Dos ladrones y una sóla ciudad [Cam Rohan]

por **Aura Bianchi** Lun Ago 16, 2010 5:45 am

Aura salió a las bulliciosas calles de París cuando el sol empezaba a decaer en el horizonte. Paseaba tranquilamente por la zona comercial en busca de algún despistado transeúnte al que "sustraer" algún dinero u objeto de valor. No era precisamente el trabajo que había soñado, pero ayudaba al sustento de la familia y eso le valía para reparar el daño moral.

Para llevar a cabo su ilícito trabajo, se había cubierto el pelo con un pañuelo en tonos grisáceos que además ocultaba parcialmente su rostro, con lo que la gente pensaba que quien se encontraba debajo de las vestimentas era una mujer mayor. Las chicas de su edad no solían cubrirse, sino todo lo contrário, pero Aura no podía dejar que mucha gente la viese, porque en algún momento la acabarían reconociendo. En el campamento gitano no había ningún problema, ya que la mitad estaban metidos en negocios semejantes, pero fuera todos debían extremar la precaución. Después de todo, no estaban bien vistos entre aquella gente de clase alta.

Mientras pensaba en ello, Aura vislumbró la figura de un hombre de aspecto elegante, bien vestido y mejor peinado. Adinerado, sin duda, pero no lo suficiente como para ostentar algún alto cargo que pudiese meterla en un lio. Con una pequeña sonrisa que permaneció oculta tras el pañuelo, se acercó a él manteniendo la vista clavada en el suelo, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, fingió tropezarse y chocar contra él.

Aura se disculpó como si sintiera en el alma aquel desafortunado accidente y se inclinó ante el hombre varias veces. Éste sólo protestó mirándola con desprecio, se sacudió la ropa enérgicamente y se alejó mientras gruñía por lo bajo contra "Esos atrevidos pobretones". A su vez, Aura se dio la vuelta y apretó entre sus finas manos la pequeña bolsita con el dinero de aquel hombre. Había sido fácil, ahora sólo debía volver al campamento sin ser vista.

por **Cam Rohan** Mar Ago 17, 2010 6:12 am

Ah, las bulliciosas calles Parisinas. Me encantaba observar desde los tejados el ajetreo de los ricachones que, despistados y confiados, dejaban sus bolsitas con el dinero en lugares fáciles y obvios de donde robárselas.

En aquel momento me encontraba sobre una casa bastante alta. Debajo de ésta había un puesto de abalorios hechos a mano de los que las jovencitas se encaprichaban...como si no tuvieran bastante con sus joyas. Resoplé y me rceosté evaluando quién sería el próximo tonto al que su dinero le sería sustraído. Divisé una mujer regordeta, con los dedos cubiertos de alhajas que hablaba estruendosamente con un grupo de amigas que parecían incómodas. Sonreí y me deslicé por una lateral de la casa aterrizando en sl suelo con agilidad felina.

Como una exhalación, me metí entre toda la marabunta de personas hasta que llegué a donde se encontraba la mujer. En ese momento reía y sus tres papadas botaban al compás de su risa. Si hubiese sido bella quizás la habría engatusado para hacer el amor con ella en un rincón; pero era desraciadamente feucha con esos dientes amarillentos.

Me puse tras ella de espaldas fingiendo estar mirando la nada mientras mi mano se deslizaba hasta los bolsillos secretos de los vestidos de las damas. Localicé la bolsa y un collar increíblemente caro que enseguida fue a parar a mi bolsillo. Eché a andar como si nada, alejándome del lugar del crimen. Entonces alguien llamó mi atención.

Habría reconocido aquellos andares y aquella técnica en cualquier lugar. Una supuesta ancianita se chocó con un hombre y se disculpó antes de marcharme. Sonriendo, la seguí hasta que estuvimos lejos de la zona de mercadillo.

-¿Qué has pescado, Aura?

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