AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Victimas...¿acaso no todos lo somos? - [Lucern Ralph]
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Victimas...¿acaso no todos lo somos? - [Lucern Ralph]
La joven mujer de cabellos rojizos quiso defenderse y estaba en todo su derecho, al menos agradecía eso, que no se diera por vencida tan pronto, tan fácilmente. Dar batalla era algo a lo que siempre le adjudicaba una especie de aplauso, por que significaba que valoraba su vida, que luchaba por mantenerla y eso me ayudaba a mí para intentar controlarme. Un golpe, un insulto, lo que fuese, siempre y cuando me impidiera seguir bebiendo, siempre y cuando lograra pararme a tiempo, antes de acarrearle la muerte con mi cena. La sujete con fuerza brutal tomándola por la espalda, la había tomado totalmente desprevenida, sus sentidos escasamente desarrollados jugaban a mi favor y yo me aprovechaba de ello como la bestia que era, como la victima que era ella. Sus brazos se agitaron en el aire con brusquedad en un intento de zafarse del hombre cuyo rostro aun desconocía, pero era inútil, la fuerza que un vampiro poseía jamás podría ser comparada con la debilidad de un simple mortal, la fuerza con la que la apretaba a mi cuerpo en in intento de mantenerla presa en mis brazos podría incluso haberle roto un par de huesos, pero no fue así, suerte quizás.
Finalmente la mujer cayo sobre el borde una fría lapida de apariencia gastada, dándose un golpe fuerte en la cabeza el cual le arrebato el conocimiento. Mejor, así sentiría menos dolor a la hora de yo succionar. La sangre empezó a brotar de su frente, mezclándose el exquisito olor con las ráfagas del viento, llegando a mi olfato en cuestión de segundos. Mis sentidos se encendieron por arte de magia ante aquel característico aroma, mi cuerpo pareció tener vida una vez mas, pero tan solo se trababa de un engaño, ese que brotaba a la luz cada que me alimentaba, la bestia dormida salía de su escondite, del calabozo donde yo me empeñaba a recluirla con el afán de controlarla…pero era indiscutible.
La transformación comenzó con un gruñido que salía de lo mas profundo y recóndito de mi pecho marmoleo, mis colmillos se mostraron ante la luz de la luna y en segundos traspasaron el cuello de la mujer. Imposible describir la sensación que un vampiro siente al morder a un humano, mucho más imposible el intentar describir la sensación al beber su ese liquido vital color carmín. Mis afilados colmillos no tuvieron problema en rasgar la piel de la muchacha la cual era suave y tersa, tierna como la de un durazno, frágil ante mis instrumentos de muerte. Escuche claramente el sonido de ellos penetrando en la piel y en segundos mi lengua disfrutaba del delicioso sabor de la joven sangre de esa desgraciada mujer. La paz me inundo, eso era lo que sentía un vampiro al alimentarse: paz, regocijo, placer. ¿Has experimentado la sensación de un orgasmo? Esto era mucho mejor, mucho mas allá de las simples sensaciones humanas. Esa era la razón por la que un vampiro no podía dejar de beber una vez que mordía a un humano, esa justamente, la adicción a ese placer, el deseo de querer más y más hasta saciar por completo esa necesidad, hasta sentirte satisfecho.
Los latidos de su corazón era como escuchar toda una tropa de corceles, latía fuertemente, hasta que poco a poco su ritmo fue disminuyendo conforme yo seguía succionando. ¡No podía parar! Una fuerza increíble me obligaba a mantener mi boca pegada a su cuello, a seguir bebiendo. Fueron los débiles y apenas sonoros latidos de su corazón, sentir su cuerpo suelto y flácido lo que me obligo al fin a apartarme. La respiración era acelerada, esa que en realidad no necesitaba y de la que hacia uso tan solo por costumbre. La mujer cayo por completo sobre el frío material de la tumba y mis ojos la observaron con aparente terror, un miedo me invadió al imaginar lo peor, ni siquiera me atrevía a tocarla para comprobar que su pulso no se hubiera ido, afirmándome que seguía con vida. Finalmente me atreví y mis ojos casi salieron de sus orbitas al no sentir movimiento alguno.
