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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gilles Davignon Miér Dic 21, 2011 8:24 pm

El jodido golpeteo de esa maldita ventana lo llenó de esquizofrenia. Fue mala idea el regresar al sanatorio mental esa noche, ya había cometido el primer crimen era hora de que desapareciera, pero Gilles en su loco afán por sentir un poco más de ese envenado placer, volvió y ese fue su error. Se encontraba atrapado en medio de una habitación en donde los doctores lo consideraron loco, colocaron en él una camisa de fuerza y lo abandonaron a su suerte en lo más profundo de la obscuridad junto a otro par de dementes. Sus miradas se galardonaron con ojeras colosales y los pómulos de su rostro se resaltaban cuando querían abrir la boca para gritar. Parecía que esos ojos se saldrían de su órbita si continuaba mirándolos de esa forma. Los estaba estudiando, deseaba saber como es que influye la aparente falta de juicio en un humano, porque para él los que juzgan la cordura no tienen ni la más mínima idea de lo que están haciendo ¿A quién le importa si es un trastorno mental? ¿Cuáles fueron las causas? ¿Qué fue lo que lo hizo explotar? Nada de eso interesa cuando el loco ya asesinó a alguien para cobrar venganza. Que sí lo sabía él mejor que nadie. Uno de los mortales hacía chocar su mandíbula para dejar el sonar de sus dientes en el eco, el degenerado vampiro comenzaba a hartarse de toda es maldita mierda y es que no se trataba del hombre más paciente, él sólo había regresado a jugar…

Una, dos, tres… un nido de cucarachas en la esquina de la suciedad. Las ratas se tragaban el lazo que pendía del techo sosteniendo el candelabro con velas extintas. El puto viento soplaba con fervor y se entrometía entre los barrotes de la ventana. La cabeza de Gilles golpeaba a su vez la pared blanca en la cual se encontraba recargado, un minuto más y estallaría la bomba con su propia locura. Un par de pasos se escucharon a lo lejos, los jadeos de los dementes opacaron cualquier señal de vida en el exterior de ese rincón y la sonrisa del varón se perfiló marcando en sus negras pupilas aquel relámpago de luz cuando la puerta de hierro chilló para abrirse con el doctor y los alimentos –Sí, tenía hambre- Desgarró la camisa de fuerza y atacó al pobresillo hombre, le sacó el corazón… Las paredes se empaparon con esa sangre, los dementes comenzaron a gritar aún más fuerte, Gilles conociendo su sufrimiento los dejó libres y estos como malditos caníbales cometieron el pecado que el vampiro… mordieron la piel, arrancaron pedazos de carne, desmembraron el cadáver… Una laguna de carmesí ahogaba el rostro del doctor, con sus manos hicieron de esas paredes blancas un lienzo perfecto para expresar su arte, sólo bazofias había escritas en el lugar. El monstruo observaba su obra desde las profundidades de la oscuridad y se carcajeaba; ordenó abrir las otras celdas y matar a todo el que se opusiera en su camino…

La puerta de esa habitación iba a ser sellada por el aire que se colaba, pero el hombre que aparentaba ser el más cuerdo, pateo los rostros del cuerpo y su cabeza sirvió como bloqueo.. el primer choque le destrozó el cráneo, sangre coagulada brotó de la cuenca en la que deberían estar sus ojos ¿dónde estaban esos ojos celestes? Gilles los había atravesado con un pequeño alambre que tomó prestado de la cama y se los colgó en el cuello, también estaban en su alta joyería improvisada, las orejas y los dedos del pobre doctor. Gilles s había coronado como su rey y los dementes ofrecería sacrificios para calmar su ira despiadada. Era una gran visión, era todo lo que había soñado. Sus malditas carcajadas se escuchaban en cada pasillo del sanatorio. Eso le excitaba, esa frenética visión de que todo estuviese tal y como debería ser, manchado de sangre, había encendido su libido. Follaría al primer pendejo que se atravesara por la puerta, entonces como caída del cielo una mujer pálida piel, ojos grises y melena de oro salió desde una mancha en pared, lo desnudo para poder inclinarse a frente a él y hacerle sexo oral… fue en ese instante en el que despertó. Todo había sido un puto sueño.
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Mensaje por Xrisí D'Argeneau Vie Dic 23, 2011 11:10 pm

