Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

por **Nigel Quartermane** Mar Jul 13, 2010 12:24 am

Una botella de aguardiente de la peor calidad reposaba sobre la amorfa mesa de roble en aquel local de mala muerte. ¿Por qué no pagar un vino de importación, de esos por los que cualquier ebrio daría la vida por poder probar? Por que Nigel así lo quería, así era como le había venido en gana el embriagarse esa noche: con el peor licor posible, en un lugar nauseabundo y maloliente, solo. El vaso de cristal vacío resonó sobre la mesa y el dejo escapar una especie de suspiro cuando la última gota del licor cruzo por su garganta. Inmediatamente volvió a servir un trago mas, esa noche no habría piedad para su organismo, moriría de una congestión alcohólica de ser necesario, pero no dejaría de beber. ¿La razón de tan patética decisión? Simple: su todavía mas patética vida. Esa que se empeñaba en echar a perder cada día mas, esa que cada vez le hacia sentir todavía mas insignificante, mas…”nadie”. El apellido Quartermane no era uno que pasara desapercibido en Paris, todo lo contrario, cientos de personas podrían reconocer al único heredero de tan cuantiosa fortuna, decenas y decenas de mujeres podían reconocer al joven soltero y quizás uno de los mas codiciados de la ciudad. De mal físico no era, fortuna no le faltaba, quizás su único defecto era ser tan mujeriego, algo que justamente tampoco era un secreto para la sociedad. Juzgado a menudo por sus prácticas promiscuas, por sus decenas de conquistas, incluso se oía un rumor de un amorío con la mismísima princesa de Paris. Pero..¿De que sirve tener a cuanta mujer desees en tu cama si al final de la noche tu única compañía es la misma soledad?

No es que Nigel fuese una persona melancólica, en realidad ese tipo de cosas pocas veces asaltaban su peculiar y retorcida mente, pero parecía que últimamente le había pegado duro esta situación. Bebía de más, vociferaba a los cuatro vientos, gritándole a cada uno de los miembros de su servidumbre, sin razón alguna, tan solo con el afán de descargar un poco esa frustración que poco a poco lo consumía en silencio. Y se lo preguntaba, mil veces, una solución, esa que jamás parecía aparecer. Una de sus mas grandes frustraciones –por no decir la peor de todas- era su obsesión por una puta del burdel, Claire Delacroix, esa a la que había hecho el amor innumerables veces, pero la que jamás había sido suya en realidad. Suya, era así como la deseaba, tan solo para el, no toleraba la idea de que otros hombres osaran a palpar su cuerpo, a verla con lujuria, el era el único que tenia derecho sobre ella. Era una verdadera lastima que ni toda la fortuna del mundo pudiese comprar algo como eso, a una mujer, al menos no a la que el deseaba.

Una melodía empezó a sonar a lo lejos, una de bastante mal gusto a los oídos de Nigel en realidad, o quizás solo se debía a su amargura de esa noche. Su cara denotaba la frustración, avisaba a los presentes que cualquiera que osara a sentarse frente a el recibiría todo, menos una palabra amable de su parte, y vaya que surtía efecto, en las dos horas que tenia en el lugar nadie le había molestado, su invisible letrero de “vete al demonio” si que surtía efecto. Volvió a tomar de golpe uno mas de sus tragos, el ultimo en realidad, poso su vista en la botella vacía y ni tarde ni perezoso se hizo escuchar.
- Quiero otra botella de esta mierda. – Exclamo a una de las meseras con aires de superioridad, algo que con su estado de ebriedad salía un tanto ridículo y exagerado. – Y que sea rápido, no todos los días tienen un cliente como yo en esta porquería de lugar. ¡Deberían sentirse honrados! Es un verdadero dato histórico que un caballero como yo se atreva a mezclarse entre tanta escoria humana. – Se echo a reír como el imbecil que era, ese que salía a relucir todavía más con bastantes copas encima. La mesera acudió rápidamente dejándole la botella sobre la mesa y se retiro una vez que le había servido el primer vaso.

por **Hela Von Fanel** Mar Jul 13, 2010 3:00 pm

“La melancolía es una tristeza, un deseo sin nada de dolor, parecido a la tristeza en la misma medida en que la neblina se parece a la lluvia”

