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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Tania Fernandez Lun Jul 16, 2012 10:35 am

Tania había sentido mil placeres entre brazos femeninos y masculinos, solamente recordaba aquellos besos, caricias y suspiros que había gozado de gran manera, haciendo que cada segundo de aquel acto sexual en donde ella ofrecía su cuerpo por una cantidad considerable de francos. Se había ya fundido con muchos cuerpos. el sexo era algo intenso y divino, pero ella ya había encontrado en aquel acto sagrado un beneficio, tanto para su bolsillo como para ella, aun así, aunque muchas personas (casi siempre devotas al señor) decían que lo que ella hacía era un pecado, Tania sentía que el sexo era tan solo eso: Sexo. Pleno, libre, consentido, lleno de tantos bellos matices para tantas personas que entraban a su cuerpo y salían extasiados, para ella era suficiente con ver los francos en su poder para sentir verdadero placer.

Era no era inmune… era un humano, peor, era una mujer. También había ocurrido –ya hace mucho tiempo- que había besado y acariciado con el corazón hinchado, palpitando como loco por estar con aquel ser que consideraba querido, rogando con sus labios un poco de amor y comprensión, gritando entre gemidos que la amaran, no como cortesana, si no como mujer.

El pasado en el pasado, ya no importaba lo que hubiera deseado, ya había pasado aquella etapa en donde había bebido con tanta desesperación en un aparente oasis de libertad que sentía que su cuerpo se aflojaba de toda cadena que le ataban… pero… aquello apenas era una ilusión provocada por el mareo que aquellas drogas le producían. En estos momentos estaba empapada de deseo por buscar cariño, no como mujer, si no como cortesana, ver como alguien estaba alegre y deseoso de poseer su cuerpo, de tenerlo, de buscar derretirla a ella y a todos sus sentidos

Ahí están las diferencias
entre el sexo y otra cosa
que deberia nombrar
para darle mayor sentido

Una dama se había aproximado a ella, parecía que sus plegarias habían sido escuchadas, era hermosa ante los ojos de Tania, se sentía casi que privilegiada de ver aquellos ojos que la hipnotizaban, pero ella nunca había sido buena para demostrar el interés en personas. Solamente se encaprichaba más y cada vez más con solo ver los rasgos. Siempre había pensado que era mejor estar con una mujer cuando su corazón era débil, ellas siempre daban protección y cariño maternal, aunque esta mujer no parecía tener nada de eso. ¿Qué le daría ella de nuevo y excitante?.

Tania había llegado lejos, no solamente era una cortesana mas, era la encargada del burdel, la que tenía que rendirle cuentas de todo al dueño de aquel establecimiento. No se sentía como alguien importante, odiaba a las personas que se sentían con algún poder especial. Se acerco a la mujer como otra cortesana mas, con algunos gestos normales la había invitado a subir para que disfrutara de su compañía; un ritual normal al que ya estaba casi hastiada, por eso adoraba tanto los clientes frecuentes, ya que con ellos podían subir de una vez a la habitación y comenzar su previo juego. Pero también le encantaba probar carne fresca y nueva, era como una experiencia de éxito y error, cuando le gustaban podría llamarlos otra vez, invitándolos para que fueran clientes de aquel cuerpo que ella trataba como una forma más de trabajar, pero que le daba importancia y no dejaba que cualquier idiota posara sus manos sobre sus atributos…

Se había movido de forma sigilosa, casi como un cambiaformas felino, miro a la dama que estaba siguiéndola hasta la habitación elegida. Giro su cuerpo sonriendo de medio lado para luego volver a ver hacia adelante –me creerá que soy alguien totalmente atrevida… esta en lo cierto…- dijo abriendo la puerta de la habitación –pero… usted ¿me desea como yo la deseo?- pregunto dejando la puerta abierta, como una invitación de entrar, pero también dándole aquella libertad de elegir a ella o a otro de sus compañeros.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Jul 23, 2012 1:55 pm

Aquella era una noche cualquiera. Que pensaba pasar con ¿Una mujer cualquiera? Aunque mi predilección por ellas fuera más que visible, para mi misma, debía admitir que una cortesana no era más que eso. Una puta por la que pagar cuando sentía pereza de acechar. Cuando quería algo fácil. Y ese iba a ser el plato de la noche, algo sencillo, fácil de preparar. Había varios burdeles en las zonas más transitadas de París durante el transcurso de la noche. Algunos mejores que otros, por supuesto. Con diferentes tipos de mujeres y de hombres. Estos habían sido todo un descubrimiento. ¿Quién iba a pensar que hasta los del género masculino sucumbirían? Ellos, que siempre habían alardeado de tener el poder. De ser los que mandaban. De ser el género fuerte solo por tener una estúpida verga con la que ejercer su superioridad. ¡ Ja! Sí, había sido realmente divertido pagar por uno de ellos. Todavía recordaba esa primera vez, años atrás... Sonreí traviesa, con una divertida lástima. Puede que me desfogara un poquitín, por ser el primero. No quedó demasiado bien parado en ninguno de sus agujeros. Solo de pensarlo, me entraba hambre por hacer lo mismo. Por destruir. ¿Quién sería el afortunado aquella noche?.

En un principio, había entrado con predisposición a un macho, solo por las meras ganas de verle suplicar con lágrimas. Sin embargo, mis ojos se habían topado con algo mucho más apetecible. A mi ver. Los ojos de una tigresa, devorándome. ¡Oh! Eso no ocurría a menudo.. Reconozco que soy tan atractiva como intimidante, para la mayoría de las mujeres. Y digo la mayoría, porque estaba claro que esa me consideraba de todo menos amenazadora. En todo caso, apetitosa era el adjetivo que se me venía a la mente. Al igual que un hombre. Pocos hombres que vivieran para contarlo sabían de mi verdadero yo. Al conocerme, solo veían un trozo más de carne dispuesto a complacerles. ¡Qué risa!. Oculté mi repentina euforia por la fémina morena mientras me acercaba a ella con un aire complaciente. No hicieron falta demasiadas palabras para que me guiara hasta lo que debían ser sus aposentos. Dónde daría comienzo lo divertido de verdad. Sonreí con coquetería ante sus palabras y tomé de su mentón, alzándolo y acercándolo a mi vera. - Atrevida... Me gusta esa palabra, quiero ver cuán atrevida eres ahí dentro. Te compensaré con buenos billetes - Solté mi aliento sobre sus labios, soltándola después en un gesto brusco e indiferente. Puede que se creyera especialmente seductora, e incluso era divertido pensar que me consideraba una de sus 'capturas'. Mas había sido ella la capturada, sin a penas darse cuenta.

Entré en la estancia cómo si aquello me perteneciera, observando el lugar sin demasiados ánimos. La mayoría de las habitaciones eran iguales. En realidad, tenían más de lo que necesitaban. ¿Qué más requerían a parte del propio suelo para hacer su trabajo? Una cama, solo para añadirle comodidad. Lo demás sobraba. Aquella noche había decidido vestirme con algo casual y provocativo. Un vestido rojo, como la mayoría de mis prendas, y de una ligera transparencia que dejaba entrever las prendas interiores. Un corsé, realzando mis perfectos pechos, y la parte inferior que tapaba estrictamente lo suficiente. Aunque nunca había sido alguien dada al pudor. Había caído en el olvido, junto a muchas otras sensaciones que a un cuerpo muerto no se permite poseer. Me dejé caer sobre el sillón, cerca de la cama, mirando en dirección a la prostituta. - Para empezar, quiero que te des un baño y limpies tu cuerpo para mi. Rápido, por supuesto - Torcí los labios en una sonrisa acostumbrada a ordenar y a ser obedecida. Mientras, mi cuerpo se acomodaba a aquel sillón, dejando ver parte de mi perfecta y blanquecina piel al cruzar las piernas en una posición tan tentadora como sutil. La ducha, era ya una rutina. Una rutina que me permitía establecer los planes de la noche y hasta dónde le permitiría llegar a mis ansias.
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Mensaje por Tania Fernandez Jue Jul 26, 2012 11:31 pm

Había notado en ella aquella energía que proyectaba autoridad y miedo, parecía como de aquellas personas que no podía acercárseles ni siquiera unos metros porque ya comenzaban a influir en los sentimientos de los otros, comenzaban a detonar miedo y en vez de acercarlas lo que hacían era alejarlas, como si las repelaran. Tania en cuestión no era una persona, así que en vez de alejarla la atraía como mosca a la miel. Era divertido notar las diferencias entre sus clientes, aunque casi siempre mantenía una selección entre ellos, le gustaba disfrutar de cosas diferentes y exóticas… como aquella vez que acepto hacerlo en una elegante carroza con aquel tipo millonario a mitad de bosque. Lo había hecho por solamente diversión, no porque necesitara el dinero o algo así, en realidad parecía que Tania sufría de ninfomanía o simplemente adoraba su trabajo.