- Por favor no te mueras. – Grite en mi mente con desesperación mientras palpaba su muñeca, su cuello ensangrentado en busca de un indicio de vida. La vida se extinguía de su cuerpo, indefensa criatura y yo no podía hacer nada al respecto. – No, una más… - Volvió a rogar mi mente con desespero, era difícil el tener que sumar una muerte mas a mi lista, una carga mas de conciencia.
Finalmente la mujer cayo sobre el borde una fría lapida de apariencia gastada, dándose un golpe fuerte en la cabeza el cual le arrebato el conocimiento. Mejor, así sentiría menos dolor a la hora de yo succionar. La sangre empezó a brotar de su frente, mezclándose el exquisito olor con las ráfagas del viento, llegando a mi olfato en cuestión de segundos. Mis sentidos se encendieron por arte de magia ante aquel característico aroma, mi cuerpo pareció tener vida una vez mas, pero tan solo se trababa de un engaño, ese que brotaba a la luz cada que me alimentaba, la bestia dormida salía de su escondite, del calabozo donde yo me empeñaba a recluirla con el afán de controlarla…pero era indiscutible.
La transformación comenzó con un gruñido que salía de lo mas profundo y recóndito de mi pecho marmoleo, mis colmillos se mostraron ante la luz de la luna y en segundos traspasaron el cuello de la mujer. Imposible describir la sensación que un vampiro siente al morder a un humano, mucho más imposible el intentar describir la sensación al beber su ese liquido vital color carmín. Mis afilados colmillos no tuvieron problema en rasgar la piel de la muchacha la cual era suave y tersa, tierna como la de un durazno, frágil ante mis instrumentos de muerte. Escuche claramente el sonido de ellos penetrando en la piel y en segundos mi lengua disfrutaba del delicioso sabor de la joven sangre de esa desgraciada mujer. La paz me inundo, eso era lo que sentía un vampiro al alimentarse: paz, regocijo, placer. ¿Has experimentado la sensación de un orgasmo? Esto era mucho mejor, mucho mas allá de las simples sensaciones humanas. Esa era la razón por la que un vampiro no podía dejar de beber una vez que mordía a un humano, esa justamente, la adicción a ese placer, el deseo de querer más y más hasta saciar por completo esa necesidad, hasta sentirte satisfecho.
Los latidos de su corazón era como escuchar toda una tropa de corceles, latía fuertemente, hasta que poco a poco su ritmo fue disminuyendo conforme yo seguía succionando. ¡No podía parar! Una fuerza increíble me obligaba a mantener mi boca pegada a su cuello, a seguir bebiendo. Fueron los débiles y apenas sonoros latidos de su corazón, sentir su cuerpo suelto y flácido lo que me obligo al fin a apartarme. La respiración era acelerada, esa que en realidad no necesitaba y de la que hacia uso tan solo por costumbre. La mujer cayo por completo sobre el frío material de la tumba y mis ojos la observaron con aparente terror, un miedo me invadió al imaginar lo peor, ni siquiera me atrevía a tocarla para comprobar que su pulso no se hubiera ido, afirmándome que seguía con vida. Finalmente me atreví y mis ojos casi salieron de sus orbitas al no sentir movimiento alguno.
- Por favor no te mueras. – Grite en mi mente con desesperación mientras palpaba su muñeca, su cuello ensangrentado en busca de un indicio de vida. La vida se extinguía de su cuerpo, indefensa criatura y yo no podía hacer nada al respecto. – No, una más… - Volvió a rogar mi mente con desespero, era difícil el tener que sumar una muerte mas a mi lista, una carga mas de conciencia.
