Ladrones [Kenna]

Kenna llevaba una vida muy sencilla, con actividades y aspiraciones igualmente sencillas. Ante todo, su prioridad era contar con los suficientes medios para comer, e incluso cuando tenía demasiada suerte, con un techo adonde pudiese guarecerse de las inclemencias del tiempo. Aunque esto último solía ser temporal pues las rentas estaban por las nubes y con las redadas que realizaban últimamente las autoridades en los edificios abandonados se dificultaba siquiera pensar en irrumpir en alguno, por lo que no quedaba otro recurso que echarse en una esquina, o bajo unos centímetros de techo que sobresalían en algún negocio, o en algún callejón que alguien más aún no hubiese reclamado. Gracias al cobijo que le brindaba su pelaje blanco rojizo y lo sencillo que le resultaba camuflarse, a nadie le llamaba la atención ver a una border collie durmiendo en la calle.

Sin embargo, a pesar de las vicisitudes, la cambiante tenía un espíritu alegre y vivaz. Por lo general comenzaba su día con optimismo, a pesar de que en muchas ocasiones tuviera que verse forzada a robar, o a ingeniárselas para realizar algún truco que llamara la atención de la gente a cambio de recibir algunas monedas. Algunas veces se valía de su aspecto canino, otras veces retomaba su forma humana, que no dejaba de ser igualmente ágil y bastante intrépida, cualidades que siempre eran bienvenidas para poder apañárselas en cualquier tipo de situación.

Este día en cuestión se paseaba por la plaza, procurando acercarse a una función de títeres a la cual un hombre de grueso bigote se encargaba de anunciar y que de inmediato capturó su atención, logrando que sus ojos brillasen entusiasmados. Pensó que podría incluso gastarse una moneda para darse ese gusto cuando, para su contrariedad, alguien tironeó inesperadamente de su brazo.

Sorprendida, volteó hacia el hombre que le dirigía la palabra. -¿Qué!??- Abrió sus ojos color avellana desmesuradamente cuando escuchó que le hablaba como si la conociera. -¿Nos conocemos de algún lado?- Reparó entonces en que se trataba de un hombre joven, de aspecto no muy pulido, y con una sonrisa un poco extraña. Al tenerlo tan cerca incluso alcanzó a olerlo bastante bien, y no es que oliera del todo mal, pero...

Observó rápidamente en todas direcciones, nadie reparaba en ellos a pesar de que un completo desconocido la estaba arrastrando por la plaza. Tragó saliva fuertemente cuando escuchó lo siguiente. ¿Era un ladrón? Un criminal, disculpen, que la estaba... ¡secuestrando! -¡No sé de que me habla!-

Regla número uno de supervivencia: nunca aceptes que robas. JAMÁS.

-Me confunde con alguien más... es por mi aspecto. ¿Se da cuenta de lo común y flaca que soy? Me pasa a menudo, me confunden con cualquiera... Aunque a usted...- Detuvo la mirada en él y contuvo la respiración unos segundos. -A usted lo recordaría si lo hubiera visto antes... Tiene un rostro peculiar... es decir... tiene una mandíbula fuerte. No lo tome como algo malo, denota carácter.-

Regla número dos: ATÚRDELOS con tus palabras todo lo que puedas mientras buscas tu vía de escape.

-Pero volviendo a mi aspecto, a tan solo unos metros de distancia hay otra chica pálida y flaca como yo, incluso con menos pecas.- Señaló hacia un lado con el brazo libre, y tiró del otro logrando zafarse, cosa que lograba porque al ser una cambiante era más fuerte de lo que parecía. -¡Espero la encuentre!- gritó mientras se daba a la fuga, corriendo con toda la velocidad que le otorgaban sus pies, y así se abrió pasó a empujones y codazos entre la gente. -¡Lo siento! ¡Lo siento!- exclamaba lamentando golpearlos mientras se apresuraba a abandonar la plaza como una exhalación.  

Regla número tres: HUYE como si en ello se te fuera la vida, no mires atrás, y de ser posible, alcanza el otro lado de la ciudad.

Un momento te paseas felizmente por la plaza, albergando la ilusión de ver con qué nueva trama se presentarán los títeres, los cuales encontraba bastante fascinantes, y al siguiente te arrancan cruelmente la expectativa. Seguía corriendo con toda la velocidad que le permitían sus piernas y, a pesar de encontrarse en ese momento de vuelta en su forma humana, seguía aventajando a muchos de esa misma especie e igualmente exudaba bastante agilidad.

Con el rabillo del ojo observó como otro muchacho intentaba atajarla pero logró zafarse de un tirón y siguió corriendo sin parar. Se preguntó cuántos exactamente trabajarían con el primero de los criminales, ya que no le quedaba duda de que eran compinches. Aunque pretender que la plaza era su territorio ya era demasiado. Ella tenía mucho tiempo de estar acudiendo y nunca había tenido un problema, y no pensaba alejarse de la misma, aunque ahora la hubieran tomado por sorpresa.

