Rescate nocturno [LIBRE]

por **Gianluca Lo Conte** Jue Jun 21, 2012 1:12 pm

El caminante estaba totalmente fuera de lugar en aquel callejón, justo en el momento en que el crepúsculo daba paso velozmente a la noche. Las ropas, la mirada curiosa que se fijaba en los detalles más intrascendentes, la melodía extranjera que entre silbaba y tarareaba. Todo indicaba que estaba fuera de lugar. Y aquellos que se consideraban dueños del paso, pronto empezaron a congresarse. Discretamente al principio. Una sombra que le seguía a distancia. Luego otra que iba ligeramente por delante de él. Pero el caminante continuaba su paseo al parecer sin rumbo, mientras la noche se iba cerrando como una jaula a su alrededor. Cuando eran seis las figuras que le acechaban, dejaron de ser sombras y se convirtieron en personas. Tres delante cerrándole el paso. Otras tres detrás cortándole la retirada.

El caminante se detuvo, y la tonada murió en sus labios.

-Un poco tarde para pasear, ¿no? Amigo -dijo el que debía ser el cabecilla, mientras daba un paso en su dirección con tono amenazante.

-¿Scussi? -respondió el caminante con una sonrisa inocente.

-Encima extranjero -el cabecilla escupió con desagrado en el suelo-. Mierda de extranjeros.

-¿Scussi? -insistió el caminante, mirando sin comprender al grupo que tenía delante y al que tenía detrás, pero sin mostrar ninguna intención de huir.

-Este no se entera de nada, Alain -protesto uno de los miembros del grupo de atrás-. Rájale el cuello y nos largamos con todo lo que tenga.

-No, este va a hablar en cristiano por mis huevos -insistió el tal Alain, mientras daba varios pasos más hacia el caminante. Sólo se detuvo cuando estaba prácticamente a unos centímetros del rostro del extranjero, que incomprensiblemente no había perdido la sonrisa.

-Mira, imbécil -comenzó a alecionarle Alain, con una mirada inyectada de odio-. Esta es mí ciudad. Y este es mi callejón. Y ahora tú eres mío. ¿Entiendes?

-Non parlo la tua lingua -fue la única respuesta del caminante, con un encogimiento de hombros.

Alain volvió la mirada hacia sus compañeros, y esbozó una sonrisa cruel.

-Además de extranjero, gilipollas -sonrió-. El capullo se va a morir sonriendo.

Pero fue su sonrisa la que se congeló. Con incomprensión, el líder de los asaltantes bajó la mirada, para contemplar desconcertado como el cuchillo que acababa de hundirse entre sus costillas perforándole el pulmón salía, y velozmente volvía a introducirse, unas costillas más arriba, alcanzando limpiamente su corazón. En silencio, se desplomó, ante la mirada atónita del resto de atacantes.

-Quizás -dijo el caminante con una mirada repentinamente fría, en la que no había el menor atisbo de sonrisa-, sólo quizás, sí que entienda vuestro idioma. Gianluca Lo Conte, de la Sicilia. No olvidéis el nombre.

Con calma, se agachó para limpiar la sangre del cuchillo en el cadáver caído.

-¡Hijo de puta! -rugió alguien. Y todos se lanzaron sobre él.

De un salto, Gianluca retrocedió para poner la pared del callejón a su espalda, pero no era mucha defensa. El primer asaltante cayó sobre él armado sólo con sus puños, pero retrocedió rápidamente tras recibir un peligroso tajo en el muslo. El segundo esgrimía una porra, que inició un golpe de arriba a abajo. Con rapidez, el siciliano detuvo el golpe con el antebrazo derecho, y hundió profundamente su cuchillo en el vientre de su oponente. Pero ya tenía al resto encima. Alguien le golpeo en la rodilla, y no pudo evitar tambalearse. Lanzó una serie de tajos rápidos para mantenerlos a distancia, pero sin percatarse se había alejado de la protección de la pared. Algo le golpeó en la nuca, y la vista se le nubló apenas unos instantes. Demasiado. Otro impacto en el costado le lanzó contra la pared opuesta, rodando por el suelo. Veloz como una serpiente se giró para encararse con los tres atacantes y medio que quedaban en pie. Notó la sangre manando de su costado. No era una herida grabe, pero era una herida, y la cabeza le latía con fuerzo por el golpe.