Thibault Colville- Vampiro Clase Alta
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Re: Victimas...¿acaso no todos lo somos? - [Lucern Ralph]
Una semana… Parecía tan poco tiempo para tantos sucesos y encuentros… Siete días desde que pusiese un pie en el Cementerio. Entre el Burdel y ese lugar tétrico, acostumbraba a pasar mi monótona y absurda vida. Una que se había transformado por completo, ya no como bestia - palabra que utilizaba para referirnos a los nuestros- sino como hombre. Sí. Finalmente había encontrado algo interesante en las calles parisinas, uno que no había visto venir después de tantas mujeres compartiendo mi lecho, humanas que encontraba en las calles y sometía, cortesanas a las que pagaba para satisfacer deseos carnales y fantasías… ¿Quién lo habría visto venir? Seguramente, yo no y por ende, nadie. Me sentía como una marioneta donde los hilos me movían cuán muñeca flácida sin cerebro, imposible de ser quien era o quien había sido, algo de lo que ya no estaba seguro o… contento. ¿Suerte o maldición? Estar perdiendo la razón no podría ser algo… bueno, ¿cierto? La última vez que me había dejado vencer por sentimientos, todo había terminado en sangre y cambios donde no existían salidas o vías de escape. Caminé con las manos en los bolsillos como de costumbre, buscando las calles vacías, donde ningún rastro o sonido se percibía… buscando al humano que serviría para aplacar mi apetito, uno que no sentía dado que la garganta no me escocía, era solo la manía y el placer que se escondía tras cada asesinato brutal y sádico. Las primeras calles estaban solitarias, el aire solo traía el hedor de los humanos y los rayos de plata, creaban sombras tras cada pisada que daba por el sendero en el que me adentraba.
A lo lejos, escuché como las puertas del Teatro se abrían… Las parejas comenzaban a salir apresuradas, buscando su carruaje o simplemente emprendiendo la marcha hasta sus hogares. La última función había terminado. Una sonrisa que dejaba entrever mis filosos caninos curvó mis labios. Los humanos no podían ser más tontos. Las historias sobre vampiros se extendían en algunos cotilleos. Aquéllos que no acababan con sus presas, dejando pruebas de nuestra existencia, poniendo en peligro nuestra supervivencia, solo debían ser aniquilados. Recordé cuando solía ser uno de ellos. Por siglos había intentado moderarme, había intentado luchar contra lo que era…Pero finalmente había cedido. Un perro no podía dejar de morder, el licántropo no podía contenerse al “llamado de la Luna Llena” y ciertamente, los vampiros no podían darle la espalda a la sangre, a las hipnóticas venas que palpitaban como tambores, creando una sinfonía que solo provocaba hacer del humano una víctima. Oculté mis colmillos, caminando entre las parejas, buscando a alguna mujer o caballero que se encontrara solo. Los exquisitos aromas llenaban mis fosas nasales… sangre fresca… cuerpos frágiles… Una cacería que emprendería cuando mi presa estuviera en el Cementerio.
Detuve a una mujer de cabellos rojizos, con un rostro inmaculadamente hermoso, un cuerpo esbelto que despertaba e incitaba a la lujuria y antes de que ella emitiera alguna muestra de sorpresa, mis ojos actuaron, sumiéndole en un estado de hipnosis. La orden era sencilla. Caminaría hasta perderse entre las tumbas solitarias del Cementerio de MonMartre, esperando… aguardando mi llegada. Me quedé reclinado contra una de las paredes del Teatro, esperando encontrar un vistazo de Lady Sabrina. Por estas calles había caminado el día de nuestro primer encuentro, era tonto, pero tenía la esperanza de verle y hablarle. Los minutos pasaron y con un pequeño gruñido, me dirigí a brindarle toda mi atención a la joven humana. Con cada paso que daba adentrándome entre las lápidas, un olor que camuflaba el de la humana fue percibido por mis sentidos, los pequeños quejidos y gritos me alertaron. ¿Qué diablos estaba pasando? - ¿Por favor no te mueras? Una pregunta que amenazaba con terminar en una estruendosa risa, fue emitida por mis labios. Mi presa… parecía ahora ser parte de los cuerpos putrefactos que se escondían tras las lápidas… vacío, inservible… - ¿Dando las gracias por la cena? La furia finalmente hizo su presencia… - ¿Someter a la presa de otro vampiro? ¡Mala idea! Gruñí, abalanzándome contra el desconocido…
A lo lejos, escuché como las puertas del Teatro se abrían… Las parejas comenzaban a salir apresuradas, buscando su carruaje o simplemente emprendiendo la marcha hasta sus hogares. La última función había terminado. Una sonrisa que dejaba entrever mis filosos caninos curvó mis labios. Los humanos no podían ser más tontos. Las historias sobre vampiros se extendían en algunos cotilleos. Aquéllos que no acababan con sus presas, dejando pruebas de nuestra existencia, poniendo en peligro nuestra supervivencia, solo debían ser aniquilados. Recordé cuando solía ser uno de ellos. Por siglos había intentado moderarme, había intentado luchar contra lo que era…Pero finalmente había cedido. Un perro no podía dejar de morder, el licántropo no podía contenerse al “llamado de la Luna Llena” y ciertamente, los vampiros no podían darle la espalda a la sangre, a las hipnóticas venas que palpitaban como tambores, creando una sinfonía que solo provocaba hacer del humano una víctima. Oculté mis colmillos, caminando entre las parejas, buscando a alguna mujer o caballero que se encontrara solo. Los exquisitos aromas llenaban mis fosas nasales… sangre fresca… cuerpos frágiles… Una cacería que emprendería cuando mi presa estuviera en el Cementerio.