Desolación, siempre la misma cantata una y otra vez… El silencio asecha cual depredador a su presa hasta el punto en el que lo consume poco a poco, dejando solo el esqueleto de lo que fue en vida, una máscara más, un simple atavío, la forma más ridícula de ocultar el verdadero sentimiento interno. ¿A quién se trata de engañar si no es más que al reflejo mismo? Pese a que sus pupilas no pueden admirar el demacrado rostro escondido tras una mueca sínica, su interior escupe las palabras adecuadas aclamando toda su atención. Osa sin remordimiento alguno en regocijarse ante la agonía ajena pero no es nada más que la proyección de si misma en su historia, aquella que marco el inicio de todo cuento de terror, el prologo perfecto para una alma en desgracia. Sobrevivir solo fue un paso de los cientos que tiene que dar antes de que su final llegue a tocar a su puerta – si es que en determinado caso la muerte se atreve a arrancarle la existencia – y se pierda con el último de los suspiros la pesadilla de los mortales, uno más que se evaporará sin que a nadie le importe.

Patética… Puede describirse de esa forma un pasar tan miserable como aquel que ve en las calles al igual que su propia ¿Vida? Decadencia por donde quiera que la sedosa tela de su vestido negro, al mismo color que la túnica de la muerte, pase para acariciar el polvo de los suburbios de una esplendorosa ciudad. Llanto, dolor y desdicha. Su caminata es enfermiza, sus pupilas buscan entre los “muertos” un poco de vida. El cabello caído en picada desde su cabeza hasta su cintura ondula al compás del viento, una esplendida danza que nadie puede pasar desapercibido. Los murmullos de la gente blasfemando tras su desafortunada suerte, escupiendo palabras obscenas, dañinas para los oídos hasta del sordo. Los mudos gritan en su aterrador silencio la desventura que les ha proclamado su “Dios” no hay quien pueda ayudarles a salir de ese sufrimiento, de esa flagelación tan absurda en la que se ven consumidos por el hambre, la sed, el deseo, la avaricia… ¡Es el infierno!

¿Qué hacer cuando las suplicas no son respondidas por la divinidad? ¿Cuánto puede valer el alma de un mortal? ¿Qué es lo que pides a cambio, dinero ó prefieres el placer? Simpes cuestiones que terminan por corromper hasta la más sincera de las ánimas. La tentación es más fuerte de lo que se piensa, la voluntad es solo un vago pensamiento en que depositan la fe los humanos, mismos que terminan por ceder ante la manipulación del más fuerte, el más cruel y despiadado. En este caso una criatura que vendió su alma incluso antes de abrir los ojos a la noche eterna… Eso no quiere decir que no sienta la melancolía que aparece como yaga en un momento inesperado sobre el cuerpo vampírico, todos han sufrido un momento como ese en su historia, en su leyenda, su cuento, la fantasía…

De entre toda esa multitud de piel caucásica, sucia, retorciéndose en su misma miseria, busca algún infeliz que en verdad añore con el alma la muerte. Que la busque, que le llame, que suplique, que implore arrodillándose con lágrimas en los ojos y sangre emanada de su garganta por tan grito desesperado… Se cree a si misma como el Ángel de la Muerte, el que arrastrará hasta el cocytos - según las creencias Griegas – para arrojar su cuerpo al infierno y su alma hasta el paladar de Hades, Dios del inframundo. De todos y cada uno de los personajes escondidos en las sombras ninguno pasa de lo normal, nadie es merecedor de una matanza ejecutada por la dama caminante en esa obscura noche. Un estridente sonido llega hasta sus oídos es el réquiem de un violín al que tortura una mano aprendiz de ese noble arte que es la música. Encolerizada por tal atroz blasfemia en contra de lo que ella ¿ama? Se adentra hasta la maldita taberna de la cual proviene ese letal sonido cuales llamas del mismísimo infierno para los pulcros. Abre la puerta de par en par y su insólita presencia llama la mirada de los presentes ¿Una mujer de su calaña en una taberna como aquella? ¿Una dama respetable dentro de tan peyorativo sitio? ¿Aquella belleza es relativamente cierta? El cabello negro enmarca su rostro dándole un aspecto misterioso, fúnebre, místico, exótico… Un corsé tan ajustado como aquel resalta solamente más las curvas de un perfecto y pétreo cuerpo, sus pechos redondos se asoman incitando la pupila de los varones, el solo perfume que despide su esencia es terriblemente atrayente. El negro sin duda es un contraste hermoso a lo pálido de su piel, misma que tiene como color el de la luna llena. Resopla los labios, rodea los ojos, camina rápidamente atravesando la taberna para callar el profano sonido que aturde sus oídos. Toca una pieza con magna belleza, sumergiéndose siempre en su música, su propia letra, una melodía que tiene su ser plasmada en cada nota musical, amargo, letal, desgarrador, triste, melancólico, sublime, perfecto, divino, excelente… Termina su pieza acudiendo a la barra, pide un trago y lo toma con la tranquilidad del mundo, su sed fue disipada por la sonata del violín que la dama misma se encargo de regresar a la vida, sin embargo, sus pensamientos fueron capturados por la esencia que buscaba, la miseria que pedía… El infeliz que estuvo soñado.

