AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
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Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Yo jugaba a ser un malandrín, ella a ser la pirata que me daría caza. Yo quería volar por los cielos y ella jugaba a atraparme... y si yo era un animal salvaje ella se convertía en la dueña del circo que me exponía como su trofeo. Nunca creí que fuera algo malo el que ella quisiera poseerme, era mi hermana menor después de todo; y como tal, se veía a si misma como la dueña del mundo durante los años que duró nuestra infancia.
Una tragedia nos atacó como un rayo cuando nuestra madre murió; mi hermana perdió la fuerza en sus juegos, en retrospectiva creo que comenzó a guardarla en su interior, convirtiéndose en una niña retraída. La vida me ha enseñado lo intuitivas que son las mujeres, y creo que mi hermana pudo ver nuestro trágico final.
Antes de que pasara un año de la partida de nuestra madre, nuestro padre ya estaba casado otra vez con una mujer que lo libró de las deudas a cambio de dejarnos atrás. Mi padre me obligó a ir a París a buscar la vida y casó a mi hermana de once años con un extranjero. Hay noches en las que perdido en mi cama intento recordar su rostro o su acento, algo con lo cual poder encontrar a ese hombre y poder llegar a ella. Sé que ya no tengo casa a la cual regresar, pero quizás aún tengo lazos de sangre que esperan por mi.
Hice mi vida en las calles de París como un niño limpiabotas y pequeño estafador con trucos de cartas callejeros. Para cuando cumplí catorce años, una gran dama me tomó como su juguete y me enseñó a ocupar mis dones, los físicos y los intuitivos. "El mundo gira en torno al dinero y al poder, mi amor" me decía mientras me acariciaba el pecho cuando descansábamos desnudos en su cama. Con el tiempo me encanté con su piel delgada como las páginas de un libro antiguo y sus besos con sabor a tabaco. "Aprende a enloquecer de placer a tu pareja y tendrás su dinero y su poder". Así fue como, al pasar de los años, ella me transformó en el mago de las palabras y la lujuria que soy hoy. Mi amada murió y me dejó a cargo de una casona que alberga tanto a hombres y mujeres, ahora soy el joven padre soltero de esta enorme familia que se alimenta de sexo y diversión.
No lo negaré, amo mi vida, amo mi trabajo, amo desde que me despierto escuchando las quejas de las putas con resaca y amo cuando es mi día de ir al mercado a comprar provisiones. Sin embargo, nunca dejo de preguntarme si aquella mujer que tiene los mismos ojos de mamá será mi hermana, o si acaso esa otra que tiene acento extranjero y manos delicadas. "¿Se acordará de mi?" pienso con temor. "Si no he muerto, aún no he roto la promesa de encontrarla, ¿cierto?".
Hoy es mi día de comprar la comida para la casa, una vez terminada esa tarea me alejo lo más rápido que puedo del mercado con su nauseabundo y usual olor. En mi paso apurado una manzana cae de mi bolsa, rodando hasta llegar a los pies de un peatón, despertándome de mis culpas y prisas.
Disculpe el ataque de esta insolente fruta.- digo con una sonrisa divertida mientras levanto la manzana y así poder mirarte por primera vez.
Una tragedia nos atacó como un rayo cuando nuestra madre murió; mi hermana perdió la fuerza en sus juegos, en retrospectiva creo que comenzó a guardarla en su interior, convirtiéndose en una niña retraída. La vida me ha enseñado lo intuitivas que son las mujeres, y creo que mi hermana pudo ver nuestro trágico final.
Antes de que pasara un año de la partida de nuestra madre, nuestro padre ya estaba casado otra vez con una mujer que lo libró de las deudas a cambio de dejarnos atrás. Mi padre me obligó a ir a París a buscar la vida y casó a mi hermana de once años con un extranjero. Hay noches en las que perdido en mi cama intento recordar su rostro o su acento, algo con lo cual poder encontrar a ese hombre y poder llegar a ella. Sé que ya no tengo casa a la cual regresar, pero quizás aún tengo lazos de sangre que esperan por mi.
Hice mi vida en las calles de París como un niño limpiabotas y pequeño estafador con trucos de cartas callejeros. Para cuando cumplí catorce años, una gran dama me tomó como su juguete y me enseñó a ocupar mis dones, los físicos y los intuitivos. "El mundo gira en torno al dinero y al poder, mi amor" me decía mientras me acariciaba el pecho cuando descansábamos desnudos en su cama. Con el tiempo me encanté con su piel delgada como las páginas de un libro antiguo y sus besos con sabor a tabaco. "Aprende a enloquecer de placer a tu pareja y tendrás su dinero y su poder". Así fue como, al pasar de los años, ella me transformó en el mago de las palabras y la lujuria que soy hoy. Mi amada murió y me dejó a cargo de una casona que alberga tanto a hombres y mujeres, ahora soy el joven padre soltero de esta enorme familia que se alimenta de sexo y diversión.
No lo negaré, amo mi vida, amo mi trabajo, amo desde que me despierto escuchando las quejas de las putas con resaca y amo cuando es mi día de ir al mercado a comprar provisiones. Sin embargo, nunca dejo de preguntarme si aquella mujer que tiene los mismos ojos de mamá será mi hermana, o si acaso esa otra que tiene acento extranjero y manos delicadas. "¿Se acordará de mi?" pienso con temor. "Si no he muerto, aún no he roto la promesa de encontrarla, ¿cierto?".
Hoy es mi día de comprar la comida para la casa, una vez terminada esa tarea me alejo lo más rápido que puedo del mercado con su nauseabundo y usual olor. En mi paso apurado una manzana cae de mi bolsa, rodando hasta llegar a los pies de un peatón, despertándome de mis culpas y prisas.
Disculpe el ataque de esta insolente fruta.- digo con una sonrisa divertida mientras levanto la manzana y así poder mirarte por primera vez.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/02/2016
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Tengo que admitir que me he acostumbrado a deambular de un lado al otro sobre mis cuatro patas, a acogerme a la natural protección que me brinda mi pelaje rojizo y blanco cuando en las noches lluviosas me infiltro en el patio de alguna casa desvencijada y descanso sobre las viejas tablas de madera de un húmedo porche, enrollándome sobre mi misma, y pretendiendo hacer caso omiso al frio que tarde o temprano se cuela por debajo de mi piel y da alcance a mis huesos. Soy ágil, por lo que si por la mañana, algún ser humano descubre mi presencia y resulta de su desagrado, inmediatamente pongo pies en polvorosa, y no han faltado las ocasiones en que me ha perseguido incluso el sonido de un disparo. Aunque tengo que dar mérito a quien lo merece y mencionar que algunas personas de procedencia humilde suelen brindarme alguna caricia detrás de mis orejas o incluso regalarme un trozo de pan. Vivir en las calles me ha enseñado que hay todo tipo de personas y reacciones, y que muchos de aquellos que refunfuñan y maldicen a los demás ocultan grandes cargas que llevan a cuestas sobre sus hombros. No todo es lo que parece y hay mayor bondad de la que crees al pasearte por las callejuelas de París.
Esa mañana me desperté en el porche de una casa miserable, con la fachada derruida y algunos arbustos mustios y mal cortados a su alrededor. Alcé la mirada y me topé con un pequeño niño que me observaba con los ojos muy abiertos y que con cautela se acercó a mi para acariciar mi cabeza. Al notar que mi actitud era amigable, comenzó a jugar conmigo y en pocos minutos me encontraba tumbada sobre mi espalda con las patas extendidas en el aire, y el pequeño encima mio mientras su risa vibraba entre las ondas que maniobraba el aire vespertino y su fino cabello rubio me hacia cosquillas al rozar mi pecho.
La estaba pasando genial cuando un chico mucho mayor que él apareció en la escena, lanzando una palabrota al mirarme y comenzó a amenazarme de tal forma que me levanté, agarré en mi trompa un pequeño envoltorio de tela que me pertenecía y salí disparada. Sin tener que saltar la cerca pasé como una exhalación entre un par de trozos de madera, ya que gran parte de la cerca había desaparecido con el paso del tiempo. Continué corriendo velozmente y mientras atravesaba una serie de casas de aspecto maltrecho, busqué algún rincón que me sirviera para dejar caer mi envoltorio de ropa sobre el suelo.
Unos minutos después una joven pelirroja y tez blanca salpicada de pecas caminaba entre las casas, con aire de inocencia. Era yo por supuesto pero ahora observaba el mundo desde mayor altura al moverme sobre mis dos piernas juveniles. Observé con el rabillo del ojo como el chico que me había amenazado atravesaba una calle a la carrera aún buscándome y suspiré al ver que se alejaba.
Justo en ese momento sufrí un sobresalto al sentir como un objeto golpeaba ligeramente mi pie sin que me hubiera percatado de su proximidad y mi mirada se detuvo en la causante de mi sorpresa. Ooooo. ¡Una manzana! Tan pronto noté de qué se trataba la recogí, la limpié con mi manga y estaba a punto de hincarle el diente cuando escuché que alguien me hablaba, lo cual provocó que tanto mi mano como mi boca se detuvieran con pesar.
-¿Es suya?- De las calles había emergido un caballero de cabello oscuro, a quien observé un momento. -Lo siento.- Extendí mis manos hacia él, con la pequeña fruta en medio de ellas y una expresión compungida en mi rostro. -Vino hacia mi y... y...- E iba a comérmela. Sacudí rápidamente la cabeza en negativa para alejar ese pensamiento. -Me alegra que no se haya perdido...- Aguardé a que el caballero recuperará su manzana ignorando la decepción profunda que sentí al haberla poseído para perderla de inmediato.
Esa mañana me desperté en el porche de una casa miserable, con la fachada derruida y algunos arbustos mustios y mal cortados a su alrededor. Alcé la mirada y me topé con un pequeño niño que me observaba con los ojos muy abiertos y que con cautela se acercó a mi para acariciar mi cabeza. Al notar que mi actitud era amigable, comenzó a jugar conmigo y en pocos minutos me encontraba tumbada sobre mi espalda con las patas extendidas en el aire, y el pequeño encima mio mientras su risa vibraba entre las ondas que maniobraba el aire vespertino y su fino cabello rubio me hacia cosquillas al rozar mi pecho.
La estaba pasando genial cuando un chico mucho mayor que él apareció en la escena, lanzando una palabrota al mirarme y comenzó a amenazarme de tal forma que me levanté, agarré en mi trompa un pequeño envoltorio de tela que me pertenecía y salí disparada. Sin tener que saltar la cerca pasé como una exhalación entre un par de trozos de madera, ya que gran parte de la cerca había desaparecido con el paso del tiempo. Continué corriendo velozmente y mientras atravesaba una serie de casas de aspecto maltrecho, busqué algún rincón que me sirviera para dejar caer mi envoltorio de ropa sobre el suelo.
Unos minutos después una joven pelirroja y tez blanca salpicada de pecas caminaba entre las casas, con aire de inocencia. Era yo por supuesto pero ahora observaba el mundo desde mayor altura al moverme sobre mis dos piernas juveniles. Observé con el rabillo del ojo como el chico que me había amenazado atravesaba una calle a la carrera aún buscándome y suspiré al ver que se alejaba.
