AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Donde el alma permanece [Privado]
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Donde el alma permanece [Privado]
“¡Ah!, así que quiere pedir usted a la hiena, no es de sorprenderse, ella es la estrella de la noche”
“¿La hiena? Porqué le llaman de esa manera…”
“Pues eso es fácil de descubrir, sin embargo ya que pagara usted por una noche en las fauces de la hiena será más divertido que lo vea con sus propios ojos”
“¿La hiena? Porqué le llaman de esa manera…”
“Pues eso es fácil de descubrir, sin embargo ya que pagara usted por una noche en las fauces de la hiena será más divertido que lo vea con sus propios ojos”
El carcelero arrojo un trozo de tela con el olor de la víctima impregnado en ella, después cuidadosamente acerco la llave a el candado que cerraba las cadenas dejándolo caer al suelo, con una sonrisa en el rostro le indico a su acompañante que despejara la zona de salida antes de abrir la reja y alejándose el también movió los barrotes. Una carcajada estallo en el aire silenciando cualquier ruido alrededor, los pies de la cambiaformas se apresuraban en el suelo cambiando a cada paso hasta convertirse en patas, y desparecer en medio de la noche
“Esa es la hiena querido huésped, ella cumplirá su deseo, sin embargo, habiendo usted entregado el dinero deberá olvidarlo todo, si no ocurre así, nosotros nos encargaremos de hacerle olvidar…”
Los ojos de Atriella se abrieron de golpe despertando de un sueño profundo, ni sorpresa, ni miedo se reflejaron en su rostro, solamente un pequeño gruñido salió de sus labios al sentir la luz del sol alumbrarle los ojos al despertar, traía encima una ligera sabana y un vestido blanco, aun no soportaba dormir en suave pero la alfombra era un lugar cómodo para echarse un rato a descansar, no había logrado dormir desde que llego a aquel lugar, esa noche solo pego los ojos unos segundos para recordar sus noche en el circo.
Ladeo la cabeza mientras sus enmarañados cabellos rubios por el cambio se movían suavemente, sus ojos se fijaron en los maderos consumidos por el fuego la noche anterior, un repiqueteo se escuchaba en el silencio, algo parecido a una gota de agua o un carpintero en un árbol, ella estaba ahí sentada, ajena a todo aquello que sucedía a su alrededor, como siempre enfrascada en su mundo. La voz del hombre de la biblioteca resonaba aun en su cabeza, ella se había ido con él por 2 razones, le agradaba a badou, y le agradaba a ella misma.
- Añññm…-bostezo sacudiendo la cabeza dejando que la maraña rubia encima de esta se moviese más, no había visto a badou esa mañana, y Daniil, ella conocía a los de su clase, y por alguna razón dormían siempre que había luz cerca, sus ojos se perdieron en las afueras de la mansión, allá a lo lejos, donde seguramente empezaba, imaginado que corría a ese sitio donde dejo olvidada su alma…donde el alma permanece.
“Esa es la hiena querido huésped, ella cumplirá su deseo, sin embargo, habiendo usted entregado el dinero deberá olvidarlo todo, si no ocurre así, nosotros nos encargaremos de hacerle olvidar…”
Los ojos de Atriella se abrieron de golpe despertando de un sueño profundo, ni sorpresa, ni miedo se reflejaron en su rostro, solamente un pequeño gruñido salió de sus labios al sentir la luz del sol alumbrarle los ojos al despertar, traía encima una ligera sabana y un vestido blanco, aun no soportaba dormir en suave pero la alfombra era un lugar cómodo para echarse un rato a descansar, no había logrado dormir desde que llego a aquel lugar, esa noche solo pego los ojos unos segundos para recordar sus noche en el circo.
