Contradiciendo las normas de supervivencia: Una noche y el mundo dentro de tus ojos [Alyss Heart]

por **Keileth Ady Morgenstern** Dom Jun 17, 2012 10:42 pm

¿Qué hacía alguien como YO en un lugar tan "divino" como esta catedral?

Ni yo mismo lo sabía.

Sus luces parecieron haberme atraído como una polilla, y llamaron insistentes a mi azul corazón.

Con pasos simples, oculto bajo una negra gabardina y un sombrero, entré como cualquier otra persona lo haría, presintiendo que algo dentro de mi me decía que Dios no me quería ahí. Aunque para verlo así, que sorpresa me había dado al darme cuenta de que no estaría al menos solitario.

Desde la entrada de dicha construcción pude divisar la hermosa figura de una mujer que parecía estar danzando al ritmo de las velas que formaban el santo altar de Dios.

¿Acaso era una gitana?, ¿o era una bruja?

No creo que estuviera haciendo hechizos dentro de un lugar como este, y menos al bailar de semejante forma, a tal grado que sin darse cuenta a punto estaba de llegar a parar al suelo que simplemente opté por tomarla desprevenida entre mis brazos, al haber dado mi velocidad hacia donde ella se situaba.

-¡Cuidado, señorita!, por poco y nos vamos al suelo, no queremos que el baile se arruine, ¿cierto?-guiñandole de manera seductora un ojo, y a manera de simpatizarle un poco le ayudé a tomar un poco de aire sentandose en una de las bancas que más cerca estaban.-Ya que estamos en esas, ¿cuál es vuestro nombre, mon cherry?, el mío es Keileth, y es un placer tener la dicha de encontrarme con alguien tan peculiar como tu por estos lugares.

Para no incomodarla mas de lo que posiblemente ya lo había hecho me alejé un poco de ella, y me senté justo encima de la gran estructura que formaba el altar del santo Jesucristo. Sin temor alguno de ello.

-Para tantas preguntas te prometo que esta será la última...¿De donde venís, cielo, para estar aquí tan solitaria y nocturna?

Entre mis dudas comencé a divisar el ambiente que frente a mi, y a mi alrededor, se encontraba. Las estatuas de marfil que adornaban el interior de la catedral. Y la manera en la que cada una parecía juzgarme.

Hacía tiempo que había dejado de creer en Dios...justo cuando mi vida se había desvanecido a manos de aquél galante y radiante hombre: mi maestro.

Ahora que lo veía así no era tan mala esta existencia después de todo, aunque...a veces si sentía como si hubiera hecho algo...imperdonable.

¡Que más daba, así podía tener todo lo que quisiera!, aún sin importar...que viera morir cada año...a cientos de personas cercanas a mi.

Después de todo que se le iba a hacer...mi vida era así, y ya no tenía derecho a claudicar después de que el responsable se había ido, sobre todo porque yo había accedido aquella noche, todo era bajo mi palabra.

Así es, yo soy el responsable de la forma que ahora tengo cada noche. Lo único que me quedaba era cuidarme al menos de la horrible sensación que el hambre me causaba en las entrañas, y sobre todo de lo demacrado que me hacía lucir. El galán se perdía en la negrura de la noche, asechando sin control a cuanta jovencita se encontrara en su camino. ¡Por favor, no era para tanto, sino era un criminal! ¿O si?