AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
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Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
"The pleasure is all mine
To get to be the generous one
Is the strongest stance
The pleasure is all mine
To finally let go some lives"
To get to be the generous one
Is the strongest stance
The pleasure is all mine
To finally let go some lives"
La velada había sido un éxito. El evento había recaudado mucho más que suficiente para que los niños del orfanato ahora pudiesen imaginarse un hogar con mayores comodidades, donde habría camas con mejores mantas, comedores con nuevas mesas y muebles, y hasta nuevas vestimentas para que los infantes dejasen de lado los viejos harapos con los que diariamente tenían que arroparse.
¿Existiría acaso una sensación mas reconfortante para todos esos aristócratas que generalmente se veían obligados a ejercer la filantropía solo para resaltar entre sus pares como seres generosos al poseer mucho más que el resto? La realidad no importaba, sus donaciones sí. Pobres almas corruptas las que creen que mostrar falsa bondad en determinadas ocasiones limpiara todo un historial de egoísmo y pura avaricia.
Nacieron siendo basura y morirán como tales. Para ella, no existía salvación posible para aquellos que tarde o temprano morirían en sus manos.
Decidió ser la última persona en retirarse del establecimiento ¿La intención? Quedarse a solas con el organizador y recaudador de la gala y así esclarecer ciertas intrigantes que tenía con respecto al movimiento de los fondos obtenidos.
Aquel hombre reverberaba un sentimiento de animadversión y desconfianza en Dauphine, uno que iba más allá de su altivo andar y su repugnante obesidad, esa que apenas le dejaba respirar cómodamente. La rubia tenía la mira puesta en el veterano desde hacía unas semanas, al enterarse que la fortuna generada por el señor Dupont radicaba en la explotación de extranjeros en la recolección y siembra de semillas a las afueras de la ciudad.
Aquella falta revelada no sería pasada por alto, nunca más.
-Jovencita, una dama a estas horas de la noche jamás debería de estar sola. Déjeme llevarla hasta su recinto. Sería todo un honor - desglosó casi ahogado el hombre, incrustado a fuerza en aquel refinado traje que nada bueno podía hacer por su amorfa figura.
- Será todo un placer, señor Dupont ¿Vamos? - replicó astuta, haciéndose instantáneamente con el brazo del viejo. Los pasos lentos y rechonchos resonaron hasta el vestíbulo del Orfanato, donde las dos disparejas figuras se perdieron en las afueras de la institución, en dirección al carruaje del acaudalado soltero, conocido también por ser rostro habitual en todos los Burdeles de la ciudad.
- Una noche beneficiosa para todos estos hermosos niños ¿No lo cree? - comentó con una leve sonrisa, misma que iluminó con justicia su lívido pero hermoso rostro.
- No solo para ellos, querida. La mitad de lo recaudado irá a mi bolsillo por la organización de la fiesta ¿Acaso crees que todo este circo es solo por amor hacia estos huérfanos que ni sus padres quisieron? - no había otro tono en la voz del caballero salvo el que reflejaba pura sinceridad al respecto de lo dicho. El hombre no poseía interés alguno por el bien de los infantes, es más, ni siquiera los veía como personas. Todo radicaba en la porción de francos que embolsaría en su ya rebosante bolsillo.
El silencio se hizo presente por unos momentos, mismos en que las dos figuras se adentraron en un oscuro y nublado callejón, previo a una calle transitada.
La cólera interna en la jovencita no tardó en proyectarse. Liberó el brazo del viejo con repudio y con ambas manos empujo el pesado cuerpo contra una pared. La sorpresa ajena no tardó en manifestarse en el rostro de un confundido hombre, aguardador de una explicación para aquella abrupta locura.
- Ese dinero irá completamente para los niños, cerdo inmundo - palabras concisas que tras una maliciosa sonrisa dejaron entrever los afilados colmillos de aquella que tomo el obeso cuello del viejo, incomunicándolo por completo.
Las uñas de la rubia se clavaron en la piel de Dupont tanto como sus ojos en los del horripilado caballero. Las pupilas de la inmortal se dilataron cuan bestia al tiempo que el rostro del decrepito comenzaba a tomar tonalidades violáceas por la falta de oxigeno en su atrofiado sistema.
La templada y rojiza sangre no demoró en desbordar por los lacrimales del vejestorio quien con sus últimos suspiros solo dio lugar a un temblor de su cuerpo, ese que solo le hacia más consciente de su inevitable muerte, esa misma que Dauphine había generado sin siquiera utilizar sus manos, radicando todo en el majestuoso poder de su mente.
Dejó caer el cuerpo inerte, vislumbrando el aterrado rostro con el que aquel maldito había dejado de existir terrenalmente. Sonrió al momento de hacerse con la maleta del fallecido, teniendo presente que debía de llevar la misma al orfanato nuevamente, donde los responsables del lugar se encargarían de hacerse con el cien por ciento de las donaciones conseguidas.
El aire gélido de la noche la hizo sentir completa. Satisfecha. Había enviado al mismo Infierno a otra escoria de la sociedad, liberando indirectamente a todas aquellas almas esclavas que bajo sacrificios impuestos aumentaban su fortuna.
Comenzó nuevamente su andar, más antes de esfumarse por completo del callejón notó la inevitable sensación del asecho, de sentir sobre su nuca un par de ojos ajenos incrustándose. No volteó, pero se mantuvo inmóvil. Una leve sonrisa de lado se dibujo en su angelical rostro, visualizándose uno de sus marfilados colmillos ¿Un testigo a callar? ¿Otra alma hipócrita a liberar?
Dauphine Terrié- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/04/2012
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Re: Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
Una noche más que se expandía por la metrópoli de Francia. La oscuridad se hacía dueña de la ciudad y desbordaba cada rincón con su penumbra. Las luces poco a poco comenzaban a encenderse, iluminando magistralmente los famosos monumentos haciendo única su arquitectura y belleza.
Una noche más en que las criaturas sobrenaturales salían en busca de sus próximas víctimas, tejiendo distintos mecanismos para aprisionarlos en su telaraña de muerte y dolor. Todos ellos, licántropos y vampiros, regocijándose con su poderío de destrucción y asesinato. Seguramente, enardecidos con las nuevas vidas que pronto se evaporarían a causa de sus viles actos.
Una noche más donde las estacas y pistolas eran limpiadas y las espadas afiladas; donde los crucifijos eran escondidos y las dagas de plata guardadas. Todo era alistado por parte de los distintos cazadores que saldrían a interceptar a sus presas, cada uno con sus bases, defendiendo su ideal y manchándose las manos de sangre para evitar que la de otros sea arbitrariamente derramada.