Palabras proferidas de sus alcohólicos labios hicieron que la tétrica imagen de la fémina dibujara una sonrisa en su rostro. La mesera acudió al llamado tan ególatra del muchacho. La dama chasquea su lengua, niega con la cabeza y se aproxima más al joven ebrio de proliferantes desdichas. – No se confunda Monsieur, siéntase usted afortunado por que los del bajo mundo le permitimos la entrada a nuestra pesadilla – Le hace una seña al chico detrás de la barra para que le sirva un trago igual al del chiquillo. Una vez que el vaso esta servido lo coloca al lado del de él, clava su mirada grisácea en el rostro del desconocido – No hay peor escoria que aquella que no lo acepta – Arquea una ceja con encanto y se arroja el licor garganta abajo en un solo trago, lo amargo no puede lastimar su ser por ello ninguna mueca se divisa en su perfecta cara.

por **Nigel Quartermane** Vie Jul 16, 2010 1:51 am

Espero ansioso por su trago extinto, no quería dejar de beber, ¡no quería dejar de hacerlo! El alcohol es sin duda una bebida bastante peculiar, deliciosa, si, pero un arma de dos filos, por que así como te hace olvidar, también atrae los recuerdos y con mucha mas fuerza. Valía la pena cortarse, de cobardes el sentirse intimidado por tan traicionero liquido. Durante la espera clavo sus ojos en los demás clientes de tan desagradable lugar, todos unos infelices sin duda, el mismo acababa de llamarlos escoria humana, lo miraban con desden después de tan mezquinos comentarios.

No presto importancia al asunto, la gente le valía una mierda, justamente por eso estaba solo, justamente por eso bebería solo y así seria como regresaría a su morada horas mas tarde. La música estridente de un violín se dejo escuchar, nunca había sido un amante de la música puesto que no pudo evitar arrugar el ceño como si se tratase de la peor de las melodías, por suerte la mesera acudió pronto a su llamado con pasos apurados por tan exigente cliente y este a su vez sonrío complacido por ser temido por una simple empleaducha.

Lleno una vez mas el vaso de cristal hasta el tope, dejando que se derramara un poco de este sobre la mesa de roble, la tomo con su mano firme y justo cuando estuvo a punto de bebérsela de golpe una voz femenina acaparo su total atención. Paro en seco sustituyendo el delicioso ardor del líquido en su garganta, por la deliciosa imagen que se le presentaba. Una mujer de visibles y sin duda sensuales atributos se había posado frente el, hermosamente pálida y sin duda ella conocía su esplendoroso físico al resaltarlo aun mas con ese vestido del color de la noche que se le ceñía al escultural cuerpo como si se tratase de una especie de segunda piel. Los ojos de Nigel no pudieron deleitarse más. Esa misma fémina había sido la que había osado en llamarle escoria y bebía de golpe el licor recién servido con tal tranquilidad que Nigel bien pudo haberse sentido indignado.

Alzo su vista incrédulo, pocas, muy pocas veces había sido insultado de aquella manera, pero reducidas también habían sido las mismas en las que había respondido de una manera agresiva. Poco le importaba lo que la gente dijese de el, eso no se discutía. – Salud por la escoria entonces, por usted, por mi, por todos los presentes. – Alzo el vaso y lo bebió de golpe hasta el fondo, finalizando con una leve mueca a causa del excitante ardor que le quemaba la garganta. - ¿Y usted es…? – Pregunto realmente interesado, el insulto había quedado en el olvido, prefería sacar algún provecho de aquel inesperado pero sin duda buen encuentro. No todos los días uno se topaba con una mujer de aquella calaña, y Nigel podría ser un ebrio falto de madurez pero no un completo imbecil como para desaprovechar la oportunidad, quizás después de todo no regresaría solo a casa esa noche. Tomo una vez mas la botella y relleno su vaso y el de la mujer, una clara invitación a acompañarlo esa noche. – ¿Por que le gustaría brindar mademoiselle? – pregunto alzando una vez mas el vaso, clavando su mirada en los centelleantes ojos de su acompañante, en espera de una respuesta.

