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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Sáb Nov 20, 2010 6:27 am

Las rosas temblaban, sentía el vaivén nervioso de las ramas de los árboles y la quietud de los sauces. La sentían, y una vez más le recordaban a los alrededores naturales que ella no era una simple mortal mas, una de los curiosos…


Los consejeros se lo habían recordado. Con el pasar del tiempo parecían darse cuenta de la verdadera fiera albergada de Cristina al resguardarse en las murallas del castillo, no le preocupaba pues recaerían en las mismas líneas de la obra cambiante de la que se trataba su vida; con un solo parpadeo los hombres que mantenía en su séquito volverían a caer ante sus encantos cual perros a sus dueños y si, le encantaba verlos de esa manera, debatiéndose en sus creer interno de la misteriosa monarca y el aura que esta desprendía a viva flor de su cremosa piel.

Y una, y otra, y muchas veces la reina no había podido cohibirse ¿verdaderamente alguna vez seguía esa absurda normativa?...


Pisaba las ramas que lloraban en silencio bajo tacto seguro de las zapatillas de tela que usaba, bordadas con fino hilo, a juego con el atuendo nada cohibido de bailarina gitana. Sus ojos y parte de su rostro eran un secreto para el mundo vidente puesto que solo un iris oscuro era perceptible por el público a quien bailaba enmascarada aquellas noches de absurda rebeldía. Lo hacía magnifico; lo hacía sensual, sin piedad de evitar las miradas de deseo profundo masculino y el desprecio o admiración de las féminas, envuelta en los aromas que la acunaban, entre los efluvios que actuaban cual tóxico mortal y que controlaba como si de ua escencia humana y común se tratarse.

Divagaba entre cada paso por los bosques al recuerdo de un mortal joven y de sangre caliente palpable sin contacto, el único orbe del que podía gozar sin mascara alguna, como si el humano pretendiese que la belleza de su rostro era digna de admirar, no había visto belleza si así era. Sin preámbulos la desvestía con la mirada, seguramente imaginándose el cuerpo de la supuesta gitana bajo sus manos, de clase alta, su atuendo no era el dato principal para saberlo, solo bastaba con la fanfarronería de sus ojos al entrar a la carpa del circo y el hecho orgulloso de mandarle una rosa roja directo a sus pies.

Cristina supo que la seguía, los pasos torpes eran música para sus afinados oídos al descender del escenario y buscar el cuarto oculto que reservaba para retirarse antes del amanecer, el único alto a sus atroces acciones y el único enemigo que se alzaba contra su ser…despreciable. Buscaba aun así la puerta cual doncella en despavorida huida, el joven la seguía aumentando el resonar de sus pasos al igual que ella que aumento su calma solo para seguir tal juego vago de seducción. El pobre se lo creería y quien sabe cuál sería su fin. Pasaron pocos minutos, incluso se aventuraron cerca de las carrozas cercanas a la gran carpa que yacía lejos de ellos. La reina oculta se adentro en una de las tantas que se perdían entre sí, de seguro el hogar de una vidente, por lo menos tendría un aroma mas para el fruto de sus prejuiciosos misterios. El hombre la diviso como un haz de sombra, con el tormento de conocer su futuro a manos de la gitana de pronunciadas curvas, pero, al abrir la puerta solo vio la rosa sobre una mesa de madera desgastada, diagonal a la bola de cristal y la otra entrada abierta de par en par, con dirección al sombrío y oscuro bosque fruto de tantos mitos.

Había tomado esa dirección, el hombre era lo suficientemente iluso como para creer cualquier leyenda, y a los alrededores de Paris bastaban y sobraban las suficientes como para aturdir a la mayoría de sus creyentes. Muchas tenían lugar en las penumbras ocultas de los matorrales del bosque y por lo mismo eligió el camino forjado por diminutas rocas para el regreso a su hogar materialista, si, porque de manera recóndita en su mente no encontraba ninguna calidez en las paredes del castillo establecido en París y dudo que lo hiciera de igual manera ante la llegada de su supuesto y futuro amado esposo.

El aire ondeaba sus cabellos sin atadura alguna que permitía la formación de ondas que bailaban al compas de sus movimientos, rozando la capa oscura que la cubría de los dudosos que deseara comprobar con sus propios ojos su magnífica belleza. El silencio era sepulcral de igual manera y llegó a pensar de manera irónica, como acompañante a sí misma, que era lo suficiente dominante para dejar rendida a la naturaleza. Una risilla involuntaria se deslizo entre sus labios entreabiertos mientras era guiada por el reflejo del astro de plata que iluminaba el camino que de seguro por tantos transportistas había sido formado. El brillo irradiaba la tez aun visible de su rostro, sus mejillas y el perfilado cuello imposible de ocultar, lo único que arremetía contra la tranquilidad del cauce del frio viento eran las sonoras monedas de plata que contenía su atuendo, negro como el abismo, ante cada paso que daba y las causantes de que en las noches de júbilo dejara sin habla a los mortales.

Una vez más sería el bosque el testigo del regreso de la reina rumana a sus aposentos donde nadie lograría suponer su paradero pero que con solo un habla mantendría una atmosfera de casual búsqueda de conocimientos en la biblioteca de las calles parisinas.


Última edición por Cristina M. Balanescu el Dom Dic 26, 2010 10:32 am, editado 3 veces
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Mensaje por Hela Von Fanel Mar Nov 23, 2010 8:13 pm

“La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas.”

Hojas secas crujen al sentir el peso de una figura femenina, sus alocados alaridos son tan solo susurros perdidos en la inmensidad del silencio. Los árboles rodean el espectro como estacas descomunales intentando acabar con su repugnante existencia, la ventisca se escabulle entre sus ramas y musita, musita secretos que únicamente los condenados pueden develar, descubriendo su naturaleza, aceptando su condición. Lentamente se posa sobre la tierra una capa blanca de neblina, ocultando lo funesto de la noche. - ¡oh, inmortalidad! ¿Por qué ahora? – Su voz, un eco lúgubre es su voz, un réquiem de dolor destilado entre sus labios, escupiendo preguntas que nadie responderá, que Lorraine no piensa contestar. Ensimismada en sus pensamientos deambula por el bosque, ajena a los hechos, ajena a los sonidos que puede o no escuchar, ajena a todo. Sus largas piernas con curvas llenas de tentación, le arrastran sin sentido hasta un sendero de amargo aspecto, un camino viejo que nadie se aventuraría a visitar. Las rocas al lado del talud pareciesen lápidas de gigantes, centinelas que resguardan ese añejo pasaje.

