Foro de rol situado en el París del siglo XIX; encontrarás vampiros, licántropos, cambiaformas, hechiceros, humanos, etc. (Advertencia: Sitio +18 años).
PARÍS, FRANCIA AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?
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Dio lentos pasos hacia la fachada del edificio, nervioso como hacía años, puede que siglos, que no se sentía. No eran nervios malos, no, era un cosquilleo emocionante que recorría meticulosamente todo su cuerpo, una sensación muy parecida a la que siente todo niño justo el momento antes de abrir un regalo, o como esas mariposas en el estómago cuando estás a punto de besar a ese chico del que tanto tiempo llevas enamorad.
Sí, eso mismo era: Amor. Su auténtico y verdadero amor, el más longevo, el que sentía por las Artes.
Casi terminado. Y suyo.
Por fuera el edificio era sencillo, Soren había vivido mucho tiempo en el Lejano Oriente y allí los gustos estéticos eran refinados y muy poco recargados, agradando a la vista y el alma, pero resultando muy práctico y espacioso. Después de un par de siglos en Japón, algo de aquello se le había pegado al carácter. En ese mismo momento, de la sencilla pared encalada, un par de parisinos se encaramaban a una escalera de madera para colgar el cartel: Era una plancha de madera pirograbada y esmaltada, al antiguo uso de las tabernas escocesas, con el dibujo de un medio sol poniente, ocultándose tras las olas de un mar tranquilo, desprendiendo tres grandes rayos de luz verde que recordaban a la mitad superior de una cruz griega.
No pudo evitarlo, una sonrisa de orgullo y nerviosismo infantil invadió su cara. Llevaba mucho tiempo vigilando la construcción de aquel edificio y por fin estaba a punto de empezar a usarlo.
Pasó al interior. Era una inmensa sala de paredes pintadas de negro y sin ventanas,- en realidad sí las había, pero estaban ocultas como paneles giratorios para evitar que la luz y el ruido exterior se filtrara en la sala durante las actuaciones... o que miradas indiscretas disfrutaran gratuitamente del espectáculo- decenas de mesas redondas acababan de disponerse allí, en el patio de butacas, hacía apenas unas horas, y ahora los trabajadores metían las sillas y las colocaban sobre la mesa, mientras terminaban de amueblar y limpiar. A un lado, una larga barra se extendía ante las estanterías aún vacías donde descansarían decenas de licores distintos, y tras la cual se encontraban las pequeñas cocinas y su almacén. No pretendía servir comida muy refinada, precisamente, pero siempre era útil tener una cocina a mano.
Y se giró, finalmente, al fondo del escenario. Las estaban colgando en ese mismo momento. Unas inmensas cortinas de terciopelo rojo brillante, como la sangre, ribeteadas con hilos de plata... había tenido que gastar bastante dinero en aquel encargo e incluso pedirle ayuda a su hermano Carter, mucho más adinerado- y serio y trabajador y honrado... bueno, eso último no era tan seguro- que él. Pero mereció la pena.
Recorrió el patio con unas pocas rápidas y anchas zancadas y se encaramó al escenario de un salto. Se giró y disfrutó de las vistas, tanto del foso de los músicos- nada exagerado ni muy amplio, apenas cabrían una decena de músicas al mismo tiempo, solo lo suficiente para acompañar las actuaciones- como del patio de butacas, y se permitió soñar por un momento que todo aquel espacio estaba repleto de espectadores en pie aplaudiendo desenfrenadamente a otra de sus actuaciones maestras, lanzándole rosas, y él les devolvía el agradecimiento con exageradas reverencias.
La puerta se cerró con estruendo, al parecer estaba mal encajada en sus goznes, y el portazo lo sacó de sus ensoñaciones mientras aún estaba en plena reverencia, mirando el hermoso parqué del escenario. Su vanidosa mente había vuelto a dejarlo en una pose incómoda y ridícula, menos mal que ya estaba acostumbrado...
Soren Makelyne
Vampiro Clase Media
Mensajes : 74 Fecha de inscripción : 03/05/2012 Edad : 1192 Localización : París, Francia.
No era una espía, sólo un soldado, aquellos entrenados para acabar con los cambiaformas, vampiros licanos y brujos. No tenía idea de cómo hacer el trabajo de meterse en la sociedad de vampiros, que ella misma había rechazado hace tantos años. ¿Sería recordada como una vampiresa que desapareció de todos? Recordó sus viajes antes de unirse a la inquisición, como fue acabando con cada caballero con el que se encontraba y así hacerse de tanto dinero que ya no tiene la necesidad de trabajar, ni siquiera si llegara a vivir otro milenio. Pero el dinero dejo de importarle hace mucho, su interés ahora es ganarse el cielo para calmar su hambre de perdón.
Su vestido color azul cielo tocaba el pavimento de la acera, suavemente como una caricia en la piel, llevaba un abanico de color blanco en su mano izquierda, sus ojos, tenuemente pintados para resaltar su mirada, se mantenían hacia el frente y a su objetivo de esta noche.
Llegó al edificio y guardo el abanico suavemente en un compartimiento de su estuche, un estuche negro de violín, brillante y bien cuidado.
La puerta se abrió suavemente, aunque al soltarla, azoto de una manera tan estruendosa que su llegara debió de ser anunciada a tres cuadras a la redonda. No volteo hacia la puerta, ignoro el ruido estruendos de la madera y se quedo viendo el lugar, era impresionante, pero para ella, que ya había visto el vaticano por dentro, era difícil fingir el asombro, aun así lo intento.
Impresionante lugar el que tiene aquí
Dijo al hombre frente a ella, seguramente tratándose de Soren Makelyne, un misterioso hombre que había instalado un cabaret en París, aquel para competir contra el magnífico Moulin Rogue. Aquí debería de infiltrarse, y encontrar su próximo objetivo.
