AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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• Capítulo I: Paseo nocturno • {Libre}
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• Capítulo I: Paseo nocturno • {Libre}
"La locura es un cierto placer que sólo el loco conoce."
John Dryden
John Dryden
○•○•○
Lo más difícil era sin duda la noche. Ese momento en el que las luces se apagaban y los internos comenzaban a dejarse llevar por sus alucinaciones y miedos. Cuando me recostaba en mi camastro, preparada para poder descansar aunque fueran unas pocas horas, los gritos empezaban a llenar los pasillos del sanatorio. Los quejidos de los enfermos, las peticiones de que los dejaran salir y hasta golpes. No podía evitar imaginarlos en sus habitaciones, dándose fuertemente con la cabeza en las paredes, arañando la puerta y doblándose en el suelo de miedo, envueltos en sus locuras. Pretendía no escuchar, intentaba hacer como si no me afectara en lo más mínimo, pero vivir allí era duro y las noches, lo peor de todo.Recordaba la primera semana, había sido completamente incapaz de pegar ojo, eso definitivamente era algo que estaba fuera de mis posibilidades. Me sentaba en un rincón de la cama, abrazando mis rodillas y aterrorizada. Por mi mente había pasado hasta la posibilidad de que hubieran fantasmas y maldiciones, quizás hasta monstruos de verdad rondando por allí, como algunos enfermos afirmaban. Pero nunca había llegado a ver nada, así que quizás eso ayudó a que poco a poco me fuera haciendo a la idea y acostumbrando a la nueva situación. Empecé a dormir algunas horas, poco a poco. En las noches en que estaban más tranquilos, hasta dormía tres o cuatro seguidas, sin sobresaltos. Pero para mi desgracia, esa no era una de esas noches.
Cansada de intentar conciliar el sueño, me cubrí con una de las mantas, me puse mis únicos zapatos y decidí salir a dar un pequeño paseo, un vano intento de cansarme un poco más. A veces, aunque llevara todo el día trabajando, parecía que ya no me sentía cansada, quizás fuera cuestión de la costumbre. Salí por los pasillos, cruzándome con un médico al que saludé con un gesto respetuoso, era ya muy tarde, quizás le tocara estar en horario nocturno o tuviera algo que hacer allí. Los médicos podían permitirse tener su propia casa, no eran como yo, que mendigaba una habitación en un lugar como aquel.
Salí al exterior, abrigándome un poco más bajo la manta y dejando escapar un suspiro. Estábamos a las afueras de París, y a esas horas parecía estar mucho más lejos. Todo estaba oscuro, el aire era frío y se escuchaba la naturaleza. Comencé a caminar de forma lenta, por la parte exterior del sanatorio, intentando no arrastrar mucho los pies, ya que los zapatos debían durarme el mayor tiempo posible. No podía negar que sentía un poco de miedo, con lo oscuro que estaba todo, solo la luz de la luna, que esa noche estaba completamente llena y hermosa, me ayudaba a distinguir mejor por dónde iban mis pasos. Aunque, por suerte, conocía bastante bien el terreno, así que no temía ningún percance.
Chesire A. Firenze- Humano Clase Baja
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Re: • Capítulo I: Paseo nocturno • {Libre}
Solamente había sido un pequeño collar, una mísera baratija a una pomposa orgullosa cuya peluca era diez veces más grande que su cerebro y seguro quince veces más grande que su corazón. Se había negado a dar una limosna a un triste y mísero niño que estaba tirado por las calles del barrio oeste, cerca de la salida. Se me hizo raro principalmente que el chico estuviera ahí, conociendo a los guardias que se llevan a los rateros o a los pobres fuera de la vista de la gente. No somos nadie, solo sombras. El pequeño collar que tenía alguna priedra brillante y un baño de plata rápido no me daría mucho dinero, pero si lo suficiente para comprarme algo para comer y beber en esta semana. Sé que es falso, porque no pesa mucho, y dentro de mi bolsillo está mucho mejor que un cuello que debería ser decapitado. Pude hacerme con él con suma facilidad, el marido que acompañaba a la gorda era casi más obeso que ella, y un simple muchacho remilgado era su guardia. Supongo que la gente parisina no aprende de los errores. Y supongo que yo tampoco, debí haber visto venir a aquella banda de guardias que recorrían el barrio, pero no es mi falta de previsión, llevan desde hace medio mes en esta zona dificultándome el trabajo.