Pero, esa noche, aunque lo aparentaba, no sería como las demás. Cada vida que era extinta por mi causa tenía su seguimiento e investigación. Las vidas que yo quitaba no eran al azar. El derecho a la vida, como padre de los derechos, debía ser respetado hacia todos, excepto los que habían faltado a éste; ellos no podían ser considerados humanos y se debía justiciar arrebatándoselas.
Aquel día, caminaba sigilosamente como quien se convierte en una sombra más; me encontraba tras un vampiro de estupendas destrezas como innumerables vidas en su haber; no debía cometer errores, de hacerlo, mis oportunidades se reducirían notoriamente.
El Evento al cual había asistido era de beneficencia, pero sabía que tramaba algo. No podía guiarme por su apariencia, si así fuese, me confundiría con la de un ángel; su aspecto era muy por el contrario al de un vampiro, su imagen irradiaba todo menos maldad. Sin embargo, aquello solo era un espejismo de su real rostro e intención y era mi deber hacer añicos ese cristal ilusorio.
No me sobresalté ni por un momento cuando comenzó su actuación, seguí observando desde la lejanía como lo había hecho hasta entonces. El hombre al que aprisionaba no era más que un miserable y un avaricioso, que solo pensaba en si mismo y en cuantos billetes podría recaudar. No tenía la más mínima compasión ni solidaridad con el prójimo, pero ¿acaso un sentimiento como aquel era sustento para matarlo?
Mi mente entró en una lucha de posiciones; la avaricia ciertamente no era una actitud que yo defendía ni mucho menos aplaudía, pero no se hacía por entero con la vida de nadie como para perder el derecho propio de existir. Nadie podía actuar como un Dios impartiendo castigos por buenas o malas acciones, a menos que se afectase la vida ajena en forma categórica. ¿Acaso aquel ser demoníaco poseía un termómetro de lo que era justo? Concluí rotundamente que no. Por más que estuviese yendo contra una actitud repugnante, carecía del sólido contenido necesario para cesar su respiración.
No obstante y muy a pesar de mi rápida confrontación interna, cuando volví mi atención en ellos pude ver como aquel hombre obeso iba perdiendo el color característico de su rostro y caía sin vida a un lado de la mujer, produciendo un seco sonido al dar contra el suelo. En ningún momento se había hecho tal contacto físico que pudiese ocasionar aquella muerte de forma instantánea. Sus habilidades mentales eran tan asombrosas como letales.
Una ola de misterio se desplazó sobre el callejón, Sin dudas había captado mi presencia sin yo emitir sonido alguno. No era correcto subestimar su inteligencia. El silencio subsistió lo suficiente hasta que decidí hablar, rompiéndolo:
- Espero que esté conforme -
Fueron las únicas palabras expresadas desde una posición incierta. Mi voz fue potente y clara, con claros dejos de desaprobación mientras se hacia ecos por lo angosto del lugar, dificultando su seguimiento. No había indicios de mi figura ni de mi apariencia.
El espectáculo estaba a punto de comenzar.
Una noche más en que las criaturas sobrenaturales salían en busca de sus próximas víctimas, tejiendo distintos mecanismos para aprisionarlos en su telaraña de muerte y dolor. Todos ellos, licántropos y vampiros, regocijándose con su poderío de destrucción y asesinato. Seguramente, enardecidos con las nuevas vidas que pronto se evaporarían a causa de sus viles actos.
Una noche más donde las estacas y pistolas eran limpiadas y las espadas afiladas; donde los crucifijos eran escondidos y las dagas de plata guardadas. Todo era alistado por parte de los distintos cazadores que saldrían a interceptar a sus presas, cada uno con sus bases, defendiendo su ideal y manchándose las manos de sangre para evitar que la de otros sea arbitrariamente derramada.
Pero, esa noche, aunque lo aparentaba, no sería como las demás. Cada vida que era extinta por mi causa tenía su seguimiento e investigación. Las vidas que yo quitaba no eran al azar. El derecho a la vida, como padre de los derechos, debía ser respetado hacia todos, excepto los que habían faltado a éste; ellos no podían ser considerados humanos y se debía justiciar arrebatándoselas.
Aquel día, caminaba sigilosamente como quien se convierte en una sombra más; me encontraba tras un vampiro de estupendas destrezas como innumerables vidas en su haber; no debía cometer errores, de hacerlo, mis oportunidades se reducirían notoriamente.
El Evento al cual había asistido era de beneficencia, pero sabía que tramaba algo. No podía guiarme por su apariencia, si así fuese, me confundiría con la de un ángel; su aspecto era muy por el contrario al de un vampiro, su imagen irradiaba todo menos maldad. Sin embargo, aquello solo era un espejismo de su real rostro e intención y era mi deber hacer añicos ese cristal ilusorio.
No me sobresalté ni por un momento cuando comenzó su actuación, seguí observando desde la lejanía como lo había hecho hasta entonces. El hombre al que aprisionaba no era más que un miserable y un avaricioso, que solo pensaba en si mismo y en cuantos billetes podría recaudar. No tenía la más mínima compasión ni solidaridad con el prójimo, pero ¿acaso un sentimiento como aquel era sustento para matarlo?
Mi mente entró en una lucha de posiciones; la avaricia ciertamente no era una actitud que yo defendía ni mucho menos aplaudía, pero no se hacía por entero con la vida de nadie como para perder el derecho propio de existir. Nadie podía actuar como un Dios impartiendo castigos por buenas o malas acciones, a menos que se afectase la vida ajena en forma categórica. ¿Acaso aquel ser demoníaco poseía un termómetro de lo que era justo? Concluí rotundamente que no. Por más que estuviese yendo contra una actitud repugnante, carecía del sólido contenido necesario para cesar su respiración.
No obstante y muy a pesar de mi rápida confrontación interna, cuando volví mi atención en ellos pude ver como aquel hombre obeso iba perdiendo el color característico de su rostro y caía sin vida a un lado de la mujer, produciendo un seco sonido al dar contra el suelo. En ningún momento se había hecho tal contacto físico que pudiese ocasionar aquella muerte de forma instantánea. Sus habilidades mentales eran tan asombrosas como letales.
Una ola de misterio se desplazó sobre el callejón, Sin dudas había captado mi presencia sin yo emitir sonido alguno. No era correcto subestimar su inteligencia. El silencio subsistió lo suficiente hasta que decidí hablar, rompiéndolo:
- Espero que esté conforme -
Fueron las únicas palabras expresadas desde una posición incierta. Mi voz fue potente y clara, con claros dejos de desaprobación mientras se hacia ecos por lo angosto del lugar, dificultando su seguimiento. No había indicios de mi figura ni de mi apariencia.
