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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Vincent Cromwell Miér Mayo 16, 2012 1:40 am

I can’t feel you, I can’t touch you
Do you still exist?
I can’t taste you, I can’t think of you
Do we exist at all?
Do we dream at night
Or do we share the same old fantasy?
I am a silhouette of the person
wandering in my dreams


Hacer mi partida como en un juego de Ajedrez en dónde la reina contraria no debe saber cuál será mi movimiento, sigiloso, advertido por las posibles causas que se ocasionarían si lo descubriese, así era como yo me movía, ante la discreción de hombres muy fieles que apoyaban sin dudar mi proceder.

No habían pasado ni dos meses desde mi llegada a Paris, tal como lo imaginaba la ciudad de la luz se vestía de gala cada noche, su vida nocturna nos brindaba espectáculos dignos de aclamar, existían lugares magníficos de entretenimiento que eran frecuentados por mi no muy reciente esposa y yo acudía en conjunto. El teatro era uno de los gusto que los dos disfrutábamos en compañía, pese a no tener una relación un poco más cercana a la obvia, yo desistía en cada beso, pero procuraba brindarle cariño con alguna caricia o sonrisas transformadas, esa no era la vida que deseaba, pero no podía hacer más si lo que quería era solventar a Escocia con un buen ejercito que quizá en un futuro utilizaría aunque frente a Victoria maquillaba mi conveniencia con cordialidad.

Esa noche un espectáculo nuevo le daba la bienvenida a Francia, Victoria se había encargado de transmitir a toda la clase alta de la ciudad de Paris la realización de una reunión muy exclusiva, las invitaciones lujosamente eran pergaminos hechos del mejor material, con el sello de la casa real de su majestad la reina invitaba cordialmente a acompañarla en aquella reunión que tenía el único fin de presentarle como monarca de las tierras altas de Escocia y por consiguiente realizar el intercambio de ideas y fomento de relaciones interpersonales que a la reina se le daban muy bien.

Ya en mi habitación alcance un pañuelo de terciopelo rojo que cubría con celos una joya de importante valor, una alhaja que sólo podría ser obsequiada por el rey, debido a su alto estimativo monetario, pues dada la cantidad de piedras preciosas que contenía no cualquiera podría solventar su precio, además de que, era considerada una pieza única puesto que había sido enviada a hacer especialmente para una persona, una joven mujer que embelesaba no sólo físicamente a los ojos del Rey de Escocia, sino que también gozaba de una habilidad mental atractiva para su majestad – Se verá hermosa con ella, es perfecto este prendedor…- mis sentimientos habían enunciado el nombre de una mujer dulce, sensata, encantadora, por mucho lucia diferente cuando estaba frente a mí y yo era otro junto a ella, muchas veces me había preguntado si en algún momento de mi vida conocería a una dama cuan similar era mi madre. Cumpliéndose mi pretensión lo obtuve todo, el tiempo, la manera y el camino perfecto para acercarme a Odette.

Su nombre me llenaba los labios, calmaba las angustias brindándome tranquilidades que no cualquier monarca podía gozar, como un ángel se había asomado en los confines de mi reino, junto a su hermana gemela anunciaban su llegada gracias a mi mejor amiga y fiel confidente Marianne de Castilla, princesa de España, recordé el primer instante en que mis ojos se habían posado en esa mujer, antes de su aparición mi historia se limitaba a una obra de teatro ya destinada a fracasar, el matrimonio de dos humanos incapaces de sentir más allá de atracción física, convenientemente enlazado por intensiones meramente políticas que yo a duras penas sostenía sin haber consumado el matrimonio que me detenía a mirar más allá de mi costado durante cuatro años. Incontables oportunidades anunciaban su presencia y seducían mis instintos carnales, hermosas señoritas que destinaban su atención a mí, luciéndose en las múltiples reuniones de la corte se pavoneaban en sus mejores galas, vestidos de colores hermosos que desfilaban anunciándose al mejor postor.

Al recordar aquello una sonrisa surcó mis labios, tendría que haber sido tan tonto e iluso para someterme a esas pruebas que la misma Victoria me ponía, conocía a mi reina y sabia sus tácticas más letales, pero yo gozaba de virtudes que desde muy pequeño me había encargado de cultivar y cosechar; la discreción, la paciencia y la mesura. Levanté mi rostro para acomodar la camisa de seda que vestía, de colores purpuras e hilos dorados, la cubrí con un saquillo oscuro manga larga, que hacia resaltar mayormente el torso y brazos haciéndome lucir varonil, galante hasta deseable puedo decir, pero sin llegar a la extravagancia u ostentosidad. La ocasión lo ameritaba, hoy sería el centro de atención, junto con la reina que colgaba de mi brazo y se aferraba a él sin pensarlo dos veces más, afortunadamente la corte era conformada por hombres y mujeres que aunque ricos, también figuraban a ser atracciones importantes para la soberana, muchos de ellos buscaban su admiración, la aceptación incluso así que tendría temas a los cuales responder en enormes cantidades, mentes adoctrinadas que sucumbirían a encantos de una mujer introspectiva y crítica, situación que me daría un punto ciego casi perfecto para poder entablar más allá de una conversación con la musa que anunciaba los sueños frecuentes y los enigmas de un pasado que a penas se revelaba ante mí. ¿Sabría acaso que escondería Odette? si todos teníamos secretos, yo y Lady Louvier no éramos la excepción.

Bajé preso de mis obligaciones, formando falsas sonrisas, sabia a la perfección lo que restaba de la etiqueta, sólo era cuestión de tiempo poner una cara diferente a cualquiera de los presentes. Disconforme con su presencia el tiempo pasaba y una mueca de molestia se comenzaba a formar en mi frente ¿Acaso nunca llegaría?.

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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Miér Mayo 23, 2012 1:20 am

¿Ves las aves que se elevan con esa suavidad que pareciera tan fácil,
que cualquiera lograría volar tan alto como para tocar el cielo con las manos?
Así me siento cuando estoy contigo, cuando tus ojos se fijan en los míos.


Ansiosa está de llegar, aunque se da el tiempo prudente para asearse cuerpo, mente y alma. Volverá a entrar a ese nido de víboras y un mal paso puede ser el detonante de una guerra en su contra y no puede darse ese lujo. Se maquilla de forma dramática para darle mayor luz a sus ojos, a ese rostro que no necesita de artilugios para verse bello, pero no lo hace por tener a un público si no por un Rey que le hace pensar en aguas meciéndola cuando sus brazos la rodean. En fruta embriagante cuando sus labios la besan. Enamorada total y perdidamente de él se declara una y otra vez bajo protesta de decir verdad. Y se siente encantada por ello. Aún así, es tiempo ya de dejar los sueños y concentrarse en la realidad. Minutos después, sube con prontitud al carruaje oculta por la enorme capa negra que resguarda su identidad con una tela que cae sobre su cabeza. El paseo es corto, pero no por ello deja de disfrutarlo. Hasta que por fin las paredes del inmueble donde tendrá lugar la tertulia anuncia la conclusión de su camino. Ayudada por su cochero, baja los escalones y se desprende de la capa después de entregar la invitación permitiendo se lleven su ropa a resguardo.

Cual música sinuosa que se cuela por cada recoveco y no deja célula sin acariciar, los ojos de la joven admiran la decoración del interior cuyos pasillos recorre cuidando de las faldas amplias, elevándolas un centímetro al tomarlas con delicadeza con ambas manos, culmen de las extremidades femeninas tan blancas como las alas del cisne que rodea los ocho huesos del carpo derecho, tan delicada joya que engalana aún más la figura que deleita las pupilas entre modales aristocráticos y elegantes que desatan la envidia y los cuchicheos de las malas lenguas. De pie en la entrada, Odette se da el lujo y el mal sano capricho de permanecer un tiempo mayor de lo que las damas preferirían, a sabiendas de lo que ocasionaría el diseño que su prima le creó para esta misma fiesta. Veleidosa, su mirada recorre el lugar fingiendo buscar a alguien en particular llevándose la yema del dedo índice de la mano izquierda a los labios poniéndoselo encima, como si estuviera pidiendo silencio aunque su mohín curioso e inocente deja en entredicho si lo hace intencionalmente para que los hombres se antojen de tomarle la falange y besarla o bien, porque realmente desconozca el efecto que ese gesto provoca en los caballeros. Como siempre, Odette es un misterio enfundado en alas de ángel.

Un querubín que viste irónicamente de color azul rey, un vestido que levanta comentarios como el fuego lo hace con la pólvora porque se ajusta a la parte superior de la figura femenina con un escote palabra de honor con mangas que permiten la visión de los hombros y parte de las clavículas al tiempo que rodean de forma soberbia los bíceps branquiales permaneciendo ahí, sin moverse siquiera. Causando el efecto deseado: el estupor de las damas de sociedad que no pueden lucir como Odette lo hace ahora mismo, con una espalda delicada y sedosa cual piel de melocotón que más de un dedo quisiera recorrer al tiempo que se le susurra al oído palabras indecorosas para sonrojarla aprovechando que el peinado alto permite la visión de su cuello de cisne e impide que nada arruine el admirar ese rostro magnífico y sin imperfecciones cuyos ojos brillan como lo hace ahora mismo el brazalete que luce en su muñeca derecha. El color resalta más la piel de la joven dándole una apariencia etérea, inalcanzable, aunque causa el fuego en los hombres que como abejas a la miel mantienen la vista fija en ella, acercándose uno galante a ofrecerle la mano y proponerle el llevársela consigo y conducirla hacia donde un grupo de damas y caballeros charlan animados. Odette baja la mirada ante la invitación y un leve sonrojo le ilumina las mejillas causando el deleite de propios, la rivalidad de muchos por el caballero que ha osado tocarla y el odio de aquéllas ajenas féminas que no logran tener más allá de la mera atención de los que se han comprometido en matrimonio con ellas. Claro, todos de conveniencia. Cual cisne, la figura toma la mano de aquél para con cuidado y levantando decorosamente las faldas sólo para que éstas no se enreden en los zapatos, bajar escalón por escalón dejando una estela de aroma a lirios y flor de naranjo que obliga al hombre a aspirar profundo de forma nada disimulada sonriendo con satisfacción.

