AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Con arena entre las orejas... (Aitziber)
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Con arena entre las orejas... (Aitziber)
Esa había sido una jornada larga. Conseguir unas monedas no era tan fácil como algunos podrían creer, Anatole lo había descubierto desde muy pequeño pues a la edad de 16 había tenido que trabajar para mantener a su madre enferma y a su abuelo retirado. Realmente consideraba una maldición tener un padre ebrio que había abandonado a su madre, dejándola sin ningún ingreso económico.
El peso de la responsabilidad familiar caía sobre sus hombros, a veces no se sentía de 20 años sino de 40, como si hubiese vivido muchos días como ese; Calurosos a pesar de ser aún primavera.
Desde muy temprano en la mañana, Anatole había salido de casa a buscar trabajo, no tenía uno estable, de hecho se la pasaba entre un negocio y otro recorriendo las calles de Paris, sin saber realmente que hacer. Esa mañana un hombre de ensortijada barba rojiza le había pagado un par de monedas por cargar unos bultos de arena y heno y transportarlos en una carretilla hasta el puerto.
Gracias a ello, Anatole había terminado oliendo a tierra y hiervas secas, seguramente un caballo le metería un mordisco si lo tuviera cerca. La espalda le dolía un montón y aún sentía el bulto de arena en sus hombros mientras caminaba por las calles Parisinas en busca de un lugar donde descansar, de hecho moría de sed, pero temía que con su humilde apariencia no le permitieran entrar a uno de los cafés.
Se quedó entonces un buen rato parado en la entrada de uno sin decidirse a seguir, se preguntaba también si ese miserable par de monedas que había conseguido alcanzarían para un pedazo de pan.
El peso de la responsabilidad familiar caía sobre sus hombros, a veces no se sentía de 20 años sino de 40, como si hubiese vivido muchos días como ese; Calurosos a pesar de ser aún primavera.
Desde muy temprano en la mañana, Anatole había salido de casa a buscar trabajo, no tenía uno estable, de hecho se la pasaba entre un negocio y otro recorriendo las calles de Paris, sin saber realmente que hacer. Esa mañana un hombre de ensortijada barba rojiza le había pagado un par de monedas por cargar unos bultos de arena y heno y transportarlos en una carretilla hasta el puerto.
Gracias a ello, Anatole había terminado oliendo a tierra y hiervas secas, seguramente un caballo le metería un mordisco si lo tuviera cerca. La espalda le dolía un montón y aún sentía el bulto de arena en sus hombros mientras caminaba por las calles Parisinas en busca de un lugar donde descansar, de hecho moría de sed, pero temía que con su humilde apariencia no le permitieran entrar a uno de los cafés.
Se quedó entonces un buen rato parado en la entrada de uno sin decidirse a seguir, se preguntaba también si ese miserable par de monedas que había conseguido alcanzarían para un pedazo de pan.
Anatole Dufort- Cazador Clase Baja
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Re: Con arena entre las orejas... (Aitziber)
Las mariposas eran hermosas, volaban de un lado a otro con una frescura y elegancia que la dejaban simplemente hipnotizada cuando pasaba una por aquel pequeño jardín que había descubierto cuando era aun una niña pequeña. Tenía ya 26 años y aun cada sentimiento que aquel jardín había despertado en ella seguía despertando, seguían viviendo a su corazón para hincharlos de alegría. Prefería el calor antes que el frio, estaba tan alegre de haber podido sobrevivir a un invierno más, nunca había sido buena para soportar el frio, sus mejillas se congelaban y su mentón comenzaba a temblar apenas pasaba la primera ola de frio… pero en fin el calor de la primavera le hacía tanto bien como ver las mariposas alimentarse de el néctar de las nuevas flores.
Con su vestido pastel lleno de un vuelo atrevido en la falda, y un escote levemente atrevido que dejaba sus hombros desnudos caminaba por la calle que la llevaba a uno de sus cafés favoritos, siempre le había parecido genial aquel local, en ese lugar se reunían tanto intelectuales como personas singulares con las que se podía topar y crear una historia nueva, su cabello corto le daba una expresión nada femenina, pero sus rasgos suaves y gentiles cambiaban totalmente aquel aspecto, parecía una muñequita de porcelana. Su rostro estaba cubierto por un sombrero que la protegía de los rayos del sol.
