Tras su último aliento- [Flashback]

Una densa niebla se cernía sobre las callejuelas de París en una fría noche otoñal que invitaba poco o nada a pasear por la ciudad. A pesar de que no era excesivamente tarde, apenas podían apreciarse pequeñas sombras de ciudadanos que, con premura, se dirigían a sus casas después de una larga jornada laboral, buscando ese calor del hogar que tanto anhelaban. Los adoquines de la calzada se encontraban cubiertos de pequeñas gotas de agua por la persistente humedad del ambiente que calaba hasta los huesos, y que era capaz de notar en cada inspiración que realizaba, donde pequeños alfileres se clavaban en mis pulmones por el ártico aire que me envolvía.

Sin embargo, yo caminaba sin rumbo fijo junto a la vereda del río, reticente a volver tan temprano a una casa que sentía vacía  desde la desaparición de mi padre. Me había acostumbrado a pasar nuestras veladas nocturnas entre risas y libros que nos llegaban al alma junto a un fuego acogedor. Me había acostumbrado a su melodiosa voz, a comentar lo acaecido durante el día cuando éste llegaba a su fin...a que hubiese alguien a mi regreso que se preocupase por mí. Era consciente de que habían pasado solo unos meses desde su desaparición, y que dejar de sentir ese dolor que me atravesaba el pecho  llevaría más tiempo del que imaginé en un principio. Amaba a mi padre como jamás sería capaz de amar a ningún hombre.
Había rehusado utilizar el carruaje aquel día, asegurándole al cochero que me vendría bien volver a casa dando un tranquilo paseo. Lo que no había planificado es que la reunión con mi tutor de la   universidad se alargaría hasta esa hora, y que tendría que hacer el recorrido de noche. Aunque si lo pensaba detenidamente, tal vez fuese el momento idóneo para que mi mente se liberase junto con el silencio que siempre acompañaba a la oscuridad.

Un repentino escalofrío hizo estremecer todo mi ser  a pesar del abrigo de lana que me protegía del helor cuando saltó una ligera brisa que agudizaba la complicada climatología de aquella noche, obligándome a acurrucarme en el interior de la prenda, escondiendo además la nariz dentro de la bufanda que portaba y con la cual trataba también de cubrir las orejas. Las luces encendidas a lo lejos de una pequeña cafetería me hicieron esbozar una ligera sonrisa, y aumentando en esta ocasión el ritmo de mis pasos, me dirigí hacía allí para tomar un té caliente antes de continuar mi camino cruzando el río. Necesitaba relajarme unos minutos y recuperar un poco el calor si quería llegar a casa y no morir congelada en el intento.

Minutos después tiraba del pomo de aquella puerta acristalada, agradeciendo la calidez de una calefacción que en poco tiempo consiguió calmar ese frío atroz que sentía. Tan solo un par de clientes tomaban un café en su acogedor interior adornado de madera y pequeños farolillos, donde la paz y la tranquilidad  reinaban por doquier.
Con una tímida sonrisa le agradecí a la mesera su rapidez al prepararme mi cálido tentempié, y como si el tiempo no pasase para mí, me acomodé en un mullido sillón junto a uno de los escaparates que daban a la calle, tras lo cual extraje un viejo libro de mi bolsa y comencé a leer mientras esperaba que aquel humeante líquido estuviese listo para ingerir. Y así, perdida entre sus páginas, me dejé llevar a un mundo fantástico que tantas veces había recorrido junto a mi padre.

La niebla que había caido sobre Paris le era algo agradable que a la vampiresa se le antojaba señal de buena noche, llevaba un par de noches un poco descontrolada, poseida por una espiral de sed de sangre debido a una experiencia vivida que Arikel aun se preguntaba como era que había conseguido salir con vida de la experiencia vivida con las otras dos vampiresas a esa caza de sádicos inquisidores, la tortura sin dar respuesta a nada, pero uno de los malditos superiores acabó como una muy patetica victima cegado por la sangre de la espartana.
Sin embargo las heridas fueron demasiadas, y no consiguio una buena curación hasta beber tremendas cantidades de sangre que la salvaron. Arikel perse era glotona pero últimamente lo habia sido mas y todo indicaba que esta noche de espesa niebla era buena idea.


Buscando la presa se perdió por las calles de la francesa ciudad en la que por razones obvias la falta de personal transintando por las calles obligo a la vampiresa a actuar en consecuencia y desviar su rumbo en busca de otro. La mejor forma de encontrar lo que buscabq. A pesar de su joven apariencia y de las oscuras ropajes elegantes que llevaba, mirarla era como ver a una niñita de 16 años paseando por la calle en un estupido intento de rebelarse contra la autoridad que pidia representar sus padres, o quizás podrían ver en ella la futura próxima victima de algún pensamiento oscuro.



Sea cual sea el motivo que podría llevar a ella se encontraría al lobo con piel de cordero. Ansiosa por una presa miró alrededor hasta localizar un local, con esta noche fria a Arikel no le era de estrañar que la gente buscara refugio allí.
Entro de manera tranquila, y se sento pidiendo un cafe y paseo la vista por el lugar, buscando la presa que pudiera agradarla, mas una joven alli situada desprendia un olor que hizo que la albina mostrara una mirada de curiosidad.

Acaricié con melancolía tras cerrarlo la portada del volumen que había estado leyendo durante un largo rato en aquella cálida cafetería que había conseguido eliminar el helor de la noche, dejándome envolver por ese remolino de sentimientos evocados por los recuerdos que resurgían en mi mente con la lectura del mismo. Durante años ese libro había sido mi elección de cada noche cuando mi padre me preguntaba por una historia que contarme antes de dormir, y pasados los años, fue el libro que más veces me acompañó junto a la almohada. En mi dieciocho cumpleaños mi padre me regaló el ejemplar que ahora portaba siempre conmigo; una primer edición con tapas ornamentadas.

Tomé con cuidado la delicada taza de porcelana entre mis manos, comprobando si el té con miel que había pedido para templar mi interior había alcanzado su temperatura óptima para ser ingerido, acercando ésta hasta mis labios al comprobar que aun manteniéndose todavía caliente podía bebérmelo. Mi mirada vagaba perdida en algún lugar, buscando entre los escasos viandantes que se aventuraban a permanecer por la calle el rostro de mi querido y desaparecido progenitor. Era como si esperaba algún tipo de milagro a través de ese enorme ventanal tras el cual se refugiaba mi rostro del gélido ambiente invernal.

Unas tintineantes campanillas anunciaron la llegada de un nuevo cliente al local, más yo sumida en mis pensamientos y preocupaciones continuaba con la mirada perdida hacia el exterior, como si aquello fuese capaz de conseguir que mi padre apareciese de nuevo, ajena a la naturaleza del ser que acababa de entrar en la cafetería; esos sobre los que tantas veces mi padre y yo habíamos investigado.