Entro luego de que ella lo hizo cerrando la puerta a su paso, camino mientras la mujer se acomodaba en la estancia. Sonrió al oírla, lo único que hizo fue realizar una reverencia para dirigirse al baño. Descaradamente comenzó a quitarse la el corsé simple de color pastel que tenía en su cuerpo, para luego dejar deslizar todo el resto del vestido por su cuerpo. Camino unos pasos hasta quedar completamente desnuda y entrar a la habitación para limpiar su cuerpo como había dicho ella. Aprovecho a quitarse todas aquellas impurezas y olores de los diferentes hombres que había poseído hoy, tampoco le molestaba hacerlo, era una forma de renovarse y estar fresca para el próximo round.

Volvió a la estancia con su cuerpo aun húmedo, con apenas una bata de seda barata de color rosado, un veo rosado que no le había gracia al hermoso color piel canela que se alzaba ante los ojos de la dama. Apenas cubría parte de su cuerpo, dejaba al descubierto el monte de Venus de la dama con un suave pelaje que hacia un casi escaso triangulo, sus pechos firmes y perfectamente redondos sin el corsé se veían libres y jugosos. Parecía que su cuerpo era tallado de forma especial por aquellos dioses indígenas que sus antepasados adoraban. Su cabello abundante caía por sus hombros hasta llegar a su cintura –espero agradarle- comento sonriendo de forma picara. Se acerco a ella sentándose en el suelo mientras juguetonamente alzaba su mirada hacia aquella diosa que estaba sentada como tal y eso le encantaba, muchas veces ella tomaba el control en las relaciones lésbicas, era casi imposible encontrar una mujer dispuesta a dejar sus prejuicios para comenzar a hundirse con ella en una unión cósmica como es el sexo.

El explorar otra mujer era totalmente hermoso y diferente, te volvías la madre, la hermana, la amiga y amante de un cuerpo que aunque no era el tuyo lo comprendías muy bien. Mujeres… siempre era lo mismo, tímidas, esperando que otra tomara el papel de “macho” en la relación para sentirse cómodas siendo sometidas, muy pocas veces no había una división de roles. Miro a la mujer para luego besarle la rodilla que estaba cerca de sus labios –bueno… no quiero apresurar nada pero tampoco atrasar- dijo levantándose para sentarse en las piernas de la mujer y poder estar ahora ella un poco más alta ya que con sus rodillas se hincaba en el sofá-Mucho gusto hoy yo seré su compañera de diversión- le susurro cerca de los labios con una risilla picarona
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Dom Ago 12, 2012 9:46 am

El cuerpo de la mujer era bello, innegablemente. Mis ojos le daban un repaso a fondo mientras se desvestía en mis propias narices, antes de entrar al baño para tomar la ducha que yo misma le había ordenado. Obedeciéndome. Empezaba bien, pues me gustaban las prostitutas que sabían aceptar su oficio como tal. Si iba buscando allí a una era para algo fácil, algo en lo que no requiriese de ninguno de mis poderes. Buscaba a alguien sumiso, aunque fuese una máscara de mentiras tras los billetes que después de aquella noche recibiría. Poco me importaba. Para mujeres rebeldes, ya tenía a las que cazaba en cualquiera de los callejones de París. Sonreí satisfecha. Ahora que el agua había empezado a caer, decidí deshacerme del vestido que aquella noche llevaba, rojo como siempre. Haciendo resaltar la perfección de mi cabello. ¿No era irónico que mi propio color natural fuera el rojo, rojo como la sangre que tanto necesitaba para vivir? Sí, demasiado irónico. Tanto que hasta parecía una broma del destino. Tal vez, fue por eso que Anna me eligió centenares atrás. Tal vez, era eso lo que más la había atraído de mi. Y pensar que una vez había sido yo la que se postrara ante otros.. En parte, me enfurecía recordarlo. Todavía me costaba entender la estupidez de aquellos días, claro que, de todo se tiene que aprender en la vida. Y eso debía agradecérselo a ella.

Quedé la prenda tendida en algún lugar de la habitación, sin darle la mayor importancia. Las mujeres teníamos fama de ser muy cuidadosas y caprichosas con el vestir, muy apegadas a las prendas de vestir que lucíamos. Claro que, yo jamás había sido como cualquiera. Debajo de aquel ligero y casi transparente vestido, llevaba puesto el conjunto interior de turno. Un sostén que encajaba a la perfección con mis senos, realzando la curvatura del escote, y unas bragas de encaje atados a los ligeros que precedían a unas medias de rejilla. Todo semitransparente, dejando ver y a la vez escondiendo lo que había detrás, para más picardía del juego. Eso, de momento, permaneció contra mi cuerpo. Quizá, si le noche terminaba bien, acabaría también tirado en el suelo como los zapatos que acompañaron al vestido. Retomé mi asiento, esta vez cruzando más provocativamente mis piernas, apoyando el codo sobre uno de los antebrazos de aquel sillón y aguantando también el mentón. Miraba en todo momento a la puerta del baño. Sabía que no tardaría mucho, porque yo se lo había ordenado. El olor a sexo de clientes anteriores se iba desvaneciendo con rapidez, curiosamente resultaba escrupulosa en ese sentido. Puede que con una presa cualquiera no pudiera evitar olores ajenos, pero con las prostitutas siempre era el mismo ritual. Y, ya que les iba a pagar, no quería ningún otro olor diferente al mío en ellas. ¿Capricho, tal vez?.

Sonreí cuando la vi salir, mojada y desnuda, encaminándose hacia mi cual fiera que estaba siendo domada. Su precioso cabello negro caía completamente listo por su espalda y también tapaba parte de sus pechos. El color tostado de su piel contrastaba completamente con el mío, pálido muerto. A penas recordaba mi piel con tono, de aquellos años como humana, en los que trabajar de esclava bajo el sol habían acabado por oscurecerme. Físicamente hablando. Temas sin importancia.. Me dije, replicándome que no debía dejar de prestar atención a la belleza que se postraba ante mis pies. La excitación subía como la espuma, concentrándose en mis puntos claves. La entrepierna y, por supuesto, mis senos. Ya podía notarlo. El deseo de ella se volvía mío. Que interesante se asomaba la situación.

Mis manos en todo momento se mantuvieron contra los reposabrazos del sillón, aun cuando ella decidió por su propia cuenta subírseme a horcajadas. Que divertido.. Veía en sus ojos la costumbre a ser ella la dominante, la que tomara las riendas en aquel tipo de relaciones. Lésbicas. Sí, iba a ser divertido someterla. Por una parte, me daba la sensación de que no iba a resistirse a ello ¿A caso no venía bien un cambio de tanto en cuando? Y puede que con los hombres ya tuviera práctica en ello. Aún así, quería descubrirlo con mis propias manos. ¿A caso tienes prisa? Reí Ya te dije que te pagaré como es debido, puta, así que recuerda que ahora soy yo la que manda La tiré al suelo, levantándome yo seguido a ella, mirándola como estaba acostumbrada a mirar a mis esclavas. Con la compasión de la que carecía por completo; ninguna. Mi pie acarició parte de su muslo derecho hasta llegar a la zona púbica, el roce del cabello íntimo acumulado en aquella zona me produjo un ligero cosquilleo. Bastante placentero. Apreté entonces el pie, no de una manera excesivamente brusca, pero sí lo suficiente. Te quiero en cuatro sobre la cama. Ya Claramente una orden. Y ¿Sabéis? Estuve tentada de decirle que era su última oportunidad de escapar con otro cliente más benévolo. Pero no. Lo cierto es que ya no había oportunidad alguna.
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Mensaje por Tania Fernandez Mar Sep 04, 2012 7:57 pm

Desde que la había visto sabia que aquello no sería como normalmente estaba acostumbrada, por eso había deseado estar con ella antes de que sus ojos se posaran, una mujer busca experimente nuevas experiencias. Las mujeres en aquel tipo de relaciones eran muy diferentes, siempre parecían mantener el instinto de que debían quedarse en una posición de sumisión ante el hombre que era el que tenía todo el poder. ¿Qué era eso? Eso no era sexo era simplemente un momento en donde el hombre practicaba su poder masculino. Adoraba ser la mujer que era, que podría doblegar a cualquier hombre demostrándole que era innecesaria la palabra “sumisa” y que aquella palabra no la describía a ella, muchos quedaban extasiados y la buscaban para seguir con aquel servicio ya que sus mujeres… pues no eran cortesanas. En cuanto las mujeres, era divertido, pero a la vez monótono tener que ser lo mismo siempre. Las relaciones homosexuales debían ser más creativas, buscar formas de complacerse mutuamente mediante de juegos y juguetes, ella siempre debía enseñarles aquello a las damas decentes que estaban acostumbradas a estar con un hombre.

Sus palabras no la tomaron por sorpresa, no era prisa, simplemente ya estaba acostumbrada. Pero no pudo evitar sentir como su cólera comenzaba a sacar burbujas como en un agua hirviendo cuando fue lanzada hacia el suelo ¿Qué se creía? Le miro como tal fiera se rehúsa a ser caso, hasta dejo salir un leve gruñido mientras con sus manos se apoyaba en el piso para buscar levantarse, pero el pie de aquella mujer no lo permitió, sus cabellos cubrían levemente su rostro, no los retiro, con su mirada baja ponía atención a donde iría aquel pie, cuando tono que comenzaba a llegar a su entrepierna instintivamente busco cerrar su piernas, pero aquella pareció mala idea. Su cuerpo se estremeció al sentir aquella presión en su intimidad, estaba a punto de vociferar algún insulto ya guardado pero extrañamente aquella sensación se entremezclo con un placer casi inexplorado en ella.