Ella arquea una cejita ladeando la cabeza dejando al descubierto esa fina línea del cuello que se invita inconscientemente a posar los labios robándole un ósculo que llevará al mismo cielo, al paraíso de ser posible. La expresión del caballero es suficiente para que Odette sonría divertida llevándose el abanico a la boca para ocultar el mohín de forma inútil porque los hombros se mueven acompasados a esa hilaridad que le produce la actitud y la imagen del masculino ser arrobado por sus encantos. Se muerde el labio inferior al tiempo que toma el brazo que se le ofrece, pero en lugar de caminar hacia donde el grupo que conversa con animosidad susurra algo inaudible para muchos que hace que el Conde de Lessex asienta y decida cambiar el rumbo de sus pasos. Directos pues hacia Sus Majestades, el Rey y la Reina de Escocia. Ante ellos, la joven cierra el abanico y hace la reverencia más espléndida de la noche, acostumbrada pues a llamar la atención y educada a brillar siempre en sociedad, lo que se nota en cada uno de sus movimientos que son perfectos para halagar a los monarcas.

En las orejas, los aretes brillan de una forma elocuente denotando a aquél que alguna vez los obsequió cuán contenta está con ellos, el anillo en la mano izquierda no es opacado cuando ella toma con las falanges un mechón de cabello rebelde y lo lleva detrás de su oreja, éste se enrosca formando un bucle que luce coqueto en su figura. - Buena noche tengan, Sus Altezas, es un placer verlos y agradezco a Dios que les dé tan buena salud. Mi prima, Su Majestad Marianne De Castilla me ha pedido que les envíe sus más sinceros afectos y abrazos a cada uno. Desgraciadamente no puede venir porque está justo en los preparativos de la boda de su mejor amiga, la Princesa del Sacro Imperio Romano, Katra Di Alessandro, futura Katra Al'Ramiz. Así que les agradezco vuestra invitación y espero poder conversar sin acapararlos durante la misma - sonríe de esa manera que le ilumina todo el rostro, como si el cielo se abriera y los rayos del sol se orientaran sólo para hacer lucir el admirable color de sus ojos. Radiante, hermosa, celestial... El cielo debe tener una abertura, pues los ángeles están cayendo del paraíso a la tierra...
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Mensaje por Vincent Cromwell Dom Jun 03, 2012 2:41 am

Acostumbrado a las formalidades, la crianza en la corte bajo la tutela de mi estricto padre estaban dando los frutos tan esperados y deseados aquella noche. La corona no pesaba cuando se trata de sopesar las banalidades de la vida; la fiesta, el banquete, las mujeres hermosas, los caballeros ostentosos, parejas refinadas entre otros. Sosteniendo el brazo de Victoria, ella se aferraba al mío con firmeza, de reojo observé como el porte altivo y vivaz de mi reina enloquecía a los presentes por la sublime belleza con la que irradiaba la noche, era venerada y así le gustaba estar. Como una diosa coronada por el sol, tocada por la mano de dios y elegida por los mismos ángeles. Privilegiada con una inteligencia abismal que había puesto a temblar a los señores más ricos de las tierras altas de Escocia.

Rodeados por las sanguijuelas de la corte, continuaban alabando una y otra vez nuestra presencia en la ciudad de Paris. Ella se había encargado de enviar las precisas invitaciones a la nobleza más pudiente de la ciudad de la luz. A lo lejos el barullo de las masas me hizo voltear con discreción olvidando mi atención en aquellos que continuaban mostrando sus respetos y como si un rayo de sol se tratase iluminó a la única mujer que, mis ojos esperaban discernir, sueños hechos realidad, esperanzas bien fundadas, corazones correspondidos bajo el yugo de lo imposible.
Mis ojos brillaron fugazmente algo que intenté controlar de formas infinitas, estar frente a Lady Louvier se estaba volviendo una tarea difícil por superar. Definirla resultaba casi imposible, su exquisita belleza no era opacada por ninguna de las damas presentes, parecía que junto a Victoria, se debatía en un ir y venir por el poder de mis pensamientos.

Nuestros encuentros, sólo eran frecuentes tras ausencias no muy notorias en el palacio real, muy bien planeadas habíamos sido cómplices de nuestras miradas furtivas y palabras tatuadas en la piel, cuanto más permanecía cerca a la hermosa mujer, me desprendía de un poco de la voluntad que yacía en mi.

Tenerla en frente resultaba aún mucho más irónico, difícil de controlar, sentirla propia, pero también tan ajena. Al darme cuenta como aquellos hombres le miraban acechándola, los celos infundados comenzaron a apropiarse de mis modales de mi ser, soltando un suspiro envuelto en la desesperación de no poder declararla únicamente para mi, volví la mirada hacia el frente sosteniéndola con el mismo porte gallardo hasta que, finalmente se detuvo ante nosotros.

Escucharla hablar era tranquilizante, su voz serena apaciguaba las voces necias en mi interior, entonces mis ojos nuevamente se posaron en ella para responderle con la propiedad y rectitud de un rey, aunque por dentro apocaba mi interés en la fina señorita – Bienvenida, Lady Louvier, nos ha complacido con tenerla en esta reunión – decreté con mesura intercalando la mirada entre sus labios, sus ojos y su cuerpo esbelto cubierto por las ropas, buscaba aquella joya que le había cedido como un obsequio muy especial, hurgando discretamente continúe – Le agradezco que me traiga un mensaje de mi gran amiga; la princesa Marianne, es para mí un placer recibir noticias de un pronto matrimonio en la realeza del Sacro Imperio, que espero sea provechoso para sus contrayentes. Aunque hacerse de mujeres tan hermosas como las amigas de mi querida Marianne, debe ser un privilegio digno de alabarse y celebrarse – estaba consciente del hecho que cometía al confundir mis pensamientos con el nombre de otra mujer, me encontraba en una situación adversa que, no tenia reparo en mi conciencia. Por un lado mi esposa sostenía una relación puramente matrimonial, sin consumar, poder-política-amor no estaban mezclados del todo, coexistían el uno con el otro, tal vez, dependía de los deseos mundanos de sus monarcas, si bien era cierto, tenía en cuenta mis obligaciones como esposo, más no las ejercía del todo.

Valía la pena imponerme a tal lección, la vida me preparaba de alguna forma misteriosos caminos por recorrer a lado de Odette. No era inalcanzable, aunque para muchos lucia como una princesa hecha de cristal, que al menor roce se quebraría en mil pedazos.

-De nuestra parte, puede decirle a mi gran amiga, que espero en un futuro nos haga una visita en nuestro país, Escocia, en dónde será recibida con gran placer. También esperamos que acuda con usted a su lado y su hermana de quererlo así, my lady, como bien saben son excelentes visitas en nuestro palacio. No estaremos mucho tiempo en Paris – aclaré mi garganta para relajar un poco más la postura erguida – Sea bienvenida y disfrute del banquete – sellé mis palabras con una media sonrisa, esa sonrisa que a muchas les parecía engatusadoramente cautivante, encantadora, estaba consciente de mis dotes como caballero de la cual a mi nacimiento me había hecho acreedor. Era bien conocido por mi galante estado físico, algo a lo que usualmente solía recurrir para conquistar y desechar a mi antojo, pero con ella, con Odette no era necesario, tampoco pensaba hacerlo.

Y esa noche aguardaria el momento adecuado para hablarle en secreto.




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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Jun 03, 2012 9:54 pm

Mis ojos tienen que disimular
lo que mi corazón se aferra en mostrar.


Decir que el corazón late frenético es poco en el instante en que se encuentra frente a frente con el hombre que le robó no sólo el corazón, si no también la mente. Esos ojos que no sólo son capaces de desarmar a cualquier asesino, si no también a los traidores con la majestuosidad y la presencia dignas de un mandatario, que es parte de su atractivo aunado al brillo que ella entiende, es un obsequio dirigido sólo a su persona antes de que se apague. Recuerda que alguna vez en el pasado tras ser devuelta por el carruaje del rey a su hogar, se dirigió a la parte trasera para caminar a pesar de los caros zapatos entre la hojarasca y la oscuridad de la noche entre los grandes robles que con el tiempo se han vuelto viejos, en esa inmensidad llamada bosque. "Más sabe el diablo por viejo, que por diablo" Escuchó tantas veces de su nana que no lo duda. Sin embargo, ella aún es joven, tiene la edad para ser una mujer casada debidamente y no la querida de un gobernante cuya reina no parece enferma ni falta de nada. Una consorte que lo hacen a él prohibido para que pueda amarlo sin el qué dirán, sin que la sociedad la acuse y la señale con los dedos índices. Y aún así esa noche, entre los grandiosos brazos de esos inmortales espectadores del mundo, decidió que no podía alejarse de él. Dejar de ser partícipe de esos encuentros que le llenan de vida el corazón, que le insuflan la energía necesaria para seguir avante son una droga de la que no puede prescindir. Él es su opio, su nicotina, su bebida embriagante de la cual ya se hizo adicta. Alejarse, impensable; abandonarlo, jamás. Esa noche, entre pasos necesarios para descansar la mente, en las manos la joya que él le obsequiara y que ahora mismo luce sobre el escote, fue que su mente decidió continuar lo que para muchos era y es aún ahora, una locura. Entregarse al Rey de Escocia, ser su querida, su amante, la otra. Ser plato de segunda mesa, esperando siempre tras que el platillo principal se luzca ante los ojos de todos y ella siempre en las sombras, esperando las migajas de un amor que para ella lo es todo. ¿Marchitarse de esa forma? ¿Capaz de darles ese dolor a sus padres? ¿No casarse jamás esperando siempre un amor imposible? ¿Resignarse a no ser madre cuando siempre lo ha visto como un acontecimiento futuro, pero definitivamente cierto? Y su mano en aquélla ocasión recorrió el contorno de sus labios hinchados por los besos de aquél gallardo varón. Cerró los ojos y luego alzó la mirada al cielo para ver solamente la luna ante ella. Le hacía sufrir ese amor a por un Gobernante y al mismo tiempo le aterraba la idea de alejarse de él... ¿Qué hacer? Esa pregunta lascera su mente, su alma, su cuerpo... y no hay una respuesta que le dé fe. No existe. No la encuentra.