Justo en ese momento sufrí un sobresalto al sentir como un objeto golpeaba ligeramente mi pie sin que me hubiera percatado de su proximidad y mi mirada se detuvo en la causante de mi sorpresa. Ooooo. ¡Una manzana! Tan pronto noté de qué se trataba la recogí, la limpié con mi manga y estaba a punto de hincarle el diente cuando escuché que alguien me hablaba, lo cual provocó que tanto mi mano como mi boca se detuvieran con pesar.
-¿Es suya?- De las calles había emergido un caballero de cabello oscuro, a quien observé un momento. -Lo siento.- Extendí mis manos hacia él, con la pequeña fruta en medio de ellas y una expresión compungida en mi rostro. -Vino hacia mi y... y...- E iba a comérmela. Sacudí rápidamente la cabeza en negativa para alejar ese pensamiento. -Me alegra que no se haya perdido...- Aguardé a que el caballero recuperará su manzana ignorando la decepción profunda que sentí al haberla poseído para perderla de inmediato.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 19/10/2015
Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
¿La quieres? No podría negarte una fruta, ni podría negarle a la fruta llegar a tu boca.- respondo divertido mirando a la muchacha pelirroja frente a mi. Es sencillamente hermosa, de apariencia humilde y perfecta, como si fuera una flor silvestre que logró el milagro de crecer en medio de las grises piedras de esta ciudad. Hace mucho tiempo que no veía a una mujer como ella, creo que mis ojos se acostumbraron a las mujeres de mis terrenos. No quiero decir que mis chicas no sean hermosas, pero a quien tengo frente a mi exhala el aire de otras tierra y la energía vibrante del salvaje norte.
Es más, me gustaría invitarte el desayuno como un pago por haber interrumpido tu camino. Soy Lian, por cierto. ¿Puedo conocer su nombre mientras disfrutamos un café?- Digo sonriendo mientras tomo su delicada mano suspendida en el aire. Aquella muchacha se veía un tanto sorprendida, por lo que me aproveché ligeramente de aquello para poder besar el dorso de su suave mano. Quiero demostrarle lo galantes y hospitalarios que podemos llegar a ser los franceses.
"¿Qué es ese particular color que la rodea? No es pálido, ni como el de la mayoría de las personas en esta ciudad." Pensé mientras la miraba a los ojos con una sonrisa que delataba mi curiosidad y ansias de aventura.
Es cierto, logro distinguir cosas que no son evidentes para el resto de los pecadores, posiblemente se me "condenaría" por aquella habilidad; sin embargo, creo que no me molestaría quemarme en la hoguera de su cabello.
Es más, me gustaría invitarte el desayuno como un pago por haber interrumpido tu camino. Soy Lian, por cierto. ¿Puedo conocer su nombre mientras disfrutamos un café?- Digo sonriendo mientras tomo su delicada mano suspendida en el aire. Aquella muchacha se veía un tanto sorprendida, por lo que me aproveché ligeramente de aquello para poder besar el dorso de su suave mano. Quiero demostrarle lo galantes y hospitalarios que podemos llegar a ser los franceses.
"¿Qué es ese particular color que la rodea? No es pálido, ni como el de la mayoría de las personas en esta ciudad." Pensé mientras la miraba a los ojos con una sonrisa que delataba mi curiosidad y ansias de aventura.
Es cierto, logro distinguir cosas que no son evidentes para el resto de los pecadores, posiblemente se me "condenaría" por aquella habilidad; sin embargo, creo que no me molestaría quemarme en la hoguera de su cabello.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/02/2016
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Mantuve mis manos suspendidas en el aire frente a mi, a la espera de que el caballero recuperase su perdida fruta. Fruta que mis ojos aún continuaban observando mientras estos, compungidos se clavaban en ella inevitablemente atraídos por unos segundos para luego negarse a mirarla. En su lugar devolví mi mirada hacia su propietario mientras me respondía de una forma que me resultó algo confusa.
Asentí con la cabeza sin el menor encubrimiento de mis deseos cuando pregunto si quería la fruta. ¡Oh, si deseo esta manzana! El jugoso aroma que había percibido hace un momento aún perduraba en mis fosas nasales y el hecho de que el caballero no se apresurase a retirarla de mis manos únicamente acrecentaba mis ansias de darle un buen mordizco.
Lo siguiente que dijo me dejó perpleja. Me invitaba a desayunar. Un momento. ¿¡Qué!? ¿Me invitaba a desayunar? ¿¡Hablaba en serio!? Volteé a ver hacia los lados para asegurarme de que algún conocido suyo no acabase de llegar junto a nosotros y fuese a quien se estaba dirigiendo. Volteé el rostro varias veces pero no alcancé a ver a nadie más. -¿De verdad me está invitando a desayunar?-
Lo que sucedió a continuación no lo esperaba. Observé que repentinamente acercaba su boca a mi mano por lo que sorprendida por el gesto, la alcé intuitivamente con rapidez, de forma tan abrupta que sin haberlo previsto y sin el menor recato por parte de esta, golpeó su barbilla.
-¡Oh, lo siento! ¡Lo siento en serio!- Lo miré con espanto por lo que acababa de hacer, esperando no haberlo golpeado con demasiada fuerza, a veces no medía el alcance de la misma. -En verdad no deseaba hacerlo, ¡fue una torpeza de mi parte!- No supe ni que hacer. ¿Me acercaba y le inspeccionaba la barbilla o me mantenía alejada? No me animé a moverme de mi lugar, por lo que esperé a que pudiera reponerse lo suficiente para decir algo.
-Mi nombre es Kenna...- añadí, con el rostro enrojecido debido a la insolencia de mi golpe. Él se había presentado como Lian por lo que la buena conducta dictaba que le indicase como me llamaba.
Asentí con la cabeza sin el menor encubrimiento de mis deseos cuando pregunto si quería la fruta. ¡Oh, si deseo esta manzana! El jugoso aroma que había percibido hace un momento aún perduraba en mis fosas nasales y el hecho de que el caballero no se apresurase a retirarla de mis manos únicamente acrecentaba mis ansias de darle un buen mordizco.
Lo siguiente que dijo me dejó perpleja. Me invitaba a desayunar. Un momento. ¿¡Qué!? ¿Me invitaba a desayunar? ¿¡Hablaba en serio!? Volteé a ver hacia los lados para asegurarme de que algún conocido suyo no acabase de llegar junto a nosotros y fuese a quien se estaba dirigiendo. Volteé el rostro varias veces pero no alcancé a ver a nadie más. -¿De verdad me está invitando a desayunar?-
Lo que sucedió a continuación no lo esperaba. Observé que repentinamente acercaba su boca a mi mano por lo que sorprendida por el gesto, la alcé intuitivamente con rapidez, de forma tan abrupta que sin haberlo previsto y sin el menor recato por parte de esta, golpeó su barbilla.
-¡Oh, lo siento! ¡Lo siento en serio!- Lo miré con espanto por lo que acababa de hacer, esperando no haberlo golpeado con demasiada fuerza, a veces no medía el alcance de la misma. -En verdad no deseaba hacerlo, ¡fue una torpeza de mi parte!- No supe ni que hacer. ¿Me acercaba y le inspeccionaba la barbilla o me mantenía alejada? No me animé a moverme de mi lugar, por lo que esperé a que pudiera reponerse lo suficiente para decir algo.
-Mi nombre es Kenna...- añadí, con el rostro enrojecido debido a la insolencia de mi golpe. Él se había presentado como Lian por lo que la buena conducta dictaba que le indicase como me llamaba.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 19/10/2015
Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Esperé a que la joven terminara de hablar y me revelara su bello nombre para poder liberar una pequeña sonrisa enternecida. Sin proponérselo me hace interesar más en ella. Amo a las mujeres impulsivas y sus gestos no hacen más que mostrarme la inocencia que se respira en sus palabras. Alguien como ella podría incluso limpiar el alma de esta ciudad envejecida aunque esplendorosa. ¿Cómo no querer tomar para mi un tesoro así? Ella no era sino la fruta más deliciosa y brillante que he visto en una largo tiempo y estoy comenzando a mirarla con el mismo deseo que ella lo hace con la manzana que tiene en sus manos.
Llamo a un niño conocido que pasaba por ahí cerca y le paso las compras que llevo en las manos. Le pido que las lleve a mi casa y que le pida a Gabrielle que le de unas galletas como recompensa. Una vez tengo mis manos libres, aprecio a la bella señorita que aún mira impresionada el mundo que la rodea.
Bien, señorita Kenna...- digo calmado al tiempo que llevo una mano a mi mentón y toco la zona que ella golpeó con más fuerza de la que esperaba. Elimino rápidamente las imágenes creativas de lo que podría hacer con ello y me concentro en seguir mi discurso. -Mayor razón tiene ahora para acompañarme a desayunar, señorita. Quiero una compensación por el terrible golpe que me ha dado y exijo su deliciosa compañía junto a una mesa de desayuno que, por supuesto, correrá por mi cuenta. ¿Me acompaña?- le pregunto extendiéndole una mano mientras sonrío seductor.
Llamo a un niño conocido que pasaba por ahí cerca y le paso las compras que llevo en las manos. Le pido que las lleve a mi casa y que le pida a Gabrielle que le de unas galletas como recompensa. Una vez tengo mis manos libres, aprecio a la bella señorita que aún mira impresionada el mundo que la rodea.
Bien, señorita Kenna...- digo calmado al tiempo que llevo una mano a mi mentón y toco la zona que ella golpeó con más fuerza de la que esperaba. Elimino rápidamente las imágenes creativas de lo que podría hacer con ello y me concentro en seguir mi discurso. -Mayor razón tiene ahora para acompañarme a desayunar, señorita. Quiero una compensación por el terrible golpe que me ha dado y exijo su deliciosa compañía junto a una mesa de desayuno que, por supuesto, correrá por mi cuenta. ¿Me acompaña?- le pregunto extendiéndole una mano mientras sonrío seductor.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/02/2016
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Pensar en disfrutar de un desayuno con todas las de la ley animaba mi espíritu mucho más de lo que ya lo estaba gracias a los rayos matutinos que el sol desplegaba sobre nosotros. A pesar de la correría de hace un minuto, de la cual tuve la buena fortuna de salir bien parada, mi buen estado de ánimo no había menguado. Así que antes de responder me regalé la satisfacción de morder la manzana que tenía en mi mano y saborear el dulce néctar que se abrió paso en mi paladar.
-De acuerdo, lo acompaño.- respondí, ya más tranquila con respecto a las posibles consecuencias de mi errática mano. Al parecer el hombre no se lo había tomado a mal, aunque sus palabras no las comprendía. ¿De qué manera resultaba para mi una amonestación el que él me invitase el desayuno? Lo observé mientras le hincaba el diente por segunda vez a la manzana y estreché la mano que me dirigía para de esa manera formalizar el trato. El caballero me estaba ofreciendo un desayuno y yo no me lo iba a pensar dos veces, además de que había indicado que le regalaran galletas al chico que le haría el mandado y eso para mi era toda la buena referencia que necesitaba.