Como si fuese la pluma de un ángel, una pequeña hoja cae en la palma de su mano, esperaba con anticipación ese declive, había previsualizado que aquello sucedería y espero tranquila el evento. Toma ese ejemplo de naturaleza con sus dedos, lo examina, lo observa detenidamente, siguiendo las líneas formuladas al reverso, su tallo, su textura y su color. Sus ojos distinguen el matiz. Y recuerda bajo un fino velo de lejanías, la enseñanza de un extraño “Nada es por siempre” Sonríe de lado al descubrir el doble sentido de aquellas palabras, podría mofarse de la frase si no estuviese cuestionándose acerca de lo mismo ¡Maldita sea la noche en que concluyo que era verdad! Encierra el pétalo sin vida entre sus manos, con su fuerza se encarga de destrozarlo, sintiendo que con esas partículas de nada, había aniquilado su melancolía. ¿Pero por qué alguien como Lorraine encontrase con esa nostalgia? Simplemente estaba anhelando un poco de lo nunca ha tenido, tan solo un esporádico insulto a su indiferencia, un capricho, un juego…

Su cuerpo se desliza fantasmagóricamente hasta una de las estatuas que vigilan la orilla del camino, con un simple salto se posa sobre uno de estos y se deja caer de espaldas. La fría piedra taladra en su piel, pero ella no lo siente, no puede apreciar nada. Su atavío blanco cuelga adoquinando lo grisáceo del lugar. Un deseo desenfrenado por consultar una canción de las más antiguas cruza en su mente, las notas musicales de aquella melodía pintan hermosos versos sobre su cuerpo y su dedo índice busca a atrapar estrellas en el firmamento, esquivando las ramas decrépitas de las florestas. Entonces pasa… aquel triste momento, donde un demonio se había puesto a recapacitar un segundo sobre los crímenes que había perpetrado, la maldad renace, más fuerte, más insaciable y demencial que nunca.

Una carreta se escucha a lo lejos, con los caballos relinchando por el temor desconocido que encuentran sus instintos. Los latigazos no se hacen esperar pues el jinete espera que su garañón atraviese la obscuridad frente a él, más el animal reconoce al monstruo recostado sobre aquella piedra e intenta retroceder. El hombre baja de su transporte e investiga los motivos por los cuales su caballo no desea ser partícipe en la travesía y a lo lejos admira la más hermosa y descomunal figura femenina… La estulticia por creerse superior lo encarcela en el hechizo que esa lamia representa, quiere seducirla pero ella tan solo apetece de él su sangre. Lo embiste para besarlo con frenesí, muerde su labio inferior y cuando el hombre se siente en el paraíso Lorraine arranca de su pecho el corazón. Su oído presta infinita atención a las respiraciones del individuo, que lentamente se desvanecen junto al silencio, muda la vida de otro humano en sus manos. No tenía sed, no tenía hambre ¿Mato solo por la satisfacción que siente al hacerlo? Es verdad no existe una justificación, aún cuando su corazón latía, esa mujer mataba sin piedad ¿Por qué habría de ser diferente ahora?
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Mensaje por Invitado Miér Nov 24, 2010 6:04 pm

Prisión masoquista, absorbida en un cauce de locura, ¿soledad? Su única libertad amiga, libertinaje…

Un libertinaje como citarían los sabios del conocimiento que habían pasado frente a sus ojos en busca de inculcarle a la pequeña de rizos las lecciones básicas para la vida que la acunaría en futuro, el baúl tallado en ojo y la jaula de cristal de la que sería víctima. Constantes veces Cristina se atrapo a si misma pensando en la condesa que la había condenado a su vida eterna, desde luego no lo tomaba como una condena pero intentaba imaginar en sus difusos recuerdo que hubiera sido de la joven rebelde y de aura perfecta en aquel castillo de altos murales ¿habría seguidos la cátedras? ¿Sería reina?. De seguro casada con un anciano que solo deseaba su fortuna y cuerpo por conveniencia, viendo actualmente ese reflejo con un decrepito a quien tallaban en cuadros junto a su juvenil reina, susurrando continuamente el misterio que rodeaba a la fémina. ¡Qué ocurrencias recaer en la misma filosofía de estupidez humana!.

Sus pasos no tienen prisa, la noche se alza en jubilo de su ser y su ansia de volver a la monumental vivienda es tan escasa que no logra descifrarla. Ella es la sombra en el haz de la luna, bañada en el reflejo plata y cobijada por las espesuras de las frías nubes que bajaban a tierra con el objetivo de ser molestia ante los quisquillosos mortales. Desliza la capa de sus hombros, le estorba, cubre su naturaleza y sus deseos, la tela oscura se plasma en el suelo imperceptible por el pasto seco, solo la cubre el traje oscuro, brillante y que alza al mirar sus extremidades cremosas y apetecibles. Se descase de la mascara instantáneamente ¿para qué cubrir la belleza en su más alto esplendor?. El trozo se pierde entre los y matorrales y su cuerpo se desprende la carga pesada del misterio ante los ojos que la vitoreaban en sus andanzas nocturnas. Da una vuelta, cual bailarina y sin desviaciones, los retazos ondean a su compas y desvisten las perfiladas piernas dignas de un tacto aclamado. Dentro de ella la fiera grita, penetrante y en busca de lo que la noche desee brindarle, algo que Cristina no le prohibiría.

Escucha un siseo, imperceptible pero que llega a sus afinados oídos con toda claridad. El carruaje no había sido su mayor inspiración, iban y venían a su antojo y los curiosos humanos sobrevivían de sus mitos en los bosques por lo que no osarían en pisar los caminos trazados por las estalactitas rocas y un sendero vacio. Sin embargo busca el nido de su despertar ajeno, su cuerpo sigue la dirección que dicta su instinto. No se apresura y sabe que acciones tomar pues poco era de su agrado brindar aquella impresión suya y le hastiaba pensar que en el máximo apogeo de su ser debía de acabar con un bastardo que con un iris brillante y curioso la reconociera. El hilo de pensamiento se vio irrumpido cuando encontró el fin a su camino. Era una escena, dos cuerpos en un escenario bañado de calidez y codicia, una mezcla apetecible de efluvios...un reflejo en el lago cristalino de su memoria.

Una cabellera, negra como el ala del cuervo, una escultura divina, curvas pronunciadas bajo la tela que cubría a la dama. Solo con esa impresión Cristina dedujo más de lo que se suponía que podía y más aun cuando el cuerpo frio y sin vida del joven mortal cayó al suelo emanando sangre que el terreno baldío recibió gustoso.

Ella era una bestia, de visita en una jauría donde solo la noche seria testigo

De pie bajo la sombra de un sauce, iluminada por el reflejo de los astros, apoyo la piel mamonea de su espalda en el tosco tronco para examinar con su mirar la compañía de los indicios del bosque. Una diosa, y no tendría que admirar su rostro para confirmarlo, su arte de acabar con la vida, tan poco cohibida y fuerte llevo a su recuerdo sus primeros días en los lazos eternos, no se cohibía, era un monstro de pesadillas infantes y la dama oculta de los jóvenes -¿Causa que se sume en un vacio, Madame?. Inquirió ante el silencio cual sombra que recorría los cuerpos que se adentraban en los confines. A ello, el cuerpo de sangre caliente que reposaba sin expresiones a los pies de la dama y que tan poco uso había recibido. El elixir la acuno una vez más sin que ella atendiera a su cometido, solo tomando de la escena a la mujer de escultura tallada cuya posición indagaba la soledad maldita y apasionada de su ser cegados por los pasos recorridos en una eternidad.
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Mensaje por Hela Von Fanel Sáb Nov 27, 2010 9:14 pm

“La cantata del diablo”

De pie frente a un cadáver, con su corazón en la mano se sumerge nuevamente un los pensamientos más atroces en su vida y se detiene en su humanidad. Quizá los vampiros más antiguos olvidan lo que alguna vez fueron antes de la condena, tal vez otros prefieran ignorar su debilidad, pensando que fuero bestias desde el nacimiento, pero ninguna como lo fue Lorraine. Sí, estaba sumergida en ese turbio pasado del cual fue víctima, el olor de la sangre fresca en el bosque le hizo dramatizar el instante en que probo ese líquido carmesí por primera vez. Compara el cuerpo del extraño al de su padrastro y el sabor de ese corazón con el que acuno sus primeras pesadillas, para su sorpresa fue idéntico…