Aunque su sonrisa es radiante en esta fiesta ante los ojos de todos los que la observan, esa figura de azul deliciosa a la vista quien ahora ofrenda una actitud muy propia y elegante, así como femenina y subyugante, existe un brillo oculto en la mirada que nadie que no la conozca perfectamente podría vislumbrar. No es raro que finja de forma soberbia ante los demás que la siguen con la mirada. Que los haga creer en su felicidad, en su alegría cuando su corazón sangra y son esas gotas carmesíes las que la debilitan con cada una que desaparece en la inmensidad del suelo y sus consecuencias. O es una mala elección de palabra, sus antecedentes. Sus recuerdos que la abruman y la hacen delirar en ocasiones en la oscuridad de la noche cuando por fin se encuentra sola en esa ciudad llamada París, sin la compañía de su gemela. De regreso a la realidad, acepta las palabras en automático haciendo una nueva reverencia mientras sonríe a los reyes; su rostro hermoso no muestra absolutamente ningún rastro de la desgarradora imagen que está ante ellos en realidad. Si pudieran ver con los ojos que algunos tienen.. La clarividencia no es algo que pueda aprenderse, pero algunos la tienen, ese sentido de sensibilidad que se necesita sobre todo en días como éste para ser testigo de la forma en que ella está destrozada, vapuleada, desesperada. - Así será, Su Majestad. Estoy segura que mi prima, Su Grandeza, la Princesa De Castilla recibirá con beneplácito sus palabras, así como vuestra invitación a visitar Escocia. Por mi parte, es un honor el que me hace, aunque mucho debo deciros que mi hermana está ahora mismo en la Nueva España, un viaje de placer al cual yo quise por primera vez, evitar, por lo que si Su Alteza le parece bien, me presentaré con mis damas de compañía y nadie más que mis sirvientes - jamás dirá que fue por el propio Rey que ahora tiene ante ella que decidió no acompañar a su hermana. Un viaje que las separaría por un año, pero que para Odette es impensable estar sin verlo... a él... Los sentimientos tan intensos que tiene son tales que le destrozan la razón. Él es su fuerza, su pasión, su determinación y mucho más. Vincent es para ella la médula espinal de todo su sistema nervioso. Un paso en falso con él y su alejamiento significará dejarla en cama de por vida, presa de una existencia insufrible e inaguantable, de la que jamás ella podrá superar. Mil veces muerta antes de dejar de verlo más allá de tres meses, el tiempo que él por sus ocupaciones y ella, por no despertar sospechas en la reina, decidieron alejarse tras su último encuentro en el que fue el hogar de soltera de la madre de Vincent. Su hogar. Donde pueden ser libres, pero... ¿Por cuánto tiempo más...?
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¿Y si hiciera mio tu horizonte?  {Odette Louvier} Empty Re: ¿Y si hiciera mio tu horizonte? {Odette Louvier}

Mensaje por Vincent Cromwell Vie Jun 08, 2012 5:05 pm

Mi razón se debatía entre lo que no debía y lo que si quería hacer, frente ella mis instintos se sometían, mis manos deseaban poder tocar su piel aterciopelada desde sus mejillas sonrojadas hasta sus brazos delgados y muy delicados. Lo que me volvía loco no era caer a sus encantos, lo que me volvía loco era no poderle tocar frente a Victoria o ante todos los presentes, sin importar lo que pudiera pasar.

"Contente, no te salgas de tu lugar corazón
pronto podremos amarla sin reserva
Pronto podremos resolver nuestras dudas
Pronto podremos ver la verdad en sus ojos"

Convertirme en su sombra y ella en la mía eran nuestros únicos planes, esconder los encuentros en una pequeña casita en las montañas de las tierras altas de Escocia. Devolverle con obsequios las horas que pasábamos el uno sin el otro y en su regazo apagar las oscuras y solitarias noches que pasaba sin su cuerpo.

El barullo de los invitados me hacían que evitara poner por completo mi atención en su voz melodiosa, por un lado contenía mis ganas y por otro atendía a mis obligaciones como rey de Escocia. A mi lado la reina sólo observaba con aquella característica mirada acusadora y llena de desdén hacia Lady Louvier, en mi interior sabia de sus disputas por el reconocimiento de mi persona, Victoria por una parte cuidaba más bien sus intensiones de gobernar, a diferencia de Odette que las únicas intensiones que tenia eran las de brindarme compañía y lo más parecido al amor -Eso me lo parecía, quizá estaba equivocado, no lo sabía-.

Con una mirada hice notar mi cansancio de la etiqueta a Victoria, era bien conocido por mi poca tolerancia a las grandes congregaciones de personas de la corte, un rey exasperado de la concurrencia en la alta sociedad. Mi educación se había basado en hacernos resaltar tanto a mí como a mi hermano Valentine, acostumbrándonos a la exigencia y la pomposidad. Acostumbrándonos a obtener todo lo que deseábamos; mujeres, poder y fortuna, pero en ésta ocasión me había hastiado de falsas sonrisas, alabanzas hipócritas o convencionalismos.

Dando la media vuelta solté el brazo de mi cónyuge susurrándole al oído una frase que le molestó en sobremanera pero no tuvo más opción que aparentar conformarse con mi decisión –Te veo más tarde, querida – di un suave beso en su mejilla a la par en que mis ojos volvieron a enfocarse a los del joven cisne frente a nosotros –Si me disculpa Lady Louvier he de retirarme, será bienvenida a Escocia todo el tiempo que usted desee ir con o sin su hermana.– dicho ésto me dispuse a retirarme, realice una reverencia formal a mis invitados los cuales interrumpieron sus charlas para abrirme paso.

Mientras avanzaba sostenía con firmeza la mirada, los invitados tras mi paso reverenciaban mi presencia con una formalidad impecable, de pronto un aire fresco y liberador golpeo mi rostro. Como si momentáneamente la voluntad regresara a mí, exhale con fuerza.

Si algo extrañaba en aquel momento eran los espacios abiertos de mi amada Escocia, su gente despejada que sin toques de malicia laboraban sus tierras. Mis paseos meditabundos que realizaba a expensas de mi reina, la paz interior que me brindaba la magia cuando la practicaba y la sonrisa de una mujer que inconscientemente habían robado los suspiros y hasta los sueños de su eminencia. Mis manos empuñaron el bastón que me seguía sin falla a cualquier sitio a dónde me dirigiese, en mi interior surgían las dudas que a cualquier hombre poderoso y con un amplio conocimiento amargarían y azotarían a su conciencia ¿Acaso ésta realmente me amaba?, ¿o sólo era la diversión por la adrenalina de sentirse descubierta o guerra con la reina de Escocia? Todas las mujeres incluso la reina habían buscado en mí una forma de beneficiar sus intereses, con poder, con reconocimiento, cualquier cosa que pudiera darles ¿Por qué era diferente?, ¿Qué el sólo hecho de someterse al secreto de nuestros encuentros la hacía especial?.

La rabia me envolvió, cerré mis ojos apretándolos con fuerza, aparentemente de ésta manera sacaba las falsas ideas promovidas por una mente celosa y sin escrúpulos. Apoyándome en mi bastón continúe adentrándome a los jardines victorianos de la Chateau de la Victoire, buscando despejar a mi mente de sus oscuros pensamientos, de los celos inadvertidos, de las miradas recelosas de los caballeros que admiraban a Odette, de sus incontrolables deseos por sentirla y hacerla únicamente suya. No había más temor que sentirse traicionado por ésta, no había más temor que saberla de otro hombre.

Así el miedo se hizo hombre, aprisionándole en dudas y palabras inciertas.

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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Jun 10, 2012 1:04 am

Alejarte de mi cuerpo no significa que puedas
alejarte de mi mente...

Los ojos son ventanas del alma, pero si alguien pudiera vislumbrar el interior de los de Odette no vería más que la necesidad en su estado más puro y jamás procesado. Está ahí de una forma que lacera los sentidos que pueden detectarla. Es la pregunta más desgarradora de todas la que toma protagonismo en la mente de la francesa ¿Por qué Victoria? ¿Por qué llegó tan tarde? Y quizá como alguna vez dialogara con su prima española, ésta no tiene respuesta más que una: no era el momento. Sin embargo, Marianne encontró un destino diferente al que pensó cuando se hizo esta misma pregunta. ¿Será el futuro de Odette? De reojo mira a su acompañante, cuántos no han estado a su vera durante tanto tiempo y por qué entonces ninguno ha sido capaz de atrapar sus atenciones de la forma en que el mismo Rey lo hace... Un soberano que ahora mismo se despide y con paso elegante y magnánimo la deja en esa soledad de un lugar que permanece tras su estela y donde nadie más le interesa. La joven se obliga a no seguirlo con la mirada y mucho menos estando la reina presente. Y con sinceridad, sólo lo hace cuando están a solas. Tantas miradas indiscretas que alguna puede llegar a depositar palabras venenosas, pero ciertas, que pueden hacerle demasiado daño. Se lame los labios y se concentra en la conversación de la reina referente a los vestidos que su prima Marianne está confeccionándole en secreto. A pocas personas la Princesa De Castilla mantiene entre sus clientes más selectos y Victoria es una de ellas. Así que durante determinado tiempo mantiene el interés en Su Alteza hasta que por fin alguien llama su atención. Es cuando Odette puede retirarse de su lado.