Para todo hay una primera vez, pensó, mirando por encima del hombro como el segundo chico había perdido el equilibrio debido a su tirón y caía en ese momento al suelo. Esperaba no se hubiera golpeado demasiado duro. -¡Lo siento!- gritó en su dirección y continuó corriendo porque cuando miraba por encima de su hombro aún veía al joven que la había zarandeado. ¿Por qué estaba tan obstinado en seguirla? ¿En serio se creía que le debía algo?

-Sé lo que eres en el fondo.- Cuando dijo eso, casi le había provocado una apoplejía. Lo primero que se le vino a la mente fue que de alguna forma sabía que era una cambiante. Le aturdió tanto que le costó concentrarse en el resto de sus palabras, pero afortunadamente lo consiguió lo suficiente para comprender que le estaba reclamando el derecho de robar en esa zona.

Arqueó las cejas en evidente señal de protesta. No le gustaba que la amedrentaran ni que intentaran asustarla. El chico del cabello oscuro era en realidad un pelmazo, fuera o no el cabecilla de la banda. Mientras se internaba en las callejuelas, observó una escalerilla lateral a un edificio. Saltó hacia ella y rápidamente trepó por el costado hasta alcanzar el techo, adonde se tendió boca abajo. Esa posición le permitía observar las calles a su alrededor, de manera que podría verle desde cualquier ángulo que se presentase, así que se dedicó a aguardar. Siempre podía retomar su forma canina y pasar frente a él sin que la reconociera... o podía intentar convencer al muchacho de que recuperase la cordura. A ella le gustaba creer que en todas las personas había algo de bondad, además de que seguramente no siempre se comportaba como un pelmazo. ¿O... si?

Pronto el gandalla aquel que había echado a perder su plan de ver la función de títeres apareció en su campo visual, logrando que su corazón saltara al verlo. Se apretó más al techo con sus manos, como si de alguna forma poseyese la capacidad de descubrirla. Su respiración se tornó rápida y agitada por lo que procuró sosegarla, contando mentalmente mientras su mirada aguda de cambiante seguía los movimientos del ladrón, contemplando con extrema facilidad sus expresiones faciales, como si hubiese estado a escasos centímetros de distancia en lugar de un par de metros.

Se le veía frustrado, su pecho subía y bajaba con lo que exponía que había seguido en loca carrera detrás de ella. Kenna mordió su labio inferior al descubrir aquello. Al parecer el chico estaba dispuesto a marcar su territorio como si fuese un ejemplar canino y quisiese orinar en toda la zona para indicarle que el lugar era suyo. Pues no. La pelirroja se negó a aceptar aquello. Esa zona no era propiedad de él ni de sus secuaces, ella había llegado primero. ¡Era la primera vez que los veía! No se iba a dejar ganar.

Lentamente se movió en el techo, deslizándose hacia atrás con sigilo antes de ponerse de pie. Miró con rapidez a su alrededor cerciorándose de que nadie la veía antes de comenzar a quitarse la ropa con celeridad y dejarla doblada en un rincón. No había por qué desperdiciar ropa, con lo mucho que le costaba obtenerla, volvería por ella después. Los techos de la ciudad fueron los únicos testigos de lo que aconteció en ellos. La joven pelirroja sufrió una transformación, despojándose de su cuerpo humano, tomó un veloz impulso al inyectar velocidad a sus piernas y de esa manera correr sobre el edificio para pegar un salto en el aire antes de arquearse y apoyarse en sus cuatro patas pues acababa de invocar a su forma canina y la transformación se efectuó en medio de aquella carrera.

La apariencia humana dio paso a la de una simpática border collie de mechones blancos y rojizos que tras dar unos cuantos saltos descendió por un lado del edificio hasta encontrarse a unos cuantos pasos de la escalerilla lateral. Se detuvo y se sentó a observar al muchacho aquel, moviendo muy lentamente la cola, a la expectativa de lo que se llevaba este entre manos, segura de que no era nada bueno.

Una capa de polvo se levantó al ser sacudida por el viento parisino, lo cual provocó que estornudase. Pareció que ese sonido llamó la atención del ladrón porque este desvió la mirada de la escalerilla hacia ella. Rápidamente saltó sobre sus cuatro patas, flexionando las dos delanteras, meneando la cola a toda velocidad. -Veamos quien puede más con quien.- dijo mentalmente antes de ladrar entusiasta y dar un par de vueltas. Se acercó a él pero con cautela, deteniéndose a unos cuantos pasos. Ladeó el rostro observándole con sus ojos grandes y oscuros, expectante, preguntándose que le estaría cruzando por la cabeza.