Traga la primer bocanada de ese órgano, sintiendo como esa sustancia apacigua el infierno en su garganta, en su estomago. El veneno carmesí pasa por sus labios, la viscosidad se pierde entre sus dientes, por debajo de su lengua. La dulzura se instala como por instinto propio en sus papilas gustativas, saborea cada maldito segundo en el cual aquella mordida a ese corazón, calma esporádicamente su sed, una que tal vez no sea real. Una sutil melodía la atrapa, sucumbe ante sus bajas notas infernales y deja caer el órgano al suelo. La tierra y hojas marchitas se pegan a él como las moscas en una telaraña tejida por su victimario. El sonido provocado por esta fúnebre caída deja su eco en la amargura de la nada. La mujer gira sobre sus talones lentamente cual hada del invierno posada en un lago congelado, su mirada se detiene en la más infame de las bellezas, suspira…

Los labios de carmín teñidos muestras una curvatura algo desfigurada, trata que sea una sonrisa pero no es nada más que una mueca de dolor disfrazada. Verle allí a escasos metros de distancia le hiere, es tan hermosa que hasta la luna en lo alto del cielo siente envidia por lo pétreo de su piel. El tono dorado en ella luce descomunal, es una hechicera que le ha corrompido. Los rayos destilados de aquella sonrisa en el firmamento no osan detenerse en la figura de la dama pues saben perfectamente que perderán su lustro a comparación con la de ella. Su voz fue la cantata del diablo que le sacará de su olvido, de su pasado.

– No se le puede sumar nada al vacío… únicamente más desolación y abismos, resumidos en nada… - Susurra frunciendo el ceño, sacude su cabeza para después terminar con una carcajada angelical. No recuerda la última vez en la cual hablo de esa forma frente a alguien, es que nadie le había tomado como esa silueta femenina en esta noche. Se aproxima con pasos mudos hasta la mujer de aura espectral. Su cuerpo se mueve a través de la espesa penumbra, es como un fantasma deslizándose sin pies en la obscuridad – ¿Pero qué más da? Con vacío o sin él, un vicio siempre se le sumará – Se encoge de hombros, son palabras sin sentido las que sus labios han pronunciado o si en deliberado espacio y tiempo significan algo será solo en lo abstracto – Lorraine a sus servicios Madame, gusta un poco de vino – Desvía su mirada hasta el cadáver – Dicen por allí que quita la sed del ambulante -
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Mensaje por Invitado Mar Dic 07, 2010 7:03 am

Cohibido, peligroso, el tiempo pasa sin prisas ni pausa cuando la sombra acude al llamado del susurro de la oscuridad.

El mirar bronce logra divisar a la perfección a la misteriosa compañera del abismo. Hermosa, y una belleza que común no sería ante los ojos que tantos conocimientos legendarios habían mantenido, y Cristina Balanescu formaba parte de la lista. Un rostro perfilado, labios carnosos e iris oscuro poseía la dama, un cuerpo tallado por el más admirado artista y el aura misteriosa que su presencia corrompía hasta los ojos inocentes. La noche teme tocarla, teme dañar la escena que frente a la futura reina se plantean, incluso temen entorpecer la tez blanquecina de la visitante con un torpe toque o rayo celestial, por ello prevalece bajo las sombras del gran árbol que cubre con sus ramas espectrales al cadáver del apuesto cochero, una perdida terrible para las desesperadas doncellas en busca de la aceptación social.

Cántico de viento

Ella habla y se suma a la melodía de sus oídos, no esperaba más, siquiera se detuvo a intuir torpeza o dudas afloradas de su voz femenina, con tan solo ver la fuerte mujer supo que no era una más de las eternas damiselas que veían el regalo de la vida terna como una tortura a cada paso, como una maldición y un nombre más en la lista de los malditos que pisan el infierno perdiéndose en sus confines. Su filosofía; tan semejante y divina, hace que en los labios de la dama se forje una sonrisa pura y armónica a sus facciones joviales.

-...y seguirá siendo un vacio, un vacio adictivo. Completó aun con aquella curvatura en su rostro. La proposición de Lorraine atrajo nuevamente a su sentir y más aun cuando se vio acunada en los brazos de la fiera que albergaba dentro de sí; sumisa y en espera de alguna señal. Dio algunos pasos, solo las monedas de plata de atractivo traje irrumpían la tranquilidad del momento a cada paso que daba. Sangre tibia; aun no se descomponía y emanaba sin piedad desde el pecho del joven cuyo corazón se hallaba atrapado en el húmedo suelo, carcomido por los insectos que se acercaban perdidos en su atención, apetecible sin duda. Asintió al estar a un lado de la vampiresa cuyos labios se perdían en el efluvio antes probado. Cristina solo se inclino, como una gacela presa en sus movimientos, sus piernas se ubicaron a ambos lados del hombre herido deslizando los retazos de tela por la perfilada anatomía de la reina -Como torrente, así lo deseo. Sus dos manos se ubicaron en el cuello masculino, crack, un ligero tronar que causo que el rostro se desprendiera de la figura humana, la sangre broto cual laguna irradiando su brillo en el suelo pastoso. Cristina la tomo sin pudor de los cabellos castaños del hombre y la coloco sobre su rostro dejando caer en sus labios carmín las líneas viscosas de su elixir con sabor a gloria; se adhería a su garganta, por las paredes; lo deseaba, era más que una locura juvenil. Una de sus manos dejaba marcas profundas en el pecho del cadáver como fieras líneas que tardarían en cicatrizar. Nunca le importaba, no se reprimía, estaba muerto…

No quedaba más y su lengua ávida tomó la última gota que reposaba en su mejilla para dejar caer la extremidad hurtada, su torso mantenía algunos restos que borraría, a su momento. Se levanto con parsimonia dejando a merced de los insectos el cadáver -Y concuerdo con usted mademoiselle, la sed de los forajidos. Agrego haciendo una leve inclinación cual grata etiqueta a ser mostrada sin ignorar el sarcasmo que implicaba la política para ella -Cristina, deseosa por saber el motivo de su paradero, agradecido por encontrar a tan admirable figura.
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Mensaje por Hela Von Fanel Sáb Dic 11, 2010 7:50 pm

“Cáliz que viertes, llanto y festín
¡Sacrificio!”

El estruendo del silencio carcome lentamente los oídos de un inmortal impaciente, busca sin remedio alguno una salida desesperante; solo el vestigio de un pasado perfectamente marcado en su marmórea piel. Y en la penumbra la belleza de alguien más destaca con lada maldita mirada que la fémina dedica. “oh, locura de media noche que me ocultas de la realidad ¡Dime que no es un espejismo más!” Lorraine le implora a su cabeza no disfrazar su mundo con la visión que aquella mujer representa, tiene miedo que sus pensamientos le estén jugando una broma macabra donde la perfección de atavía con un vampírico perfume.

El olor que despide su figura, es tan jodidamente delicioso, sus delicados movimientos, sus ojos enmarcados de hermosura, sus pupilas sedientes y su cuerpo ¡Maldición! La silueta femenina tiene todo lo que un demonio sueña y la lamia lo reconoce perfectamente al igual que ella misma. El crujir en el cadáver le excita, muerde su labio inferior tratando de reprimir las emociones que se despiertan en ella. Ver a una hermana alimentarse de esa manera es completamente nuevo, una experiencia que le trae recuerdos inimaginables, acompañados con su siempre liviandad destilada de cada poro en su cuerpo. Recuperando el aliento tras haber exhalado todo el aire en el momento en que la sangre su fundió con la fragancia del inmortal, sonríe… Esa mueca asoma los colmillos errantes, en su perpetua búsqueda por saciarse sin concederse su deseo, al final solo muertes, sangre, locura, sadicismo y perdición quedan.