-¿Y ahora qué, cabrón? -le espetó el más grande de los atacantes- ¿Ya te has quedado sin tonterías que decir?

Gianluca sonrió, y se limitó a señalar con la cabeza detrás de los asaltantes.

-Claro, y ahora querrás que me crea que hay alguien detrás nuestra.

Pero es que sí lo había.

por **Aitziber D’ Lemoine** Lun Jun 25, 2012 8:50 pm

Era una noche tranquila, podía ver a las parejas pasear a la distancia que estaba, no sabía cuánto tiempo había salido desde la última vez de aquellas salidas en donde buscaba más de una cosa. Su vida había cambiado tanto que no podría decir con exactitud quien era en ese momento. Primero estaba sus asuntos como Minoica que comenzaban a ponerse cada vez más complicados, Marianne había sido secuestrada, tal vez no afectaría tanto o no consumiría tanto sus nervios si aquella mujer; gran amiga y compañera de momentos insólitos. No fuera de la Realeza Española. En resumidas cuentas, debía recatar a la gran Marianne de Castilla, claro no lo haría sola, estaría con ella una de aliada, pero en esos momentos no eran planes de ir a su rescate, debía tener todo preparado en su tienda, buscar nuevos hechizos, tener todo preparado para cualquier cosa, ya que una guerra estaba aproximándose.

Por otro lado, su estado amoroso era confuso, por un lado estaba Yuu quien parecía muy interesado en tenerla como esposa, pero Aitziber sabia que solamente era para que ella tuviera a los descendientes del clan Asakura, pero su corazón había sido robado por aquel maleante que en esos momentos estaba desaparecido, pero tenía la seguridad de que no estaba desprotegida, que alguno de sus fieles acompañante estaba cerca cuando se metiera en problema, pero se sentía sola, Teng no estaba con ella y eso la entristecía. ¿Qué era aquello? Sus ojos se vieron atraídos por un motón de cavernícolas que se mataban a golpes.

Estaba un fantasma cerca, aquella anima parecía aun confusa de lo que había sucedido, salió corriendo hasta llegar al frente de Aitziber, ella le miro sin decir mucho –Estas muerto…- le susurro sonriendo dulcemente. Aquel hombre se desvaneció, era mejor así, odiaba hablar con fantasmas, solamente aceptaba interactuar con Isabel y eso era porque era su guardiana y también amiga.

Hablando de ella… apareció muy pronto, esta vez era más corpórea, tenía mucho tiempo que la joven bruja no la veía de esa forma, pudo sentir aquella manito pálida sujetándole su vestido amarillo para luego buscar animadamente su mano, Aitziber palideció, era excitante poder volver a verla, pero algo pareció asustarla, pudo ver su cabellito moviéndose al callejo en donde había aparecido aquel fantasma… -Aitziber… un brujo esta en problemas… ayúdalo… te lo ruego- susurro Isabel para luego desaparecer. La bruja la miro. ¿Desde cuándo se había vuelto una buena samaritana? Deseaba decirle un “pero… no es mi problema” pero comprendió que ella era una guardiana y buscaba proteger a todos los hechiceros que podía y Ait en esos momentos era una herramienta muy útil.

El callejón era húmedo, había visitado muchos lugares así, siempre la divertían los fantasmas que podría encontrar, aunque claro está, no era de aquellos brujos que estaban interesados en saber sus secretos, apenas ella disfrutaba sus intenciones de llamar su atención, pero en ese lugar no había ninguna diversión, la sangre se podía oler, era una mezcla a humedad, mugre y sangre derramada, el cuerpo de aquel hombre que había visto estaba tirado en el suelo mientras los otros estaban mas allá, acorralando a su presa, parecía que también él estaba herido. Aitziber suspiro, sus zapatos tocaron aquel charco de sangre que había provocado el cuerpo aun caliente.