-Mi nombre es Violeta Andrews, se que esta audiciones y debo de decir, si no es que quiera presumir, pero soy una maravillosa violinista, artistas de muchos años.
Sus palabras, sino eran mentiras, formaban parte de comentarios antiguos. Su nombre fue Violeta Andrews, antes de ser Condenada y si tiene años de violinista, pudiendo llegar a tener siglos.
Soren se incorporó, se quedó mirándola unos segundo con la boca abierta, descolocado. Luego recordó dónde estaba y a qué se refería la desconocida dama.
-Ah, sí, buenos días...¡Noches!- Se apresuró a corregir.- ¡Bienvenida, bienvenida a mi local!- La saludó lleno de vital alegría mientras la invitaba a acercarse con un infantil gesto de la mano.- Entre libremente y por su propia voluntad, suba al escenario y deje un poco del arte que trae consigo.
La observó acercarse. Era una mujer hermosa, puede que no de la talla de la estrella principal de su espectáculo, pero sí lo suficiente como para merecerse algo más que estar escondida en el foso de los músicos; y sin duda alguna, sabía vestir bien. Pero era pronto para hacer un veredicto adecuado.
Saltó al patio de butacas, haciendo gala de los rásgos más infantiles de su carácter, tomó una de las sillas sobre una mesa cercana y la apoyó en el suelo, sentándose a horcajadas y apoyándose sobre el respaldo de cara al escenario.
-Es usted la primera que viene esta noche, así que tiene suerte: La competencia brilla por su ausencia.- Bromeó.- Pero aún así necesito comprobar la veracidad de sus palabras con actos. Necesito verlo con mis propios ojos, o mejor dicho, oírlo con mis propios oídos. Así que cuando plazca...- Extendió la mano, invitándola a subir al escenario y empezar a tocar.
Soren Makelyne
Vampiro Clase Media
Mensajes : 74 Fecha de inscripción : 03/05/2012 Edad : 1192 Localización : París, Francia.
Suspiro, aunque sabe bien que no habría de necesitarlo, es una vampiresa, el aire dejo de correr por sus pulmones hacia años y no necesitaba de expulsar nada de su cuerpo muerto. Un ente sin corazón latiendo, es algo que siempre miraba en si misma.
Subió suavemente hacia el escenario, tomando especial cuidado con sus zapatos de tacón para no tropezar entre los escalones. El sonido de la madera contra la punta de sus suelas era agradable, como un tambor pequeño anunciando la llegada de alguien importante.
Dejo el estuche del violín en el suelo y lo abrió suavemente. El instrumento de madera rojiza y brillante, anunciaba con magia su llegada. De un costado, escrito en el color que representa se podría leer Violeta.
Coloco suavemente el instrumento en su hombro y comenzó a los primeros movimientos, con extrema maestría. Pronto las notas de Primavera de Vivaldi se escucharon por todo el salón. Ella cerraba los ojos para disfrutar de la música, hundiéndose en cada uno de los ritmos y notas que hacía que ella se desapareciera del lugar donde pisaba.
No miraba al hombre, sólo se concentraba en su música y en el efecto que deseaba realizar, ese que encontraría solamente al acabar de tocar.
La presencia de la muchacha era intensa. Pero aún quedaba comprobar si realmente valía.
Ella sacó de su estuche el violín y empezó a tocarlo. Aunque "tocarlo" era una palabra que resultaba absolutamente burda para describir aquello. Soren cerró los ojos y sonrió con intensidad, deleitándose con cada nota que las caricias del arco lograban arrancar de las cuerdas, lanzándolas al patio de butacas para que pudieran ser disfrutadas.
El Hada de la Primavera cubrió con su verde manto el ensueño del joven viejo vampiro mientras los pájaros de brillantes colores salían de entre los árboles a dar su concierto de cantos, poco antes de que un arrollo empezara a verter su cristalina agua en un riachuelo entre las piedras, mientras el aire vibra ante la próxima tormenta.
La última nota acabó con suavidad y su esencia aún vibró un segundo más después de que se hubiera echo el silencio, mientras el ensueño de Soren se deshacía como el polvo dentro de su mente. Suspiró y abrió los ojos.
-Allegro dil concerto no. 1 in mi menore, op. 8, di Antonio Lucio Vivaldi.- Pronunció en un italiano un tanto chapucero y desentrenado.- Me hubiera encantado conocerlo en persona.- Murmuró.- Bravo, sencillamente bravo. Está contratada, estoy deseando escucharla de nuevo.
Miró a su alrededor, en busca de algún nuevo invitado.
-Lástima que hoy no vino nadie más con quien pueda tocar.- Chasqueó la lengua, un poco molesto.- Pero usted es sencillamente maravillosa. ¿Tiene alguna duda?
Soren Makelyne
Vampiro Clase Media
Mensajes : 74 Fecha de inscripción : 03/05/2012 Edad : 1192 Localización : París, Francia.
Una idea llevaba varios días rondándome por la cabeza. Exactamente desde el momento en el que había visto un cartel por la calle que anunciaba la próxima apertura de un cabaret. Le Rayon Vert, se llamaba. Una oportunidad para intentar ser algo más que una cortesana cualquiera. Siempre me había gustado bailar, de hecho había actuado alguna vez en el burdel, y tampoco tenía mala voz. Así que, ¿por qué no intentarlo?