La noche cayó imperativa sobre parís, asesinó al sol con su tétrica obscuridad y permitió que los demonios danzaran sobre su manto. Así fue como logró escapar de su encierro. Golpes, cicatrices y la sed quemando su garganta ¿Cuándo había sido la última vez en que bebió sangre? El estómago es sólo un hueco vacío y su cuerpo parece estar raquítico, el rostro demacrado, las arrugas en su piel… Esta a punto de caerse en pedazos. En sus piernas aún están las marcas de esas manos, en sus brazos las mordidas que le propició y en su rostro… Parece una anciana de cabello gris y mirada celeste, celeste. Sus labios están resecos, el arrepentimiento marca su mirada, no cabe duda; Mikhail no volvería a ser desobedecido por ella. El masoquismo no es justificación para soportarlo, la devoción no es una fe para continuar creyendo en él, ¿Amor? No puede sentirlo si no es por el otro hermano ¿Qué es lo que le hace continuar allí? Mientras sus pies batallan para dar un par de pasos, piensa en miles de razones por las cuales aferrarse a una tonta y marchita idea. Sonríe con debilidad al observar a los niños corriendo a sus casas porque sus madres les llaman, ve también, a los hombres encerrarse en la taberna de la esquina, escucha en algunos la visita al burdel. ¿Qué hará ella para sobrevivir esta noche? Sería presa fácil de los cazadores o algún inquisidor que paseara por los callejones obscuros, es una mujer acabada por el hambre y, aunque deseara la muerte, tenía que regresar a los brazos de su amante, Tiberius.

La piedra rueda sobre la calle, ella la patea con fuerza y espera alcanzarla para volver a hacerlo, no hay ánimas vagantes sobre la fría ciudad, no hay nadie de quien se pudiese alimentar. Se azotan las puertas del Sanatorio, haciendo una atenta invitación a la fiera. El hambre refulja en los orbes de la dama. Su vestido color olivo, desgarrado por el tiempo que pasó encerrada, danza entre sus piernas al mismo tiempo en que se pierde en la neblina de la noche. Una carcajada se gana en la obscuridad y sus lamentos advierten a los guardias, no hay escapatoria ni marcha atrás, la hembra tiene hambre y se alimentará. Se escucha como brota la sangre por el orificio que dejó a la deriva y sin succión, su mentón se inunda con la sangre, su boca es teñida de carmín, su mirada se vuelve del color del ónix y el cabello se impregna de ese olor ferroso. Termina de beber del primer individuo, el cuerpo cae al suelo en un movimiento sordo, le rebota la cabeza pero no hay más sangre que derramar. Sólo una mancha se queda en el suelo, alguien la intenta atacar con un filoso cuchillo, corta su piel y un fluido putrefacto emana de la herida. ¡Apesta a inmundicia!, envenena los pulmones del mortal quien frente a ella se arrodilla tosiendo y gimiendo. Con su mano derecha lo toma por la pierna, lo levanta y desgarra su garganta bañándose con la corriente de sangre. Toda ella es un lienzo tintado de escarlata, pero no es suficiente, aún no apaga su apetito mucho menos el deseo de venganza.