El espectáculo estaba a punto de comenzar.
Yann Tiersen
Yann Tiersen- Cazador Clase Alta
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Re: Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
Desde épocas antiguas se ha concluido que la cualidad de que los humanos poseyeran una consciencia moral era tan obvia y necesaria como lo ineludible en que éstos sociabilizaran unos con otros. Así, la idea de nacer para llevar a cabo dichos hechos era algo presente en todas y cada una de las personas, y con eso también la asunción de que como seres morales, tarde o temprano se estarían sometiendo al constante juzgamiento de aquellos que posaran atención en la forma de obrar del prójimo.
¿Pero quienes eran aquellos que creyéndose aptos para dicha tarea, se atrevían a conceptuar sobre el accionar ajeno? ¿Acaso entes que, guiados por los parámetros generales de alguna corriente ética se veían eximidos de toda falta?
Fuese cual fuese la respuesta, nunca faltaría el juicio foráneo que sin sumergimiento en la contextualización necesaria señalase el actuar de otro como injusto.
Invadida por tales pensamientos, Dauphine sonrió serenamente, por el simple hecho de que a veces no comprendía, tras tantos siglos de vida como ciertas personas aún no entendían que tras sus acciones, por más crueles que parecieran, solamente había un fin beneficioso para terceros. Como toda decisión tomada, de la misma nacería una consecuencia y en el caso de la rubia, sus asesinatos ofrecían el acercamiento a una sociedad más pura, menos hipócrita y avariciosa.
La suposición desconocida llegó a los oídos de la joven de ninguna y todas las dirección a la vez. Aún no percibía con exactitud la localización de aquel par de ocelos vigilantes pero la misma frialdad de su lívida piel le advertía de esa presencia cálida, de esa emanación propia de todo ser vivo. Relamió sus labios en reminiscencia de la exquisitez de la roja y templada sangre humana.
Hubiese gustado de voltearse, pero para ella eso sería reflejo de atención, de verse o sentirse amenazada por lo oculto, por lo desconocido. Pero ¿Después de seiscientos años de existencia terrenal, que podría atemorizar a un alma que ya no tenía nada por perder, excepto la condena que aún le mantenía en la ciudad bajo un simulacro de vida?
- El conformismo no es un estado que mi mente pueda aceptar, de lo contrario me vería inhabilitada a limpiar a esta sociedad de la avariciosa plaga que se extiende por la ciudad… - la sosegada réplica se daba en el instante que los doradas hebras de su cabellera se mecían dócilmente por el soplo gélido de la noche
- …Más si su interés radica en conocer si encontré algún tipo satisfacción con mi acto, sin temor alguno le confesaré que fue un placer haber acabado con la pérfida vida de ese puerco - anexó al tiempo en que sus pupilas se veían levemente dilatadas, su oído avizor y su mente centrada en lo que debía proyectarse exteriormente.
Lejana estaba de sentir curiosidad alguna por la persona que la vigilaba en si, lo que generaba intriga en su cabeza eran las razones por las que el enigmático hombre se veía en la necesidad de juzgar, de tomar partido en un asunto que ya estaba muerto, desangrado y frío en el suelo del callejón.
¿Intención de hacer justicia? ¿Beneficiarse por atestiguar algo de lo que podría sacar provecho al imponer un precio a cambio resguardar silencio?
La razón existía, ella no tenía duda alguna de ello. Así tampoco que el pesar de la misma debería ser inmenso como para llegar al punto de arriesgar la vida propia frente alguien que ha demostrado no tener piedad alguna en cuanto a darle muerte a otro sin titubeos.
Una mente con cierta convicción, con seguridad. Eso deducía la inmortal de aquel ente que aún no se revelaba.
- ¿Acaso usted solo se conformara observando lo invisible desde las sombras? - el cuestionamiento resonó al unísono en todo el largo del oscuro y desolado callejón, anulando así la exactitud de su proveniencia.
Su anatomía había desaparecido por completo de cualquier campo visual existente y con ella, el cadáver de Dupont ¿Qué había sucedido con ellos? No había respuesta certera, pero una melodiosa y confiada risa aún advertía que la condenada aún permanecía allí.
¿Acaso un cambio de roles ahora dejaba a Dauphine como la vigilante? Para ésta no había tiempo que perder, pues la noche jamás detenía su transcurso. No tardaría en hacerse con su diligente si éste no tomaba un habilidoso accionar.
Dauphine Terrié- Vampiro Clase Alta
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Re: Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
Esperé con paciencia a que cada una de mis palabras llegase a su entorno con el interés de recibir alguna reacción que me aproximase más a su estado emocional. Su figura se mantuvo totalmente inmóvil, como un ladrón infraganti que, al verse sorprendido, elabora pensante sus siguientes movimientos.
Sus palabras viajaron fugazmente por la sombra hasta llegar a mis oídos. El rechazo típico hacia la sociedad, para con la especie humana en su conjunto y el sentimiento de satisfacción, con todo lo relacionado al dolor, la sangre y la muerte, no hacían más que identificarla como un Vampiro. Pero, por otro lado, también percibí en sus expresiones cierta convicción de generosidad y justicia, que sin dudas atentaban contra lo irracional de su especie, una especie que raramente distinguía entre el bien y el mal, sino que asesinaban infundadamente por el solo hecho de teñir sus colmillos de sangre y agregar nombres a su lista de víctimas.
Fue entonces que desapareció sin dejar rastro alguno. El cuerpo del hombre asesinado también se evaporó automáticamente ¿cómo esa mujer tan delgada poseía la fuerza para no solo resistir, sino también trasladar el cuerpo de semejante hombre? Realmente me sorprendió. No había forma de explicar lo sucedido. Conocía acerca de las distintas y muy variadas habilidades y destrezas que podían tener, pero la fuerza bruta no estaba registrada entre ellas. Definitivamente, mi conocimiento y mi experiencia eran solo lo que representaría un puñado de arena en el enorme desierto.
Respiré hondo y comencé un lento pero decidido caminar hacia el centro del callejón. Mis pasos retumbaron en el paraje creando un clima denso y pesado. Cubierto de pies a cabeza por una extensa capa, era prácticamente imposible reconocer rasgo alguno de mi rostro o apariencia. Mi mano izquierda se mantenía a un lado de mi cuerpo mientras que la otra podía vérsela escondida tras aquella oscura túnica. Por momentos, podía verse como un reflejo de luz sobresalía de mi cuerpo, producto del movimiento del ancho de mis hombros. No resultaba ser símbolo de debilidad mostrarme, aquella acción era algo que obviamente sucedería en algún momento; seguirla había sido solo algo temporal, no era mi intención ocultarme por completo o atacar desde los oscuro, tampoco era mi método. Solo esperaba el momento y lugar adecuado.