Al llegar allí llamé un par de veces a la puerta principal con el puño, pero al ver que nadie parecía escucharme, entre por mi propio pie. Fui caminando por el edificio a paso lento, precavido, ya que no sabía exactamente donde me estaba metiendo. A los pocos segundos entendí por qué nadie me había atendido en la entrada. Una mujer estaba tocando el violín mientras que un hombre (el dueño, supuse) la escuchaba encandilado. Y no era para menos, ya que el sonido que desprendía el instrumento era celestial.
Me mantuve oculta, al fondo de la sala, hasta que la muchacha finalizó su actuación, esperando pacientemente hasta que pude encontrar el momento adecuado para hacer notar mi presencia sin interrumpir. Avancé unos cuantos pasos hacia adelante, con el mentón en alto. Me aclaré la garganta antes de hablar.
—Hola—saludé simplemente—Escuché que hay audiciones libres para trabajar aquí. Me gustaría probar suerte—pedí de manera educada, ya que no tenía la más remota idea de como actuar en un caso como este. Luego sonreí levemente, avanzando un poco más y dejándome ver por completo. Había tratado de ponerme el vestido más "recatado" que tenía, pero aún así bastante piel al descubierto—Se bailar. Y también puedo cantar.
Las últimas notas le salieron del alma, como si fuera una canción hacia el cielo que anhelaba con todo lo que carga en sus hombros. Fui un himno para que su Dios escuchara lo que hace por el, infiltrarse en lugares que podrían acabar con ella, pero aquí se encuentra.
Soren no es humano, es vampiro y con su antigüedad, seguramente tendrá información valiosa para el Vaticano y objetivos que ella podrá usar. Formando parte de la facción de los sobre naturales, envuelta en los soldados, podrá fungir de espia y asesina al mismo tiempo, no necesitaría de alguien más.
La había escuchado aproximarse incluso antes de terminar de tocar, en las ultimas notas, pudo oler su perfume fresco. Supo que era humana, el único corazón que latía en todo el lugar, pues, como de seguro Soren ya se habría dado cuenta, Nereza no era humana. Miro a la chica con una amplia sonrisa y coloco su violín de nuevo en su estuche. Mientras bajaba, se pregunto si esta chica tendría objetivos tan oscuros como ella, pero es una humana, merece venir aquí para estar feliz, algo que Nereza se esforzara por darle, los humanos, después de todo, son aquellos a los que debe de proteger.
-Yo he terminado, asa que podrás pasar tu y , si n oes mucha molestia, me gustaría verte haciendo lo tuyo o tal vez, incluso querrías que toque para ti desde las tribunas, pues mi turno en el escenario a acabado, aunque en ningún lado dice que no puedo ayudarle ¿Verdad?
Miró al dueño del lugar, esperando una aprobación mientras se acercaba sentarse en uno de lso lugares más cercanos al escenario y volvía a sacar su violín, en la espera de que le pidan alguna canción es especifico, una baile un canto, podría ser ambos.
Off: Creo que todavia n oexistia el tango, pero podriamos poner la de "Por una cabeza" aunque no haya existido creo que Sinnove, puede ser asi de inovadora
Soren se giró hacia la voz que lo sobresaltó, a sus espaldas. Apenas había echado un vistazo cuando ya se había planteado contratarla: Era voluptuosa y sabía mostrar sus encantos sin rozar siquiera la obscenidad, caminaba con orgullo y altanería y, lo más importante, había esperado en silencio a que terminara la prueba de su, probablemente, futura compañera.
Le gustaba su actitud.
-Buenas noches, señorita, espero tener pronto el placer de conocer su nombre.- Le respondió con una amable sonrisa de aquellas que daban aspecto infantil a su rostro.
Se giraba hacia el escenario invitándola a subir cuando la voz de Nereza lo interrumpió. Soren guardó silencio, un momento, se cruzó de brazos y se rascó la barbilla pensativo. Al fin y al cabo ya le había concedido el puesto, así que le alegró la premura con la que pretendía cumplir con sus obligaciones... solo esperaba que no tuviera la misma prisa por cobrar su sueldo. Se giró hacia la bella desconocida y se encogió de hombros.
-No veo objeción alguna, así que como quiera la dama.- Alzó el brazo hacia el escenario y la invitó a subir.- Muéstrenos que sabe hacer, y si así lo quiere, que nuestra nueva violinista le acompañe con la melodía. Vamos, sorpréndame.
Spoiler:
Off: Soy un apasionado del tango. No existiría como tal hasta las últimas décadas del XIX y principios del XX en el Río de la Plata, pero hay datos de que también era una música popular en las orillas del Sena, en París. Así que... de algún sitio tuvo que salir ¿no? Me parece una idea genial. XD
Soren Makelyne
Vampiro Clase Media
Mensajes : 74 Fecha de inscripción : 03/05/2012 Edad : 1192 Localización : París, Francia.
Al comprobar que por lo menos en aparencia estaba en terreno "amigo" me relajé por completo. El miedo escénico no era un problema para mí, eso estaba claro, así que mi único posible problema (que ya no lo era) habría sido la compañía. Me dirigí hacia el escenario, sin llegar a romper contacto visual con las otras dos personas que había en la habitación.
—Me llamo Sinnove Lindstrom—me presenté, avanzando entre las mesas hasta quedarme parada en mitad del escenario. Ya no había marcha atrás, así que no me quedaba más que ponerle empeño al asunto y seguir adelante, mostrar lo que podía hacer lo mejor posible—Y será un honor para mí que nuestra dama violinista me acompañe en la actuación con la pieza que ella desee.—añadí, sonriendo suavemente en dirección de la mujer, en un gesto cómplice.
