AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tras caer el último rayo de sol (libre)
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Tras caer el último rayo de sol (libre)
Incluso yo me preguntaba qué demonios hacía a altas horas de la noche, rodeada de enfermos. No conocía a nadie, pero aquel anciano que me había encontrado en la plaza, había caído desplomado a mis pies. Me sentí impotente, y mi primera reacción había sido llevarlo al hospital. Antes del incidente, había ido con el panadero, a echarle una mano y ganarme algunas monedas para pasar la semana. Había salido tarde, y caía el último rayo de sol. También había conseguido un par de barras pequeñas de pan, perfectas para cenar, desayunar y hacer a los dos días, algo con pan duro. Paseaba feliz, con una sonrisa radiante, cuando un hombre de avanzada edad se sentaba en un banco con algo de dificultad. Me había acercado extrañada, y en un arrebato de levantarse asustado, cayó a mis pies. Conseguí reanimarlo mínimamente con un poco de agua que llevaba en mi bolsa de cuero. Me había dado un gran susto, la verdad. No dijo nada, y parecía no saber hablar, y estar muy desorientado. Entonces me percaté de algo. Su mano sangraba a borbotones. Incluso yo me había mareado. Conseguí aguantar hasta llevarlo al hospital. Una vez allí, se lo llevaron a una sala. Ya entonces, sabiendo que el hombre estaba a salvo, quise marcharme. Mi corazón aún latía con fuerza, y a consecuencia, mi respiración había cambiado. Me senté en uno de los bancos, a esperar a que se me pasara. Me toqué el pecho y respiré ya con mas calma. A mis alrededores, habían quejidos, tos, entre otros. Todo estaba lleno de enfermos, era mejor salir de allí, y así lo hice. Estaba ya en la salida. La noche había caído por completo, todo estaba a oscuras. Hice una mueca y empecé a andar. Tenía frío, no había cogido mi abrigo de casa al salir corriendo a la panadería, así que, ya podía abrazarme a mi misma si quería aguantar hasta casa.
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 19/03/2015
Re: Tras caer el último rayo de sol (libre)
Incluso yo me preguntaba qué demonios hacía a altas horas de la noche, rodeado de enfermos. Hoy era mi día de descanso, había dejado el bar cerrado y me habían entrado unas ganas inmensas de pasar por la plaza y sentarme tranquilamente en un banco. Me puse a observar el cielo mientras encontraba formas y significados a las nubes, como haría un crío, pero así era yo, y así son las cosas que hago para relajarme y estar un rato tranquilo.
Hoy para ser la plaza, era un día relativamente tranquilo. No había mucho bullicio, ni gritos de niños jugando. Me puse a fijarme en la gente, mi primera parada fue un banco, allí había una madre con su hijo de apenas unos meses, zarandeándolo suavemente como para que se durmiera. Mi vista siguió su recorrido hasta pararse en otro banco, pero vi una escena que me sorprendió. Había una chica joven cargando con un anciano, éste parecía herido. Tuve un impulso de querer ayudarles, pero como suelo estar en mi mundo, decidí una vez más mostrar indiferencia, y ambos se marcharon del lugar.
Pocas veces ocurría, pero empezó a remorderme la conciencia. ¿Y si debería haberles ayudado? De pronto, sentí el impulso de querer ayudarles, y de sentirme mal por haber mostrado indiferencia.
Me levanté rápido del banco, y corrí hacia el hospital, supuse que allí le habría llevado. De hecho, a lo lejos creí ver la silueta de una chica rubia cargando con un anciano, entrando al por la puerta principal al hospital. Me di prisa y entré al hospital, pero ya no estaban en el hall. Deambulé por diferentes pasillos del hospital, intentando encontrar a aquella pareja, pero por más que daba vueltas no encontraba a nadie, incluso una de las enfermeras me llamó la atención. Mi cabeza empezaba a estar como un bombo, los remordimientos, la gente tosiendo, el ambiente cargado... No aguanté más y salí a fuera a fumar un cigarro. O eso es lo que haría un fumador, yo como no fumaba salí simplemente a tomar el aire. Había perdido un poco la noción del tiempo, tanto que ya era de noche, y el clima se había vuelto bastante frío. Por suerte, había traído conmigo el abrigo porque sabía que el tiempo en otoño es muy rebelde. Me la puse y me senté en las escaleras de la entrada del hospital. Allí reflexioné un poco, y quise quitarle un poco de importancia al asunto pensando en "bueno, no creo que pase nada, habrán venido aquí y habrán curado al anciano".