Parecía una persona normal, una mujer de clase alta que caminaba tranquilamente en un día normal, no se notaba en sus poros aquella magia que en sus venas recorría, claro está, ella era muy ágil para ocultar su verdadero ser, sus verdaderos motivos y los secretos que nunca se deberían ser relevados. Estaba a punto de llegar al local cuando encontró a un chico polvoriento al frente de este. Aitz toco la manilla de la puerta pero se detuvo mirándolo de arriba hacia abajo, parecía que había trabajado muy duro –hey tu…- le dijo alzando su rostro –si... si... tu…- lo señalo y abrió la puerta –vamos… tengo ganas de una taza de té con compañía- dijo sonriente-¿deseas algún jugo para recompensar tu duro trabajo?- lo invito a pasar mientras ella entraba.
Se sentó en una de las sillas, sujeto el menú que le ofrecía un camarero y pidió un té de jazmín más algunos bocadillos deliciosos que vendían en ese lugar, esperaba al chico que parecía aun dudoso de entrar, la bruja sonrió dulcemente mientras con la mano lo llamaba con aun aquella sonrisa en sus labios.
Con su vestido pastel lleno de un vuelo atrevido en la falda, y un escote levemente atrevido que dejaba sus hombros desnudos caminaba por la calle que la llevaba a uno de sus cafés favoritos, siempre le había parecido genial aquel local, en ese lugar se reunían tanto intelectuales como personas singulares con las que se podía topar y crear una historia nueva, su cabello corto le daba una expresión nada femenina, pero sus rasgos suaves y gentiles cambiaban totalmente aquel aspecto, parecía una muñequita de porcelana. Su rostro estaba cubierto por un sombrero que la protegía de los rayos del sol.
Parecía una persona normal, una mujer de clase alta que caminaba tranquilamente en un día normal, no se notaba en sus poros aquella magia que en sus venas recorría, claro está, ella era muy ágil para ocultar su verdadero ser, sus verdaderos motivos y los secretos que nunca se deberían ser relevados. Estaba a punto de llegar al local cuando encontró a un chico polvoriento al frente de este. Aitz toco la manilla de la puerta pero se detuvo mirándolo de arriba hacia abajo, parecía que había trabajado muy duro –hey tu…- le dijo alzando su rostro –si... si... tu…- lo señalo y abrió la puerta –vamos… tengo ganas de una taza de té con compañía- dijo sonriente-¿deseas algún jugo para recompensar tu duro trabajo?- lo invito a pasar mientras ella entraba.
Se sentó en una de las sillas, sujeto el menú que le ofrecía un camarero y pidió un té de jazmín más algunos bocadillos deliciosos que vendían en ese lugar, esperaba al chico que parecía aun dudoso de entrar, la bruja sonrió dulcemente mientras con la mano lo llamaba con aun aquella sonrisa en sus labios.
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: Con arena entre las orejas... (Aitziber)
No era común tener tanta suerte en una misma semana, pensó el joven aprendiz de cazador al escuchar la dulce voz de una fina señorita que, contra todo pronóstico, lo invitaba a compartir un café con ella. Se quedó con la boca bien abierta formando una 'O' y con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa, esas cosas no ocurrían todos los días y llevaba viviendo toda su vida en París, de repente parecía que la buena suerte bañaba su vida.
- ¿De verdad? - Preguntó anonadado - Es usted muy gentil joven dama - Agregó con una sonrisa de oreja a oreja, se sacudió los pantalones marrón oscuro y las mangas de la camiza, no quería ir dejando polvo por cualquier lugar por donde pasase. Uno de los meseros lo miró de arriba abajo con expresión despectiva, inclusive arrugó la nariz al oler las hierbas. Anatole se sonrojó intensamente al notarlo y entró en el lugar con pasos tímidos.
El café era un lugar bastante acojedor, el olor a panesillos recién horneados invadía el ambiente como en el más recurrente de sus sueños y era que, entrar en uno de esos cafés olorosos del centro de París había sido siempre su sueño. El piso de madera lustrado daba pena de ser pisado por su lujoso brillo y los camareros iban y venían con sus elegantes uniformes negros con blanco, de aquí para allá, con bandejas repletas de deliciosas cosas que apenas si podía nombrar.
Se dirigó a la mesa donde la mujer se había sentado, se paró a un lado, como pidiendo permiso para sentarse, avergonzado por su apariencia, con las mejillas coloradas como un camarón recién cosido.
