AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Encuentro silencioso [Privado]
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Encuentro silencioso [Privado]
Esos días como inquisidora habían empezado, sin embargo no hacía más que pequeños favores, hacía poco se había cruzado con la raza enemiga, a decir verdad la raza que más odiaba, un brujo, un nigromante que se la pasaba fumando opio y prostituyéndose como si nada, sin embargo aquel tonto había revelado algo grande, algo gordo de lo cual podría sacar provecho, él dijo “Los espíritus están conmigo, últimamente Elemiah me acompaña”, Arielle dibujo una gran sonrisa de satisfacción. Hizo un acuerdo con aquel pequeño brujo y entonces llamo a uno de los condenados para que le ayudará, su buen amigo Zachary, un brujo que sin dudas se intereso en aquel espíritu llamado ‘Elmiah’, pronto, a base de amenazas el fantasma había aceptado ayudarles.
Había servido de mucho para espiar a los posibles sospechoso que mantenían contacto con vampiros o seres de esa índole, pero no era suficiente, Ivers tendía a querer sacarle provecho a todo…Esa tarde llego un aviso, silencioso, discreto, quien firmaba era alguien a quien conocía, habían establecido contacto desde hace mucho, pero aquella petición extraña, bien, pues por ahora se dignaba a responder de la misma forma, poniendo el lugar del encuentro y aceptando ayudarle, el conde de Montecristo, ah, remotos tiempo venían a su cabeza, cuando ella ni siquiera estaba envuelta en todo lo que implicaba la iglesia.
Pronto se dirigió donde Zachary, pidiéndole a ‘Elemiah’ por un rato, para una misión importante y entonces el espíritu tomo esa forma corpórea viéndole de pies a cabeza –Bien Elemiah, hoy es tu día de suerte, esta tarde me acompañaras a un encuentro y más te vale obedecer…-Advirtió tomando sus cosas e indicándole que le siguiera, no de esa forma pero por lo menos que estuviera cerca –Ni se te ocurra desaparecer, porque entonces tu querido Nill estará muerto, no tolero las traiciones –Le dirigió una mirada fría y calculadora, mientras salía de ese lugar, escapaba de los trabajos que en su facción se le daban.
París era algo cutre a su parecer, sin embargo comenzó a caminar de manera lenta, aun faltaban muchas horas para el encuentro, sabía que el espíritu le preguntaría que deseaba y porque ahora recurría a él, pero se absorto tanto en el camino que casi perdió la noción del tiempo –Escucha Elemiah, tienes que obedecer, ¿Nadie quiere que tu pequeña zorra sea capturado hasta ser quemado verdad?, solo te diré, actúa tan mojigato como siempre y no te atrevas a contradecir este trabajo es para ti y demasiado importante para mí así que ten cuidado, porque ¡Bam!... Nill muere de un tiro –Enfatizo metiéndose entre la naturaleza, escuchaba la molesta voz de ese fantasma tras de ella, a esta horas el lugar donde se encontraba lista para negociar con aquel hombre estaba completamente desolado y era peligroso para cualquiera pero ella no lo era.
Había servido de mucho para espiar a los posibles sospechoso que mantenían contacto con vampiros o seres de esa índole, pero no era suficiente, Ivers tendía a querer sacarle provecho a todo…Esa tarde llego un aviso, silencioso, discreto, quien firmaba era alguien a quien conocía, habían establecido contacto desde hace mucho, pero aquella petición extraña, bien, pues por ahora se dignaba a responder de la misma forma, poniendo el lugar del encuentro y aceptando ayudarle, el conde de Montecristo, ah, remotos tiempo venían a su cabeza, cuando ella ni siquiera estaba envuelta en todo lo que implicaba la iglesia.
Pronto se dirigió donde Zachary, pidiéndole a ‘Elemiah’ por un rato, para una misión importante y entonces el espíritu tomo esa forma corpórea viéndole de pies a cabeza –Bien Elemiah, hoy es tu día de suerte, esta tarde me acompañaras a un encuentro y más te vale obedecer…-Advirtió tomando sus cosas e indicándole que le siguiera, no de esa forma pero por lo menos que estuviera cerca –Ni se te ocurra desaparecer, porque entonces tu querido Nill estará muerto, no tolero las traiciones –Le dirigió una mirada fría y calculadora, mientras salía de ese lugar, escapaba de los trabajos que en su facción se le daban.
París era algo cutre a su parecer, sin embargo comenzó a caminar de manera lenta, aun faltaban muchas horas para el encuentro, sabía que el espíritu le preguntaría que deseaba y porque ahora recurría a él, pero se absorto tanto en el camino que casi perdió la noción del tiempo –Escucha Elemiah, tienes que obedecer, ¿Nadie quiere que tu pequeña zorra sea capturado hasta ser quemado verdad?, solo te diré, actúa tan mojigato como siempre y no te atrevas a contradecir este trabajo es para ti y demasiado importante para mí así que ten cuidado, porque ¡Bam!... Nill muere de un tiro –Enfatizo metiéndose entre la naturaleza, escuchaba la molesta voz de ese fantasma tras de ella, a esta horas el lugar donde se encontraba lista para negociar con aquel hombre estaba completamente desolado y era peligroso para cualquiera pero ella no lo era.