por **Hela Von Fanel** Sáb Jul 17, 2010 9:49 pm

“¿Alguna vez has visto con vuestros ojos el infierno? ¿No? Toma mi mano os llevaré en un tour hasta mi ataúd donde la muerte espera y vuestros demonios son reales… Cierra los ojos y sueña…“

La peste del alcohol llega hasta su nariz cuando el ebrio de la barra abre su boca para proferir aquellas palabras. Si fuese otra clase de mujer, otra persona, seguramente encontraría más que repugnante el aliento del caballero presente, lo que se considera una mujer normal y mucho menos una vampiresa más que común entre la multitud escasa de vampiros. Fue diferente desde el preciso momento en que nació, aquella vez en la que sus labios probaron por primera vez la sangre y el sabor del humano; un deleite mucho mejor que el más caro de los banquetes generados en la aristocracia. La fémina aspira profundamente el olor a miseria combinado a la perfección con la sutileza del alcohol, mismo que le genera una fortuna envidiable y que por supuesto es la cuna para todos y cada uno de los desamparados en el mundo, desde aquel que llega para olvidarse de su decadencia hasta el que se ahoga en el licor para intentar arrancar de su pecho el corazón latente y torpemente enamorado.

La lamia observa los movimientos del patético hombre que se disputa entre los vasos de alcohol y su vacío interno, pensamientos tan tórridos como igual de predecibles en la vida de un mortal, suerte que Lorraine perdió la humanidad junto a sus padres – Salud por vuestra miseria… - Musita con una sonrisa en el rostro, marcando sus pómulos. La voz de la vampiresa atrae hasta el que se encuentra dormido en la barra de su taberna. Rodea los ojos ante la mirada lasciva de los presentes, marchitando poco a poco la habilidad para leer sus mentes. No necesita saber algo que puede leerse en las pupilas de los humanos, predecibles, simples, rudimentarios y poco interesantes humanos. La curiosidad puede ser letal para quien no puede abstenerse, una sola pregunta que exige una respuesta directa, para desgracia de quién quiere conocer su nombre, un nombre conformado por sílabas no puede develar más de la bestia que se esconde de tan perfecto cuerpo – Lorraine Von Fanel, Monsieur… ¿? – Arquea una ceja preguntando el nombre de su próxima víctima, la identidad de aquel ebrio en el bar al que encontrarán en medio de un callejón obscuro con trozos de haber sido atacado por un bandido ó por la leyenda del licántropo, es muy cuidadosa cuando de ocultar sus travesuras se trata.

Toma el vaso servido entre sus manos, lo levanta en señal de un claro brindis, sonríe con el humor negro oculto debajo de su máscara de mujer ordinaria. – Brindo por el destino, cruel y amargo destino que os condujo sin piedad hasta mi camino – Arroja el líquido nuevamente garganta abajo, sin dejar de sonreír con esa malicia marcada en su rostro, sus ojos se posan en la yugular del caballero, observando las palpitaciones que esta genera a la par de los latidos de su herido corazón pues por algo se encuentra metido en esa taberna, ahogando sus penas con un poco de licor, el más corriente y adulterado de los licores en la taberna - ¿Qué fue lo que os atrajo a perderse entre botellas de alcohol? No puede ser peor a lo que estoy acostumbrada a escuchar… - Comenta con un tono ¿noble? Demostrando su condescendencia, una que muy probablemente desaparecerá ó que mantendrá intacta al menos por el resto de la noche pues mañana será una obscuridad diferente.

por **Nigel Quartermane** Mar Jul 20, 2010 2:22 am

Poco era la cordura que quedaba en el, nada valía la pena esa noche en la que sin duda lo único que deseaba era perderse, hundirse mas de lo que ya estaba, darle una mano al pantano que se lo tragaba día a día sin pena alguna, sin compasión. – Salud entonces por la miseria. – No había punto de discusión en la mención de la exuberante mujer que ahora tenia como compañera de tragos, ella estaba en lo correcto, si había alguien miserable, ese era el. De haber sido posible, el mismo habría usado toda su fortuna para comprarse una vida más productiva, nada de carencias materiales, pero tan vacío por dentro como el vaso que acababa de beberse. - Nigel Quartermane.. - Tanto era el alcohol en su cuerpo que costaba cada vez mas el entender lo que sus labios mencionaban, la soltura poco a poco se alejaba, la cordura se había ido hace mucho.