- ¿De verdad puedo sentarme Madame? - Inquirió con la mirada en el piso y jugando tímidamente con sus dedos.
- ¿De verdad? - Preguntó anonadado - Es usted muy gentil joven dama - Agregó con una sonrisa de oreja a oreja, se sacudió los pantalones marrón oscuro y las mangas de la camiza, no quería ir dejando polvo por cualquier lugar por donde pasase. Uno de los meseros lo miró de arriba abajo con expresión despectiva, inclusive arrugó la nariz al oler las hierbas. Anatole se sonrojó intensamente al notarlo y entró en el lugar con pasos tímidos.
El café era un lugar bastante acojedor, el olor a panesillos recién horneados invadía el ambiente como en el más recurrente de sus sueños y era que, entrar en uno de esos cafés olorosos del centro de París había sido siempre su sueño. El piso de madera lustrado daba pena de ser pisado por su lujoso brillo y los camareros iban y venían con sus elegantes uniformes negros con blanco, de aquí para allá, con bandejas repletas de deliciosas cosas que apenas si podía nombrar.
Se dirigó a la mesa donde la mujer se había sentado, se paró a un lado, como pidiendo permiso para sentarse, avergonzado por su apariencia, con las mejillas coloradas como un camarón recién cosido.
- ¿De verdad puedo sentarme Madame? - Inquirió con la mirada en el piso y jugando tímidamente con sus dedos.
Anatole Dufort- Cazador Clase Baja
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Re: Con arena entre las orejas... (Aitziber)
-Claro…- dijo sonriendo de medio lado. Parecía un poco lento ¿ella no lo estaba invitando? ¡Claro que se podía sentar!. Nucna había sido muy amante de la discriminación de las clases sociales, había encontrado cierto equilibrio por tantas cosas que ya había visto, no se consideraba alguien importante o muy conocida, eso era lo divertido, decía muy poco de ella, simplemente se divertía o dialogaba con una persona sin entrar mucho en detalle de donde era y lo que hacía. Aunque por los ojos del joven ya había de notar que la estaba catalogando como una persona de la alta sociedad; no estaba equivocado. Además de todo eso, provenía de una familia muy adinerada, con excelentes y firmes negocios en la parte de importación y exportación de alimentos y víveres, todo lo que se relacionara con diferentes cuestiones de comida.
Ella había también optado por los negocios familiares para poder así independizarse un poco y ser una dama de negocios, aunque manejaba una parte del negocio de su familia y estaba muy pendiente de las cosas que su padre hacia, dejo muy en claro que deseaba ser independiente, así que comenzó su negocio exclusivo de especias, sin dejar que su padre metiera mucho la mano, convirtiéndose en una socia más de él… pero bueno… tal vez las cosas se le habían puesto fáciles, no iba a negar eso, pero también tenía que trabajar duro, ser una niña consentida nunca le había gustado mucho, pero tampoco negaba que adoraba serlo.
-has trabajado duro no?- dijo riendo. Podía deducir con su olfato las especias que estuvo cargando en el puerto, tal vez era aquella carga que estaba esperando de la india, sus deducciones casi siempre era asertivas, debía darle las gracias a sus poderes de bruja. Indirectamente le había trabajado a ella, así que de buena manera de recompensarlo por su buen trabajo. –Mucho gusto Me llamo Aitziber…- dijo sonriente-deseas tomar una taza de te?-
Ella había también optado por los negocios familiares para poder así independizarse un poco y ser una dama de negocios, aunque manejaba una parte del negocio de su familia y estaba muy pendiente de las cosas que su padre hacia, dejo muy en claro que deseaba ser independiente, así que comenzó su negocio exclusivo de especias, sin dejar que su padre metiera mucho la mano, convirtiéndose en una socia más de él… pero bueno… tal vez las cosas se le habían puesto fáciles, no iba a negar eso, pero también tenía que trabajar duro, ser una niña consentida nunca le había gustado mucho, pero tampoco negaba que adoraba serlo.
-has trabajado duro no?- dijo riendo. Podía deducir con su olfato las especias que estuvo cargando en el puerto, tal vez era aquella carga que estaba esperando de la india, sus deducciones casi siempre era asertivas, debía darle las gracias a sus poderes de bruja. Indirectamente le había trabajado a ella, así que de buena manera de recompensarlo por su buen trabajo. –Mucho gusto Me llamo Aitziber…- dijo sonriente-deseas tomar una taza de te?-
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: Con arena entre las orejas... (Aitziber)
Al escuchar la afirmación, Anatole se sentó en la cómoda silla frente a ella. No sabía donde poner las manos así que las acomodó entre las piernas, juntándolas con timides, preguntándose porqué una señorita tan fina y distinguida le habría invitado a pasar a tan agradable lugar.