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Re: Encuentro silencioso [Privado]
La gente era tan ambiciosa que él solo se había convertido en una arma, alguien a quien amenazaban porque tenía una pequeña debilidad, su querido Nill, solo le cuidaba como un favor a su difunto padre, pero ese brujo se la pasaba diciendo cosas sin pensar en las consecuencias, se encontraba triste, las cosas iban mal y desde su muerte nada mejoraba, ahora convivía con personas que se encargaban de matar a esos increíbles seres, casi suspiro, era cautivo de su propia existencia y a veces aunque su seriedad fuera la más grande él no estaba tan seguro de seguir. Zachary aun se comportaba como un humano frente a él, a veces sostenían platicas interesantes del pasado de cada uno, pero se erizaba por completo cuando ella venia, en sus ojos podía ver la ambición, la sed de poder y a una mujer que gustaba de excesos.
Cuando le llamo supo que nada iba bien, que pronto ella comenzaría a amenazarlo, pero acepto, su debilidad era por la seguridad de su pequeño Nill, entonces muy a pensar de lo que decía acepto, tomar la forma corpórea y verle a veces resultaba más trastornarte, si le preguntaban, preferiría que ella no le viera y por eso tendía a desaparecer –Siempre te he obedecido, no hace falta que me adviertas nada –Dijo en un tono frío y serio como era su costumbre, era un espíritu pero no tonto, a veces gustaba de las diversiones, ya lo había dicho, una que otra misión le iba bien, frunció el ceño y le observo de una manera tan desinteresada, odiaba esa gente que se aprovechaba de las condiciones de otros.
Llegando al lugar observo las mazmorras no había nadie, el sonido del viento era increíble y el traspasaba de un lado a otro y ella podía verle porque gusto ahora era ‘visible’ a la vista humana, sin embargo en cuanto la persona hiciera acto de presencia iba a mantenerse al margen, en el anonimato hasta que le indicaran que iba a hacer. -¿Mojigato?, ¿Quién me crees mujer?, claro, obedeceré, no quiero hacer lo contrario y si de zorras hablamos mírate en un espejo antes de hablar de otros –Su tono fue filoso y seguro ella querría estrujarlo o ¿Matarlo?, pero eso le enfadaba. Se paseo viendo la estructura del lugar, ¿Qué clase de hombre era aquel para citarle en ese sitio? Y de la nada desapareció…-Aquí sigo, jugaré con una pequeña piedra todo el tiempo, sentado a tu lado, para que veas que cumplo mi palabra, en cuanto hagas que ese hombre emane confianza y desee verme tomaré la forma de visibilidad o la corpórea, simplemente no pretendo huir, ¿Puede ser divertido no?, pero no toques a Nill ni con la mirada –Murmuro tomando su lugar y comenzando a mover la pequeña piedra sobre el suelo, como si de un escarabajo se tratara.
Cuando le llamo supo que nada iba bien, que pronto ella comenzaría a amenazarlo, pero acepto, su debilidad era por la seguridad de su pequeño Nill, entonces muy a pensar de lo que decía acepto, tomar la forma corpórea y verle a veces resultaba más trastornarte, si le preguntaban, preferiría que ella no le viera y por eso tendía a desaparecer –Siempre te he obedecido, no hace falta que me adviertas nada –Dijo en un tono frío y serio como era su costumbre, era un espíritu pero no tonto, a veces gustaba de las diversiones, ya lo había dicho, una que otra misión le iba bien, frunció el ceño y le observo de una manera tan desinteresada, odiaba esa gente que se aprovechaba de las condiciones de otros.
Llegando al lugar observo las mazmorras no había nadie, el sonido del viento era increíble y el traspasaba de un lado a otro y ella podía verle porque gusto ahora era ‘visible’ a la vista humana, sin embargo en cuanto la persona hiciera acto de presencia iba a mantenerse al margen, en el anonimato hasta que le indicaran que iba a hacer. -¿Mojigato?, ¿Quién me crees mujer?, claro, obedeceré, no quiero hacer lo contrario y si de zorras hablamos mírate en un espejo antes de hablar de otros –Su tono fue filoso y seguro ella querría estrujarlo o ¿Matarlo?, pero eso le enfadaba. Se paseo viendo la estructura del lugar, ¿Qué clase de hombre era aquel para citarle en ese sitio? Y de la nada desapareció…-Aquí sigo, jugaré con una pequeña piedra todo el tiempo, sentado a tu lado, para que veas que cumplo mi palabra, en cuanto hagas que ese hombre emane confianza y desee verme tomaré la forma de visibilidad o la corpórea, simplemente no pretendo huir, ¿Puede ser divertido no?, pero no toques a Nill ni con la mirada –Murmuro tomando su lugar y comenzando a mover la pequeña piedra sobre el suelo, como si de un escarabajo se tratara.