Comencé a caminar por la banqueta, estirando mis brazos por arriba de mi cabeza. -¿No cree usted que es una hermosa mañana?- pregunté, contemplando el sol y pensando en que a esas horas, en mi tierra de origen, los trabajadores ya habrían comenzado su jornada diaria en los campos y que a media mañana gozarían de un desayuno hecho por sus esposas, quienes pondrían las mesas y compartirían los alimentos entre las diversas familias. Suspiré. Aún recordaba haber tomado muchas veces el desayuno frente a las mesas de madera, con mis piernas apenas tocando el cesped debido a mi escasa estatura en aquel entonces, y la alegría y entusiasmo exacerbados que mis sentidos juveniles manifestaban al encontrarme próxima a tomar el primer bocado... Algún día tendría que regresar...
Terminé la manzana y sujeté con mi mano un poste que vi frente a mi, para de esa manera impulsarme con el brazo y dar una vuelta en semicírculo alrededor de el antes de detenerme de frente al camino por el cual transitaba el hombre de cabello oscuro. A estas horas siempre rebosaba energía y no me podía estar quieta. -¿Adónde exactamente nos dirigimos a desayunar buen señor?- pregunté con curiosidad mientras le veía caminar. Si me hubiese encontrado sobre mis cuatro patas hubiera dado pequeños pero enérgicos saltos alrededor de él y tirado con mis dientes del extremo de sus pantalones exigiendo que me revelase el destino cuanto antes, tal era la curiosidad que sentía.
-De acuerdo, lo acompaño.- respondí, ya más tranquila con respecto a las posibles consecuencias de mi errática mano. Al parecer el hombre no se lo había tomado a mal, aunque sus palabras no las comprendía. ¿De qué manera resultaba para mi una amonestación el que él me invitase el desayuno? Lo observé mientras le hincaba el diente por segunda vez a la manzana y estreché la mano que me dirigía para de esa manera formalizar el trato. El caballero me estaba ofreciendo un desayuno y yo no me lo iba a pensar dos veces, además de que había indicado que le regalaran galletas al chico que le haría el mandado y eso para mi era toda la buena referencia que necesitaba.
Comencé a caminar por la banqueta, estirando mis brazos por arriba de mi cabeza. -¿No cree usted que es una hermosa mañana?- pregunté, contemplando el sol y pensando en que a esas horas, en mi tierra de origen, los trabajadores ya habrían comenzado su jornada diaria en los campos y que a media mañana gozarían de un desayuno hecho por sus esposas, quienes pondrían las mesas y compartirían los alimentos entre las diversas familias. Suspiré. Aún recordaba haber tomado muchas veces el desayuno frente a las mesas de madera, con mis piernas apenas tocando el cesped debido a mi escasa estatura en aquel entonces, y la alegría y entusiasmo exacerbados que mis sentidos juveniles manifestaban al encontrarme próxima a tomar el primer bocado... Algún día tendría que regresar...
Terminé la manzana y sujeté con mi mano un poste que vi frente a mi, para de esa manera impulsarme con el brazo y dar una vuelta en semicírculo alrededor de el antes de detenerme de frente al camino por el cual transitaba el hombre de cabello oscuro. A estas horas siempre rebosaba energía y no me podía estar quieta. -¿Adónde exactamente nos dirigimos a desayunar buen señor?- pregunté con curiosidad mientras le veía caminar. Si me hubiese encontrado sobre mis cuatro patas hubiera dado pequeños pero enérgicos saltos alrededor de él y tirado con mis dientes del extremo de sus pantalones exigiendo que me revelase el destino cuanto antes, tal era la curiosidad que sentía.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 19/10/2015
Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Sonreí feliz cuando la joven estrechó su mano con la mía; no sólo me permitió tocar su suave y delicada piel, sino que al estar en contacto con ella me permitió sentir un poco más aquella impresión de su alma. No me podía sacar de la cabeza la imagen de un pequeño can saltando con alegría a mi alrededor. "Eso no tiene sentido. Mi intuición nunca me ha fallado, pero ni siquiera entiendo lo que estoy viendo! No se parece a nada de lo que he visto antes, pero sí estoy seguro que es algo cercano a la pureza, a la naturaleza en sí... Cada segundo que pasa me cautiva más. De haberlo sabido antes me habría mudado a sus tierras hace años." pienso divertido con mi monólogo mientras me dejaba contagiar la energía desbordante que parecía nacer con cada movimiento en su caminar.
Bella sin duda.- le respondí sin dejar de mirarla, sin referirme, claro, a la mañana que ella aludía.
Quiero poder tocar su cabello y conocer cada una de sus expresiones. Me siento como el descubridor de nuevas tierras, de un tesoro; y por primera vez con una mujer, quiero que sólo mis ojos sean los que lo aprecien. Quiero volver a iluminar su rostro como lo hizo cuando devoraba esa manzana. La veo girar en torno al poste y me dejo contagiar con su alegría y tomo su mano con delicadeza para continuar su movimiento y llevarla a dar una pequeña danza conmigo, siendo las calles de París nuestro lujoso salón de baile. Recuerdo su inocencia y como no quiero asustarla me comporto como un caballero en esta breve improvisación.
Quiero llevarte a un café cercano. Es hogareño y amigable, sin menospreciar su pastelería inmejorable. Suelo ir a menudo para leer o sólo pensar, pero sería un cambio agradable compartir este lugar con una señorita como usted.- le dije sonriendo animado, dejándome infundir por su alegría natural en este breve baile. Una vez termino de hablar le hago una pequeña reverencia riendo entretenido, para luego ofrecerle mi brazo y continuar caminando.
Bella sin duda.- le respondí sin dejar de mirarla, sin referirme, claro, a la mañana que ella aludía.
Quiero poder tocar su cabello y conocer cada una de sus expresiones. Me siento como el descubridor de nuevas tierras, de un tesoro; y por primera vez con una mujer, quiero que sólo mis ojos sean los que lo aprecien. Quiero volver a iluminar su rostro como lo hizo cuando devoraba esa manzana. La veo girar en torno al poste y me dejo contagiar con su alegría y tomo su mano con delicadeza para continuar su movimiento y llevarla a dar una pequeña danza conmigo, siendo las calles de París nuestro lujoso salón de baile. Recuerdo su inocencia y como no quiero asustarla me comporto como un caballero en esta breve improvisación.
Quiero llevarte a un café cercano. Es hogareño y amigable, sin menospreciar su pastelería inmejorable. Suelo ir a menudo para leer o sólo pensar, pero sería un cambio agradable compartir este lugar con una señorita como usted.- le dije sonriendo animado, dejándome infundir por su alegría natural en este breve baile. Una vez termino de hablar le hago una pequeña reverencia riendo entretenido, para luego ofrecerle mi brazo y continuar caminando.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Lo siguiente sucedió de forma espontánea por lo que ni siquiera me lo pensé antes de aceptar la mano que me extendió el caballero para guiarnos en un baile en plenas calles de París. Siguiendo una música imaginaria que se me antojaba que era producida por un par de violines, mis piernas se movieron ligeras siguiendo el paso que marcaba él, por lo que sonreí mientras danzábamos sobre la calle e ignorábamos las miradas que nos lanzaban los peatones que a esa hora del día deambulaban cerca nuestro.
-Con tan breve descripción ya me ha persuadido de que ha de tratarse de un lugar encantador.- Sonreí al notar que mi compañero de baile poseía un perfecto dominio de sus pies. En Escocia, adonde predominaba el baile en celebraciones y festividades, aprendíamos a bailar casi al mismo tiempo que dábamos nuestros primeros pasos pero en París, mis amigos de las calles solían prestar más atención a sobrevivir que a aprender la manera de moverse coordinadamente a la par de una melodía, por lo que la sorpresa que me regaló ese momento me resultó muy grata.
-¿Alguien como yo?- pregunté cuando nos detuvimos y realicé una cortés reverencia en respuesta a la de él. -¿Se refiere a alguien pobre?- añadí con curiosidad. Era obvio por nuestras vestiduras que pertenecíamos a clases diferentes. El caballero iba bien vestido y tenía dinero para contratar un mensajero y para invitarme un desayuno en un lugar al que, como había narrado, acudía a menudo. Todo aquello indicaba que al menos económicamente no pasaba penurias.
Entrecerré los ojos un momento, observando su brazo. Nadie me había ofrecido el brazo desde... desde... ¿Desde cuando? En realidad nadie nunca me lo había ofrecido. Titubeé más que todo por falta de costumbre pero terminé acercándome y alzando mi mano para tomarlo.
-Ojalá el café esté cerca porque ya me acosan tanto la curiosidad como el apetito.- Sonreí nuevamente y comenzamos a caminar pero inevitablemente terminé adelantándome a él debido a mis ansias de recorrer el camino y a mi innata hiperactividad. Me detuve después de avanzar un trecho, lo esperé, caminé hacia atrás y al mirarlo dar sus pasos frente a los rayos solares que se reflejaban danzarines en la calle detrás de él, me cercioré de esa forma de que seguía presente, de que no me estaba tomando el pelo con el café, y de que realmente nos dirigíamos a tomar el desayuno.
-Con tan breve descripción ya me ha persuadido de que ha de tratarse de un lugar encantador.- Sonreí al notar que mi compañero de baile poseía un perfecto dominio de sus pies. En Escocia, adonde predominaba el baile en celebraciones y festividades, aprendíamos a bailar casi al mismo tiempo que dábamos nuestros primeros pasos pero en París, mis amigos de las calles solían prestar más atención a sobrevivir que a aprender la manera de moverse coordinadamente a la par de una melodía, por lo que la sorpresa que me regaló ese momento me resultó muy grata.
-¿Alguien como yo?- pregunté cuando nos detuvimos y realicé una cortés reverencia en respuesta a la de él. -¿Se refiere a alguien pobre?- añadí con curiosidad. Era obvio por nuestras vestiduras que pertenecíamos a clases diferentes. El caballero iba bien vestido y tenía dinero para contratar un mensajero y para invitarme un desayuno en un lugar al que, como había narrado, acudía a menudo. Todo aquello indicaba que al menos económicamente no pasaba penurias.
Entrecerré los ojos un momento, observando su brazo. Nadie me había ofrecido el brazo desde... desde... ¿Desde cuando? En realidad nadie nunca me lo había ofrecido. Titubeé más que todo por falta de costumbre pero terminé acercándome y alzando mi mano para tomarlo.
-Ojalá el café esté cerca porque ya me acosan tanto la curiosidad como el apetito.- Sonreí nuevamente y comenzamos a caminar pero inevitablemente terminé adelantándome a él debido a mis ansias de recorrer el camino y a mi innata hiperactividad. Me detuve después de avanzar un trecho, lo esperé, caminé hacia atrás y al mirarlo dar sus pasos frente a los rayos solares que se reflejaban danzarines en la calle detrás de él, me cercioré de esa forma de que seguía presente, de que no me estaba tomando el pelo con el café, y de que realmente nos dirigíamos a tomar el desayuno.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 19/10/2015
Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Me dejé llevar por los minutos que bailamos bajo la música que sólo existía en nuestras cabezas, sus pies eran ligeros y toda ella era llena de gracia. Me enamoraba con su espontaneidad y lo agradable que era estar con ella.