Se echo a reír como un imbecil ante la última pregunta de la mujer. ¡Por supuesto que debía estar acostumbrada! Pero si era el más común de todas las razones que llevaban a cientos de hombres a perderse en las despiadadas garras del alcohol. – Las mujeres. – Añadió aun no pudiendo contener la risa del todo, volvió a llenar el vaso hasta el tope, dejando nuevamente que el liquido se derramara hasta mojar su propio pantalón, la coordinación era lo próximo que se veía extinto en el. Tomo el recipiente con dudosa firmeza y sujetándolo en el aire acerco un poco su rostro al de la mujer por encima de la mesa, como si lo que estaba próximo a decir fuera un pecado, algo vergonzoso. – Estoy enamorado de una puta. – Todo mundo pudo escuchar lo que el pretendía –sin lograrlo- hacer inaudible. – Una prostituta, ¡que estupidez! – Exclamo explotando en risas una vez mas, arqueando la espalda a causa de lo absurdo que sonaba a sus propios oídos su situación.

Y en un abrir y cerrar de ojos su risa se extinguió, su rostro anteriormente animado tomo el semblante de la seriedad total, una nota de pesimismo lo abrazo fuertemente sin que este pudiese soltarse de tan magnánima fuerza. – La más puta de todas, una maldita cortesana que no hace mas que rechazarme, que burlarse de mí… - La voz se le volvió un susurro y de nuevo exploto. - ¡de Nigel Quartermane! – Lleno de ira y frustración se puso de pie de un salto, tambaleándose mientras luchaba por no caer al piso, la botella que ya estaba a medias cayó al piso haciendo un ruido estruendoso ante los presentes, haciéndose añicos por completo. Pero Nigel no presto la minima importancia, nada importaba ya, absolutamente nada. Como pudo avanzo hasta la salida del lugar a lo que nadie puso resistencia, la cuenta había sido pagada previamente y a nadie le importaba tener a tan desagradable persona como compañero de tragos. Se olvido incluso de la bella mujer que había sido su compañera de tragos por apenas breves instantes, esa mujer que probablemente en otra situación habría intentado seducir y llevar a la cama sin duda. Y en segundos se vio solo en medio de aquel callejón, dejándose empapar sin preocupación por la lluvia que bañaba la bella Paris en esa noche de augurios.

por **Hela Von Fanel** Vie Jul 23, 2010 10:23 pm

¿Decadencia? Existes palabras más descriptivas que esa. El comportamiento de los humanos es siempre tan monótono, no piensan las cosas de actuar y deliberadamente creen que sus hechos les sacarán de los problemas en los que se encuentran inevitablemente sumergidos hasta el punto en el que se sienten ahogados por ese mar de tormentos. Esta noche no hay nada especial en el menú de la taberna, su compañero de tragos esta más envenenado en el alcohol que los muertos sepultados en sus criptas, sus torpes labios musitan su nombre, un nombre que bien le es indiferente a la vampiresa pero que claro por cortesía tiene que preguntar al mandar una pequeña nota de suicidio a la familia si es que posee alguna ó si alguien se interesa en él. Con una sonrisa completamente sacada de las pesadillas, admira los detalles en el ebrio que se encontró, si bien no es nada diferente a los demás por lo menos es bastante atractivo para morir en sus garras.

