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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Sáb Jun 09, 2012 11:59 pm


La vida se puede observar a través de los recuerdos, memorias en las cuales se enfoca el deseo de retroceder el tiempo para solucionar los problemas, para poder creer que todo sería mejor. Entonces, la imaginación vaga por los sentidos de la vista y engaña a la razón mostrando una visión del futuro que pudo haber sido, la melancolía, la nostalgia aparecen y el arrepentimiento abofetea el rostro del soñador ¿Cuánto dolor se puede resistir sin antes derrumbarse ante todos esos sueños fragmentados? El suspiro de la gitana se escabulle entre el bullicio del circo. Una vieja, acabada, moribunda pelirroja se pone de pie para abrir la carpa en la que se encuentra. La noche les acompañó y, aunque la primavera había hecho de los marchitos árboles unas flores hermosas, ella aún sentía el invierno entrometerse en las profundidades de su piel. La ausencia de Darius le hacía desfallecer. Pero tenía que continuar, porque ese siempre fue su destino. Su mirada cansada, sus labios partidos, el corazón destrozado y el alma envenenada de venganza. Así recibe a su primer cliente.

-¿Para qué desea conocer el futuro, si… aunque pueda retrasar a la muerte esta siempre lo encontrará donde quiera que este?- Preguntó con una sonrisa amarga en sus labios. Hacía más de varios meses en los que no se le veía la alegría en el brillo de sus ojos, la perdió, la extravió, murió junto a la esporádica felicidad que el vampiro Argeneau le había regalado. Nunca imaginó que merecía sentirse amada, querida por alguien y, por supuesto, cuando él se lo ofreció, la maldición de la gitana tenía que encargarse de arruinarlo todo. Él hombre la miró con millones de dudas depositadas en sus orbes, entonces la cuestionó -¿Entonces para qué vivir?- Merlina arqueó una ceja y regresó a su asiento, en donde arrojó las cartas al aire. Una dos, tres, cuatro cartas fueron colocadas de forma paralela a él. Las figuras auguraban fortuna para el joven y la gitana no soportó la idea de que alguien pudiese conseguir todo lo que desea. Lo miró despectiva y entonces exclamó -¡Suicídate! El remedio a tus problemas está en la muerte- Se carcajeó, y preparó la siguiente fila de cartas. Para terminar la lectura le pidió a él elegir una del maso. Merlina la observó detenidamente y al final sonrió. –Te lo dije, esa chica que amas será tuya, pero su padre prefiere verla muerta antes que contigo, pero por obvias razones irá tras de ti… cuídate, la estocada al corazón está más cerca de lo que crees- Él sacó una moneda de oro de su bolsillo, la pelirroja fue bastante convincente de lo que decía así que él le creyó quería pagarle bien a la mujer, Merlina se negó. –Pagarás con creces, con dolor, no es necesario tu dinero- Lo despidió.

¿Compasión? No, simplemente se vio reflejada en aquel hombre quien podría dar la vida por ese amor y que sin embargo, su destino no era estar junto a él. ¿Por qué se atrevió a enamorarse de esa forma? ¿Por qué los dioses le pusieron en el camino a alguien como él si después de todo lo perdería por un error? Una vez sola, en esa carpa tomó la bola de cristal y la arrojó contra el suelo, se rompió en miles de pedazos. Desde esa noche y hasta ahora no había podido desahogar su dolor, no pudo llorar, no pudo odiar al mundo, estaba fuera de esta realidad, fuera de si misma, Merlina estaba perdida y aquella visita, con el nombre de Erick y Marine inscritos en una sábana con letras doradas, le recordó lo que nunca, nunca podrá tener. Lanzó la silla fuera de la tienda, rompió el cristal de su cuello y estuvo a punto de separarse de la trenza que ella misma tejió para ambos, el único recuerdo físico que le quedaba de él. Sólo de esa forma se mantenía apegada a él, porque así podía sentir que estaba junto a ella, porque a pesar de que Darius se hubiese desprendido del collar gemelo que Merlina tenía, para ella significaba lo contrario. Derrapó un par de lágrimas al verlo sobre sus palmas y huyó de la vieja carpa.


Última edición por Merlina Draven Bancroft el Miér Ago 01, 2012 11:12 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Jue Jul 12, 2012 11:33 pm

«A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.»
--- Jean de la Fontaine

¿Es que acaso el sendero era infinito? El dolor apaciguaba su propio dolor, el de cada músculo tras caminar kilómetros accidentados entres valles, montañas y orillas de ríos discretos no pintados en los mapas, a penas con la suficiente comida para continuar, con el constante peligro de ser asaltada (¿qué iban a quitarle si no tenía nada?) o algo peor, había huido para buscaba, buscaba como chivo expiatorio para no sentirse tan abyecta de haberlo dejado todo allá con los orgullosos cíngaros Iordache, pero la verdad era que también deseaba con fervor encontrar a Stea, encontrarla viva, bien, feliz quizá, porque Soare creía en el poder de la tierra, del viento, del agua y sobre todo del fuego y en ellos depositaba su ciega fe, esa que le impedía ver que la probabilidad más cercana, más plausible, era la de Stea, su pequeña hermana, en desgracia.