Aunque el siguiente lugar al que es integrada es mucho peor, nada más que un grupo de parlanchines jóvenes intentando llamar su atención con fines románticos, las damas buscando ignorarla y ponerla en evidencia por puros celos. Y ella evitando todos los ataques y las maniobras para interpretar como siempre su papel: el ángel de la fiesta, uno que ni siquiera la reina puede opacar con su presencia. Haciendo reír, siendo admirada, se pasa otro determinado tiempo. Es su organismo quien le pide un receso y disculpándose, se pierde unos minutos en el sanitario y al salir, sus pasos la guían hacia el jardín donde disfruta del aire fresco exento de olores como la mugre de algunos disfrazada en perfumes, los estridentes aromas con que otras envuelven sus cuerpos, el cigarrillo de otros más o el aliento alcohólico de algunos. No es hipócrita, la corte siempre ha tenido un extraño imán hacia su persona, pero de eso a decir que siempre es feliz dentro, nunca. En ocasiones su corazón es un tifón que todo lo destruye y mantener la expresión feliz todo el tiempo es imposible. No necesita de una sonrisa falsa hoy, si no de alguien que pueda ayudarle y el hecho de que su hermana esté lejos no es reconfortante. Al menos con ella encuentra las respuestas a sus dudas y a sus constantes preocupaciones. Se lame los labios mirando sus manos sedosas para irse acariciando los nudillos lentamente y mirar a la luz de las farolas el anillo que brilla recordándole quién es... qué quiere y cómo lo anhela.

Suspira y mira el cielo esperando que éste le dé las respuestas que tanto necesita su mente quien es la que se opone terminante a su relación con el mismísimo Rey. Recargada en la banca, cierra los ojos y deja que por largos momentos sus sentidos sólo sean interrumpidos por el aire que corre buscando un escondite, el olor de las plantas, del pasto mojado y de la paz que se le introduce en las profundidades hasta que por fin puede reposar durante algunos instantes. Su cuerpo que percibe las sensaciones que la desprenden del piso y la llevan a elevarse unos centímetros. Sus manos se rodean la cintura estrecha, abrazándola por la espalda mientras se arrulla en un compás delicioso y que le quita las preocupaciones de la mente. Si tiene que entregarse a alguien, que sea entonces a la persona que más ama en la vida, aunque para ello pierda su posición preferencial. - No importa cuando éste es el hombre que más deseo en mi vida - susurra bajo mientras que se arrulla lento, unos poquitos centímetros, invisible para aquél que está lejos, pero muy marcado para el que llega cerca. Lento siente la somnolencia, debiera entrar, pero para qué si se está bien aquí afuera, sin demonios que te persigan.
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Mensaje por Vincent Cromwell Miér Jun 13, 2012 8:54 pm

Y yo buscaba para encontrar, olvidar la soledad entre sus brazos
y yo buscaba para calmar la sed del intempestivo corazón.




-No debo, Victoria podría descubrirme, si me nota disperso, diferente, lo notará, ella es astuta. Pero yo...- Estaba prohibido, desearla o soñarla, esperarla o dejarla. Mi cabeza estaba confusa, en ella se encontraban ideas que a lo mucho me llevaría a desatar los celos y la indiferencia, no estaba seguro de lo que sucedía entre los dos, aunque una parte de mi lo suponía. Empuñe el bordón con una fuerza tal que alcanzó a lastimar mis dedos, pero no importaba el dolor físico, a la chirriante duda que navegaba dentro de mí. Ellas se alzaban en fuerte gritos que me aturdían, no me dejaban escuchar la voz de la conciencia que extrañamente me decía como actuar. Dejé atrás la reunión de la corte, los invitados no parecían importarme en ese momento, haber visto a Odette me había descentrado, claro, la esperaba, toda la sociedad Parisina y extranjeros importantes estaban invitados para acudir a los deseos de sus majestades. Además, de que nadie se perdería la oportunidad de asistir a una reunión como aquella, dónde podría verse socialmente beneficiado si les llegase a interesar su presencia a los reyes.

Mi caminata se extendió por los jardines principales de la mansión, recordaba mi llegada a la Chateau de la Victoire que Victoria y su familia habían obsequiado a su majestad para salvaguardar nuestro compromiso. Por las noches cuando se encontraban completamente solo resaltaba cómodo recorrer sus jardines, los árboles frondosos y caedizos, así como las estructuras victorianas talladas en piedra formando estatuas apantallantes, me transportaban a un lugar mágico al cual yo conocía, pero que muchos omitían o preferían no tocar en temas. Cuanto más me adentraba a los edenes, la luna refrescaba con su luz las sombras verdosas de sus helechos, anunciándome una noche diferente, pudiera ser dudosa o atosigante ya que las preguntas continuaban ahí, escudriñando lo que deseaba escuchar.

Mientras caminaba no se hizo esperar a los amantes que se escondían entre los arbustos, juguetones, sigilosos, las risillas se escuchaban por doquier. Muchos de los invitados, más bien algunos, con relaciones prohibidas o aventuras secretas no faltaban. Hijos de familias que se odiaban, hermanos con hermanas que daban lugar al incesto, esposas que caían ante encantos de caballeros más curiosos y aberrantes por poseerlas. No había impedimento para lograr lo que deseaban, los instintos eran los que hablaban, los instintos se apropiaban de cuerpos convirtiéndolos en animales, pero yo no podía juzgarlos. Me encontraba en una situación similar, la diferencia radicaba en que yo no la buscaba por la adrenalina o el descaro de sólo tener su cuerpo, no. La buscaba porque su compañía era embriagante, su olor me transportaba a dimensiones desconocidas que jamás había experimentado, sus palabras destilaban dulzura, cariño, amor. Sus manos no tocaban al rey, al aristócrata, sino al hombre que se encontraba dentro.

Era un loco ¡Sí!, loco si malpensaba, loco si dudaba que Lady Louvier no me correspondía, era difícil no verlo en sus ojos, la angustia luego de nuestras partidas, de no volvernos a encontrar si algo llegase a pasar, si yo muriera o si ella lo hiciera ¿Han sentido como se cae al precipicio sin llegar a la fondo de éste?, cayendo, sólo cayendo, sin poder detenerte, sin poder visualizar el momento del impacto.
-No importa que suceda debo hablar con ella, debo hacerlo, debo verla. ¡Quiero verla! – me resistía a no poder entablar una conversación, o besarla, abrazarla. Tomando la decisión impulsaba por lo que deseaba en ese momento di la media vuelta para alejarme de los jardines, a lo lejos se alcanzaba a ver el umbral iluminado por los faroles y como si de un ángel se tratase ahí estaba ella, en plena flor de la juventud, donde la flora expone su belleza en su máximo esplendor y nos invita a disfrutar de ella. Con la tenue luz de los faroles visualice su rostro cándido parcialmente relajado, me acerqué en silencio buscando no incomodarla o sacarle de su trance.

No hacia un par de noches que en secreto nos habíamos encontrado, nada era igual sin ella, el lecho que compartía con la reina no me llenaba en su totalidad, quizá ello me empujó a los brazos cálidos de una mujer como Odette. Sopesando mis ganas por hablarle solté un suspiro que quizá pudo acaparar su atención, de inmediato una torcida sonrisa se dibujó en mi rostro y expuse mis pensamientos en palabras – Justo estaba pensando en ti…usted- corregí con voz baja pero entendible, la noche se volvía nuevamente nuestra cómplice y ambos nos encontrábamos lo suficientemente lejos de la residencia para que pudieran alcanzar a vernos - Lamento lo ocurrido momentos atrás, Lady Louvier, quiero decir…Odette. Se puso mi obsequio lo he notado, aunque su belleza no se compara con la suya…- frente a ella no escatimaba en halagos, me desconocía, era otro. El hombre fuera de la mente retorcida asumiéndose a sí mismo como un cualquier ser humano dubitativo abriéndose al amor.

Ahí permanecí de pie tan sólo observándola, persiguiendo las posibilidades que se abrían a mi paso ¿Respondería mis preguntas?, ¿obtendría lo que deseaba? Eso era algo que estaba a punto de descubrir o toparme con pared.
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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Jun 24, 2012 1:33 pm

Y todo el tiempo estoy pensando en tí, en el brillo del sol, en la mirada tuya...
Soñé, sí que soñé...


El aroma de la noche subyuga a cada extranjero que se mantiene a su vera durante instantes preciosos en los que la mente se entremezcla con el corazón por lo que la realidad se convierte en fantasía. Ahí es donde Odette de momento se encuentra, entre pensamientos que la llevan al dueño de un trono que no sólo tiene la facultad de hacer caer a todos aquéllos que busquen hacerle daño, si no de elevar a los que ama. ¿La amará a ella? Su fantasía dice que sí, pero para su desgracia es la realidad la que prima sobre lo demás. ¿Dónde estaría ella si no lo hubiera conocido? De seguro en el mismo foso del que no quería salir tras la muerte de su hermano. Él vino, con sus ojos azules a cambiarlo todo, a pintarle el mundo de colores y con sus reuniones a darle un nuevo sentido a su vida. A dejar a un lado todo eso que la obligaba a bajar al cabeza y ocultarse bajo las alas para seguir llorando desconsolada en un mar de aflicción y desespero por un mal cometido sin desearlo, sin el dolo, pero aún así, un delito sin duda alguna. Culpable ella de todo ese dolor, causante de la desesperación de sus padres y el frío le cala hasta los huesos, se introduce en su cuerpo hasta hacerla sangrar. Puntas afiladas son esos pensamientos que se le incrustan en la cabeza cuales espinas hechas corona. Jesucristo fue sacrificado para la redención de los hombres, pero Odette no cree que ese perdón pueda dársele tras su enorme equivocación. Duele como nada en el mundo, incluso aún si perdiera las reuniones que mantiene con el Escocés a cambio de que su hermano regresara, con gusto lo haría. Mejor su sufrimiento que el de su familia, toda ella. Gregory... el dolor en su nariz se intensifica, son sus lagrimales quizá los que se conectan y aprieta el pañuelo entre sus manos. - Gregory... perdóname hermano, perdóname... - cierra los ojos apretándolos con fuerza para no llorar, escucha a lo lejos alguien que se acerca y se obliga a aparentar estar perfecta, lamiéndose los labios, recuperando el tipo aunque su estómago sea un enorme hueco como el que habita en su corazón tras aquélla noche fatídica.