A pesar de aprovecharme para escapar por las sombras de la noche, este grupo no es moco de pavo, son capaces de seguirle el ritmo por las calles estrechas, y me he visto obligado a salir de la ciudad, deslomando mis pies.
-Será posible.-Gruñí cuando corría a través de unos caminos con ramaje para esconderme ya en las afueras. Aparté con mis guantes las duras ramas, haciendolas sonar, pero eso no me interesaba apenas.Ese grupo no me siguió unos metros más afuera de las murallas, pero no me podría arriesgar a volver.
-Y por una baratija...-Chasquée la lengua y guardé el collar tras verlo de nuevo a la luz de la luna.
No pude volver a la ciudad, y no me quedaría al raso a pasar la noche, no me arriesgaré a ser la cena de algún demonio de la noche.Peroante mis ojos veo un edificio que no anda muy lejos de la ciudad. El sanatorio mental que es frecuentado a diario por la guardia, sería peligroso, pero por la noche apenas tiene gente a su alrededor. Me acerqué rápido, pisando con suavidad y sin hacer ruido. En una de sus fachadas había muchas cajas agrupadas, además de ventalanes anchos sobre los que me podría impulsar. Subí una a una las cajas y agarré mis manos hasta subir los vanos y llegar hasta el tejado. Rodeé una pasarela por la sombra y noté que el silencio no era algo habitual aquí, solo oía martirios.
-Estupendo... con los locos.-Murmuré mientras bajaba unos escalones, mirando atento al patio central, ya que en el otro lado habían trabajadores. Mi objetivo era encontrar algún almacén o torre para poder echar un sueño rápido.
A pesar de aprovecharme para escapar por las sombras de la noche, este grupo no es moco de pavo, son capaces de seguirle el ritmo por las calles estrechas, y me he visto obligado a salir de la ciudad, deslomando mis pies.
-Será posible.-Gruñí cuando corría a través de unos caminos con ramaje para esconderme ya en las afueras. Aparté con mis guantes las duras ramas, haciendolas sonar, pero eso no me interesaba apenas.Ese grupo no me siguió unos metros más afuera de las murallas, pero no me podría arriesgar a volver.
-Y por una baratija...-Chasquée la lengua y guardé el collar tras verlo de nuevo a la luz de la luna.
No pude volver a la ciudad, y no me quedaría al raso a pasar la noche, no me arriesgaré a ser la cena de algún demonio de la noche.Peroante mis ojos veo un edificio que no anda muy lejos de la ciudad. El sanatorio mental que es frecuentado a diario por la guardia, sería peligroso, pero por la noche apenas tiene gente a su alrededor. Me acerqué rápido, pisando con suavidad y sin hacer ruido. En una de sus fachadas había muchas cajas agrupadas, además de ventalanes anchos sobre los que me podría impulsar. Subí una a una las cajas y agarré mis manos hasta subir los vanos y llegar hasta el tejado. Rodeé una pasarela por la sombra y noté que el silencio no era algo habitual aquí, solo oía martirios.
-Estupendo... con los locos.-Murmuré mientras bajaba unos escalones, mirando atento al patio central, ya que en el otro lado habían trabajadores. Mi objetivo era encontrar algún almacén o torre para poder echar un sueño rápido.
Sothe Cornicard- Gitano
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Re: • Capítulo I: Paseo nocturno • {Libre}
Me había detenido por un momento, cerrando los ojos y respirando profundamente. El aire del sanatorio no era el más limpio. Puede que por los desechos o porque los internos no eran los más higiénicos de París, pero no era precisamente un aire puro. Aun así, en el exterior era donde mejor podías disfrutar de un poco de brisa. Aunque claro, eso hacía que se te erizara el vello, especialmente cuando venía una más fría que las demás, de forma repentina, haciendo que el pelo se removiera y te cosquilleara por el cuello.
