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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Dauphine Terrié Miér Jun 13, 2012 4:32 am


"You and me we're cut from the same cloth
It seems to some we famously get along
But you and me are strangers to each other
Cuz you and me: competitive to the bone
Such tragedy to trample on each other
With how much we've endured
With the state this land is in
You and me feel joined only by gender
We are not all for one and one for all"



El silencio se había generado nuevamente, al fin. Los numerosos candelabros de la sala resplandecían tenues, como si estuviesen cansados, mientras la parafina de las velas casi se consumía y las ostentosas lámparas estratégicamente distribuidas apenas sobrevivían con las últimas gotas de aceite a ser disipadas.

Tomó asiento en una cómoda silla de lustrosa madera con un tapizado aterciopelado de tonalidad bordeaux, que hacia perfecto juego con los pequeños adornos situados sobre aquella mesa redonda donde uno de los codos de la rubia se apoyó suavemente. La palma de su mano se amoldaba a la forma de su delicada mandíbula mientras sus dedos golpeteaban suavemente sobre una de sus rosáceas mejillas, poseedoras de dicha viva tonalidad gracias al fresco y templado alimento ingerido no muchas horas antes. Su cabellera recaía grácilmente hacia el otro lado de su rostro, acariciando un hombro oculto por tal lluvia de hebras doradas.

Dauphine realmente gustaba de aquellos momentos silenciosos en el club, acompañada simplemente de aquel sombrío ambiente que disipaba el bullicio y los movimientos típicos que se daban en el Fangtasia con el cotidiano arribo de diversos clientes.

Pese a que la reunión ya había finalizado y el Sol aún no tenía intención de hacerse en el oscuro cielo, Mikhail y otros abandonaron el club temprano sin muchas explicaciones y pese a que no le gustaba quedarse atrás en cuanto a ese tipo de movimientos sospechosos, tenía presente que el Rey del establecimiento iba bien acompañado, por lo que no tendría de que preocuparse. Por lo menos no en cuanto a la seguridad de Argeneau, pues eran los que le rodeaban aquellos que despertaban una silente desconfianza en Dauphine, sentimiento que se había prometido esclarecer teniendo a todas y cada una de las piezas del tablero de su Rey atentamente vigiladas. Y no dudaría en hacer llegar a los oídos del dueño de la sociedad los malos pasos de sus propios seguidores.
Quería hacerse con la máxima jerarquía del lugar, posarse orgullosa a un lado de Mikhail y no le importaba pisar cabezas ajenas para lograrlo. Dauphine ya se sentía la Reina del Fangtasia por el simple hecho de que no vislumbraba como posibilidad la existencia de alguien que pudiese proyectar mayor fidelidad que la de ella hacia su jefe.

Bajo la tela de la inmortalidad el trascurso del tiempo se torna obsoleto, imperceptible y Dauphine era ciertamente consciente de ello. Bajo sus minuciosos pensamientos ni siquiera había notado cuanto tiempo mantuvo sus claros ocelos fijos en uno de los tantos cuadros que decoraban el salón principal de aquel sosegado espacio. A su vista las pinceladas sobre aquel lienzo habían perdido forma y coherencia, su mente le obligaba a enfocarse a lo que en realidad importaba, tornándose todo lo demás a su alrededor en un paisaje abstracto, difuso y entremezclado tal y como algunas de las obras que su mirar contemplaba.
Las reflexiones, las deducciones y las estrategias iban y venían constantemente en una cabeza que parecía no tener descanso jamás. Y quien imaginaria que tras un semblante tan sereno, dulce y de reflejo ingenuo se ocultaría una psiquis tan compleja, meticulosa y astuta. Una de las armas de Dauphine era parecer algo superficialmente que no existía en absoluto en su interior.

- Hasta hace un instante, podría haber asegurado que me encontraba sola - profirió bruscamente, rompiendo el exquisito silencio de la escena. Sus vocablos recorrieron en forma de eco toda la extensión del salón, efecto del vacío presente en el mismo.
Había percibido a alguien. Una esencia, un aroma que a traves del sentido del olfato tenía incrustado en su memoria, aquella que decía todo se trataba de alguien de su entero conocer, por lo menos, exteriormente.
No quiso voltear su mirada, como si en cierta forma se adentrase al juego de quien le observaba en silencio, sin haber promovido ni siquiera una palabra para advertir su presencia.