Traga saliva de nuevo aspirando una y otra vez parpadeando con fuerza hasta que está lista para encararse a cualquiera que considere prudente alterar el lugar con su presencia. Nadie diría que Odette estaba triste, oh no. Primero muerta antes de permitir que tal chisme recorra toda la corte y llegue a oídos de sus padres. No, no. Lo único que delata ese sentimiento que no la abandona, es la forma en que aprieta el pañuelo puesto que siente un estremecimiento recorrerla por completo, que no la abandona y que la hace cerrar los ojos un instante. Una voz conocida la sorprende y al abrir los ojos ve al propio Rey que tanto ha poblado sus pensamientos a últimas fechas. Sonríe levemente y hace una reverencia con la cabeza a sabiendas que a solas no necesita de tales modales. Aún así, no es la casa de la madre de Vincent y mucho menos un lugar seguro en el cual entrevistarse. Demasiados ojos y oídos para el gusto de la francesa. Sonríe ante sus halagos y le mira en silencio, ese gesto que pudiera creerse alegre no llega a sus ojos... no, éstos le miran con tanto pesar como si fueran los ojos de un muerto. El ser bella no le ayuda a superar esa pena que su corazón carga ni tampoco a evitar lo que esa noche aconteció. Todo lo contrario, puesto que fue uno de los motivos por los cuales ahora su familia llora a un hijo amado que ha partido muy lejos, a un lugar en el cual Odette jamás llegará para pedirle que la perdone.

Una lágrima silenciosa recorre la mejilla derecha de la joven sin que ésta se dé cuenta o bien, sin quererla detener. Aprieta los dientes con fuerza alzando la cabeza hacia las estrellas para observarlas en silencio antes de que su mirada se pierda entre fragmentos acuosos, de una barbilla que tiembla al instante en que aspira aire ruidosamente constatando la mucosa en la nariz producto de la tristeza transformada en gotas de sal y dolor. Baja lento la cabeza para aspirar aire profundo y llenar los pulmones y soltarlo en un suspiro que se antoja débil, pero intenso en sensaciones. - ¿Qué es, qué es... Un rey que considera a una mujer pura ¿Es consciente de lo que realmente es? Un rey que le regala joyas ¿Es consciente de que pudo equivocarse hacía mucho tiempo? Un rey que se acerca a ella y la busca ¿Es consciente que al enterarse de su mayor secreto, no quiera tener más contacto con ella? ¿Qué es... qué es... la dejará o se atreverá a continuar a su vera...? ¿Qué es, qué es aquéllo que le hace sentir tan mal que quiere correr a todos lados y dar su vida por aquél que se ha ido...? ¿Qué es... oh, Su Alteza... podrá perdonarla? - los ojos azules voltean a mirarle, si lo quiere a su lado entonces deberá ser sincera, pero ¿Él podrá con el peso de su confesión? ¿O será sentenciada por aquél que tanto ama? ¿Se convertirá eso en un castigo o simplemente será la absolución? Perderá a un ser amado, pero quizá obtenga la paz que tanto necesita. ¿Será capaz de darle un castigo justo o se cegará en cuanto sepa su pecado? Suficiente tiene con saber que su propia familia la detestará en el momento que se enteren que por su culpa... que por ella... sin embargo Vincent es una parte medular de su existencia, si él la alejara de sí... Seguramente Odette rogaría porque la mandara al cadalso. No soportaría que él la desterrara de su vera, que no le permitiera otra entrevista con él. Que le negara la visión de sus ojos, el sentir de sus caricias, el sabor de sus besos, el olor de sus cabellos. No, no lo soportaría.b No es tan fuerte... no para ello...
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Mensaje por Vincent Cromwell Dom Jul 01, 2012 7:30 pm

Odette reflejaba la humanidad que persistía combatiendo en mi interior, gran parte de las cosas que deseaban se complementaban con ella, desear a una mujer fuera del matrimonio despedía enmarañar a una conciencia por malos instantes y pesares, pero ella lo valía: La amaba. ¿Cuánto era el dolor que podía causarle mi ausencia? O aún peor ¿Cuánto era el dolor que le causaba mi presencia?, jamás me lo diría y a ciencia cierta no lo sabría con exactitud, pero era una idea la que me daba, pues nos parecíamos en ello.

El tener las ganas de planear o volar y no poderlo conceder, comparada con la ausencia del aire y la muerte en vida, así era su ausencia en mi vida. La reunión en la lejanía continuaba, la pomposidad se manifestó hasta dónde nos encontrábamos cuando una pila de fuegos pirotécnicos incendiaron el cielo con múltiples luces de colores tan brillantes como las estrellas que se pintaban en el. Luego de ellos sus palabras me pincharon como miles de agujas incrustadas en la piel, si existiera una forma de demostrarle no con palabras si no con hechos lo que sentía en aquel momento, el amor que le profesaba era tan sincero como el que alguna vez había conocido de mi madre hacia mi padre.

Dejándolo todo, incluso así mismo, pero el deber podía más que el corazón en ese instante, un vuelvo al tiempo seria la solución perfecta, conocerla mucho antes que a Victoria, idolatrarla con regalos más allá de los lujos. Sabia como complacer a la dama ante sus ojos, su belleza irradiaba la gracia con la cual fue bendecida desde su nacimiento, sus ojos me impedían articular palabras más allá de las sinceras y de las que el mismo corazón pronunciaba sin titubear. Pues ese era el único idioma que conocía estando frente a ella.

-¿Qué no es la libertad lo que se obtiene tras ser rebelado un secreto? Pero puede más que se sienta presa de él al mantenerlo como sólo suyo…Quizá pueda ser yo quien redima todo el dolor sentido. No temas en decírmelo, no te juzgaría ni despreciaría aunque esté en mi naturaleza hacerlo, me tienes postrado a tus pies. Un rey sin razones, no sirve para reina y tu eres una de las razones que tengo para hacerlo…-

Desistiría si otra hubiese sido la situación, si no la amara, por ejemplo, si mis palabras fueran mentira y sólo quisiera su cuerpo, no costaría verla como objeto sexual, para beneplácito de mi ego y orgullo como hombre y conquistador. Pero no era así, ella significaba más de lo que realmente era, sus ojos me decían entre líneas sus pesares no obstante jamás me habría atrevido a cuestionarle o juzgarle. Si bien era cierto, todos gozábamos de secreto incluso nosotros éramos parte de uno de ellos, uno muy importante pues si personas específicas lo supieran no dudarían en levantar un solo dedo para juzgarle y enviarle a la muerte.

Acercándome hasta ella mis manos tocaron las suyas estrechándolas dentro de las mías, su piel era cálida y tersa ¡Cuánto deseaba tocar su rostro!, sus labios invitaban a ser descubiertos por la fragilidad de un beso que embelesaba ante un amor proferido y aún sin consumar.

-¿Por qué estás así? ¿Sucede algo?...-

Si las dudas nacían de un falso amor, el nuestro no se acercaba entonces ni por asomo, controlé mis impulsos y recordé el lugar en dónde me encontraba soltando sus manos de inmediato. Me resistía, pero debía fingir, si Victoria por algún motivo viese aquella escena promulgaría su primera sentencia al amanecer y mi corazón perecería con ésta, Sin embargo, tenía que ser cuidadoso.

-Vamos a otro lugar lejos de aquí, vamos a un sitio en el cual podamos estar sólo tú y yo-

Me resistía a perderla por mi estupidez e impaciencia, se habían vuelto tediosas las reuniones de la nobleza, la compañía de Victoria me volvía loco estando frente a Odette, aunque no la despreciaba por completo, pues a pesar de ser propiamente fría y calculadora atendía mis necesidades como consorte y yo lo agradecía. Pero es el corazón el que manda aún por sobre el destino y el deber. Mi deber era al lado de una esposa recatada y poderosa, mi corazón se encontraba en otra dónde la calidez y el amor respaldaban mi reinado.

Amarla y amarla, en ésta y en otra vida la amaría.
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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Jul 08, 2012 10:52 pm

Mi corazón sangra cada vez que a su lado estás.
Tiempo... ¿Por qué no puedes regresar?


Luces de colores en el firmamento iluminan los corazones que las observan, flores de fuego engalanan la noche cortejándola y creando sueños que el tiempo entrelaza con los sentimientos de cada espectador. Nadie es inmune a sus encantos, excepto aquéllos que tienen ante sus ojos algo mucho más preciado que un simple fuego artificial. Los que encuentran en las pupilas las suficientes imágenes para que su corazón bombee de forma constante e intensa la savia vital llevándola a sus lugares correspondientes, pero que sangra de forma figurativa al instante que tiene que desviar esos orbes para concentrarse en las banales figuras del cielo. ¿Quién es el causante del dolor vertido e hincado a los pies del objeto amado? ¿El mismo amor? ¿Los que lo rodean? Parejas en el jardín dejan sus ocupaciones para ver la bóveda celeste llena de nuevas y transitorias estrellas haciéndole notar a la francesa lo peligroso de estar ahí a la vista de todos, porque incluso los invitados que se encontraban en el interior del inmueble están saliendo para disfrutar del espectáculo. Un escalofrío es el signo inequívoco de lo peligroso del momento. Aunque sus ojos vuelven al hombre que le robó el corazón y se lame los labios dubitativa. Él le da la oportunidad de confesar su más grande pecado asegurándole que no por ello dejará de procurarla, pero está tan bien guardado, que teme que los demás se enteren en el instante en que le dé vida pronunciándolo en palabras. Los labios le tiemblan y de nuevo recorre inquieta el lugar con la mirada. Aún nadie se ha fijado en ellos, pero es cuestión de tiempo. Es una atención intermitente entre el rey y su alrededor que se consume en un fuego que le abrasa las manos sujetas por las del varón. Aprieta esa piel, esos huesos cubiertos y tendones que le dan tanta seguridad y la hacen sentir protegida. Que le incitan a tenerle mucho más cerca, a oler su aroma a menta, a tantos deseos insatisfechos y necesidades no cumplidas.

Ah, pena, penita, pena, de nuestro amor en silencio...
ah, qué alegría, alegría, quererte como te quiero.