Oí sonar como que alguien abría la puerta del hospital para salir afuera, por instinto curioso me di la vuelta para mirar. ¡Era aquella chica rubia de la plaza! Casi por inercia, me levanté y fui andando hacia ella.
Me paré frente a ella, y no sé por qué me puse un poco nervioso, cosa de la timidez, dije entre pequeños tartamudeos y frases sin sentido:
— Ho... ¡Hola! Verás... estaba en la plaza también cuando... bueno, cuando... eso, sucedió lo de que... lo del anciano. Y quería pedir disculpas por...
De repente me di cuenta de que aquella chica no llevaba abrigo, y que tendría que estar pasando bastante frío. En un instinto de caballerosidad, me quité el abrigo y se lo fui a dar. Pero me di cuenta de que al estirar el brazo para ofrecérselo, la prenda se me resbaló y cayó al suelo, pareciendo que se lo había tirado con desprecio.
Hoy para ser la plaza, era un día relativamente tranquilo. No había mucho bullicio, ni gritos de niños jugando. Me puse a fijarme en la gente, mi primera parada fue un banco, allí había una madre con su hijo de apenas unos meses, zarandeándolo suavemente como para que se durmiera. Mi vista siguió su recorrido hasta pararse en otro banco, pero vi una escena que me sorprendió. Había una chica joven cargando con un anciano, éste parecía herido. Tuve un impulso de querer ayudarles, pero como suelo estar en mi mundo, decidí una vez más mostrar indiferencia, y ambos se marcharon del lugar.
Pocas veces ocurría, pero empezó a remorderme la conciencia. ¿Y si debería haberles ayudado? De pronto, sentí el impulso de querer ayudarles, y de sentirme mal por haber mostrado indiferencia.
Me levanté rápido del banco, y corrí hacia el hospital, supuse que allí le habría llevado. De hecho, a lo lejos creí ver la silueta de una chica rubia cargando con un anciano, entrando al por la puerta principal al hospital. Me di prisa y entré al hospital, pero ya no estaban en el hall. Deambulé por diferentes pasillos del hospital, intentando encontrar a aquella pareja, pero por más que daba vueltas no encontraba a nadie, incluso una de las enfermeras me llamó la atención. Mi cabeza empezaba a estar como un bombo, los remordimientos, la gente tosiendo, el ambiente cargado... No aguanté más y salí a fuera a fumar un cigarro. O eso es lo que haría un fumador, yo como no fumaba salí simplemente a tomar el aire. Había perdido un poco la noción del tiempo, tanto que ya era de noche, y el clima se había vuelto bastante frío. Por suerte, había traído conmigo el abrigo porque sabía que el tiempo en otoño es muy rebelde. Me la puse y me senté en las escaleras de la entrada del hospital. Allí reflexioné un poco, y quise quitarle un poco de importancia al asunto pensando en "bueno, no creo que pase nada, habrán venido aquí y habrán curado al anciano".
Oí sonar como que alguien abría la puerta del hospital para salir afuera, por instinto curioso me di la vuelta para mirar. ¡Era aquella chica rubia de la plaza! Casi por inercia, me levanté y fui andando hacia ella.
Me paré frente a ella, y no sé por qué me puse un poco nervioso, cosa de la timidez, dije entre pequeños tartamudeos y frases sin sentido:
— Ho... ¡Hola! Verás... estaba en la plaza también cuando... bueno, cuando... eso, sucedió lo de que... lo del anciano. Y quería pedir disculpas por...
De repente me di cuenta de que aquella chica no llevaba abrigo, y que tendría que estar pasando bastante frío. En un instinto de caballerosidad, me quité el abrigo y se lo fui a dar. Pero me di cuenta de que al estirar el brazo para ofrecérselo, la prenda se me resbaló y cayó al suelo, pareciendo que se lo había tirado con desprecio.