Detuve a una mujer de cabellos rojizos, con un rostro inmaculadamente hermoso, un cuerpo esbelto que despertaba e incitaba a la lujuria y antes de que ella emitiera alguna muestra de sorpresa, mis ojos actuaron, sumiéndole en un estado de hipnosis. La orden era sencilla. Caminaría hasta perderse entre las tumbas solitarias del Cementerio de MonMartre, esperando… aguardando mi llegada. Me quedé reclinado contra una de las paredes del Teatro, esperando encontrar un vistazo de Lady Sabrina. Por estas calles había caminado el día de nuestro primer encuentro, era tonto, pero tenía la esperanza de verle y hablarle. Los minutos pasaron y con un pequeño gruñido, me dirigí a brindarle toda mi atención a la joven humana. Con cada paso que daba adentrándome entre las lápidas, un olor que camuflaba el de la humana fue percibido por mis sentidos, los pequeños quejidos y gritos me alertaron. ¿Qué diablos estaba pasando? - ¿Por favor no te mueras? Una pregunta que amenazaba con terminar en una estruendosa risa, fue emitida por mis labios. Mi presa… parecía ahora ser parte de los cuerpos putrefactos que se escondían tras las lápidas… vacío, inservible… - ¿Dando las gracias por la cena? La furia finalmente hizo su presencia… - ¿Someter a la presa de otro vampiro? ¡Mala idea! Gruñí, abalanzándome contra el desconocido…
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Victimas...¿acaso no todos lo somos? - [Lucern Ralph]
Mis manos seguían palpando con frenesí el cuerpo moribundo de la joven que yacía inerte sobre la lapida, no lo aceptaba, no lo haría. Me coloque encima de ella con el rostro visiblemente perturbado, y mientras colocaba mis manos sobre su pecho empecé a presionar para ver si de esa forma podía lograr que no muriera, pero entonces algo me lo impidió. Un peso se abalanzo sobre mi provocándome caer a un costado de la superficie donde me encontraba, una voz llego hasta mis oídos, pero yo seguí sin prestar atención a lo ocurrido, no había nada mas que me importara en ese instante mas que impedir cargar con una muerte mas en mi enorme lista. ¡No una más!, no hasta tener una penitencia que lograra redimirme de todos mis pecados. En total silencio luche por quitarme de encima a quien fuese aquella persona, luche con mis manos, ejerciendo gran parte de mi fortaleza de vampiro hasta al fin liberarme. Ni siquiera me tome la delicadeza de ver el rostro de aquel sujeto, tan solo me arrastre por el suelo cuan alimaña, llegando nuevamente hasta la mujer a la que yo mismo le había provocado el letargo en el que ahora parecía encontrarse.
Subí a su cuerpo una vez mas, colocándome sobre su abdomen, colocando mi rostro sobre el para intentar escuchar su corazón. No hubo respuesta…
- ¡No! ¡No te mueras maldición! – Exclame de la manera más desgarradora posible en uno de mi especie, empezando a zarandear el cuerpo inerte de la mujer a la que yo mismo acababa de acarrearle la muerte. Una joven y bella mujer, una que seguramente tenía tantos planes, tendría si acaso escasos dieciocho años, y yo acababa de acabar con todo eso, con su inocencia, con todo su futuro. La sangre de la joven mano por mi boca llegando hasta el cuello, mientras yo no hacia más que encorvarme hasta ocultar mí avergonzado rostro entre sus cabellos, arrepentido. – Dios… - Ni siquiera merecía tener el goce de poder llamar al creador por su nombre, seguramente estaría asqueado de mi ese instante. No había remedio, ni para ella, ni para mí.