¿Pasarle algo? Claro que sí, pasa que no le tiene con ella todo el tiempo que quisiera, que desearía despertar a su lado cada mañana, dormir entre sus brazos cada noche. Atenderle, ayudarle en sus necesidades y poder arrebatarle un beso en la mejilla cada vez que lo deseara, estuviera presente quien fuera y no tener que esconderse. Su propuesta de ir a otro lado es recibida con una sonrisa amarga, pero un salto en su corazón al unísono. Sí, sí. Ir con él a donde deseara, estar a su vera, reír sin necesidad de ocultarse. Aunque con el simple hecho de seguirle esté haciendo justo eso. Sonríe tímida, pero llena de alegría asintiendo y cuidando de que nadie les vea marchar juntos. Una sola palabra a la reina y todo se convertiría en un infierno imposible de contener para ambos. Ni siquiera el hecho de que Vincent fuera el rey lograría que ella no tocara el cadalso. Es alta traición lo que ambos hacen a pesar de que al monarca se le permitan algunos deslices como en cualquier corte del mundo. Lejos de las miradas indiscretas es donde necesita estar, donde pueda desfogar las ansias que él produce con sus miradas, con su presencia. Y cuando están a solas, segura de que nadie puede verlos, se atreve a deslizar la mano por su brazo para tomarlo y caminar así a su lado, en un cómodo silencio entre los árboles que son testigos silenciosos del amor que le profesa. Entre abedules y abetos que han visto tanto a lo largo de sus existencias, que este par de humanos es simplemente una pareja más para ellos. Que no despiertan la codicia ni los celos, que los dejan avanzar hasta llegar a la orilla de un riachuelo que Odette mira con aprensión. No es buena con el agua. Aunque su equilibrio es magnífico, siempre su punto débil ha sido el agua y las piedras resbalosas. Mira con intriga a Vincent. - Amor, dime que no tengo que avanzar por este camino empedrado, soy muy mala para ello. Lo resbaloso y yo no combinamos, siempre estamos en duelo y mucho temo que él siempre me vence - se lame los labios inquieta sujetándose bien del brazo masculino. Si él da el paso, ella lo seguirá confiando ciegamente en que él la sostendrá si llegare a caer en desgracia. Y es cuando lo descubre: esa es la vida de ambos, un camino empedrado y resbaloso, lleno de agua que siempre buscará desplomarles a cada paso que den, pero si están juntos, podrán salir avante. Si están por separado, su destino será doloroso y puede que traiga consecuencias catastróficas.
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Mensaje por Vincent Cromwell Sáb Jul 21, 2012 8:29 pm

All my thoughts are with you forever
until the day we'll be back together
I will be waiting for you.

Las palabras sobraban, sus ojos eran una clara muestra de lo que pensaba en realidad, un laberinto por recorrer, dónde el Rey estaba destinado a perderse. Los ecos y luces que seguían a los fuegos artificiales no impedían que mis ojos se despegasen de su rostro. Ni siquiera las figuras que de ellos se alcanzaban a dispersar por la bóveda celeste en un sinfín de colores acaparaban la atención. Era ella, mi cisne, el más hermoso, lo que calmaba al corazón reprimido, sostenido en el cuerpo de un monarca que a su lado era un simple hombre mortal. Pocas eran las veces que tras nuestros encuentros lograba alcanzar sus labios en un beso silencioso, dónde el olor de su cabello y su piel despedía un aroma particularmente dulce que no lograba sacar de mi mente. Odette ¿Por qué había llegado de ésta manera?, tan impredecible, sin buscarla, simplemente aparecía como una lluvia en la sequia o la primavera luego del crudo invierno.

Estaba dispuesto a dejar cada milímetro de lo que yo era en sus manos, los secretos se compartían en caricias o miradas, se volvían más livianos, se hacían parte de lo que consistía nuestra historia y juntos podríamos resistir a la adversidad. Las noches permanecían en vela para degustar su ausencia, en dónde cada una de ellas lucían más vacías e inexistentes. Odette era el gran amor que hace tanto no conocía.
Lleve mis manos hasta su rostro el cual toqué como si fuese una muñeca de cristal, suave, delicada, una escultura perfecta hecha bajo buenas intenciones. La musa del artista, la inspiración del deseo para ser convertido en mujer. Hasta ahora parecían intentos las ocasiones en que coincidíamos en dos o tres reuniones de política –las cuales prefería no compartir con ella- puesto que cedería a cada una de sus peticiones. En ese instante un último halo de luz iluminó su rostro y dibujé una sonrisa en la que no pude ser capaz de encerrar el contento de estar tan cercas de ella.

La tomó del brazo para que ésta se apoyara con la suficiente fuerza para detenerse en el Rey, él sería el soporte que Odette buscaba -Yo la detendré, está segura conmigo y si es necesario que la cargue lo haré- pronunció con galantería, una de la que no podía dejar de lado pues así se había criado, con un padre y una madre que sabían a la perfección de cómo moverse en los pasillos de la corte. Con mesura y propiedad, con elegancia y rectitud, Vincent resultaba acaparador como el caballero que acostumbraba ser. Lentamente se fueron adentrando en la masa de la oscuridad entre los árboles que circundaban los jardines de la mansión, adornados por finas antorchas que alumbraban corredores naturales, plantíos de rosas entre otras especies florales.

Pero las flores no alcanzaban la belleza que traía consigo aquella dama envuelva en seda, no, no eran ni siquiera las estrellas o el cielo despejado lo que devolvía a Vincent la tranquilidad, era ella, su musa, quien traía el sosiego –El tiempo está pasando y no logro pensar con frialdad lo que pasará si nos llegasen a encontrar…¿Qué pasará cuando no existan respuestas a nuestros cuestionamientos?, ¿Qué pasará cuando no sea suficiente lo que tenemos hasta ahora? Acaso mi pequeña dama ¿será usted quien aguante tanta ausencia de su rey? ¿O será que el Rey sea capaz de tolerar la suya eternamente?, ¿o seremos ambos los que aguantemos las distancias, los obstáculos?...- si no fuese por el tono varonil de su voz se lograría distinguir con facilidad la contrariedad de las dudas del Rey Escocés, rondaban por su cabeza noche y día ¿Existiría un punto en dónde tendrían que separarse?. No era imaginado por su majestad, la sola idea de perderla luego de encontrarla después de tanto tiempo, sería un disparate, un golpe a su cordura, nada ni nadie, ni su consorte siquiera podrían devolverle la elocuencia a sus actos, la veracidad a sus palabras.

-El Rey no quiere escuchar lo que le gustaría escuchar, dígame realmente qué es lo que piensa ¿Teme? ¿Por qué teme realmente? ¿Teme por su vida?, el Rey está cansado de divagar con pensamientos que desembocan en un adiós, en un hasta nunca. No me perdonaría jamás que le hicieran daño, cortaría todas las cabezas, antes de que su nombre sea manchado por culpa de éste hombre, un mortal enamorado de un ángel.-

El caos se acercaba con pasos agigantados, Vincent por un lado luchaba para poder permanecer un tiempo con su amado cisne, pero sabia internamente que el cisne debía partir en algún momento en búsqueda de un mejor hogar, un hogar que quizá no podría darle bajo aquellas circunstancias. Atado de manos la impotencia venia a sus pensamientos llenándolos de dudas, resultaba un destino doloroso para los dos. Un destino que prefería llegase lo más tarde posible, pues si en él no estaba la posibilidad de cambiarlo, si existía la opción de dejarle libre.
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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Mar Jul 31, 2012 9:36 pm

Puedo ser luz de noche, ser luz de día, frenar el mundo por un segundo...


Una ninfa se desliza por el sinuoso camino lleno de verdor que le acaricia los tobillos en tanto intenta ser cuidadosa y no lastimar a los seres vivos que se encuentran a su lado, en medio de la oscuridad perenne tan sólo desprovista de sus sombras y maldad por luces de fuego situadas a cada lado de una vereda interminable, pero que se antoja continuar avante no para llegar a su destino, si no para disfrutar cada paso en compañía del único con aquél con el que se quiere pasar la vida: el hombre amado. El cántico de los grillos es una oda a los enamorados que divagan entre pensamientos dolorosos y que al pronunciarse en voz alta parecieran cristalizar, hacerse tangibles y crear entre ellos enormes grietas que los separarán algún día, en el instante que un cataclismo caiga sobre sus cabezas, Ni siquiera el poder de un Rey basta para controlar la voluntad de un pueblo guiado por el odio y el resentimiento, la ignorancia y la insanidad de aquéllos cocheros que azuzan a los caballos para jalar ese vehículo llamado muerte. Rolta quedará lo que alguna vez fue una mirada dulce y llena de sentimientos halagueños para aquél al que se dirige. Un rostro marchito, un cuerpo vapuleado desde tantas direcciones como piedras atraviesan el espacio hacia la piel que otrora fuera el manjar de las manos de un monarca. ¿Eso quedará de aquélla que entregó el corazón en una relación prohibida?

La elfa eleva la mirada al cielo, hacia la luna vestida de plata galanteada por tantas estrellas en el firmamento se encuentran y anhelan convertirse en ella, el esplendor femenino y lleno de dulzura, de eterno poder y sensualidad. Esperando siempre al único capaz de alcanzar su corazón: el sol. Es Vincent ese sol y ella la luna. Así pues, mientras su mente es la cueva donde resuena el eco de cada pregunta emitida por la voz masculina que la persigue noche y día, el viento acaricia sus cabellos llevándose consigo hoja y dudas que sólo atemorizan sus mentes mostrándoles la verdad de sus sospechas. ¿Qué hará en el instante que ya no lo tenga? No quiere pensarlo. Si un día es interminable, una semana insufrible, el no verlo durante días y días, meses, sería un martirio del cual es preferible dejarse morir lánguidamente. Él es un Rey, pero uno con un asiento a su lado ocupado. Él ya tiene una reina y como tal, Odette no es más que la querida de Su Majestad. Sonrie con cierta ironía, pero entiende que no es más que la verdad. Algún día ella le dará un hijo y Vincent tendrá que olvidarse de estos escapes, de susurrarle al oído palabras dulces. Él mismo lo entiende, sus palabras lo dejan muy claro.