A lo lejos un par de lobos aúllan en su dolor, causas desconocidas, motivos ignorados. Bajo este cielo infinito lo único imprescindible era ella… Una mujer de nombre desconocido pero naturaleza perfectamente bien estudiada. Cristina se pone de pie frente a Lorraine, esta al ver los restos de alimento en sus labios y barbilla siente irrefutable atracción para con la dama. Nada obsceno, no se trata de un momento libidinoso; la distancia se corta con un par de pasos ejecutados. Frente a frente, escasos centímetros les separan, levanta su mano hasta la altura de los labios ajenos y con dedo índice reclama la sangre que se halo en su piel, una vez que su dedo de carmín se mancha lo lleva hasta su boca y prueba la joya en las venas del muerto. Un jadeo promiscuo se escapa desde su pecho, su cuello, su garganta, su boca, sus labios… Era una locura infernal sentir su sabor, los parpados de sus ojos se bajan cerrándolos, disfrutando el tiempo que se le llevo la vida; un segundo.

Pasada la efímera sensación se dispone a hacer de su encuentro algo con bastante probabilidad de ser inolvidable – Lorraine, es para mí gratitud de su presencia. Divagar, solo un arranque instintivo, mis sentidos no me engañaron al momento de confesarme un interesante augurio – Termina la frase con una curvatura en sus labios; impúdica mirada. El viento le abofetea sacándole de una imagen poco convencional en su cabeza, la carcajada que arroja tras su escalofrío es como el cantar de la luna obscura; mítica. Agudiza sus oídos, no tenía sed pero ahora… En el bosque alguien corre mencionando un nombre, los latidos de su corazón son rítmicos y la adrenalina en su sangre… “oh! Festín!”.
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Mensaje por Invitado Mar Dic 14, 2010 12:42 pm

Reflejo y espejismo. Letales en unión que engañaban los ojos inmortales al creer de un fantasma celestial a la diosa del mito.

Música para sus oídos que calla cualquier jadeo de la garganta de Cristina, para entonces impregnada con el elixir que alimenta día tras día su oscuro camino. Ya es tarde cuando presta atención a la cercanía de Lorraine, los segundos inmortales no fueron suficientes y solo pudo entreabrir las comisuras carnosas al sentir el perfilado dedo de la dama recorrer sus finos labios, acabando con cualquier resto de sangre del elido cadáver que reposaba tras las deidades. Aflora un murmullo admirable de tal gesto de fiera delicadeza, la reina entrecierra sus ojos por cada decima del tiempo que dura el fino roce, tan despreciable era el tacto de la condesa de su mortalidad que no se atreve a compararlo con el sosiego del tacto de su acompañante, del cual solo irradia la similitud de caracteres que el augurio de su futuro no se empecino en descifrarle como fruto de una noche de sus andanzas.

El espectáculo vislumbra un gozo mutuo, ella disfrutaba la mísera gota extraída de la muerte comparada con su grandeza. La melodía la acuna en sus brazos de marfil al oír el notable disfrutar de la belleza inmortal hallada en las penumbras del bosque. Sonríe orgullosa sin cohibiciones de que los punzantes incisivos rozaran su labio inferior. El poderoso instinto no fallaba, los gitanos se sumían en la pobreza de sus bolas de cristal maravillosos inmortales que con un solo astro de la noche se aventuraban en los confines del mundo logrando el éxito en una aventura que nació con un encuentro fortuito.

Instinto; nacimiento y vida.

El cauce del viento mueve a su paso las hebras de la inmutable Cristina que contagia la abstracta emoción de Lorraine. La vivida naturaleza les hace compañía, sombría como las noches del otoño. El aullar de los lobos, el ulular de los búhos y el continuo movimiento de las ramas secas brindan armonía al escenario húmedo y olvidado. Escucha unos pasos, torpes, tan torpes e inseguros que es imposible confundirlos, un mirar de reojo a los orbes oscuros de su acompañante es suficiente para igualar el pensamiento y la bestia que renacía en su interior, tan libertina e imposible de saciar a través del tiempo. El aroma; dulce, varonil, impregnado de un perfume de alto costo…joven humedece su paladar. Le da la espalda a la colega de causa y ladea su cuello en búsqueda de lo que los ojos humanos no pueden ver. No se hallaba lejos, o por lo menos no lo suficiente de la ubicación de los demonios del abismo ocultos bajo féminas telas. Lo reconocía, y tal sarcasmo abarco su ser profundo al punto de que su sonrisa se ampliara con el sadismo presente en cada curvatura -Él... El joven que la deseaba carcomiéndose en la lujuria de su baile, el mortal que buscaba su destino sin conocer su final. Respiraba entrecortadamente, el sudor perlado de su pecho varonil no era un secreto para ella -Sal, no huyas, se que estás aquí. Una carcajada, ¡¿cómo ignorar su estupidez?!. Buscaba un tesoro, una pieza de diamante entre los zafiros de la carpa gitana y lo había encontrado, pero custodiado a un alto precio -¿Sería capaz de seguirme, Madame? Pedirle el permiso de acabar junto a mí lo que se inicio...¿sería suficiente?. Mera cortesia, mas decidida, simple, atrayente y peligrosa -Continuar con el buen presagio de la intuición.

Perdida terrible, lástima que prescindía de el, pero el curioso recibía su premio y no siempre era un deleite al sueño.

Vino tinto para el mortal, sangre para los eternos.

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Mensaje por Hela Von Fanel Dom Dic 19, 2010 8:10 pm

“Letanías de muerte, invocaciones al demonio a la espera de que se marchite la luz del sol”

El terrible efluvio que colisiona contra si, le provoca, le incita, le llama… Carraspea una par de veces antes de darse cuenta que la sed le carcome las entrañas, ruge cual león en medio de la nada reclamando a su presa. Ojos mortales rodean la visión perfecta de dos sílfides, miradas de rojo color tan hambrientas o iguales que la suya. Lentamente se deja envolver por la fragancia que despide el humano, su pobre corazón se encuentra enviando esa sangre por cada vena, hasta el último maldito rincón de su cuerpo; son esos latidos los que enloquecen sus tímpanos al resonar tan fuertes, tan vivos y delirantes. No era necesario preguntar, Lorraine ya se encontraba idealizando la forma perfecta para arrebatarle la vida a un simple humano.

Un espectro con una sonaja en la mano, al menos esa era la teoría para el sonido de fondo entre ambas figuras divinas. Pero la ninfa del infierno guardo con recelo en su interior la amarga realidad que a su acompañante perseguía. No fue su intención escuchar la memoria de aquella dama, no pretendía escrutar la mente de su perfección, más los gritos desesperados fueron más fuertes, cada vez más difíciles de ignorar. Aún así enfoco todos sus sentidos, sus instintos en el buitre desalmado que esperaba probar de una aceitunada piel la lujuria. ¡Infeliz desgraciado! La vida le ha preparado una celestial sorpresa. Escasean las palabras cuando el hambre se clava incesante el en vientre, se pierde el tiempo – por ilógico que suene – innecesariamente. Un arrullo. La última sinfonía de sus pies al despedirse de Cristina e ir a buscar el jugo que le regresará a la vida. Si, la eternidad significa petrificar la belleza en la perpetuidad, más el costo es y siempre será la condena.