Ladeo la cabeza mientras sus enmarañados cabellos rubios por el cambio se movían suavemente, sus ojos se fijaron en los maderos consumidos por el fuego la noche anterior, un repiqueteo se escuchaba en el silencio, algo parecido a una gota de agua o un carpintero en un árbol, ella estaba ahí sentada, ajena a todo aquello que sucedía a su alrededor, como siempre enfrascada en su mundo. La voz del hombre de la biblioteca resonaba aun en su cabeza, ella se había ido con él por 2 razones, le agradaba a badou, y le agradaba a ella misma.
- Añññm…-bostezo sacudiendo la cabeza dejando que la maraña rubia encima de esta se moviese más, no había visto a badou esa mañana, y Daniil, ella conocía a los de su clase, y por alguna razón dormían siempre que había luz cerca, sus ojos se perdieron en las afueras de la mansión, allá a lo lejos, donde seguramente empezaba, imaginado que corría a ese sitio donde dejo olvidada su alma…donde el alma permanece.
Atriella- Cambiante Clase Baja
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Re: Donde el alma permanece [Privado]
Había salido esa noche a hurtadillas, aunque no creía engañar al Doctor Stravinsky, no lo creía tonto, ambos jugaban a fingir que no sabían qué hacía uno y qué hacía el otro. Daniil a pretender que no conocía nada de la Revolución, que no sabía que László era un soldado en aquel movimiento, a pasar por alto el hecho de que aquello era simplemente lógico considerando la personalidad combativa del cambiaformas. Por su lado, László no daba importancia al hecho que con el tiempo las cartas selladas que llegaban a esa casa ya no iban dirigidas a un Barón, sino a un Zar, ignoraba a propósito las acaloradas conversaciones que el Doctor y ese otro vampiro de apellido Galeotti tenían por las noches en donde se referían al primero como Emperador de Rusia, y que, siguiendo el consejo del segundo, rezaban sobre que debía oponerse a la Revolución por sus propios intereses y los de su reino. Era mejor así, llevar la fiesta en paz, conocía a ese hombre, jamás lo delataría, y László era fiel como un perro, jamás develaría el secreto de Daniil.
Sí, esa noche se había fugado para hacer encomiendas de la Hermandad del Dragón Azul y regresaba al amanecer, aunque sabía que su jefe estaría durmiendo, e Indro también. Miró la casa antes de brincar al patio trasero y escabullirse por la puerta de atrás, si Leslie, la mucama, estaba ya despierta o no era irrelevante; esa mujer sabía demasiado de lo que acontecía en esa residencia y jamás abría la boca, entendía por qué el Doctor la había elegido como única integrante de la servidumbre. Miró una ventana, había nuevos inquilinos desde hacía algunos días pero él no había tenido tiempo de hablar con ninguno, ni con ese chico que provenía del mismo lugar que su jefe, del norte nevado, Matvey había escuchado que se llamaba, ni con los otros dos, unos hermanos con habilidades como la suya. Sonrió de lado, recordó cuando conoció al Doctor, quien alegó ser un hombre terriblemente solo y ahora tenía la casa llena, incluso a menudo lo enviaba en su forma perruna a asegurarse que una mujer de nombre Eve Heikkinen estuviera bien, sobre todo cuando él tenía que viajar a Rusia.
Terminó de hacer lo suyo, brincó el muro que rodeaba la casa y aterrizó en el pasto del jardín trasero, abrió la puerta de la cocina y no vio a nadie, caminó despacio y antes de irse a su habitación que estaba en la planta baja, junto a la de Leslie, quiso ir al baño pero antes de llegar al lugar escuchó a la muchacha, ocupaba esa habitación y se arreglaba para su rutina del día. Giró los ojos exasperado y fue al baño de arriba. La única habitación con baño privado era la del Doctor, así que rogaba que toda esa bola de gente nueva siguiera durmiendo y lo dejaran ir en paz. Su último recurso sería transformarse en corgi, salir al jardín y hacer ahí.
