Bajo el sol, suceden muchas cosas [Agustín]

por **Colette Bonhaure** Lun Jul 09, 2012 1:11 pm

Sentada en un banco su vestido verde pálido combinaba con los verdes vívidos de las plantas, disfrutaba de la sensación de hormigueo que producía el sol en su piel, la brisa mecía sus cabellos, cerró sus ojos y se encontró de vuelta en el jardín de la cabaña del campo de sus padres, casi podía oír el piano a lo lejos y sentir el intenso aroma de los jazmínes, extrañaba mucho a su familia, pero las vueltas del destino, la habían traído hasta esta ciudad. Abrió los ojos lentamente y contempló como la vida de las demás personas continuaba, cada una era un pequeño universo, cada una tenía sus propios conflictos, sus alegrías, sus aventuras, y ella pasaba completamente desapercibida, era eso lo que buscaba y lo encontró, en Niza todos la miraban con ojos juzgadores, pero aquí era anónima. Sonrió levemente, pensando en todas las historias de las que fue testigo este parque, amantes enamorados, corazones rotos, traiciones, bienvenidas, despedidas, historias olvidadas que compartieron este escenario, se preguntó si alguna vez este parque sería testigo de alguna alegría o desdicha suya así como ahora era testigo del comienzo de una nueva etapa.

Recorrió el lugar con la mirada, una pareja jugaba con su pequeño, un par de mujeres conversaban divertidas, probablemente de cotilleaban los sucesos de la sociedad, eso era igual en todos lados, un par de transeúntes caminaban sumidos en sus propios pensamientos, unos iban, otros llegaban, buscando un poco de calma, un respiro de aire fresco para aclarar ideas, para olvidar penas, o como ella simplemente para recordar lo perdido. Su atención se centró en una curiosa escena, una mujer hermosa, esbelta envuelta en un vestido color durazno con detalles de encaje negro, una dama sin dudas discutía, intentado esconderse en vano detrás de un precioso abanico, el hombre la ignoraba, miraba hacia el cielo, hacia el suelo, hacia cualquier lado, en ningún momento fue capaz de sostenerle la mirada a la mujer. Colette se acomodó en el banco, fingió hojear el libro que llevaba consigo, pero lo cierto era que seguía cada movimiento de la pareja, pecaba de indiscreta y lo sabía, pero no le importaba, intentaba pasar un buen rato, y lo estaba consiguiendo. La discusión iba subiendo de tono, la joven ya no hojeaba el libro, esperaba atenta el momento en que la mujer estallase, era inevitable, podía ver las venas de su cuello inchadas de pura rabia tal vez, o sería decepción, pues solo esas dos cosas eran capaces de exasperar a una persona de tal modo.