Recorre los pasillos, uno a uno los asalta… Sólo dementes que ya están dormidos y uno que otro ensimismado en su propio olvido. Nada de lo que existe allí representa una jugarreta, no puede haber algo que estimule su veneno, la ponzoña, la hiel que guardó dentro de si cuando Tiberius la condenó a las mazmorras. Ávida, agudiza sus sentidos esperando el llamado de la noche o el aullido de la luna. El calor conduce una llamarada ardiente hasta sus fosas nasales, un vampiro. Busca con la mirada periférica, rastrea el hedor de su igual, está cerca en una habitación o recostado en el pasillo… ¿Dónde? No permitirá que le ganen su festín, se esconde entre los cadáveres y atropella a un tercer hombre con una de las camillas. Bebe de él sin derramar ni una sola gota, ya la había desperdiciado ahora se dedicaría sólo a alimentarse. Poco a poco las arrugas de su piel comienzan a difuminarse, las ojeras bajo sus orbes se disipan, su belleza adquiere un nuevo rostro, vuelve a ser quien era antes de la sequía, pero esos moretones, esas cicatrices aún faltan por desaparecer, no lo harán esta noche. Ha recobrado sus fuerzas al fin, está tranquila pero desea desquitar su ira y busca sin reparo al otro muerto condenado. Su silueta espectral llama la atención de los enfermos, la ven hermosa y ¿cómo no, Si ella es algo más que una Diosa? Comienzan a gritar asustadizos, ella muestra sus colmillos y ellos aúllan. No están locos después de todo, saben diferenciar a un ángel de un monstruo, pero el chillido de los dementes, llamaría la atención del otro cazador…- Ven a mí - Dejó que el silencio hiciera naufragar el susurro de sus labios, ella espera paciente en medio de una habitación cuyo cerrojo ha sido profanado.
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Mensaje por Gilles Davignon Lun Ene 02, 2012 2:14 pm

Se despertó de su sueño profundo en medio de un cuarto blanco con barrotes en las ventanas, el más obscuro y refundido de toda la institución. Ahí, un estante se llenaba con frascos que contenían pedazos de partes humanas sobre alguna sustancia acuosa. Hilos de sangre se desprendían -como las patas de una raña- de su última víctima, el corazón se encontró sobre aquel escritorio en donde Gilles había perdido la conciencia. Beber alcohol mientras estudia las reacciones del cuerpo humano, no es para nada una buena idea pero él estaba loco y le valía una reverenda mierda el tiempo que perdiera. Pasó su pesada mano por el rostro desfigurándolo por completo. Comenzó a tararear una canción infantil que, en los labios de esa criatura, resultaba ser algo más tétrico. Se puso de pie y caminó entre las ratas que lo rodeaban. Sus animales favoritos, esos que se alimentan de la putrefacción, de la basura que todos desechan. Faltaba más, había logrado identificarse con esos repugnantes roedores. Se acuclilló frente al cuerpo con un suspiro de hastío. Lo analizó durante un minuto y después explotó en rabia –¡Maldito hijo de puta!- codeó sus costillas y se levantó. Rondó ese cuarto pensando en el fallo que tuvo sobre el experimento. Gilles jugaba a ser Dios y quería fusionar las características de los licántropos con la de los vampiros, creando un monstruo más fuerte que todos. Si lo conseguía es muy probable que muriera en las manos de su creación “entonces me convertiría en el nuevo Jesús” pensó para si mismo. Él ya había tomado nota de absolutamente todo, pero el problema estaba en que no ocurría nada al momento de hacer la conversión y el paciente simplemente moría.