Levante la vista una vez mas, recordando que no me encontraba solo, alce mi mano hasta mi rostro y con el borde de mi traje limpie los restos del liquido carmín que chorreaba de mi boca, luego gire mi cuerpo encarando por primera vez a ese hombre que se había abalanzado sobre mi apenas escasos momentos. Me quede helado, todavía más de lo que ya estaba por naturaleza.
- ¿Lucern? – Su nombre salio de mi boca en forma de cuestionamiento, siendo que de verdad sabia que era el. Lucern Ralph, el imponente caballero al que había conocido escasos años atrás, el hombre que había estado carcomido por su perdida irreparable, por su amada, esa a la que clamaba noche tras noche, sin duda un gran hombre. Era realmente poco lo que podría decir que había cambiado en su aspecto, seguía siendo ese hombre elegante y con porte del pasado, su cabellera seguía incluso dando ese aire de descuido, pero algo en su mirada estaba distinto.
Subí a su cuerpo una vez mas, colocándome sobre su abdomen, colocando mi rostro sobre el para intentar escuchar su corazón. No hubo respuesta…
- ¡No! ¡No te mueras maldición! – Exclame de la manera más desgarradora posible en uno de mi especie, empezando a zarandear el cuerpo inerte de la mujer a la que yo mismo acababa de acarrearle la muerte. Una joven y bella mujer, una que seguramente tenía tantos planes, tendría si acaso escasos dieciocho años, y yo acababa de acabar con todo eso, con su inocencia, con todo su futuro. La sangre de la joven mano por mi boca llegando hasta el cuello, mientras yo no hacia más que encorvarme hasta ocultar mí avergonzado rostro entre sus cabellos, arrepentido. – Dios… - Ni siquiera merecía tener el goce de poder llamar al creador por su nombre, seguramente estaría asqueado de mi ese instante. No había remedio, ni para ella, ni para mí.
Levante la vista una vez mas, recordando que no me encontraba solo, alce mi mano hasta mi rostro y con el borde de mi traje limpie los restos del liquido carmín que chorreaba de mi boca, luego gire mi cuerpo encarando por primera vez a ese hombre que se había abalanzado sobre mi apenas escasos momentos. Me quede helado, todavía más de lo que ya estaba por naturaleza.
- ¿Lucern? – Su nombre salio de mi boca en forma de cuestionamiento, siendo que de verdad sabia que era el. Lucern Ralph, el imponente caballero al que había conocido escasos años atrás, el hombre que había estado carcomido por su perdida irreparable, por su amada, esa a la que clamaba noche tras noche, sin duda un gran hombre. Era realmente poco lo que podría decir que había cambiado en su aspecto, seguía siendo ese hombre elegante y con porte del pasado, su cabellera seguía incluso dando ese aire de descuido, pero algo en su mirada estaba distinto.
Thibault Colville- Vampiro Clase Alta
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Re: Victimas...¿acaso no todos lo somos? - [Lucern Ralph]
Terminé sobre una de las lápidas tras el brutal golpe que el vampiro me había regresado, reduciéndolo a un montón de escombros bajo mi cuerpo. Gruñí de placer ante el satisfactorio dolor que recorrió mi espina dorsal un segundo antes de que me irguiera sobre mis pies para acercarme hasta él. Me detuve abruptamente al reconocer esa voz. No le había visto el rostro aún, pero ese desgarrador dolor por haberle arrebatado la vida a su presa, el timbre, simplemente imposible de no reconocer. - ¿Thibault Colville? La incredulidad asomó en mi rostro. ¿Después de tantos años coincidíamos en Paris? Éste era el último lugar en que esperaba encontrármelo. Paris le traía tantos recuerdos. Thibault había nacido y crecido entre las calles parisinas. ¡Demonios! Incluso había dejado su familia aquí tras haberse transformado en un “monstruo” para no lastimarlos. ¿Monstruo? Solíamos utilizar esa palabra en antaño para referirnos a los nuestros. Lo que me llevaba a una cuestión muy interesante. - ¿Qué demonios haces aquí? La incredulidad pronto dio paso a la alegría. Una emoción que rara vez sentía, pero si existía una persona que me daba gusto ver, ese era el hombre que se encontraba ante mí. Incluso me gustaba pensar en él como un hermano. En cuanto su mirada se cruzó con la mía, el tormento en sus ojos me obligó a levantar una de mis cejas. Los dos habíamos cargado con ese innegable dolor al no poder combatir contra lo que éramos, arrebatando vidas “inocentes” por ser animales sedientos de sangre, incapaces de refrenarse a tiempo para tomar solo la necesaria. – Mismo nombre, un hombre diferente. Una sonrisa arrogante bastó para romper el hielo que se había asentado entre nosotros, conforme sacudía los pequeños escombros de mi cabello. – Creí que estabas muerto desde que jamás te pusiste en contacto. Ahí estaba de nuevo esa mirada de arrepentimiento.