Ya ni siquiera un hombre que era el que debía introducir aquel apéndice en su coño le provocaba aquella sensación que parecía ser…¿Qué podría ser? No tenía muy bien una explicación concreta. Su cuerpo le decía que tal vez era mejor huir, que sería mucho para ella y mucho más cuando aquella orden fue dada con tanta ligereza. –Oh… muy bien, ya entendí… ¿Cómo desee que la llame?- pregunto levantándose con aquella sensualidad y serenidad que parecía ser propios de su personalidad. Se quedo por unos segundos mirándole a los ojos, con el ceño levemente fruncido y mostrando ciertos signos de disgusto, pero ¿Qué fiera se doma a la primera? Ella había estado acostumbrada ya por mucho tiempo a ser salvaje y a hacer lo que a ella le daba la gana. Muchos decían que Tania parecía una cortesana que buscaba el placer en vez de darlo, que era una mujer altanera y sin intensiones de obedecer los caprichos de sus clientes si no eran de su agrado.

Tranquilamente se aproximo a la cama cateando en ella, posando sus manos en las suaves y limpias sabanas para luego sus rodillas tocarlas, dejando sus piernas extendidas, recostó su rostro en la cama para inclinar sus caderas y dejar expuesto su vagina y su ano que aun tenían un poco de presencia de agua, mas la humedad creciente del coño de aquella cortesana que la había ver brillosa –¿Desea que la llame “Ama”?- pregunto mirando por debajo de sus piernas abiertas y flexionadas… debía ser una vista muy grata para ella, de eso estaba segura, pero estaba un poco mal humorada por tener que esperar alguna otra orden que obedecer y no poderse mover y jugar ella tranquilamente, pero bueno, sería una mascota obediente, con tal de que le diera placer estaría todo bien
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Jue Oct 11, 2012 5:04 am

Por unos segundos, vi su mirada malhumorada. Me excité. A pesar de que yo fuera allí la dominante, la que pagaba, las putas no siempre se rendían con facilidad a obedecerte. Sí, eso era muy bueno. Si bien iba allí en busca de algo fácil, ya lo había conseguido al tenerla tendida en el suelo completamente desnuda. Ahora vendría lo complicado ¿Sería una gatita buena y sumisa? Esos ojos me indicaban que no. No del todo, por lo menos. Iba a costarle. Sonreí para mi cuando escuché palabras que nada tenían que ver con lo que ella transmitía, palabras sumisas. ¡Ah! Me había topado con alguien acostumbrado a hacer y deshacer a su antojo, solo por eso, la obligaría a cumplir cada una de mis palabras a rajatabla. Y la haría esperar. Mucho. No importaba lo ansiosa que me pusiera. Ni lo empapada que me notara en mi intimidad. Si había algo mejor que follar, era someter a una domadora. Someterla hasta hacerla suplicar. ¡Solo de pensarlo...! Mordí mi labio mientras notaba como la piel se me erizaba ligeramente, poniéndoseme de gallina. Observaba a la muchacha cumplir la primera orden, gateó hasta colocarse a cuatro patas sobre la cama. Que bonita visión me dedicó.

Reí, esta vez para que ella lo escuchara, tras su pregunta. ¿No podía mantener la boca cerrada o qué? No, claro que no. Estaba impaciente. Se moría porque le metieran algo en sus agujeros. Pues bien, se aguantaría así todo el tiempo que a mi se me viniera en gana. Sí, Ama estará bien Contesté, con un deje bromista en la voz como recompensa a su obediencia. Me había puesto seria, haciéndole entender la situación. Ella parecía haberlo comprendido, así pues, no había necesidad de continuar siendo estricta en mis palabras. Todavía sería más divertido si se le ocurría desobedecer alguna de mis órdenes.

Los tacones de mis zapatos, que me coloqué de nuevo, resonaron cuando caminé hasta la cama. En un paso lento. No tenía ninguna prisa ¿Verdad?. Me hubiese gustado preguntarle eso. Y, aunque casi me moría por hacerle de todo a ese culo que tan abiertamente se mostraba hacia mi, apreté las manos conteniéndome. Solo lo justo. Colocada en la parte trasera de la cama, alargué ambos brazos hasta agarrarla por los muslos y la arrastré más cerca. A mi vera. La visión de ella en el centro de la cama era excitante, sin embargo, la necesitaba en un sitio dónde yo pudiera maniobrar fácilmente. Aquí mejor Susurré casi en un jadeo ¡Ah! Estaba tan cerca ahora.. Solo tenía que inclinarme para saborear a aquella preciosidad amazónica de mujer. Porque a eso me recordaba precisamente, a una amazona. Morena, alta y con carácter. Sonreí. Iba a domarla. Y a pesar de todos mis deseos, solo la acaricié por dónde mis manos la habían agarrado. Joder, no era capaz de apartar mis manos de ella. Arañé muy ligeramente (Realmente de forma muy ligera) su carne con las uñas. La marcaría tarde o temprano. No aún. Era demasiado pronto. Demasiado pronto para que aquellas ansias tan voraces estuvieran creciendo en mi.

Con los colmillos algo más alargados de lo habitual, mordí una de sus nalgas. Vale, no pude contenerme ¿Algún problema?. Y la solté, sin más. Ese había sido mi pequeño desahogo hasta que pudiese volver a tocarla más profundamente. Creo que he dejado bastante claro quien manda aquí esta noche Caminé hasta un lado, con el único propósito de observar ese precioso rostro enterrado en las sábanas. Que bella era la amazona, realmente bella. Harás lo que yo te diga, sin rechistar Subí una rodilla sobre el mullido colchón, después la otra. La agarré por el cabello hasta colocar su rostro unos centímetros más bajo del mío, estirando sin piedad hacia atrás ¿Le dolería? Oh sí, eso esperaba. Me dirás, en todo momento, cuando hago algo que te duele. Si te digo que ladres, ladrarás. Si te digo que te tires en el suelo, lo harás Una sonrisilla asomó por los costales de mis perfectos labios. Me encantaba ver esos ojos desafiantes. Me encantaba probar cuánto aguantaría bajo mi yugo.

Mi mano estiró más de aquella negra y larga melena, acercándola. Abrí los labios solo para lamer los suyos, bordeándolos. Con la mano libre agarré su mentón obligándola a abrirlos para mi y así poder introducirme dentro. Mirándola, en todo momento, junté a continuación nuestras bocas.


Siento la demora, estaba ausente!
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Mensaje por Tania Fernandez Mar Nov 06, 2012 1:45 pm

Estaba en la posición que ella había deseado, dejo caer su rostro entre las sabanas, para tener mayor comodidad, mientras buscaba mirar al menos de reojo lo que ella deseaba hacerle a su cuerpo haya atrás, aunque no debía tener mucha imaginación para saber lo que pasaría, dejo salir un leve suspiro entrecerrando los ojos, buscando tranquilizar un poco su respiración ante aquel acto. Su cuerpo fue llevado un poco mas allá, cerca de la orilla, podía sentir el tacto frio de la mujer entre su piel que poco a poco comenzaba a estremecerse, tu tacto era dócil pero a la vez firme, lo suficiente como para hacer que a Tania se le saliera un jadeo de puro placer mientras su humedad creía cada vez más en aquel lugar expuesto que por esa noche solamente aquella mujer podría ver. Aquel pequeño mordisco le disgusto un poco, la sensación de que algo puntiagudo la estaba molestando hizo que su rostro se contrajera, pero no dijo nada, prefería en esos momentos dejar que los ratones se llevaran su lengua.

Giro su rostro, dejándolo en la parte donde aquella mujer se había acercado, en ningún momento había movido un musculo como para moverse o acomodarse de otra forma. Tal vez aquel cliente no lo sabía pero se había llevado el premio mayor, estas cosas ya hace muchos años eran normales para Tania que ya en ocasiones no necesitaban decirle las ordenes con palabras, pero eran como unos perros entrenados, debían seguir con el entrenamiento si no, aquellas excelentes habilidades se iban al retrete. Dejo salir una sonrisa amplia ante aquellas palabras, tenía tiempo que no las había oído decir.

Oh… tenso su mandíbula al sentir como su cabello era jalado hacia atrás, se pudo oír un leve gruñido que demostraba el dolor y a la vez la ira que en ella estaba comenzando a crecer, nunca debió meterse con su cabello, era una de las cosas que más apreciaba, tal vez porque era lo único que realmente debía cuidar, de forma casi instintiva busco las manos de la tipa para poder soltarse, pero aquello solamente le provoco más dolor, no pudo mas, mostrando un gesto de dolor mientras aquellas palabras salían de sus labios.

Chillar, ladrar, hacer todo lo que le ordene, oh claro lo podría hacer y mucho más cuando su antiguo jefe siempre utilizaba aquellos tratos con ella. El solamente pensar que volvería a aquellos tratos por una sola noche hacían en ella nacer tantos sentimientos que exactamente no sabían si eran buenos o malos ¿extrañaba su antigua vida? Eso era un rotundo no. Amaba este burdel, era interesante y mucho más porque se sentía como una niña caprichosa, una reina entre las putas, que podría elegir a cualquiera que ella quisiera y nunca era rechazada, pero en esos momentos debía olvidarse de que ella siempre mandaba, ahora había llegado el momento de recordar el pasado y comportarse de la forma que antes la habían obligado a comportarse.