El dolor apaciguaba su propio dolor, pero el que sentía en la carne y en los huesos, el que le impedía –por penosa fortuna- sentir el que estaba más allá, más adentro, más clavado y más hondo, el dolor en el alma herida, en el alma que se incendió la noche que murieron su padre y su hermano, aunque ella no lo recordara, era tal vez por eso mismo, que ese sufrimiento indistinguible permeaba de a poco como una gotera molesta pero que no es amenaza para los cimientos de una casa.

No más, no podía más, cada paso era una agonía, un ramalazo de dolor, de recuerdos, de querer regresar llorando a brazos de su madre, pedirle perdón y aceptar el hecho de que tenía que casarse con un desconocido por el bien de los suyos, los intransigentes calés que Janfri, su progenitor, había adiestrado bien. Pero no había llegado tan lejos para eso, París estaba ahí frente a su vista nublada por el calor, la sed y el hambre, el dolor de las carpas de la gente gitana, su gente, se interponían entre la ciudad y ella. Caminó por inercia, como quien ha perdido las piernas de un solo tajo y busca alcanzar el arma de su redención y venganza.

Pudieron haber pasado días, y horas, o minutos, Soare no midió lo que tardó en alcanzar el lugar que era la panacea a su tortura, sólo supo que llegó. Las estrellas –mismas que le recordaban a Stea, pues su nombre las invocaba- ya cubrían la ciudad cercana y ese campamento como un enjambre de luciérnagas. Una vez que estuvo ahí sintió alivio inmenso, casi como si su sed fuese saciada, su hambre abreviada y su dolor menguado, suspiró, su viaje se había prolongado tanto que ya había olvidado lo que era estar entre su gente. Miró a un lado y luego a otro, un hombre venía hacia ella y se apartó del camino, el sujeto iba ensimismado, muy probablemente ni siquiera la notó y del sitio del que el sujeto provino escuchó un estruendo, contra toda lógica, fue hacía allá, al menos estuvo segura que ahí se encontraba alguien. Una silla rota le dio la bienvenida, luego siguió el rastro de destrucción para toparse con un rostro lacrimógeno y afectado, aunque a penas perceptible, un llanto tímido, avergonzado. Abrió los ojos como si nunca hubiese visto algo igual, la verdad era que le había sorprendido que una gitana tan bella como la que tenía en frente estuviese llorando, cualquiera que fuese el motivo.

-No importan los motivos –habló con voz firme, alta; se había olvidado del sonido de su voz, sola como viajaba, ¿con quién habría de platicar? –Lo importante es saber llorar –dijo en parte para llamar la atención de la otra y quizá preguntarle cosas más concretas y útiles, pero también porque le había nacido decirlo. Mostrarse débil era una cualidad de los fuertes, o eso creía ella al menos.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Miér Ago 01, 2012 11:17 pm


El mundo pareció verterse sobre su espalda, con las espinas de las rosas adhiriéndose a su piel. Confusa, derrotada y con la rabia creciendo hábilmente en su interior. Se encontraba deshecha por lo que le tocó vivir aquella noche, se supone que terminaría con todo de una bendita vez, pero nunca tuvo consciencia de los planes mezquinos del conde. Fue su error y lo había pagado no sólo con su vida, si no con la destrucción de aquel pobre hombre al que alguna vez rescató de las mismas garras a las cuales entregó sin siquiera sospecharlo. Sus pies pesaron más de lo que sus pasos advertían, era como correr con un ancla atada a la espalda, escapando de esas sombras terroríficas que respiran a través del olor a muerte. La garganta se la había secado y notó como el clima cambió tras salir de la carpa. El aire, si para los curiosos era ameno, a ella parecía quemarle los pulmones cada que aspiraba, las oleadas de calor le golpearon en el rostro sofocando sus andanzas. Se sentía desfallecer persiguiendo una remota y patética imagen en sus pensamientos. En ese instante se dio cuenta que no importa cuanto deseara correr lejos de ahí o donde se escondiera, no podía huir de lo único peor que Lucern Ralph. Su realidad parecía absorberla hasta el punto en dejarla absorta y, con el último rayo del sol ocultándose en el horizonte, dejó salir un grito sordo ante la fúnebre conclusión a la que llegó.