Tomó el corazón del muerto y lo introdujo en uno de sus frascos, en un pedazo de papel puso el nombre de la víctima y el número de experimento que había sido. El sonido de las cadenas moviéndose lo trajo de regreso a la realidad, tenía que alimentar a la bestia si no deseaba su muerte, era el único licántropo con el que había dado y por ello lo mantenía encerrado en la cava. Golpeó la mesa y dejó el frasco al lado de los otros. Sus gritos de desesperación, miedo, suplicas y demás sinónimos que se les ocurra, sólo lograban conseguir que Gilles se enloqueciera más. Sus ojos se cerraron y admiró la serie de luces, colores y demás cosas que se formaron en sus parpados, era todo un espectáculo digno de admirar. No tenía intenciones de acudir al llamado del hombre enjaulado, la cena ya estaba sobre la mesa o el suelo, junto a las ratas, no había caso alguno en salir a tomar el aire prefería quedarse ahí, sólo con su demencia susurrándole al oído el fracaso obtenido. Los guardias bien podían fingir que no escucharon los gritos del hombre, Gilles los controlaba desde las acciones hasta los pensamientos más profundos. Con los ojos aún cerrados, se deslizó hasta la silla y se arrojó encima, estiró los pies y se puso cómodo. Tenía un cúmulo de ideas en la cabeza que tenía que estudiar a la perfección. “La última vez, inyecté la sangre del perro directamente en el corazón. Esperé que fuera luna llena para poder observar el cambio, pero en el momento de introducir el veneno del vampiro. El paciente comenzó a convulsionarse, rompió las ataduras y con una zarpa logró arrancarme un pedazo de carne, desgraciadamente murió…” Anotó en su diario mental la bitácora de lo ocurrido. La gente podía juzgarlo de loco, pero tiene una excelente memoria.

El espectáculo de luces comenzaba a aburrirle mientras daba un avance en su diario. Torció las fauces cruzándose de brazos y repitiéndose a si mismo que esa noche no saldría del Sanatorio. En las calles alguien lo buscaba y no era precisamente para entablar una charla con él. No tenía miedo de una batalla, si no que estaba lo suficientemente cansado de tanta muerte que le resultó monótono salir de su encierro sólo para matar a alguien. Ahí había una gran cantidad de locos de los cuales aprovecharse. Y, siempre lo hacía… por eso sus familias aún pensaban que sus parientes se encontraban dementes, porque no creían que un vampiro con sed de sangre y lleno de lujuria, abusara de ellos por las noches. No suena muy lógico. Se paró inmediatamente en un único movimiento al escuchar de tras fondo el alarido de sus hombres y, justo después de eso, la voz de una mujer ¿Una mujer? Sería una maldita vampiresa ¿Qué más? Salió rápidamente del cuarto y dejando la puerta abierta inconscientemente. Es obvio que iría a buscarla. Los pasillos se doblan frente a él, ya conocía el camino, sabía donde se encontraba, era su territorio y ninguna zorra jugaría con él, si eso era lo que pensaba esa rubia que haría con Gilles. La sonrisa de medio lado se descubrió junto al escalofriante relámpago que capturó como flash de cámara fotográfica, el instante en que Gilles la tomaba por la espalda asegurándose de que sus manos no fueran ninguna amenaza para él. Cubrió su boca con su brazo y las manos de ella quedaron hechas añicos entre las piernas del vampiro. -¿Qué mierda haces aquí? No, no respondas ahora, sólo duerme… - Le rompió el cuello y la dejó caer al suelo. Desde ese ángulo, Gilles pudo ver la belleza de la mujer, un cuerpo envidiable que lo invitó a introducirse en él, pero tenía asco sexual por el momento. La arrastró hasta el cuarto donde estuvo jugando las últimas horas y la amarró. Las ratas, sus mascotas, intentaban tragársela y él sólo veía.
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Mensaje por Xrisí D'Argeneau Vie Ene 13, 2012 3:32 pm