Sintió la lengua húmeda de sus labios pasar por los suyos sin intenciones de comenzar un beso profundo, parecía que todo lo que ella quería era que esto fuera un juego para que Tania se volviera loca, comenzara a rogarle de que la violara hasta que su cliente se cansara, vaya, debía trabajar mucho para que aquella cortesana comenzara a suplicar por su tacto, entrecerró sus ojos, deleitándose con aquel delicioso tacto hasta que sintió que debía abrir sus labios, así lo hizo sintiendo como aquella mujer se apoderaba de su boca. Ya había captado solo con sentir sus labios en los suyos, ella era una de las mujeres que nunca había podido tener en su cama, comenzaba a sentir respeto hacia ella con solamente sentir su lengua sobrepasar las expectativas de una mujer tenía sobre otra mujer.

Era perfecta, dominante, no había pensado que iba a conocer a una mujer que la pudiera sobrepasar en aquellos momentos. Las mujeres normales se mostraban sumisas, por eso casi nunca ella podría ser, por decirlo así, la mujer pasiva, porque nadie daba la talla para poder buscar algún tipo de sumisión en ella. Movió su lengua en un momento de lucha con la contraria que buscaba invadir completamente su cavidad, bueno una cosa era que disfrutara ser dominada, arrastrada por la fuerte de aquella mujer, pero otra muy distinta que se las pusiera fácil, ella se había forjado como era por cierta razones que tenían que ver con un pasado .


Off: No te preocupes *-*
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Mar Ene 29, 2013 12:33 pm

Jugar con una muñeca masoquista, de vez en cuando, tampoco estaba mal. ¡Sin embargo! Esta muñequita, parecía tener un par de puntos débiles en los que no quería ser tocada. Eso era estupendo. Cuantos más encontrara, más formas de torturarla estarían a mi alcance. Y si había aceptado ser sometida por unos billetes, ya nada la iba a salvar de estar en mi compañía esa noche. Así tuviera que violarla, idea que para ser sincera, se hacía incluso tentadora. ¿No es acaso gracioso? Violar a una puta. Es una incongruencia tan morbosa y excitante, cómo resistirme a semejante idea. Aunque todavía era pronto para pensar en eso, no tenía que adelantarme a los acontecimientos; después de todo, que no le agradaran un par de tirones de melena o un mordisco no significaba que iba a rendirse fácilmente. Sonreí, pensando en ello mientras acababa de devorar su boca con mis labios. Notaba mi humedad creciendo, de la misma forma que mis emociones empezaban a sincronizarse con las de la humana. Poco a poco, me rellenaban, convirtiendo el cascarón vacío y sin alma en algo que incluso parecía no estar muerto. Una sensación realmente increíble ¡Nunca me canso! Por mucho que lo haga una y otra vez. Sé que nunca me cansaré.

Finalizando el beso con un suave mordisco en el labio inferior de la mujer, tiré de su cabello solo una vez más. Resistirte será en vano, haré lo que quiera contigo tanto si te gusta como si no Sin dejar de mirarla a los ojos, lamí una de sus mejillas haciendo presión con mi lengua. Un roce tan suave como, al mismo tiempo, brusco. Y si eres una buena chica, te compensaré Tras una carcajada de burla, la liberé tanto del agarré en su cabello como del de su mentón y me aparté. Sin mediar palabra, no era necesario, caminé hasta dónde había dejado mi bolso. Buscando en su interior, encontré aquello que andaba buscando y que inmediatamente saqué. Con un lindo "clink", las esposas de acero resonaron al chocarse contra si. Unas esposas bastas y que no estaban echas precisamente para lucir bonitas o ser suaves. Unas esposas que me ayudarían a prevenir una posible rebeldía por parte de la prostituta y que facilitarían el no dejarla escapar. Aunque, no neguemos la evidencia, jamás una humana con o sin esposas podría escaparse de mi. Es simplemente imposible.

Volviendo mis pasos atrás, regresé a la cama. Esta vez tampoco dije nada, ni siquiera me preocupé por la reacción de la mujer; si no era una estúpida (me daba la sensación de que no) sabría perfectamente para qué iba a utilizar los objetos que traía en mis manos. Y, efectivamente, para eso que estaba seguramente pensando los utilicé. Primero agarré un brazo, que llevé hasta un extremo del poste de la cama y cuya muñeca até con una de las esposas. Después, el mismo procedimiento con el otro brazo, abriéndolo lo máximo posible. No quería romperla así que me aseguré de que solo le doliera un poquito. Si por casualidad esa humana no conocía la flexibilidad de su cuerpo, no pasaría de esa noche sin saberlo. Hasta tenía que darme las gracias ¿No creéis? Para una puta, la flexibilidad es realmente importante. Y yo iba a ayudarla a ejercitarse con mis particulares ejercicios. Una vez bien esposada, simplemente me senté al borde de la cama frente a ella. Con toda la tranquilidad de alguien que acaba de hacer algo no solo común sino también satisfactorio. Esta vez sí busqué sus ojos, mientras sacaba un pequeño objeto de entre mis pechos. Una llave. La llave que abría las esposas. ¿Sabes que es esto, verdad? Me crucé de piernas, despreocupada, y comencé a pasear la punta del objeto por la espalda desnuda de la mujer. Sin apretar, de momento. Si eres una buena chica y me obedeces, cuando acabemos simplemente te liberaré Sin dejar de mirarla, sonreí. Una sonrisa cálida y de esas que suelen dar las buenas personas. Imitaba a la perfección, tengo que decir. Sin embargo, si me das problemas... Si me das problemas, no sé qué pueda pasar con esta cosita Enfatizando la última palabra, apreté la llave contra su piel hasta arañarla. Puede que te la meta por detrás y tengas que sacarla por ti misma. O te deje aquí, simplemente, para que algún pervertido te disfrute sin que puedas hacer nada por impedirlo... Hay tantas posibles opciones Suspiré teatralmente, aunque sin borrar la sonrisa de mi rostro. Una sonrisa que se había transformado en algo totalmente macabro; realmente solo de pensar en esas obscenidades me prendía como una vela en su máximo potencial. Quería hacerla sufrir, no podía evitarlo.. ¿Qué culpa tengo? Son mis instintos, es mi naturaleza a fin de cuentas.

Imagino que no quieres eso ¿Verdad? Guardé la llave allí dónde la había sacado y no pude resistirme a... Serás una chica buena ¿A que sí? Vamos, dímelo. Di que serás una chica buena y que quieres que te libere ... agarrar su cabello, una vez más. Esta vez no habría reacción que me impidiera tirar con todas mis fuerzas hasta obligarla a mirar al techo. Inclinándome hasta su oído, susurré. Resistirte antes no estuvo bien, nada bien... Y le mordí la mejilla que me caía más cerca.


Una vez más, siento la demora.
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Mensaje por Tania Fernandez Jue Mar 07, 2013 4:07 pm

Era un juego en el que sabia comportarse bien, en ocasiones le era fastidioso recordar lo que había tenido que vivir hace mucho tiempo, pero lamentablemente eso era lo que le ayudaba a sobrellevar todo lo que aquella mujer le pudiera estar pasando en su mente y que quisiera hacerle a aquella cortesana. Se sentía bendecida por haber pasado sal ver por peores cosas, pero no aseguraba que aquellas cosas quedaran como las peores, tal vez aquella mujer ganaría y ella volvería a sentir el dolor y la humillación en su piel. Su cuerpo reaccionaba lascivamente, no podía creer que su coño estuviera humedecido por el aliento y las caricias de aquella mujer, sus senos comenzaban a endurecerse y doblar su tamaño, aunque ellos no hubieran sido atendidos. Solamente le quedaba ser el instrumento de placer que su cliente en ese momento quería. Noto como aquella mujer luego de unos minutos se alejaba, su cabello se echo hacia adelante en donde ella puso entrelazar sus dados para poder aliviar el dolor que sentía su cuero cabelludo, por suerte no era fuerte ni muy grave, pero si fastidioso.

El sonido de las esposas, las conocía bien, dejo salir una pequeña sonrisa, tenía tiempo que no veía unas, este cliente ya era más que diferente, le gustaba jugar con cosas las cuales no se ven todos los días. Dejo salir un suspiro, ahora sabía lo que venía, no quiso desperdiciar sus palabras con la mujer, dejaba que ella le hiciera todo lo que deseaba, sabiendo que su palabra era menos que nada. Pronto sintió sus manos opresas por aquellas esposas, ella boca abajo solamente podía escuchar atentamente lo que le decía la mujer, de reojo vio la llave, tuvo que relamerse los labios un poco para que dejaran de estar resecos, trago un poco de saliva para luego suspirar de resignación –Te prometo que seré buena- dijo luego de unos segundos. Otra vez su cabello fue sujetado, esta vez vio el techo de la habitación –no lo volveré a hacer…- susurro cerrando uno de sus ojos al sentir la mordida en su mejilla. Dejo salir un leve jadeo mientras sus manos se movían un poco, para pronto sentir un dolor punzante gracias a las esposas que estaban apretadas, pero sabía que no debía quejarse, lo menos que deseaba era quedarse allí en esa posición luego de unas cuantas horas y más sin aquella mujer, pues al menos con ella, ya sabía que esperar.