Caminó por el pasillo de las habitaciones pero antes de acceder finalmente al lugar a donde se dirigía, su oído, más agudo por sus propias habilidades, detectaron un sonido proveniente de una de las habitaciones que antes estuvieron desocupadas. Se frenó, giró y abrió sin tocar la puerta, porque desde luego László no tenía modales.
-Creí que todos estaban dormidos –le dijo a la joven quien parecía absorta en sus pensamientos.
Sí, esa noche se había fugado para hacer encomiendas de la Hermandad del Dragón Azul y regresaba al amanecer, aunque sabía que su jefe estaría durmiendo, e Indro también. Miró la casa antes de brincar al patio trasero y escabullirse por la puerta de atrás, si Leslie, la mucama, estaba ya despierta o no era irrelevante; esa mujer sabía demasiado de lo que acontecía en esa residencia y jamás abría la boca, entendía por qué el Doctor la había elegido como única integrante de la servidumbre. Miró una ventana, había nuevos inquilinos desde hacía algunos días pero él no había tenido tiempo de hablar con ninguno, ni con ese chico que provenía del mismo lugar que su jefe, del norte nevado, Matvey había escuchado que se llamaba, ni con los otros dos, unos hermanos con habilidades como la suya. Sonrió de lado, recordó cuando conoció al Doctor, quien alegó ser un hombre terriblemente solo y ahora tenía la casa llena, incluso a menudo lo enviaba en su forma perruna a asegurarse que una mujer de nombre Eve Heikkinen estuviera bien, sobre todo cuando él tenía que viajar a Rusia.
Terminó de hacer lo suyo, brincó el muro que rodeaba la casa y aterrizó en el pasto del jardín trasero, abrió la puerta de la cocina y no vio a nadie, caminó despacio y antes de irse a su habitación que estaba en la planta baja, junto a la de Leslie, quiso ir al baño pero antes de llegar al lugar escuchó a la muchacha, ocupaba esa habitación y se arreglaba para su rutina del día. Giró los ojos exasperado y fue al baño de arriba. La única habitación con baño privado era la del Doctor, así que rogaba que toda esa bola de gente nueva siguiera durmiendo y lo dejaran ir en paz. Su último recurso sería transformarse en corgi, salir al jardín y hacer ahí.
Caminó por el pasillo de las habitaciones pero antes de acceder finalmente al lugar a donde se dirigía, su oído, más agudo por sus propias habilidades, detectaron un sonido proveniente de una de las habitaciones que antes estuvieron desocupadas. Se frenó, giró y abrió sin tocar la puerta, porque desde luego László no tenía modales.
-Creí que todos estaban dormidos –le dijo a la joven quien parecía absorta en sus pensamientos.
Invitado- Invitado
Re: Donde el alma permanece [Privado]
Sus ojos cambiaron en el momento en que escucho los pasos de un extraño dentro de la casa, la noche anterior había dado un recorrido por toda la casa además de sus pertenencias simplemente ubicando los sonidos y olores percibidos antes de caer rendida en aquel cómodo suelo, había en total 4 habitantes contándose ella, su hermano, Daniil y una mujer con una ropa extraña, pero había sentido también el fuerte olor de un hombre que era igual que el viejo del circo, además de otro que no reconocía pues los demás mitigaban su presencia, sin embargo a lo mucho una persona más habitaba ahí y aquel que vagabundeaba tan temprano por ahí no era nada menos que un intruso, sus dientes hormiguearon con aquella sensación tan común de agresividad que desbordaba, iba a morder a alguien hasta la muerte si lo encontraba dañino para la mansión, ¿Por qué? Fácil, porque jamás en su vida había podido dormir tan bien como hasta ahora