“La maldición del sol”

Atados siempre a la obscuridad de la noche, esclavizados a sus tinieblas… se tiene la ventaja de observar lo que los ciegos jamás podrán. Desventurados son quienes se cruzan en su camino, afortunados aquellos que ya han muerto, pues nadie más estará a salvo de su crueldad, sed, hambre, deseo… Su avaricia por destrozar bajo sus colmillos la piel de un humano, le martilla en el pensamiento. Muerde su labio inferior deleitándose con la imagen obscena que se ha creado, dulce y carmín río de lágrimas, arroyuelos de púrpura color, banquete de dulce sabor. Se mueve a través de la arboleda, esquivando las trampas que la naturaleza ha fundado con raíces, ramas, rocas, fracturas… Una sonata diabólica, comienza a cantar, es una voz tan terriblemente hermosa que no existe fuerza en el mundo que pueda resistirse en ir a su encuentro. Los versos son igual de antiguos que la tierra, místicos y llenos de sentimientos, por ella desconocidos. La escarcha en el pasto, el verso en el alma.

Cuando al fin puede asegurar que él la escucha se detiene, la danza infernal le convierte en un hada batiendo sus halas en la negrura del silencio. El hechizo ha sido preparado con el mejor de los venenos, su cuerpo es el arma más letal que posee y su mirada es la perdición de cualquiera que ose en mirarle a los ojos. No… aún no olvida a Cristina; al igual que ese extraño perdido en la niebla, la espera. El arte del demonio, la dificultad de matar sintiendo la satisfacción en el acto. Suspira y sonríe al conseguir el perfume de una lamia en las cercanías, su voz se aloja en el eco del mortal. Sin escapatoria.
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Mensaje por Invitado Dom Dic 26, 2010 10:42 am

Se derrama el cáliz del pecado en su garganta y sus labios saborean la moral escasa.

El cantico del demonio la acuna en sus brazos crueles apresándola en la más vidente realidad. En silencio espera un cesar de la melodía que la paraliza a la que admira con un solo mirar. Cada verso que brota de los labios de Lorraine es una sentencia mas para el mortal que admira sosegado de deseo a la Afrodita descendida de Olimpo. En las sombras no logra divisar la causa de sus ansias pues solo los inmortales pueden descifrar los misterios que la noche cubre cual manto divino. Sin embargo Cristina observa, tigresa salvaje y contenida, cubierta bajo la piel de monarca y un traje que destaca la belleza de la fémina. Aun inunda su cuerpo el efluvio llamante, masculino y cálido que impregna sus labios como un tónico esperado por el enfermo. Lo añora hasta la locura y es capaz de cualquier paso para dar fin al sufrimiento que la carcome, que la encierra en sus más bajos instintos oculto en la sonrisa y hoyuelos de la mujer.

El teatro su segunda pasión, vive el arte de matar cual obra , no como una simple asesina, desprecia la sola idea. Da pasos en tablas lisas y el libreto de la muerte se halla en su memoria marcado de la más fina sangre de cada una de sus víctimas. Se desliza el áspid de cuerpo de diosa. Las monedas de plata resuenan con cada paso causando que el joven pierda su mirada entre el juego que la naturaleza a puesto frente a sus ojos. Los arboles le guían escondiéndola de un pronto descubrimiento, su sombra se mueve entre las ramas secas. El juego apresa al curioso que busca en vano a su damisela sin cruzar por su imaginación que dos son las pesadillas a temer. Radiantes, peligrosas, llameantes de pasión, deseo y sangre; Lorraine y Cristina, el crispante fuego y el elido hielo confunden la imaginación del mortal inocente a su antojo, manejando al títere en su propia tierra, pues esa noche solo ellas serian dueñas de lo que la luna testificara bajo su reflejo.

-Si. Labia simple y desesperante, sosegada por la calidez de la dama que ata con grilletes del destino al mortal a sus pies. El busca hastiado y ella disfruta del espectáculo, sus pasos son tan serenos que el pobre desafortunado no se percata que a sus espaldas hallase su destino. Su iris logra divisar a Lorraine entre las sombras, la compañera de sus delirio, la igual que entre la sombras logró sorprenderla en una noche de invierno. Sonríe morbosa y letal. La sangre la acribilla sin piedad exigiendo que beba de ella, pero Cristina espera, no es impulsiva, no es vulgar, sabe exactamente el momento propicio para atacar. Su audiencia era la vampiresa de hebras oscuras nada pasiva y que sabía que atacaría de un momento a otro -Quieto. Exigió. El joven no pensó dos veces antes de obedecer y dejar que las manos perfiladas de la mujer se deslizaran en su torso definido y fuerte. Tan débil que de sus labios profirió un suspiro placentero cuando las yemas se hundieron en su bajo vientre y la lengua febril se deslizo por la concavidad de su cuello. La reina no parpadeaba, buscaba el orbe sediento de la doncella encontrada. El torpe caballero buscaba a tientas tocarla, pero con un ajuste de sus dedos supo que no debía hacerlo -Calma, no tan de prisa, ¿Qué ha de quedar para…los demás?. Entreabrió sus ojos con desmesura, había entendido el mensaje y en vano buscaba hacia el horizonte el vestiguio de la aclaración de la mujer. Pobre el que no volvería a ver la luz del sol, coincidía en que no estaban solos…

…un par de ojos oscuros, una voz de ángel, un cuerpo de deidad, el silencio no era más que el misterio del bosque que se apoderarían del mortal y solo poseían el nombre de Lorraine.
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Mensaje por Hela Von Fanel Vie Dic 31, 2010 12:46 am

El infierno implora la sangre que ha de saciar la bestialidad en las tinieblas…

La penumbra cubre cada parte del bosque, oculta entre sus sombras la infamia de una muerte anunciada. El humano no lo verá venir, ni siquiera sentirá nada parecido al dolor. En sus patéticas ilusiones tiene fe que el cielo le ha recompensado. Lorraine puede escuchar los latidos de su corazón y pensamientos. Del baile infernal que ella procrea con sus manos, pies y caderas él se deleita. Pero sin duda alguna la busca… Busca entre la neblina a la mujer que le arrastro hasta ese maldito lugar. Apenas le mira y ya posee en su cabeza esa serie de depravados juegos mentales en los que se sumerge, quiere tocar, desea probar los labios de la Diosa que le enveneno en sus sueños. Se retuerce en cada ardiente sensación. Lorraine descubre a través de él la delicadeza en el tacto de Cristina. Se embelesa en lo que el mortal puede sentir, tan triste, tan rudimentario… Él no posee la habilidad suficiente para poder discernir las diferencias, ella no solo es hermosa, Cristina es un grito de muerte a la lujuria que tortuoso se aloja en cada vértebra de quien le mire, le toque, le desee…

Lorraine no solo disfrutaba de los impúdicos pensamientos que el joven humano poseía para con la vampiresa, también se encantaba con cada movimiento, cada palabra que ella le dedicaba. Sin duda alguna, esa mujer reconoce el arte de la muerte, el verdugo que no solo se saborea el momento en el que la hoja filosa caerá sobre el débil cuello del condenado; también la escena en la que este perecerá, los sucios y más bajos detalles. Una nueva visión y una forma diferente de admirar las cosas. El fuego en la hoguera había sido avivado por la delicadeza en Cristina, su nombre es igual que describir el paraíso con cada diabólica letra que lo escribe. Lorraine ha sido cautivada ¿Por qué? Aún desconoce la verdadera razón pero idealiza una muy poco ortodoxa ¿Será su fascinación por su mismo sexo? ¿Su libertina forma de ver a las mujeres y satisfacerse? Es extraño, pero más extraña es la forma en la que los hechos de esta noche se tiñen lentamente de carmín.