Ya comenzaba a sentir el dolor en su cuello por la forma en que la estaba agarrando, le miro a los ojos, encontrándolos encantadores, exóticos y totalmente diferentes a los demás, suavizo un poco más la mirada, ya se comenzaba a acostumbrar a aquella posición en que la tenia –Bueno… dígame…. ¿por dónde quiere comenzar?- pregunto curiosa, pues aunque buscara ocultarlo, sus pechos se veían ya más grande de lo normal, lo que significaba excitación. ¿Cuánto más podría soportar aquella mujer? ¿Cuál era su forma de darse placer?. Las personas que venían al burdel, tenían una historia que contar, en ocasiones llegaban en busca de cumplir sueños ocultos, deseos prohibidos, pero también buscaban desahogarse de sus frustraciones y de la vida diaria, eran muchas caras, muchas monedas y las cortesanas debían amoldarse, acostumbrarse a cada uno de ellas por una paga que en ocasiones podría ser apenas una miseria.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Abr 29, 2013 1:04 pm

Obediente, pero impaciente.

Bueno… dígame… ¿por dónde quiere comenzar?

No, no, no. Ya era la segunda.. (No, tercera) vez que demostraba esas ansias. Debo admitir que tener a una esclava ansiosa de mis atenciones, aún con las esposas y todo, no era algo del todo frecuente. La mayoría eran asustadizas y delicadas, en cuanto les producías algo de dolor. Y menos del que le había hecho yo al tirarle del pelo, sabía bien cuánto dolía eso. Más si le tenía tanto aprecio como el que había demostrado. Por eso, entre otras cosas, no era habitual que se mostraran ansiosas sin yo haber metido mano en su cabeza. Todavía. Tal vez aquella muchacha terminaría como una verdadera muñeca en mis aposentos. Quizás podría darle un trato especial. Manipularla.. Sólo a ratos. Dejarla consciente de su cautiverio. Comprobar, hasta dónde llegaban sus deseos por ser maltratada. Porque eso era, ni más ni menos. Quería ser torturada. ¡Estaba completamente cachonda! Y sólo le había colocado las esposas. Una muñeca masoquista con antecedentes, probablemente. Muy interesante. A cada segundo que pasaba conociéndola un poco más en profundidad, más me gustaba. Y más me excitaba. Porque ella no era la única que estaba caliente, inevitablemente, parte de sus sentimientos se transferían a mi como una segunda piel. Igual que siempre. Mientras ellas estuvieran excitadas, a mi me era imposible permanecer fría o indiferente. Mi pequeño secreto. Miento. Mi gran secreto. Si mis presas fueran conocedoras de tal información, siempre me pregunté cómo reaccionarían. ¿Tomarían ventaja de ello? Aún siendo yo infinitamente más fuerte que un humano, considero esa parte de mi incluso más débil que mi problemilla a la hora de exponerme al sol. Sería una catástrofe. Por suerte, no era ni sería nunca el caso; porque de mis labios no saldría ni en otros ochocientos años más.

Y en lugar de malgastar mi tiempo pensando en tonterías como esas, tenía que concentrarme en la belleza latina a mis pies. Literalmente, casi. Y debía empezar a corregir esas pequeñas “fallas” de conducta. Porque sí, me gustaba esa disposición ansiosa por propia voluntad, pero.. Para qué voy a engañaros, por eso mismo me entraban más ganas de hacerla cambiar de opinión. De oírla llorar y gritar, no precisamente de alegría. ¿Hasta dónde aguantaría? “Para, por favor” Llevarla hasta el límite, iba a ser mi objetivo. Y más allá.

Otro tirón de pelo, como advertencia, la puso mirando más al techo. ¿Te has olvidado de quién manda aquí? Mi lengua se paseó por su mejilla al mismo tiempo que aflojaba el agarre. Sólo un poquito. Hablarás cuando yo te lo diga La otra mano se encargó de agarrar su barbilla y girar su cara hacia la mía. Un agarre “suave” de los míos, por supuesto. Ni antes, ni después. ¿Está claro? Yo decido cuando se me antoja comenzar. Y si quiero estarme callada una hora, mirándote, lo estaré Mi lengua, esta vez, bordeó sus labios Ahora quiero que estés callada hasta que te ordene lo contrario, como castigo. Callada bajo cualquier circunstancia Mis ojos se clavaron en los de ella; no hizo falta preguntar si le había quedado lo suficientemente claro. Si lo había entendido, obedecería. Si no.. Haría que obedeciera tarde o temprano, no me cabía la menor duda de ello. Sin embargo, voy a dejar que te muevas lo que tu cuerpo te permita Soltándola de ambos agarres le mostré una sonrisa divertida y juguetona, incluso “amable”. No hace falta que me lo agradezcas Susurré, introduciendo la punta de mi lengua en el orificio de su oreja. Cosa que le gustaría, además. ¿Y luego decían que yo era mala? Tenían que verme en momentos así. Ver cómo mi debilidad vencía a mis ganas de torturar a las mujeres..

Me levanté de la cama y me coloqué justo detrás de ella. Excelente visión. Un culo perfecto, esculpido por unas nalgas que ya me moría por saborear con mis colmillos. Su sangre en ese punto debía ser excelente, igual que toda ella. A pesar de ser una prostituta, desprendía por cada poro de su piel que no era barrio bajera como la mayoría. Esta se podría considerar de lujo; casi como una mujer normal y corriente que no se acuesta con todo aquel que le da unas monedas. Probablemente, ella no se acostaría con cualquiera tampoco. Sonreí ligeramente ante ese pensamiento ¿Yo sería una buena elección? Para cualquier humano apostaría que no, ahora bien, para ella.. Ella, tal vez, sí sabría apreciar mis artes amatorias como una simple humana. Y las apreciara o no, tendría el placer de probarlas en sus propias carnes. Me relamí, todavía observándola en silencio absoluto. Poniendo a prueba la orden, aunque sinceramente, de esa forma se lo estaba poniendo fácil. ¡Demasiado! Negué para mi misma. Tendría que dar el primer paso, entonces.

Una vez más me acerqué hasta su cuerpo, sin salir de la trayectoria que venía siendo justo detrás suyo. Puesto que no había, en este caso, un espejo en el cabezal me aseguraba de que no viera fácilmente ninguno de mis movimientos. Abre más las piernas. Al máximo Ordené, colocándome de rodillas justo delante de su trasero. Abrirlas al máximo no era suficiente, no para mi. Necesitaban un poco de mi ayuda, asegurándome de que los pies quedaran prácticamente en el borde de la cama. Una cama que debía tener de largo sus buenos dos metros. Sonreí. Obviamente, eso era mucho más del “máximo”, incluso para un humano flexible cómo seguramente lo era ella. Al mismo tiempo, me aseguré de colocarlas en una posición imposible de mover. Para ella. ¿Le dolería eso? Eso esperaba. Y mucho. Al menos, solía ocurrir los primeros diez minutos, después, simplemente acababan por entumecerse. Ergo, no las sentirían. ¿Bueno para ellos? Interesante para mi. Mis manos se pasearon por sus músculos excesivamente tensos y los apretaron con fuerza. ¿Recordaría la humana que le estaba prohibido soltar palabra alguna? Mis manos iban a dedicarse a comprobarlo, una y otra vez, durante al menos un cuarto de hora.

¿Cuánto aguantaría?
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Mensaje por Tania Fernandez Lun Mayo 13, 2013 11:34 am

Su cuero cabelludo ardía, se mordió su labio inferior mientras podía sentir como su cuello se doblaba tortuosamente, obligándola a ver aquel techo sin importancia, con un color que no interesaba en lo más mínimo. No, no se le había olvidado quien mandaba en ese lugar, porque aquella mujer no se cansaba de recordárselo a cada segundo. Sabía que era impaciente, era uno de sus defectos, también orgullosa, bueno eso nació desde que noto que las cortesanas tenían aun más poder del que le habían enseñado que tenia. Ellas podían decidir a quién buscar y con quien no estar, se había convertido en “cortesana” hace poco tiempo, los otros años anterior a su trasformación se había tratado de una simple puta que aceptaba con resignación las ordenes de su dueño, quien elegía con quien se acostaba y no le interesaba las veces que lo hacía en un día ni las necesidades que su cuerpo podría necesitar. ¿Acaso no conocía el significado de descanso? No, su vocabulario había sido muy escaso y esa palabra la ignoraba.