Jugó con parsimonia en el mundo de los vivos y fue partícipe en la emboscada al territorio hostil de los muertos. Anduvo de aquí para allá esperando no ser descubierta como el espía que intenta derrocar al monarca, pero no existe poder divino que no le haya hecho enfrentar las consecuencias de sus actos, por más insignificantes que fuesen, cada decisión que había tomado la condujo hasta allí «No lo pude ver –pensó- me cegué ante una mundana ilusión que ni siquiera estaba a mi alcance y no lo pude ver» Su sonrisa constituía una tétrica ironía, de esas en las que suelen caer las cuentas tras haber estado sumando inevitablemente los mismos números y querer obtener un resultado completamente diferente. Un matemático sabría que, para obtener una diferencia sólo bastaba con colocar un par de paréntesis en la operación y eso lo cambiaría todo, para Merlina no fue tan sencillo llegar a ese punto y, tras meditar varios minutos sobre su descenso al infierno, consideró las opciones que tenía. Le destruyeron la vida, atizaron el fuego que hasta hace poco había permanecido resuelto en una espesa bruma, balanceándose sin herir a nadie, sin eclipsar a nadie «Un hombre sin compasión es capaz de matar a alguien, pero una mujer sin…» Un terrible escalofrío recorrió lo largo y ancho de su espalda invitándole a confundir la sensación una caricia de los días del invierno, sin embargo, ella supo de lo que se trataba. Frunció el ceño y secó las lágrimas bajo sus ojos, se mintió a si misma sobre lo que tenía que hacer y lo que quería hacer. Vaciló antes de poder girarse sobre sus talones, ver su carpa tras ella y preguntarse el nuevo rumbo que tomaría. Lo que vio a continuación, fue más que un golpe bajo a su aparente fortaleza.

Ese rostro le pareció familiar pero no pudo relacionarlo inmediatamente con ninguna persona que viviese en las cercanías del circo o con alguno de los gitanos con los que se había establecido tiempo atrás. Escuchó su voz y el fantasma de saberla ‘alguien’ apareció de inmediato para inculcar la duda. No tenía tiempo para atender extraños y no deseaba malgastar sus pocos minutos en plantearse una conversación profunda con ella. Quiso moverse, hacerse a un lado y dejarla pasar hasta el punto en que se perdiese entre las miles de sombras a lo lejos, allá en la indiferencia de la conmoción del gentilillo del circo. Sus pies no reaccionaron ni siquiera para alcanzarla, no pudo moverse, no logró articular palabra alguna porque en su mente ya se movían una serie de revoltosos recuerdos. Vio pasar frente a si a la anciana a los niños que perecieron cuando conoció a Darius, a su familia adoptiva, la cual se perdió entre cenizas, el conde con su grácil apariencia y falsas promesas, pero sobre todo la mirada celeste de Darius. Apretó el amuleto contra su pecho y asintió ante las palabras de aquella mujer.

Dio un par de pasos con desidia y, al tenerla más de cerca pudo ver su rostro en la totalidad de la noche. Los ojos de Merlina se abrieron como platos ante el asombro y la incógnita, dio un par de golpecitos con sus dedos sobre su cien para recordar el nombre. No es que fuese tan difícil, si no más bien el hecho de estar sumergida repentinamente en un laberinto en donde todos los participantes a verdugos se trataban de vampiros terroríficos que desean mutilarla física y mentalmente. «Ella es…» -¿Soare?- Comenzó como un pensamiento, casi como un recordatorio obligatorio para si misma, pero con el paso de los segundos y asimilándolo lentamente, su voz resbaló entre su boca para formular un nombre que terminó por evocar una pregunta al mismo tiempo. Antes de que ella pudiese siquiera esbozar un gesto o articular alguna palabra, Merlina se le adelanto para sujetarla con ambas manos dejando caer el amuleto al suelo. Se le veía fatal. Sus labios estaban secos, su mirada tenía un pérdida considerable del brillo que usualmente tenía esa gitana, sus manos eran rasposas y las prendas que vestía, ni hablar… se encontraba en pésimas condiciones -¿Pero que dem…- La miró con millones de interrogantes silenciosas. La arrastró hasta su carpa sin dejando que apoyase todo su peso en su propio cuerpo -¿qué te pasó?- soltó preparando un vaso con agua. Puso su mano sobre la frente de Soare y después en sus mejillas palpando su temperatura corpórea –Parece que estás bien, pero no te ves así, Soare…- El nombre de la gitana resultó ser un susurro lamentoso. Le dolía verla así, porque tiempo atrás «Maldición, no. Dime que tú no»
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Mensaje por Invitado Sáb Ago 25, 2012 2:52 am

La memoria de la gitana era un guiñapo, un retazo de tela gastada, roída y sucia, a menudo ella misma creía que se inventaba muchos de los recuerdos que solía evocar, porque le parecía imposible e increíble que recordara con tanta claridad ser tomada de la mano por su padre, ser educada en muchos aspectos de la vida gitana por su hermano y de pronto y de la nada, simplemente no tenía más registros de ellos, ni siquiera podía acomodar con exactitud cronológica los hechos, ¿ese peligroso viaje a través de los Cárpatos fue antes o después que la primera vez que su familia llegó a Niza y conoció el mar? ¿Esa noche en la que su madre le enseñó a orientarse usando las estrellas fue antes o después de explicarle como leer el tarot? Un simple faltante en el rompecabezas destruía toda la imagen, no podía verla con claridad y temía que muchas de sus memorias más felices fuesen no más que una mentira. Sabía, porque no era tonta, que algo faltaba, que había una enorme laguna obscura y profunda en medio de su memoria, una mancha negra tan espesa y obscura que no le permitía saber qué había detrás de ella, ¿qué había perdido? ¿Qué pieza, su mente, había decidido quitar sin pedir su consentimiento?

