En la oscuridad de la noche (Cam Rohan)

Por fin había dado con él.

Era una de mis prioridades al llegar al país, encontrar a ese grupo de humanos traidores que habían defraudado la confianza de Kaname-san. Ya tenía ubicados a algunos, todos de menor importancia. Los de mayor culpa, los peores del grupo, esos se habían ocultado bien.

Pero sería sencillo encontrarlos, los peones derribarían a los de arriba con un poco de miedo y algo de persuación. Yo era bueno en aplicar ambas cosas, en especial la primera.

Di con la ubicación de Isaias, el sujeto brazo derecho de Ravel, el líder de esa tropa de traidores que vendiera los pocos secretos que Kaname-san les confiara, secretos que fueron ahora del conocimiento de aquellos licanos que invadieron nuestros hogares. Estos sujetos, por poder y dinero, habían dejado de lado lo que la amistad de mi padre les podría representar, pero también al hacer ese trueque habían firmado su destino con sangre.

Esa tropa traidora se había divido, eso lo supe cuando al llegar, casualmente me hallé con Robert, otro peón, al que hice confesar antes de romperle el cuello. También logré obtener de él el paradero de Isaias, no era muy exacto, la rata esa se mantenía en constante movimiento más por su precaria situación economica que por estar consciente del lío en el que se había metido.

Pero lo poco que Robert me dijo fue suficiente para ubicarlo, la zona era la misma, no se iba muy lejos de esos callejones, aunque una noche rentaba un cuarto y otras dormía en la calle, pero su lugar de residencia siempre era ese asqueroso lugar.

Llegué temprano al sitio y me dirigí al bar de la zona, un local pequeño y putrefacto dónde humanos de áspecto más putrefacto que el de los muertos se arremolinaban para beber vino barato y enbrutecerse hasta el desmayo. Horrendas mujeres de pelo teñido y caras pintadas me miraron al entrar, quizá pensando que mi "juventud" sería una ventaja para ellas, permitiendo que me engatuzaran con mayor facilidad y así poder seducirme, envenenarme con laudano y robarme lo que llevaba encima. Pronto tuve que desilusionarlas, pues en cuanto se aproximaron las corrí con la mirada y una palabra seca "largo".

Sentado a la mesa ubicada en el rincón de aquél bar, pude tener libertad de observar a quienes se hallaban en la barra. Minutos después apareció Isaias, tal y como Robert lo dijo, el tipejo ese parecía no faltar nunca a su cita con el ron barato.

Tras varias copas y al quedarse sin dinero, Isaias salió del lugar. Detrás de él salí yo, sin perderlo de vista. Comencé a seguirlo por las callejuelas a las que se internaba caminando torpemente. Pronto se percató de que alguien lo seguía. Temiendo que se tratara de un ladronzuelo del lugar, aceleró el paso.

Pero al notar que por más intrincadas calles tomaba para evadirme, aun le seguía la pista, el miedo se apoderó de él. Entré en su mente y le hice ver el problema en el que se había metido, el terror que debía enfrentar. La muerte iba por él y no podría remediarlo. No sé porqué, pero amaba amedrentarlo de esa manera.

Pronto, en su carrera aterrada y frenética, se internó en un callejón sin salida. Pegado a la pared del fondo, ansioso por poder de repente trepar el muro y escapar de ahí, casi arañando el yeso grueso de la sucia pared, el sujeto chillaba pidiendo piedad. Me acerqué a él surgiendo de la oscuridad.

-Eso debiste pensar antes de traicionar a Kaname-san.- Le murmuré. Mis ojos se tornaron rojos, mis colmillos destellaron en la noche, estaba listo para matarlo.