La estruendosa carcajada captura la atención del barman quien un poco asustadizo regala una mirada a la mujer antes de perderse en los movimientos de Nigel, aquel honrado trabajado frunce el ceño, entrecierra los ojos realizando una pregunta silenciosa, una cuestión nada mas y nada menos que dirigida a la fémina quien con un solo ademán de la mano le indica que todo se encuentra en óptimas condiciones. Tras aquello una resbaladiza voz devela lo que condujo a semejante hombre hasta el lugar menos apropiado para alguien de su calaña. Al igual que su voz el varón estaba perdiendo la coordinación, siendo una mujerzuela, una simple y estúpida humana lo aprovecharía para sacarle el suficiente dinero e irse de allí con el botín obtenido, pero Lorraine… Bueno, nunca se sabe exactamente como es que reaccionará, incluso antes de convertirse en una mujer escuchando los pecados de un hombre, sus emociones se encontraban soberanamente en la melancolía. Siguiendo la pista con su propio cuerpo se acerca lo suficiente hasta el humano para aspirar su hedor a licor y sangre mezclados, escucha sus palabras y arroja una carcajada después de esas cinco palabras – Mujeres, siempre hemos sido la perdición del hombre – Añade a su comentario con una mirada terriblemente penetrable ¿Quién dijo que el demonio era un hombre? Todos y cada uno de los cadáveres consumidos en sus calabozos constataron que el nombre del diablo esta ataviado con la belleza femenina. Lo sombrío arropó de nueva cuenta al mortal. Las exclamaciones se tornaron en susurros, hasta sentir el estallido de su imponente nombre.

En sus patéticos intentos por huir de allí, vacila al ponerse de pie, la botella de la cuál bebía cae al piso sin oportunidad alguna de ser rescatada, el estruendo fue tal que los presentes dirigieron sus miradas hasta ellos, todos menos la mujer que tenía a un lado. Le hace una señal al joven detrás de la barra, le pide un trago que inmediatamente se le es servido, al mismo tiempo en el que su cena se esta escapando, el barman clava la mirada en la mujer preguntándose si ella permitirá tal osadía por parte de aquel fulano – Tranquilo… ¿Cuándo habéis visto que mis “antojos” se alejen de mis deseos? – La lamia responde la cuestión silenciosa del joven y este ante la sorpresa baja la mirada repentinamente, la vampiresa arroja su bebida nuevamente a su boca, bebiendo por completo en un solo trago – Sólo existen dos motivos por los cuales mis aperitivos aún deambulan por las calles y uno afortunadamente para vos es el que conocéis bien – Añade mientras acaricia la superficie del vaso en el que bebió, su mirada se encontraba completamente pedida y sus labios esbozando una sonrisa por demás auto suprema. En el pensamiento de aquel trabajador la única frase que se cruzaba era “Mi eterna condena Madame” simple pero catastrófico si la dama opina lo contrario que al momento en el que se firmo el contrato para ese mortal.

La vampiresa se pone de pie lentamente, recogiendo su vestido negro con una de sus pálidas manos, observando sobre sus hombros la mirada atónita de los caballeros presentes “¿Cómo jodido pudo abandonarla?” Susurros más, susurros menos, la pregunta que pasaba por todos y cada uno de aquellos asquerosos labios con hedor a suciedad y miseria. Resopla los labios con un fuerte suspiro, el barman comprende la situación en la que el individuo con trastornos de personalidad, se ah visto enredado, inclusive teme por la vida del mortal pero no puede hacer nada ante su jefe. El demonio camina con gracilidad atravesando la taberna, se queda estática en el umbral de la puerta para admirar el silencio, la lluvia y la muerte – El rechazo por lo visto no sólo ah golpeado su ego Monsieur Quartermane, si no que también desafió su patético corazón – La voz de aquella mujer resuena en la calle, pero no se encuentra ni detrás de él ni al lado del mortal, como si se tratase de un fantasma la fémina aparece frente a su rostro caminando por la calle como si nunca hubiese estado dentro de la taberna. La lluvia empapa su cuerpo, haciendo que la prenda que le arropa se ajuste a su cuerpo, enmarcando su figura y resaltando sus endemoniados atributos. Su cabello escurre un poco de aquella agua y su cuerpo adquiere adornos hechos con gotas de agua que parecen ser diamantes sobre su pétrea piel – Es una pena que esa chica no aprecie el potencial que se encierra en alguien como usted Monsieur – Añade con humor negro, saboreando el jugo de sus venas, la carne desgarrándose entre sus colmillos y claro… El llanto.