¿Tanto sufrimiento por haber asesinado a la mujer de cabellos rojizos? ¿En qué tiempo había sido tan ingenuo como para sentir remordimiento? Dejar ir el pasado… Thibault debería aprender a hacer lo mismo y aceptar lo que éramos. El tiempo se había encargado de hacerme ver que ser un vampiro no era una batalla que tenía que librar noche tras noche. Éramos superiores. Estaba en nuestra naturaleza cometer asesinatos. Disfrutar de la sangre. Saciarnos de los gritos de las víctimas. Crear un juego de lo cotidiano. Pasar del aburrimiento. - Déjalo ser, hermano. Eché una rápida mirada a la humana que yacía sobre la fría y marmórea lápida, inhalando el aire a mi alrededor, ese misterioso, clandestino y enloquecedor olor a muerte que impregnaría mis fosas nasales. Los pequeños puntos en su cuello le daban un siniestro aspecto junto al color blanco y sin vida de su cuerpo… Palidez como los vampiros… - Por lo que veo no has cambiado en nada. El doble sentido no se hacía esperar. Thibault y yo habíamos compartido ese estúpido pensar de que acabar con las vidas humanas era una condena para ¿nuestra alma? “Porque pueda no significa que tenga que hacerlo” Sí. Definitivamente algo estaba mal con nosotros en aquélla época. Pero como el paso de las estaciones, los cambios del hombre y del vampiro no podían quedarse atrás. Nada era estable ni continuo. – Cargamos con la suficiente culpa por nuestras vidas humanas que, un poco más, ya no importa. No me agradaban las muestras de cariño, pero después de años y años sin saber de él, un apretón de mano no podía bastar.
¿Tanto sufrimiento por haber asesinado a la mujer de cabellos rojizos? ¿En qué tiempo había sido tan ingenuo como para sentir remordimiento? Dejar ir el pasado… Thibault debería aprender a hacer lo mismo y aceptar lo que éramos. El tiempo se había encargado de hacerme ver que ser un vampiro no era una batalla que tenía que librar noche tras noche. Éramos superiores. Estaba en nuestra naturaleza cometer asesinatos. Disfrutar de la sangre. Saciarnos de los gritos de las víctimas. Crear un juego de lo cotidiano. Pasar del aburrimiento. - Déjalo ser, hermano. Eché una rápida mirada a la humana que yacía sobre la fría y marmórea lápida, inhalando el aire a mi alrededor, ese misterioso, clandestino y enloquecedor olor a muerte que impregnaría mis fosas nasales. Los pequeños puntos en su cuello le daban un siniestro aspecto junto al color blanco y sin vida de su cuerpo… Palidez como los vampiros… - Por lo que veo no has cambiado en nada. El doble sentido no se hacía esperar. Thibault y yo habíamos compartido ese estúpido pensar de que acabar con las vidas humanas era una condena para ¿nuestra alma? “Porque pueda no significa que tenga que hacerlo” Sí. Definitivamente algo estaba mal con nosotros en aquélla época. Pero como el paso de las estaciones, los cambios del hombre y del vampiro no podían quedarse atrás. Nada era estable ni continuo. – Cargamos con la suficiente culpa por nuestras vidas humanas que, un poco más, ya no importa. No me agradaban las muestras de cariño, pero después de años y años sin saber de él, un apretón de mano no podía bastar.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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