- Oh... ¡Yo me llamó Anatole Dufort! - Exclamó con voz nerviosa y quizás demasiado alta, poníendose de pie sin pensarlo para presentarse y luego se sentó rápidamente al notar que algunos comensales comenzaban a mirarlo de reojo y claro, Anatole se sentía como un bicho raro, como un escarabajo negro sonbre una limpia taza de leche tibia. Estaba manchando el lugar con sólo su presencia. - Perdón - Murmuró, no muy seguro de porqué se disculpaba.
-¡Si! Es usted muy amable joven dama - Agregó rápidamente ante la invitación a tomar té - Me gusta el té verde con limón... pero... bueno, usted puede invitar a lo que quiera no se preocupe -
Y justo entonces, al terminar la frase, su estómago soltó un rugido tan tremendo que estaba seguro lo había escuchado todo el mundo - ¡Lo siento! - Volvió a repetir, el hambre dolía, pero más era la verguenza la que sentía en aquellos momentos.
- Oh... ¡Yo me llamó Anatole Dufort! - Exclamó con voz nerviosa y quizás demasiado alta, poníendose de pie sin pensarlo para presentarse y luego se sentó rápidamente al notar que algunos comensales comenzaban a mirarlo de reojo y claro, Anatole se sentía como un bicho raro, como un escarabajo negro sonbre una limpia taza de leche tibia. Estaba manchando el lugar con sólo su presencia. - Perdón - Murmuró, no muy seguro de porqué se disculpaba.
-¡Si! Es usted muy amable joven dama - Agregó rápidamente ante la invitación a tomar té - Me gusta el té verde con limón... pero... bueno, usted puede invitar a lo que quiera no se preocupe -
Y justo entonces, al terminar la frase, su estómago soltó un rugido tan tremendo que estaba seguro lo había escuchado todo el mundo - ¡Lo siento! - Volvió a repetir, el hambre dolía, pero más era la verguenza la que sentía en aquellos momentos.
Anatole Dufort- Cazador Clase Baja
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Re: Con arena entre las orejas... (Aitziber)
Dulcemente sonrió, definitivamente los cafés eran unos lugares excelentes para encontrar personas amables, diferentes y curiosas. Miraba atentamente a cada uno de los movimientos de Anatole, no porque les pareciera incorrectos, al contrario, estaba fascinada con la torpeza que lo hacía ver tierno con que movía las cosas. Dejo salir un leve suspiro. ¿Era tímido de nacimiento o ella le daba mucho miedo? Ella era amor puro, lo único que deseaba era un poco de compañía mientras despejaba su mente de tantas cosas que sucedían en su vida… ¿podría ser el buen compañía? Le estaba mostrando una parte de ella muy dulce, no se podría comparar aquella parte si estuviera siendo amenazado por él, tal vez si viera aquella parte de ella después de esta, de seguro pensaría que no es la misma persona.
-Dos te verdes por favor- ordeno la joven a un camarero. Los dos se quedaron mirando por unos segundos al joven al que le había gruñido el estomago, lo único que hizo Aitziber fue sonreírle cálidamente –y dos pasteles de fresa…- el camarero se inclino amablemente saliendo del perímetro. Ella era la hermana menos de tres hijas, además de bruja, era una niña algo consentida, se le podía notar por la forma dulce de hablar, claro esta las apariencias siempre engañaban, la parte que casi nunca veían las personas de la sociedad era aquel poder y gran potencial que tenia los poderes de Aitziber, pocas personas lo apreciaban y tenían el honor de ser sus amigos y además de saber aquella parte de ella.