Escuchar su nombre le resultó extraño, primeramente porque no tuvo la referencia inmediata de quién se trataba ella, por qué sabía su nombre, y en segundo lugar porque no lo había escuchado en meses más que en su mente, casi se había olvidado de su sonoridad, de esa melodía corta y cíngara que la palabra rumana que significaba sol, era. Parpadeó confundida, no era para menos, escuchar con esa claridad portentosa su nombre fue un golpe que no estaba preparada para recibir. Abrió la boca no muy segura de qué palabras usar ahora, se había acercado intrigada por el llanto ajeno pero ahora su curiosidad era mayor, pero daba más miedo también al no recordar de ningún sitio a la gitana de cabello rojo. De todos modos no importó, era halada hasta la carpa e incapaz de oponer resistencia, se dejó guiar. No fue hasta que sintió las manos ajenas sobre las suyas, hasta que vio su reflejo en los ojos de la otra, hasta que escuchó su nombre pronunciado con tan cristalina fuerza que se enteró de su deplorable condición. Bella siempre había sido, pero esa belleza había sido mermada casi hasta extinguirse a base de largos caminos, encuentros desastrosos y hambre, sed y miseria. Y ahí estaba de nuevo, la gran laguna de su mente jugándole bromas, impidiéndole tener un archivo claro de vivencias, lo suyo era más un cesto de basura atiborrado, sin orden alguno, que no importaba en realidad.

Miró a la otra, la miró como si fuese una niña y su salvadora fuese una aparición divina. Lo era, de algún modo, pues si la conocía y mostraba esa preocupación por ella, eso era, su ángel vengador que venía a sacarla del lodazal. En su mente algo hizo clic, algo foráneo y extraño, algo sin cuerpo, sin nombre y sin razón.

-Merlina –susurró, y aunque su voz sonó insegura, dentro tenía la certeza de que ese nombre correspondía a esa persona. Sintió una fuerte opresión en el pecho, una que en cualquier momento estallaría, pero luego, antes de que esa presión rompiera cualquier cosa que le impedía liberar la tensión, el alivio vino luego. Inesperado pero deseado-. Estoy bien, yo… -no sabía ni por dónde empezar, además de que el recuerdo sobre su ahora anfitriona era vago aún, aunque tal vez si le mencionaba a su familia un detonante hiciera explosión dentro de la maltrecha cabeza –yo dejé mi caravana, mi hermana… -la opresión regresó, pero era más terrible y más constante –mi hermana Stea, no sé dónde está y la estoy buscando –su voz se tiñó de desespero, negó con la cabeza para tranquilizarse y luego esbozó una sonrisa tímida –no importa, no por ahora –buscó la mirada de su interlocutora –ahora mismo me preocupan más tus razones para haber estado llorando –dijo con franqueza, porque Soare era como los elementos, su alma era desnuda y jamás ocultaría lo que verdaderamente le preocupaba o interesaba en el momento, era sincera, desconocía otra forma de comportarse que no fuese esa. Sí, Stea ocupaba sus pensamientos y era el motivo de sus rezos, pero en ese instante supo que no iba a conseguir gran cosa al respecto y que la prioridad era otra: Merlina, que aún se dibujaba como una figura vaga, ¿de dónde la conocía? Quizá la respuesta yacía en una de esas memorias borradas por motivos que desconocía.


Última edición por Soare Iordache el Miér Sep 05, 2012 10:12 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Miér Ago 29, 2012 9:42 pm


Existen un montón de cosas en este mundo que es preferible ignorar, sin embargo, la curiosidad suele arrastrar las corrientes en dirección opuesta a donde se supone se debe dirigir el hombre. En ocasiones los resultados fueron prometedores, en otras no tanto, pero lo peor radicaba en las atrocidades que se despertaban cuando la suerte decide no sonreír a bienestar de quienes van en su búsqueda. Merlina era una de ellas. Su vida, desde que tiene uso de la razón, se vio sujeta a una serie de eventos que, desafortunadamente, terminaron por romperla completamente. Ahora estaba más vacía que nunca, como si alguien hubiese arrancado el alma de su cuerpo con la oz de la muerte. Perdió la sonrisa, olvidó absolutamente todo lo anterior y se recriminó en silencio al no poder ofrecerle una facción amable de su rostro a la morena. Suspiró ausente. Alejándose de ella. Sacudió su cabeza. –Típico en ti, prefieres anteponer a los demás sin importar lo que te ocurra- Comenzó a hablar. Aunque la voz podría ser la misma que Soare recordara, había algo en ella que destacaba. Ya no era tan cálida como antes. –Por un segundo deja de preocuparte por los otros. Mírate, eres un completo desastre. Toma, te ayudará un poco- Le entregó el baso con agua obligándola a sentarse sobre lo que presumía ser un pedazo de cojín.