Asintió suavemente, iba a responder, pero prefirió callar, ya había jugado a ser arrogante por mucho tiempo, ahora debía aplicar lo aprendido años atrás, dejar la Tania del presente y convertirse en la del pasado, podía sentir aun la sensación de su lengua en su mejilla, la humedad que había dejado esta al pasar. Entrecerró sus ojos, espero que esta actuara, por suerte el dolor se iba luego de unos segundos, ya había aprendido a soportarlo, tal vez sus lagrimas habían sido marchitadas los primeros años, luego aprendió a callar y aceptar su destino, pero aquello termino siendo quebrantado luego de revelarse, cansarse y huir de su vida de esclava. Ahora tenía que soportar a un cliente difícil, pero… ¿Cuál era la diferencia entre el pasado y el presente? Que cuando el sol saliera seria libre y con los francos en su poder, no de un idiota que se quedaba con las ganancias y no le daba nada a la pobre, solamente golpes y maltratos, con eso le pagaba. Se relamió los labios mientras sentía como la lengua de la contraria jugueteaba con su oreja, aquello la hizo estremecer, sentir como la presión comenzaba en sus muslos, una sensación en ocasiones molesta, esta era una de esas ocasiones.

-…- bajo la mirada mientras esperaba alguna reacción, bueno no importaba si se estaba masturbando mientras la veía en aquella situación, con tal que le pagaran ella era feliz. Demasiado bajo ¿no? Soportaría cualquier cosa, dejaría que todo le sucediera, con solamente tener la satisfacción de tener los francos en su poder, pero… ¿Por qué? pues simplemente porque aquello significaba algo que había estado deseando desde que salió de Venezuela hace mucho años; cuando apenas era una joven adolecente: independencia. Eso era lo que el dinero significaba para ella, la independencia de poder valerse por sí misma, sin estar detrás de la sombra de nadie. ¿Cómo reaccionaría su padre al verla de esta manera? No le importaba, ya sabía ella que él era feliz con su nuevo hijo. ¿Cuántos años tendría su hermano menor?... no importaba a lo mejor ni era de su padre…

Se había distraído fácilmente, no sabía cuantos minutos había pasado cuando escucho a la mujer hablar, movió su cabeza a un lado, de forma rápida para que su cabello se fuera hacia un lado y no le molestara tanto, no fue necesario asentir, simplemente abrió sus piernas hasta donde podía con aquella posición, pero claro, para aquella fémina nada era suficiente. Tania se mordió la lengua para no dejar salir un gritillo de dolor al sentir como sus músculos se tensaban y se estiraban hasta aquel punto que no estaban acostumbrados, tenia buena elasticidad por sus años de practicar clases de baile en Venezuela y que además adoraba moverse al compas de la música movida, pero había perdido un poco de ello y lo sentía en los músculos adoloridos que parecían regañarla por no mantenerlos con la misma habilidad de siempre. No debía hablar, no debía hacer ningún sonido, bueno no lo haría, prefería que su lengua sangrara antes de hacerlo. Orgullosa… demasiado…

¿Quién era más paciente? Tania tenía todas las de perder, tal vez su mente le diera una mala jugada, como lo andaba haciendo aquella noche, recordándole todo lo que ella había preferido olvidar, pero bueno, el dolor le era seductor, le recordaba lo viva que estaba, la mala suerte que tenia de estar viva. Oculto su cabeza, su rostro estaba cubierto por aquella capa de cabello castaño, porque era de ese color, castaño calo, un hermoso y largo cabello que ocultaba su rostro que parecía estar concentrado en no perder los estribos. Había aprendido mucho a controlarse a desaparecer del cuerpo cuando sentía la tortura, le sorprendió lo fácil que le fue sentir que se desprendía de aquel cuerpo torturado, pero aun así, llegaba la desconcentración, los factores que la distraían y la hacían caer a la realidad, pronto sentía el dolor de los músculos y aun mas como aquella mujer los apretaba tortuosamente, buscaba que ella desobedeciera para que la pudiera castigar con algo aun peor, eso era lo que ella buscaba, le decía a Tania “No” para que la cortesana en su faceta de rebeldía pronunciara un “Si” aunque esto significara la tortura. Dolor era lo que habría, no importaba lo buena u obediente que fuera, el dolor llegaría sin importar nada, porque la mujer lo quería así, pero necesitaba una escusa válida para sentir que sus métodos son fundamentados. Ella perdería, pero resistiría todo lo que su orgullo le permitiera…
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Mayo 27, 2013 7:57 am

Uno. Dos. Tres.. Cinco minutos casi desgarrándose los músculos de las nalgas y todavía no soltaba prenda alguna. Era una buena muñeca. Oh sí. Mi sonrisa no podía ser más satisfactoria. A pesar de que quería que me desobedeciera sólo para comprobar que no la había domesticado tan rápido, no puedo negar que la obediencia absoluta es igual de complaciente. Esa mujer, fogosa y autoritaria. Ansiosa, como se había mostrado desde un principio. Acostumbrada a mandar, Podía ser puta, pero había putas y putas. Esta era una perra demasiado grande para la mayoría de humano, sólo alguien superior cómo es mi caso o un humano con una personalidad agresiva podían lograr controlarla. Sin trucos, por supuesto. No me sería difícil entrar en su mente, sólo un pequeño vistacito que la dejaría incapacitada. Tal vez sólo para esa noche, o para toda la vida. No es que la lástima fuera una de mis cualidades; ni por asomo. Llevarla conmigo, dado el caso, también era una opción. Sin embargo, quitar la fogosidad de aquella humana, privarle de sus libre albedrío me parecía todo un desperdicio. Mantenerla como esclava y consciente era una idea mucho más tentadora. Por el momento, me conformaría con aquella noche. Dependiendo de cómo transcurriese, decidiría si hacerle una oferta que pudiese rechazar o no darle lugar a objeciones, ergo, llevármela con o sin su consentimiento. Hasta entonces, disfrutaría con ella al máximo, sabiendo que si aguantaba tan obedientemente era por los billetes que recibiría terminada la sesión. En parte. Su lado masoquista lo disfrutaba, podía olerlo. De lo contrario, no habría suficientes francos en el mundo para que una humana aguantara mis torturas voluntariamente.

Me relamí unas cuantas veces, sin provocar sonido alguno. Sólo apretaba sus piernas con mis manos y no quería que pudiera localizar mi presencia por ninguna otra cosa. Ni darle a entender lo que hacía o pensaba, además de tocarla. La visión de su vagina y su ano, a mi completa disposición, me dificultaba la tarea de no acercarme para devorarlos. Literalmente. Pero no, eso significaría darle placer. Un placer que, tarde o temprano, acabaría viniendo. No era el momento. Todavía no. Según el reloj de pared ya habían transcurrido diez minutos. Diez minutos en una dolorosa posición que, probablemente, habría entumecido las articulaciones que se habían visto torturadas. Otros diez minutos y su piel empezaría a cambiar de color. Diez minutos más y tendría riesgo de no poder volver a utilizar las piernas. La idea era tentadora, llevarla hasta el máximo extremo, estaba segura de que tarde o temprano cantaría, asustada, temiendo perder una parte importante de ese bonito cuerpo. Ni el orgullo podría con ello. Para su suerte, no me servía coja y.. para qué voy a negarlo, sería un sacrilegio mutilar a tan bella mujer por un capricho propio. Solté un único suspiro de tristeza al mismo tiempo que aflojaba mis manos, ayudando al cuerpo a volver a su posición inicial; de rodillas. Los músculos temblaban por el esfuerzo. Débiles. Exhaustos. Nada grabe a fin de cuentas. Recorrí la zona con la punta de mis uñas, apretando en ocasiones lo suficiente para marcar la superficie. Ni siquiera le hacía sangre.. ¿Estaría siendo demasiado buena? Tal vez, al fin y al cabo, había aguantado obedeciendo fielmente mis órdenes. Me carcajeé por ello, dando un último apretón antes de rodear la cama. La humana permanecía con la cabeza enterrada en la almohada, tapada por esa mata de pelo oscura y realmente hermosa que daban ganas de arrancar; aunque fuera otro sacrilegio. Una vez más, debía contener mis deseos. Suavemente aparté varios mechones, lo suficiente para ver la parte de su rostro que estaba girada en mi dirección. Sonreí mostrando una mueca ligeramente burlona, asegurándome de que lo viera perfectamente. Has sido una buena chica ¿Eh? Mis manos acariciaban el sedoso cabello, cómo si de una muñeca inerte de vida se tratara y yo fuera la niña que la cuidaba. En ocasiones, mis dedos se pasaban por sus mejillas en ese suave vaivén en el que me distraía. En realidad, la sentía como una muñeca. ¿Qué más podía considerarla? Estaba inmovilizada y obedecía cada una de mis palabras. Una muñeca humana, viviente, pero muñeca.