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Re: Encuentro silencioso [Privado]
No debería estar allí, la mera cercanía le hacía estremecer. ¿Pero quién iba a imaginar que un prófugo visitaría las inmediaciones de la prisión? Casi podía sentir un frío recorrer su espalda. Y Darcy tampoco le había dicho a nadie sobre el viaje a París, ni si quiera a Milo. Todo lo había planeado cuidadosamente para estar ausente un sólo día. Por la mañana temprano había arreglado lo de la Hacienda de la Colina. Aquellos jóvenes, los hermanos Toreto, parecían los perfectos inquilinos en esos tiempos difíciles. Incluso habían quedado en deuda con el Conde, probablemente a futuro fuera de utilidad un poco de ayuda externa. El mero hecho de contar con un refugio lejos de toda sospecha, ya representaba una ventaja. Despúes Darcy había tenido un encuentro con la señorita Katerina, a la cual no veía en meses, desde que estuvo en la Bastilla... Ahora volvía a los alrededores de aquél lugar de los sustos. En esa parte del bosque se percibía un silencio tenso, los animales apenas hacían ruido. Un cuervo que graznaba, un venado que huía espantado, el crujir de una rama. El olor a humedad y podredumbre salía de la roca fria de la prisión, haciendo el ambiente más pesado. Las nubes ya amenazaban con tragarse el sol, pues apenas en media hora correría el carro de Helios por los cielos trayendo la noche consigo.
Luego de un largo día, el caballo empezaba a mostrar signos de cansancio. Apenas se había hecho con el por la mañana pero el lobo lo obligó a recorrer una larga distancia hasta París y de allí a los lugares donde tuvo que desplazarse. Sin embargo a Darcy no le preocupaba demasiado, después de todo para eso son los caballos, para servir al hombre cuando se necesita. La mente del lobo estaba ocupada dándole vueltas al asunto que iba a tratar con una vieja conocida, Arielle. Se habían encontrado por primera vez en Londres, durante una fiesta ofrecida por el Baron de Caerlon. Que diferente era todo en ese entonces. Antes la música, la gente celebrando, la alegría y la exitación en el aire... la soledad del bosque reinaba ahora, la briza gélida que acallaba los gemidos de los prisioneros, la desperación flotando en el aire. Y además por lo que Darcy había escuchado, Arielle había jurado sus servicios a la Inquisicion. Ella se dedicaba a cazar seres sobre naturales, bestias que eran mitad hombres, brujas y no-muertos. Arielle mataba personas como él mismo y aún así se estaba arriesgando a reunirse con ella. Le tenía suficiente confianza para mostrarse en persona a pesar de que su cabeza tenía precio, y no como lobo, sino como humano, como traidor a la Corona y prófugo.
Darcy desmontó, amarrando las riendas del caballo en la rama saliente de un tronco caído. Apenas le dedicó una mirada al cansado animal, no era nada comparado con su corcel pura sangre, Bucéfalo, que ahora estaba en manos de la Corona. Traía el largo abrigo abierto, la camisa blanca apenas había sobrevivido a tanta tierra elevada por el viento en el camino. Debía estar loco para contratar los servicios de una Inaquisidora, y más loco aún por lo que iba a pedirle: un fantasma. Tal vez todo lo que había hecho en el pasado tuviera posibilidad de perdón, pero esto iba más allá. Era blasfemia si quiera contemplarlo.Apenas unos días antes había dudado de su existencia, antes de que Sybelle le revelara que era algo real... El lobo suspiró ¿a quién engañaba? El perdón no estaba a su alcance, el infierno era lo único seguro, así que un pecado más no hacía mucha diferencia.
Pronto divisó a la Inquisidora, una bruma blanquecina le había escondido unos metros atrás, pero ahora la veía claramente. Darcy se deslizó haciendo ruido a propósito, el crujir de las ramas le acompañaba. No quería que Arielle se diese cuenta de la gracia natural que ahora poseía, del sigilo animal. Se detuvo a un metro de distancia, con media sonrisa. Le salió fácil, aunque el lugar le pusiera alerta, tenso. Hizo una inclinación de cabeza.
-Señorita Arielle, mucho tiempo sin verle. Por lo visto los días sólo han hecho de su belleza, algo más que digno de contemplar, aunque se esconda una Atenea bajo la dulce faz.-
Luego de un largo día, el caballo empezaba a mostrar signos de cansancio. Apenas se había hecho con el por la mañana pero el lobo lo obligó a recorrer una larga distancia hasta París y de allí a los lugares donde tuvo que desplazarse. Sin embargo a Darcy no le preocupaba demasiado, después de todo para eso son los caballos, para servir al hombre cuando se necesita. La mente del lobo estaba ocupada dándole vueltas al asunto que iba a tratar con una vieja conocida, Arielle. Se habían encontrado por primera vez en Londres, durante una fiesta ofrecida por el Baron de Caerlon. Que diferente era todo en ese entonces. Antes la música, la gente celebrando, la alegría y la exitación en el aire... la soledad del bosque reinaba ahora, la briza gélida que acallaba los gemidos de los prisioneros, la desperación flotando en el aire. Y además por lo que Darcy había escuchado, Arielle había jurado sus servicios a la Inquisicion. Ella se dedicaba a cazar seres sobre naturales, bestias que eran mitad hombres, brujas y no-muertos. Arielle mataba personas como él mismo y aún así se estaba arriesgando a reunirse con ella. Le tenía suficiente confianza para mostrarse en persona a pesar de que su cabeza tenía precio, y no como lobo, sino como humano, como traidor a la Corona y prófugo.