Ignoró la pregunta de la gitana, no la respondería a la primera, quizá nunca develaría la razón por la cual lloró desesperadamente. La decisión fue tomada, borraría todos esos recuerdos de su mente para siempre, pero para ello tendría que hacer un enorme sacrifico antes. En ocasiones, deseaba golpearse en la cabeza de tal forma en la que las lagunas mentales devoraran todos los sueños que con tanto ímpetu se había propuesto alcanzar. Su realidad era otra y tenía que hacerse a la idea que los finales siempre resultan caóticos y para nada agradables. El sabor de su boca fue amargo. Si antes se caracterizaba por el espíritu inquebrantable y esa radiante felicidad optimista a pesar de todo, ahora todo eso se volvió veneno del más desgarrador que alguien pudiese ser capaz de soportar. Tal vez Soare se salvase de eso por ser una sombra del pasado o quizá ni ella pudiese escapar a la nueva faceta de Merlina, pero si había una cosa segura, es que aquella mujer, notaría la decadencia a la cual su antigua compañera se había resumido en una única noche. Era como saber que se le ha vendido el alma al demonio y no poder hacer nada para ayudarle a recuperarla.

Relamió sus labios. La dejó sentada mientras corría a buscar un péndulo de ágata negra con el cual trabajaría a continuación. Lo enredó en su palma para después dirigirse hasta una cajonera donde las reliquias eran cualquier baratija que se encuentra en los mercados. Sacó un par de velas, las encendió y después colocó sobre la mesa un mapa de toda Europa. Arrimó todos los juguetes hasta quedar más cerca de Soare. Le extendió la mano, la sujetó con firmeza y dejó caer sobre el mapa aquel péndulo –Si tu hermana está en estas tierras la veremos- Dejó oscilar el objeto sobre la mesa. Vaciló varias veces sin poder concentrarse en una dirección fija. Merlina mantenía los ojos cerrados intentando concentrarse en el objeto perdido, -en este caso una persona- pero no había ninguna respuesta en concreto. Frunció el ceño y clavó su mirada en los ojos de Soare –No lo entiendo, tu lazo con ella es muy fuerte ¿Por qué no puedo verla?- Merlina no había perdido sus poderes, incluso se volvió más fuerte poco después de su tragedia que aquello debía ser un juego de niños para ella. Torció los labios y desvió la mirada hasta un pequeño cofre de madera. –Quizá las runas puedan ayudarnos. Espera- Se encaminó hasta allí y tomó las runas en su palma. Al hacerlo, tuvo una visión extraña. Fuego, había fuego por todas partes y los gritos de las personas eran realmente desgarradores. Sintió como el calor devoraba su cuerpo y como su corazón era exprimido por las garras de alguien que le ataca de espaldas. Su respiración se cortó y, cuando todo se tiñó de penumbra, volvió a la carpa junto a Soare. No supo si fue una revelación del pasado o una del futuro, pero sin duda alguna, significaba muerte.
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Mensaje por Invitado Miér Sep 05, 2012 10:50 pm

Se limitó a sonreír ante las palabras de Merlina, aún le costaba trabajo hilar palabras, sobre todo porque había pasado largos días, semanas y meses callada, sólo con sus pensamientos hablándole para no volverse loca, poco a poco, sin embargo, recobraba la habilidad de hablar, sin embargo, la presencia de la otra, o mejor dicho, su presencia propia en ese sitio seguía descolocándola. Las piezas no terminaban de caer en su lugar y aun así, por sobre toda esa confusión prevalecía un sentido de pertenencia y seguridad, sabía que ahí nada le iba a pasar y que no sólo estaba con su gente –los gitanos- sino con Merlina de entre todos los cíngaros. Con paso lento pero seguro comenzaba a hacer trabajar esa memoria destazada que tenía, a hacer conjeturas, unir cabos y lograr formarse una idea más grande y más acertada. Tomó el vaso y se sentó, lo que había dicho la otra le confirmaba que no sólo la conocía, sino que la conocía demasiado bien.

-Me recuperaré –alcanzó a decir con cierto tímido entusiasmo mientras su anfitriona se iba y regresaba, estiró el cuello para ver qué hacía, bebió el resto del agua, misma que le sentó como caída del cielo y mantuvo sus ojos verdes atentos, en cuanto vio el conjunto de objetos entendió y el corazón se le fue hasta el suelo, por fin tendría una respuesta más clara respecto al paradero de Stea y aunque se mantenía optimista, sabía que lo peor podía esperarse. Respiró profundamente mientras Merlina acomodaba todo y fijó sus ojos en el mapa, sin querer recorrió con la mirada los límites de Rumanía con Hungría hasta París, el recorrido que ella había hecho, sola y temeraria y se dio cuenta de su capacidad, cualquier otro habría muerto en un viaje similar. Cuando no puso localizarla, Soare alzó la vista buscando desesperada los ojos de Merlina, como un niño que ha perdido a sus padres, ¿si no la encontraba sería porque estaba muerta? El corazón le dio un vuelco, quiso ponerse de pie, ponerse a llorar, salir corriendo o lo que fuera pero su cuerpo simplemente no reaccionó, una cuerda constantemente tensa en su interior se estiró tanto hasta casi romperse, pero ante de que pudiera hacerlo, una vez más su salvadora venía al rescate, diciendo que intentarían otro método.