Yo no era una persona culta en absoluto, por lo que no entendía de clasificaciones musicales, o de géneros, simplemente escuchaba una canción y mi cuerpo se movía solo al ritmo que marcasen las notas. Solté un suspiro y cerré los ojos, concentrándome en el sonido del violín mientras que mis músculos se relajaban y comenzaban a danzar por el escenario. Mi cuerpo siempre había estado bien ejercitado, lo que era una ventaja para mí en esta disciplina, permitiéndome realizar movimientos elegantes y vistosos, a la vez que sensuales. Sinnove en estado puro.
por Carolina Van de Valley Mar Jul 17, 2012 2:58 pm
No me lo habría planteado de no ser por necesidad. Las composiciones privadas me habían dado de lo que vivir durante mi escaso siglo de vida. No voy a decir ahora que nunca disfruté con ello, pero había casos en los que los rostros de suficiencia de los burgueses ya no me complacían. Sus caras insurrectas, serias, de fingido entendimiento, me abochornaban. ¡Como si ellos fueran capaces de entender de dónde salía mi música! Oh, pero qué cosas horribles digo. Cada vez me parezco más a Fiedrich en ese aspecto; él pensaba lo mismo.
No, no iba dejar de componer para ellos. Para quien fuese. Para todos aquellos que deseaban escuchar. ¿Qué más daba si eran burgueses, o nobles, u obreros? La soberbia no era buena compañera, bien lo sabía yo.
Pero mis ambiciones musicales no acababan en ese punto, no. Yo tenía un sueño (qué ingenua parece esa frase, ¿verdad?), el sueño de recrear una historia de mi niñez sobre los escenarios, acompañada de una música bella, triste, alegre, taimada, salvaje. Una historia contada sin letra, sólo con música y baile. Un baile bello, triste, alegre, taimado, salvaje: un ballet.
Pero como todos los sueños, el mío precisaba de un motor para hacerlo arrancar. ¡Que bonito sería decir que ese motor era la ilusión y el talento! Pero no, en el mundo adulto, el motor sólo podía ser el capital.
Y de eso no andaba yo muy holgada, aún a pesar de mis pequeñas composiciones para fiestas privadas. En cierto modo, se podría decir que fue eso, y no otra cosa, la que me llevó a la puerta de Le Rayon Vert, el cabaret que estaba a punto de abrir sus puertas a lo más truhanesco y descarado de todo París. ¡Que hubiese pensado mi padre, el noble y honorable Karl Sebastien II Van de Valley, al descubrir a su hija entrando en una de aquellas salas aberrantes! ¡Y no sólo entraba, si no que se disponía a trabajar allí! Por fortuna o pesar, mi padre húbose muerto hacía muchos años, y no llegaría a verlo.
Entré en el lugar, ya era de noche pero el local acababa de abrir, lo que me hizo sospechar de quién era-o mejor dicho, qué era-su propietario. -La sala para cambiarse está justo en frente. Me dijo un hombre que estaba justo en la entrada, apoyado sobre un atril vistoso de madera de pino. Seguramente sería el maître del local, el que se encargaba-o se encargaría, mejor dicho-de apuntar en lista a aquellos clientes, los más selectos. Tardé unos segundos en comprender qué quería decir el hombre con sus palabras. Si mi sangre hubiese seguido palpitando, las mejillas se me habrían encendido. -No, monsieur. Vengo por el puesto de pianista. -¡Oh! -el hombre pareció sorprendido-Entonces, si busca a maese Soren está en el Salón principal. Segunda puerta a la izquierda. -Danke -agradecí en mi lengua natal.
Cogí rumbo hacia donde me había indicado. La sensación que me recorría era similar a la que experimenté hacía ya dos años en el Teatro Lumière, aquel que ni si quiera se llegó a abrir. Su dueño se marchó sin explicación alguna. Dimitri y yo podríamos haber hecho grandes cosas (Ay Dimitri. Mi Dimitri...), pero todo quedó en nada; vacío. Cierto rencor sí que sentía, pero hacia mucho que aprendí a resignarme.
La puerta estaba entreabierta, y de la sala salía música. Por un momento pensé que ya no me necesitarían, pero apercibí que la música procedía de un violín, no de piano, y salía de las cuerdas con gran maestría y precisión. Entré disimuladamente, sin hacer a penas ruidos, y me quedé junto a la puerta, a una distancia considerable del escenario, donde una muchacha bailaba y se contorneaba de forma provocativa mientras otra la acompañaba con movimientos de violín. No hablé ni dije nada, pues no quería interrumpir la demostración. Un hombre las observaba a ambas con el rostro de a quien le gusta lo que ve. No tardé mucho en descubrir que la joven del violín y el hombre eran vampyrs, como yo.
A pesar de eso, me sentí fuera de lugar. ¿Qué hacía yo allí, la respetable Carolina Van de Valley, hija de Karl Van de Valley, que fue uno de los aristócratas más importantes de la Viena del siglo pasado? "¿Acaso has olvidado que ya no eres lo que fuiste?", me dijo una vocecilla insidiosa en mi cabeza, "Ya no existe padre, ni madre, ni Clotilde, ni mis hermanos. Ya no eres hija de Karl Van de Valley, mas que para las escrituras viejas y los futuros libros de historia. Ahora eres hija huérfana de la noche"
Sonrió con naturalidad al darse cuenta que podrá tocar su instrumentos de nuevo. Esta vez, espera, el detalle de ayudar a alguien, le de puntos con el dueño del lugar.
-Esta melodía la escuche hace unos años, Lyon, se dice que es un ritmo nuevo, que pronto sera un excito. En mi opinión, esta adelantada a su tiempo, si pudiéramos vivir unos cuantos siglos mas, veremos que pasa de el.
Dijo algunas palabras con sarcasmo, sabe bien que Soren es vampiro, vivirá, posiblemente, siglos, si ella no lo elimina antes. Lo miró con algo de tranquilidad, como si quisiera calmar la bestia que tiene dentro, que no salga y mate a todo el presente como si fueran carne de cañón. Se concentró y pensó sólo en su misión.