Darcy desmontó, amarrando las riendas del caballo en la rama saliente de un tronco caído. Apenas le dedicó una mirada al cansado animal, no era nada comparado con su corcel pura sangre, Bucéfalo, que ahora estaba en manos de la Corona. Traía el largo abrigo abierto, la camisa blanca apenas había sobrevivido a tanta tierra elevada por el viento en el camino. Debía estar loco para contratar los servicios de una Inaquisidora, y más loco aún por lo que iba a pedirle: un fantasma. Tal vez todo lo que había hecho en el pasado tuviera posibilidad de perdón, pero esto iba más allá. Era blasfemia si quiera contemplarlo.Apenas unos días antes había dudado de su existencia, antes de que Sybelle le revelara que era algo real... El lobo suspiró ¿a quién engañaba? El perdón no estaba a su alcance, el infierno era lo único seguro, así que un pecado más no hacía mucha diferencia.
Pronto divisó a la Inquisidora, una bruma blanquecina le había escondido unos metros atrás, pero ahora la veía claramente. Darcy se deslizó haciendo ruido a propósito, el crujir de las ramas le acompañaba. No quería que Arielle se diese cuenta de la gracia natural que ahora poseía, del sigilo animal. Se detuvo a un metro de distancia, con media sonrisa. Le salió fácil, aunque el lugar le pusiera alerta, tenso. Hizo una inclinación de cabeza.
-Señorita Arielle, mucho tiempo sin verle. Por lo visto los días sólo han hecho de su belleza, algo más que digno de contemplar, aunque se esconda una Atenea bajo la dulce faz.-
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 21/02/2011
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Re: Encuentro silencioso [Privado]
Siempre había una cosa que inquietaba a los conocidos de la pequeña Marina Arielle, ¿Por qué a pesar de todo seguía en la iglesia?, no era tan buena como muchos quisieran y le importaba un bledo lo que Minerva le decía al estarla entrenando, no se interesaba en aprender nada, ni siquiera por su profesión o el amor hacía Dios que debía tener, la verdad es que prefería desempeñarse en un papel de espía, de actriz y de la ninfómana que se escondía debajo de todas esas armas que cargaba, además de su ambición por el dinero y los beneficios que sacaba de otros hombres, el primero en ser estafado por ella, era el mismísimo Dios, siempre actuaba de manera inteligente dándolo todo al mejor postor, en este caso ahí se encontraba, nada inquieta, lo único inquietante era el dolor de cabeza que le provocaba soportar a uno de esos espíritus que su compañero Zac manejaba. Justo ahora tenían a ese estúpido de Eyael atado por donde fuera, así que no podía irse fácilmente de aquel lugar.
Casi regañaba a aquel espíritu pero en aquel momento nada le importaba más que cerrar aquel trato y que todo saliera a la perfección, entonces escuchó aquellos ruidos, sin dudas su invitado había hecho acto de presencia. Se sentía una especie de presión, era quizás la adrenalina de sus actos, era poco lo que le importaba el bien de aquel brujo, al fin y al cabo si vivía o moría eso sería a manos de alguien más, cosa que el tonto espíritu no parecía tomar en cuenta, era frustrante ver cuanto cariño y respeto se profesaban el uno y el otro y en realidad no había nada, simplemente afuera la realidad era otra, dura y cruel, enfrentarse por bienes propios y sobrevivir con la mejor de las armas.
En ese momento aquella presencia le hizo sentir extraña, demasiado, quizás era el tiempo en el cual no se veían, los extraños ruidos que se escuchaban en el interior de aquellas mazmorras le parecía aterrador y algo quejumbroso, de pronto simplemente escuchó esos pasos que se le hacían meramente familiares, lentamente ella avanzo hasta ese encuentro, sonrío de manera angelical como una diosa lo sabe hacer, no importaba como, ella siempre se las apañaba para seguir –No puedo contradecir esas sabías palabras, Conde Trudeau –Confesó al ver el porte del caballero, parecía uno de esos increíbles dioses, de esos guerreros que solo se enamoran de la justicia, ese porte en los ojos del conde nadie más los podía poseer.
-Debo confesar que esto se me hace extraño, pero su regalo esta preparado…-Musitó con esa voz filosa, lo que deseaba hacer era cerrar el trato y dejar a Eyael por su cuenta, pero seguramente eso le parecía difícil de manejar –Solo respóndame una cosa, quizás es mi ignorancia pero ¿Sabe manejar estas artes oscuras?...-Le miro de manera inquisitiva y como toda una inquisidora que era, guardo su distancia viéndole directamente a los ojos.