Sus ojos cambiaron a los de la hiena en el instante en que la puerta se abrió frente a ella, su cuerpo se movió solo levantándose de inmediato, la fuerza en su cuerpo la recorrió de golpe con una oleada de fría sangre corriendo por sus venas y adrenalina disparada, sus pies resonaron contra el suelo por la fuerza que utilizo para impulsarse mientras todo su cuerpo se balanceaba como una hoja movida por el viento, al estar cerca de la persona que se atrevió a entrometerse en la morada donde ella y su hermano residían Atriella concentro toda su fuerza en sus piernas impulsándose para tirarse sobre el hombre con todo su peso de respaldo fijando sus ojos en el mientras su mano derecha lo tomaba por el cuello de la camisa colocando la otra sobre su boca para que no hiciese ningún tipo de ruido
- Extraño…-murmuro cerca de su rostro olfateando al hombre, no podía interpretar lo que su nariz le dijo, el estaba rodeado de violencia, pero era una violencia diferente s todas las bestias del circo, debajo de la carpa todo se sentia como tierra mojada, fría y sucia, todos estaban embarrados en ella, cosa que a Atriella le era indiferente pero que al parecer a su hermano pequeño no le agradaba para nada, probablemente esa era la razón por la que badou lloraba continuamente, siempre encerrado en un lugar oscuro viéndola salir blanca para después regresar roja, sin embargo lo que percibía ahora era diferente, era como el fuego que consumió la carpa aquella noche en la que se liberaron los demonios del circo guiados por una pareja enamorada, justo así, intenso como aquella flama que vio calcinar todo aquello que siempre conoció hasta dejar nada más que cenizas, ahora estaba alterándose.
Su respiración se encontraba acompasada con los latidos de su corazón, bombeando sangre conforme al oxigeno entraba dentro de sus pulmones, lento pero peligroso pues sus labios temblaban volviendo lo que debería ser inhalar y exhalar en un extraño gruñido que profería normalmente estado en su segunda forma, a cada movimiento de su cuerpo el cambio en su piel se hacía más evidente, no quería cambiar en ese instante pues alertaría a su hermano pero atriella iba comerse al intruso, trituraría sus huesos entre sus colmillos si demostraba ser un enemigo. Las puntas de sus labios se elevaron mientras mantenía la mirada fija en él, ella comenzaba a sonreír como la hiena.
Sus ojos cambiaron a los de la hiena en el instante en que la puerta se abrió frente a ella, su cuerpo se movió solo levantándose de inmediato, la fuerza en su cuerpo la recorrió de golpe con una oleada de fría sangre corriendo por sus venas y adrenalina disparada, sus pies resonaron contra el suelo por la fuerza que utilizo para impulsarse mientras todo su cuerpo se balanceaba como una hoja movida por el viento, al estar cerca de la persona que se atrevió a entrometerse en la morada donde ella y su hermano residían Atriella concentro toda su fuerza en sus piernas impulsándose para tirarse sobre el hombre con todo su peso de respaldo fijando sus ojos en el mientras su mano derecha lo tomaba por el cuello de la camisa colocando la otra sobre su boca para que no hiciese ningún tipo de ruido
- Extraño…-murmuro cerca de su rostro olfateando al hombre, no podía interpretar lo que su nariz le dijo, el estaba rodeado de violencia, pero era una violencia diferente s todas las bestias del circo, debajo de la carpa todo se sentia como tierra mojada, fría y sucia, todos estaban embarrados en ella, cosa que a Atriella le era indiferente pero que al parecer a su hermano pequeño no le agradaba para nada, probablemente esa era la razón por la que badou lloraba continuamente, siempre encerrado en un lugar oscuro viéndola salir blanca para después regresar roja, sin embargo lo que percibía ahora era diferente, era como el fuego que consumió la carpa aquella noche en la que se liberaron los demonios del circo guiados por una pareja enamorada, justo así, intenso como aquella flama que vio calcinar todo aquello que siempre conoció hasta dejar nada más que cenizas, ahora estaba alterándose.