Alcé el rostro, abriendo luego los párpados de forma lenta, ya más acostumbrada a la penumbra del lugar. Quizás fue por eso que me pareció notar un movimiento por el rabillo del ojo. No podía estar segura de lo que había visto, entre la oscuridad y la inseguridad que causaba estar en un lugar así, bien podría haber sido una mala jugada de mi mente. Pero si era un interno que se había escapado, no podía arriesgarme a estar allí tan desprotegida. Caminé un par de pasos, hasta llegar a una zona en la que habían varios trozos de madera que se usaban para prender la lumbre en el interior, muchas de las cuales yo usaba para cocinar. Dejé caer la manta a un lado, aunque quedara ahora tan solo con la ropa que usaba para dormir, un largo camisón que me cubría hasta los tobillos, con mangas largas, de una calidad bastante pésima, pero era suficiente como para taparme.
Agarré uno de los trozos de madera con ambas manos, que no fuera muy gordo o pesado, usándolo como si fuera una especie de arma, lo coloqué por encima de uno de mis hombros, a modo defensivo en principio. Estreché los ojos, comenzando a caminar de nuevo por el patio, atenta a cualquier movimiento. De nuevo me pareció escuchar algo, esta vez era un ruido, y al no tener nada que ver con los que se solían escuchar por allí, resultó mucho más llamativo. ¿Eran pasos? La piel se me estaba poniendo de gallina con todo aquello.
— ¿Ha...hay alguien...ahí? — pregunté, con un hilo de voz, que trataba de sonar serena y firme, pero era inevitable que me temblara un poco. Era un manicomio, lleno de gente con serios trastornos que habían muerto solos. ¿Y si ahora de repente aparecía algún fantasma? Comencé a recitar en mi mente mil plegarias a Dios para que me protegiera de cualquier tipo de peligro. Yo no era mala, no había pecado, no tenía por qué ser castigada — Seáis quién seáis, mostraos. — por mucho que lo pidiera, lo cierto es que si era un espíritu errante, preferiría que no le diera por aparecer.Pero bueno, al menos el madero me hacía seguir un poco más protegida.
Alcé el rostro, abriendo luego los párpados de forma lenta, ya más acostumbrada a la penumbra del lugar. Quizás fue por eso que me pareció notar un movimiento por el rabillo del ojo. No podía estar segura de lo que había visto, entre la oscuridad y la inseguridad que causaba estar en un lugar así, bien podría haber sido una mala jugada de mi mente. Pero si era un interno que se había escapado, no podía arriesgarme a estar allí tan desprotegida. Caminé un par de pasos, hasta llegar a una zona en la que habían varios trozos de madera que se usaban para prender la lumbre en el interior, muchas de las cuales yo usaba para cocinar. Dejé caer la manta a un lado, aunque quedara ahora tan solo con la ropa que usaba para dormir, un largo camisón que me cubría hasta los tobillos, con mangas largas, de una calidad bastante pésima, pero era suficiente como para taparme.
Agarré uno de los trozos de madera con ambas manos, que no fuera muy gordo o pesado, usándolo como si fuera una especie de arma, lo coloqué por encima de uno de mis hombros, a modo defensivo en principio. Estreché los ojos, comenzando a caminar de nuevo por el patio, atenta a cualquier movimiento. De nuevo me pareció escuchar algo, esta vez era un ruido, y al no tener nada que ver con los que se solían escuchar por allí, resultó mucho más llamativo. ¿Eran pasos? La piel se me estaba poniendo de gallina con todo aquello.
— ¿Ha...hay alguien...ahí? — pregunté, con un hilo de voz, que trataba de sonar serena y firme, pero era inevitable que me temblara un poco. Era un manicomio, lleno de gente con serios trastornos que habían muerto solos. ¿Y si ahora de repente aparecía algún fantasma? Comencé a recitar en mi mente mil plegarias a Dios para que me protegiera de cualquier tipo de peligro. Yo no era mala, no había pecado, no tenía por qué ser castigada — Seáis quién seáis, mostraos. — por mucho que lo pidiera, lo cierto es que si era un espíritu errante, preferiría que no le diera por aparecer.Pero bueno, al menos el madero me hacía seguir un poco más protegida.