Erwin Lionheart- Cazador Clase Media
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 06/03/2015
Edad : 32
Re: Tras caer el último rayo de sol (libre)
Mentiría si dijera que la sorpresa no me asaltó en aquella noche, cuando al salir del hospital, del agobio enfermizo y del aura espectral que mostraba. Alguien aguardaba sentado en la puerta, mientras consumía ese horrible vicio tan varonil, el tabaco. Se levantó al verme salir, o eso creí. Me giré para ver si salía alguien detrás de mí, pero al parecer, aquel hombre dirigía su mirada algo nerviosa hacia mí.
Levanté una ceja mientras mi miraba se centraba en los gestos del hombre. Su nerviosismo era algo extraño, y me daba desconfianza. Empezó a tartamudear. Logré captar la idea de lo que decía, pero antes de que pudiera articular palabra, lanzó su abrigo con lo que parecía un gesto de desprecio, hacia mí. Lo agarré con cuidado y lo miré furiosa a los ojos.
No me convenía tener problemas, y menos en aquel sitio lleno de testigos. Debía mantener la formas que me habían enseñado. Mi vestido viejo y desgastado, al parecer, parecía de poco abrigo, y estaba en lo cierto. Supuse que por eso, el ricachón, me dio el suyo.
-Disculpad, creo que se os ha caído el abrigo, mi señor. No hace falta que pidáis disculpas por no haber ayudado a atender a aquel hombre que se desangraba, total, sabemos cuál es nuestro sitio, y entre nosotros nos ayudamos, no necesitamos de más. Gracias por vuestra atención, si me disculpáis, es tarde.
Mis palabras eran frías como el hielo y cortantes, o eso creí. Bueno, si algo había aprendido de mi asqueroso padre y su familia de ricos, era a hablar con personas educadamente y enviarlos a la mísera mierda con palabras agradables, frías, y con sentimiento.
En cuanto al abrigo, se lo devolví, justo en el pecho, para que no se le cayera al suelo. Lo miré con despreció y empecé a andar hacia las oscuras calles parisinas. Mi casa estaba algo lejos, pero el paseo me ayudaría a entrar en calor rápidamente.
Levanté una ceja mientras mi miraba se centraba en los gestos del hombre. Su nerviosismo era algo extraño, y me daba desconfianza. Empezó a tartamudear. Logré captar la idea de lo que decía, pero antes de que pudiera articular palabra, lanzó su abrigo con lo que parecía un gesto de desprecio, hacia mí. Lo agarré con cuidado y lo miré furiosa a los ojos.
No me convenía tener problemas, y menos en aquel sitio lleno de testigos. Debía mantener la formas que me habían enseñado. Mi vestido viejo y desgastado, al parecer, parecía de poco abrigo, y estaba en lo cierto. Supuse que por eso, el ricachón, me dio el suyo.
-Disculpad, creo que se os ha caído el abrigo, mi señor. No hace falta que pidáis disculpas por no haber ayudado a atender a aquel hombre que se desangraba, total, sabemos cuál es nuestro sitio, y entre nosotros nos ayudamos, no necesitamos de más. Gracias por vuestra atención, si me disculpáis, es tarde.
Mis palabras eran frías como el hielo y cortantes, o eso creí. Bueno, si algo había aprendido de mi asqueroso padre y su familia de ricos, era a hablar con personas educadamente y enviarlos a la mísera mierda con palabras agradables, frías, y con sentimiento.
En cuanto al abrigo, se lo devolví, justo en el pecho, para que no se le cayera al suelo. Lo miré con despreció y empecé a andar hacia las oscuras calles parisinas. Mi casa estaba algo lejos, pero el paseo me ayudaría a entrar en calor rápidamente.
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 19/03/2015
Re: Tras caer el último rayo de sol (libre)
Tras caerse el abrigo, me quedé un poco bloqueado, hice incluso amago de ir a agacharme a por él, pero ella tomó la iniciativa y cogió el abrigo para devolvérmelo junto con lo que fue una especie de sermón.
La sangre me hervía de frustración, como de costumbre todo lo que me podía salir mal, me salía. Aquella chica me estaba malinterpretando, y a juzgar por sus palabras tenía la sensación de que se pensaba que no había ayudado a aquel anciano por su clase social.
Noté desprecio en su mirada y echó a andar hacia una de las calles. Sentí la necesidad de explicarme nuevamente, así que decidí ir corriendo hasta donde estaba ella para colocarme a su lado, y mientras ambos andábamos le dije entre jadeos:
— Oye siento si lo de antes te ha molestado...