por **Nigel Quartermane** Miér Sep 15, 2010 4:34 am

Todo signo del galante, seductor y arrogante caballero había quedado en el olvido esta noche, esa noche que no había servido para más que sacar a flote lo que tanto le carcomía el alma, pero el orgullo sobre todo. No podía entenderlo, no podía creerlo posible siquiera, la idea daba vueltas en su cabeza mezclándose con el alcohol, provocándole caer por primera ocasión al piso como el ebrio en el que se había convertido esta noche desventurada. Sus finas ropas poco le importaban, habría dado todo el oro del mundo por obtener su cometido: ser correspondido y con ello no sentirse idiota ante el sentimiento que le recorría las entrañas, ese que se posaba sobre el por vez primera y que una mujer barata tiraba a la basura tan solo por tener el antojo de hacerlo. ¡Maldita Claire Delacroix! La maldijo un millón de veces pero la siguió amando aun con más intensidad. La única mujer a la que le había permitido entrar en ese caparazón duro que tenia su alma y la misma que se deleitaba rechazándolo interminables veces. Golpeo el piso con una mano con furia, haciendo que el agua puerca del charco le salpicara el rostro y cuello. Se puso de pie con dificultad entre la lluvia que cada vez le empapaba más el cuerpo al punto de hacerlo ver una verdadera piltrafa humana. ¡Cuanto hubieran dado por verlo de esta manera todos sus enemigos! Seguramente hubiesen reído de el hasta volver el estomago, no era cosa de todos los días ver a Nigel Quartermane sufriendo por amor, ahogándose en sus penas y el barro bajo sus rodillas. No era cosa de humanos estar sufriendo de aquella manera por una mujer y menos por una prostituta.

Sintió frío mientras caminaba por el oscuro callejón, lejos había quedado la cantina de la que había salido junto con sus música de mal gusto y la oscuridad se hacia mas presente con fuerza con cada paso que daba, abrazándolo, atrayéndolo y el entrado en ella sin temor de quizás no salir jamás de ese profundo laberinto. Una queda iluminación se hacia presente gracias a una lámpara que se mecía con el viento con luz titilante, dándole un aspecto todavía mas tétrico a su recorrido. No había ni un alma en aquel sitio, ninguna voz, tan solo su sombra que se notaba dispersa en aquella negrura. Pero Nigel no era de los que temían a algo tan inocente como la noche, aunque debía hacerlo…la noche no era el problema, si no la cantidad de bestias que la usaban de cobijo.

Se detuvo, recargando su cuerpo sobre una pared llena de moho y suciedad, levanto la vista al cielo y se encontró tan solo con una masa espesa de más negro. Negro, negro...como todo lo que había en su vida. Cerro los ojos por apenas breves instantes, un malestar empezaba a aquejarlo en el interior del estomago, pero no le dio mucha importancia, morir incluso le vendría bien esa noche, lo prefería a tener que seguir sufriendo por esa estupidez llamada amor. Se hizo el fuerte, pero su estomago no daría mas su brazo a torcer. Se inclino de manera abrupta sobre sus propios pies dejando escapar de manera inevitable un vomito abundante. Por segundos solo se escucho el ruido que el producía al jalar todo ese liquido que se vertía con la cantidad de alcohol que yacía en su cuerpo y que se empeñaba en salir cuanto antes.

Con los ojos vidriosos limpio su boca con la orilla de su camisa y continuo su trayecto con las manos abrazadas al cuerpo a causa del frió que estaba sintiendo a causa de la espesa lluvia cayéndole sobre la cabeza. La gente había alardeado diciendo que Dios les había olvidado debido a la falta de lluvia que se había suscitado durante los últimos dos meses, pero justo ahora es que se dejaba caer una tormenta. ¿Coincidencia? Quizás, o…mala fortuna. Definitivamente.

¿Perdón? ¿En verdad era ese Nigel Quartermane? ¿El estupido engreído de hacia unos instantes? ¿El libertino que se jactaba de galán en cuanta fiesta se viera inmiscuido? ¡De verdad tenia que ser una broma!