Su respiración se encontraba acompasada con los latidos de su corazón, bombeando sangre conforme al oxigeno entraba dentro de sus pulmones, lento pero peligroso pues sus labios temblaban volviendo lo que debería ser inhalar y exhalar en un extraño gruñido que profería normalmente estado en su segunda forma, a cada movimiento de su cuerpo el cambio en su piel se hacía más evidente, no quería cambiar en ese instante pues alertaría a su hermano pero atriella iba comerse al intruso, trituraría sus huesos entre sus colmillos si demostraba ser un enemigo. Las puntas de sus labios se elevaron mientras mantenía la mirada fija en él, ella comenzaba a sonreír como la hiena.
“La hiena…Ya comprendo, es porque es igual a ellas, animales que ríen cuando matan”
Atriella- Cambiante Clase Baja
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Re: Donde el alma permanece [Privado]
Vio la figura, era delicada, bella a su modo, una belleza rara que la hacía más interesante aún, grandes ojos que eran atentos a todo y un rostro sutil y redondo enmarcado en una larga cabellera, sin embargo, lo que menos sintió László fue tranquilidad, esa presencia que lucía tan indefensa se sentía letal y aunque el miedo lo atravesó junto en medio del pecho, también sintió una fascinación enorme, como la que sentía por las letras que no comprendía, como la que sentía por su amigo Cyrille y su mundo, pero mayor, parecida pero no igual. Esa mujer en su gracia exudaba una portentosa violencia y era ese el origen de la fijación repentina del muchacho que no conocía otra cosa que no fuese eso. Se había criado en las calles, conocía el sabor de la sangre propia en la boca, la sensación de la carne mullida de músculos ajenos; el furor y la dureza de la batalla y que esa mujer, sin palabras, pudiera transmitirle eso era decir mucho.
Pero no pudo abrir si quiera la boca cuando ella ya lo tenía sujeto de la camisa (nueva, gracias al Doctor que se la había comprado) y lo acallaba, sus ojos azules se encontraron con los de la chica, no comprendió de entrada qué demonios había hecho para ganarse la agresión y escuchó el calificativo con el que fue tachado. Con algo de trabajo logró zafarse y se sacudió dando un paso hacía atrás, quedando con la espalda contra la pared de la habitación.
-¿Intruso? –Dijo con burla –yo estuve aquí antes que ustedes, piensa dos veces antes de usar esa palabra, ¿quién es el intruso aquí? –László era un pendenciero consumado y no se medía así se tratara de mujeres, niños, ancianos o gente sin manos, era un busca pleitos y como tal, tenía esa especie de arrogancia encantadora que lo sacaba de más problemas a los que lo metía, un tipo de aura atrayente, aunque esta vez, claro, no iba a agradar en absoluto a esa chiquilla. Tampoco temió en usar algo de su fuerza con ella porque la sabía igual, con sus mismas habilidades, podía olerla, no sólo podía transformarse en un animal, sino en caninos, como él. Eran perros en una misma casa, y como tales, tenían que mostrarse dominantes para no perder su jerarquía.
Se despeinó y peinó el cabello en ese mismo ritual fanfarrón y se recargó en la pared, sopló hacia arriba para apartar un mechón de su frente y se cruzó de brazos.
-No sé por qué el Doctor los trajo, y lo respeto, así que no lo cuestionaré –habló con seguridad aunque a la defensiva pues ella ya había demostrado ser del mismo modo, lista para atacar –pero el primero de esta jauría fui yo, así que… -se encogió de hombros y dibujó una mueca de disimulada burla que sólo lograba acentuarla-. Yo sólo quería saber quién dormía en esta habitación –se separó de la pared y alzó las manos –es todo, si el Doctor los trajo, yo no voy a atacarlos –eso sí le interesaba que le quedara muy claro a ella, y al mundo, por eso lo había pronunciado con cierto grado de solemnidad, porque era muy en serio; la única persona en esa ciudad, y en el mundo tal vez, que había confiado en él era precisamente el dueño de esa casa y por lo mismo, su lealtad era inamovible e infinita.