Casi regañaba a aquel espíritu pero en aquel momento nada le importaba más que cerrar aquel trato y que todo saliera a la perfección, entonces escuchó aquellos ruidos, sin dudas su invitado había hecho acto de presencia. Se sentía una especie de presión, era quizás la adrenalina de sus actos, era poco lo que le importaba el bien de aquel brujo, al fin y al cabo si vivía o moría eso sería a manos de alguien más, cosa que el tonto espíritu no parecía tomar en cuenta, era frustrante ver cuanto cariño y respeto se profesaban el uno y el otro y en realidad no había nada, simplemente afuera la realidad era otra, dura y cruel, enfrentarse por bienes propios y sobrevivir con la mejor de las armas.
En ese momento aquella presencia le hizo sentir extraña, demasiado, quizás era el tiempo en el cual no se veían, los extraños ruidos que se escuchaban en el interior de aquellas mazmorras le parecía aterrador y algo quejumbroso, de pronto simplemente escuchó esos pasos que se le hacían meramente familiares, lentamente ella avanzo hasta ese encuentro, sonrío de manera angelical como una diosa lo sabe hacer, no importaba como, ella siempre se las apañaba para seguir –No puedo contradecir esas sabías palabras, Conde Trudeau –Confesó al ver el porte del caballero, parecía uno de esos increíbles dioses, de esos guerreros que solo se enamoran de la justicia, ese porte en los ojos del conde nadie más los podía poseer.
-Debo confesar que esto se me hace extraño, pero su regalo esta preparado…-Musitó con esa voz filosa, lo que deseaba hacer era cerrar el trato y dejar a Eyael por su cuenta, pero seguramente eso le parecía difícil de manejar –Solo respóndame una cosa, quizás es mi ignorancia pero ¿Sabe manejar estas artes oscuras?...-Le miro de manera inquisitiva y como toda una inquisidora que era, guardo su distancia viéndole directamente a los ojos.
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Re: Encuentro silencioso [Privado]
Como una aparición venida del Inframundo Darcy observaba como Arielle se erguía con la frialdad y dulzura que siempre le había caracterizado. Pero era un engaño las facciones suaves en su rostro que enmascaraban el fuego de la ambición, un espejismo. Por esta razón Darcy había congeniado bien con ella pues ambos tenian una naturaleza similar. Aunque en los ojos de la viviente Athenea ahora reslatara más aquella hambre en sus getos. Había crecido, se había perfeccionado. El lobo por otro lado envejecía mucho más despacio por su condición de ser de la noche. Pero ella no debía reprar en los distintos que le señalaban como tal.
El viento que hacía ondear loss cabellos de Arielle, susurraba la naturaleza del encuentro ultraterrenal, prohibido, lleno de un misterio extraño. Se combinaba la belleza de la diosa guerrera con los lamentos de la prisión que se imponía en un silencio de advertencia para quien osara pasar su presencia desapercibida; también los seres de ultra tumba se sumaban. Bien podría ser todo un sueño, una pesadilla.
A pesar del instinto de super vivencia para alejarse de situaciones como esas existe la tentación de complacer los deseos personales y la ciega voluntad inflamada por el orgullo, para impulsar a arriesgar la integridad y la vida.
-No sé si es más extraña mi petición o el hecho de que sea a usted a quién haga el requerimiento.- observó entornando la mirada. Luego volvió la mirada a uno y otro lado buscando alguna señal sobre natural de el ente maldito que estaría bajo sus servicios. Se rió por tal razonamiento. Una parte de Darcy seguía esperando despertar en su antigua habitación después de una noche de fiesta. Luego bastaría curar la resaca para poder reírse de todo el asunto. -Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Creo que el destino nos ha conducido por caminos oscuros y extraños.- hizo una mueca -Pero me alegro de volver a verle.- Luego la fuerza de su mirada y su pregunta le hicieron sentir un escalofrío. Aún estaba a tiempo de volver sobre sus pasos de evitar una caída más profunda en el pozo de la perdición. El lobo respiro profundo, en ningún momento bajo la mirada. -Como bien sabrá soy católico.- resumió como si aquella simple palabra diera fe inequívoca de su inocencia con los tratos demoniacos, al menos conscientemente... Ahora cruzaría esa línea. -Las circunstancias, requieren medidas drásticas.- Apreto los puños y se acercó más a ella, quedando a tres pies de distancia. -Muestreme, enseñéme como utilizarlo y como evitar que se vuelva en mi contra... ¿Lo trae consigo?-
El viento que hacía ondear loss cabellos de Arielle, susurraba la naturaleza del encuentro ultraterrenal, prohibido, lleno de un misterio extraño. Se combinaba la belleza de la diosa guerrera con los lamentos de la prisión que se imponía en un silencio de advertencia para quien osara pasar su presencia desapercibida; también los seres de ultra tumba se sumaban. Bien podría ser todo un sueño, una pesadilla.
A pesar del instinto de super vivencia para alejarse de situaciones como esas existe la tentación de complacer los deseos personales y la ciega voluntad inflamada por el orgullo, para impulsar a arriesgar la integridad y la vida.