Chesire A. Firenze- Humano Clase Baja
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Re: • Capítulo I: Paseo nocturno • {Libre}
El frío apenas calaba sobre mis hombros, la fina tela de paño que me cubre no es un buen abrigo de piel de zorro o de hurón, no hay tanto dinero en el bolsillo agujereado de un ratero mestizo. Pero aún así llevo un buen pañuelo largo que tapa mi cuello, lo que más me preocupa y una capucha para seguir siendo un ladrón de la noche. Necesito ese lugar seco y cerrado para dormir, los cubitos de hielo no son nada que me llame la atención.
Tras bajar del muro y moverme bajo un pequeño techo débil, que no resistiría mi peso me moví con cuidado notando como abajo había mucho más ruido que en la planta en la que yo estaba. Me agarré de un madero que hacía de poste de seguridad y me colgué hasta saltar a una zona menor. Amortigué lo que pude mi caída con mis pies, resultó mucho menos doloroso cuando puedes protegerte al caer con tu energía. De no ser quién era, ya habría muerto por ser descubierto o degollado, estoy segurísimo.Me fijé mejor en que justo a mi frente, al otro lado había una joven chica. No tenía la más mínima pinta de ser una reclusa, si no era una simple limpiadora, estaba allí porque quería.
-¿Qué pretendes con eso?-Pensé cuando la vi agarrar aquel madero. Probablemente la chica estuviera asustada, y una persona asustada no consigue hacer lo que pretenda. Eso me valdría, si era una chica sería una tonta de la que me pudiera servir, lo mismo hasta le sacaba un trozo de carne....
Caminé mirando en todas direcciones con mi sigilo habitual y me acerqué cuanto pude a la chica, pero no me separé de la pared, ni me acerqué a las puertas, siempre hay misterios y gente desagradable tras ellas. Me oculté tras una columna cuando la joven estuvo más cerca y me aproveché de un giró rapido de mi cuerpo para pegarme a su espalda. Apoyé mi pie izquierdo para dar una zancada y pegarme a su espalda. Dirigí mi mano derecha, con mi guante hacia su mentón y le tapé la boca rápidamente sin presionar mucho pero asegurándome de que no gritaría.
-No te voy a hacer nada.No grites.-Dije seco con un tono meloso cerca de su oído al tiempo que pasaba mi brazo izquierdo por el hueco bajo el brazo de la chica. Pasé mi mano por delante de la suya y presioné el madero que ella tenía apoyado en su hombro, con más fuerza. Pegué su hombro a mi pecho, para evitar que hiciera alguna locura, como pegarme o chillar. No tengo malas intenciones con ella, solo necesito que me ayude un solo minuto.
-Quién eres y qué haces aquí.-Le dije, pero eludí el tono interrogante, siendo franco y conciso.-Si no gritas te dejo respirar..- Anuncié cuando aflojé mi mano sobre su boca, pero no solté su brazo con la madera.
Tras bajar del muro y moverme bajo un pequeño techo débil, que no resistiría mi peso me moví con cuidado notando como abajo había mucho más ruido que en la planta en la que yo estaba. Me agarré de un madero que hacía de poste de seguridad y me colgué hasta saltar a una zona menor. Amortigué lo que pude mi caída con mis pies, resultó mucho menos doloroso cuando puedes protegerte al caer con tu energía. De no ser quién era, ya habría muerto por ser descubierto o degollado, estoy segurísimo.Me fijé mejor en que justo a mi frente, al otro lado había una joven chica. No tenía la más mínima pinta de ser una reclusa, si no era una simple limpiadora, estaba allí porque quería.
