Las Audiciones de Le Rayon Vert. [Abierto]

Recuerdo del primer mensaje :

Dio lentos pasos hacia la fachada del edificio, nervioso como hacía años, puede que siglos, que no se sentía. No eran nervios malos, no, era un cosquilleo emocionante que recorría meticulosamente todo su cuerpo, una sensación muy parecida a la que siente todo niño justo el momento antes de abrir un regalo, o como esas mariposas en el estómago cuando estás a punto de besar a ese chico del que tanto tiempo llevas enamorad.

Sí, eso mismo era: Amor. Su auténtico y verdadero amor, el más longevo, el que sentía por las Artes.

Casi terminado. Y suyo.

Por fuera el edificio era sencillo, Soren había vivido mucho tiempo en el Lejano Oriente y allí los gustos estéticos eran refinados y muy poco recargados, agradando a la vista y el alma, pero resultando muy práctico y espacioso. Después de un par de siglos en Japón, algo de aquello se le había pegado al carácter. En ese mismo momento, de la sencilla pared encalada, un par de parisinos se encaramaban a una escalera de madera para colgar el cartel: Era una plancha de madera pirograbada y esmaltada, al antiguo uso de las tabernas escocesas, con el dibujo de un medio sol poniente, ocultándose tras las olas de un mar tranquilo, desprendiendo tres grandes rayos de luz verde que recordaban a la mitad superior de una cruz griega.

No pudo evitarlo, una sonrisa de orgullo y nerviosismo infantil invadió su cara. Llevaba mucho tiempo vigilando la construcción de aquel edificio y por fin estaba a punto de empezar a usarlo.

Pasó al interior. Era una inmensa sala de paredes pintadas de negro y sin ventanas,- en realidad sí las había, pero estaban ocultas como paneles giratorios para evitar que la luz y el ruido exterior se filtrara en la sala durante las actuaciones... o que miradas indiscretas disfrutaran gratuitamente del espectáculo- decenas de mesas redondas acababan de disponerse allí, en el patio de butacas, hacía apenas unas horas, y ahora los trabajadores metían las sillas y las colocaban sobre la mesa, mientras terminaban de amueblar y limpiar. A un lado, una larga barra se extendía ante las estanterías aún vacías donde descansarían decenas de licores distintos, y tras la cual se encontraban las pequeñas cocinas y su almacén. No pretendía servir comida muy refinada, precisamente, pero siempre era útil tener una cocina a mano.

Y se giró, finalmente, al fondo del escenario. Las estaban colgando en ese mismo momento. Unas inmensas cortinas de terciopelo rojo brillante, como la sangre, ribeteadas con hilos de plata... había tenido que gastar bastante dinero en aquel encargo e incluso pedirle ayuda a su hermano Carter, mucho más adinerado- y serio y trabajador y honrado... bueno, eso último no era tan seguro- que él. Pero mereció la pena.

Recorrió el patio con unas pocas rápidas y anchas zancadas y se encaramó al escenario de un salto. Se giró y disfrutó de las vistas, tanto del foso de los músicos- nada exagerado ni muy amplio, apenas cabrían una decena de músicas al mismo tiempo, solo lo suficiente para acompañar las actuaciones- como del patio de butacas, y se permitió soñar por un momento que todo aquel espacio estaba repleto de espectadores en pie aplaudiendo desenfrenadamente a otra de sus actuaciones maestras, lanzándole rosas, y él les devolvía el agradecimiento con exageradas reverencias.

La puerta se cerró con estruendo, al parecer estaba mal encajada en sus goznes, y el portazo lo sacó de sus ensoñaciones mientras aún estaba en plena reverencia, mirando el hermoso parqué del escenario. Su vanidosa mente había vuelto a dejarlo en una pose incómoda y ridícula, menos mal que ya estaba acostumbrado...