¿Alguien pobre, me dice? Lo único que puedo ver es que usted es la mujer que posee toda la luz y la energía de París.- digo con una sonrisa divertida, sin el menor rastro de sarcasmo en mis palabras.
¿Puede ver ese café en aquella esquina? Tiene las mesas afuera y con pequeños floreros, allí nos dirigimos.- agrego mientras me regocijo una vez más con la vista a su espalda que me regala la joven con tanta generosidad, tanto que no lamento el haber perdido su mano en mi brazo.
Cuando llegamos al lugar le ayudo a sentarse y luego de sentarme frente a ella, le sonrío; cada momento que pasa me cautiva más con su forma de ser y con sus misterios. Qué podía ser aquel color que la rodeaba? de donde vino? donde vive? Si juego bien mis cartas quizás podré verla en otra oportunidad y descubrirla, y si tengo suerte quizás también la descubra en el sentido literal de la palabra. Desde mi punto de vista, lo mejor de la inocencia es perderla y prefiero que ella la pierda con alguien que sabrá hacerla sentir como una diosa por todo el tiempo que ella lo desee.
Tiene usted un hermoso acento, me gustaría saber más acerca de mi bella acompañante. Por favor siéntete libre de pedir lo que gustes en tanto me permitas acompañarte y escucharte. Son aún más encantadoras las mujeres que disfrutan del placer de la comida.- digo con una sonrisa tranquila mientras le hago un gesto a la camarera para que se acerque y así hacer nuestros pedidos.
¿Alguien pobre, me dice? Lo único que puedo ver es que usted es la mujer que posee toda la luz y la energía de París.- digo con una sonrisa divertida, sin el menor rastro de sarcasmo en mis palabras.
¿Puede ver ese café en aquella esquina? Tiene las mesas afuera y con pequeños floreros, allí nos dirigimos.- agrego mientras me regocijo una vez más con la vista a su espalda que me regala la joven con tanta generosidad, tanto que no lamento el haber perdido su mano en mi brazo.
Cuando llegamos al lugar le ayudo a sentarse y luego de sentarme frente a ella, le sonrío; cada momento que pasa me cautiva más con su forma de ser y con sus misterios. Qué podía ser aquel color que la rodeaba? de donde vino? donde vive? Si juego bien mis cartas quizás podré verla en otra oportunidad y descubrirla, y si tengo suerte quizás también la descubra en el sentido literal de la palabra. Desde mi punto de vista, lo mejor de la inocencia es perderla y prefiero que ella la pierda con alguien que sabrá hacerla sentir como una diosa por todo el tiempo que ella lo desee.
Tiene usted un hermoso acento, me gustaría saber más acerca de mi bella acompañante. Por favor siéntete libre de pedir lo que gustes en tanto me permitas acompañarte y escucharte. Son aún más encantadoras las mujeres que disfrutan del placer de la comida.- digo con una sonrisa tranquila mientras le hago un gesto a la camarera para que se acerque y así hacer nuestros pedidos.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Pronto el caballero me dio alcance y con ello me percaté de que era una persona ágil, tal y como me lo demostró su rapidez, pero sucedió algo extraño, al verle caminar ese trecho tuve la impresión de que veía algo más en él, algo que no saltaba del todo a la vista y que no supe exactamente a que se debía. Ladeé mi rostro preguntándome que era aquello, por supuesto tenía yo una imaginación desbordante y esta a menudo me mostraba detalles que otros pasaban fácilmente inadvertidos. Lo aducía a mis desarrollados instintos... y a mi intuición, que aunque joven era bastante aguda. En fin, no me preocupé con la idea.
Reí un poco al oír sus palabras. -Yo, ¿una luz?- Cerré un ojo sin creérmelo del todo aunque parecía que lo decía en serio. -Oh, pero hay mujeres tan luminosas en esta ciudad, basta abrir los ojos y detenerse a verlas para notarlo en seguida.- A veces me gustaba observar a la gente e imaginarme a qué se dedicaban o hacían con sus vidas, entonces me sentaba en la acera y mientras meneaba mi cola lentamente observaba a los peatones pasar frente a mi y nunca dejaba de admirarme de la belleza que poseían tanto hombres como mujeres. Ya fuesen altos, bajos, fornidos o muy delgados, cada persona tenía algo especial que le definía y le diferenciaba de los demás.
-Ahhhh ¿Ese lugar?- Abrí los ojos como platos, había pasado antes frente a ese restaurante cuando me enfrascaba en mis correrías por la ciudad y a decir verdad había reparado en la sencilla belleza de sus mesas, sus claros manteles y las flores multicolores que adornaban los jarrones. -¡Lo he visto antes! Es encantador.- Sonreí de oreja a oreja animada con tan solo verlo pero cuando llegamos y nos acercamos a las mesas me detuve pensativa.
-¿Está seguro de que es buena idea que yo... esté aquí?- Miré rápidamente las mesas, la pulcritud y sencilla elegancia del café. -Desentono completamente. A los demás podría no agradarles.- Pensé en la ropa que llevaba puesta, estaba desgastada y descolorida, en mi cabeza no había un elegante peinado ni un sombrero que hiciera juego, tan solo mi cabello rojo cayendo sobre mis hombros, y no iba a empezar a hablar de mis viejos zapatos que además me quedaban algo grandes... Sonreí algo forzadamente a pesar de mi anterior entusiasmo y tomé asiento frente a él puesto que ya se había sentado al otro lado de la mesa.
-Cualquier cosa que tenga a bien invitarme me parecerá exquisita.- Mi olfato de cambiante percibía a la perfección el olor a buñuelos recién salidos del horno. Tenía que aguantarme el deseo de correr hacia la cocina y comenzar a dar saltos alrededor de ella para poder deleitarme con los aromas que estaba distinguiendo. Olía a pasteles, a café recién hecho y a mantequilla. -¿Y usted viene aquí a menudo?- Me maravillé ante ese pensamiento, ¡venía a disfrutar de esos manjares todo el tiempo! -En verdad es afortunado.-
En ese momento se presentó una mesera y al mirarla acercarse noté su obvio desagrado al posar sus ojos sobre mi persona. Contuve la respiración unos segundos y desvié la mirada. No me avergonzaba de lo que era ni mucho menos pero tampoco quería contrariar al personal del lugar con mi presencia. -Trabaja en un establecimiento muy hermoso.- dije, con sinceridad.
Reí un poco al oír sus palabras. -Yo, ¿una luz?- Cerré un ojo sin creérmelo del todo aunque parecía que lo decía en serio. -Oh, pero hay mujeres tan luminosas en esta ciudad, basta abrir los ojos y detenerse a verlas para notarlo en seguida.- A veces me gustaba observar a la gente e imaginarme a qué se dedicaban o hacían con sus vidas, entonces me sentaba en la acera y mientras meneaba mi cola lentamente observaba a los peatones pasar frente a mi y nunca dejaba de admirarme de la belleza que poseían tanto hombres como mujeres. Ya fuesen altos, bajos, fornidos o muy delgados, cada persona tenía algo especial que le definía y le diferenciaba de los demás.
-Ahhhh ¿Ese lugar?- Abrí los ojos como platos, había pasado antes frente a ese restaurante cuando me enfrascaba en mis correrías por la ciudad y a decir verdad había reparado en la sencilla belleza de sus mesas, sus claros manteles y las flores multicolores que adornaban los jarrones. -¡Lo he visto antes! Es encantador.- Sonreí de oreja a oreja animada con tan solo verlo pero cuando llegamos y nos acercamos a las mesas me detuve pensativa.
-¿Está seguro de que es buena idea que yo... esté aquí?- Miré rápidamente las mesas, la pulcritud y sencilla elegancia del café. -Desentono completamente. A los demás podría no agradarles.- Pensé en la ropa que llevaba puesta, estaba desgastada y descolorida, en mi cabeza no había un elegante peinado ni un sombrero que hiciera juego, tan solo mi cabello rojo cayendo sobre mis hombros, y no iba a empezar a hablar de mis viejos zapatos que además me quedaban algo grandes... Sonreí algo forzadamente a pesar de mi anterior entusiasmo y tomé asiento frente a él puesto que ya se había sentado al otro lado de la mesa.
-Cualquier cosa que tenga a bien invitarme me parecerá exquisita.- Mi olfato de cambiante percibía a la perfección el olor a buñuelos recién salidos del horno. Tenía que aguantarme el deseo de correr hacia la cocina y comenzar a dar saltos alrededor de ella para poder deleitarme con los aromas que estaba distinguiendo. Olía a pasteles, a café recién hecho y a mantequilla. -¿Y usted viene aquí a menudo?- Me maravillé ante ese pensamiento, ¡venía a disfrutar de esos manjares todo el tiempo! -En verdad es afortunado.-
En ese momento se presentó una mesera y al mirarla acercarse noté su obvio desagrado al posar sus ojos sobre mi persona. Contuve la respiración unos segundos y desvié la mirada. No me avergonzaba de lo que era ni mucho menos pero tampoco quería contrariar al personal del lugar con mi presencia. -Trabaja en un establecimiento muy hermoso.- dije, con sinceridad.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
La joven y engreída mesera responde con una sonrisa de compromiso. -Gracias, señorita. ¿Qué desean comer?-
Para mi un café cargado y un desayuno tradicional. Para la bella dama, un suave té negro con unos buñuelos. Deseo además que nos traigan jugo de naranjas fresco, por favor.- le respondí a la trabajadora con un tono calmado y sonrisa seductora, ella me respondió sonriendo divertida y algo sonrojada, ya habituada a mi galantería.
Esperé a estar solos otra vez y miré a mi acompañante, esta vez sonriéndole con ternura.
Mi querida Kenna, a diferencia de las otras mujeres de este lugar, tú no necesitas maquillaje o elaboradas ropas para verte hermosa, ya lo eres.-- le dije completamente seguro de mis palabras. ¿Te haría sentir mejor el saber que la primera vez que desayuné en este lugar yo también vestía harapos?- lesusurré en un tono cómplice y una sonrisa divertida, acercándome un poco a ella.- Recuerdo que fue mi primera buena comida en esta ciudad... Vengo a menudo, pero nunca una tostada me supo tan bien en la boca como la primera.- añadí con un gesto pensativo, dejándome acariciar por la nostalgia.- Pero ya es suficiente de mi, como dije antes, me gustaría poder conocerte un poco más. Alguna pista además de tu nombre y tu acento. ¿Qué te trajo a descubrir esta ciudad que no descansa?-
Mientras hablaba con ella me detuve a examinar sus detalles. Su ropa y su aire de inocencia me trajeron dulces recuerdos. No puedo negar que me sentí un poco identificado con la muchacha de rojos cabellos y ojos llenos de luz, hambrienta en esta ciudad que ve la misericordia como un milagro. Quiero poder seguir viendo esa sonrisa sincera como un oasis en mis días. ¿Habrá sido esta la sensación que ella tuvo cuando me conoció? Me gusta, es la sensación de tener un mapa del tesoro en las manos, como el planear la primera travesura del día.