- Ya puede ver que no, sin embargo fue hasta ahora que percibió mi presencia - exclamé secamente mientras mis sentidos iban agudizándose. No era amateur, había tenido el entrenamiento adecuado para adaptarme al escenario tanto como a la situación que se presentase - Jm, ¿qué le hace pensar que no fue porque yo así lo quise? - agregué enigmático justo en el momento en que cesaba mi andar y la altura de mi capucha descendía, como si yo mismo hubiese provocado aquello, observando hacia abajo.
Nuevamente el silencio abordó la escena. El callejón cada vez parecía hacerse más pequeño así como mi presencia más grande. Desconocía su posición específica pero de algo estaba seguro, cualquier sonido, por más mínimo que fuese, sería captado por mi oído, notablemente agudizado. Era casi imposible no generar tal onda, pero ¿acaso sus movimientos no lo habían causado ya?
- Le daré solo una oportunidad de mostrarse, de lo contrario, acompañará a sus víctimas sin siquiera darse cuenta -
Sus palabras viajaron fugazmente por la sombra hasta llegar a mis oídos. El rechazo típico hacia la sociedad, para con la especie humana en su conjunto y el sentimiento de satisfacción, con todo lo relacionado al dolor, la sangre y la muerte, no hacían más que identificarla como un Vampiro. Pero, por otro lado, también percibí en sus expresiones cierta convicción de generosidad y justicia, que sin dudas atentaban contra lo irracional de su especie, una especie que raramente distinguía entre el bien y el mal, sino que asesinaban infundadamente por el solo hecho de teñir sus colmillos de sangre y agregar nombres a su lista de víctimas.
Fue entonces que desapareció sin dejar rastro alguno. El cuerpo del hombre asesinado también se evaporó automáticamente ¿cómo esa mujer tan delgada poseía la fuerza para no solo resistir, sino también trasladar el cuerpo de semejante hombre? Realmente me sorprendió. No había forma de explicar lo sucedido. Conocía acerca de las distintas y muy variadas habilidades y destrezas que podían tener, pero la fuerza bruta no estaba registrada entre ellas. Definitivamente, mi conocimiento y mi experiencia eran solo lo que representaría un puñado de arena en el enorme desierto.
Respiré hondo y comencé un lento pero decidido caminar hacia el centro del callejón. Mis pasos retumbaron en el paraje creando un clima denso y pesado. Cubierto de pies a cabeza por una extensa capa, era prácticamente imposible reconocer rasgo alguno de mi rostro o apariencia. Mi mano izquierda se mantenía a un lado de mi cuerpo mientras que la otra podía vérsela escondida tras aquella oscura túnica. Por momentos, podía verse como un reflejo de luz sobresalía de mi cuerpo, producto del movimiento del ancho de mis hombros. No resultaba ser símbolo de debilidad mostrarme, aquella acción era algo que obviamente sucedería en algún momento; seguirla había sido solo algo temporal, no era mi intención ocultarme por completo o atacar desde los oscuro, tampoco era mi método. Solo esperaba el momento y lugar adecuado.
- Ya puede ver que no, sin embargo fue hasta ahora que percibió mi presencia - exclamé secamente mientras mis sentidos iban agudizándose. No era amateur, había tenido el entrenamiento adecuado para adaptarme al escenario tanto como a la situación que se presentase - Jm, ¿qué le hace pensar que no fue porque yo así lo quise? - agregué enigmático justo en el momento en que cesaba mi andar y la altura de mi capucha descendía, como si yo mismo hubiese provocado aquello, observando hacia abajo.
Nuevamente el silencio abordó la escena. El callejón cada vez parecía hacerse más pequeño así como mi presencia más grande. Desconocía su posición específica pero de algo estaba seguro, cualquier sonido, por más mínimo que fuese, sería captado por mi oído, notablemente agudizado. Era casi imposible no generar tal onda, pero ¿acaso sus movimientos no lo habían causado ya?
- Le daré solo una oportunidad de mostrarse, de lo contrario, acompañará a sus víctimas sin siquiera darse cuenta -
Yann Tiersen
Yann Tiersen- Cazador Clase Alta
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Re: Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
Se dice que el transito a toda meta tiene sus obstáculos. Algunos pueden ser meramente propios, como el cansancio, la falta de perseverancia o tal vez no la suficiente cantidad de convicción como para entender que en esta vida, muchas veces el fin justifica los medios.
Dauphine no era una de esas personas. Ella había asumido por completo que si algún tipo de impedimento se topase en su camino sería ajeno a su persona. Y sí, en su rompecabezas no faltaría aquella pieza que en cierto modo, haría más interesante y hasta compleja la llegada al final.
Pero ante la negativa del cese, de la interrupción siquiera, todos recibirían la muerte. La piedras del camino debían ser apartadas para evitar tropezones. Y la inmortal creía que la única forma de evitar óbices en su progreso era pulverizar a las rocas por completo.
Ilusos los hombres, que desde el momento en que descubrieron bajo el poder del razonamiento sus múltiples capacidades para dar caza a especies más débiles que ellos, creyeron también poder hacerlo con sus pares y peor aún, con aquellos que fueron obsequiados de una maldición que traía consigo un abanico de habilidades que no por casualidad fueron denominadas como “sobrenaturales”.
Él era uno de ellos. Su confianza, su andar y por sobre todo su presencia en aquel lugar solo respaldaban la conclusión de la extraviada inmortal.
Había sido vigilada ¿Desde hacía cuanto tiempo? ¿Meses, semanas, días? No tenía consciencia de ello en absoluto. Y no por actos negligentes de su parte, pues era una minuciosa detallista.
El caballero no representaba amenaza alguna para ella. Eso le dictaban sus sentidos, su intuición interna. Su completa inmortalidad. Jamás subestimó a quienes se atreviesen a manifestar su intención de acabarle, es más, a su manera les respetó, entregándoles una muerte rápida, sin aplazamientos. Pero aquel encapuchado no despertaba en ella temor, sino molestia, la molestia que merece el entrometido, el husmeador. Si no lo fuese ¿Por qué no salvo al maldito Dupont cuándo aún había chances? ¿Acaso mininamente su pensamiento creía que el avaricioso y repugnante veterano merecía un final así?