-No sé si es más extraña mi petición o el hecho de que sea a usted a quién haga el requerimiento.- observó entornando la mirada. Luego volvió la mirada a uno y otro lado buscando alguna señal sobre natural de el ente maldito que estaría bajo sus servicios. Se rió por tal razonamiento. Una parte de Darcy seguía esperando despertar en su antigua habitación después de una noche de fiesta. Luego bastaría curar la resaca para poder reírse de todo el asunto. -Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Creo que el destino nos ha conducido por caminos oscuros y extraños.- hizo una mueca -Pero me alegro de volver a verle.- Luego la fuerza de su mirada y su pregunta le hicieron sentir un escalofrío. Aún estaba a tiempo de volver sobre sus pasos de evitar una caída más profunda en el pozo de la perdición. El lobo respiro profundo, en ningún momento bajo la mirada. -Como bien sabrá soy católico.- resumió como si aquella simple palabra diera fe inequívoca de su inocencia con los tratos demoniacos, al menos conscientemente... Ahora cruzaría esa línea. -Las circunstancias, requieren medidas drásticas.- Apreto los puños y se acercó más a ella, quedando a tres pies de distancia. -Muestreme, enseñéme como utilizarlo y como evitar que se vuelva en mi contra... ¿Lo trae consigo?-
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 21/02/2011
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Re: Encuentro silencioso [Privado]
En su cabeza se entonaban muchos sentimientos, que la tristeza arrastraba con calma día a día, cuyas pupilas no podían derramar lagrimas, solo sollozos sin éxito alguno, aquel hombre, parecía un poco estúpido porque olía a la típica justicia, cuando no hacía justicia en su propio ser, error humano que Eyael aprendió tras su muerte. Pero eso no le interesaba demasiado en aquel momento, salvar a Nill era su prioridad, el amor movía cualquier tipo de barreras, aunque fuer un amor jamás correspondido, estaba demasiado cansado de vagar por ahí sin rumbo fijo, estaba cansado de su patética existencia pero jamás dejo que algo como tal cosa le venciera, nunca desistió de seguir adelante por esa persona, que ahora seguro estaba feliz, Eyael se levanto, nadie le escuchaba, jugaba con sus dedos, dejando de jugar con la piedrecilla. Una piedrecilla incluso tenía vida, más vida que él, que solo la aventó al montón de cacharros que estaban arrumbados haciendo que se hiciera el eco de aquel impacto.
Solo porque no había cruzado el valle de la muerte donde las almas caminan al abismo para desaparecer en la oscuridad, solo porque su suicidio dio un éxito rotundo y un impacto que jamás le dejo descansar, solo por cuidar un alma que iba por el mal camino hacía eso, estaba harto de los diálogos, de ser usado, que la ira de un ser del más allá era más fuerte que la de cualquier mortal, de la nada, tomo la forma corpórea vislumbrándose frente a frente cara a cara de ese hombre, estaba casi frente con frente, le observo a los ojos, se hundió en sus pupilas –Escucha bien, conde de lo que seas, ella no sabe nada de como usarme, haré lo que quieras, hare lo que me pidas, porque esta ira contenida tiene ganas de salir, así que solo dame instrucciones claras de para que me quieres y ‘mi señor’ –Murmuró con ironía –Te serviré por el tiempo que quieras, siempre y cuando cumplas tu acuerdo con aquella (zorra, puta de mala calidad, pensó) mujer, ¿Has entendido?...-Eyael era alto, esas vestimentas, su cabello azabache colgando en formas onduladas y su manera de caminar en esas losetas destrozadas, se dio la vuelta yendo a Arielle…-Escucha perra maldita que no sirve si quiera para alabar a Dios, haré todo, todo incluso sacaré aquel lado que nunca he demostrado –Se quedo en medio del hombre y de la mujer haciendo una reverencia –Puedo usar algunas cosas de la nigromancia, tendrán cuantos servicios quiera, usaré todo lo que poseo pero solo quiero que se cumpla con las partes del trato, mis señores –Finalizo con una mirada fría, con un destello de coraje y de gallardía dispuesto a servir, porque no cabía duda, los fantasmas eran sirvientes del mismo satanás.
No sabía si me tocaba pero he respondido esta vez, espero no les incomode mi respuesta, el personaje tiene su carácter.
Solo porque no había cruzado el valle de la muerte donde las almas caminan al abismo para desaparecer en la oscuridad, solo porque su suicidio dio un éxito rotundo y un impacto que jamás le dejo descansar, solo por cuidar un alma que iba por el mal camino hacía eso, estaba harto de los diálogos, de ser usado, que la ira de un ser del más allá era más fuerte que la de cualquier mortal, de la nada, tomo la forma corpórea vislumbrándose frente a frente cara a cara de ese hombre, estaba casi frente con frente, le observo a los ojos, se hundió en sus pupilas –Escucha bien, conde de lo que seas, ella no sabe nada de como usarme, haré lo que quieras, hare lo que me pidas, porque esta ira contenida tiene ganas de salir, así que solo dame instrucciones claras de para que me quieres y ‘mi señor’ –Murmuró con ironía –Te serviré por el tiempo que quieras, siempre y cuando cumplas tu acuerdo con aquella (zorra, puta de mala calidad, pensó) mujer, ¿Has entendido?...-Eyael era alto, esas vestimentas, su cabello azabache colgando en formas onduladas y su manera de caminar en esas losetas destrozadas, se dio la vuelta yendo a Arielle…-Escucha perra maldita que no sirve si quiera para alabar a Dios, haré todo, todo incluso sacaré aquel lado que nunca he demostrado –Se quedo en medio del hombre y de la mujer haciendo una reverencia –Puedo usar algunas cosas de la nigromancia, tendrán cuantos servicios quiera, usaré todo lo que poseo pero solo quiero que se cumpla con las partes del trato, mis señores –Finalizo con una mirada fría, con un destello de coraje y de gallardía dispuesto a servir, porque no cabía duda, los fantasmas eran sirvientes del mismo satanás.