-No me vuelvo a preocupar por nadie –se encaminó a la puerta y dijo con desfachatez, pero no salió de la habitación de inmediato, estuvo seguro aunque no en un plano consciente, que esa chica iba a sorprenderlo otra vez. Tal vez era sólo ansiedad de querer verlo, de seguir sintiendo ese aire enrarecido a su alrededor que le recordaba lo que era pelearse a puño limpio, pero que en lugar de brindarle dolor de huesos, le propiciaba una increíble tranquilidad. László sólo conocía de violencia, y sólo en ella se sentía en paz.
Pero no pudo abrir si quiera la boca cuando ella ya lo tenía sujeto de la camisa (nueva, gracias al Doctor que se la había comprado) y lo acallaba, sus ojos azules se encontraron con los de la chica, no comprendió de entrada qué demonios había hecho para ganarse la agresión y escuchó el calificativo con el que fue tachado. Con algo de trabajo logró zafarse y se sacudió dando un paso hacía atrás, quedando con la espalda contra la pared de la habitación.
-¿Intruso? –Dijo con burla –yo estuve aquí antes que ustedes, piensa dos veces antes de usar esa palabra, ¿quién es el intruso aquí? –László era un pendenciero consumado y no se medía así se tratara de mujeres, niños, ancianos o gente sin manos, era un busca pleitos y como tal, tenía esa especie de arrogancia encantadora que lo sacaba de más problemas a los que lo metía, un tipo de aura atrayente, aunque esta vez, claro, no iba a agradar en absoluto a esa chiquilla. Tampoco temió en usar algo de su fuerza con ella porque la sabía igual, con sus mismas habilidades, podía olerla, no sólo podía transformarse en un animal, sino en caninos, como él. Eran perros en una misma casa, y como tales, tenían que mostrarse dominantes para no perder su jerarquía.
Se despeinó y peinó el cabello en ese mismo ritual fanfarrón y se recargó en la pared, sopló hacia arriba para apartar un mechón de su frente y se cruzó de brazos.
-No sé por qué el Doctor los trajo, y lo respeto, así que no lo cuestionaré –habló con seguridad aunque a la defensiva pues ella ya había demostrado ser del mismo modo, lista para atacar –pero el primero de esta jauría fui yo, así que… -se encogió de hombros y dibujó una mueca de disimulada burla que sólo lograba acentuarla-. Yo sólo quería saber quién dormía en esta habitación –se separó de la pared y alzó las manos –es todo, si el Doctor los trajo, yo no voy a atacarlos –eso sí le interesaba que le quedara muy claro a ella, y al mundo, por eso lo había pronunciado con cierto grado de solemnidad, porque era muy en serio; la única persona en esa ciudad, y en el mundo tal vez, que había confiado en él era precisamente el dueño de esa casa y por lo mismo, su lealtad era inamovible e infinita.
-No me vuelvo a preocupar por nadie –se encaminó a la puerta y dijo con desfachatez, pero no salió de la habitación de inmediato, estuvo seguro aunque no en un plano consciente, que esa chica iba a sorprenderlo otra vez. Tal vez era sólo ansiedad de querer verlo, de seguir sintiendo ese aire enrarecido a su alrededor que le recordaba lo que era pelearse a puño limpio, pero que en lugar de brindarle dolor de huesos, le propiciaba una increíble tranquilidad. László sólo conocía de violencia, y sólo en ella se sentía en paz.