-No sé qué pasa, tampoco puedo sentirla, como si… -negó con la cabeza –no, no puede estar muerta, pero pudieron haberle hecho mucho daño, quebrar su alma de gitana, eso que nos unía –agachó la cabeza, miró el vaso vacío que sostenía con ambas manos y frunció el ceño. Luego miró el trayecto de Merlina y su regreso, algo en esos preciosos segundos había pasado. Dejó el vaso sobre una mesa, la misma donde estaba el mapa y caminó hasta ella, tomó su mano, la que sostenía las runas.

-Esto puede esperar –dijo con tono tranquilizador, aunque igualmente preocupado –ahora estoy aquí, y si mi hermana anda cerca, vendrá a este lugar también –se trató de consolar a sí misma, algo difícil dada la situación-, después podremos probar otros métodos –la soltó –aunque… he tratado de localizarla por medio del fuego y tampoco he tenido éxito, quizá se está ocultando, ¿pero de qué? Un día simplemente desapareció, no sé si se fue por voluntad propia o alguien me la arrebató –confesó, en realidad no tenía muchos detalles, sólo lo que había dicho: un día llanamente Stea ya no estaba-. Por ahora necesito descansar y creo que tú también, no te voy a preguntar qué viste –estuvo segura que Merlina había tenido una especie de visión momentánea –porque seguro no querrás decirme, pero al parecer no fue agradable, y tampoco te preguntaré ya sobre por qué llorabas, pero creo firmemente que ninguna lágrima es desperdiciada –le sonrió.

Poco a poco Soare se comenzaba a sentir cómoda, la hospitalidad y preocupación de la otra gitana ayudaban bastante, aunque seguía inconforme con el hecho de que algo la estuviese haciendo miserable, aunque a ese nivel, ambas parecían estar a la par, quizá sus motivos fuesen muy distintos, pero al final había algo que las azoraba.
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Destiny isn't real {Privado} Empty Re: Destiny isn't real {Privado}

Mensaje por Merlina Draven Bancroft Lun Oct 08, 2012 1:21 am



La frustración invadió su cuerpo como un velo negro se inclina ante el rostro de una viuda. Esa terrible visión, los gritos y el color rojizo del fuego, lograron impregnarse dentro de su cabeza de tal forma que el olor de las cenizas aún podía percibirse bajo su nariz. Aturdida, sin el control total de sus emociones, negó fuertemente con su cabeza. Había algo que tenía que hacer antes de cualquier otra cosa, sin embargo, la llegada de Soare desequilibró las fuerzas que la gitana manipulada a sus espaldas. Causó mucho daño, causó terror en los demás y ahora era su deber pagar por semejante treta. Siempre lo supo y aún así no hizo nada para detenerlo ¿Quién demonios se creía que era ella? ¿Una ninfa en desgracia? ¿Un mártir acaso? No, la pobre Merlina no sabía quién era, ni hacia dónde se dirigía su camino. Elevó la mirada hasta el techo de su carpa. Las estrellas podían observarse opacas por encima del velo, casi como si quisieran darle un mensaje silencioso, como si ellas pudiesen conocer el destino que le deparaba a la pobre mujer en llamas, porque no había otra forma de describir el ardor que su cuerpo sentía hasta el último de los rincones.

-¿Y, si perdió la memoria?- Sugirió ignorando todo lo que la morena le acababa de comunicar. Ella estaría bien, ese es el problema ¡Siempre está bien! Todas las personas a su alrededor son las que deberían preocuparse por sobrevivir antes que ver por la desgraciada pelirroja. Con cada año que pasaba, lograba comprender que la única forma de alejar todo el dolor en su existencia sería terminar con su vida de una bendita vez y no andar por ahí regando muerte a donde quiera que vaya. –No es normal que lazos como el suyo se des…- No pudo terminar la frase. Algo se atoró en su garganta y sólo carraspeo con un ahogado llanto interno. Jadeo a causa del sofoque. Desvió la mirada para sonreír a la jugada del karma. Sí, sí… ¡Ya lo sabía! Pero aún no se cansaba de tener que afrontarlo una y otra vez. Sospechaba de masoquismo, porque le gustaba, porque era la única forma de recompensar la muerte de sus seres queridos. Se mordió el labio inferior con impaciencia dejándose caer al lado de Soare “Ninguna lágrima es desperdiciada” ¡Si tan sólo ella lo supiese, no estaría tan segura de ello! Eso fue un golpe muy bajo para Merlina.