Sentía que aquella chica me estaba ignorando por completo, así que decidí ponerme delante de ella mientras andaba hacia atrás para mirarle directamente a los ojos:
— Verás, creo que hemos empezado con mal pi...
Antes de que pudiese acabar la frase, tropecé con un escalón al no estar mirando el camino, cayendo al suelo de culo. Suspiré y me impulsé hacia arriba para levantarme, me sacudí la parte trasera de la ropa para quitarle la suciedad del suelo, y casi con una mueca en los labios le dije:
— Más bien creo que he empezado con mal pie yo. Intentaré ser breve para no perder tu atención, pero... No es que no os ayudara por vuestro sitio, no lo hice porque suelo vivir en mi mundo y muestro demasiada indiferencia. Me remordió la conciencia y por eso vine hasta aquí. Lo del abrigo... sólo quería ofrecértelo porque pensé que podrías estar pasando frío, y yo ahora mismo estoy bien. No soy de esas personas que juzgan por el nivel económico, de hecho sólo soy un simple y humilde mesero. Así que me gustaría pedirle disculpas a su humilde merced.
En un acto educadamente caballeroso, incliné mi torso hacia adelante con la cabeza gacha y el brazo en la tripa, cuando oí un sonido de como si una prenda se rasgara. Instintivamente quité mi pose caballerosa para erguirme, giré las caderas para verme el trasero, y efectivamente había un agujero en el trasero del pantalón, creo que con la caída de antes facilité la rotura al poner el culo en pompa. Pero cometí un error, girar las caderas para que ella también pudiera ver la rotura. ¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mí?
La sangre me hervía de frustración, como de costumbre todo lo que me podía salir mal, me salía. Aquella chica me estaba malinterpretando, y a juzgar por sus palabras tenía la sensación de que se pensaba que no había ayudado a aquel anciano por su clase social.
Noté desprecio en su mirada y echó a andar hacia una de las calles. Sentí la necesidad de explicarme nuevamente, así que decidí ir corriendo hasta donde estaba ella para colocarme a su lado, y mientras ambos andábamos le dije entre jadeos:
— Oye siento si lo de antes te ha molestado...
Sentía que aquella chica me estaba ignorando por completo, así que decidí ponerme delante de ella mientras andaba hacia atrás para mirarle directamente a los ojos:
— Verás, creo que hemos empezado con mal pi...
Antes de que pudiese acabar la frase, tropecé con un escalón al no estar mirando el camino, cayendo al suelo de culo. Suspiré y me impulsé hacia arriba para levantarme, me sacudí la parte trasera de la ropa para quitarle la suciedad del suelo, y casi con una mueca en los labios le dije:
— Más bien creo que he empezado con mal pie yo. Intentaré ser breve para no perder tu atención, pero... No es que no os ayudara por vuestro sitio, no lo hice porque suelo vivir en mi mundo y muestro demasiada indiferencia. Me remordió la conciencia y por eso vine hasta aquí. Lo del abrigo... sólo quería ofrecértelo porque pensé que podrías estar pasando frío, y yo ahora mismo estoy bien. No soy de esas personas que juzgan por el nivel económico, de hecho sólo soy un simple y humilde mesero. Así que me gustaría pedirle disculpas a su humilde merced.
En un acto educadamente caballeroso, incliné mi torso hacia adelante con la cabeza gacha y el brazo en la tripa, cuando oí un sonido de como si una prenda se rasgara. Instintivamente quité mi pose caballerosa para erguirme, giré las caderas para verme el trasero, y efectivamente había un agujero en el trasero del pantalón, creo que con la caída de antes facilité la rotura al poner el culo en pompa. Pero cometí un error, girar las caderas para que ella también pudiera ver la rotura. ¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mí?
Erwin Lionheart- Cazador Clase Media
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 06/03/2015
Edad : 32
Re: Tras caer el último rayo de sol (libre)
Todo empezaba a parecerme surrealista. La verdad, ¿Qué hacía aquel hombre allí, intentando disculparse? Lo único que estaba haciendo era dejarse en evidencia. SI, hacía frío, pero no iba a coger su abrigo, ni poniéndomelo a la fuerza lograría que me lo pusiera y así aceptarlo.