Su sonrisa nunca se borraba, parecía que había nacido con aquel rostro angelical y humanitario –deja de disculparte o te morderé la nariz- bromeo mientras entrelazaba sus dedos y ponía los codos sobre la mesa. Dejo que su olfato examinara los olores que de él provenían para luego ladear su rostro-Hules a mis especias- dijo en un tono suave y levemente serio –has trabajado muy duro hoy… mereces una recompensa – dijo animada mientras notaba que el pedido había llegado. Le señalo al camarero que los dos pasteles eran para él, este asintió y solamente le puso la taza de té, para luego poner al frente del chico los dos grandes pasteles de fresa y la taza de té-Si deseas mas te puedes pedir- ella tomo un sorbo con sus ojos entrecerrados –tómalo como una forma de gratitud… de todos modos de alguna forma trabajaste para mí- le comento guiñándole el ojo mientras esperaba que le diera un mordisco… -No acepto un no por respuesta- aclaro antes de que dijera algo.
-Dos te verdes por favor- ordeno la joven a un camarero. Los dos se quedaron mirando por unos segundos al joven al que le había gruñido el estomago, lo único que hizo Aitziber fue sonreírle cálidamente –y dos pasteles de fresa…- el camarero se inclino amablemente saliendo del perímetro. Ella era la hermana menos de tres hijas, además de bruja, era una niña algo consentida, se le podía notar por la forma dulce de hablar, claro esta las apariencias siempre engañaban, la parte que casi nunca veían las personas de la sociedad era aquel poder y gran potencial que tenia los poderes de Aitziber, pocas personas lo apreciaban y tenían el honor de ser sus amigos y además de saber aquella parte de ella.
Su sonrisa nunca se borraba, parecía que había nacido con aquel rostro angelical y humanitario –deja de disculparte o te morderé la nariz- bromeo mientras entrelazaba sus dedos y ponía los codos sobre la mesa. Dejo que su olfato examinara los olores que de él provenían para luego ladear su rostro-Hules a mis especias- dijo en un tono suave y levemente serio –has trabajado muy duro hoy… mereces una recompensa – dijo animada mientras notaba que el pedido había llegado. Le señalo al camarero que los dos pasteles eran para él, este asintió y solamente le puso la taza de té, para luego poner al frente del chico los dos grandes pasteles de fresa y la taza de té-Si deseas mas te puedes pedir- ella tomo un sorbo con sus ojos entrecerrados –tómalo como una forma de gratitud… de todos modos de alguna forma trabajaste para mí- le comento guiñándole el ojo mientras esperaba que le diera un mordisco… -No acepto un no por respuesta- aclaro antes de que dijera algo.
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: Con arena entre las orejas... (Aitziber)
((sadasdasd pensé que no contestarías *snif* ))
Quería abrir un agujero en la tierra y esconderse dentro de él para no volver a salir jamás, cuando la joven de rostro fino y un tanto extraño (pues nunca había visto alguien de rasgos orientales) no se burló de él sino por el contrario, pidió algo de comer además de las bebidas. Se sorprendió muchísimo con su sonrisa, era pura y sincera o al menos esa era la impresión que daba, Anatole se quedó embelesado observando sus dientes y la forma en como se formaba en sus mejillas la sonrisa. Le pareció que ella lucía como una muñequita de porcelana.
El mesero trajo dos enormes pedazos de pastel de Fresa y Anatole abrió mucho los ojos como si no pudiera creer que algo tan maravilloso estuviera frente a su rostro. De hecho no lo creía ¡Estaba en el cielo! Nunca había probado un pastel en su vida y no podía creer que de repente, de esa manera tan fortuita, se presentaba la oportunidad. Sus ojos se pusieron vidriosos, la emoción era tanta que inclusive las lágrimas amenazaban con caer.
- Muchisimas gracias mi señora - Dijo con verdadero anhelo en sus palabras, el pastel lucía tan bonito que inclusive daba pesar echarle un mordisco. Se quedó contemplándolo por unos instantes y agregó - No sabía que era usted la dueña del negocio... en realidad, estoy infinitamente agradecido - Tomó la cucharita plateada para el postre con sus manos un tanto sucias de tierra y la colocó en la punta del pastel, partiendo un con una fresa bañada en caramelo.
- Cuando era niño... siempre tuve la ilusión de probar un pastel de fresas - Le confesó - Se lo pedía a mi madre cada que pasábamos por los cafés y ella siempre me decía que, algún día me iba a invitar a uno, pero que por ahora debía portarme bien para merecerlo - Agregó y dejó escapar un suspiro - Nunca sucedió... pero creo que, el destino me ha premiado por portarme bien como adulto - Agregó con una sonrisa sincera y afable - La ha puesto a usted en mi camino -
Quería abrir un agujero en la tierra y esconderse dentro de él para no volver a salir jamás, cuando la joven de rostro fino y un tanto extraño (pues nunca había visto alguien de rasgos orientales) no se burló de él sino por el contrario, pidió algo de comer además de las bebidas. Se sorprendió muchísimo con su sonrisa, era pura y sincera o al menos esa era la impresión que daba, Anatole se quedó embelesado observando sus dientes y la forma en como se formaba en sus mejillas la sonrisa. Le pareció que ella lucía como una muñequita de porcelana.