La respuesta era esperada, y una intriga a medias solicitaba ser disipada.
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Mensaje por Xrisí D'Argeneau Mar Jun 19, 2012 12:44 am


¿Losing my stability, losing my mind? Nevermore.
La noche había caído una vez más y con ella despertaron las atrocidades que la obscuridad esconde. Las estrellas parecían ser ajenas al dolor de la humanidad o quizá, desde un punto de vista bastante retorcido, ellas festejaban desde lo alto de los cielos, la agonía que sus hijos padecían ante los malignos espectros que se escapaban de los espejos. Amber, Amber… observaba taciturna a los astros, sus fieles confesores, esos que desde siempre habían estado acompañándole en sus carcajadas y en los tormentos que su esposo le hacía padecer. Sus labios se curvaron ante el recordatorio de las heridas en su piel, marcas que dejaron en claro quien tenía la última palabra. ¿Masoquista? Sí, ¿De qué otra forma podría estar al lado de Tiberius soportándolo? Su abatido rostro mutó, sus orbes casi acuosos, cambiaron a un negro profundo, tan intensamente obscuro y maldito como el mismo Cocytos. Sólo ella podía pasar de un estado tan jodidamente miserable a otro sin ningún atisbo que dejase ver sus sufrimientos, para variar, la única persona –si se le puede llamar así sin ofenderlo- que la podía lastimar realmente era precisamente por quien ahora emitía esa carcajada a través de un balcón en medio del bosque. Las opciones de Amber siempre eran las mismas, ella decidía si continuar con sus autodestructivos pensamientos o aceptar el cargo por el cual había firmado tiempo, mucho tiempo atrás.

Suspiró mientras ejecutaba una lista enorme en sus pensamientos de cosas por hacer. Desde que Tiberius la encerró en una de las mazmorras las cosas cambiaron un poco, por no decir que bastante. En su ausencia, Marishka había hecho lo que usualmente Amber hacía, proveer al rey de un dote insaciable de sexo. Eso no le importaba a la vampiresa, si los celos formaran parte de su composición psicológica habría perdido la cabeza la misma noche en la que su marido la convirtió en inmortal. La neófita podría hacer y deshacer cuanto deseara con el Argeneau, incluso también podría revolcarse en la cama de Lucian, de este último puede llegar a sentir cierto comportamiento posesivo, pero no se dejaría manipular por un sentimentalismo tan barato como ese. Ya no. No sólo el Fangtasia sufrió una metamorfosis letal, con nuevas fichas que mover, sino que ella pasó de ser una pieza clave a una más del montón. ¿Burla? ¿Chiste? ¿Qué más da? Una vez, Tiberius le preguntó que si sería capaz de buscar el indulto. En esos momentos la respuesta fue más que obvia y, en la actualidad podría decirse que resaltaba a la vista. Nadie, absolutamente nadie conocía a Amber. Si pudo desprenderse de sus recuerdos mortales, entonces sería una mujer imparable, el problema radicaba en que tenía que –forzosamente- convencer a su consorte de los cambios generados ¿Por dónde comenzar? No hacía falta buscar por debajo de las piedras, sola llegaría la respuesta.

Se apartó del balcón, su vestido no era el mejor que tenía y, a decir verdad, era el único que aún se encontraba completo. Tiberius la resumió a un cruel despojo de reina –si es que alguna vez lo fue- pero a Amber no le interesaba hacerse de un título por demás ridículo. Ella sabía lo que era y los demás jamás entenderían las razones por las cuales se lo perdona todo a él, mucho menos los motivos que la orillaban a desobedecerlo en algunas ocasiones. Sin embargo, esa noche en la que Lucian fue a salvarla, se juró a si misma que sería la última vez que la castigaran, no por ella, por Severus. Le dolía verlo sufrir por culpa de sus acciones impertinentes, al final del día quien pagaba los platos rotos al intentar defenderla de una crueldad inimaginable era él.