Invitado- Invitado
Re: Donde el alma permanece [Privado]
Ella no recordaba los rostros de sus victimas, nunca los miraba antes de la actuación, la única cosa que se gravaba en su cabeza era una masa sanguinolenta que clamaba por perdón, porque claro, las mordidas de la hiena no terminaban con la victima hasta que su dueño soplase el silbato, entonces es cuando daba el golpe de gracia, pero el rostro del hombre enfrente de ella era de esos que aunque destruyese jamás desaparecerían de tu cabeza, los ojos de Atriella se movieron frenéticos en busca de un cierto algo trataba de identificar en las facciones de el extraño, como el camaleón que espera y observa a sus alrededores para transformarse, la diferencia era que su transformación no seria para ocultarse. Aspiro el aroma del muchacho confirmando la gran similitud de sus especies, ellos eran compañeros, eran iguales y a la vez no, podía sentir emanando de el un sentimiento de estar…A tope, como las gotas que caen del cielo cuando este se pone negro y arrastran todo a su alrededor, la fuerza de los dos era comparable, lo sabia por instinto, sin embargo mientras ella era madera de pino él era mas como un roble, iguales pero diferentes.
- Extraño…-gruño bajo como acostumbraba hacer apretando los puños sobre aquella camisa que aun no alcanzaba a impregnarse con el aroma del muchacho frente a ella, había algo extraño en el, hablaba de un modo que nunca había escuchado a nadie hablar, sin hacerle sentir ganas de morder, tenia un cuerpo delgado pero formidable a diferencia de muchas personas que conoció durante su larga estancia en el circo, el mirarlo a los ojos habían hecho que Atriella recordase sus días en el bosque corriendo sin parar a un lugar que no conocía, solamente ella, la oscuridad y los arboles sumiéndose en su propia danza, una muy diferente a la que realizaba cuando se encontraba en medio de su acto nocturno, quería probar una nueva pareja de baile y quizá el fuese tan bueno como Zahid, aquella gran bestia que le fue asignada antes de que todo se volviese caliente a su alrededor, antes de que el demonio rojo se tragara con su gran boca todo lo que conoció.
Los ojos de la chica se afilaron mientras arrugaba la nariz ante el extraño que andaba merodeando el lugar, analizó durante un momento el sitio dándose cuenta de que el en realidad había estado ahí antes, claro que la chica lo escuchaba hablar pero no alcanzaba a comprender totalmente a lo que se refería ni le importa en lo mas mínimo, lo único que estaba claro en su cabeza era que la esencia de alguien mas grande que ella estaba impregnada en cada pared del recinto, plagaba el territorio como lo hacen los caninos de su especie, justo como había hecho ella en la jaula del circo donde descansaba con Zahid, él podía ser mas grande y comúnmente se encontraba en su tercera forma retozando sobre la paja, pero a él no le importaba para nada ese tipo de restricciones así que siempre ladraba hacia el gigante hasta que este le prestaba atención poniéndole la pata encima para que durmiesen juntos, porque encima de todo Zahid era una bestia perezosa que solamente congeniaba con Atriella cuando la música comenzaba a sonar, entonces combinaban la fuerza con la rapidez, la delicadeza y la brutalidad, juntos mordían, arañaban, destrozaban… Y aun así creía que como compañero quizá el hombre delante de ella podría guiarla mejor, quizá podría guiarla porque con el oso, ella llevaba las riendas.
Sus rasgos se suavizaron cuando lo escucho alejarse y gruño un poco antes de caminar detrás de él, verle la espalda era bueno para ella, le gustaba su espalda porque tenia una forma que nunca antes había visto, no tan delgada como la de badou ni tan grande como la de Zahid, se parecía un poco a la de Raegar, era tan perfecta como la de el pero quitándole el olor fétido de los muertos que caminan en la tierra, desapareciendo esa extraña esencia que poseía el viejo y el dueño de la casa, ahora estaba un poco mas calmada pero su mirada aun seguía inquieta andando sobre el suelo con sus pies descalzos casi flotando sobre este, tan delicadamente que el sonido apenas salía de aquel roce, sus manos las coloco moviéndolas justo como lo hacia él, tratando de imitar ese extraño porte orgulloso, pero Atriella no tenia esa flama roja de modo que no hubo manera de que sus movimientos fuesen idénticos- Extraño!-dejo salir en ese tono bajo y ronco, producto de abandonar sus cuerdas vocales durante mucho tiempo justo al momento en que acercaba su rostro hasta casi rozar la nuca del hombre, su corazón latía con normalidad, justo como casi nunca pero su ceño aun estaba fruncido y sus labios apretados.