-¿Qué pretendes con eso?-Pensé cuando la vi agarrar aquel madero. Probablemente la chica estuviera asustada, y una persona asustada no consigue hacer lo que pretenda. Eso me valdría, si era una chica sería una tonta de la que me pudiera servir, lo mismo hasta le sacaba un trozo de carne....
Caminé mirando en todas direcciones con mi sigilo habitual y me acerqué cuanto pude a la chica, pero no me separé de la pared, ni me acerqué a las puertas, siempre hay misterios y gente desagradable tras ellas. Me oculté tras una columna cuando la joven estuvo más cerca y me aproveché de un giró rapido de mi cuerpo para pegarme a su espalda. Apoyé mi pie izquierdo para dar una zancada y pegarme a su espalda. Dirigí mi mano derecha, con mi guante hacia su mentón y le tapé la boca rápidamente sin presionar mucho pero asegurándome de que no gritaría.
-No te voy a hacer nada.No grites.-Dije seco con un tono meloso cerca de su oído al tiempo que pasaba mi brazo izquierdo por el hueco bajo el brazo de la chica. Pasé mi mano por delante de la suya y presioné el madero que ella tenía apoyado en su hombro, con más fuerza. Pegué su hombro a mi pecho, para evitar que hiciera alguna locura, como pegarme o chillar. No tengo malas intenciones con ella, solo necesito que me ayude un solo minuto.
-Quién eres y qué haces aquí.-Le dije, pero eludí el tono interrogante, siendo franco y conciso.-Si no gritas te dejo respirar..- Anuncié cuando aflojé mi mano sobre su boca, pero no solté su brazo con la madera.
Sothe Cornicard- Gitano
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Re: • Capítulo I: Paseo nocturno • {Libre}
Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar cuando sentí ya aquella presencia tan cerca. Noté esa mano cubrir mi boca y mi corazón se desbocó. Habría dejado caer el madero si el desconocido -ya que por su voz supe que era varón- no lo hubiera sujetado. Mi cuerpo en seguida empezó a temblar, pero no hice amago de intentar separarme, ya que me tenía sujeta y yo no tenía idea de si cargaba algún arma o podía ser peligroso. Aunque me dijera que no me iba a hacer nada, no es que la forma en la que se me había acercado ayudara mucho a creer esa afirmación.
Mi respiración salía de forma violenta por mi nariz, ya que se me había agitado a causa de la adrenalina. Yo no solía verme en situaciones tales y era difícil saber cómo comportarse. Pero eso sí, en cuanto dijo que si no gritaba me dejaría respirar, yo ya tenía más que claro que no iba a hacerlo. No podía hacer un movimiento en falso y terminar con una daga en la espalda o a saber qué locura, estaba en un sanatorio a fin de cuentas. Asentí despacio, para que entendiera que no pensaba gritar, ni chillar, ni hacer movimientos bruscos, ni nada que pudiera terminar con mi cadáver asfixiado en el suelo. En cuanto sentí mi boca liberada, dejé escapar un suspiro, para intentar hablar de forma calmada, aunque era difícil, y se notaba el temblor en el timbre de esta, quisiera o no.
— S-soy la cocinera. Solo e-estaba dando un paseo. — no tenía por qué mentir, no tenía sentido y de todas formas, si era un miembro del personal, algo absurdo, o un interno, me conocería y quizás se le pasaría un poco esa actitud de fugitivo — Por favor, no voy a decir nada, pero no me hagáis daño. — finalmente abrí la mano, para que cayera el trozo de madera al suelo, ya que no pretendía hacer nada con él. ¿Qué habría hecho de todas formas con alguien que era capaz de acercarse a mi por la espalda y agarrarme antes siquiera de saber que estaba cerca? — ¿Véis? Por favor...señor...soltadme. — no podía hacer mucho más en mi situación, solo rezar y esperar que él no me hiciera daño, que me soltara y como mínimo poder ver su cara. Ni siquiera iba a preguntar quién era o qué le traía al patio a esas horas.