Hizo de sus labios una mueca, bebió el último trago del cuerpo que tenía a los pies. Un dulce joven apuesto y altamente gallardo que vio sus últimos minutos al lado de una hermosa pero peligrosa mujer. Bajó cuidadosamente por las escaleras. El silencio inundaba el bar y cada rincón del Fangtasia. Adoraba instantes como ese en los que sólo se pueden escuchar los pensamientos muertos de su alma, en donde las parafernalias de la mente dejan de ser un dogma existencial. Cerró sus ojos para disfrutar de su soledad, pero un sabor amargo topó en sus entrañas golpeando su pecho y retorciéndolo insoportablemente. Dobló una de las esquinas y atravesó el umbral de la puerta hacia la barra. Allí estaba ella con su forma tan… “regular” de ser. La escuchó hablar. Los segundos pasaron, Amber se debatía la difícil cuestión si prestarle su atención o no. ¡Mujeres! ¡se complican tanto la vida! Lanzó una mirada al reloj incrustado en la pared. Faltaba casi nada para que la luz del sol los alcanzara y dejara encerrados en el negocio de su adorable esposo. Arqueó su ceja y se sentó en uno de los banquillos a espaldas de Dauphine. No confiaba en ella, sus razones tendría, motivos que saltaban a la vista y otros que se enmarañaban en los paroxismos de una rubia. –En el Fangtasia, nunca estás sólo y hasta las paredes hablan- Comentó con sarna. No era nada de lo que ella no estuviese enterada. Tiberius es el demonio más desconfiado sobre la fas de la tierra y a lo largo de la existencia del universo. Una reverenda sorpresa sería encontrar al Fangtasia en completa quietud. Había humanos que se paseaban por los muros falsos, los escondrijos y las cavas, los espías de Mikhail siempre se encontraban al acecho. –Pero eso ya deberías saberlo- En unas cuantas horas, llegaría Charles, una de sus múltiples marionetas... tenía un par de tareas para él y necesitaba esperarlo, así que no se iría.
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Mensaje por Dauphine Terrié Jue Jun 28, 2012 1:32 am


"Sometimes what you see
it's not what you get"



Si Dauphine estaba dispuesta a tratar con personas como Xrisí bajo aquel manto de impenetrable serenidad e inocencia era simplemente porque creía que la recompensa por tolerar dicho martirio mental valía absolutamente la pena.
La rubia era de poco expresarse, gustando pasar como aquella que nada escucha y nada opina. Ciega, sorda y casi muda, solamente optaba por manifestarse cuando lo creía meramente necesario. Ya tenía siglos vislumbrando errores ajenos, ilusos condenados que solitarios, sin el malicioso empujón ajeno sentenciaban su destino por el descuidado y torpe uso de la lengua.
Bajo la negativa suposición de que si su irrevocable futuro fuese el de perder la partida jugada, jamás sería por hacer un comentario que le dejase en jaque frente a Mikhail, aunque últimamente no era solo éste el que ocupaba un puesto privilegiado en su lista de objetivos con los cuales ella deseaba hacerse, pues el hermano de éste tenía abocada tanta atención de la vampireza como el líder del Fangtasia, claro que de una forma mucho más disimulada. En realidad, todas las acciones de Dauphine eran astutamente camufladas y ciertamente no por temor a que aquellos que le rodeaban descubriesen su verdadera naturaleza, tan letal y despiadada como la de cualquier otro vampiro merecedor de pertenecer al Club. No, era el deseo de jamás ser conocida a fondo por nadie lo que llevaba a la maldita a mantener la rígida y creíble coraza de candidez de la que se jactaba tan naturalmente su exterior.

Hubiese preferido ni voltear siquiera, pero tenía presente que ese sería un gesto violento para alguien que supuestamente no tiene malos sentimientos hacia ninguno de sus “camaradas” por lo sin otra opción viable levanto su anatomía de su estado de reposo y giro su delicada figura para hacerse de frente con la imagen de su acompañante. Manteniendo las yemas de los dedos de su mano derecha en un constante rozamiento con la madera de la mesa a su lado los peculiares ópalos de la rubia se fijaron sin titubeo alguno en aquel profundo y enigmático mirar que la esposa del líder poseía. Aunque todos –incluyéndose ella misma- dentro del Fangtasia estuviesen al tanto de las atrocidades que aquella inmortal había pasado solamente por estar al lado del Rey, Dauphine aún no comprendía que mucho más podría resguardar aquella hermosa masoquista que no fuese un inmenso sentido de la incondicionalidad majestuosamente irrompible. Descifrar ese misterio era tan o más complicado que encontrar la verdadera cara que se escondía tras aquella máscara minuciosamente tallada.