Uno giro, encontrándola en ese lugar con sus manos detrás de la espalda, sonrió mientras buscaba saludarlo con su rostro ladeado, su rostro de porcelana hizo que todos quedaran sorprendidos ¿Qué hacía en ese lugar? Nadie se lo esperaba, hasta aquel hombre no se lo esperaba –Hola chicos… ¿a qué juegan?- pregunto haciendo un leve gesto inocente.

-largate de aquí princesita antes de que salgas herida- protesto aquel que se había dado vuelta para verla. Su mano se alzo para buscar darle una bofetada en su aparente joven rostro, lanzo el golpe, pareció que había acertado, el rostro ladeado de la chica, su gran mano situada en su mejilla. El cabello corto cubría los ojos de aquella chica, no se había movido ni unos centímetros y el golpe no la había hecho tambalear.

Aitziber Sonrio, dibujo una macabra sonrisa en sus labios. -¿Qué sucede Monseuir?- pregunto. Aquella mano estaba paralizada apenas a centímetros de la mejilla de la bruja, aquel hombre había sido fácilmente sujetado por los hilos espirituales que salían de sus dedos, solamente un experimentado brujo podría darse cuenta de que estaban rodeado de ellos, parecían una telaraña, aquellos hilos sujetaban cada musculo y movimiento del cuerpo del hombre-creo que no le pegaría a una mujer…- el hombre se inclino. Fuera de su voluntad estaba.

Un golpe sordo se escucho, le había dado una patada en el cráneo dejándolo inconsciente al instante, eso era los beneficios de practicar Taekwondo, las patadas eran duras y mortales, otro parecía venir a buscar problemas, la joven bruja le dio una patada en el estomago, apenas permitió acercarse unos metros para luego alejarse-¡Son una dama..!- protesto arreglando su vestido –esta clase de cosas son (aunque interesantes) muy inapropiadas para mi forma de vestir- se alboroto su cabello para luego suspirar.

-levántate y mátalos…- su voz salió en un todo casi espectral, su rostro no pareció tener ningún cambio cuando noto que el cuerpo comenzaba a moverse de nuevo, este dejo salir un quejido para luego con sus torpes movimientos terminar de levantarse para situarse detrás de Aitziber, esta apenas dejo salir una sonrisa de medio lado –No mates al brujo…- le ordeno señalando al hombre que supuestamente debía salvar… ¿Qué pensaba de ella ahora?

por **Gianluca Lo Conte** Miér Jun 27, 2012 3:16 pm

Cuando vio el hermoso rostro de rasgos exóticos asomando tras sus asaltantes, la sensación que embargó a Gianluca fue desconcierto. Simple desconcierto. Durante un instante pensó que por primera vez sus visiones le habían fallado. Que iba a morir en ese callejón. Hasta que vio a la pequeña que la acompañana. O mejor dicho, al fantasma de la pequeña. "Tampoco morirás esta noche" pensó, pero no podía permitirse sonreír. O quizás sí. La energía que despedía la joven era impresionante, la precisión en la ejecución y en el dominio de sus poderes. La elegancia y sencillez con la que parecía hacerlo todo. Cuando la pierna de la joven voló como un relámpago para estrellarse en el cráneo de uno de los atacantes, la sonrisa afloró inevitablemente.

-No mates al brujo

Cuando escuchó la frase, la sonrisa del siciliano dio paso a una risa breve y seca, que cortó de raíz cuando un latigazo de dolor le recorrió las costillas. El títere avanzó, pero Gianluca no se quedó quieto. No iba en su naturaleza permanecer inactivo en una situación así. Pero le resultaba complicado apartar la vista de la bruja. La tranquilidad de su expresión. La ausencia de clemencia. La frialdad, la picardía con la que se enfrentaba a sus enemigos. Todo ello con esa apariencia tan engañosamente frágil. Uno de los atacantes cayó rápidamente a manos del títere, sin que la titiritera se inmutase. El cuchillo siciliano aprovechó el desconcierto de otro para apuñalarlo por la espalda con precisión. No hubo mucho más. En unos instantes, el callejón estaba plagado de cadáveres, de espíritus confusos que se alejaban, y de dos brujos que se contemplaban con interés. Con precaución, Gianluca levantó la camisa para ver el estado de la herida. Nada preocupante, había sido más un golpe que un tajo. Después, realizó una dolorida inclinación.