La tormenta la encuentra dentro del Sanatorio Mental, su fuerte ventisca, sus relámpagos traicioneros, su deseo famélico por destruirlo todo a su paso. La rubia festeja con apogeo la danza macabra de la lluvia fuera del edificio. Sus ojos son un par de despiadados luceros que capturan con amargura la gloria de la destrucción. Aspira profundamente el olor de la humedad y la sangre mezclados en un adictivo perfume. Extiende sus brazos y toca con la yema de sus dedos las paredes blanquecinas, camina desviando la mirada a los escasos objetos que la rodean, mesas sin nada sobre ellas y camillas vacías. El viento le susurra una melodía diabólica en el oído y ella baila como en un vals de media noche… no está allí para sentir un orgasmo tántrico bajo la tormenta que acecha la ciudad. Quiere, al igual que la lluvia, desahogar sus penas, el malhumor con el cual despertó tras vivir aquel infierno que Mikhail construye noche tras noche, sólo para el deleite de la vampiresa. Ruge, cada vez está más cerca… El hedor de su presencia se asemeja bastante al de su amo, su señor. Es una peste descomunalmente arrebatadora que inspira miedo y atracción al mismo tiempo, difícil de describir, más difícil aún evitar caer en la tentación de la lujuria que se derrocha como feromonas enloquecidas desde cada maldito poro de su piel.

Un augurio de muerte le hace retroceder dos pasos, lo puede percibir… sus sentidos están alertas. Se ha comenzado un juego de cacería. Se perfila, se coloca en posición de defensa, sus orbes re-buscan en la obscuridad de la habitación la única sombra que sobrevive a la luz, pero no encuentran nada. Su oído se agudiza para escuchar la mínima expresión del sonido, es sólo el silencio que acobija su cuerpo y entonces sonríe. El juego ha comenzado ¿No? Cierra sus ojos, se concentra en ver más allá de lo que su visión le permite. Aspira el aire, hay algo diferente en la atmosfera, esta vez un poco de alcohol acompaña el aroma del viento, resina y podredumbre. Un paso hacía la derecha, otro a la izquierda… dos hacia atrás. Está danzando, localizándose a si misma desde un ángulo diferente, trata de ganar terreno pero es demasiado tarde. Es territorio hostil y lo sabe. Se queda congelada al sentir el peso de alguien tras de ella, sus ojos se abren, pero la expresión en su rostro es divertida –Me encontras…-No termina la frase su cuello es roto por un único movimiento seguro de quien supondría un oponente. Pierde el conocimiento.

Despierta con dificultad, abre delicadamente sus ojos no porque haya luz que encandile su visión si no porque no tiene ni la más mínima idea de donde se encuentra. Extiende uno de sus brazos por encima de la cabeza dándose cuenta del peso adicional que carga en su muñeca eso es un ¿Grillete? Frunce el ceño rugiendo y elevando su otra mano para intentar liberarse, también está atada de esa. Sacude su cuerpo -¡¿Ahora qué hice Mikhail?!- No entiende nada y es evidente que tampoco se encuentra en un completo y sano juicio. Desvía su mirada a los alrededores, las ratas torturaban su tobillo, mordisqueándolo y consiguiendo que su sangre se derrochara por el pie. Puede sentir el lengüetazo de los roedores sobre su piel absorbiendo el veneno de sus ventas, también es consciente del desgarre de piel por sus colmillos. Las manchas en la pared son de sangre seca, hace meses que está allí… impregnada decorando lo aburrido de su esencia principal. Enfoca su atención en esas cadenas que le han sido impuestas, no son las que normalmente él utiliza, estas están oxidadas y se ven bastante frágiles. Intenta soltarse pero es inútil. -¡Maldita sea!- Se pone de pie caminando hasta donde la extensión de su lazo le permite. Explora la habitación con su vista encontrándola aterradoramente encantadora. Un cadáver le ataviaba y en las esquinas una repisa con frascos llenos de algo dentro. -¿En dónde demonios estoy?-
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Mensaje por Gilles Davignon Miér Feb 01, 2012 1:22 am

