevar a cabo satisfactoriamente la tarea de escribir, pero no por eso significaba que no se frustrase. Estuvo a punto de volver a tomar la pluma cuando un sonido llamó su atención, de inmediato se puso de pie del rincón donde acostumbraba a ponerse a escribir y caminó hasta la ventana.

De todo lo que pudo haber sido (un gato, un perro o un simple sonido sin importancia) definitivamente ver a una chica ahí invadiendo su casa no era algo que se esperara. Se paró muy recto y sonrió, aquella mujer no parecía tener malas intenciones –aunque no debía fiarse- y carraspeó.

-¿Puedo ayudarla en algo?

por **Rocío Márquez** Vie Jun 22, 2012 4:18 pm

Después de saltar por la ventaba y sentir un fuerte dolor en la muñeca por la no muy buena caida me escondí en un rincón de la casa, buscando que la oscuridad fuera mi aliada y no me pudieran encontrar. Mi cuerpo estaba tenso por si tenia que volver a salir corriendo por lo que no dejaba de prestar atención y escuchar
como los policías caminaban por la calle y esperaba que no repararan en la ventana cuando automáticamente me tensé al girar y ver a un hombre. No parecía amenazador pero aun así, el recuerdo de años atrás vino a mi mente e intenté recular para mantener mas distancia entre ambos aunque era imposible ya que tenia la pared en mi espalda.

¿Como no intentar huir de un hombre a plena noche cuando años atrás había sido un grupo de hombres durante la oscuridad de la noche los que habían abusado de mi cuerpo?

-Yo… por favor no diga nada…-le dije en un pequeño susurro cuando escuché como los policias se paraban un momento y miraban a través de la ventaba.

No sabía que podría hacer, tenía tantas opciones pero ahora mi futuro, bueno técnicamente, mi vida pendía de un hilo y el hombre era el que tenía ese poder.

por Invitado Sáb Ago 18, 2012 2:11 am

Definitivamente París había sido una excelente opción, en ese instante eso le quedó más que claro al viejo escritor, si bien tentaba demasiado a su suerte al comportarse con esa normalidad ante un obvio allanamiento de morada, le agradaba que todo en aquel sitio fuese una constante aventura, siempre había algo que lo sorprendía y para un hombre dedicado a las letras eso era ideal. Quizá Londres tuviera su propio encanto en ese mismo tenor, pero para alguien que había estado toda su vida en la capital inglesa, era más que benéfico la llegada de nuevos aires.

Dio un paso más y se detuvo al ver el comportamiento de la mujer, ahora pudo ver que era una chica joven y bella, estiró la mano como preámbulo para decir algo pero calló cuando ella habló y miró de reojo la ventana donde un par de gendarmes pasaban y luego regresó la vista a la mujer y asintió en silencio, aguardó a que los policías desaparecieran de vista. Su temor y comportamiento le dejaron en claro que esa joven no iba con intenciones de lastimarlo.

Caminó después con calma hasta la ventana, se asomó y los representantes de la autoridad doblaban la esquina al final de la calle.

-Se han ido –finalmente habló con la vista aun fijada al otro lado de la ventana, se separó del marco y se giró para verla de frente nuevamente. Alzó ambas cejas –y dígame, ¿en qué problema anda metida como para huir de la ley? –sonrió, no la estaba juzgando, ni la acusaría, sólo tenía curiosidad-. Me llamo Ranald –creyó que la formalidad del apellido no venía al caso -¿te encuentras bien?

por **Rocío Márquez** Jue Ago 23, 2012 12:12 pm

Miré como se iba alejando el hombre y volví a intentar arrinconarme aun mas en el sitio mirando otras posibles zonas de huida por si los policias eran avisados y tenía que salir corriendo. No podía ser capturada, debía escapar y buscar el camino hasta su puente o sino las criaturas de la noche la podrían atrapar y no sabia que era peor, ellos o la carcel.

Al ver como el hombre la ayudaba se quedó bastante confusa, normalmente siempre salian corriendo y avisaban a todos los vecinos pero él tenia algo distinto.-Disculpeme señor, no debí irrumpir en su hogar… Tome un poco de comida prestada, digamos que mi relacion con la autoridad no es muy amigable.

Parecía que no quería juzgarme ni dañarme por lo que me moví un poco de la esquina mientras me sujetaba la muñeca.-Yo soy Rocio… gracias de nuevo aunque creo que deberia marcharme, no quiero meterlo en problemas.

por Invitado Jue Ago 30, 2012 12:21 am

Miró atentamente a la joven, su comportamiento parecía relajarse, aunque aún lucía a la defensiva y no podía culparla. Ranald no juzgaba a las personas por lo que la primera impresión le daba a entender, como escritor eso resultaría tremenda estupidez. Por otro lado, la observó estudiando cada movimiento, tampoco podía fiarse ciegamente de una cara bonita. Londres y París compartían algo, eran grandes urbes, y por lo tanto existían muchos locos deambulando por las calles dispuestos a enterrarte una navaja sin razón alguna. Sacudió las manos restándole importancia a lo que ella decía y se acercó aunque no de lleno no quería asustarla, así como él tenía sus desconfianzas, ella debía tener las propias.

-No, no debiste –rio y bromeó –pero aquí estás y te has salvado de la ley, estoy seguro que el delito no fue del todo grave –robar era malo, esa era una ley universal, pero debía ser contextualizado el hecho para ejercer un castigo al ladrón, no se le podía medir con la misma vara a quien roba oro para enriquecer más sus arcas que a aquel que roba un pan para apaciguar el hambre-. Se nota, se nota que no te llevas bien con la policía –continuó con el tono cándido y despreocupado. Caminó otro poco por el lugar, pero siempre manteniendo la distancia.

Se detuvo cuando escuchó el nombre ajeno e hizo una reverencia.

-Rocío, un bello nombre, castellano si no estoy mal enterado –halagó con ese encanto bonachón que lo acompañaba siempre-, ¿tan pronto te vas? Los policías se han ido, creo que estás fuera de peligro, quizá podamos tomar el té y charlar un poco más, te estoy pidiendo que le hagas compañía a este viejo solitario –Ranald era conversador por naturaleza, sabía que así podía ganarse la confianza de los demás y sacarles más conversación, acto que a su vez, lo ayudaba en el proceso de escribir-, vamos, podemos acompañarlo de unos croissants –propuso con una sonrisa en su rostro.

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