Atraída por una señal muda aparece en las cercanías de la pareja, sus escarlatas pupilas se clavan en la arteria de un cuello punzante, dulce agonía mutada en fragancia que le arde en la garganta. El choque de efluvios es descomunal, compiten en esa jodida fragancia el olor a sangre, a juventud y la lascivia ¿Cómo poder negarse? ¿Cómo resistirse a sus encantos de ninfa? Sus manos se deslizan en la espalda del varón, acariciando su columna vertebral con obscenos movimientos. Las rodillas de este flagelan al sentir el frío recorrer en su piel, al sentir el gélido vaho en su nuca. La vampiresa sonríe amargamente, escucha las plegarias, los ruegos y el patético agradecimiento al demonio. Por que sí, fue un maldito demonio quien escribió ese vil destino para él, un infeliz mortal que ha de sonreír en su último suspiro, pues la deidad que osará arrancarle la vida huele a edén, a pecado… Y en medio del frío, justo a la mitad del camino entre los copos de nieve suicidas y el suelo su cabeza es lentamente inclinada hacia un lado, sin esfuerzo, sin brusquedad, sin ninguna otra razón mas que el hecho que Lorraine desea lamer el arco de su cuello. Sus entrañas se retuercen en el vivo sabor que despide, si así le sabe la envoltura… Una carcajada angelical aloja en el oído del humano, quien se estremece ante aquel contacto. Su libido esta encendida y solo espera paciente una señal, una invitación a esa libertad que tanto añora. – Caricia de noche, llanto fúnebre a la luna, deja que mis labios sean de besos el derroche, será tu muerte la redención de mi locura – Infame verso se ha pronunciado, es la inmundicia de quien le llenará en su sed. Una virginidad perdida pues sus caninos romperán esa piel que le aparta del rubí que oculta su ser. Nadie sabe cuanto potencial tiene un joven humano hasta que alguien más le presta la atención necesaria. Llanto y condena para su desgracia fue la lamia quien le observa de cerca.
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Mensaje por Invitado Lun Ene 03, 2011 7:22 pm

Tortura divina tómala, envuélvela en tu manto y atrápala en la desbordante locura.

Cristina abandona toda señal de etiqueta posible, toda educación que algún día le fue planteada ante sus ojos como la dama apacible que todos esperaban que ella fuera. Desaparecía el rostro divino de doncella para sumirse en los ojos lascivos y vendados al pozo anhelado desde que su olfato percibió la exquisitez de su elixir en manos de un joven mortal. Podía palpar el deseo en sus ojos, percibir la desesperación en las manos masculinas que ansiaban tocarla y como ella seducía a su antojo hundiendo sus finos dedos en el pecho del hombre. No es poderoso, pero si es joven. La presa de su escogencia era más de lo esperado para la reina, desde su baile y el movimiento lujurioso de sus caderas bajo la carpa gitana donde supo que no debía pasar bajo su atención al Lord que la llamaba con el penetrante iris de sus ojos y cuyo orgullo quedo desvanecido bajo las garras de la vampiresa que lo ceñían a su cuerpo humillando el orgullo del varón y brindando un rayo de complacencia a la virilidad deseosa de sentir el valle de la fémina, pues si en algo ambos acordaban era que el solo quería a la supuesta mortal para sus más bajos deseos ¿ella? Simple, solo su sangre.

El escenario que vislumbraba prometía ser frecuente, un cuerpo mas, uno menos que recaerían en la lista de su conciencia. Pero su mente jugó con ella al conocer al ángel de la muerte, al unir sus ojos con la fiera de Lorraine, con el demonio en cuerpo de nereida, ahora no podía pedir más que el futuro le daría al compartir su propio escenario junto la hermana, la mujer divina cuya arma solo era la exquisitez de sus curvas y el elido mar de su mirada. El libreto se teñía de sangre ante las damas, el cristal solo se tornaba carmín con cada gesto, una guerra librada con los dioses de testigo y solo Lorraine y Cristina tenían el destino en sus manos; la pasión desbordante en la piel dorada de la gacela, la violencia acallada en los labios de la pantera.

Su estado le inducia a un paso precipitado a acabar y desgarrar la piel caliente del mortal cuyos parpados se cerraban disfrutando del éxtasis de cada roce que las mujeres podían ofrecerle. El crispar de los ojos de Cristina basto para agradecer a la fe irreal que su compañera acudiera a su llamado sin voz. Dos excelencias en el arte de la muerte quienes no lo pasaban como un juego de profecías para el descanso eterno. Su garganta se humedecía con cada visión de la mujer que disfrutaba al igual que ella de la presa: paciencia y devoción. Balanescu empalmo sus labios mostrando ante la luz de la luna los incisivos punzantes, su arma más preciada. Sus manos se hundían entre la espesura de la carne y el torso masculino, se inclino rasgando la prenda superior, manteniendo su merced al afán de su instinto. El orgullo de su mente confundía con cada repetición a viva voz su propio querer, ¡Maldición sincera! Ella actuaba, ella disfrutaba el goce de su compañera cuando la veía, admirar el reflejo en sus ojos ante cada movimiento, sin embargo la misma mujer sabia como torturar a Cristina, como retorcer su mente y perturbarla de tal manera que le declarar una limpia batalla, sus palabras resuenan en sus oídos mientras sus labios buscan el inicio del vientre juvenil -Delicia de festín oprime mi cuerpo en las brazas de tu paladar, no me libres de tu encierro. El mortal abrió sus ojos y antes de que pudiera protestar la señal fue dada y la bestia rugió contenida hundiendo los caninos en la piel de la victima drenando la sangre dulce bañando junto a la lengua ávida. Un gemido complació a la rumana cuya uñas oprimieron el abdomen creando un camino cercano a su rostro derramando cadenas de sangre que impregnaban sus mejillas. Jadeos de placer masoquista que pedían más ofuscados sin oír los grilletes de la muerte que se acercaban por los senderos del jardín. Una mirada al cielo, al borgoña de los ojos de Lorraine, un banquete de gloria, un encierro de deleite.

…y era bella bajo las sombras de una bestia.
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Mensaje por Hela Von Fanel Lun Ene 10, 2011 5:11 pm

Un nuevo párrafo se escribe en las letanías de la muerte, las alas de sus ángeles rosan tus deseos y arañan deleitándote la piel…

La noche le acariciaba como la suave pluma es tocada por la finura del viento, el silencio callaba aún más tan solo por escuchar sus rezos. La eternidad le alcanzo para congelar la belleza y ponerle su nombre. Cristina… Envidian las estrellas su rostro, el mismo Hades ha insultado a la hermosura de Pandora, es el misterio en esa mujer lo que destaca en esta noche, en este momento. Sus acciones destilan pasiones que se desbordad en cada uno de sus poros inundando todo el bosque con su mitológica fragancia y es la locura quien hace destellar sus pupilas al clavar en un vientre frágil su pudiente marfil. El poder de la seducción pierde sentido cuando ella esta cerca, juega con los retazos de una lujuria imperfecta y se acuna en la brecha encendida de una maldad intacta. Los celos de la Diosa Luna se dejan ver cuando se oculta tras el delgado velo de las nubes, no quiere mirar, no desea apreciar como ante esa dama su enigmática figura se extravía, y el demonio se carcajea entre sus presas, es la divina creación, una muy insuperable tentación. Excitación desorden y placer. Un corazón arde en adrenalina, el vértigo recorre cada rincón en el cuerpo esclavo de ilusiones desquebrajadas. Gemidos suicidas se arrojan al abismo desde labios mortales, bramidos que llegan a lo agonizante. El río escarlata en su vientre es el sendero de perdición hasta el infierno, un camino adoquinando con placeres inimaginables, dulce néctar de una flor común, un simple humano más.