Mi respiración salía de forma violenta por mi nariz, ya que se me había agitado a causa de la adrenalina. Yo no solía verme en situaciones tales y era difícil saber cómo comportarse. Pero eso sí, en cuanto dijo que si no gritaba me dejaría respirar, yo ya tenía más que claro que no iba a hacerlo. No podía hacer un movimiento en falso y terminar con una daga en la espalda o a saber qué locura, estaba en un sanatorio a fin de cuentas. Asentí despacio, para que entendiera que no pensaba gritar, ni chillar, ni hacer movimientos bruscos, ni nada que pudiera terminar con mi cadáver asfixiado en el suelo. En cuanto sentí mi boca liberada, dejé escapar un suspiro, para intentar hablar de forma calmada, aunque era difícil, y se notaba el temblor en el timbre de esta, quisiera o no.
— S-soy la cocinera. Solo e-estaba dando un paseo. — no tenía por qué mentir, no tenía sentido y de todas formas, si era un miembro del personal, algo absurdo, o un interno, me conocería y quizás se le pasaría un poco esa actitud de fugitivo — Por favor, no voy a decir nada, pero no me hagáis daño. — finalmente abrí la mano, para que cayera el trozo de madera al suelo, ya que no pretendía hacer nada con él. ¿Qué habría hecho de todas formas con alguien que era capaz de acercarse a mi por la espalda y agarrarme antes siquiera de saber que estaba cerca? — ¿Véis? Por favor...señor...soltadme. — no podía hacer mucho más en mi situación, solo rezar y esperar que él no me hiciera daño, que me soltara y como mínimo poder ver su cara. Ni siquiera iba a preguntar quién era o qué le traía al patio a esas horas.
Chesire A. Firenze- Humano Clase Baja
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Re: • Capítulo I: Paseo nocturno • {Libre}
No eramos los únicos en ese edificio esa noche, el ruido me hacía ver el poco entusiasmo de los habitantes del sanatorio. Pero las auras que percibía eran muchas, casi cien. Auras marchitas y corrompidas por la sociedad o el miedo, auras inocentes y descarríadas y auras simples y latentes como el aura de la mujer a la que me había acercado. Y cuando la toqué su aura vibró, temblando como las ondas del agua cuando algo cae sobre ella. Al final logré saber de quién se trataba era la cocinera de aquel espantoso lugar. Nunca suelo dudar de mi suerte, pero soy de los que la reafirman casi a diario. Tengo suerte y mi estómago quizás también.
—No te haré daño.— Pronuncié cuando ella mencionó su protección. No me interesaba hacerle daño a esa joven muchacha, prácticamente necesitaba todo lo contrario, algo de ella. Pero dejó caer aquel madero... sonó hueco al tocar el suelo. Giré mi cuello y miré con afán a todas direcciones por si algo cambiaba, pero aquel nuevo sonido no perturbó el ambiente. No más de lo raro que era. —Antes de soltarte te preguntaré una cosa...— Aflojé mi mano sobre su hombro, el cual yo agarré cuando el madero ya no estaba. Pasé mi mano derecha, con la que tapé la respiración de la chica y sujeté su hombro izquierdo. La mantuve cerca y prisionera, sin hacer fuerza ni daño alguno, pero no me podría permitir que corriera y me delatara. Ya corrí mucho desde la ciudad para volver a huir de nuevo.
—Haremos un trato.—Intervine de nuevo.— Llévame a la cocina, por favor.— Agregué cuando descubrí a una nueva luz asomarse al otro lado del patio, probablemente alguien de la guardia. Si seguía en ese sitio, la chica podría rebelarse y gritar. — Y te soltaré—Concluí cuando levanté mis pies y retrocedí moviéndome lentamente. Solté a la chica, pero segundo después de hacerlo agarré sus manos y valiéndome de una leve sombra sobre mi rostro me mantuve desconocido. Hay tiempo para presentarse y éste no es el correcto.