- No lo sé, de verdad que estoy metida en un laberinto del que no encuentro escapatoria y lo que es más aterrador, no quiero salir. Me encuentro tan a gusto en él, a pesar del minotauro que lo custodia, de los soldados que estarán listos a pedir mi cabeza en caso de que sea descubierta y a pesar de todo, no me interesa porque sé que tengo una madeja de hilo que me lleva hasta el centro, hacia la persona que he aprendido a querer. No, que he aprendido a amar y por la que moriría si no estuviera a mi lado. Temo el día que seamos descubiertos, pero más temo aquél en el que no esté a su lado y me pregunta una y otra vez por qué fui tan cobarde de no disfrutar al menos los pocos días con usted. Soy una insensata, mi prima me lo ha dicho en incontables ocasiones y a pesar de ello no me arrepiento. Un minuto a su lado, una mirada, una sonrisa... un beso es suficiente para subir orgullosa al cadalso, hincarme ante el verdugo y permitir que corte mi cabeza. Sólo... sólo no se olvide de mí cuando eso ocurra... sólo... sólo ámeme mientras ésto dure... - lágrimas cristalinas inundan sus ojos, no puede hacer más. No quiere hacer más que estar a su vera, sin importar los riesgos. Profundamente enamorada, tanto que su insensatez es mayor que la precaución con que debiera manejarse en su vida. Si el canto de las sirenas es tan poderoso para estrellarse contra las rocas, mucho más el del amor verdadero. Si su cuerpo queda flotando en el mar con cada hueso roto y cada víscera estallada, será por una buena razón. El estar a su lado es suficiente pago por el sufrimiento futuro y, quiera Dios, lejano.

Suspira caminando aún a su vera, descontando los pasos para llegar a la cabaña en la oscuridad del bosque, un refugio conseguido por monedas de oro y que tiene un pasadizo secreto en caso de ser descubiertos. El precio bien vale la pena con tal de estar a solas con Vincent, abrazarse por unos largos instantes, escuchar su corazón, aspirar su aroma. El viento se lleva parte de su cabello hacia el frente incluyendo sus ropas. Es una forma de invitarles a acelerar el paso puesto que la noche no es eterna. Mucho menos con una fiesta ofrecida por la reina que tarde que temprano irá en búsqueda del rey y en caso de no encontrarlo en la mansión, ordenará se le busque por todos lados. Cabaña incluída. El tiempo es oro, pero mucho más cuando es una situación de este tipo - Encontré a alguien que me rentó con suma discresión un refugio, es una cabaña que si bien no está al nivel de Su Majestad, tiene algunos pasadizos secretos para escapar sin ser descubierto. Pensé que podríamos permanecer en ella al menos un corto espacio de tiempo, espero no le moleste mi atrevimiento, aunque si gusta, podemos pasear por el bosque nada más - es mucho más peligroso, en cualquier momento ojos indiscretos podrían ser partícipes de los movimientos del Rey e ir a vender tan suculenta información a la Reina. En ocasiones los juegos de la corte son demasiado despiadados con aquéllos que infringen las reglas.
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Mensaje por Vincent Cromwell Vie Ago 03, 2012 3:08 am

Los caminos de la vida, del futuro, eran inciertos para nosotros. Ella era un cisne libre de escoger cuando volar, era libre de elegir quien la acompañaría en su vuelo. Yo como hombre sólo impedía que lo hiciera justo ahora, lastimaban los puñales que se enterraban en los costados cada que no existían respuestas certeras a nuestras dudas y cuando presionabas más en la herida parecía que soltaría un grito ahogado en el desencanto de nuestro destino no muy prometedor. Mientras avanzábamos la oscuridad nos atrapaba entre sus brazos, la luna permanecía en lo más alto del cielo alumbrando con su luz color plata nuestro camino hasta dónde ella me parecía guiar. Contemplarla resultaba enternecedor, sus facciones dulces invitaban a cualquiera a someterse a sus encantos y no dejarla ¡Qué tontería! ¿Quién la dejaría?.

Yo era la brisa congelada del invierno, que arrebata el último aliento de vida, yo tenía el poder de hacer cuanto quisiese pero no podía cubrir el sol con un dedo. Tampoco negar las obligaciones que me enclavaban como las anclas a los barcos sobre el mar. Estaba a la deriva buscando no estrellarme con el primer peñasco que se me cruzara en el viaje, el marinero tenia un capitán fuerte que era la obligación y el deber con un pueblo, con una mujer y una familia. Ni ella y tampoco yo cambiaríamos eso.

Mis oídos captaron el mensaje que despedían sus labios con mucha dificultad, la misma dificultad que había salido de los míos; las dudas, los pensamientos inciertos y muchas veces la rabia se mezclaba con las palabras. Odette era el rayo de sol cálido en el invierno que calentaba mi cuerpo y le devolvía la vida, tenia pulso, el corazón bombeaba la sangre revitalizándome en su totalidad y la ausencia de ella era todo lo contrario. Temía que fuéramos descubiertos por Victoria, no por mí que tenia la suerte comprada, temía por ella quien no le aseguraba su bienestar a lado mío mucho menos conservar su vida, pero ahí estaba sosteniendo mi mano estrechándolas entre las suyas, guiándome inclusive al lugar que ella misma había buscado entre los confines de los jardines de la mansión para un encuentro como este, dónde el tiempo exigía hacer las cosas rápidamente pero el miedo a perderla nos intimaba a tener el cuidado necesario para evitar que nos vieran en alguna situación comprometedora.

Tras unos pasos más adentrándonos a la vegetación y corredores que nos rodeaba, se develo por fin la cabaña, lucia abandonada, parecía que nadie en un largo tiempo había habitado el lugar. Entonces entramos a ella, los fuegos artificiales terminaban de adornar el cielo y la música de los violines entre otros instrumentos amenizaban la concurrida reunión en dónde seguramente Victoria no dejaría pasar desapercibida mi ausencia y pronto hallaría la manera de comprobar que estaba dentro de la mansión. Nuestro refugio nos brindó el consuelo, ya nadie nos seguiría hasta aquel sitio en dónde lo único que reinaba era el sonido de nuestras respiraciones y las miradas cómplices. Su respuesta ocasionaba un profundo vacio e incertidumbre, quería alcanzar su mano pero no soltarla, deseaba rodearla con mis brazos en mi cama durante los amaneceres, no soltarla bajo ninguna condición. El aroma de su cabello alcanzó mi olfato, embriagándome, endulzando el ambiente, entonces recorrí su cuerpo con la mirada era perfecta e irremplazable pensé.

-Parecen cortas la palabras cuando se trata de nosotros ¿No my lady?, parece no haber respuestas a las preguntas que divagan por la mente. Vivimos el presente y alcanzamos la felicidad en instantes… - caminé hasta el centro de la construcción mirando cada espacio que se abría lugar ante mi presencia, parecía que las paredes fuesen testigos de nuestras dudas -Tendrás que irte de aquí y volver a España con tu hermana hasta que el tiempo arregle todas las sospechas de Victoria, he tenido confrontaciones muy fuertes con ella dónde me asegura que he estado viendo a alguien en secreto y aunque no sabe completamente la identidad de ésta susodicha, está muy cercas de saberlo, los ojos y los oídos son peligrosos y temo por ti, tu bienestar son más importantes que yo…-

Cuando concluí con la oración me perfilé a ella para otorgarle una mirada compasiva, no pude ocultar el temor a perderla –Cuando llegues a España, irás con tu prima la Princesa para usar su sello y enviarme las cartas necesarias para saber cómo te encuentras, no me importan los códigos que habremos de utilizar para mantenerte fuera del peligro, luego cuando sea el tiempo adecuado viajaré hasta allá para encontrarme contigo y poder tener un tiempo juntos lejos de la Reina…- me acerqué con delicadeza tomando sus manos entre las mías, deslice mis dedos con los suyos enlazándolos, mirándola a los ojos encontré cierta resignación, no teníamos más opción que dejar a un lado nuestros deseos si queríamos estar más tiempo juntos –…Estarás en mis pensamientos noche y día como parte de un todo, añoraré poder tocarte de nuevo, estrecharte entre los brazos y poder decirte mirándote a los ojos cuanto pasé en tu ausencia. No olvides ni deseches la idea de que iré hasta España para encontrarte, no titubees iré. No dudes estaré contigo y cuando eso suceda no habrá razones para separarnos en un buen tiempo ¿Me crees verdad? ¿Crees en mi?-.

El corazón se aceleró ¿Cuál sería su respuesta? ¿Creía o no lo hacía? ¿Esperaría como lo pedía o la perdería por completo? El instante pareció largo ahí estábamos los dos dejando todo por un bien común: NOSOTROS.
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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Ago 12, 2012 11:01 am

Cuán solo está el cisne en medio del lago.
¿Llegará el príncipe a liberarla del hechizo?


Cascabeles resuenan en la oscuridad de la noche levemente iluminada por los fuegos artificiales, esas rosas que remontan el firmamento dejando sólo cenizas tras un vuelo inalcanzable haciendo las delicias de los espectadores. Mas sin embargo, lo que Odette siente respecto del Rey es mucho más incandescente, apasionado y fuerte, no se compara siquiera con la hermosura que demuestran a los ojos cada una de las luces que se elevan para estallar complaciendo las pupilas en una sinfonía de colores y brillantez. No. Sus sentimientos están más orientados a las obras de los ángeles que de los hombres. No hay nada más vigoroso y lleno de encanto que el corazón femenino y más cuando éste es ofrendado a las manos de un caballero como lo es el Rey de Escocia, donde florecerá y cuyos pétalos siempre estarán salpicados del rocío salado de las lágrimas de aquélla que ansía tenerle y no logra conservarle el tiempo suficiente para mostrarle los rayos que iluminan el amanecer en tanto se acomoda en el lecho buscándole y encontrándole, rodeando su cintura con los brazos para reír ambos en tanto esperan que haga menos fresco para ir a desayunar o quizá ordenarle a la servidumbre que les traigan la comida al lecho donde la degustarán entre risas y caricias, ternuras propias de los enamorados que no desean separarse.