-Me habéis salvado la vida. Molte grazzie. Pero antes de nada debo disculparme. -sonrió, tratando de apartar el dolor- Sé que probablemente os pareceré un estúpido suicida, pero este encuentro no ha sido totalmente casual. Todos los callejones y todos los maleantes se parecen en las ciudades en las que he estado, aunque en este caso era el modo más rápido de ponerme en contacto con vos.

El siciliano hizo una pausa para coger aire, apretándose las costillas, y recorrió con la mirada la figura de su salvadora. Después se pasó la mano por el cabello de la nuca desordenándolo.

-El único problema es que no tenía ni la menor idea del aspecto que tendríais -continuó con cierto embarazo, y después rió de nuevo, lo justo para volver a encogerse dolorido- Cielos, os debo estar pareciendo enormemente críptico, en el mejor de los casos. No, no me han golpeado en la cabeza. Empezaré de nuevo, con un poco más de orden. Gianluga Lo Conte, de Palermo. Criado entre monjes, instruido por los muertos de las catacumbas de los Capuchinos. He llegado esta mañana a la ciudad, procedente de Siracusa, con una misión comercial y otra que no lo es. Y en un sueño se me anunció que al anochecer encontraría en este lugar a una persona que sería de gran importancia para una de esas dos misiones. Y esa persona sois vos, y ahora os debo un favor. Y probablemente una explicación más coherente, supongo.

por **Aitziber D’ Lemoine** Jue Jun 28, 2012 10:07 pm

Isabel se había posado a su lado, Aitziber desvió la mirada para verla, estaba más corpórea de lo normal, pero no estaba lo necesario como para mostrarse a un humano, aun así aquel hombre la podía ver, lo supo al instante que sus ojos se cruzaron, él sabía muy bien sobre los fantasmas que buscaban preguntarle a la pequeña y a ella misma que era lo que pasaba. Entrecerró sus ojos para poder desprender una energía lo suficientemente apática como para espantar a los fantasmas sin afectar a Isabel y a su acompañante, tal vez el apenas sentiría una leve presión en el aire mientras observaba que los fantasmas huían gimiendo de pena.

Se retiro unos pasos mientras los cuerpos caían uno después otro, luego de ver que ya no había más nada que atacar aquel muerto viviente le miro buscando alguna otra orden, ella negó mientras el cuerpo caía al suelo para reunirse con los otros. Su expresión, serena demostraba lo poco que le importaba la muerte de aquellos maleantes, parecía que no le afectaba ver la sangre que en el suelo recorría, su hermosos vestido amarillo le daba un aire de señorita inocente y frágil, pero había demostrado de que ella no era nada de eso.

Se había quedado en una especie de trance hasta que la voz del hombre la hizo devolverle la mirada, aun mantenía aquel rostro frio y sin ninguna emoción, parecía que no confiaba en él ni en lo más minino, pero no era por aquello, escucho una risilla infantil, parecía que a Isabel le había divertido mucho aquello, ahora buscaba esparcir toda energía negativa que Aitziber pudiera absorber, eso duro uno poco segundos, cuando termino el rostro de la bruja cambio completamente, parecía una persona relativamente diferente, aunque no tenia emoción en su rostro su rasgos eran más inocentes y aunque mantenían lo astuto de su esencia se podría decir que ahora si parecía una niña ingenua, Isabel había ocultado cualquier rastro de poder en ella, prácticamente había creado un velo, solamente un verdadero brujo podría presenciar lo que Aitziber era en realidad y eso si Isabel lo deseaba.

-¿Contacto?- aquello fue más bien como que tenía que repetirlo para evitar verse tan sorprendida como lo que en realidad estaba. Dejo salir una risilla mientras su pálida mano ocultaba sus labios por simple cortesía. Lo escucho sin interrumpirlo, aunque eso creaba muchas preguntas que deseaba formular y que fueran resueltas en ese mismo instante, se cruzo de brazos mientras con una sonrisilla le miraba curiosa -Eres inteligente- concluyo sonriendo mientras dejaba caer sus brazos.