No sabía si me tocaba pero he respondido esta vez, espero no les incomode mi respuesta, el personaje tiene su carácter.
Invitado- Invitado
Re: Encuentro silencioso [Privado]
El dialogo de la inquisidora se vio interrumpido por el atropellamiento de las palabras de aquel fantasma sin educación frente a alguien demasiado importante como el conde. La petición era extraña, aunque era cosa que no le incumbía, siempre y cuando se hiciera justicia para los ojos de Dios. Entonces observó a aquel fantasma aproximarse de esa manera fiera como una leona que protege a los suyos después de ser abandonada y exiliada para dejarla en un infierno de depredadores. Y lo peor es que estaba a pasos del conde, seguro que por más que susurros él podría escuchar la conversación que sostuviera con el espíritu ahora corpóreo, Eyael si que sabía avergonzarla, pero Arielle sostuvo su postura intachable de dama. -¿Cómo ve conde?, El espíritu esta dispuesto a hacer lo que usted quiera, su nombre es Eyael y le aseguro –soltó una risita –Cumplirá todas sus peticiones.
La fidelidad del conde hacía dios era intachable ante los ojos de la inquisidora, no podía contradecirlo ni siquiera dudar de ello, solo servir con aquello que ahora pedía, asintió a cada una de sus palabras, viendo con fijeza sus rasgos –Conde, este fantasma tiene dueño, pero esta bajo amenaza así que usted puede tomarlo tanto tiempo como requiera, con esa condición monetaria, a menos de que usted sea un brujo podría ser su dueño y lo creo incapaz de tal cosa, puede llevárselo le aseguro que siempre estará ahí como si fuera su sombra–Añadió viendo al espíritu con mucha calma, sabía lo que le esperaba si no cumplía con aquella parte del trato. Se retiro dejando que ambos se vieran un poco a la cara. Esperando a que el conde diera una respuesta clara, el fantasma sería algo como ‘un prestador de servicios’ solo eso, era rentable pero no para siempre.
La fidelidad del conde hacía dios era intachable ante los ojos de la inquisidora, no podía contradecirlo ni siquiera dudar de ello, solo servir con aquello que ahora pedía, asintió a cada una de sus palabras, viendo con fijeza sus rasgos –Conde, este fantasma tiene dueño, pero esta bajo amenaza así que usted puede tomarlo tanto tiempo como requiera, con esa condición monetaria, a menos de que usted sea un brujo podría ser su dueño y lo creo incapaz de tal cosa, puede llevárselo le aseguro que siempre estará ahí como si fuera su sombra–Añadió viendo al espíritu con mucha calma, sabía lo que le esperaba si no cumplía con aquella parte del trato. Se retiro dejando que ambos se vieran un poco a la cara. Esperando a que el conde diera una respuesta clara, el fantasma sería algo como ‘un prestador de servicios’ solo eso, era rentable pero no para siempre.
Invitado- Invitado
Re: Encuentro silencioso [Privado]
El eco de una piedrecilla que pareció saltar de la nada hizo que Darcy abandonara los ojos de la joven Athenea para buscar de donde había porvenido aquella repentina... ¿respuesta? Se le erizó la piel y de pronto percibió como descendía la temperatura drásticamente. Esto le daba un muy mal presentimiento. Debió haber prestado más atención a las pesadillas o quizás menos. Tal vez así no estuviera cometiendo otro acto más que lo llevaría por el camino sin retorno a las llamas del infierno.
No le dio mucho tiempo a reaccionar cuando de pronto un rostro transparente se hizo manifiesto frente a si. No transparente no. Era real de carne y hueso, pero pálido como la muerte misma, con ojos saltones de un brillo siniestro y oscuro, espectros de la vida que alguna vez había tenido. Por un momento el lobo creyó estar soñando, imaginándose aquellos ojos acusadores transpasarle hasta los tuétanos. Un vientecillo agito los cabellos del muerto viviente frente a si y los propios. Entonces supo que en verdad estaba allí. Si alguna vez había tenido una pequeña duda de que el diablo no existiera, ahora quedaba arrazada como lo hace la lluvia con el polvo de las calles. Estaba frente a frente con el mimísimo Lucifer o con alguno de sus vasallos, y estaba allí por que Darcy lo había invocado, requerido sus servicios en voz alta, lo había solicitado. Sólo se necesitaba un palabra más para que el trato estuviera sellado. ¿Así era como terminaban las almas en pena? ¿Cómo esclavos de los seres vivientes, sedientos de venganza? ¿cómo esbirros que aguardan entre las sombras por una palabra, por un deseo?