- Hay muchas cosas que no sé… -
comentó con aquel dejo de candor adolescente a la par que se despejaba el inmaculado y blanquecino rostro de las doradas hebras que acariciaban una de sus mejillas - ¿Qué le susurran las paredes de este lugar? Sería otra de las tantas cosas que recaen en mi desconocimiento - No esperaba más que alguna respuesta venenosa por parte de aquella que lucía más como víbora al acecho que como lo que realmente era, otro roedor en la jaula de mascotas de Tiberius, salvo que ésta tendía a ser más castigada que el resto ¿Lo paradójico? Amber gustaba de eso. La desgraciada había asumido completamente –por las buenas y las malas- a que esa sería su única forma de mantenerse cerca del que es su esposo, tal vez creyendo que todo sacrificio tiene su recompensa, pero lamentablemente para ella todo dejaba en claro que no había trofeo que ésta mereciese. No según las reprimendas que el Rey tenía para con ella.

Dio unos cuantos pasos hacia adelante, acercándose grácil y suavemente a su presa, aunque a primera vista todo indicase lo contrario; una ingenua victima arribando inconscientemente a las fauces de su depredador. Dauphine no buscaba imponerse ante su secreta rival ni mucho menos, sino hacerle creer que era su propia puerilidad la que llevaba a generar tal clase de actos.
¿Sería capaz una vieja serpiente de envolver la manzana sin saber que en su interior la misma se encuentra envenenada? No había peligro en contemplar la reacción de la contraparte. Quién sabe, tal vez algo inesperado pudiese nacer de aquel encuentro.
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Mensaje por Xrisí D'Argeneau Mar Jul 10, 2012 10:03 pm


Nada más hipócrita que la eliminación de la hipocresía.
En el transcurso de la vida se encontraran personas cuyas intenciones se escondan intangibles detrás de una cálida sonrisa y no existe nada más patético que eso, sin embargo, cada quien golpea como puede, para fortuna de los demás, Amber solía ser bastante directa al respecto. Esbozó una sonrisa con la mirada hacia el suelo, se encaminó hasta el otro lado de la barra para sacar una botella de Absenta. Necesitaba una dosis extra para soportar los estragos que el encierro y el cúmulo de tareas le habían dejado gracias a sus caprichos infantiles, pero al menos se había divertido con la expresión de Tiberius cuando casi la asesina. Era evidente que no lo haría porque para él era más exquisito verle sufrir que correr con la suerte de terminar su tormento. Tomó dos copas de cristal fino que posaban sobre la madera en el bar, al tocar su suave y fría composición, la vampiresa recordó el momento en que conoció a su Rey. Sirvió ambas copas hasta la mitad, es de muy mala educación servirlas por completo. Apartó la botella y recargo los codos sobre la barra admirando la espalda de Dauphine. Le era intrigante la forma en la que esa mujer actuaba delante de su esposo, como lo elogiaba y cumplía cada cosa que a él se le ocurriese… un soldado como ningún otro, pero aún así, su lealtad estará a prueba.

Como guardia personal, Amber debe estar enterada de cada movimiento de los demás, conocer su historia, purgar los secretos que guarda su mente sin importar que tan profundo o donde se inmolen para ser descartados. No es una buena rastreadora ni mucho menos una guerrera de temer, pero si hay algo seguro es que la rubia encontraría una aguja en el pajar si se lo propone. Abatida, no esperaba tener una discusión amena con nadie, en especial con Dauphine. Notó como se giraba y mantuvo la sonrisa en lo alto con una ceja arqueada. Su rostro era altanero como siempre se mostraba grabado en cada uno de sus gestos. Le arrimó la copa sin despegar su vista de los orbes ajenos. ¿Intimidarla? ¡Jáh! Sólo existe una persona que puede provocar eso en Amber y no, no es Tiberius. -No debiste girarte, así no tendría que fingir amabilidad- comentó dejando caer un trago de su bebida a sus labios. Al pasar el alcohol por su garganta, la quemazón apareció y sólo un quejido apacible fue la respuesta de la mujer ante el ardor. Dejó que sus labios saborearan lo corriente -¿Qué me dicen las paredes? Ciertamente nada de tu incumbencia, oh… espera. Sí. Que no debo de confiar en ti- Dauphine al igual que todas las hembras que rodean a los Argeneaus podrían irse mucho al demonio, Amber no tenía porque soportar sus presunciones, la forma en que la observan desde lo alto de un banquillo sintiéndose el arma más poderosa sólo porque él les regaló un poco de atención. La burla era lo de menos, la humillación y el descaro de presentarse como un ser superior tampoco era lo que estresaba a la rubia, porque hicieran lo que hicieran, al final el gusto siempre sería de Tiberius y no de ellas, porque al final Amber sigue siendo su esposa y una de las pocas personas en las cuales él confía, de no ser así ¿Por qué le dejó la custodia de su vida?

