[HDA] Aliento De Dragón

por **Gianella Massone** Dom Jun 24, 2012 11:16 am

Aquella noche, una parte de París dormía plácidamente, cobijada entre las finas sábanas del bienestar y la tranquilidad aparente, sabiéndose libre por un tiempo de los que conmocionaron la ciudad a punta de consignas vestidas de azul y que se esfumaron con la rapidez del aleteo que cesaba posándose en la rama de un árbol cercano a la pareja que acompañaba con su silencio el ambiente predominante en los alrededores. Dos capuchas combatían el frío en vez de la fogata que podría dar pistas innecesarias a sus detractores y perseguidores que no necesitaban grandes esfuerzos para identificar los movimientos ajenos. Por ello estaba todo fríamente calculado, tanto o más frío que el aire esa noche.

Sentada en una roca contemplaba el camino fronterizo, aprovechando sus agudos sentidos para percibir hasta el más ínfimo de los sonidos y el más lejano de los olores a la distancia que le permitían semejantes habilidades, conservando los colmillos retraídos dentro de su boca para inspirar tranquilidad. Sí, esa misión que les habían dado no era de su gusto (como el hecho de tener que convivir y compartir con gente que, a pesar del mismo objetivo que compartían no compartían precisamente su presencia), pero la importancia y la compañía la convencieron. Léa era la persona en que más confiaba dentro de la Hermandad, incluso por sobre Sybelle, y eso significaba mucho para ambas. Era un nuevo nivel de confianzas.

- ¿Sigues con frío? - Le preguntó mirándola analíticamente, a sólo un par de metros de distancia. Ella no tenía la ventaja de su calidez constante, y ya era lo suficientemente tarde como para provocar un resfriado si no se estaba bien abrigado. Para Gianella la capucha no era nada más que un detalle para que no la identificaran con tanta facilidad, evitando escuchar a cada rato voces y mirar manos que le apuntaban acusadoramente. No molestaba, pero sí cansaba. Lo peor era que sus puños no podían hacer nada al respecto o éstos sostendrían barrotes por otra larga temporada. Suspiró al pensar en todo eso y un ruido le hizo voltear de inmediato, cerrando los ojos para afinar más su oído. - Ruedas de carreta y un galope. Dos personas y olor a metal por todos lados. - Abrió las orbes azules y le sonrió ladina a la humana, haciendo una señal. - Están aquí.