Pensativa, estuve unos cuantos minutos repitiendo la misma acción sin mediar palabra alguna. Ella recordaría que le había dicho no hablar bajo ninguna circunstancia. Hiciera lo que hiciera, hasta que le diera permiso. ¿Habría llegado ese momento? Has cumplido bien, te permito hablar cuánto desees a menos que ordene lo contrario La mano que tan gentilmente peinaba sus cabellos cambió automáticamente agarrándolos con brusquedad, alzando así su cabeza y acercándola a mi. Eres una bella muñeca ¿Qué más escondes tras tu cara bonita? Agarrándola fuertemente de la barbilla con la otra mano, me aseguré de que abriera la boca para así poder yo introducir mi lengua. Observándola en todo momento, exploré su cavidad. Besé, lamí y mordí cada centímetro de la zona, penetrando hasta lo más profundo. Suavizando el agarre en su cabello, ambas manos descendieron hasta los brotes dulces y suaves de su pecho, estimulándolos. Eran perfectamente redondos y tenía los pezones apeteciblemente erectos entre mis dedos, erizándose más en respuesta a los arañazos que les propiciaban mis uñas. Poco a poco liberaba mis deseos de complacer su cuerpo, que también significaba complacer el mío teniendo en cuenta lo mojada que me encontraba en esos instantes cuándo no había sido tocada en ningún momento. La excitación me corroía a cada segundo de placer y tortura a la humana. Abandonando su boca, recorrí su cuello con mis labios. Los arañé con la punta de mis colmillos. Sólo arañar. Ni mucho menos había llegado el momento de comer. Nada más lejos. Te voy a conceder un deseo Tania Trazando un camino hasta su oreja, la mordisqueé y lamí lo imposible. Sólo uno, ahora mismo. No lo desperdicies Metí la lengua hasta el fondo de la cavidad. Con suerte, no aprovecharía esa oportunidad repentina que le brindaba generosamente.
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Mensaje por Tania Fernandez Miér Jul 03, 2013 6:07 pm


{....respirando el mismo aire,
mezclando nuestro deseos
saboreando cada instante
como el milagro que dura solo un segundo....}


Las malas mañas nunca se quitan, aunque Tania deseara poder borrar su pasado, no podía hacerlo, estaba marcado en ella como si fuera un tipo de mancha que no se borraría nunca. ¿Por qué seguía? No sabía hacer mas nada, necesitaba sentirse deseaba, necesitada por alguien. Su vida hacia llegado a un punto en que no entendía, no pensaba, no reaccionaba, solamente dejaba que la vida siguiera el curso que tuviera que seguir. Había llegado a tenerlo todo, aunque su destino siempre fue ser menos que muchas de las personas que ve a los ojos, pero al menos disfruto la compañía de personas de alta clase, que le dieron aquel porte elegante, pero con lleno de sensualidad que la caracteriza. Todo es tan frágil en esta vida, ella lo era, pero luego de perder a su familia a su alta posición, encontró en el placer lo que había perdido, muchas veces había deseado morir. ¿Por qué no lo deseaba en este momento? Sentía que no valía la pena estar peleando con la vida, si moría, no importaría, nadie la extrañaría, pero su cuerpo era inteligente, aun su esperanza y las ganas de vivir estaban en cada célula de ella. Había reaccionado bien, aunque nunca en la vida hubiera sabido que era una tortura, su cuerpo, como ser evolucionado que era, se acostumbro, se moldeo a los deseos de su amo en vigencia.

Era una masa que podían destruir, dividir y volver a unir, crear una mujer tan sumisa que la actual quedaría avergonzada, aceptaría cualquier orden, cualquier descarada proposición. Muchas veces, tantas que ya perdió su cuenta habían deseado la muerte, parecía que ya era merecedora de tal premio, pero su cuerpo tampoco quería descomponerse, por eso luchaba aunque ella no quisiera. Que libre se sintió cuando llego el día en que sentía que trabajaba para ella, no pudo conseguir otro chance, otra oportunidad, era eso aunque le doliera. Pero ahora era una Tania diferente, descarada, orgullosa de su cuerpo y de sus habilidades, siempre buscando explorar un poco mas allá, buscando llevar los hilos de la relación que duraba mas de unos 11 minutos si eran bueno en la cama. ¿Qué sucedía con ella? su cuerpo tenia aquel fuerte deseo de supervivencia, la antigua mujer volvía a aquel cuerpo, disfrutando lo que al dueño de su cuerpo le gustaba, sintiendo que la respiración estaba controlada, el dolor medido, aunque sus músculos tensados y cansados le gritaban descansar.  Se había vuelto sorda, muda, pero su cuerpo reaccionaba descaradamente, la humedad en su sexo, las expresiones buscando ser disimuladas y fallar…

Lo disfrutaba, porque había aprendido a disfrutar todo lo que llegara a aquella cama. Allí boca abajo, sufría en silencio, buscaba ahogar sus deseos de quejarse, de maldecir, en aquella almohada que le proporcionaba una oscuridad, que en este momento era agradecida, solo  por el hecho de darle concentración. Su cuello giro, adolorida, sentía como hecha de roca su cuerpo, miro a los ojos a la mujer, poco a poco vio que su visión se aclaraba y esta suavemente le trataba, respiro profundo, claro, dulce, era típico, podrían ser dulces, pero aquello no les duraba mucho, luego volverían a reír mientras el cuerpo de su juguete llegaba a limites considerados peligrosos, pero que para ellos era el éxtasis del placer mismo. –Si…- fue lo único que dijo, atendiendo bien a lo que había dicho –Ahg…- pudo quejarse, aquello pareció ser lo mejor, se sintió libre de hacer sonar su gemido al sentir como los dedos comenzaban a jalarle con la brusquedad que había esperado.

No dijo nada, parecía que había aprendido una lección olvidada, espero que esta diera el próximo paso, pues no podía hacer mas nada. La lengua de la otra mujer era suave, deliciosa, no tenia pena en sentir que le encantaba la sensación de que aquello estuviera dentro de ella, comiéndose su interior, sus mejillas se enrojecieron, rápidamente sintió como su clítoris se entumecía hasta el punto se sentir la necesidad de buscar alivio de alguna forma. Que gemido más suave pudo dejar escapar, nada apresurado, llego desde el interior y no lo pudo contener y perder en la garganta. Sentía aquellas extrañas y frías manos en sus pezones, aquellos sensibles senos que se endurecían y parecían crecer de tamaño, cada vez más mientras ágilmente apretaba los puntos. Su cuerpo se estremeció, entrecerró sus ojos, moviendo el cuello, mientras disfrutaba, eso hacía, se cierta forma, era contradictorio para ella, pero le estaba dando placer a la mujer o eso creía.

-Ahh…- jadeo, mientras abría sus ojos al escucharla… -N-No entiendo… ¿Qué tipo de deseo?- pregunto, buscando los ojos de la otra, pero lo único que encontró fue la humedad en su lóbulo, lo que la hizo gemir sin poder evitarlo… -Lo siento…- jadeo suavemente, mientras sus ojos se entreabrían suavemente –No creo que lleguemos a un acuerdo- dijo, con tal vez cierto deje de tristeza. –Ya ha pasado un buen tiempo en que mis deseos desaparecieron- concluyo sin mucho interés de continuar hablando.
Tania Fernandez
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Dom Sep 01, 2013 4:07 pm

Aunque era lo que deseaba, no esperaba que efectivamente no aprovechara la oportunidad que le brindaba. Quién habría pensado que la puta se pondría sentimental en un momento cómo ese. “Ya ha pasado un buen tiempo desde que mis deseos desaparecieron” ¿Qué tipo de respuesta era esa? Estuve a punto de echarme a reír, pero me contuve, sólo porque era bonita y prefería humillarla de otras formas más gratificantes para mi. Pero realmente resultó patético y completamente fuera de lugar. Para mi suerte, claro. Habitualmente cuándo concedía un privilegio en alguna de mis sesiones ellas aprovechaban para liberarse, o hacer cualquier cosa que en ese momento deseaban, puesto que yo se lo iba a conceder. En este particular caso, no hubo deseo alguno. Así pues, no habría una segunda oportunidad para ella. Ni esa noche, ni ninguna otra que pudiéramos tener. Aquel momento no se me olvidaría con facilidad, del mismo modo que tampoco olvidaría a la humana por su belleza y su especial inclinación al sadomasoquismo.

Con una media sonrisa, tironeé su cabello algo más fuerte. Mi boca ahora se paseaba del cuello al mentón indiferentemente, dejando que mis dientes de vez en cuando rozaran esa piel perfectamente morena. Así que la puta no tiene deseos, pobrecita Con un deje de burla, dejaba entrever que me había parecido divertida la contestación. Si era un poco lista, no habría pensado que aquello podría conmoverme o algo parecido. Normalmente suelen pedirme que las desate, les haga esto o aquello o las deje ir. Pero bueno, ya que no tienes deseo alguno, lo voy a tener en cuenta durante esta noche ¿Eh, Tania? Susurré en su oído, justo antes de soltarla en un movimiento brusco que la dejó tirada sobre la cama. Con indiferencia la observé desde arriba, ahora de pie. Su respuesta me había divertido, no lo niego, pero también me irritó que desaprovechara la oportunidad, dándole un valor demasiado bajo. Puede que después de todo no fuera tan lista como creía, así que tendría que hacerla desear. Cualquier cosa.. negativa. Caminé hasta la bolsa que permanecía recostada contra uno de los sillones, de dónde antes había sacado las esposas, ahora saqué una pequeña fusta de cuero. De la punta colgaban las cuerdas que deliciosamente la harían gritar, en caso de que se lo permitiera. Recta Le ordené que se posicionara de nuevo a cuatro patas, con la espalda recta y obligándola a que aguantara su peso. Por ningún motivo dejes caer tus rodillas ni tu cabeza sobre el colchón, o te arrepentirás A modo de advertencia paseaba los flecos por su espalda, en un movimiento suave pero peligroso. Ya debía de haber visto lo que tenía en la mano y, obviamente, sabría lo que vendría a continuación. El primer latigazo fue muy suave, colocándome detrás suyo, golpeé en una nalga. Ni podría considerarse un latigazo como dios manda, sólo fue un roce fuerte en general. De prueba. No está nada bien eso de que no tengas ningún deseo. Creo que voy a tener que remediarlo de alguna forma.. Y no deseo escuchar ninguna queja. Sólo cuándo te haga saber que he terminado, podrás hablar No dejé correr ni un segundo antes de propinarle el primer y verdadero latigazo justo dónde le había dado el anterior. Esta vez, con el doble de fuerza y mayor saña. Se sucedieron uno tras otro. Empezando por las nalgas fui descendiendo en torno a ambas piernas, sin ignorar la parte del centro. ¡Esa era la mejor! Motivo por el cual me concentré en acariciarla primero. Introduje el bastón por el orificio anal de una sola vez, tan rápido como lo extraje y lo azoté. Seguidamente, hice lo mismo con el de su vagina, en la que me recreé con unos cuántos latigazos más hasta que la zona adquirió un tono rojizo más fuerte de lo habitual. Incluso parecía haberse inflamado, como las marcas en el resto de su parte baja.