Tocó con cuidado, con gracia, concentrada en cada pequeña nota como si fuera una canción completa cada una. Magia para los oídos que quieren escuchar. Mientras toca sube por las escaleras hacia la parte de atrás del escenarios, para que la atención se concentre en, la que parece, es una compañera excepcional. Nunca había visto movimientos tan naturales, a pesar que esta música debe de ser nueva para ella, se mueve con un espíritu que haría envidiar a la mejor de las gitanas, y ella no es gitana.
Que hermoso baila
Se dijo para si misma, acabando las ultimas notas, cuando sintió, por su telepatía, a mas compañía, esto no le gusto, no por que le desagradara mas gente, si no por que era una vampiresa, no cree que pueda contra dos.
Parece que la audición se llenaba de mas y mas gente. Esto sería divertido
Permitir la colaboración podría pasar por una buena obra, pero en realidad era un examen mucho más difícil y arriesgado que el anterior. Ahora, Nereza no tendría que demostrar que sabía tocar, si no que- al igual que Sinnove- además sabía improvisar y colaborar con sus compañeras aunque no tuviera ensayo previo. El mundo del espectáculo había sido igual en novecientos años: Nunca sabes cuando la Fortuna decide convertirse en una auténtica furcia.
Se acomodó en el asiento y disfrutó del espectáculo. Parecían compenetrarse bastante bien, unos cuantos ensayos para pulir las actuaciones y el patio de butacas del Rayon Vert provocaría disturbios a las puertas; empezaba a soñar con ver a la aristocracia por la zona... Sacudió la cabeza y volvió a centrarse en el baile, Sinnove era ágil y diestra, se notaba un talento en bruto inmenso, y se alegraba de haberlo encontrado él mismo. También desbordaba una pasión más propia de una cortesana que de una bailarina, eso podía ser económicamente provechoso para el negocio.
Por su parte, la improvisación de Nereza estaba resultando casi tan brillante como la anterior. Y lo que le faltaba de limpieza lo compensaba con el sentimiento en las notas. Nunca había escuchado ese tipo de música, pero daría lo que fuera por que evolucionara y llegara a ser famosa en el mundo entero, tan seductora, tan apasionada, tan prohibida... como cualquier arte o placer de la carne.
Terminó la actuación y empezó a aplaudir sonoramente.
-Srta. Lindstrome, lo lamento mucho.- Respondió con fingido tono serio.- Pero me temo que a partir de esta noche tendrá que soportar mis insistentes consejos y órdenes: Bienvenida a Le Rayon Vert.
No puntualizó nada sobre la actuación de Nereza, se limitó a felicitarla con un leve movimiento afirmativo de cabeza. Había notado el sarcasmo y la dureza de sus palabras pero las había obviado, estaba claro que era una vampira y que sabía que él era un vampiro; supuso que era uno de esos vástagos de la noche que se acaban exasperando de sus monótonas vidas, volviéndose amargados. La única preocupación que lo asaltó fue que su amargura desembocara en algún tipo de mala propaganda para el negocio.
Se giró hacia la puerta, había otra mujer allí, una nueva candidata supuso. Sonrió.
-Pase, pase, por favor. ¿Cuál es su oficio?
Soren Makelyne
Vampiro Clase Media
Mensajes : 74 Fecha de inscripción : 03/05/2012 Edad : 1192 Localización : París, Francia.
Bailé moviéndome por todo el escenario, utilizando el espacio que tenía disponible para intentar hacerlo lo mejor posible. Después de un inicio más bien delicado, terminé mi audición realizando movimientos amplios y con mucha fuerza, ya que la música así lo exigía. Traté de transmitir de igual manera con mi rostro que con mi cuerpo, sonriendo en las partes más suaves y crispando algo mi expresión cuando la intensidad subía, sin dejar nunca la sensualidad a un lado.
Desde luego, la elección y la interpretación de esta pieza por parte de la violinista había sido todo un acierto que esperaba que me hubiese beneficiado, ya que me había permitido utilizar movimientos fuertes y apasionados, que no me habrían salido de haber escuchado cualquier otra canción. Si finalmente ambas terminabamos siendo compañeras, ya encontraría el momento de devolverle el favor.
Por un momento realmente creí, por el tono serio del joven, que mi audición no había sido de su agrado. Sin embargo, la expresión de mi rostro pasó a ser una de felicidad absoluta al comprobar que efectivamente había conseguido mi objetivo e iban a contar conmigo para el espectáculo.
—¡Muchísimas gracias!—exclamé, tratando de controlar el tono de mi voz para que no saliese demasiado ahogado entre mi respiración agitada y los latidos desbocados de mi corazón—Puedo garantizarle que no se arrepentirá de haberme dado esta oportunidad, señor—añadí, haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.
Busqué a la violinista con la mirada y le guiñé el ojo suavemente con gesto cómplice. Gracias. Finalmente, y al ver que había una nueva aspirante, bajé del escenario con paso firme y tranquilo, teniendo casi que reprimirme para no dar algún saltito de alegría. Santana iba a ponerse pletórica cuando se enterase de la buena noticia. Tomé asiento frente al escenario, deseosa y curiosa de ver con qué sorprendería la siguiente candidata y todos lo que viniesen tras ella.
por Carolina Van de Valley Mar Jul 24, 2012 6:32 am
Apasionado. Ésa era la palabra para lo que acababa de presenciar. Una música como no había escuchado otra igual. Con el romanticismo del vals y la delicadeza de un ballet. Algo extraordinario había pasado en la sala, con aquel violín y aquella muchachita bailando. Y muy poco faltó para que me olvidase de qué era aquel lugar, y por qué estaba allí. Por muy poco.