Para mi un café cargado y un desayuno tradicional. Para la bella dama, un suave té negro con unos buñuelos. Deseo además que nos traigan jugo de naranjas fresco, por favor.- le respondí a la trabajadora con un tono calmado y sonrisa seductora, ella me respondió sonriendo divertida y algo sonrojada, ya habituada a mi galantería.
Esperé a estar solos otra vez y miré a mi acompañante, esta vez sonriéndole con ternura.
Mi querida Kenna, a diferencia de las otras mujeres de este lugar, tú no necesitas maquillaje o elaboradas ropas para verte hermosa, ya lo eres.-- le dije completamente seguro de mis palabras. ¿Te haría sentir mejor el saber que la primera vez que desayuné en este lugar yo también vestía harapos?- lesusurré en un tono cómplice y una sonrisa divertida, acercándome un poco a ella.- Recuerdo que fue mi primera buena comida en esta ciudad... Vengo a menudo, pero nunca una tostada me supo tan bien en la boca como la primera.- añadí con un gesto pensativo, dejándome acariciar por la nostalgia.- Pero ya es suficiente de mi, como dije antes, me gustaría poder conocerte un poco más. Alguna pista además de tu nombre y tu acento. ¿Qué te trajo a descubrir esta ciudad que no descansa?-
Mientras hablaba con ella me detuve a examinar sus detalles. Su ropa y su aire de inocencia me trajeron dulces recuerdos. No puedo negar que me sentí un poco identificado con la muchacha de rojos cabellos y ojos llenos de luz, hambrienta en esta ciudad que ve la misericordia como un milagro. Quiero poder seguir viendo esa sonrisa sincera como un oasis en mis días. ¿Habrá sido esta la sensación que ella tuvo cuando me conoció? Me gusta, es la sensación de tener un mapa del tesoro en las manos, como el planear la primera travesura del día.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
La mesera por supuesto no estaba contenta de verme, asunto que me preocupó sobremanera ya viéndome corrida del lugar, pero el caballero se introdujo en la conversación sin vestigio de incomodidad y procedió a realizar la orden. Mis ojos brillaron y mi tez se tornó radiante al escuchar lo que ordenaba para mi. ¡Buñuelos! ¿Cómo sabía de forma tan certera que era lo que yo más deseaba probar?
Lo observé de reojo mientras él le dedicaba una enorme sonrisa a la camarera, y también observé como las mejillas de la joven dama se tornaban rojas. El rostro hace tan solo unos segundos adusto y severo se transformaba ante mis incrédulos ojos en uno divertido y lozano, y sus mejillas se coloreaban de un tono rojo que se expandió por ellas con rapidez. Interesante, pensé, sorprendida en un inicio por la reacción de la mujer y luego intrigada pues a decir verdad no estaba versada en tales intercambios pero tampoco los desconocía del todo, especialmente cuando sucedían frente a mis ojos con tanta claridad.
Ah... Evoqué los momentos en los cuales retozando por el parque en mi forma canina, me detenía a rodar por el verde césped para capturar el justo momento en que veía a una pareja sentada en una banca realizando el mismo intercambio de gestos que acababa de presenciar entre el caballero y la mesera...
-Mi querida Kenna, a diferencia de las otras mujeres de este lugar, tú no necesitas maquillaje o elaboradas ropas para verte hermosa, ya lo eres... ¿Qué? Lo observé sorprendida por sus palabras. Miré rápidamente a los lados y luego regresé mi mirada a él para observarlo fijamente, alzando una ceja. ¿Me estaba tomando el pelo?
¿Te haría sentir mejor el saber que la primera vez que desayuné en este lugar yo también vestía harapos?- Pues... ahora si que me sorprendía más aún. Imposible. El hombre frente a mi era refinado, bien vestido, de modales exquisitos, y eso que yo de modales no sabía mucho porque no me codeaba con gente de las altas esferas. ¿Quién le iba a prestar atención a un collie vagabundo o a una chica callejera? Pero aún así...
-Usted no parece provenir de la calle... Sus modales son excelentes, y la manera en que se gana la buena voluntad de la gente parece casí magia.- dije, desviando nuevamente mi mirada para observar como la mesera regresaba y colocaba nuestro pedido frente a nosotros. -Siento que me toma el pelo...-
Ahhhhh... mis sentidos estaban extasiados por el olor y la visión del plato frente a mi. ¡E incluso habían traído mantequilla! Por un momento me sentí en el paraíso. Tomé un cuchillo entre mis dedos para partir por la mitad un buñuelo esponjoso que en su suavidad cedió y produjo el brillo de estrellas en mis ojos.
Oh... alcé la mirada al escuchar la siguiente pregunta y la desvié hacia la vista de las calles parisinas que se extendía a un lado nuestro. Una pregunta tan sencilla podía resultar muy espinosa... Coloqué el cuchillo sobre el plato un momento... Hablar de mi llegada a París era igual a volverme a ahogar en las embravecidas aguas del mar... No, no podía hablar de eso. -Digamos que no esperé dirigirme a estos puertos pero a veces la vida decide por uno.-
Me perdí en la vista de los peatones sin verles realmente y permanecí asi unos minutos antes de regresar mi mirada a él. -Pero ya que estoy en Francia, y si he de habitar estas tierras, París es la mejor opción ¿no cree?- Me encogí de hombros antes de volver las manos al cuchillo y untar la mantequilla en el buñuelo. Probé el mismo entonces regodeándome con su sabor. -Ahhhh por Lugh y sus estrellas, este es uno de los mejores manjares que he probado.-
Devoré el buñuelo sin mayor recato y pasé al segundo. -Ya sé cual es su hechizo, eso que hizo con la mesera... Imagino que lo hace a menudo.- Lo miré con una ceja arqueada mientras devolvía mi interés al té y lo probaba. No lo estaba diciendo como si fuese algo reprochable, simplemente mi curiosidad me llevaba a inspeccionar la forma de ser de las personas y el caballero frente a mi acababa de cortejar a la mesera... ¿Y también a mi? Me atraganté con el té espantada al pensar en aquella posibilidad y comencé a toser.
No, no, no, no. Esa era una idea descabellada. Ningún chico me cortejaba, no si sabían lo que les convenía, y si se atrevían a hacerlo invariablemente terminaban con un ojo morado. Y eso que muy pocas veces hacía uso de mi fuerza, pero había situaciones que lo ameritaban. Yo era independiente y así quería seguir toda mi vida.
Lo observé de reojo mientras él le dedicaba una enorme sonrisa a la camarera, y también observé como las mejillas de la joven dama se tornaban rojas. El rostro hace tan solo unos segundos adusto y severo se transformaba ante mis incrédulos ojos en uno divertido y lozano, y sus mejillas se coloreaban de un tono rojo que se expandió por ellas con rapidez. Interesante, pensé, sorprendida en un inicio por la reacción de la mujer y luego intrigada pues a decir verdad no estaba versada en tales intercambios pero tampoco los desconocía del todo, especialmente cuando sucedían frente a mis ojos con tanta claridad.
Ah... Evoqué los momentos en los cuales retozando por el parque en mi forma canina, me detenía a rodar por el verde césped para capturar el justo momento en que veía a una pareja sentada en una banca realizando el mismo intercambio de gestos que acababa de presenciar entre el caballero y la mesera...
-Mi querida Kenna, a diferencia de las otras mujeres de este lugar, tú no necesitas maquillaje o elaboradas ropas para verte hermosa, ya lo eres... ¿Qué? Lo observé sorprendida por sus palabras. Miré rápidamente a los lados y luego regresé mi mirada a él para observarlo fijamente, alzando una ceja. ¿Me estaba tomando el pelo?
¿Te haría sentir mejor el saber que la primera vez que desayuné en este lugar yo también vestía harapos?- Pues... ahora si que me sorprendía más aún. Imposible. El hombre frente a mi era refinado, bien vestido, de modales exquisitos, y eso que yo de modales no sabía mucho porque no me codeaba con gente de las altas esferas. ¿Quién le iba a prestar atención a un collie vagabundo o a una chica callejera? Pero aún así...
-Usted no parece provenir de la calle... Sus modales son excelentes, y la manera en que se gana la buena voluntad de la gente parece casí magia.- dije, desviando nuevamente mi mirada para observar como la mesera regresaba y colocaba nuestro pedido frente a nosotros. -Siento que me toma el pelo...-
Ahhhhh... mis sentidos estaban extasiados por el olor y la visión del plato frente a mi. ¡E incluso habían traído mantequilla! Por un momento me sentí en el paraíso. Tomé un cuchillo entre mis dedos para partir por la mitad un buñuelo esponjoso que en su suavidad cedió y produjo el brillo de estrellas en mis ojos.
Oh... alcé la mirada al escuchar la siguiente pregunta y la desvié hacia la vista de las calles parisinas que se extendía a un lado nuestro. Una pregunta tan sencilla podía resultar muy espinosa... Coloqué el cuchillo sobre el plato un momento... Hablar de mi llegada a París era igual a volverme a ahogar en las embravecidas aguas del mar... No, no podía hablar de eso. -Digamos que no esperé dirigirme a estos puertos pero a veces la vida decide por uno.-
Me perdí en la vista de los peatones sin verles realmente y permanecí asi unos minutos antes de regresar mi mirada a él. -Pero ya que estoy en Francia, y si he de habitar estas tierras, París es la mejor opción ¿no cree?- Me encogí de hombros antes de volver las manos al cuchillo y untar la mantequilla en el buñuelo. Probé el mismo entonces regodeándome con su sabor. -Ahhhh por Lugh y sus estrellas, este es uno de los mejores manjares que he probado.-
Devoré el buñuelo sin mayor recato y pasé al segundo. -Ya sé cual es su hechizo, eso que hizo con la mesera... Imagino que lo hace a menudo.- Lo miré con una ceja arqueada mientras devolvía mi interés al té y lo probaba. No lo estaba diciendo como si fuese algo reprochable, simplemente mi curiosidad me llevaba a inspeccionar la forma de ser de las personas y el caballero frente a mi acababa de cortejar a la mesera... ¿Y también a mi? Me atraganté con el té espantada al pensar en aquella posibilidad y comencé a toser.