-Se dice que de las lágrimas de una diosa nació el mar en la tierra. Ella lo amaba tanto pero él la despreció por una falta que él mismo cometió. Todos alguna vez nos imaginamos el dolor de Gaia, pero nunca estaremos ni la mitad de cerca de su agonía… sólo cuando hayamos cruzado con los pies descalzos ese mar de agua gélida que ella lloró- Era una historia antigua contada a los niños de la tribu para que respetasen la naturaleza y se unificaran al amor por la tierra como sólo la energía del ‘todo’ puede comprenderla. Cierto es el trasfondo de la historia, el cómo se puede ofrecer un sacrificio en nombre de lo que más se ama y lo poco que importa la vida cuando ese todo se ha desvanecido con el paso de los segundos. La chica limpió sus lágrimas y sonrió como quien aún guarda la llama de la esperanza dentro de su corazón, la realidad era otra. Sólo deseaba ayudar a Soare en esta ocasión y después… terminar con lo que había iniciado. –Pero es una leyenda tonta y tienes razón, las lágrimas son la única forma de limpiar el alma del dolor ¿No?- Tragó saliva sintiendo como esta se atoraba en su garganta nuevamente –Anda, descansa… Déjame seguir trabajando en buscar a tu hermana, es lo menos que puedo hacer. Yo estaré bien, tú me conoces, siempre lo hago ¿Cierto?- Se encogió de hombros y se levantó. Una rata cruzó por el frente chillando y con un pedazo de comida en su boca. Se giró sobre los talones y lo recordó. Una de las magias más poderosas de adivinación, una que casi nunca falla pero con la cual el alma de aquel que la utilice estaría condenándose al infierno en lo que resta de la eternidad. –La encontraré- Aseguró sombría.

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Destiny isn't real {Privado} Empty Re: Destiny isn't real {Privado}

Mensaje por Invitado Miér Oct 17, 2012 12:25 am

Hubo un momento que se prolongó por la eternidad subjetiva de sus pensamientos, junto a Merlina que miraba el firmamento mientras ella, Soare miró a la nada, un punto intrascendente en esa marejada de problemas, problemas de ella, problemas de su salvadora, problemas, problemas, parecía lo único que la rodeaba y sin embargo, ella se mantenía con la vista en alto ante ellos, como una guerrera con apenas una espada de madera que está a punto de enfrentar una hidra de 7 cabezas. No sabía de qué lugar nacía tan arrojado aplomo, tanta valentía y decisión (tal vez del deseo febril de encontrar a Stea), pero ahí estaba y también, con una imperiosa necesidad de ayudar a quien la había ayudado, a quien, después de una absurdamente larga travesía, le tendía la mano no sólo cobijándola, sino preocupada por el destino de su hermana también. En ese punto ya no importó demasiado su enorme laguna mental en la que había borrado capítulos enteros de su vida sin saber por qué (¿de qué trataba de protegerse?), Merlina calzó en una parte de todo ese embrollo y después de eso, una vez que la pieza embonó perfectamente, estuvo segura que seguiría a esa otra gitana al fin del mundo sin cuestionarle nada.

Luego giró el rostro, sin querer, su mirada reflejó un enorme pesar, aunque no supo por qué, qué de todo era lo que más a acongojaba, quizá la combinación de todo aquello que esa noche confabuló para hacer de ambas un par de cíngaras miserables, y que en la más grande las ironías, algo las había juntado para al menos hacerse compañía en su zozobra. Suspiró ante la posibilidad de lo que Merlina planteaba, pero se negaba a creerlo y si había perdido la memoria, sabía cómo era eso, Soare no tenía amnesia como tal, recordaba la mayoría de sus vivencias, sólo que al repasar su vida, encontraba enormes huecos que le desesperaba no conocer.

-Aunque no puedo percibirla como antes, algo me dice –se llevó ambas manos al pecho y apretó con aprehensión –que sigue viva, no sé por qué se oculta, o de qué se oculta, pero está viva –su voz se quebró pero sin llegar al llanto y aún así logró sonar con convicción. Volvió a enfocar su mirada en ese punto perdido entre el todo y la nada y sólo sintió a Merlina posarse a su lado, se quedó en silencio y escuchó lo que la otra le decía y supo, intuyó al menos, que el motivo de la desgracia de su amiga debía ser un hombre, chasqueó la lengua al sentirse inútil para poder ayudarla y sólo imaginó a los personajes de aquella historia que ella ya había escuchado antes en esa tradición ágrafa de su gente, en su mente, Gaia tenía rostro de Merlina y el hombre carecía de uno.

La idea de descansar le sonó bastante bien, pero vio en Merlina un atisbo de algo que no pudo explicarse y antes de poder aceptar la invitación a dormir un rato, se puso de pie casi dando un salto.