—No te haré daño.— Pronuncié cuando ella mencionó su protección. No me interesaba hacerle daño a esa joven muchacha, prácticamente necesitaba todo lo contrario, algo de ella. Pero dejó caer aquel madero... sonó hueco al tocar el suelo. Giré mi cuello y miré con afán a todas direcciones por si algo cambiaba, pero aquel nuevo sonido no perturbó el ambiente. No más de lo raro que era. —Antes de soltarte te preguntaré una cosa...— Aflojé mi mano sobre su hombro, el cual yo agarré cuando el madero ya no estaba. Pasé mi mano derecha, con la que tapé la respiración de la chica y sujeté su hombro izquierdo. La mantuve cerca y prisionera, sin hacer fuerza ni daño alguno, pero no me podría permitir que corriera y me delatara. Ya corrí mucho desde la ciudad para volver a huir de nuevo.
—Haremos un trato.—Intervine de nuevo.— Llévame a la cocina, por favor.— Agregué cuando descubrí a una nueva luz asomarse al otro lado del patio, probablemente alguien de la guardia. Si seguía en ese sitio, la chica podría rebelarse y gritar. — Y te soltaré—Concluí cuando levanté mis pies y retrocedí moviéndome lentamente. Solté a la chica, pero segundo después de hacerlo agarré sus manos y valiéndome de una leve sombra sobre mi rostro me mantuve desconocido. Hay tiempo para presentarse y éste no es el correcto.
Sothe Cornicard- Gitano
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Re: • Capítulo I: Paseo nocturno • {Libre}
Por mucho que alguien me repitiera una y mil veces que no me haría daño, era algo bastante complicado de creer, si no imposible, cuando me estaban agarrando de un modo tan hostil. Claro, que esa era la forma en la que yo lo veía, llevada por el miedo que sentía en ese momento. También, visto desde otro punto, podría haberme dado cuenta que aquel agarre no era más que una forma que tenía el desconocido de protegerse de mi, porque él también me veía como una amenaza. Era curioso como podían cambiar las cosas según el cristal con el que se observaran.
— Os diré lo que queráis, solo no me hagáis daño, por favor. — volví a repetir, con apenas un hilo de voz. Había visto que no estábamos solos allí, que quizás si gritaba nos escucharían y vendrían en nuestro auxilio, pero simplemente no lo hice. No es como que pudiera explicar el motivo, quizás fuera el instinto que tuve en ese momento, pero me quedé callada, casi dejándome hacer como una muñeca. Y finalmente llegó su petición.
Mi ceño se frunció de forma muy leve, sintiendo alivio cuando noté que me soltaba, aunque mantuviera mis manos agarradas, probablemente para que no me escapase corriendo. Quería ir a la cocina, quizás buscaba algo de comer. Me atreví a mirarlo un poco, se mantenía oculto, al menos su rostro, por la capucha y las sombras de la noche, pero el resto de su aspecto no era el de un paciente del sanatorio, no. Suspiré un poco más calmada al saber que no había sido asaltada por uno de esos que creen ver monstruos por todas partes y asentí, dándome la vuelta y agachándome para recoger mi manta con una de las manos que traté de liberar, colgándomela en el brazo. No podía ir perdiendo las pocas cosas que tenía.
— Está bien, seguidme. — susurré, aferrando su mano para comenzar a caminar. De repente me sentía cómplice de algún tipo de delito, de una extraña incursión en la que no sabía cómo me había visto envuelta. Retrocedí por donde había venido, entrando al interior del sanatorio y caminando por los pasillos, hasta llegar al lugar donde se encontraba la cocina, echando un vistazo. Uno de los tipos que paseaban, estaba allí, comiéndose las sobras. Me detuve, antes siquiera de entrar, mirando al desconocido y susurrando muy bajo — Si entramos os verá. — ni siquiera sabía por qué, de repente, lo protegía. Habría sido más fácil haber entrado del todo y tan solo dejar que lo agarrasen y echasen de allí. Pero bueno, a ver cómo acababa todo...
— Os diré lo que queráis, solo no me hagáis daño, por favor. — volví a repetir, con apenas un hilo de voz. Había visto que no estábamos solos allí, que quizás si gritaba nos escucharían y vendrían en nuestro auxilio, pero simplemente no lo hice. No es como que pudiera explicar el motivo, quizás fuera el instinto que tuve en ese momento, pero me quedé callada, casi dejándome hacer como una muñeca. Y finalmente llegó su petición.