Un refugio ante ellos, provisional, quizá unos cuantos minutos... cinco, diez... quizá quince, no más porque de seguro pronto estarán muchos pajes buscando al Rey para asegurarse de que estaba sano y salvo. ¿Qué son esos cinco, diez, quince minutos para una enamorada como Odette? La eternidad. El placer convertido en realidad. El tenerlo para sí, a pesar de que no sea un lugar adecuado para los sentimientos que le inundan. ¿Demasiado tristes son estas palabras? Es ese sentimiento agridulce quien las dicta en pos de una sensación más benévola que sólo tiene eco entre los brazos del dueño de la Corona Escocesa. ¿Por qué el tiempo es sólo un reflejo de lo poco que pueden disfrutarse? ¿No hay una forma en que ambos puedan estar juntos por un lapso más largo? Desesperación pura es la que siente en cada uno de sus huesos, en cada célula que conforma su cuerpo, en cada neurona que trabaja a marchas forzadas por encontrar una solución a esa situación que, cual agua, la obliga a permanecer sumergida a pesar de que sus pulmones y su constitución física no resista demasiado tiempo así, pocas son las veces que emerge para tomar aire y vuelta a hundir. Aunque nada se compara con las palabras de Vincent que le ordena irse a España ¿Acaso cree que puede estar tanto tiempo alejada de él? Se lleva la mano al pecho, donde el corsé le evita respirar profundo y es que ha perdido el aliento. Traga saliva con mucha dificultad y contiene las ganas de llorar, ese dolor en la nariz que le hace consciente de que una tras otra, cuales heridas, las persianas se abrirán en sus ojos y emanarán gotas gruesas de agua salada en señal del dolor que le lastima hasta casi matarla.

Sus siguientes órdenes no logran sanar su corazón, ni siquiera el saber que tendrá una mensajería con el Rey le ayuda. ¿Cree que no sabe que sus cartas no estarán guardadas sino que se destruirán en el mismo momento de que lleguen a manos del Rey? Es tan peligroso que alguien pueda entenderlas. Una mano sostiene su cabeza ocultando el ojo derecho, aspira aire por la boca porque es su nariz quien se niega a seguir con su trabajo vital. Dejar de verlo, alejarse de su lado por el tiempo que él considere prudente, que la Reina deje de sospechar. ¿Acaso es que no lo vislumbra? Ella entiende que es justo el punto más álgido desde el cual todo irá cayendo hasta desmoronarse cual roca y convertirse en polvo, el que quedará del amor que le tiene, de esa sensación desgarradora que le pierde y hace delirar de desesperación. Su mirada se pierde en su flanco derecho, intenta contener las lágrimas y ni siquiera el tacto de la piel del Rey es suficiente para que ella pueda resignarse. Pueda consolarse. Le mira y asiente conteniendo las lágrimas, rogando porque él no la vea llorar, que él siempre la tenga por una mujer fuerte, aunque de las gemelas ella sea la más débil. Sonríe mirándole, rememorando a fuego su rostro en su mente, esos ojos que la enamoraron desde la primera vez que los vio en aquella coronación de Victoria. Sus palabras suenan tan dolorosas como ella las recibe, las tiene en su corazón. ¿Confiar en él? ¿Creer en él?

Una lágrima silenciosa recorre su mejilla y cae al abismo... traga saliva y aspira aire con fuerza para asentir con la cabeza, sin confiar en su voz, no cree que pueda entablar una sola sílaba sin que se le rompan los sonidos y ella misma en consecuencia. Preparará su viaje para regresar a España. - S-sí, e-está bien... f-fingiré que ma-mamá está enferma. Que tengo que volver a casa... que mi... - se muerde los labios con fuerza mirando hacia sus manos unidas, apretándolas un poco, queriendo llevarse al menos... Dios... qué difícil es... - haré lo que me ordene Su Alteza... le esperaré, me llevaré la vida en ello, pero le esperaré... paciente, todo lo paciente que una mujer pueda ser... - no, no llores Odette, no llores... sus hombros tiemblan un tanto, su rostro se contrae en una tensión que se nota por el color rojo que envuelve toda su piel. Aspira aire con fuerza para volverse a hundir en el agua, esta vez lo más profundo que pueda, porque a pesar de que su prima lo diga una y otra vez, que ese amor está destinado al fracaso, que por más amigo de ella que sea Vincent, se está comportando con maldad al tenerla esperando algo que será imposible de entregar, que sólo le da limosnas y la tiene como plato de segunda mesa, a pesar de todo eso, Odette sabe que le ayudará.

La española podrá decir todo lo que quiera, pero siempre será el hombro en el cual el cisne pueda apoyarse y llorar, tendrá las palabras de aliento y la auxiliará en todo lo que pueda. Incluso escribir ella misma las misivas que sólo el intelecto de Vincent pueda descifrar. Afortunadamente el Rey es tan capaz de encontrar toda clase de respuestas a los acertijos más variados que no es nada difícil ponerle una carta en clave y que él conozca a la perfección todo lo que Marianne quiera decirle aunque le esté hablando de vestidos y zapatos en apariencia. Aunque a diferencia de él, son las primas quienes la última vez estuvieron apuradas y preocupadas por no haber descifrado correctamente la última misiva que el Rey encriptó hasta que por fin Delbaeth, el amor de Marianne, les diio una pista y ellas la siguieron con celeridad. Así Odette pudo llegar a tiempo para recibir un obsequio del Rey que si hubiera caído en manos equivocadas pudo haber causado mucho daño. Así pues, la Princesa De Castilla puede decir muchas cosas, puede reprocharle que una mujer como ella no debiera estar metida en una relación así, teniendo tantos problemas, tantas apuraciones, dolores... él le causa daño, ¿Por qué seguir con él? - Le escribirá mi prima, me ayudará estoy segura de ello, a pesar de todo. Por favor, sólo recuerde que le espero, que soy como un girasol, sin el astro rey que me oriente, sólo estaré completamente cerrada... mi amor siempre estará con usted, siempre... - lleva sus manos a los labios para besarlas con devoción. No importa que su prima le regañe, le reclame... Vincent sigue siendo el malo que no deja de querer.
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Mensaje por Vincent Cromwell Miér Ago 22, 2012 8:50 pm

Odette me daba respuestas - todas las que pedía- aun cuando con las palabras sentía hacerle daño, ella se amparaba de frente a mí, su fortaleza me inspiraba a seguir con el caso que nos envolvía a ambos y a enfrentar los vaivenes emocionales de la Reina. Nuestras manos se estrecharon con fuerza, con ello busqué consolarla pero no encontré palabras que acompañaran mis acciones. Con un abrazo fuerte y un beso en la frente la arropé muy cercas de mi cuerpo, su piel blanca, el cabello que parecía más un destello del sol o del oro que a mí me sobraba. Ella era la joya que mejor cuidaba y protegía, procuraba no desgastarla en ilusiones y tampoco hacer promesas que no conseguiría cumplir, no mientras mi situación no se arreglase. El miedo me invadió, pensarlo me arrebató el aliento de momento.

Pasé mis labios por su rostro: frente, nariz, ojos, mejillas y finalmente su boca dónde me detuve para acariciarla con la mía, los deliciosos labios que me habían cautivado desde la coronación de Victoria, esos eran de ella, la que indudablemente despertaba el amor del hombre más que del Rey. Ni todas las joyas habidas y por haber en el país representaban la riqueza que yo sentía cuando ella estaba entre mis brazos o incluso su compañía podía hacerme olvidar el tiempo que transcurría con toda la intensión de arruinarnos el momento. Maldito era el tiempo, sí, el tiempo que nos separaba cuando se cumplían las horas o los minutos, que nos castigaba con largas ausencias y ahora debíamos de soportarlo otro periodo más. La distancia entre nosotros dolía.

Sonreí separando mi cuerpo al de ella, mis manos continuaron estrechando las suyas y no pude ocultar la ironía en el rostro -Los recuerdos me traicionan amada mía, me traicionan porque sé que en tu ausencia castigarán con más fuerza, deseo sacar de mi garganta el nudo que me impide expresar las palabras reales de lo que siento al saber que tengo que renunciar un tiempo a ti…Cuando estés lejos el corazón no va a sentir el mismo salto de regocijo cuando lo hace al verte sonreír y se apaga como el fuego cuando no puede respirar…- enderece la postura y alce la vista por encima de su cabeza para ver la oscura madera de la cabaña en dónde nos encontrábamos, el tiempo pasaba no desapercibido, podía existir la posibilidad de que ella conociese a alguien más importante que yo en España.

Odiaba sentirme atado de manos, encadenado, imposibilitado, hacer nada para evitar que ella fuese tocada con otras manos, imaginar su piel cubierta por besos de otros hombres, los celos de varón no logré contenerlos –Soy capaz de matar a quien se atreva a ponerte una sola mano encima Odette Louvier, lo cazaré, lo seguiré hasta el fin del mundo y cuando lo tenga por fin en mis manos lo crucificaré, porque nadie, nadie se deberá osar tocar a la mujer de un Rey ¡Eres mía Odette, mía!- añadí exaltado, mis ojos se abrieron inyectados por la Ira, sentimiento que nunca experimentaba o demostraba, sólo en la ocasión en la que no tuve elección para escoger a la mujer que sería mi esposa.

Nuestro cuento se inspiraba en la historia de un príncipe y una mendiga destinados a fracasar, ella o yo éramos los autores intelectuales de nuestro destino que no podía ser cambiado ni erradicado de la parte principal. Enamorados estábamos el uno del otro, nuestras almas habían nacido para encontrarse en el mundo y dedicarse la existencia. Pero nunca contábamos con que nuestros caminos se cruzarían en el tiempo menos indicado. Éramos el cliché de las historias de amor y sus leyendas, Romeo o Julieta. Desentonábamos al querer ser otros frente a ojos ajenos a nuestra posición, buscábamos la sátira en la vida y encontrábamos únicamente la puerta que se cerraba en las narices de ambos. Victoria, Odette eran los nombres que se marcaban en mi cabeza y en la piel, sólo en la piel existía mi cisne, el único que sabía remontarme en fantasía muy lejos de la realidad.
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