Los gestos de Amber se inmutaron a los de decepción y desprecio. Ese tipo de pasos, la mirada de Dauphine y la forma en la que se dirigió hasta ella con el aura impía de inocencia le pareció totalmente repugnante ¿Existe algo más ridículo que eso? ¡Es una vampiresa! ¡Por todo el maldito infierno! ¿Nadie se lo ha dicho? Confiar en ese rostro es el peor de los errores, Amber lo reconoce por experiencia. Una vez que estuvo frente a ella, comenzó a chasquear la lengua y negar con su cabeza. No toleraría ese tipo de juegos. –Dejemos todo este teatro hipócrita de lado, Dauphine- Removió su bebida desde el fondo con su dedo índice y después lo succionó con los labios. Un acto bastante vulgar si se lo preguntaban pero en ocasiones extrañaba comportarse como una niña. –No me agradas y no te agrado. Además ambas sabemos por qué estás aquí- Tragó el resto de la absenta retorciéndose en una carcajada –Si quieres la vacante tendrás que esforzarte más que eso. No tienes porque ganarme para después apuñalarme por la espalda. No me interesa ser la “Reina” de todo este maldito juego de Tiberius, suficiente tengo con soportarlo en la cama como para venir y presentarme como su mano derecha. Cualquier estúpido error y encontraría la muerte ¡Con lo que me gusta hacerlo enfadar! Olvídalo, no soy la mejor candidata… el puesto es todo tuyo, querida- Sí, era una burla dirigida a Tiberius y todo aquel esfuerzo por complacerlo hasta en sus más absurdos designios. –No abandones tus sueños, pero si aceptas un consejo… Deshazte cuanto antes de Marishka. Sé muy bien como funciona mi esposo y ella se ha convertido en su nueva favorita, así que podría desplazarte en un parpadeo. La única forma de sacarla es decepcionandolo a él- Frunció el ceño –Marishka no es perfecta y ha cometido un error, si quieres seguir jactándote de tu "ventaja"- Mencionó la última palabra sosteniendo la cordura para no caer en la burla –tendrás que averiguar qué fue y traer pruebas, sólo así él te creerá- Sería bastante interesante observar cuál de ellas sobrevive a las pruebas de su consorte. ¿Amber les dejaría el camino libre? Esa es la mejor de las dudas.
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Mensaje por Dauphine Terrié Jue Ago 09, 2012 7:02 pm


"We may not have priorities same
We may not even like each other
We may not be hugely anti-men
But such a cost to dishonor a sister "



El mundo entero con las sociedades que cargaba desde hace demasiado tiempo podían verse desde un punto objetivo si se quisiese como un barco que lentamente se hundía bajo los inmensos y profundos océanos de la perdición, pero solo aquellos capaces de apartar todo deseo y anhelo avaricioso podrían ser capaz de notarlo. Tras siete largos y cambiantes siglos sobre la Tierra, Dauphine había denotado como paulatinamente las personas perdían respeto y admiración por lo puro, asumiendo de forma consciente o inconsciente en sus mentes que todo lo que luciese como tal seguramente se trataría de una farsa ¿Por qué? Porque la humanidad se había ocupado de anular la idea de que algo delicado y virtuoso pudiese subsistir intacto en el mundo, sin modificarse ante las perversiones del día a día. Y si cualquier mortal pensaba de esa forma ¿Por qué no lo haría un vampiro? La rubia era constantemente cuestionada por su forma de ser externa, aquella que reflejaba los vestigios de su época viva sin ningún temor. A veces despreciada por eso, otras vigilada ante la sospecha. Siempre había algo en ella que atrapaba la atención ajena pero no exactamente por lo que la condenada proyectaba a nivel superficial; la típica inocencia adolescente.