Es el delirio derramado en sus pupilas verle tal magnifica, tan endiabladamente excitante, es la tortura de sus labios el no poder si quiera tocarle. Se escucha el galope en el infeliz y los deseos en Lorraine se perfilan al son de la muerte, las voces del más allá hacen sonar su réquiem en una advertencia perecedera. Atosigado, embelesado, atrapado en las garras de la seducción finge indiferencia ante el dolor, se cree en el paraíso terrenal, en el eterno sueño de Morfeo sin saber que en realidad es un abrazador veneno.

Se desliza la vampiresa entre las sombras masajeando cada parte de su cuerpo, estimulando a la demencia caer bajo las garras de la lujuria, pretende hacerlo bramar en pasión y deseo, quiere verlo gritar de placer en su nombre. Recorre un fino camino con sus colmillos en el brazo del joven, desfila arañando delicadamente y la línea rojiza es tan solo una parte del martirio. Su lengua embrutece la piel, empapando la carretera. Perfora sin tapujos, sin prisa uno de sus hombros, para Lorraine es un desperdicio llegar de fino a la garganta. Succiona sin parar, traga y calma la llama que posa tras su lengua, las pupilas se deleitan con el sabor que guarda ese líquido, sus labios se tatúan de carmín, sus pupilas se encienden al igual que el sol al amanecer. Ambas lamias le drenan la sangre al compás en que se le roba el alma, la vida… El pulso desaparece con el último suspiro, la sinfonía de su muerto corazón se mutila al estadillo en la satisfacción que lentamente calla el hambre de la infamia.
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Mensaje por Invitado Sáb Ene 15, 2011 9:37 am

Uno, dos…los latidos del corazón resuenan acallados por el dolor a espera de un último suspiro.

Los ilusos gemidos del ciego mortal son la tonada que impulsan los instintos de Cristina, que la acunan en la suave melodía de la noche lejos de las murallas de su fortuito hogar que no son más que tétricas paredes marcadas de sangre, sadismo y tortura, los adjetivos que destilaba la mirada de la reina en una noche de búsqueda incansable a la huida del tiempo que siempre parecía igualarse. El guion de sus asesinados no se repetía, una diferencia tras otra; la suplica en los ojos humanos antes de partir al inframundo, el beso final a los fríos cadáveres. Esa noche, el acaecimiento que se avecinaba rompiendo la normativa del texto donde solo resaltaba el nombre de una hermana inmortal, de una belleza de tez dorada y ojos penetrantes, Lorraine, una deidad del abismo, un ángel corrompido, el pecado de la labia sabia que enriquece de lujuria con la sola mención de su nombre.

El hombre joven desconocía de la situación, asegurándole a sus plegarias el agradecimiento por el sueño de una noche de invierno, el deseo que sus poros emanaban ante cada tacto de las féminas a su piel, incluso la profanación de Cristina le parecía el mismísimo palco celestial sin percatarse de la debilidad que en pocos instantes lo sucumbiría. La reina bebía, se saciaba hasta que sus labios no pudieran mas, impregnaba su garganta con la cascada de glorioso elixir que la recorría sin pausa, las mejillas finas se teñían de un color carmín con las hileras imperceptibles que había tejido con sus propias uñas; una delicia, un banquete místico con la compañía exacta. De reojo solo admiraba las acciones de la dama, con lentitud pero la seguridad y dominio necesario para no pasar desapercibida. Ronroneaba el joven bajo las garras de las mujeres, parecía sumido en un sueño tejido por arcángeles, su fantasía realizada envenenada por los ojos oscurecidos de las figuras inmortales, las obras perfectas talladas por el demonio. Ceñía los parpados por el dolor punzante, sadomasoquismo que aumentaba la excitación de su cuerpo, se veía paralizado al querer tomar un pobre control que nunca ejercería. Los labios de Cristina se bañaban del liquido místico cuando se alzo buscando la clavícula sobresaliente del hombre, el viril y joven efluvio ahondo en cada rincón de su cuerpo, tan dulce y caliente, imposible de resistirse, sus labios se deslizaron por el cuello de su víctima, su lengua ávida cerraba caminos causando uno que otro jadeo de lujuria.

Todo se basaba en seguir el sendero desconocido.

Por ello se perdía en su mente cautivada por la belleza y arte de la dama, hasta el bastardo galante le parecía muy poca cosa comparada a la presencia de Lorraine, patrañas, siempre los humanos serian poca cosa, a menos de que dentro de su baúl mortal guardaran el borgoña de sus anhelos, la maldición que se ceñía a su alma oscura y vacía. Drenan sin cesar debilitando el físico jovial que pierde la expresión de pasión para pasar al nerviosismo hasta el decaimiento corporal, cambios que disfruta a viva voz el goce de Cristina desgarrando desde el pecho fornido. El latido final se acerca, su mano se adentra sin preámbulos dentro del cuerpo frágil, palpa los órganos viscosos a su paso hasta llegar al corazón, lo aprieta, lo estimula. Entre sus dedos se halla una muestra bizarra de su capacidad, de su amante la querida muerte. Halla inútil la figura vacía y da un paso hacia atrás con el retumbante corazón en sus manos. Su iris bronce se posa en Lorraine, la lirica sobra cuando su cuerpo de dispersa en sensaciones placenteras, apartado de la violencia de hurgar en el alma del caído.

La diosa perdida, la sangre empalmaba sus dedos, ápices se perdían en la concavidad entre sus senos, en el vientre febril, irradiada de los restos de la vil asesina.

-Curioso el tener una vida, una representación minúscula en las manos, ¿no le parece?. Pausada veía su hurto eterno, se acercaba a su acompañante, una palabra de la vampiresa tensaría los oídos de la reina, no habría que pedir más a la fe absurda teniendo ese paraíso frente a sus ojos.
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Mensaje por Hela Von Fanel Jue Ene 20, 2011 10:35 pm

El desfiladero de las ánimas en pena se observa desde la cima del cielo, más alto que las nueves, pero más bajo que las estrellas. Cada una suspira por que sus mudas advertencias no son escuchadas por los demás, solo los que han nacido con un don pueden prestar atención a lo que estas tienen que decir, lástima para quien no mira más allá de su nariz y para los que están sordos a cualquier sonido que no provenga de sus labios. La briza infernal cubre, humedece y embriaga los sentidos de las bestias, acuna entre sus efluvios el olor a la sangre fresca, el miedo se puede respirar entre ella y la vida se esfuma como el humo de una hoguera. Tan simple, tan corriente, tan trivial… El arte se plasma en las manos de una mujer que con una solo mirada puede desvanecer a un ejército, sentir en las entrañas el desdén, ese deseo imperial que corre por venas putrefactas, vacías, estoicas; hierve la sangre en los labios esculpidos en divinidad y perdición. La magna obra del demonio, quien en su diversión juega esta noche con la desdicha de los mortales, cantándole a la luna una letanía de muerte, susurrando al desgraciado una poesía incoherente.