No, no, no, no. Esa era una idea descabellada. Ningún chico me cortejaba, no si sabían lo que les convenía, y si se atrevían a hacerlo invariablemente terminaban con un ojo morado. Y eso que muy pocas veces hacía uso de mi fuerza, pero había situaciones que lo ameritaban. Yo era independiente y así quería seguir toda mi vida.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Mirar a aquella joven era un doloroso aunque placentero déjà vu. Su rostro de alegría y placer al saborear ese primer bocado bien pudo haber valido todo el oro de Francia, y ahora ese tesoro se encontraba frente a mi. ¿Acaso ya es navidad que el destino me premia con tan exquisita presencia? Sin embargo, admito que es complejo el ocupar tus zapatos, Clarisse. No me queda cómodo el papel de benefactor y tu sombra es más grande que mis aspiraciones... ¿Acaso fue esta misma sensación templada en el pecho la que sentiste cuando me viste comer hambriento en este mismo café? ¿Así es como se siente el querer ayudar a otra alma, a alguien como ella?
Es verdad que ya he hecho este movimiento antes; hablar con los hijos de la mala suerte y adoptarlos para una casa donde se vive gracias al sexo. Nadie está obligado a estar ahí ni mucho menos a usar su cuerpo en una forma que no le guste. Vivimos, nos cuidamos las espaldas y nos divertimos. Aunque... Esta es la primera vez que veo una mirada tan pura, tan inocente que me desconcierta, supongo que eso sólo aumente mi curiosidad.
Mi querida Kenna, no tengo interés en engañarte. Es cierto que no nací en la calle, pero si viví en ella por mucho tiempo. Más tarde tuve la suerte de conocer a la mujer que me hizo quien soy ahora.- le dije con una sonrisa amable, para luego comenzar, sin poder evitarlo, a recordar tiempos más oscuros.- También vagué, me escondí, pase hambre y frío. Los modales y el encanto son sólo mi herramienta para sobrevivir, ¿Qué acaso no tenemos todos que desarrollar una ventaja que nos ayude a perdurar para poder encontrar el siguiente trozo de comida? Intentando aplicar un hambre tan profunda que amenaza con devorar hasta tus esperanzas, pero no puedes darte por vencido, no puedes rendirte ni por un momento o sabes que ese será el final de una historia que nadie llegará a saber, perdiéndose contigo en los fríos adoquines de las calles de París...- Inhalo de manera consciente, en un esfuerzo de alejar aquellos recuerdos, y que mi frustración no amargue la velada.- Por lo menos así fue en mi caso, espero que tú no hayas tenido que pasar por aquello.- Termino por decir con una sonrisa sincera, mirando a la joven con un cariño especial.
La pelirroja me miraba con desconfianza y no la culpo, yo he estado en sus zapatos. La sospecha de que la generosidad inesperada pueda venir con alguna trampa, para luego pasar a la sensación gloriosa de la comida, en una boca que ha debido acostumbrarse al sabor de las sobras; no pude evitar sonreír encantado con todas sus expresiones.
¿Hechizo?- le pregunté divertido mientras disfrutaba tanto de mi desayuno como de su compañía.- Te aseguro que hoy no he hecho ningún hechizo. "Esto"...- Luego de guiñarle un ojo, remarqué mi palabra con un gesto y una sonrisa.- Es una costumbre parisina, ma petite fleur. Se le conoce como coqueteo, y en mi humilde opinión es una práctica encantadora. Yo solamente le hice notar a esa muchacha con mis modales, que la considero hermosa; ella por su parte lo agradece sin palabras al mostrarme su sonrisa. No implica nada más profundo, lo que me complace.- agrego divertido
Es verdad que ya he hecho este movimiento antes; hablar con los hijos de la mala suerte y adoptarlos para una casa donde se vive gracias al sexo. Nadie está obligado a estar ahí ni mucho menos a usar su cuerpo en una forma que no le guste. Vivimos, nos cuidamos las espaldas y nos divertimos. Aunque... Esta es la primera vez que veo una mirada tan pura, tan inocente que me desconcierta, supongo que eso sólo aumente mi curiosidad.
Mi querida Kenna, no tengo interés en engañarte. Es cierto que no nací en la calle, pero si viví en ella por mucho tiempo. Más tarde tuve la suerte de conocer a la mujer que me hizo quien soy ahora.- le dije con una sonrisa amable, para luego comenzar, sin poder evitarlo, a recordar tiempos más oscuros.- También vagué, me escondí, pase hambre y frío. Los modales y el encanto son sólo mi herramienta para sobrevivir, ¿Qué acaso no tenemos todos que desarrollar una ventaja que nos ayude a perdurar para poder encontrar el siguiente trozo de comida? Intentando aplicar un hambre tan profunda que amenaza con devorar hasta tus esperanzas, pero no puedes darte por vencido, no puedes rendirte ni por un momento o sabes que ese será el final de una historia que nadie llegará a saber, perdiéndose contigo en los fríos adoquines de las calles de París...- Inhalo de manera consciente, en un esfuerzo de alejar aquellos recuerdos, y que mi frustración no amargue la velada.- Por lo menos así fue en mi caso, espero que tú no hayas tenido que pasar por aquello.- Termino por decir con una sonrisa sincera, mirando a la joven con un cariño especial.
La pelirroja me miraba con desconfianza y no la culpo, yo he estado en sus zapatos. La sospecha de que la generosidad inesperada pueda venir con alguna trampa, para luego pasar a la sensación gloriosa de la comida, en una boca que ha debido acostumbrarse al sabor de las sobras; no pude evitar sonreír encantado con todas sus expresiones.
¿Hechizo?- le pregunté divertido mientras disfrutaba tanto de mi desayuno como de su compañía.- Te aseguro que hoy no he hecho ningún hechizo. "Esto"...- Luego de guiñarle un ojo, remarqué mi palabra con un gesto y una sonrisa.- Es una costumbre parisina, ma petite fleur. Se le conoce como coqueteo, y en mi humilde opinión es una práctica encantadora. Yo solamente le hice notar a esa muchacha con mis modales, que la considero hermosa; ella por su parte lo agradece sin palabras al mostrarme su sonrisa. No implica nada más profundo, lo que me complace.- agrego divertido
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Dejé un momento el buñuelo sobre el plato para escuchar las palabras del caballero, que inesperadamente tomaban un cariz sorpresivo e interesante. Así que había vivido mucho tiempo en la calle. No comprendí del todo a qué mujer se refería pero debía haber sido un alma generosa como para haberle extendido su ayuda y que ahora fuese lo que era. Alguien bien vestido y de modales corteses. Sonreí con intriga a medida que continuaba con su relato y luego con algo de tristeza al oírlo. Me identificaba con lo que me estaba contando. Desarrollar una ventaja que ayudase a perdurar para poder ingerir el siguiente bocado... Si habría de identificarme con eso...
Si bien ahora deambulaba por las calles en mi forma humana, era la canina la que se constituía en mi ventaja, ayudándome a sobrevivir en las calles y por qué no aceptarlo, ayudándome a substraer alimentos o a robar pertenencias ajenas cuando no me quedaba otro remedio para poder llevarme un bocado a la boca.
-Comprendo lo que menciona, acerca de no poder rendirse sin importar cuan oscuros o sombríos lleguen a ser los momentos, no puede uno entregarse a la desesperación o perder las esperanzas, o de lo contrario las calles no tendrán la menor piedad con tal debilidad...- Observé el mantel un momento antes de alzar la mirada hacia él. -No esperaba que usted poseyera tal comprensión pero ha expresado con sus palabras la forma exacta en que puede ser la vida en la calle, lamento haber dudado de usted en un inicio.-
Probé por primera vez el jugo de naranja y el hacerlo me devolvió algo del ánimo perdido. -Este jugo está delicioso, pareciera que hubiesen buscado los mejores naranjos de todo Paris para obsequiarnos con su dulzura.- Lo observé brevemente mientras intentaba convencerme de que no utilizaba ningún hechizo para encantar a la mesera, cosa que no me creí del todo. Aunque me resultó curiosa la descripción de lo que él llamó coqueteo, era una noción extraña para mi pues en mi vida había recurrido a ello y dudaba que alguna vez lo hiciera.
En todo caso, si lo que hacía era coquetear con la joven mujer y como él mismo lo había dicho, no tenía mayor profundidad, el que me dedicara sonrisas tampoco indicaba mayor cosa ¿no? Era su forma de ser. O eso entendí, pero la conversación me había enredado el concepto un poco no dejándomelo del todo claro.
-Esa dama que lo acogió debió ser una persona increíble.- Comenté con cierta curiosidad. -Ha de haber sido alguien sumamente importante en su vida.- Tomé el tercer buñuelo y de repente no quise comérmelo, era demasiado exquisito y me apenaba terminar con el. ¿Y si lo metía en mi bolsillo? Ponderé la posibilidad.
-¿También fue ella quien le enseñó a bailar?- pregunté, haciendo alusión al baile que habíamos compartido momentos antes. -De donde provengo los hombres celebran bailando al ritmo de los violines y sin que falten unas buenas jarras con alcohol alrededor.- Suspiré, recordándolo. -Por un momento compartir ese baile con usted me hizo recordar mis orígenes.- Sonreí ladeadamente al verlo. -Aunque no creo que tenga usted un ápice de escocés.-
Si bien ahora deambulaba por las calles en mi forma humana, era la canina la que se constituía en mi ventaja, ayudándome a sobrevivir en las calles y por qué no aceptarlo, ayudándome a substraer alimentos o a robar pertenencias ajenas cuando no me quedaba otro remedio para poder llevarme un bocado a la boca.
-Comprendo lo que menciona, acerca de no poder rendirse sin importar cuan oscuros o sombríos lleguen a ser los momentos, no puede uno entregarse a la desesperación o perder las esperanzas, o de lo contrario las calles no tendrán la menor piedad con tal debilidad...- Observé el mantel un momento antes de alzar la mirada hacia él. -No esperaba que usted poseyera tal comprensión pero ha expresado con sus palabras la forma exacta en que puede ser la vida en la calle, lamento haber dudado de usted en un inicio.-
Probé por primera vez el jugo de naranja y el hacerlo me devolvió algo del ánimo perdido. -Este jugo está delicioso, pareciera que hubiesen buscado los mejores naranjos de todo Paris para obsequiarnos con su dulzura.- Lo observé brevemente mientras intentaba convencerme de que no utilizaba ningún hechizo para encantar a la mesera, cosa que no me creí del todo. Aunque me resultó curiosa la descripción de lo que él llamó coqueteo, era una noción extraña para mi pues en mi vida había recurrido a ello y dudaba que alguna vez lo hiciera.
En todo caso, si lo que hacía era coquetear con la joven mujer y como él mismo lo había dicho, no tenía mayor profundidad, el que me dedicara sonrisas tampoco indicaba mayor cosa ¿no? Era su forma de ser. O eso entendí, pero la conversación me había enredado el concepto un poco no dejándomelo del todo claro.
-Esa dama que lo acogió debió ser una persona increíble.- Comenté con cierta curiosidad. -Ha de haber sido alguien sumamente importante en su vida.- Tomé el tercer buñuelo y de repente no quise comérmelo, era demasiado exquisito y me apenaba terminar con el. ¿Y si lo metía en mi bolsillo? Ponderé la posibilidad.