¡Pero que maldita y jodida coincidencia! Esa zorrita rubia pronunció un nombre que él conocía a la perfección, es sólo que aún dudaba si lo había hecho o simplemente lo imaginó. Las cejas se le juntaron en una mientras la observaba rugiendo y escupiendo todo tipo de insultos al saberse atrapada bajo quién sabe dónde, con quién sabe quién. A Gilles poco le importa si reconocerá su rostro después o si alguna vez lo ha visto de entre tanta gente, él necesita jugar un rato y maldito perro que mantiene encerrado en la habitación continúa esta perdiendo el encanto. Ya no es tan divertido como lo era cuando lo encontró hace seis meses atrás y, la verdad prefería mil veces sacarle el corazón en ese momento que continuar con su tortura… Ser el malo del cuento no es fácil, hay ocasiones en las que ver tanta sangre derramada por todas partes, es jodidamente tedioso, monótono, aburrido… Lo que esa princesita no sabía en lo absoluto es que al haber sometido su voz develando aquel puto nombre, una chispa llena de curiosidad destello en los orbes vacíos del Doc. Davignon.

Pasaba los dedos de sus manos de forma pensativa, con ese aire de no estar ahí en ese preciso momento. Viajó a tierras exóticas en donde se encontraba esculpido por los mismos serafines la imagen de su hijo, aquel neófito que fue comprado por simple placer y que se había convertido en más que una obsesión. Las cosas fueron cambiando desde la última vez que lo dejó en buen estado, poco puede asegurar de su sobrevivencia en las garras de aquel hermano maldito… pero él lo sabía, a Darius lo encontraría en cualquier parte del mundo a salvo, con el odio devorándole la espalda y tragándose la humanidad con la cual soñó alguna vez. Eso es lo que deseaba de él, un infante al que envenenar y convertir en un monstruo tan despreciable de la misma manera en la que él escupe en su reflejo. Por él, era imprescindible averiguar quien putas era esa vampiresa. No dudaba que fuera portadora de una belleza inigualable y que tal vez sólo se trate de una coincidencia dentro del mundo de las posibilidades, pero… ¿A quién engañaba? De todos modos jugaría con ella, ¿Qué más da si le saca un poco de información?

-¿Es una jodida broma? ¿Mikhail?- Se arrimó con lentitud hasta ella, pateando con furia las cadenas que se encontraban retorcidas en el suelo como una visión de serpientes en el desierto. Acuclillado a su altura, clavó su mirada en esos ojos azul celeste… frívolos, muertos. Era como transportarse a una dimensión desconocida en donde la tristeza abunda y la maldad domina por sobre todas las cosas, guerras, destrucción y muerte. El reino perfecto para un maldito sociópata como él. Una mujer que despierta en él una imagen como esa, juraría que valía lo suficiente como para dejarle con vida y saber que hacen por las noches las de su especie. Su mano se paseó por el contorno de su barbilla, la lengua se apresuraba por salir de su boca y lamer ese delicado cuello, pero no le bastaba con simplemente tomar y follar… -¿Qué putas eres de los Argeneau?- Preguntó desenfundando los colmillos, no se trató de una amenaza, eso era más que evidente dado que él no se anda por ahí gritando patrañas, es sólo que al pronunciar ese apellido una extraña excitación surgió en su interior.

Una epifanía, eso le resultó en los más recónditos pensamientos. Se sentó al lado de la chica como cualquier chiquillo lo haría con su madre en un campo abierto a plena luz del sol. Juntó los dedos de sus manos y a su vez en su frente. Dejó salir un pesado aire desde su boca, y se quedó ahí pensativo como cuando no se sabe la respuesta a una intrigante duda. -¿Por qué mierda has venido hasta aquí? ¿Ellos te mandaron?- Frunció el ceño y la tonalidad de su voz era gutural. No hace falta ser inteligente para notar que estaba más que molesto por el allanamiento a su propiedad. Sí, resulta que aparte de estar completamente desquiciado, también es un cabrón territorial. –No debieron hacerlo, me cago en el idiota que haya creído que tú serías una buena distracción- Dijo negando con la cabeza, poniéndose rápidamente de pie. Se dirigió hasta el escritorio de donde haló un pequeño cajón y sacó un cuchillo… Sabe que con eso no la mataría pero sí le causaría dolor. –Y bien… ¿Cómo lo haremos, fácil o difícil?-
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