Mi ceño se frunció de forma muy leve, sintiendo alivio cuando noté que me soltaba, aunque mantuviera mis manos agarradas, probablemente para que no me escapase corriendo. Quería ir a la cocina, quizás buscaba algo de comer. Me atreví a mirarlo un poco, se mantenía oculto, al menos su rostro, por la capucha y las sombras de la noche, pero el resto de su aspecto no era el de un paciente del sanatorio, no. Suspiré un poco más calmada al saber que no había sido asaltada por uno de esos que creen ver monstruos por todas partes y asentí, dándome la vuelta y agachándome para recoger mi manta con una de las manos que traté de liberar, colgándomela en el brazo. No podía ir perdiendo las pocas cosas que tenía.
— Está bien, seguidme. — susurré, aferrando su mano para comenzar a caminar. De repente me sentía cómplice de algún tipo de delito, de una extraña incursión en la que no sabía cómo me había visto envuelta. Retrocedí por donde había venido, entrando al interior del sanatorio y caminando por los pasillos, hasta llegar al lugar donde se encontraba la cocina, echando un vistazo. Uno de los tipos que paseaban, estaba allí, comiéndose las sobras. Me detuve, antes siquiera de entrar, mirando al desconocido y susurrando muy bajo — Si entramos os verá. — ni siquiera sabía por qué, de repente, lo protegía. Habría sido más fácil haber entrado del todo y tan solo dejar que lo agarrasen y echasen de allí. Pero bueno, a ver cómo acababa todo...
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De haberme quedado más tiempo en aquel lugar cerca del patio, probablemente mi cuello hubiera peligrado. No necesariamente, porque por entrar sin permiso en una institución como un sanatorio no te mandan a la guillotina, pero como están los tiempos, cualquier desconocido, y más gitano, es un atentado. Las marcas de mi brazo me identificaban como paria, y tampoco era mi mayor deseo el permanecer mis días encerrado en este lugar, aunque conociéndome, no tardaría en marcharme. Pero mis obejtivos eran sobrevivir, y para ello necesitaba llenar mi estómago, por eso hice aquel trato con la joven.
- Os sueltaré después- Dije, sin mentirle a ella, y seguidamente la acompañé por aquellos pasillos. Ciertamente es un lugar tétrico, porque sigues oyendo las cadenas chocar contra el suelo, y a los pacientes gritar. Jamás pasaría la noche tan cerca de esta panda de locos, y nunca mejor dicho.
Los pasillos por los que caminamos estaban iluminados por una o dos velas cada ciertos metros, pero comenzaba a sentir el calor dentro de aquellos muros y el leve aroma de las verduras cocinadas en una olla. Pero cuando ella pasó la mano para abrir la puerta advirtió de que en aquel lugar estaba habitado. Me sorprendió que no empezase a correr tras la puerta y bloquearme el paso, iniciando unos gritos de alerta sobre el sanatorio, le dí un voto de favor. Solté su mano y llevé la mía a mi espalda, en ella un zurrón pequeño estaba fuertemente atado a mi cuerpo, el zurrón de mis herramientas. Lo abrí y moviendome a ciegas porque sabía exactamente lo que buscada. Saqué un frasco de base octogonal que tenía un tapón de corcho natural y una cinta rosa a su alrededor.
- Irás y verterás esto en su plato o copa.- dije mostrandolo y dándoselo. - Dormirá, no morirá- agregué para que la chica no tuviera reparos en hacerlo. La incentivé a que entrara en aquel lugar mientras yo me quedaba tras la puerta. Miré mi espacio alrededor y observé el camino que había hecho para llegar. Si por algún motivo la chica me delataba sabía que podría empezar a correr, eran exactamente quince pasos en línea recta y luego veintitrés a la izquierda. De no haber luces, podría ir con seguridad.
- Asegúrate de que sean dos gotas.-Comenté justo antes de que me dejara solo.
Sothe Cornicard- Gitano
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