Una hipócrita más. Eso fue lo que Dauphine dedujo. Y siendo así, no quedaba más que entregarle su merecido.
Los pasos comenzaron a resonar desde las sombras. Al unísono, los mismos provenían concretamente tanto del frente, así como de las espaldas del ahora divisado individuo. La doble marcha sonaba con claridad, percibiéndose hasta el dejo de humedad característico de las calles en aquellas épocas del año en altas horas de la noche. Las recientes alcantarillas descargaban aquel templado vapor de símil propiedad a la neblina nocturna.
- ¿Cómo puedes atreverte a exigir algo, cuándo frente a tus ojos me dejaste morir? - pronunció una voz profunda, masculina, distanciada a unos pasos de la ubicación del prudente avizor. Aquellos ojos molestos, dolidos se clavaron en la nuca del cazador sin pestaño alguno.
Era Dupont.
Erguido, pálido y furioso. La rabia se notaba en sus ojos enardecidos por un tono rojo como el que adornaba su blanca camisa, donde destacaba su acorchado y magullado cuello. Uno de sus puños yacía cerrado, tenso. El hombre reflejaba en su semblante la exigencia de una respuesta ¿Por qué lo había dejado morir? ¿Por qué no actuó cuando fue necesario?
Respuestas ¡Dupont quería las putas respuestas! Y las quería cuanto antes.
El viejo comenzó a acercarse al enigmático hombre. Su pasos resonaron en los empapados adoquines tal y cual anteriormente, seguidos sonoramente por una serie similar y sistemática de zancadas originarias al frontispicio del atento batidor. Pero nada o nadie había que ejerciera aquel andar que auditivamente era constatable.
¿De que se trataba tal extrañeza? Solo la mente del resurgido Dupont parecía saberlo.
Dauphine Terrié- Vampiro Clase Alta
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Re: Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
El eco de mis palabras fue apagándose hasta desaparecer. Ya no quedaba ni el más mínimo rastro de mi voz en aquel recóndito callejón. Nuevamente, el silencio era dueño y señor de aquella escena, que tenía a mi adversario siendo uno con la oscuridad y a mí como el único personaje visible en medio del paraje. Definitivamente y para mi desgracia, los roles se habían invertido.
Mi entrenamiento había sido realmente duro. La transición de ser un joven prodigio en planos y construcciones a especializarme en destrezas físicas me costó notoriamente, aún teniendo en cuenta que era proclive a practicar desde pequeño distintos deportes. Tuve que concentrarme en ambas profesiones, desvinculándome de mi vida personal temporalmente. El adiestramiento al cual me había sometido no era meramente a acciones corporales, sino que también contenía una parte teórica, donde investigaba y estudiaba la variedad de poderes a los cuales podría enfrentarme en alguna ocasión. Desmerecer, cuestionar y sobre todo subestimar la preparación de un Cazador, podía ser un error que cualquier ser que se llamase a si mismo inmortal, lamente eternamente.
La imagen del ataque del cual había sido testigo seguía invadiendo mis pensamientos. Ignoraba por completo la magnitud de la habilidad mental de mi contrincante y eso sin dudas, era estar un paso por detrás. Creía saber tanto sobre aquellos seres pero la experiencia diaria me brindaba siempre nuevos dominios que desconocía. Sin duda aquel enemigo sería un desafío enorme pero al mismo tiempo, podría ofrecerme una experiencia inolvidable y crucial para futuros encuentros con vampiros.
El sonido de aquellos pasos arribó a mis oídos de forma inmediata. La agudización de los mismos me permitió guiar su procedencia pero la dualidad de sentidos en que se escuchaban me llevó rápidamente a la confusión. La clara respuesta masculina generó mi extrañeza; ¿de qué hombre se trataba? Estaba seguro que no había nadie más con nosotros hasta hacía un momento, ¿cómo era posible que instantáneamente surgiera una persona, sin más? Nada tenía sentido. Los pasos seguían acercándose, desde detrás y delante al unísono; giré mi cuerpo 180º y lo vi: era Dupont. Se aproximaba a mi posición con extrema soltura, recriminándome. Levanté brevemente la mirada y aunque su figura se reflejo en mi vista, dudaba de si era cierta; lo había visto quedar sin aliento y había sentido como el calor de su cuerpo se evaporaba. Ese calor que ahora era imposible de encontrar en aquel sujeto. Estaba acostumbrado a no guiarme por la razón y la lógica, dadas mis usanzas, pero aquello era el colmo; ¿cómo era posible? Comenzaba a dudar entre lo real y lo ilusorio.
- No puede ser, ¡usted está muerto! - exclamé atónito pero sin perder la concentración que me caracterizaba - Yo lo ví morir - adjunté dubitativo mientras sujetaba con fuerza el mango de una de mis espadas y la desembolsaba hacia delante, manteniéndola con firmeza en el aire, pues a pesar de las circunstancias, mi pulso estaba intacto - No se acerque un paso más - sentencié secamente mientras dilucidaba internamente lo que se presentaba ante mis ojos y la túnica que me cubría se mecía al compás del brusco movimiento.
No obstante, cuando estaba a punto de ejecutarlo, la larga daga se elevó y entró en contacto con el escaso pero existente as de luz que iluminaba el centro del lugar, generando la imagen del escenario en su hoja de acero cual espejo reflejando la realidad, la cual curiosamente estaba vacía, donde debería encontrarse el obeso hombre, no había absolutamente nada.
¿Acaso podía deberse a una ilusión? Surcó mi mente automáticamente; había escuchado sobre estas habilidades pero nunca los había creído ni respaldado empíricamente. Si mi conjetura era cierta, aquel espejismo no resultaba una amenaza física y comprobable y eso quería decir que el Vampiro estaba jugando conmigo, más precisamente con mi mente, ¿sería para atacarme por sorpresa? Si así fuera, sus intentos serían en vano. Podía estar un paso por delante de mí en experiencia, ¿pero en reacción e intelecto también? ¿Me conocía a mí lo suficiente para saber que cosas escondía?
Mi entrenamiento había sido realmente duro. La transición de ser un joven prodigio en planos y construcciones a especializarme en destrezas físicas me costó notoriamente, aún teniendo en cuenta que era proclive a practicar desde pequeño distintos deportes. Tuve que concentrarme en ambas profesiones, desvinculándome de mi vida personal temporalmente. El adiestramiento al cual me había sometido no era meramente a acciones corporales, sino que también contenía una parte teórica, donde investigaba y estudiaba la variedad de poderes a los cuales podría enfrentarme en alguna ocasión. Desmerecer, cuestionar y sobre todo subestimar la preparación de un Cazador, podía ser un error que cualquier ser que se llamase a si mismo inmortal, lamente eternamente.