Dio un saltico para atrás al notar que la sangre iba a llegar a sus zapatos, miro los cuerpos que ya comenzaban a perder lo último de vida que podría quedar en ellos - Mi nombre es Aitziber D` Lemoine- dijo levantando la mirada –Monsieur si desea comunicarme algo es mejor que lo haga mientras caminamos- sonrió dulcemente para retroceder algunos pasos -los condenados e inquisidores siempre están al acecho en esta ciudad y no me gustaría que nos atrapara en un lugar así- no le convenía aquel lugar, había dejado mucha energía, debía limpiar cualquier rastro de que habían estado en ese lugar, por suerte su guardiana sabía muy bien lo que debía hacer y sin decirle ninguna palabra comenzó a deshacerse de toda esencia que podrían dejar Aitziber y su nuevo acompañante -Mi familia es importante entre comercios en países orientales, yo misma he participado en ellos y hasta mi negocio es a base de los contactos de mi familia- le miro de reojo mientras comenzaban a caminar. Aquella herida era algo fastidiosa, no le gustaba ver aquella expresión de dolor en su rostro. -Espere…- dijo para sujetarlo y con delicadeza tantear su herida -No es profunda, puedo tratarla con un poco de mis hierbas- susurro mientras desvió su mirada a los cuerpos. Se alejo de él para acercarse a uno de ellos y quitarle parte de su camisa que no estuviera ensangrentada, luego volvió hacia donde estaba aquel hombre.

Le ordeno que se quitara la camisa y se apoyara en la pared, con sus delicados y finos dedos Aitziber paso por todo el borde de la herida, estaba concentrada en ver aquella figura que estaba manchada del tono carmesí -mmm…- suspiro para luego con su otra mano sacar de un bolsillo oculto una pequeña bolsita morada que estaba siendo sujetada por una cinta dorada, saco otra mas esta vez de color negro, le quedo viendo por unos segundos, volvió a meter el de color negro y saco otra de color verde -Espere un momento- dijo para luego los pedazos de tela que había podido conseguir utilizarlos.

Primero puso uno en el suelo para que permitiera que ninguna suciedad llegara a lo que iba a poner en la tela, de la primera bolsita de color morado saco una especie de polvo, para luego verter un poco de la otra de color verde, sujeto la tela para unirlo todo. Era una mezcla seca de varias especias y hierbas que servían como analgésico y buscaba reforzar al cuerpo de cualquier herida. Se aproximo al hombre que miraba lo que tenía en la tela. Ella rio –tranquilo… te explicara lo que tiene cada una de las bolsitas. En la morada: había un poco de albahaca; para que tu herida se cure y no se infecte. Una pizca de ajenjo; para que no te de fiebre. Alcanfor; para el dolor. Como vez es una mezcla de especias que sirven para mantener una herida bajo control- sonrió para inclinarse –La bolsita verde contenía una semilla de girasol, gotas de limón y té de manzanilla; se utiliza también para las heridas, pero es más como un especie de aceite que ayuda a que se vuelva una masa– explico para con uno de sus dedos untarse de aquella pasta que se había creado en la tela. La esparció por toda la herida limpiando la sangre que se depositaba, pronto comenzó a dejar de sangrar -te comenzara a arder un poco por el limón- declaro mientras uno de sus dedos se introducía en la herida y restregaba aquel compuesto dentro de la herida.

Después de envolverlo. Busco las bolsitas y las volvió a meter en aquel bolsillo discreto que tenía su vestido –listo, puede ponerse la camisa, no haga mucho esfuerzo o sangrara de nuevo- explico mientras esperaba que este se levantara -por cierto… mi familia se encarga de traer hierbas que se utilizan para cocinar… ¿eso es por lo que está interesado en comercializar?- pregunto curiosa.

por **Gianluca Lo Conte** Miér Jul 11, 2012 2:45 am

-Veréis -comenzó a explicar el siciliano mientras los suaves y hábiles dedos de la joven comenzaban a manipular su herida , no puedo aseguraros que las fuerzas que me han llevado a encontraros, o que me encontréis, lo hayan hecho por un motivo u otro. O al menos no todavía.