- Extraño…-gruño bajo como acostumbraba hacer apretando los puños sobre aquella camisa que aun no alcanzaba a impregnarse con el aroma del muchacho frente a ella, había algo extraño en el, hablaba de un modo que nunca había escuchado a nadie hablar, sin hacerle sentir ganas de morder, tenia un cuerpo delgado pero formidable a diferencia de muchas personas que conoció durante su larga estancia en el circo, el mirarlo a los ojos habían hecho que Atriella recordase sus días en el bosque corriendo sin parar a un lugar que no conocía, solamente ella, la oscuridad y los arboles sumiéndose en su propia danza, una muy diferente a la que realizaba cuando se encontraba en medio de su acto nocturno, quería probar una nueva pareja de baile y quizá el fuese tan bueno como Zahid, aquella gran bestia que le fue asignada antes de que todo se volviese caliente a su alrededor, antes de que el demonio rojo se tragara con su gran boca todo lo que conoció.
Los ojos de la chica se afilaron mientras arrugaba la nariz ante el extraño que andaba merodeando el lugar, analizó durante un momento el sitio dándose cuenta de que el en realidad había estado ahí antes, claro que la chica lo escuchaba hablar pero no alcanzaba a comprender totalmente a lo que se refería ni le importa en lo mas mínimo, lo único que estaba claro en su cabeza era que la esencia de alguien mas grande que ella estaba impregnada en cada pared del recinto, plagaba el territorio como lo hacen los caninos de su especie, justo como había hecho ella en la jaula del circo donde descansaba con Zahid, él podía ser mas grande y comúnmente se encontraba en su tercera forma retozando sobre la paja, pero a él no le importaba para nada ese tipo de restricciones así que siempre ladraba hacia el gigante hasta que este le prestaba atención poniéndole la pata encima para que durmiesen juntos, porque encima de todo Zahid era una bestia perezosa que solamente congeniaba con Atriella cuando la música comenzaba a sonar, entonces combinaban la fuerza con la rapidez, la delicadeza y la brutalidad, juntos mordían, arañaban, destrozaban… Y aun así creía que como compañero quizá el hombre delante de ella podría guiarla mejor, quizá podría guiarla porque con el oso, ella llevaba las riendas.
Sus rasgos se suavizaron cuando lo escucho alejarse y gruño un poco antes de caminar detrás de él, verle la espalda era bueno para ella, le gustaba su espalda porque tenia una forma que nunca antes había visto, no tan delgada como la de badou ni tan grande como la de Zahid, se parecía un poco a la de Raegar, era tan perfecta como la de el pero quitándole el olor fétido de los muertos que caminan en la tierra, desapareciendo esa extraña esencia que poseía el viejo y el dueño de la casa, ahora estaba un poco mas calmada pero su mirada aun seguía inquieta andando sobre el suelo con sus pies descalzos casi flotando sobre este, tan delicadamente que el sonido apenas salía de aquel roce, sus manos las coloco moviéndolas justo como lo hacia él, tratando de imitar ese extraño porte orgulloso, pero Atriella no tenia esa flama roja de modo que no hubo manera de que sus movimientos fuesen idénticos- Extraño!-dejo salir en ese tono bajo y ronco, producto de abandonar sus cuerdas vocales durante mucho tiempo justo al momento en que acercaba su rostro hasta casi rozar la nuca del hombre, su corazón latía con normalidad, justo como casi nunca pero su ceño aun estaba fruncido y sus labios apretados.
Atriella- Cambiante Clase Baja
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