Dio un paso atrás en acto reflejo, él mismo se puso casi tan pálido como aquél muerto que sonreía con el rostro demacrado, que se burlaba de los mortales y que seguramente, también envidiaba. El fantasma hizo una pregunta, pero a Darcy le costó mucho encontrar los labios para responder. No fue sino hasta que le liberó de su mirada morturia, que puedo recobrar cierta entereza. Aunque no por completo. Se endrezó y se acomodó la chaqueta en un afán de desprenderse de la sensación.
-Yo... - carraspeó -cumpliré con lo... acordado.- frunció el ceño apenas -Doy mi palabra- sentenció apartando los ojos de aquél ser, el cadáver andante ahora bajo sus órdenes. Asintió. -Se lo.. agradezco.- Tanteó el interior de su chaqueta en busca de la bolsa de piel lleno de monedas. -Lo necesito, temporalmente.- Dio unos pasos hacia Arielle apartándose del demonio que semejaba ser humano. Una burda imitación, sin duda. Le extendió el dinero. -La mitad de lo prometido... el resto al terminar el trabajo.- dejó caer la bolsa en su mano. Se atrevió a mirar al especto una vez más -Mi sombra... - repitió pensativo -Desaparece hasta que te llame de nuevo.- ordenó con voz firme, para su sorpresa. Sentía los colmillos empezar a afilarse en su boca y los ojos tenian una leve sombra en el borde. Era momento de irse, no podía arriesgarse con una inquisidora allí. -Me marcho... nos veremos en otra coasión señorita Arielle.- Se apresuró a besar el dorso de su mano. -Gracias por todo.- finalizó y dando media vuelta se alejó de allí. Montó su caballo y sin mirar atrás lo espoleó para intentar salir de aquella pesadilla que lo perseguía, y que ahora él mismo había ido a buscar, condenando su alma. Volviendo al diablo, su misma sombra.
No le dio mucho tiempo a reaccionar cuando de pronto un rostro transparente se hizo manifiesto frente a si. No transparente no. Era real de carne y hueso, pero pálido como la muerte misma, con ojos saltones de un brillo siniestro y oscuro, espectros de la vida que alguna vez había tenido. Por un momento el lobo creyó estar soñando, imaginándose aquellos ojos acusadores transpasarle hasta los tuétanos. Un vientecillo agito los cabellos del muerto viviente frente a si y los propios. Entonces supo que en verdad estaba allí. Si alguna vez había tenido una pequeña duda de que el diablo no existiera, ahora quedaba arrazada como lo hace la lluvia con el polvo de las calles. Estaba frente a frente con el mimísimo Lucifer o con alguno de sus vasallos, y estaba allí por que Darcy lo había invocado, requerido sus servicios en voz alta, lo había solicitado. Sólo se necesitaba un palabra más para que el trato estuviera sellado. ¿Así era como terminaban las almas en pena? ¿Cómo esclavos de los seres vivientes, sedientos de venganza? ¿cómo esbirros que aguardan entre las sombras por una palabra, por un deseo?
Dio un paso atrás en acto reflejo, él mismo se puso casi tan pálido como aquél muerto que sonreía con el rostro demacrado, que se burlaba de los mortales y que seguramente, también envidiaba. El fantasma hizo una pregunta, pero a Darcy le costó mucho encontrar los labios para responder. No fue sino hasta que le liberó de su mirada morturia, que puedo recobrar cierta entereza. Aunque no por completo. Se endrezó y se acomodó la chaqueta en un afán de desprenderse de la sensación.
-Yo... - carraspeó -cumpliré con lo... acordado.- frunció el ceño apenas -Doy mi palabra- sentenció apartando los ojos de aquél ser, el cadáver andante ahora bajo sus órdenes. Asintió. -Se lo.. agradezco.- Tanteó el interior de su chaqueta en busca de la bolsa de piel lleno de monedas. -Lo necesito, temporalmente.- Dio unos pasos hacia Arielle apartándose del demonio que semejaba ser humano. Una burda imitación, sin duda. Le extendió el dinero. -La mitad de lo prometido... el resto al terminar el trabajo.- dejó caer la bolsa en su mano. Se atrevió a mirar al especto una vez más -Mi sombra... - repitió pensativo -Desaparece hasta que te llame de nuevo.- ordenó con voz firme, para su sorpresa. Sentía los colmillos empezar a afilarse en su boca y los ojos tenian una leve sombra en el borde. Era momento de irse, no podía arriesgarse con una inquisidora allí. -Me marcho... nos veremos en otra coasión señorita Arielle.- Se apresuró a besar el dorso de su mano. -Gracias por todo.- finalizó y dando media vuelta se alejó de allí. Montó su caballo y sin mirar atrás lo espoleó para intentar salir de aquella pesadilla que lo perseguía, y que ahora él mismo había ido a buscar, condenando su alma. Volviendo al diablo, su misma sombra.
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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