Mientras la joven iba explicando la composición del ungüento, Gianluca aprovechó para observarla. Normalmente era capaz de atravesar fácilmente el corazón de las personas, de percibir lo que sentían, pero la bruja que tenía ante él era demasiado compleja. Como la mezcla curativa que estaba aplicando, había demasiados elementos, y sólo su dueña podía revelarlos todos... si es que quería. El siciliano apenas esbozó un pequeño gesto de dolor cuando el limón entró en contacto con la herida.

El señor Lo Carlo, para el que trabajo, -continuó- está interesado en abrir un emporio comercial en la ciudad. Básicamente los alimentos propios de la Sicilia y el sur de Italia. Frutas, chocolate, quesos, conservas, pasta. Ciertamente sería interesante que el emporio se complementase con el vuestro en vez de obstaculizarse. Si no es una molestia, me gustaría visitar vuestro establecimiento en unos días, cuando esté más asentado. Al fin y al cabo este es mi primer día en París -Tras decir esto, inició una risa clara y algo cansada, pero la cortó rápidamente cuando una punzada de dolor le recorrió el costado- Gracias de nuevo. Os debo un favor. Y eso significa mucho en mi patria.

Los dos dieron un par de pasos más en silencio.
-No quiero ser indiscreto -dijo finalmente, tras unos instantes de duda- , pero, ¿puedo preguntaros que os ha llevado a esta parte de la ciudad a estas horas. Aunque es más que evidente que podéis ir a donde queráis cuando queráis sin que nadie pueda impediroslo -añadió, contemplando con una mirada sonriente los oscuros y rasgados ojos de la bruja.

por **Aitziber D’ Lemoine** Sáb Jul 21, 2012 9:51 am

Luego de tenerlo listo se quedo mirándolo por unos segundos… la vida era extraña. Le agradaba esa situación, quien diría que algo así pudiera llegar a pasarle, bueno aunque, su vida siempre estaba compuesta de momentos y circunstancias totalmente extrañas. “Los cuentos de hadas son realidad” era una frase que le había hecho abrir su mente. Dio unos salticos hasta sentirse libre de hablar, no era una persona compleja, o eso ella creía, cuando reía, reía, cuando deseaba llorar, pues lloraba, cuando se enojaba… era mejor no hacerla enojar.

-Os explicare algo…- miro los ojos del hombre mientras ella unía sus manos por detrás de la espalda-cuando te dicen que algo es prohibido, que no debes saber lo deseas aun mas. El decirle que no es de su interés a donde me dirigía solamente provocaría en usted una curiosidad creciente.- miro hacia al frente por unos segundos, para luego volver a mirarlo –yo no deseo eso… seria un peligro, usted se volvería un peligro para mí y mis propósitos. ¿Comprendió? – una sonrisa se dibujo en sus labios-no estoy siendo misteriosa, solamente precavida con lo que le digo-

No tenía la intención de decirle algo sobre Ahgarta o sobre las misiones que ella tenía en aquella ciudad idílica, Ahgarta no exista, era apenas un cuento de hadas contada a los niños pequeños cuando eran mentes inocentes y soñadoras, aquel hombre no le trasmitía desconfiando, al contrario le parecía interesante, atractivo. Sabía que era un brujo porque Isabel se lo había advertido, su esencia era totalmente diferente, tal vez por el lugar de donde había venido, en fin de sus labios no saldría nada.

-creo que aun así lo que diga, en usted crecerá interés – concluyo –en fin… ando buscando algunas cosas importantes, a veces adoro pasear por las noches, la luna de alguna forma me ayuda a pensar y siento que mis poderes se intensifican gracias a ella- comenzaba a susurrar mientras caminaba. Alzo su mirada deteniéndose secamente –usted… ¿tiene algún propósito personal?- pregunto curiosa -¿solamente viene hasta parís a obedecer las órdenes de un amo?- ladeo su rostro. Era mejor callar por unos segundos para dejar aquellas preguntas a flote, era mejor callar sus opiniones de las personas que idolatraban a un humano más…

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