La imagen del ataque del cual había sido testigo seguía invadiendo mis pensamientos. Ignoraba por completo la magnitud de la habilidad mental de mi contrincante y eso sin dudas, era estar un paso por detrás. Creía saber tanto sobre aquellos seres pero la experiencia diaria me brindaba siempre nuevos dominios que desconocía. Sin duda aquel enemigo sería un desafío enorme pero al mismo tiempo, podría ofrecerme una experiencia inolvidable y crucial para futuros encuentros con vampiros.
El sonido de aquellos pasos arribó a mis oídos de forma inmediata. La agudización de los mismos me permitió guiar su procedencia pero la dualidad de sentidos en que se escuchaban me llevó rápidamente a la confusión. La clara respuesta masculina generó mi extrañeza; ¿de qué hombre se trataba? Estaba seguro que no había nadie más con nosotros hasta hacía un momento, ¿cómo era posible que instantáneamente surgiera una persona, sin más? Nada tenía sentido. Los pasos seguían acercándose, desde detrás y delante al unísono; giré mi cuerpo 180º y lo vi: era Dupont. Se aproximaba a mi posición con extrema soltura, recriminándome. Levanté brevemente la mirada y aunque su figura se reflejo en mi vista, dudaba de si era cierta; lo había visto quedar sin aliento y había sentido como el calor de su cuerpo se evaporaba. Ese calor que ahora era imposible de encontrar en aquel sujeto. Estaba acostumbrado a no guiarme por la razón y la lógica, dadas mis usanzas, pero aquello era el colmo; ¿cómo era posible? Comenzaba a dudar entre lo real y lo ilusorio.
- No puede ser, ¡usted está muerto! - exclamé atónito pero sin perder la concentración que me caracterizaba - Yo lo ví morir - adjunté dubitativo mientras sujetaba con fuerza el mango de una de mis espadas y la desembolsaba hacia delante, manteniéndola con firmeza en el aire, pues a pesar de las circunstancias, mi pulso estaba intacto - No se acerque un paso más - sentencié secamente mientras dilucidaba internamente lo que se presentaba ante mis ojos y la túnica que me cubría se mecía al compás del brusco movimiento.
No obstante, cuando estaba a punto de ejecutarlo, la larga daga se elevó y entró en contacto con el escaso pero existente as de luz que iluminaba el centro del lugar, generando la imagen del escenario en su hoja de acero cual espejo reflejando la realidad, la cual curiosamente estaba vacía, donde debería encontrarse el obeso hombre, no había absolutamente nada.
¿Acaso podía deberse a una ilusión? Surcó mi mente automáticamente; había escuchado sobre estas habilidades pero nunca los había creído ni respaldado empíricamente. Si mi conjetura era cierta, aquel espejismo no resultaba una amenaza física y comprobable y eso quería decir que el Vampiro estaba jugando conmigo, más precisamente con mi mente, ¿sería para atacarme por sorpresa? Si así fuera, sus intentos serían en vano. Podía estar un paso por delante de mí en experiencia, ¿pero en reacción e intelecto también? ¿Me conocía a mí lo suficiente para saber que cosas escondía?
Yann Tiersen
Yann Tiersen- Cazador Clase Alta
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Re: Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
La sensación generada tras el presenciar como cierto objetivo era finalmente alcanzando por Dauphine podría describirse como el placer silencioso que en su latente regocijo activaba bruscamente sus sentidos, esparciéndose dicha complacencia por cada recoveco de su humanidad tal y como la sangre tibia que, recién bebida avivaba cada partícula de su eterna existencia, inmortal, haciendo de lo que a vista ajena pudiese contemplarse como un acontecimiento complejo, no fuese más que algo simple y hasta ciertamente disfrutable.
Relamió sus labios, creyéndose capaz de poder degustar la confusión de su enemigo. Sus imperceptibles inhalaciones parecían atrapar la duda, la incertidumbre que los poros del cazador emanaban inevitablemente ante aquello que sus ojos veían, que sus oídos escuchaban pero que su mente no estaba dispuesta a aceptar. Los conocimientos que su psiquis guardaba seguramente eran esos que le impedían caer completamente en la trampa visual, pero el paso en falso ya había sido generado por el confiado humano. Y lamentablemente para los mortales, no existía retroceso alguno para la imprudencia de sus acciones.
El brillo delatante de la espada. El aviso de afinamiento en la concentración, previo a la preparación al ataque. El ineludible comienzo del juego. El innegable jaque del adversario en el primer movimiento de fichas sobre el tablero.
Así le gustaba obrar a la rubia con sus víctimas, con aquella dualidad que expandía el abanico de incertidumbres en la mente de sus victimas, pero que solamente les conducía a un mismo abismo cuales quiera de las opciones arbitrarias que fuesen escogidas.
La figura de Dupont se lanzó hacia el cazador en búsqueda de su brazo, de su afilada arma de combate. Los pasos del robusto vejestorio resonaron notablemente, raspando el polvillo húmedo sobre los oscuros adoquines. Y en aquella melodía los pasos sin identidad a espaldas del cazador también se le unieron, perdiéndose efímeramente en el avanzar del obeso.
- ¡Maldito! - exclamó el hombre, casi balbuceando por la agitación que le comprendía aquel habilidoso accionar, que sin razonamiento previo alguno solo buscaba, instintivamente, hacerse con el arma de aquel que no había ejercido nada para evitar su muerte. Cólera en sus ojos, saliva rabiosa en la comisura de sus labios. Corpulenta brutalidad en sus movimientos. Y todo un Circo visual para captar aún más la atención del astuto y medido mortal.
La velocidad y fuerza sobrehumana se hicieron imperceptiblemente a espaldas de Yann en forma de una hermosa y frágil mujer que con sus actos proyectaba ser todo lo contrario; una sirena despiadada y sanguinaria, pues ahora sus maniobras hablaban con claridad, mucho más allá de lo que cualquier apariencia superficial pudiese erróneamente idealizar.
Arriba y abajo. Tan fugaz como un pestañeo, tan letal como lo que en verdad era. El filo de aquella brillante y tajante daga trazó sin titubeo alguno el insidioso recorrido hasta finalmente incrustarse con impulso en el espacio existente entre la unión del hueso propio del hombro y la clavícula rival. Los oídos de Dauphine creyeron hasta sentir el sonido de la fresca piel desgarrarse ante el filo de su arma, a la marea carmesí abordar aquella profunda y consciente herida generada.