-¿También fue ella quien le enseñó a bailar?- pregunté, haciendo alusión al baile que habíamos compartido momentos antes. -De donde provengo los hombres celebran bailando al ritmo de los violines y sin que falten unas buenas jarras con alcohol alrededor.- Suspiré, recordándolo. -Por un momento compartir ese baile con usted me hizo recordar mis orígenes.- Sonreí ladeadamente al verlo. -Aunque no creo que tenga usted un ápice de escocés.-
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Reí divertido con sus palabras.
Querida mía, soy tan escocés como santo.- dije aún entre risas.- pero si es cierto que comparto el sentimiento de alegría cuando puedo bailar y tanto la cerveza como el vino corren como el agua. Me reconozco como un hombre hedonista.- Le hice un gesto a la camarera para que trajera aún más comida y jugo, no quería que mi acompañante quedara hambrienta. Pude notar cómo de debatía en comer el último bocado, por lo que sería mejor si aquel no fuera el último, no?
Y si, tienes razón. Ella fue quien me enseñó a bailar, a comer, a comportarme, pero por sobretodo me enseñó a disfrutar de la vida. Creo que nunca podré agradecerle lo suficiente por todo lo que hizo por mi...- le decía con una sonrisa tranquila al tiempo que una vez más llegó la joven mesera para traer más dulces, café y jugo. "Cortesía de la casa" fue lo que dijo con una sonrisa mientras yo ya calculaba la propina que le daría, junto a otra visita más tarde si la suerte me sonreía.
Una vez quedamos solos otra vez, miré a la muchacha; noté cómo el sol relucía en su cabello, noté la belleza de su inocencia, pulida por el mero hecho de sobrevivir en las calles.
De no ser por ella, no sé que habría sido de mi...- le dije pensativo.- Es por eso que me gustaría seguir sus pasos y por eso me acerqué a ti... sé que puede ser sospechoso, pero me gustaría que pudieras ver en mi un alivio de tus cargas. No dudes en contactarme si es que alguna vez necesitas comida, techo o una mano amiga.- le dije con un tono suave, tomando una de las flores del pequeño florero que nos separaba y regalándosela.
Querida mía, soy tan escocés como santo.- dije aún entre risas.- pero si es cierto que comparto el sentimiento de alegría cuando puedo bailar y tanto la cerveza como el vino corren como el agua. Me reconozco como un hombre hedonista.- Le hice un gesto a la camarera para que trajera aún más comida y jugo, no quería que mi acompañante quedara hambrienta. Pude notar cómo de debatía en comer el último bocado, por lo que sería mejor si aquel no fuera el último, no?
Y si, tienes razón. Ella fue quien me enseñó a bailar, a comer, a comportarme, pero por sobretodo me enseñó a disfrutar de la vida. Creo que nunca podré agradecerle lo suficiente por todo lo que hizo por mi...- le decía con una sonrisa tranquila al tiempo que una vez más llegó la joven mesera para traer más dulces, café y jugo. "Cortesía de la casa" fue lo que dijo con una sonrisa mientras yo ya calculaba la propina que le daría, junto a otra visita más tarde si la suerte me sonreía.
Una vez quedamos solos otra vez, miré a la muchacha; noté cómo el sol relucía en su cabello, noté la belleza de su inocencia, pulida por el mero hecho de sobrevivir en las calles.
De no ser por ella, no sé que habría sido de mi...- le dije pensativo.- Es por eso que me gustaría seguir sus pasos y por eso me acerqué a ti... sé que puede ser sospechoso, pero me gustaría que pudieras ver en mi un alivio de tus cargas. No dudes en contactarme si es que alguna vez necesitas comida, techo o una mano amiga.- le dije con un tono suave, tomando una de las flores del pequeño florero que nos separaba y regalándosela.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
-Ah.- Reí al escucharlo pero sin perder detalle de sus palabras. Así que no era un santo. De alguna forma lo había intuido, pensé, colocando un brazo sobre la mesa y apoyando sobre el mi mejilla para prestarle atención. -¿Es usted un diablo Lian?- pregunté con curiosidad, animándome a llamarlo por primera vez por su nombre de pila. Súbitamente me interesaba conocer más acerca del desconcertante desconocido al cual aún no terminaba de catalogar. Supuse que eso era algo bueno, el no poder descifrarlo del todo de inmediato, o podía ser todo lo contrario... nunca sabía una.
Sonreí de lado con un deje de nostalgia. -Toda esta plática acerca de mis orígenes ha despertado en mi la nostalgia de mis tierras...- le expliqué en voz alta. Sentía un fuerte tirón en el corazón, un sentimiento enorme y ominoso que me hacía añorar mi Escocia, mi gente y especialmente a mi athair, pero al último únicamente podría volver a verle en mis recuerdos y a los demás... no tenía idea de cuando, ni de si alguna vez regresaría.
-Pero para que entristecerse cuando hay razones para alegrarse ¿no cree?- Sonreí leve y me asombré cuando le escuché ordenar más comida. No dije nada pero no pasé por alto el detalle. La camarera había regresado con una actitud bastante diferente lo cual no dejó de capturar mi atención. -Ya le he dicho que usted ejerce magia, más alla del...- medité un momento, ¿cómo lo había llamado? -más allá de su coqueteo.- comenté, una vez que la mujer se había retirado.
Los dulces me hicieron sonreir. Probé uno y guardé otros en mis bolsillos. No podía evitar pensar en el después. -¿Y como daría con usted?- pregunté, alzando la mirada y fijándola en la de él. Su ofrecimiento se escuchaba sincero por lo que ni siquiera dudé de su veracidad. -¿Adónde le encuentro en esta gran ciudad? No me hará seguirle el rastro ¿o si?- bromeé y me incliné sobre la mesa para hacerle una confidencia.
-No le parecerá evidente pero le aseguro que soy una gran rastreadora. Podría desvanecerse frente a mi en este momento y puedo apostarle una canasta de dulces a que daría con usted.- Sonreí suspicaz antes de regresar a mi posición anterior, alargando la mano para recibir una flor que me obsequiaba. -Así como esta flor tiene infinitos detalles que le hacen única, también los posee cada persona. También los contemplo en usted y si hubiera de buscarle, me concentraría en ellos para dar con su paradero.-
Sonreí de lado con un deje de nostalgia. -Toda esta plática acerca de mis orígenes ha despertado en mi la nostalgia de mis tierras...- le expliqué en voz alta. Sentía un fuerte tirón en el corazón, un sentimiento enorme y ominoso que me hacía añorar mi Escocia, mi gente y especialmente a mi athair, pero al último únicamente podría volver a verle en mis recuerdos y a los demás... no tenía idea de cuando, ni de si alguna vez regresaría.
-Pero para que entristecerse cuando hay razones para alegrarse ¿no cree?- Sonreí leve y me asombré cuando le escuché ordenar más comida. No dije nada pero no pasé por alto el detalle. La camarera había regresado con una actitud bastante diferente lo cual no dejó de capturar mi atención. -Ya le he dicho que usted ejerce magia, más alla del...- medité un momento, ¿cómo lo había llamado? -más allá de su coqueteo.- comenté, una vez que la mujer se había retirado.
Los dulces me hicieron sonreir. Probé uno y guardé otros en mis bolsillos. No podía evitar pensar en el después. -¿Y como daría con usted?- pregunté, alzando la mirada y fijándola en la de él. Su ofrecimiento se escuchaba sincero por lo que ni siquiera dudé de su veracidad. -¿Adónde le encuentro en esta gran ciudad? No me hará seguirle el rastro ¿o si?- bromeé y me incliné sobre la mesa para hacerle una confidencia.
-No le parecerá evidente pero le aseguro que soy una gran rastreadora. Podría desvanecerse frente a mi en este momento y puedo apostarle una canasta de dulces a que daría con usted.- Sonreí suspicaz antes de regresar a mi posición anterior, alargando la mano para recibir una flor que me obsequiaba. -Así como esta flor tiene infinitos detalles que le hacen única, también los posee cada persona. También los contemplo en usted y si hubiera de buscarle, me concentraría en ellos para dar con su paradero.-
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Dudo ser un diablo tampoco, sólo soy un humilde pecador.- digo colocando la flor sobre su oreja, como una manera más de ver a aquella muchacha como un hada, es como si respirara la energía misma de la naturaleza.
Me gusta tu actitud animada!- celebré con ella, para luego dejar el pago del desayuno junto a una generosa propina sobre la mesa. Me sentía tranquilo en tanto la muchacha sólo sospechara de mi, soy lo suficientemente cuidadoso como para que mis habilidades puedan pasar desapercibidas entre lo que otros podrían llamar suerte y seducción. Si esta jovencita quería descubrir mis secretos, bien haré lo propio con ella. La idea es siempre hacerlo divertido para ambos.
Y me gustan aún más los desafíos!- añadí aún más animado.- No quiero que esta sea la única oportunidad en la que nos encontremos, por lo que le cobraré la palabra. Si es capaz de encontrarme, la esperaré con la deseada canasta de dulces en mi hogar.- dije para luego ponerme de pie, mientras le sonreía.- Lamentablemente tengo que seguir mi camino, pero que no le quepa duda que espero que sus palabras sean tan mágicas como acusa a las mías, y que se hagan realidad para así volver a verla, señorita Kenna. Deseo que tenga una excelente tarde, ma chère.- añadí para luego besar su mano en un gesto de despedida y comenzar a retirarme a mi hogar, dejando sobre la mesa comida intacta para que ella pudiera llevarse sin sentirse culpable o avergonzada.
Tengo mucho que organizar para esta noche si deseo que todo salga como mis planes.
Me gusta tu actitud animada!- celebré con ella, para luego dejar el pago del desayuno junto a una generosa propina sobre la mesa. Me sentía tranquilo en tanto la muchacha sólo sospechara de mi, soy lo suficientemente cuidadoso como para que mis habilidades puedan pasar desapercibidas entre lo que otros podrían llamar suerte y seducción. Si esta jovencita quería descubrir mis secretos, bien haré lo propio con ella. La idea es siempre hacerlo divertido para ambos.
Y me gustan aún más los desafíos!- añadí aún más animado.- No quiero que esta sea la única oportunidad en la que nos encontremos, por lo que le cobraré la palabra. Si es capaz de encontrarme, la esperaré con la deseada canasta de dulces en mi hogar.- dije para luego ponerme de pie, mientras le sonreía.- Lamentablemente tengo que seguir mi camino, pero que no le quepa duda que espero que sus palabras sean tan mágicas como acusa a las mías, y que se hagan realidad para así volver a verla, señorita Kenna. Deseo que tenga una excelente tarde, ma chère.- añadí para luego besar su mano en un gesto de despedida y comenzar a retirarme a mi hogar, dejando sobre la mesa comida intacta para que ella pudiera llevarse sin sentirse culpable o avergonzada.
Tengo mucho que organizar para esta noche si deseo que todo salga como mis planes.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Sonreí al escuchar sus respuestas, bastante entusiastas, e incluso con ese ánimo logró terminar de levantar completamente el mío. Por otro lado me desconcertó que se autodenominara un pecador. Pecador ¿en qué sentido? Sentí algo de curiosidad al respecto pero era demasiado prudente en ese tipo de temas como para comenzar a acribillarlo con preguntas al respecto, aparte de que no me parecía del todo correcto.