Una expresión de felicidad se dibujó en el rostro de la joven rubia, de la cual no sabía ni si quiera su nombre, pero aún así, inevitablemente, ladeé una sonrisa yo también. Qué bobada, ¡si no la conocía! Ay, pero el entusiasmo de los humanos era contagioso y admirable. A veces lo echaba de menos yo también. Mi fuerza se perdió cuando lo perdí a él. Friedrich, que me había dado todo: su talento, su ingenio, su gracia... Y hasta me habría dado su alma si la hubiera tenido. Sin poder contenerme, aplaudí. Mis guantes de encaje amortiguaban el sonido, por lo que fue un aplauso sutil y ligero.
Y entonces, él se volvió y me invitó a entrar con una sonrisa conciliadora, que dejaba entre ver un poco aquellos incisivos rasgados. Sin saber por qué, las piernas me empezaron a temblar un poco. "Avanza. Avanza, Carolina" Avancé unos pasos hasta quedar a una corta distancia del resto de invitados. -Buenas noches, herr, fräuleins -dije con un inclinación de cabeza-. Vengo a optar por el puesto de pianista compositora para su espectáculo.
Había acudido allí sin nada más que palabras, y una canción en mi cabeza. ¿Sería suficiente? Eché una mirada al escenario, allí había una pianola dispuesta en la esquina derecha. Presumí que era una marca extranjera, quizá alemana, lo que me hizo tontamente sentirme más confiada. Como si los espíritus de mi pasado estuvieran allí conmigo. -¿Le importa si...? -dije, señalando el piano. Me encaminé hacia él y me senté en la banqueta de terciopelo burdeos. Me quité los guantes y los dejé apoyados en mi regazo. Sentía las miradas de mis compañeros posadas en mí.
Pulsé la primera tecla de marfil, sentí su tacto, sus colores: blanco y negro. Como todo debería ser. Blanco y negro. Comencé a tocar, y yo no era yo. Carolina era la música.
Podría intentar describir qué era lo que pasaba en esos momentos, cómo las notas penetraban en mi ser haciéndome plenamente feliz y sosegada. La única paz y sosiego que podría alcanzar. Podría describir la música. Pero lo mío nunca han sido las letras. Dejé que ella hablara por mí.
Ahora ya no sólo tenía que estar concentrada en el vampiro anfitrión, si no en la nueva compañera de raza que acababa de atravesar la puerta. La única humana ya había demostrado que era una magnifica bailarina, por un momento la hizo sospechar de ser una gitana, lo que la empujaría mas a estar al a defensiva a esperar el momento indicado para acabarla, pero no, es una humana y como tal, el deber de Nereza es protegerla.
Se sentó en las butacas cercanas al escenario, para escuchar la magnificencia del piano. La mujer no sólo tocaba para expresar un sentimiento, hacia que los demás lo sintiéramos de una manera suave y misteriosa. ¿Cuántos siglos llevara existiendo? ¿Algunos milenios tal vez?
Nereza es una vampira joven, aun puede seguir diciendo que es humana a aquellos que la conocieron cuando lo era, aunque esas personas, como sus padres y esposo, ya han muerto, este último, al menos, la engaño al respecto y de seguro estar fornicando con alguna gitana en su sucia carreta.
-Que magnifico
Dijo en voz baja casi para sí misma. Parecía que el cabaret se llenaría con mucha facilidad las próximas noches, no sólo por el espectáculo que podrían ofrecer las mujeres, si no por simple hecho de serlo. Sólo esperaba que su nombre no fuera relacionado con algo, Violeta Andrews, el que ya no había usado durante años ¿Alguien la reconocería en París?
Cerró los ojos y se concentro en la música, dejó su misión por un momento y sonrió, disfrutando de las notas. Las imágenes de la música pasando por su cabeza, tratando de olvidar de concentrarse en fingir ser Violeta, la humana y no Nereza, la vampira.
Sonrió ante la enérgica expresión de felicidad ahogada de Sinnove al comprender que tenía el puesto; ese carácter alegre, laborioso y juvenil había conquistado su mente de negociante y empresario, era el perfil idóneo para atraer clientela al nuevo salón. Mientras tanto, la desconocida mujer fue avanzando con cierto temblor hacia el escenario, algo nerviosa; no tardó en captar un ligero cambio en el ambiente: La nueva dama, que por el acento parecía alemana, puede que austriaca, era familiarmente pálida y fría.
Con sinceridad, Soren se halló bastante sorprendido de la afluencia de vampiros en el servicio del local y, por un momento, se preocupó de en lo que aquello podría desembocar a la larga. Cuando había ideado Le Rayon Vert y había empezado a financiar su construcción, lo último que tenía en mente era una tapadera para un nido de chupa-sangres que secaran a los clientes y alertaran a las autoridades... por otra parte, Soren se tranquilizó a sí mismo pensando en que si él mismo era capaz de contener la sed, sin duda alguna habría otros vampiros de su misma calaña.
Además, todas las personas merecían una oportunidad independientemente de su aspecto o carácter. O eso mismo es lo que Soren esperaba de los hombres bellos que nunca quisieron dejarle acercarse.
Dedicándole una sonrisa cómplice a la dama y señalando, en silencio, el escenario, invitó a la pianista a ocupar su lugar. Amaba los pianos, solo los violines competían por ese amor; se encontraban justo debajo de la perfección anatómica de un hombre joven vivo y sano y justo por encima de la absenta y el opio... Bueno, lo cierto es que Soren nunca había tenido muy claro qué le gustaba más y en qué orden, era algo que dejaba a elegir en el último momento.