Una penetración fugaz pero lacerante para el cazador. Una acción deleitante y minuciosa para la vampireza, quien curiosamente no buscaba darle muerte automática a su presa, a su entrometido conejillo de indias.
Pero no todo acabaría allí. Astuta como la que más, antes de sumergirse en el exquisito aroma de la sangre despojado tras liberar el cuerpo del arma que le invadía, con la fuerza propia de los eternos caminantes nocturnos encestó una maliciosa cuan precisa patada en el centro de las caderas del inepto hombre, con la mera intención de alejarle considerablemente de su persona. No había pretensión de postrarse vulnerable ante el humano.
Ya no había sentido de compasión alguna. La sangre tibia que empapaba su plateada daga despertaba al máximo los sentidos de una Dauphine que con sus pupilas dilatadas notoriamente, había abandonado el comportamiento de dama frágil e inocente por aquel instinto más básico, el que solo arribaba cuando la sed de sangre, de cobrar venganza sobre la hipocresía humana le abordaban desmesuradamente. La sanguinaria asesina se revelaba ante la osadía ajena de aquel que pagaría por inmiscuirse en aquello que no era de su incumbencia.
No había necesidad de impartir vocablos, solo de percibir y actuar.
El callejón se sumergió en la tensión propia que solía emanar cada vez que las paredes parisinas atestiguaban aquellas escenas cada vez más típicas en una ciudad que apenas conocía sobre la existencia de sus devoradores más temibles. Los rastros ilusorios de un ya muerto Dupont se esfumaban con el paso susurrante del viento. En aquel tétrico ambiente solo eran ella, él y todo los que ambos pudiesen generar uno contra el otro, pues en aquel momento podía existir todo, menos las treguas convenientes.
Dauphine Terrié- Vampiro Clase Alta
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Re: Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
El espectáculo visual pronto se convirtió en un juego macabro. Hubiera estado increíble vivirlo cual si fuera un espectador; ver y sentir una ilusión de aquella magnitud no era algo de los que muchos pudiesen jactarse; sin embargo, aquel suceso no solo me encontraba inmerso como un participante sino que también era el letal objetivo, la víctima que sentiría las consecuencias en carne propia.
El fugaz ataque no me permitió desviar la dirección del arma que sostenía con fuerza entre mis manos. Cuando la inmensidad del vacío se reflejó en la hoja de mi espada, anunciándome la irrealidad de la imagen, supuse inmediatamente que aquel hombre, el mismo que gritaba enfurecido entre las paredes de mi cerebro, no era más que una vil distracción para tomarme por sorpresa y envestirme por detrás. El intento por tajar el aire y apuñalar el viento hacia atrás, aún estando de espaldas, con la probabilidad de encontrarme con la criatura infraganti, solo se reprodujo en mi imaginación. En su lugar, percibí su asquerosa respiración aproximándose a mi cuello, una respiración repleta de goce y satisfacción por lo que estaba a punto de acontecer.
Lo primero que sentí fue un intenso dolor atravesar todo mi cuerpo, concentrándose poco a poco en mi hombro. Automáticamente abrí los ojos con exageración y sujeté aquella zona con mi otra mano, la cual se encontraba libre. Pude sentir como el filo de aquella arma desgarró mi piel de una manera absolutamente frágil y como el frío de mi sangre se derramaba con rapidez, empapando la túnica que visiblemente me cubría. A pesar de la sorprendente jugada, en ningún momento solté la espada que, irónicamente, me servía también de defensa; de hacerlo, hubiera quedado más desprotegido aún. Tampoco emití sonido alguno, por más dolor que sintiese, sería signo de debilidad e inferioridad.
Fui expulsado varios metros hacia delante, producto de su segundo movimiento; quizás aquel parcial alejamiento me servía más a mi que a ella, en un momento así, reponerme era lo principal. De todos modos, si hubiese querido hacerme más daño del ocasionado, podría haberlo logrado, ¿qué fue lo que la detuvo?
- Al parecer, quien se conforma viviendo y atacando entre las sombras, es usted - sentencié entre dientes al mismo tiempo que me incorporaba.
- Sus juegos sucios han dado sus frutos ¿y ahora qué? - adjunté con malicia, dejándole entrever que su manera de actuar era grotescamente cobarde.
- ¿Seguirá ocultándose? ¿O me enfrentará cara a cara? - toda ilusión había desaparecido, y era mi intención saber si seguiría abriéndose paso con sus excelentes habilidades; sin dudas, quería atacar su orgullo para usarlo a mi beneficio.
Por más que usara la lógica y la razón que poseía como todo mortal, mi mente seguía debatiéndose en un duelo interno entre lo científico y lo fantástico. No era suficiente en ese momento, mi convencimiento de una u otra cosa. No conservaba la madurez necesaria como para adaptarme tan velozmente a los acontecimientos y responder acorde a su superioridad. Porque así era, eran superiores. Mi experiencia no era tan profunda; si quería tener al menos una chance, una posibilidad en aquel combate, debía sincerarme y aceptar el poderío de aquel Vampiro, que sin dudas no era como ninguno de los que había conocido ni enfrentado anteriormente. Para anticiparme y por sobre todo superponerme a mi enemigo, debo primero conocerlo y nunca subestimarlo.
Mantuve mi mirada sobre su imagen mientras que mi mano presionaba mi hombro para evitar que siga derramándose sangre, tiñéndola de un rojo carmesí por la poca luz del callejón. Su rostro angelical contrastaba perfectamente con su diabólica alma; sus ojos parecían intensificar su brillo con la aparición de mi sangre y sus labios parecían relamerse con cada gota que se suspendía en el aire y terminaba expandiéndose en el suelo. Era un demonio hambriento.
El fugaz ataque no me permitió desviar la dirección del arma que sostenía con fuerza entre mis manos. Cuando la inmensidad del vacío se reflejó en la hoja de mi espada, anunciándome la irrealidad de la imagen, supuse inmediatamente que aquel hombre, el mismo que gritaba enfurecido entre las paredes de mi cerebro, no era más que una vil distracción para tomarme por sorpresa y envestirme por detrás. El intento por tajar el aire y apuñalar el viento hacia atrás, aún estando de espaldas, con la probabilidad de encontrarme con la criatura infraganti, solo se reprodujo en mi imaginación. En su lugar, percibí su asquerosa respiración aproximándose a mi cuello, una respiración repleta de goce y satisfacción por lo que estaba a punto de acontecer.