Tenía una corazonada con respecto a él, una sobre la cual aún no lograba poner el dedo, por lo que intuí que era uno de sus misterios. A lo mejor si era mágico. ¿No sería de lo más interesante que lo fuera?
-Ah, por supuesto.- respondí, bastante sorprendida por el hecho de que se tomara en serio mi propuesta de rastreo y que además estuviera dispuesto a recompensarme con la canasta de dulces. Alcé una ceja observándolo con el rostro ladeado.
El desayuno llegaba a su fin y con ello se puso de pie y se despidió. Lamenté que se marchara tan pronto, era alguien agradable de escuchar. Me daba ciertas esperanzas, que hubiese vivido en las calles y fuese un sobreviviente. ¿No éramos todos sobrevivientes de cierta forma? Unos más que otros quizás, todos nos sosteníamos a flote de una manera u otra, no nos quedaba otro remedio. Y sin embargo había que ver la vida con entusiasmo, no perder las esperanzas. Estaba convencida de que había muchas razones para seguir aventurándose en los caminos de la vida y aguardar lo que trajese el futuro.
-Que sea así Lian, que quede pendiente esa recompensa. Comience a abastecerse de dulces. - Sonreí de medio lado, algo acalorada cuando beso mi mano. No estaba acostumbrada a esas muestras de cortesía. -Que tenga una tarde mágica.- le respondí ampliando la sonrisa. Algo me decía que no era la última vez que le vería.
Mi mirada lo siguió hasta el momento en que abandonó el restaurante y devolví mi atención a la comida que había dejado por casualidad sobre la mesa. Lancé miradas breves a mi alrededor y rápidamente me adueñé de ella, guardando tanta como pude en mis bolsillos.
A continuación me levanté despacio y caminé furtivamente hacia atrás. Al no ver a nadie me di la media vuelta y corrí veloz y alegremente, mientras llevaba otro buñuelo a mi boca. Más adelante me perdí entre los laberintos de la ciudad, entre callejuelas y casas, volviendo a reclamar mi libertad al invocar mi forma canina y así continué mi recorrido por París.
Tenía una corazonada con respecto a él, una sobre la cual aún no lograba poner el dedo, por lo que intuí que era uno de sus misterios. A lo mejor si era mágico. ¿No sería de lo más interesante que lo fuera?
-Ah, por supuesto.- respondí, bastante sorprendida por el hecho de que se tomara en serio mi propuesta de rastreo y que además estuviera dispuesto a recompensarme con la canasta de dulces. Alcé una ceja observándolo con el rostro ladeado.
El desayuno llegaba a su fin y con ello se puso de pie y se despidió. Lamenté que se marchara tan pronto, era alguien agradable de escuchar. Me daba ciertas esperanzas, que hubiese vivido en las calles y fuese un sobreviviente. ¿No éramos todos sobrevivientes de cierta forma? Unos más que otros quizás, todos nos sosteníamos a flote de una manera u otra, no nos quedaba otro remedio. Y sin embargo había que ver la vida con entusiasmo, no perder las esperanzas. Estaba convencida de que había muchas razones para seguir aventurándose en los caminos de la vida y aguardar lo que trajese el futuro.
-Que sea así Lian, que quede pendiente esa recompensa. Comience a abastecerse de dulces. - Sonreí de medio lado, algo acalorada cuando beso mi mano. No estaba acostumbrada a esas muestras de cortesía. -Que tenga una tarde mágica.- le respondí ampliando la sonrisa. Algo me decía que no era la última vez que le vería.
Mi mirada lo siguió hasta el momento en que abandonó el restaurante y devolví mi atención a la comida que había dejado por casualidad sobre la mesa. Lancé miradas breves a mi alrededor y rápidamente me adueñé de ella, guardando tanta como pude en mis bolsillos.
A continuación me levanté despacio y caminé furtivamente hacia atrás. Al no ver a nadie me di la media vuelta y corrí veloz y alegremente, mientras llevaba otro buñuelo a mi boca. Más adelante me perdí entre los laberintos de la ciudad, entre callejuelas y casas, volviendo a reclamar mi libertad al invocar mi forma canina y así continué mi recorrido por París.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Mi tarde ya es mágica, querida mía. Logré conocerte.- le dije divertido antes de girarme y comenzar mi camino a casa.
Bien, ya di el primer paso en una danza que espero se perpetúe en el tiempo. Ahora es el turno de la joven. ¿Seguiré siendo tan afortunado para volver a encontrarla? Quiero seguir en contacto con ella, aún sabiéndome indigno. No es que me sienta avergonzado por mi estilo de vida o por mis decisiones, sencillamente hay personas en el mundo que no están hechas para el mismo y ella es un ejemplo. Su cuerpo no se mueve con energía, ella crea la energía que hace que todo lo demás se mueva a su alrededor; su existencia no era distinta al milagro de la flor que se esfuerza por nacer entre las piedras de la gran ciudad, y yo quiero cometer el pecado de atesorarla, tenerla para mi y robarle emociones que no sospecha que puede llegar a sentir. A esto me refiero cuando digo que soy un pecador.
Caminé hasta mi hogar, sintiéndome con un especial buen humor. Me preocupé de comprar flores que adornaran las mesas, de que hubiera comida y bebida suficiente, incluso los consentí a todos preparando un almuerzo delicioso.
Estoy soñando despierto con la oportunidad de volver a ver a la joven pelirroja. Quiero que se cumpla su predicción y que sea ahora ella quien me encuentre, quiero verla tan interesada por mi así como yo lo estoy con ella.
Saquen el vino! Hoy me siento espectacular!- celebré luego de mi exitoso almuerzo.
Bien, ya di el primer paso en una danza que espero se perpetúe en el tiempo. Ahora es el turno de la joven. ¿Seguiré siendo tan afortunado para volver a encontrarla? Quiero seguir en contacto con ella, aún sabiéndome indigno. No es que me sienta avergonzado por mi estilo de vida o por mis decisiones, sencillamente hay personas en el mundo que no están hechas para el mismo y ella es un ejemplo. Su cuerpo no se mueve con energía, ella crea la energía que hace que todo lo demás se mueva a su alrededor; su existencia no era distinta al milagro de la flor que se esfuerza por nacer entre las piedras de la gran ciudad, y yo quiero cometer el pecado de atesorarla, tenerla para mi y robarle emociones que no sospecha que puede llegar a sentir. A esto me refiero cuando digo que soy un pecador.
Caminé hasta mi hogar, sintiéndome con un especial buen humor. Me preocupé de comprar flores que adornaran las mesas, de que hubiera comida y bebida suficiente, incluso los consentí a todos preparando un almuerzo delicioso.
Estoy soñando despierto con la oportunidad de volver a ver a la joven pelirroja. Quiero que se cumpla su predicción y que sea ahora ella quien me encuentre, quiero verla tan interesada por mi así como yo lo estoy con ella.
Saquen el vino! Hoy me siento espectacular!- celebré luego de mi exitoso almuerzo.
Lian Ravel- Hechicero Clase Media
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Re: Un aliento de inocencia (Privado, Kenna Carmichael)
Encontrar al caballero misterioso de vetas mágicas no fue difícil. Ante todo se rastrear con tanta facilidad como puedo ladrar. De él era fácil recordar su olor, pero ahora que me concentraba en este comprendía a ciencia cierta que no se trataba de un ser humano común. ¿Era posible entonces que mis sospechas no fueran infundadas y que había más en él de lo que se veía a plena vista? Los bordes de mi hocico se alzaron en una sonrisa.
Me intrigaban los misterios.
Aunque también era algo distraída. Mientras seguía su rastro me entretenía persiguiendo pájaros y mariposas. Sin embargo yo no le llamaría perder el tiempo, era más bien disfrutar el tiempo. Gozar de las pequeñas cosas que podías hacer en tu andar diario, como revolcarte sobre la grama del parque por ejemplo. Hoy me sentía libre y de buen humor. Era lo que lograba tener el estómago lleno para variar. No podía decir a menudo que me encontraba llena.
Finalmente llegué a mi destino. Una casa grande y de colores algo llamativos. En cuanto me percaté de que era el lugar correcto me alejé hacia las callejuelas para regresar a mi forma humana y volver a vestirme, aunque... mucho me temía que podía desentonar otra vez con mi aspecto, por más que el caballero fuese amable y dijese lo contrario.
Regresé al lugar y me detuve frente a la puerta. Ya era muy tarde para arrepentirme y dar marcha atrás. Además ¿a qué le temía? Es solo que... esa casa era muy grande y tenía una especie de presentimiento, como si en ella fuera a encontrarme algo inesperado. Tonterías mías pensé. ¿Qué podía haber adentro?
Aplaqué mi nerviosismo y me concentré en la imagen del caballero de la amable sonrisa. Toqué la puerta con mis nudillos y aguardé. Piensa en los dulces Kenna... Mi imaginación estaba algo desatada, pensaba en magia y en bailes, en una casa forrada de dulces como la de aquella hechicera del cuento de Hansel y Gretel. Aunque aquí se encontraba Lian, y el no era un malvado hechicero, o eso me dije... El estaba adentro, me lo dictaminaba su olor, desde afuera le intuía a la perfección.
Me intrigaban los misterios.
Aunque también era algo distraída. Mientras seguía su rastro me entretenía persiguiendo pájaros y mariposas. Sin embargo yo no le llamaría perder el tiempo, era más bien disfrutar el tiempo. Gozar de las pequeñas cosas que podías hacer en tu andar diario, como revolcarte sobre la grama del parque por ejemplo. Hoy me sentía libre y de buen humor. Era lo que lograba tener el estómago lleno para variar. No podía decir a menudo que me encontraba llena.
Finalmente llegué a mi destino. Una casa grande y de colores algo llamativos. En cuanto me percaté de que era el lugar correcto me alejé hacia las callejuelas para regresar a mi forma humana y volver a vestirme, aunque... mucho me temía que podía desentonar otra vez con mi aspecto, por más que el caballero fuese amable y dijese lo contrario.
Regresé al lugar y me detuve frente a la puerta. Ya era muy tarde para arrepentirme y dar marcha atrás. Además ¿a qué le temía? Es solo que... esa casa era muy grande y tenía una especie de presentimiento, como si en ella fuera a encontrarme algo inesperado. Tonterías mías pensé. ¿Qué podía haber adentro?
Aplaqué mi nerviosismo y me concentré en la imagen del caballero de la amable sonrisa. Toqué la puerta con mis nudillos y aguardé. Piensa en los dulces Kenna... Mi imaginación estaba algo desatada, pensaba en magia y en bailes, en una casa forrada de dulces como la de aquella hechicera del cuento de Hansel y Gretel. Aunque aquí se encontraba Lian, y el no era un malvado hechicero, o eso me dije... El estaba adentro, me lo dictaminaba su olor, desde afuera le intuía a la perfección.
Kenna Carmichael- Cambiante Clase Baja
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