Suspiré agobiada de ver como tropezaba, caía, se le rompían los pantalones…en un buen principio me hubiera reído, pero no estaba de humor. Me ponía enferma, realmente, su actitud. Había venido para expirar sus pecados, sus remordimientos, para nada más (tampoco esperaba nada del otro mundo). En mi opinión, no tendría ni que habérmelo cruzado.
Fui a hablar cuando una extraña sombra pasó detrás del hombre. Guardé silencio, quedándome pensativa, evadiendo ya las palabras del avergonzado hombre, que intentaba disculparse. Negué y le hice ademán de callar, un simple sht… corto, tajante. Alguien estaba escuchándonos, y me daba la sensación de que era por el hombre que acababa de entregar al hospital. Si más no, aquel hombre se había desplomado desangrado casi, algo le pasaba en el brazo, algo le habían hecho. Miré hacia atrás. La puerta del hospital se veía algo lejos, y tampoco me atrevía a entrar. Mi salud no era algo perfecto en mi vida, y solo me faltaba entrar de nuevo allí, para volverme loca con todo el mundo tosiendo, vomitando, o quien sabe que.
-Me temo que no somos los únicos que han visto vuestros pantalones, mi señor. Alguien nos está escuchando y seguramente observando. Me temo también que va relacionado con ese hombre. Lo único que se de el, es que lloraba de terror, estaba muy asustado, y no podía articular palabra alguna.
Mentí…si pudo decirme algo, pero no sabía si me tacharía de loca ese hombre…o de bruja, quien sabe. Lo único que pudo decir aquel viejo vagabundo, fue “Huye de la noche, de la oscuridad”.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo y suspiré.
-No me hagáis caso, buenas noches sir…no os preocupéis más, lo único que hacéis es quedar en evidencia. No importa.
Suspiré agobiada de ver como tropezaba, caía, se le rompían los pantalones…en un buen principio me hubiera reído, pero no estaba de humor. Me ponía enferma, realmente, su actitud. Había venido para expirar sus pecados, sus remordimientos, para nada más (tampoco esperaba nada del otro mundo). En mi opinión, no tendría ni que habérmelo cruzado.
Fui a hablar cuando una extraña sombra pasó detrás del hombre. Guardé silencio, quedándome pensativa, evadiendo ya las palabras del avergonzado hombre, que intentaba disculparse. Negué y le hice ademán de callar, un simple sht… corto, tajante. Alguien estaba escuchándonos, y me daba la sensación de que era por el hombre que acababa de entregar al hospital. Si más no, aquel hombre se había desplomado desangrado casi, algo le pasaba en el brazo, algo le habían hecho. Miré hacia atrás. La puerta del hospital se veía algo lejos, y tampoco me atrevía a entrar. Mi salud no era algo perfecto en mi vida, y solo me faltaba entrar de nuevo allí, para volverme loca con todo el mundo tosiendo, vomitando, o quien sabe que.
-Me temo que no somos los únicos que han visto vuestros pantalones, mi señor. Alguien nos está escuchando y seguramente observando. Me temo también que va relacionado con ese hombre. Lo único que se de el, es que lloraba de terror, estaba muy asustado, y no podía articular palabra alguna.
Mentí…si pudo decirme algo, pero no sabía si me tacharía de loca ese hombre…o de bruja, quien sabe. Lo único que pudo decir aquel viejo vagabundo, fue “Huye de la noche, de la oscuridad”.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo y suspiré.
-No me hagáis caso, buenas noches sir…no os preocupéis más, lo único que hacéis es quedar en evidencia. No importa.
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 19/03/2015
Re: Tras caer el último rayo de sol (libre)
Tenía la sensación de que a aquella chica le estaba hartando un poco, y no era para más, no había hecho más que venir aquí, pedir disculpas, hacer el ridículo, volver a pedir disculpas y seguir haciendo más el ridículo. Así que pensé que lo mejor que podía hacer era marcharme de aquí y dejar de ponerme en evidencia.
— Si me disculpa vuestra merced, creo que yo me v...
Aquella chica de repente hizo un ademán para que me callara, parecía haber estado un rato como ausente, meditando en algo, así que guardé silencio y escuché lo que tenía que decirme. Comenzó a contarme algo más acerca del asunto de aquel hombre al que había llevado al hospital, y que alguien nos había estado siguiendo.