Lo primero que sentí fue un intenso dolor atravesar todo mi cuerpo, concentrándose poco a poco en mi hombro. Automáticamente abrí los ojos con exageración y sujeté aquella zona con mi otra mano, la cual se encontraba libre. Pude sentir como el filo de aquella arma desgarró mi piel de una manera absolutamente frágil y como el frío de mi sangre se derramaba con rapidez, empapando la túnica que visiblemente me cubría. A pesar de la sorprendente jugada, en ningún momento solté la espada que, irónicamente, me servía también de defensa; de hacerlo, hubiera quedado más desprotegido aún. Tampoco emití sonido alguno, por más dolor que sintiese, sería signo de debilidad e inferioridad.
Fui expulsado varios metros hacia delante, producto de su segundo movimiento; quizás aquel parcial alejamiento me servía más a mi que a ella, en un momento así, reponerme era lo principal. De todos modos, si hubiese querido hacerme más daño del ocasionado, podría haberlo logrado, ¿qué fue lo que la detuvo?
- Al parecer, quien se conforma viviendo y atacando entre las sombras, es usted - sentencié entre dientes al mismo tiempo que me incorporaba.
- Sus juegos sucios han dado sus frutos ¿y ahora qué? - adjunté con malicia, dejándole entrever que su manera de actuar era grotescamente cobarde.
- ¿Seguirá ocultándose? ¿O me enfrentará cara a cara? - toda ilusión había desaparecido, y era mi intención saber si seguiría abriéndose paso con sus excelentes habilidades; sin dudas, quería atacar su orgullo para usarlo a mi beneficio.
Por más que usara la lógica y la razón que poseía como todo mortal, mi mente seguía debatiéndose en un duelo interno entre lo científico y lo fantástico. No era suficiente en ese momento, mi convencimiento de una u otra cosa. No conservaba la madurez necesaria como para adaptarme tan velozmente a los acontecimientos y responder acorde a su superioridad. Porque así era, eran superiores. Mi experiencia no era tan profunda; si quería tener al menos una chance, una posibilidad en aquel combate, debía sincerarme y aceptar el poderío de aquel Vampiro, que sin dudas no era como ninguno de los que había conocido ni enfrentado anteriormente. Para anticiparme y por sobre todo superponerme a mi enemigo, debo primero conocerlo y nunca subestimarlo.
Mantuve mi mirada sobre su imagen mientras que mi mano presionaba mi hombro para evitar que siga derramándose sangre, tiñéndola de un rojo carmesí por la poca luz del callejón. Su rostro angelical contrastaba perfectamente con su diabólica alma; sus ojos parecían intensificar su brillo con la aparición de mi sangre y sus labios parecían relamerse con cada gota que se suspendía en el aire y terminaba expandiéndose en el suelo. Era un demonio hambriento.
Yann Tiersen
Yann Tiersen- Cazador Clase Alta
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Re: Pleasure is all mine {Yann Tiersen}
Toda palabra y expresión ajena siempre debería tomarse según el contexto ambiental y emocional de quien libera sus vocablos con el tono más propicio dada la situación que en se encuentre.
No obstante existen aquellos que prefieren proyectar todo lo contrario a lo que en verdad les acontece, a lo que no puede ser camuflado para los sentidos, pues éstos pasan a ser completos testigos del verdadero padecer ajeno pese a que los dichos explayados se esfuercen en ocultar lo palpable, lo real, lo que ni siquiera las palabras pueden enmascarar.
¿Acaso debería verse afectada por el habla del cazador? Claro que no, jamás un depredador podría verse incomodado por los acciones de una victima vulnerable, y Dauphine era plenamente consciente de que los dichos del humano no tenían pesar alguno sobre su persona por el simple hecho de que su estado en aquel instante era inferior al de ella. Cualquier amenaza, cualquier ofensa impartida por sus labios no recibiría la reacción deseada, ya que la misma desventaja de su ser era la encargada de neutralizar toda provocación despojada.
Para Dauphine quitarle la vida a otros no era algo que le afectase en absoluto, al contrario, la rubia veía un buen accionar con todos y cada uno de sus sangrientos actos, por lo que un par de palabras liberadas con la intención de herirle emocionalmente solo podían escucharse como una indefensa tetra sin resultado alguno.
La daga a un lado de sus caderas sostenida firmemente por su pálida y delicada mano dejaba gotear hacia el suelo a través del recorrido de su plateado filo a la templada sangre que lentamente se envolvía por el gélido y oscuro ambiente del sigiloso callejón.
El rostro de Dauphine se mantenía sereno, como si sus acciones no le generasen ningún sentimiento en particular. Sus ojos no reflejaban sorpresa alguna al verse frente a una persona malherida que paulatinamente perdía aquel elixir rubí sin pausa. Sus claros ópalos solo se iluminaban por el sendero carmesí que se trazaba sobre los ropajes del cazador hasta llegar al suelo, donde un charco brillante se extendía lentamente. Muchos inmortales hubiesen llamado a aquel suceso un desperdicio de alimento, pero ella no lo veía así en absoluto. Si bien aquel derrame de sangre no saciaba su hambre, si deleitaba su mente en forma silenciosa y contemplativa.
- No me culpe por poseer armas que usted no para someterle como en estos momentos… - una leve sonrisa, angelical y al mismo tiempo intoxicada por una malicia sigilosa pero presente se proyecto en refinado semblante de la vampireza, quien mantenía sus ojos fijos en la ubicación del caballero. Sus orbes buscaban disimuladamente los ajenos, como si para la condenada el contacto visual sirviese para algo más que intimidar a su juguete de turno.
Dio un par de pasos en dirección al malherido, teniendo presente la conveniencia de guardar una distancia prudente con éste que aun permanecía armado – Podría matarle si desease y usted es consciente de ello, pero no tendría sentido hacerlo. Prefiero viva con el recuerdo de que no ha sido capaz de lograr su cometido - los vocablos de Dauphine eran aquellos que tenían el poder de anular cualquier vestigio de inocencia del frágil exterior que la joven apariencia de la maldita poseía. Más de seis siglos de existencia habían refinado majestuosamente la retorica de aquella que media con precisión sus palabras a tal punto de solo expresarse cuando fuese necesario. No obstante, en situaciones “de entretenimiento” como ella las veía, se daba el mundano gusto de explayarse sin restricciones.
- Un hombre frustrado siempre sufrirá más que uno muerto ¿No lo cree, humano incompetente? - remarcó con la simple intención de impartir en su rival aquel mismo sentimiento que éste trato de inyectar en ella. El daño físico ya estaba hecho, ahora faltaba afirmar la lección con un arma que a veces solía herir más profundamente que cualquier daga; la fuerza de las palabras.
Dauphine Terrié- Vampiro Clase Alta
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