-No –dijo con firmeza –no sé qué pretendes –pero presintió que era peligroso y no quería que la otra se arriesgara sólo por lo que, en ese momento nada más, le pareció un simple capricho, el de encontrar a su hermana –ya descansaré cuando me muera, quiero ayudarte, es mi hermana después de todo –sabía que no iba a sacar de la mente de Merlina la idea que ya se había instalado ahí, pero al menos quería vigilarla de cerca estar ahí por si algo salía mal. Eso se había convertido en una lucha de voluntades, ambas querían ayudarse y ninguna deseaba ser ayudada primero que la otra, pero ya se las arreglarían para hacerlo mutuamente y a la vez que por algo sus caminos se habían cruzado ah otra vez, como gitana creía en las fuerzas de la naturaleza que encaminaban el cauce de las cosas; o esa esperanza tenía Soare al menos.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Mar Nov 20, 2012 8:42 pm


-Morirás justo ahora si no te metes en la camilla- Comentó con brusquedad. Necesitaba mantener la mente ocupada en algo para no cometer ninguna estupidez. No importa en lo que fuese, tampoco el medio por el cual su mente se distrajera y no aclamara el nombre de aquel sujeto en sus pensamientos o evocara si quiera el recuerdo de su olor. Merlina estaba completamente devastada y necesitaba de una fuerza externa que la mantuviese cuerda el tiempo suficiente como para que la herida lograra sanarse. ¿Podría reparar el daño que ocasionó su existencia? Sacudió la cabeza. La obscuridad se apoderaba de cada centímetro de pensamiento, opacando la esperanza y dejando morir lentamente la ilusión. ¿De qué sirve la magia, si no te hace feliz? Se odio a si misma por haber encontrado su camino con los gitanos, por haberse atrevido a nacer. Todo sería más fácil y ella no existiera en este mundo y, si fallecía en manos de un salvaje león o en las garras de alguna bestia cualesquiera ¿Alguien se daría cuenta de su ausencia? ¡Por supuesto que no! Ni siquiera Soare estaría ahí para recordarla, la preocupación por su hermana resultaba abrumadora. Merlina se dejó caer tristemente al suelo. Su mirada se perdió en un punto en la nada ¡Como le hubiese gustado que alguien se preocupara así por ella! Una lágrima nubló su vista. Se tragó el nudo en la garganta y se puso de pie inmediatamente. No, no volvería a verse ahogada en la tristeza.

-Yo buscaré a tu hermana, necesito distraerme. Olvidar, siempre es más sencillo cuando te mantienes ocupada- Sonrío encogiéndose de hombros. Tomó las runas en sus manos y las llevó de regreso a la pequeña caja de madera en donde las guardaba. El péndulo de cuarzo fue colgado en su cuello. Se rascó la cabeza pensando en todas las formas que tenía para encontrar a Stea. Sí, eran demasiadas las artes adivinatorias, pero la única que podría funcionar en una situación tan escabrosa como aquella, era la más peligrosa de todas. Tomar un animal, descuartizarlo y leer los restos de sus vísceras sólo para conocer el paradero de un persona, es un precio injusto por una vida. Cada que la magia se pone en juego, cada que una carta se lanza sobre la mesa, incluso cuando las runas son lanzadas al aire para ver el futuro o conocer lo desconocido; algo en alguna parte del mundo cambia repentinamente. Todo tiene un precio y la utilización de la magia no es la excepción. Mordisqueó su labio inferior. ¿Qué tenía por perder? Su pecho se comprimió. Miles de veces había tenido ese estúpido deseo por ir a buscarlo, saber cómo, dónde, estaba. Pero entonces la vocecilla en su cabeza le respondía con una pregunta «Y, cuando lo tengas al frente ¿Qué harás?» Es obvio que no podría suplicarle perdón. ¿Estaría dispuesta a dar la vida sólo para que él se vengase de ella?

-Soare…- Frunció el ceño -¿Serías capaz de ir a buscar a Stea incluso cuando ella te odie a muerte?- Le dedicó una mirada. La pregunta no debía asustar a su invitada, pero seguramente lo hiciera. No es la intención de Merlina generar pensamientos retorcidos, sin embargo, sintió la necesidad de preguntar para saber si sería correcto ir en la búsqueda de Darius. Sabía que al encontrarlo, él la querría asesinar por todo lo que le hizo. Dio un trago amargo a su saliva -¿Dejarías que ella… que ella acabe con tu vida, si es la única forma en la que ambas pueden estar tranquilas?- Conocía la respuesta, pero necesitaba que alguien se lo dijera. Como bofetada a la cara, como balde de agua fría… Sacudió la cabeza cayendo en la cuenta de la distorsión en sus preguntas -¡Pero qué he dicho!- Exclamó. –Sólo ignora lo ocurrido. Tal parece que el tiempo ha logrado causar estragos mentales en mi persona- Trató de sonreír pero no pudo. Sólo se quedó en una mueca desfigurada en sus labios.


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