La lamia se retuerce en fuertes espasmos de placer, un goce que sacia su hambruna, lentamente succiona la vida así como drena el elixir carmín que emanan las venas de ese costal. ¿Quién lo diría, quién lo imaginaría?... Esa es la diferencia entre lo absurdo, lo banal y la fantasía. Ríos de sangre escurren de su piel, caminos que rápidamente son borrados por los labios de Lorraine, su lengua es una serpiente que se sirve de un banquete con sabor descomunal, sus labios son el abismo en donde se suicida cada gota escarlata. El monstruo llora al sentirse satisfecho, cada rocío de ese jugo vital es como colmar a los desaventurados de dichas, riquezas y felicidad. Pero algo en ese mundo paradójico, no estaba bien. Quien con sus pupilas enfebrecidas admira la escena, se detiene en la última mordida, no puede evitar sugerir en su subconsciente esa desgraciada atracción por la mujer frente a ella. El paladar le sabe a nada cuando le observa, cada movimiento, cada mohín que su cuerpo ejecuta, es la lirica perfecta para la noche en donde gobierna la locura. Un cuerpo inerte, un cadáver que desvanece en las manos de Lorraine y una visión extraordinaria. El corazón del muerto posa en la delicadeza de Cristina, una perfecta escultura que despierta lascivia en todo aquel que le mire. Los pensamientos de la lamia son disparates, aún puede escuchar los latidos en ese órgano, todavía admira su palpitar en las manos de su compañera. Sus labios esbozan una sonrisa de medio lado al escuchar sus palabras ¡Maldición! Los ángeles le envidian por haberse robado esa vos de mezzosoprano. Asiente con la cabeza aproximándose a ella, dejando caer en un movimiento brusco el cuerpo inerte. El sonido que tras ella se escucha es hueco, se pierde en el silencio, nadie le hace caso ya no importa – Más curioso es… Sabernos culpables, llamarnos ángeles y sin cambiar. Disfrutar de la maldición, lo vital… - Arruga su frente, dos zancadas más, ya está frente a ella. Clava su mirar en el corazón que despide ese terrible olor a hiel, una adicción que no puede soportar - …todo… - Muere en un susurro su frase.

Es tan frágil la línea que divide a la vida de la muerte, incluso para quienes se presumen de inmortales esa frontera se ve bastante débil. No deberían provocar la furia del dios que les observa, pero la verdad es que si ese Dios existiera jamás hubiese permitido que semejantes demonios poblaran la tierra. Ciego, sordo y mudo. Una deidad que le da la espalda a sus hijos entregándolos en las puertas del infierno con mujeres como ellas. ¿El demonio en verdad existe? No hay nada más aterrador que ver a dos bellas damas en medio del bosque asesinar sin piedad a un simple hombre. ¿Maldad? ¿Perdición? ¿Infierno? Mirad bien a vuestros alrededores, esas bestias son Lucifer y este mundo su reino.
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Caricia a la noche cual vieja amiga. [Lorraine Von Fanel]  Empty Re: Caricia a la noche cual vieja amiga. [Lorraine Von Fanel]

Mensaje por Invitado Sáb Ene 22, 2011 10:14 pm

Mensajera de atrayente labia irradiada en la luz de su pecado.

Fortuna divina la que exige más, la que pide a gritos dentro de la monarca una palabra, un gesto, un paso que despida el aroma embriagante de la hermana de la oscuridad, del demonio bajo mirada de serafín. Si es el infierno, Cristina ardera en sus brazas eternamente pues maldice el Dios del amanecer que marca fin a sus aventuras de vida, el enemigo que se postra frente a ella sin poder enfrentarlo, ironías les parece desviar su atención, calumnia al tener que buscar la razón donde no la hay teniendo frente a sus ojos a la perfección de su aventura, la luz que no la ciega y la carcome con su sola mirada perdiéndose en la piel dorada de la monarca. Se pregunta inquieta porque su preferencia, porque la mujer la cautiva a cada palabra, tales preguntas se pierden en el confín de su mente, tan extenso que se le imposibilita seguirlo conforme a su andar para saciar lo que exige su curiosidad. La luna brilla incesante, reclama lo que ella no puede ver; que su presencia sea tan solo el ensueño de los infantes y no sea ella la que admira sin parpadeo lo que Cristina atestigua a favor de su suerte, más bien sabe ella que el destino está a su favor, desde el inicio de los tiempo, desde el nacer de la deidad bajo la mirada de ángel.

Oraciónes que enaltecen sus oídos, una curvatura de sus labios de marfil no se hace esperar, estrujaba el órgano en sus manos y las gotas se perdían en la concavidad frágil de sus dedos, impregnando sus manos. Sadismo que la encerraba en su propia lujuria, un banquete de reyes. Los últimos latidos del corazón son la tonada perfecta que acompaña su silencio Uno, dos, tres… muere el alma en pena que parte al infierno con el consuelo de la fantasía de su despedida. Cristina deja caer el órgano inservible cerca del joven cadáver, da unos cuantos pasos hasta posarse tras Lorraine el resonar de sus pies descalzos son solo un aviso. Sus ojos admiran los alrededores del escenario del que forman parte, las sombras las cobijan y los arboles se retuercen en su afán de atestiguar la huida de las inmortales con la esperanza de un castigo en el purgatorio, mas solo una risa irónica enciente su halito fresco donde reposa el elixir del último suspiro que sacia su ser llameante. Sus dedos se posan en sus propios labios entreabiertos a espera de palabras, una mueca fingida de inocencia y confusión, como si su conciencia actuara sobre ella recordándole cada uno de sus hurtos.

Duque Velante, Madame Rosiee, Lady Katherine, Lord Marlow, Pequeña Cassandra, Martin Hope…una tras otra condena…

-Usted lo disfruta Lady Lorraine, el sabor de la culpa ausente, lo he visto en sus ojos, el placer de callar por deseo propio. Cada susurro acompaña su mirada perdida en los matorrales mas su atención tenia nombre, uno forjado por el mismísimo demonio creado con una figura de mujer bajo la capa de las prendas de diseñador. Un dedo de la reina, una legua de fuego se posa por un segundo en el hombro de su acompañante, una mirada ingenua como si ella misma no comprendiera sus acciones, todo era un teatro forjado con un libreto de sangre y la dama de ojos oscuros lo sabía a la perfección -¿Maldición, seguro lo considera así?. Inquiere, solicita, si, su curiosidad la llena a espera de una palabra; perfecta locura la que escribe el erudito autor que crea el monologo de esa noche. Aparta su tacto, su tez reclama como si fuera una versión religiosa que espera el ciego oculto en las penumbras de su ser, insiste que tal hecho no puede ser más que un juego de su mente que disfruta en su masoquismo monótono, el frio aire se adentra en su cuerpo insistiendo que las señales sobran, se convence y sus labios brotan una pequeña risilla cual campanas de invierno, no se aleja de la precavida cercanía -El todo, Madame, ¡el todo!, no vea como una tortuosa maldición una anhelada fantasía, hurtamos lo imposible y no somos santos, no es nuestra responsabilidad así que no quebrantamos una ley, ¿un nombre? Una eternidad no bastaría para hallarlo, he ahí, une éternité.

Réquiem perdido a la merced de los astros.
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