Tomó la copa delicadamente, acercando el cristal a su rostro, más precisamente a su nariz permitiéndose así el sumergimiento momentáneo de su sentido olfativo con el aroma de la fuerte bebida. Ni siquiera se atrevió a mojar sus labios con la bebida y no por desconfianza, sino porque jamás pudo acostumbrarse a beber otra cosa que no fuese vino o la sangre con la que se alimentaba. Sus ópalos, claros y sosegados aún permanecían sobre el semblante expresivo de su antagonista, quien parecía creer tener una verdad absoluta sobre las cosas. Dauphine le dejo hablar sin generarle interrupción alguna, como si en el fondo quisiese escuchar todas y cada una de las cosas que aquella mujer tenía para decir. La vampiresa lentamente se hacía con todas las suposiciones que su acompañante llevaba consigo con respecto a ella y sus intereses. Algunos ciertos, otros totalmente erróneos ¿Pero eso realmente le importaba? Había existido a través de las épocas, de las sociedades, de sus idas y vueltas siendo a veces comprendida y muchas otras tantas no, alguien mas que sumar a su lista no le quitaría el sueño ni mucho menos, pero curiosamente las palabras de Amber despertaban en ella una sensación cómica, causándole gracia el imaginarse como la consorte de Tiberius había creado sin argumento alguno aquella novela tan detallada en su mente ¿Sería que había entrado en un estado de paranoia al verse rodeada de tantas féminas sedientas de poder? Encontrarse en su posición podía ser tanto una bendición como la más despiadada maldición y Dauphine lo comprendía silenciosamente, sobre todo después de notar como podría ser capaz de conformar parte del otro lado del tablero si lo desease. Hacerse con la idea de que Mikhail no era el único Rey existente abría muchas puertas, más de lo que sus propios siervos se imaginarían. Y la rubia se había dado el permiso de explorar mas allá de lo que el Fangtasia enseñaba.

- ¿Cómo puede saber que no me agrada si no me lo has preguntado? Creo que tiende a generar más suposiciones de las necesarias -
confirió sin generar titubeo alguno, manteniendo la serenidad y sin caer en el tuteo, tal y cual una jovencita avergonzada jamás lo haría. Y si bien las dos impartían energías y sensaciones diferentes, en el fondo eran lo mismo y por eso estaban allí, juntas, tratando de pasar el momento aunque no de forma muy amena - Yo no necesito hacerme de ningún titulo para estar conforme con lo que soy; la mas fiel servidora de su esposo - lo dejo en claro y todos lo sabían, quien osara buscar una mancha en su expediente, en cualquiera de sus movimientos jamás encontraría nada y era cierto, ella se había encargado de llevar cada orden, casa encomienda de forma perfecta. Jamás había desobedecido al Rey y generalmente actuaba como sus oídos cuando éste no se encontraba ¿Quién alzaría una ceja en sospecha de su persona? Si tuviera que decir alguno, serian todos los miembros del Fangtasia, pero no vale la pena contar a aquellos que desconfían hasta de su propia sombra. Estaba de más decir que quienes custodian la seguridad del monarca –incluida la directa Xrisí- jamás tendrían seguridad de nada ni nadie…Toda una pena. Con razón esas mentes sin descanso caían en la paranoia del desagrado y otros menesteres.

- Si hablamos sobre dejar la hipocresía de lado, sería mucho mas fácil comprender que desea que quite a Marishka del camino… Pero no por mi conveniencia, sino porque en verdad, usted desea que desaparezca - su copa estaba nuevamente sobre la madera lustrada, sus ojos aún en la vampiresa y su delicadeza aniñada a flor de piel, intacta - ¿Ese es su deseo? Expréselo como es debido y puede que se cumpla - sin más se había parado firmemente frente a una de esas puertas, de esas posibilidades que gustaba de explorar. Quería saber si el perecer de la nueva favorita de Tiberius era lo que momentáneamente aquella frente a sus orbes anhelaba, de ser así todo podía llegar a un acuerdo, siempre y cuando los dichos fuesen claros, después de todo Dauphine solo servía al Rey, pero no le molestaría en absoluto poner su pie frente al avance de Marishka para verla caer, sobre todo si no era la única que quería eso.
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Climbing Over Each Other {Xrisí D'Argeneau} Empty Re: Climbing Over Each Other {Xrisí D'Argeneau}