El mesero trajo dos enormes pedazos de pastel de Fresa y Anatole abrió mucho los ojos como si no pudiera creer que algo tan maravilloso estuviera frente a su rostro. De hecho no lo creía ¡Estaba en el cielo! Nunca había probado un pastel en su vida y no podía creer que de repente, de esa manera tan fortuita, se presentaba la oportunidad. Sus ojos se pusieron vidriosos, la emoción era tanta que inclusive las lágrimas amenazaban con caer.
- Muchisimas gracias mi señora - Dijo con verdadero anhelo en sus palabras, el pastel lucía tan bonito que inclusive daba pesar echarle un mordisco. Se quedó contemplándolo por unos instantes y agregó - No sabía que era usted la dueña del negocio... en realidad, estoy infinitamente agradecido - Tomó la cucharita plateada para el postre con sus manos un tanto sucias de tierra y la colocó en la punta del pastel, partiendo un con una fresa bañada en caramelo.
- Cuando era niño... siempre tuve la ilusión de probar un pastel de fresas - Le confesó - Se lo pedía a mi madre cada que pasábamos por los cafés y ella siempre me decía que, algún día me iba a invitar a uno, pero que por ahora debía portarme bien para merecerlo - Agregó y dejó escapar un suspiro - Nunca sucedió... pero creo que, el destino me ha premiado por portarme bien como adulto - Agregó con una sonrisa sincera y afable - La ha puesto a usted en mi camino -
Anatole Dufort- Cazador Clase Baja
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Re: Con arena entre las orejas... (Aitziber)
Ella simplemente le miro dulcemente, un poco sorprendida la verdad, aquello le hizo sonrojar un poco, le daba gusto haber podido ayudar a alguien con un simple gesto. Las personas siempre debían ser amable con otras no importaba el Status social ni el color de piel ¡nada importaba! -Bueno… como digo la verdad debió trabajar muy duro… así que debe ser premiado- respondió con una leve sonrisa mientras sus mejillas se teñían de un rojizo tierno y apapachadle.
Desvió la mirada un poco encontrando algo interesante, no era muy común notar aquella esencia en cafés de ese estilo, era algo importado, un té del medio oriente muy rico, que tenían especias muy extrañas, en ese momento se le antojo uno asi que le pidió al camarero que preparara uno y se lo entregara este asintió y fue con la orden.
Volvió a centrarse al chico sonriendo levemente -y bueno… has cargado con mucho…hueles a muchas especias que puedo identificar fácilmente- dijo riendo levemente –Me llamo Aitziber D’ Lemoine y soy dueña de “Spice Dame” una tienda naturista especializada en lo natural…- comento ladeando su rostro levemente, no deseaba preguntarle el conocido “¿tu quien eres?” era algo muy feo así que espero dulcemente que respondiera él con solamente mirarlo detenidamente mientras parecía perderse entre el dulce del pastel
[Off: perdón muchos personajes ;-; este no es mi único así que tengo que turnarme con ellos]
Desvió la mirada un poco encontrando algo interesante, no era muy común notar aquella esencia en cafés de ese estilo, era algo importado, un té del medio oriente muy rico, que tenían especias muy extrañas, en ese momento se le antojo uno asi que le pidió al camarero que preparara uno y se lo entregara este asintió y fue con la orden.
Volvió a centrarse al chico sonriendo levemente -y bueno… has cargado con mucho…hueles a muchas especias que puedo identificar fácilmente- dijo riendo levemente –Me llamo Aitziber D’ Lemoine y soy dueña de “Spice Dame” una tienda naturista especializada en lo natural…- comento ladeando su rostro levemente, no deseaba preguntarle el conocido “¿tu quien eres?” era algo muy feo así que espero dulcemente que respondiera él con solamente mirarlo detenidamente mientras parecía perderse entre el dulce del pastel
[Off: perdón muchos personajes ;-; este no es mi único así que tengo que turnarme con ellos]
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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