Unas primeras lentas y dispersas notas, como el goteo de agua en una fuente, dieron paso a una hermosa melodía interpretada con una experiencia y práctica que confirmaban lo que suponía: Tenía más años de los que aparentaba. Pero el talento le era innato, eso no lo ponía en duda. Sin embargo, la asombrosa melodía no cegó su percepción; no había sido Carolina la que había enfriado el ambiente al entrar en el local, si no Nereza, la primera vampira, cuyos ojos pasaban rápidamente de Soren a Carolina, saltándose a la joven humana.
<<Vampiros>> Suspiró exasperado. <<¿Me habré metido en su dominio? ¿Sentirá amenazado el territorio?>> Esperó que no fuera así, sería una lástima; después de tanto dinero invertido, no tendría tan claro como de costumbre si debía elegir la opción pacífica.
-Bravo.- Aplaudió al terminar la tocata en el piano.- Es usted sorprendente, sin duda alguna. Espero que no le sea molestia los intensos horarios nocturnos de este negocio; a ninguna de las tres.
Soren Makelyne
Vampiro Clase Media
Mensajes : 74 Fecha de inscripción : 03/05/2012 Edad : 1192 Localización : París, Francia.
Definitivamente, había sido una de mis mejores decisiones la de intentar probar suerte aquí, ya que después de haber escuchado la audición de la violinista y al poder ahora presenciar la de la pianista, no cabía duda que iba a estar rodeada de personas con un gran talento. Las notas se unían unas con otras bajo la presión de sus dedos sobre las teclas, creando una melodía agradable y armoniosa. Todo un placer para los sentidos de los presentes, entre los que, evidentemente, me incluía yo.
Sin embargo, ni el ritmo esquisito de la interpretación fue suficiente para ocultar la tensión que se palpaba en el ambiente. En un primer momento, y debido a mi propia euforia por haber superado la audición, ese detalle me había pasado completamente desapercibido. Unos minutos más tarde, al estar ya sentada y más calmada, si que pude darme cuenta de que se respiraba algo extraño en el aire. No tenía la menor idea de lo que podía ser, pero podía notarlo. Finalmente, tras observar a todos los presentes disimuladamente sin obtener respuesta alguna a mis inquietudes, decidí ignorarlo todo y volverme a concentrar en la melodía y en la actuación. Descansaba poco y trabajaba mucho, y eso unido a las emociones de los últimos días estaría nublando mi juicio y volviéndome un tanto paranoica. Sí, debía ser eso.
Cuando finalizó la audición no pude evitar aplaudir suavemente, con una amplia sonrisa dibujada en mi rostro. Sin duda alguna, estaba claro como el agua que había conseguido un puesto aquí. Quiero decir, ¿quién sería tan incauto como para dejar escapar un talento como el suyo?
Giré la cabeza cuando el joven habló, refiriéndose a las tres en sus últimas palabras. Tuve que contener una pequeña risita que amenazón con escapar de mis labios antes de poder contestarle.
—Definitivamente trabajar por la noche no será un problema para mí, señor—dijé, aunque no creía que alguien tuviese dudas de eso con tan solo ver mi vestimenta—Tengo amplia experiencia en lo que a trabajo nocturno se referie—añadí con una sonrisa un tanto tímida. Esa era la principal razón que me había empujado a venir aquí, la posibilidad de empezar a alejarme del burdel y de todo lo que estar allí implicaba.
por Carolina Van de Valley Dom Ago 12, 2012 4:51 am
Cuando terminé de tocar, un profundo sentimiento de vacío me asedió. Fueron sólo un par de minutos, quizá menos. Era una sensación a la que ya estaba acostumbrada. Siempre ocurría. La música y yo; un lazo -el único-lazo inquebrantable, que, irremediablemente, me conducía siempre hasta él. Daba lo mismo lo mucho que intentara alejarme, con otros ritmos, otras músicas, u otras melodías. Siempre estaría él, mi Maestro. Al que le hubiese debido tanto de no ser porque su alma -en el supuesto caso que seres como nosotros la tuvieran- estaba torturándose en el infierno.
La melodía también me había hecho viajar a la campiña de Gumpoldskirche, donde padre tenía la casa de campo. Allí íbamos los veranos, porque los inviernos en Gumpoldskirche eran horribles. Y luego estaba la casa de la calle Höfster, en pleno centro vienés. De la casa de Viena guardaba también recuerdos, más tristes. Clotilde y su larga enfermedad, Hans partiendo a la guerra contra Rusia, y mi otro Maestro, el humano, el loco, creativo, atolondrado, el Pequeño Genio, como lo llamaban. Ah, ¿cuánto haría de todo aquéllo? Un siglo. Un siglo. Me mareaba de tan sólo pensarlo.
Pero todo eso eran cosas del pasado. Me gustaba pensar que habían pasado junto con la música. Cuando terminé de tocar, volví a colocarme los guantes y me levanté del banquillo, mi vestido haciendo el suave sonido de la seda al rozar contra cualquier material. No sabía qué esperar a continuación.
La respuesta del joven maese me hizo ladear una sonrisa tíbia. Efectivamente, quedó confirmado lo que era el dueño de aquel local. -Gracias, herr -incliné la cabeza en señal de gratitud-. Me refuerzo en el comentario de mi compañera, no será problema para mí trabajar de noche.