Miré hacia el oscuro cielo, viendo el ligero movimiento que las nubes dejaban ver con el poco brillo de la luna. La noche ha caído... es la hora de las criaturas. Volví a mirarla y me dijo que no la hiciera caso, y que se marchaba. En cualquier otra situación me hubiera dado igual, le hubiera dejado marchar y si le pasara algo, era su problema. Pero a estas horas de la noche podría ser un vampiro, y como orgullo de cazador, no podía permitir que ningún vampiro viviese. Realmente no me importaba si fuese un vampiro e intentara matarla, pero podría servir como cebo para atraer al vampiro, no podía dejarla marchar.
La chica hizo ademán de darse la vuelta para irse, pero instintivamente le agarré del brazo y me acerqué para susurrarla en bajito, por si alguien nos estaba escuchando.
— Milady... ¿sabe manejar un arma? No quiero asustarla, pero quizá no sea buen momento para ser orgullosa e irse a casa sola. Descuide que no voy a volver a molestar más a su merced, puede estar tranquila.
Me remangué rápidamente los bajos del pantalón, donde siempre llevaba en la pantorrilla correas para sujetar mis dos dagas de emergencia, para cuando no estaba en una cacería poder defenderme con algún arma. Cogí una de las dos dagas y se la ofrecí a la chica:
— Te diré que están hechas de plata, no preguntes. Procura tener los ojos bien abi...
Según dije eso, agudicé el oído y escuché un ruido raro. Aquél individuo/cosa al que se refiriera la chica, estaba haciendo su movimiento, y pude predecir que iba a abalanzarse sobre mí por la espalda. Así que por acto reflejo me aparté y le esquivé, pero debido a aquello, el hombre cayó abalanzado sobre la chica. Me había dado cuenta de una cosa, respecto a lo que pensé antes, de repente tuve la sensación de no querer que a aquella chica le pasara nada. Si ella pudiera defenderse bien, ambos saldríamos bien de aquí, sólo necesitaba este tiempo para analizar la situación, necesitaba analizar al enemigo, necesitaba idear una buena estrategia. Agudicé la vista y concentré el cerebro, ahora no parecía ser el Erwin torpe y sonriente que había aparentado ser antes, ahora era serio como una piedra, tenía que hacer honor a mí título de cazador silencioso.
— Si me disculpa vuestra merced, creo que yo me v...
Aquella chica de repente hizo un ademán para que me callara, parecía haber estado un rato como ausente, meditando en algo, así que guardé silencio y escuché lo que tenía que decirme. Comenzó a contarme algo más acerca del asunto de aquel hombre al que había llevado al hospital, y que alguien nos había estado siguiendo.
Miré hacia el oscuro cielo, viendo el ligero movimiento que las nubes dejaban ver con el poco brillo de la luna. La noche ha caído... es la hora de las criaturas. Volví a mirarla y me dijo que no la hiciera caso, y que se marchaba. En cualquier otra situación me hubiera dado igual, le hubiera dejado marchar y si le pasara algo, era su problema. Pero a estas horas de la noche podría ser un vampiro, y como orgullo de cazador, no podía permitir que ningún vampiro viviese. Realmente no me importaba si fuese un vampiro e intentara matarla, pero podría servir como cebo para atraer al vampiro, no podía dejarla marchar.
La chica hizo ademán de darse la vuelta para irse, pero instintivamente le agarré del brazo y me acerqué para susurrarla en bajito, por si alguien nos estaba escuchando.
— Milady... ¿sabe manejar un arma? No quiero asustarla, pero quizá no sea buen momento para ser orgullosa e irse a casa sola. Descuide que no voy a volver a molestar más a su merced, puede estar tranquila.
Me remangué rápidamente los bajos del pantalón, donde siempre llevaba en la pantorrilla correas para sujetar mis dos dagas de emergencia, para cuando no estaba en una cacería poder defenderme con algún arma. Cogí una de las dos dagas y se la ofrecí a la chica:
— Te diré que están hechas de plata, no preguntes. Procura tener los ojos bien abi...