Mensaje por Xrisí D'Argeneau Miér Ago 29, 2012 1:07 am


Máscaras. No existe otra resolución para la verdad como esa palabra. Las personas las portan sin darse cuenta, su inconsciente les hace actuar de forma diferente dependiendo de la persona que se encuentre al frente. Algunos toman provecho de esta situación y logran controlar las expresiones que su rostro adquiere con forme avanza la conversación, otras tantas desafortunadas, sólo son cómplices del manejo de emociones que su cuerpo les hace padecer, pero al final del día ninguno de aquellos con los que tuvieron contacto podría dar fe y testimonio de conocer realmente a esa persona. Esa es una aseguración egoísta y además estúpida. Amber no necesitaba que le dijesen lo que con sus orbes podía deducir al instante, sin embargo, le causaba cierta gracia en que las personas le creyeran menos de lo que era porque así acabaría sorprendiéndoles tarde o temprano. Sonrió con desdén. Al parecer esa noche pintaba para volverse interesante y demasiado corta a comparación de las demás. Los temas a tratar eran justo los que le atañían y por supuesto, a su receptora por igual, de no ser así y en verdad estar conforme con lo que era (una pieza más), se habría dado media vuelta dejando a la rubia con la palabra en la boca, pero para su desgracia no lo hizo y eso, Amber lo notó -No hace falta que me lo digas, conozco esos ademanes. Son los mismos que yo hago cuando aparece alguien a quien detesto. Pero si deseas que lo pregunte, te complaceré. ¿Te agrado Dauphine?- Profirió inmediatamente después de que ella hizo la sugerencia. La ceja arqueada de la fémina daba lugar a lo despectivo en sus palabras. No la trataría bien sólo porque la chica muestra amabilidad, esa no es Amber. Ella era la pequeña perra de los Argeneau así que debía actuar como tal ¿No es así?

La copa fue sostenida entre sus largos, pálidos y aparentemente delicados dedos. Dio un sorbo al líquido hasta que esta quedó completamente vacía. Con la rapidez a la que iba, seguramente de ser mortal, ya estaría escupiendo disparates con las palabras mochas, pueriles y soeces. Pero era una de las mujeres a las que más les había costado el recato, noches enteras en donde la sangre era el platillo principal, su sangre. Se relamió los labios, para impedir que el aroma del alcohol se quedase plasmado en ellos. Colocó la copa sobre la barra y le dedicó una mirada inocente a Dauphine. Las intenciones sólo ella las sabría, esa mujer no es de las que andan por la vida regalando mohines con ese aspecto mucho menos de las que se interesa en insignificancias. Atrapar su atención resulta más difícil de lo que se aparenta. Porque sí, no suele ser vista como un ente pensante o como un rival digno. ¿A quién le importaba si tenía que competir contra gente estúpida? Oh, pero Dauphine era diferente, realmente muy desigual al resto. Chasqueó la lengua. -Tu pregunta es capsiosa y te esmeraste en hacerme ver que podrías estar de mi lado. Si de eso se trata, sin embargo, igual podrías ir con Mikhail a confesarle mis caprichos, ¿No se supone que eres su perra más fiel? es una balanza que se inclina para ambos lados ¿no lo crees?- Escupió su verborrea. No le mentiría, no tenía porque hacerlo así como seguramente tampoco ella tenía justificación para creer que Dauphine le ocultaba la verdad, aunque esto no era del todo correcto. Sus sentidos no fallan y, aunque en el exterior ella pudiese ser la rencarnación de la bondad misma, siempre habría una mancha negra sobre el lienzo blanco, era deber de Amber, encontrarla.

El juego parecía girar hacia un solo objetivo. La problemática se encontraba en saber si lo había re direccionado de la mejor manera o sólo se trataba de un chivo expiatorio para condenarla más de lo que ya estaba. Las voces se acrecentaron en sus pensamientos, unas gritaban desconfianza otras preferían clamar un trato, pero ¿Qué exactamente? La rubia se encontraba en una posición difícil o quizá no tanto, era justamente en donde deseaba se le colocase, en medio de una situación amarga donde las decisiones eran de vida o muerte. Sí, ya es sabido el masoquismo de la propia Amber. Frunció el ceño, pensativa. Bajó del banquillo en el que se sentó. De pie, recostó sus codos sobre la barra y se deslizó hasta las cercanías de Dauphine. El estrecho que las separaba era un poco incómodo, porque en caso de que respirasen, Amber sentiría el gélido aliento de su contrario acariciando su barbilla. -Supongamos que sigo tu jugada, después de todo de eso se trata, hacerme caer. Digo que sí; te deshaces de esa pequeña arpía y entonces ¿Qué? ¿Qué es lo que se supone debo hacer yo para que así sea?- Susurró insidiosa y sensualmente bajando la vista hasta los labios de la vampiresa. Se mantuvo en esa posición segundos más, segundos menos, después se retiró de golpe.
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