Paro de golpe cuando se encontró frente a la mujer que había conocido minutos anteriores en el bar de mala muerte donde se había embriagado. Era definitivamente hermosa y apetitosa, incluso en sus condiciones podía notarlo, aunque en realidad no era algo difícil de ocultar. El vestido se le ceñía todavía mas al cuerpo a causa de la lluvia y sus ojos dejaban escapar un aura extraña que lo hacia confundirse. Maldad, lujuria y probablemente todas las palabras que se relacionaran. Nigel se habría puesto feliz de toparse a una mujer como esa…pero esta vez estaba demasiado cansado, harto de si mismo como para dedicarse a embelesarle el oído a una dama con palabras galantes… ¡era una verdadera lastima! Casi la ignoro cuando paso a su lado, un acto que hubiera sido visto como un verdadero insulto por cualquiera que lo hubiese presenciado, pero a el nada le importaba. Sus pasos siguieron resonando en el pavimento y la lluvia, hasta que se giro casi de manera violenta y volvió hasta donde la mujer yacía con ojos cautivantes.
- ¡¿Tengo cara de idiota?! – Escupió en forma de pregunta de manera salvaje a la dama. - ¡Eh! ¡Responda! – La observo en busca de una respuesta, pero por segundos fue en vano. La mujer respondió finalmente y Nigel lo miro con una sonrisa burlona en el rostro.
- ¿Le soy atractivo?

por **Hela Von Fanel** Vie Oct 08, 2010 10:47 pm

La curvatura en sus labios es una clara señal de perversidad, no puedo ocultarlo, se encuentra descrita en cada una de sus malditas facciones, en cada uno de sus movimientos. Disfruta el hacer sufrir sin remordimiento a sus víctimas, no hay nada que puede hacerle cambiar o tal vez sí, pero hasta el momento no existe persona que redescubra en ella la parte que perdió en el preciso momento en el que su alma fue arrastrada al infierno y eso no ocurrió exactamente la noche en la que se transformó en la bestia que es ahora.

Durante mucho tiempo, en década tras década, siempre lo mismo; hombres perdidos en el alcohol por la culpa de una hechizante mujer, al igual las mujeres venden su alma y cuerpo por el rechazo de los hombres y es que aún no comprende cuál es el sentido que le encuentran al amor. En sus pesadillas la dama divaga entre respuestas absurdas, ilógicas e incluso bastante idiotas. Los desenfrenos que le ha costado el hecho de encontrar una verdad, una razón un estúpido motivo por hacer lo mismo que la humanidad al enamorarse; son bastante agrios y le queman la cabeza. ¿Un corazón petrificado, una piedra al alba puede sentir su calor?

Un fuerte suspiro conjunto de una negación interna atraída por la lástima se esparce a lo largo y ancho de la calle. El humano ignora sus arrebatos. Quisiera la vampiresa adjudicarse tan asombroso efecto lastimero en el mortal, más le es grato reconocer que no es la única persona en el mundo con la afición de romper corazones, aunque en este caso sea algo más cruel y mortal a lo que ella hace. “No querido, no tienes la cara… ¡Lo eres!” Piensa delicadamente, mientras acapara su atención al cuerpo demacrado, el hedor en de su aliento es repulsivamente adictivo, sí la miseria con la decadencia se acompaña.

La mirada de la dama se encuentra con los ojos del “caballero” Jah! Una mujer con su pinta no debería estar así con un hombre a mitad de la noche, en una calla donde muy probablemente alguien terminará muerto, más no será la dama quién despierte con un dolor en el alma y una herida en el cuerpo. La fémina sopesa miles de ideas al mismo tiempo. Corrompe, calla, mutila, engaña, tortura ¿Rescata? Miles de veces pensamientos atroces, y solo unos cuantos verdaderamente sabios. “¿Qué es peor para este maldito infeliz? ¿La vida ó la muerte?” Mientras se disputaba las acciones que ejecutaría el hombrecillo llama su atención, cuestiona la afirmación de la mujer. – Seguramente, debajo de todo esa mugre y peste se guarda un caballero – Trata de ser un poco condescendiente pero hasta ella reconoce la falsedad en sus palabras, se aproxima hasta él para colocar sus manos sobre los hombros del extraño. Su cercanía es peligrosa, sus labios quieren rosar los ajenos pero desisten en su intento. – Mentira Monsieur, lo único que busco de usted es esto… - Toma del cabello a su presa obligándolo a besarla, no le importa si el varón escupe vómito en su boca, no le interesa el hedor y el asco que genera su agraviada esencia, lo único que desea y quiere es su sangre. Así preso de un beso mortífero Lorraine maldice el encuentro con una mordida que no solo desangra la boca del humano si no que le hace arder en un dolor físico que no puede ser ignorado.

por Contenido patrocinado

Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Re: Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Re: Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Re: Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Re: Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Re: Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Re: Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Re: Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]

Re: Habemos muchos muertos del alma - [Lorraine Von Fanel]