Según dije eso, agudicé el oído y escuché un ruido raro. Aquél individuo/cosa al que se refiriera la chica, estaba haciendo su movimiento, y pude predecir que iba a abalanzarse sobre mí por la espalda. Así que por acto reflejo me aparté y le esquivé, pero debido a aquello, el hombre cayó abalanzado sobre la chica. Me había dado cuenta de una cosa, respecto a lo que pensé antes, de repente tuve la sensación de no querer que a aquella chica le pasara nada. Si ella pudiera defenderse bien, ambos saldríamos bien de aquí, sólo necesitaba este tiempo para analizar la situación, necesitaba analizar al enemigo, necesitaba idear una buena estrategia. Agudicé la vista y concentré el cerebro, ahora no parecía ser el Erwin torpe y sonriente que había aparentado ser antes, ahora era serio como una piedra, tenía que hacer honor a mí título de cazador silencioso.
Erwin Lionheart- Cazador Clase Media
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 06/03/2015
Edad : 32
Re: Tras caer el último rayo de sol (libre)
Pasó todo muy deprisa. Iba a girarme, para irme a casa, con el cuerpo encogido. No tenía frío alguno ya, pues lo único que cruzaba mi mente, era la extraña sensación de que algo estaba a punto de pasar. Ya era raro el tío que hacía el ridículo, como para pensar que algo más raro podía pasarme. Pero si, si podía.
El tipejo ridículo, me agarró del brazo apenas sin fuerza, solo para que lo mirara. Lo miré seria, pero a la vez algo asustada. Ambos sabíamos que algo había por ahí, que alguien nos observaba desde algún punto de la calle, y que no era precisamente bueno.
Escuché sus palabras atentamente. ¿Un arma? Dios, claro que no sabía utilizar un arma, en la vida me había imaginado que debiera usar alguna. Negué sin saber que decir. Acto seguido , me mostró unas dagas. Unos pequeños cuchillos afilados, y mencionó que eran de plata. Cuando me dispuse a coger uno, algo sacudió el cuerpo del hombre, pero éste se apartó, y entonces el terror llegó a mi rostro.
Alguien se había abalanzado sobre mi. Caí de espaldas al suelo, y noté como la caída me golpeaba la espalda. Dolió, y me dejó sin respiración durante unos segundos. Abrí los ojos con lentitud, pero no vi nada. Sabía que tenía algo encima, pero…parecía una persona. Enfoqué bien la vista, y esa persona rugió, como si algo saliera de su alma. Gemí de horror e intenté escapar de sus garras, garras que se clavaban en mis brazos, sujetándome fuertemente.
Por aquel entonces, maldije mis problemas respiratorios. Los nervios volvían a afectarme. Tragué saliva mientras intentaba mantener la cama y hacer que no me costara respirar.
-Ayuda!
Solo logré gritar eso con el aire que me quedaba en los enfermos pulmones.
off: siento la brevedad TT
El tipejo ridículo, me agarró del brazo apenas sin fuerza, solo para que lo mirara. Lo miré seria, pero a la vez algo asustada. Ambos sabíamos que algo había por ahí, que alguien nos observaba desde algún punto de la calle, y que no era precisamente bueno.
Escuché sus palabras atentamente. ¿Un arma? Dios, claro que no sabía utilizar un arma, en la vida me había imaginado que debiera usar alguna. Negué sin saber que decir. Acto seguido , me mostró unas dagas. Unos pequeños cuchillos afilados, y mencionó que eran de plata. Cuando me dispuse a coger uno, algo sacudió el cuerpo del hombre, pero éste se apartó, y entonces el terror llegó a mi rostro.
Alguien se había abalanzado sobre mi. Caí de espaldas al suelo, y noté como la caída me golpeaba la espalda. Dolió, y me dejó sin respiración durante unos segundos. Abrí los ojos con lentitud, pero no vi nada. Sabía que tenía algo encima, pero…parecía una persona. Enfoqué bien la vista, y esa persona rugió, como si algo saliera de su alma. Gemí de horror e intenté escapar de sus garras, garras que se clavaban en mis brazos, sujetándome fuertemente.
Por aquel entonces, maldije mis problemas respiratorios. Los nervios volvían a afectarme. Tragué saliva mientras intentaba mantener la cama y hacer que no me costara respirar.
-Ayuda!
Solo logré gritar eso con el aire que me quedaba en los enfermos pulmones.
off: siento la brevedad TT
Meredith Deveraux- Humano Clase Baja
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 19/03/2015
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