"Ningún problema, de hecho"
Y allí estábamos todos. Hijos de la noche. Hasta incluso la mortal se había reconocido como tal. La noche acogía a todos, almas errantes. No era discriminatoria, como el día. El día sí que no dejaba paso a nosotros, los vampyrs, porque no éramos dignos de la luz. O eso decían los sacerdotes. -Y, ¿cuándo empezaremos? -hasta a mí me había sorprendido el entusiasmo que de repente invadió mi voz, normalmente lineal y neutra. ¡Yo, que al principio reservaba tantas dudas con respecto a trabajar en locales como éstos! Pero no debía olvidar por qué lo hacía; era por un sueño. "Un sueño. Qué curioso. Aún me queda de eso"
Spoiler:
Chicos, siento la tardanza. He estado de ausencia por vacaciones unos días >.<
Ya se había dado cuenta el vampiro, al menos eso pensaba ella. Ahora había tres criaturas que se alimentan de sangre viva, esa sangre que la señorita Sinnove protegía con su cuerpo envuelto en ella. Nereza Sabía que si alguno de los vampiros atacaba, tendría que defenderla, es su dedicación la de proteger a todo ser humano, incluso si eso revelaba que en realidad servia a un Dios que, posiblemente, ninguno de sus compañeros de raza crearía.
No pensaba que crean en el, puesto que, seguramente, culpaban al cielo de su maldición, o pensarían que el Papa tiene métodos extremos para acabar con el que él consideraba pecadores. Para Nereza el hecho de ser parte del espectáculo, le abría las puertas a un mundo secreto, que seguramente la llevaría a su objetivo.
-Bien, parece que tiene a tres magnificas mujeres para su espectáculo, estoy segura que encontrará el puesto ideal para cada una. ¿Pero ahora que sigue? Espero que se presenten mas personas a este maravilloso lugar.
Nereza camino de vuelta al escenario, para imaginárselo lleno de personas, algunas de las cuales se darían cuenta de su condición, justo como el anfitrión del lugar. Podrían saber lo que es en existencia, pero jamás descubrirían a quien sirve.
-Violeta Andrews , Sinnove Lindstorm y Carolina Van de Valley. Nuestros nombres se encontraran pintados en las pancartas afuera, mientras niños por las mañanas suelen gritar que nos presentaremos hoy. Claro esta, espero que haya algo mas que apoyarnos. Nuestra bella danzante no podría hacer sólo todo el trabajo, así como una excelente pianista podrá acompañar a una obra de arte de sombras andantes.
Ella miró a Carolina y le sonrió, esperando que su compañera de raza, sea ajena a los ataques territoriales que suelen tener los vampiros por aquí.
-Me uno a mi futura compañera para preguntar cuando será el comienzo de la magia
Aún las vigilaba, sentado a horcajadas en una de aquellas altas sillas de madera que en las próximas noches darían cobijo a tantos hombres importantes de París, buscando un momento de regocijo en las artes y los espectáculos, en la belleza del cuerpo humano actuando. Y aún las estaba analizando.
Sinnove se mostraba como una humana de aspiraciones sencillas. Podía presentir los nervios aflorar en sus palabras y gestos enérgicos, emocionada por el reciente adquirido trabajo. Muchos vampiros despreciaban y detestaban a los Humanos porque sus aspiraciones siempre eran sencillas y banales, pero Soren no era un vampiro como los demás. No, él no había olvidado la brevedad de la vida humana y admiraba profundamente la capacidad que tenían los humanos para sentir la vida y abstraerse de los deberes y obligaciones que ahogaban la mente hasta convertir a un joven alegre en un decrépito anciano sempiterno gruñón.
La vejez, para un mortal, solo era un defecto temporal. Pero en un vampiro era una idea que resultaba auténticamente aterradora.
A Carolina la sintió profundamente emocionada. Fue la forma de concentrarse en su música, dejando allí solo su cuerpo mientras su mente vagaba libremente a saber Dios por qué pasaje mental, muy probablemente alguna escena de su pasado o intenso anhelo. Aquella emoción intensa, nostalgia muy posiblemente, se dejaba filtrar en su arte deslizándose como agua hacia los oídos del incauto espectador, hechizándolo en el acto. Era una de esas vampiras que, al abandonar su vida mortal, no volvieron sus corazones fríos y muertos si no que aprendieron a sentir como no lo habían hecho nunca. Él mismo sabía muy bien cómo era aquello, y aún recordaba cuan dura le resultó su juventud.
Y precisamente por eso se interesó en ella. Tendría que ayudarla, más que nada para evitar que su naturaleza fuera extremadamente obvia sobre el escenario, pues nunca se sabe cuándo un Cazador o Inquisidor puede entrar por la puerta...
Y finalmente estaba Violeta... La otra vampira, que en un principio le había parecido tensa y violentada... No se podía dudar de su refinado talento y maestría, pero algo no terminaba de gustarle en aquella mujer, aunque no terminaba de deducir de qué podría tratarse...
-Pues...- Miró a su alrededor, asegurándose de que no hubiera entrado nadie más.- ...parece que hemos terminado por esta noche. Pero no se preocupen, ya han venido otros hombres y mujeres y más estarán por llegar a este negocio.- Respondió a Violenta con una amable sonrisa.- Pero sin duda, ustedes tres son, de momento, el espectáculo principal de Le Rayon Vert y las invito a tomar la iniciativa y proponerme cualquier idea que consideren oportuna. Yo soy el director, pero cuatro mentes tienen más ideas y mejores que solo una.
Se mostró relajado y satisfecho. Y por una vez no era un papel, realmente estaba contento. Aunque el interés que una vampiro mostró hacia la otra hizo que se le erizaran los pelos de la nuca.
-Empezaremos los ensayos mañana mismo. En cuanto al espectáculo... en cuanto juzgue que está lo suficientemente bien pulido. Así que... pueden preguntar sus últimas dudas, dar libremente sus opiniones, hacer sus sugerencias y tomarse el resto de la noche libre. Cuando quieran.
Soren Makelyne
Vampiro Clase Media
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