Oler el sufrimiento de la humana me había dejado casi al borde del orgasmo y con cada latigazo estaba un poco más cerca. Sabía que si me tocaba en ese preciso instante, me correría. Pero eso no sería divertido. Justo antes de llegar, paraba unos segundos, antes de volver a iniciarlo y así una y otra vez hasta que estaba tan encendida que a penas podía aguantar las ganas de penetrarme con el propio látigo que azotaba la carne femenina. ¡Estaba demasiado cerca! Y eso me rabiaba, haciendo que utilizara más fuerza para castigarla. Un castigo de esos sin motivo que tanto me gustaban. Al final me subí a la cama y me coloqué de rodillas frente a la cara de la pelinegra. Agarrando su cabello, la pegué a mi raja completamente mojada. No he terminado. Chúpame, si me haces llegar y me gusta te daré permiso para hablar Sin darle opción a negarse, la introduje más en la obertura que le gustara o no lamería. Por las buenas o las malas, eso era algo que solo sabría por la forma en que lo hiciera.

Estaba tan excitada que no iba a necesitar mucha dedicación para llegar al clímax, pero eso era algo que ella con suerte no sabría, así que aguantaría sólo para ver hasta dónde llegaba con la felación. Me relamí, observándola desde arriba, tenía toda la pinta de ser una jodida experta en lamer lo que le pusieran por delante, y ciertamente me moría por comprobarlo de primera mano.
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Mensaje por Tania Fernandez Sáb Sep 28, 2013 8:26 am

Que deprimente se había vuelto, parecía un ser sin ganas de vivir, veía como una marioneta, que se iba hacia donde el titiritero quisiera llevarla, pero es que, rasguñar en su pasado, le hacía recordar. Ella nunca había valido la pena, siempre había estado destinada a ser el juguete sexual de alguien,  aunque constantemente internara escapar, continuamente había alguien que estaba por encima de ella y se lo hacía saber de forma tortuosa. Era como un estado que se activaba en ella, su cuerpo buscaba la supervivencia, cuando ya la mente se había rendido, no encontraba respuesta para sus reacciones involuntarias, que llegaban a ser frustrantes y humillantes, para su orgullo, pues lo que menos quería la doncella era volver a su pasado latente. Los dolores llegaban, era humana después de todo, tenía derecho a llorar, a sentir el dolor que recorría todo su cuerpo y la llevaba a un pasado y a recordar los hechos que nunca podría olvidar.

Suspiro suavemente, sintiéndose algo libre, completamente humillada. “recuerda que siempre habrá algo peor” se aconsejo mientras buscaba reincorporarse pesadamente, sus extremidades parecían no querer responder, sus músculos temblaban, debilitados por estar siempre en una posición, pero su orgullo parecía no dejarla en paz, era lo que la motivada a seguir adelante, levantándose sin importar cuánto doliera o molestara, pues las heridas sanaban, todo pasaba luego de un rato, de unos días, o hasta de unos meses y seguiría allí, como zorra fiel, dispuesta a aguantar cualquier, cosa por los francos que le daban. ¿Para qué pedir que fuera liberada? Hubiera sido un escape cobarde para ella, pues cada momento que pasaba junto a ella, le enseñaba formas nuevas de dolor y de cómo soportarlas. Era una mujer dominante, en un mundo que normalmente era regido por hombres, era como aquellas piedras preciosas que pocas veces se encontraban en el mundo.

No podía negar que encontraba delicioso saber cuál era el límite de cada una, tal vez Tania ya comenzaba a sentir que llegaba al punto cumbre en donde terminaría quebrándose, sería una trasformación dolorosa, para ella, placentera para su cliente. Su peso parecía ser el doble, pero, allí estaba soportándolo, con sus brazos y piernas extendidas, llegaba a mantenerse en cuatro patas, con la espalda recta, mientras su cabello, gracias a la gravedad caía drásticamente hacia abajo. Se mordió los labios, nunca le había gustado sentir aquellos latigazos, una forma de tortura, que era una de las que mas temía, pues el dolor era insoportable y las curas, eran lo peor de todo. Había escuchado que algunos devotos al cristianismo, utilizaban este método para purificar sus pecados. Eran las caricias de un ángel, que buscaba purificar el cuerpo machado de Tania,  era el castigo divino de ser quien era y de hacer lo que hacía, no había oposición, no había reclamo que valiera o saliera de su boca argumento privilegiado, solamente podría quedarse en aquella posición, aceptando su castigo celestial, que los mismísimos  Jesús y Satanás habían firmado mutuamente, para que para Tania, no hubiera ni cielo, ni infierno que la pudiera amparar.

Las lágrimas salían, pues aun no le habían prohibido llorar, sus lagrimales aun estaban intactos, aunque su voz había sido quitada. Su cabeza se alzaba, para mirar a aquel techo de su habitación, cuando recibía una estocada en las partes, que se volvían con cada golpe aun más sensible que el anterior. Sus labios eran mordidos con fiereza, como se quisiera quitar un pedazo de pan para calmar el hambre. Que dicha era sentir la sangre minada de aquella hormona que buscaba calmar el dolor, pero que no era suficiente, pues pronto otro latigazo, lanzado con fiereza, provocaba aun más dolor del que su sistema podría soportar. Sus piernas temblaban, sus brazos también, eran cuatro cimientos que estaban a punto de colapsar en una guerra que parecía estar perdida. Las lagrimas se habían perdido entre su cabello, las cuentas no servían para soportar más golpes, faltaban unos cuantos azotes mas para poder sentir que su torre también seria derrumbada y más cerca del jaque-mate, estaría ella.

Todo parecía perdido hasta que sintió el peso de la contraria en la cama, fue como si aun, algún ángel misericordioso se acordara y se apiadara de ella, pero lamentablemente Tania no creía en los milagros, antes de poder levantar su rostro, suculento de lágrimas, fue pisoteado, empujado hacia el abismo de su intimidad. La intimidad de su hostigadora cliente. El olor del sexo excitado, lo reconocía muy bien, la humedad y su sabor, no eran más que un recuerdo de todos los días. Las piernas extendidas, sus brazos parecieron gritar de alegría al sentir descanso, su culo se alzo, como si fuera una bella montaña y su espalda el camina a recorrer, mientras ella estaba en el valle de la abundancia. No hubo que asentir, sus dientes chocaron con aquel botón duro, por el empujón que le proporciono como iniciativa, aun estaba cubierto de aquella fina capa de piel, dejándolo libre, para que pudiera apreciar la humedad de la lengua, que lo acariciaba de forma lenta y segura. El ardor en las partes rojizas, la hacía moverse un poco, en busca de alivio, pero sus manos, aun lado de cada pierna, se mantenían fijas en ese lugar.

Su lengua bajo hacia aquella entrada húmeda, que tanto habían hecho esperar, introdujo su lengua, lo mas dentro que pudo, como si se tratara de una abeja en busca de mas néctar, relamió cada centímetro que encontraba sumergido con su esencia, para luego subir hasta el clítoris y atraparlo entre sus dientes -…- miro de reojo el rostro de su castigador, encontrando hermoso, como aquel rostro pálido, buscaba un poco de color, que se depositaba en cada mejilla, por culpa de la excitación que recorría su cuerpo. Entrecerró sus ojos, volviendo a chupar, como si se tratara del seno de una madre, aquel pliegue de piel, sin dejar de tocar con la punta de su lengua el clítoris que estaba dentro de su zona bucal. Su lengua se paseaba, lenta y tortuosamente, apenas rozándola, para que pudiera apreciar el calor que se acumulaba en esa parte. No tenía necesidad de utilizar sus dedos, que se introducirían en aquellas ricas paredes, pues con su lengua llegaba a cada uno de los rincones que se propusiera, además no le habían dado cuerda total, así que se limitaría a las órdenes dadas por su “amada ama”.
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