Por un momento, me sentí como si Violeta fuese un general de un gran ejército que estaba arengando a sus tropas previamente a comenzar la gran batalla. Y es que sus palabras realmente habían calado hondo en mi persona, haciéndome soñar con un escenario maravilloso y un público completamente entregado a nuestras artes.
Me parecía completamente impensable el ver mi nombre en un cartel, o que la gente pudiese reconocerme por la calle por ser algo más que una de las prostitutas de la zona. Mis aspiraciones en la vida nunca habían llegado tan alto.

Una sonrisa complacida se dibujó en mi rostro, mirando a mis compañeras y asintiendo con la cabeza, en busca de crear los primeros rasgos de camaradería entre nosotras.
La voz que me decía que estaba pasando por alto un detalle extremadamente importante seguía resonando en mi mente, pero una vez más, la ignorancia fue mi mejor aliado. Estaba demasiado deslumbrada con las espectativas de mi nuevo empleo como para notar que seguía existiendo algo raro en el ambiente.

Las palabras de Soren me hicieron sentir algo pequeña e insignificante, ya que me hicieron darme cuenta de que no tenía la menor idea sobre como manejar un cabaret o como dirigir un espectáculo. Mi experiencia profesional en eso, al igual que en la danza, era absolutamente nula. Yo bailaba con el corazón, sin técnica, solo fiereza y setimientos creados por la melodía que estuviese escuchando en ese momento, y no sabía si eso iba a ser suficiente como para poder mantener un buen nivel en el espectáculo. Aunque si Soren había confiado en mí, no sería yo misma la que no lo hiciese.
Por otro lado, era más que evidente que yo no tendría que encargarme de esos detalles, ya que para algo él era el dueño del local, pero aún así, el simple hecho de dar una opinión bien fundamentada se me quedaba grande. Aún así, mi caracter ciertamente impulsivo me llevó a exponer mis dudas en voz alta.

—A mi gustaría saber si seremos nosotras mismas las encargadas de montar el espectáculo bajo su supervisión o si simplemente tendremos que interpretar un papel ya preestablecido—inquirí de manera educada y curiosa, sabiendo que no era la pregunta más elaborada ni más interesante del universo.

Y ahí estaba yo. Carolina Van de Valley, la nueva pianista de una sala de variedades. Si el general Karl Van de Valley levantase la cabeza, probablemente volvería a su tumba; decepcionado. Pero eso ya daba igual. Porque Karl Van de Valley no se iba a levantar jamás. Ni tampoco Clotilde ni mis hermanos. De hecho, hace mucho que asumí que Van de Valley sólo era un apellido, con el que no me sentía ya vinculada. Desde que Friedrich me llevó, sólo he sido de él y nadie más. Incluso ahora que ya no estaba.

Sin embargo, Le Rayon Vert no se merecía tal menosprecio. Para mí, significaba esperanza, como su propio nombre indicaba, un rayo de luz. Hacía mucho que no me sentía de aquella manera. De alguna forma, todo estaba empezando a cambiar. O tal vez era yo la que lo estaba haciendo. La muerte de Friedrich, la desaparición de Dimitri, la partida de Gregori... Todo eso me había hecho reflexionar. Los vampiros tenemos mucho tiempo para hacer eso. Era mucho lo que había perdido, pero sentía que era justo ahora cuando empezaba a ganar algo más. Tal vez el Destino no era tan malo, después de todo. Me había devuelto a Marek, y me había abierto esta oportunidad donde empezar a edificar un sueño.

-Sí, a mí también me gustaria saberlo. Personalmente, puedo adaptarme a lo que sea. Aunque pienso que entre todos podríamos planear un buen espectáculo -mis conocimientos sobre puestas en escena no eran demasiado útiles. En el conservatorio, monsieur Armand siempre me encargaba pequeñas obrillas, o incluso trabajo de copista. Pero a mí no me importaba. Yo sólo quería la música.

OFF: Chicos, de nuevo, siento la tardanza. Pero andaba de ausencia >.<